Camino de Lourdes

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PROLOGO

Lunes, 2 de junio de 2008

Castellón-Lourdes

Mientras voy dando cabezadas en el asiento trasero del coche que, a buena marcha, nos traslada por la autopista AP-7, envuelto en la oscuridad de una noche cerrada, no dejo de pensar en la ardua empresa que nos espera una vez llegados a Lourdes, punto de partida de nuestra aventura de este año.

Nuestro reto: desde Lourdes, enlazar con el GR-10 y tomando dicho sendero en dirección oeste, entroncar con la Ruta del Baztán en algún punto entre Bayona y Pamplona para rendir Camino en Puente la Reina. Se trata de un Camino atípico ya que salvo el tramo de la Ruta del Baztán, el resto está señalizado como GR, pero nuestra intención es realizarlo con espíritu peregrino, tratando de vivir el Camino dejando algo de nuestro cuerpo en él, con la certeza de que, como en otras ocasiones, también recibiremos algo.

Hemos salido de Villarreal a las 00:30 horas para llegar a Lourdes sobre las 08:00 horas. Toda la noche de viaje para aprovechar la jornada. Voy acompañado de los conductores, y de Juan y Pepe, excelentes amigos y compañeros de peregrinación en otras ocasiones.

Es un recorrido que llevo bien estudiado, por lo menos sobre el papel. Incluso tengo hechas las reservas en gîtes d’etape[1] y alojamientos alternativos (en Francia es recomendable hacerlo para evitar sorpresas), Juan ha hecho lo propio en la Ruta del Baztán.

Hay que reconocer las exigencias del Camino que nos espera, a tenor de lo que el amigo Juan Holgado (senderista empedernido y con gran veteranía en grandes rutas) me enseñó. Sus apreciaciones y consejos seguro que nos serán de gran utilidad. También Roger, un amigo de la Lista, no duda en calificarlo de gran dureza. Y a mayor abundamiento, los no menos halagüeños comentarios de peregrinos suscritos a foros franceses que no dudan en calificarlo solo apto para senderistas chevronnés. No son buenas alforjas para llevar in mente. Pero estamos tan ilusionados que tenemos la certeza de que seremos capaces de hacer frente a cualquier adversidad. En caso de necesidad, siempre confiamos en el amigo “Santi” que nunca nos ha abandonado en momentos difíciles.

Poco a poco van transcurriendo los minutos, las horas, cabezada tras cabezada. Parada obligada en un área de servicio antes de circunvalar Lleida para tomar unos cafés que nos espabilen.

A partir de Lleida, el estado del firme de la carretera deja mucho de desear lo que unido a su sinuosidad en numerosos tramos aconseja reducir la marcha. Comienza a alborear cuando nos aproximamos al túnel de Viella envueltos en una neblina que deja traslucir algunos neveros entre las escarpadas laderas de la montaña. Para colmo de todos los males, empieza a lloviznar. Mal augurio y también hace frío a tenor del tacto del cristal de la ventana.

Pasado el túnel amanece, sigue lloviznando. Cuando el viaje se nos está haciendo más pesado llegamos a la autopista de Toulouse a Bayona y a las 08:00 horas estamos entrando en la localidad mariana de Lourdes. En el Boulevard de la Grotte que se dirige a la basílica nos dejan a nuestro aire los conductores.

A esa temprana hora, con el cielo totalmente encapotado y lloviznando, se nota mucho movimiento de peregrinos que se dirigen a la Basílica. De momento, nosotros vamos en busca de una cafetería abierta que encontramos enseguida, el dueño y camarero a su vez conoce perfectamente el español, tiene otro establecimiento hostelero en La Pineda, cerca de Salou. El Boulevard de la Grotte está franqueado por una ristra de comercios en los que se exponen recuerdos marianos especialmente diseñados para turistas y peregrinos, es evidente que la ciudad de Lourdes esté considerada para muchos como el gran supermercado de la fe.

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Una vez contentados los estómagos con unos cafés y cruasanes, nos cargamos los bártulos peregrinos y nos dirigimos hacia la Basílica, rindiendo antes una visita a la casa paternal de Santa Bernadette.

Salvamos el Gave de Pau por el Pont de St. Michel. Mirando hacia el sur, a nuestra izquierda se alza, orgullosa, la vieja fortaleza[2] encaramada en un elevado roquedo cubierto de vegetación, acariciado por el caudaloso río, que emerge del núcleo urbano, dominando toda la ciudad y los bellos paisajes que la rodean. A nuestra derecha se encuentra la zona de santuarios.

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A pesar de la lluvia, la amplia explanada y sobre todo los aledaños de la basílica son un hervidero de peregrinos. Un grupo de escolares, muy peripuestos con pulcros uniformes, se sacan fotos en la escalinata de acceso a la portada principal de la basílica. Luego le toca el turno a un nutrido grupo de monjitas que se sonrojan ante los aplausos de sus alumnas. Nos acercamos a la Grotte de Massabielle[3] situada bajo la Basílica donde se venera a la Virgen de Lourdes, cuya imagen reposa en una oquedad de la roca un poco ladeada a la derecha de la gruta, justo en el sitio donde tuvieron lugar las Apariciones en el año 1858. Por lo tanto, este año coincide con el 150º aniversario de los hechos. Ante la gruta, se está oficiando la Santa Misa a la que asiste un numeroso grupo de peregrinos apiñados y provistos con paraguas y chubasqueros. Nos abrimos paso como podemos y Pepe deposita una vela encendida en un portavelas junto a la gruta. Con el ambiente propicio, creo que los tres tuvimos la misma idea de dirigir nuestra mirada a la Virgen invocando su ayuda para que mejoren las condiciones meteorológicas, bastante preocupantes en el horizonte pirenaico, y sobre todo para rogarle que interceda por la feliz consecución de nuestro Camino.

Y sin más dilación nos dirigimos al centro neurálgico de la ciudad para tomar la Avenue du Maréchal Foch, arteria principal de Lourdes, y dirigirnos hacia el sur al encuentro del inicio de la Voie verte des Gaves (Vía Verde de los Gaves)[4] que nos acercará, por la ribera derecha del Gave de Pau, a la localidad de Argelès-Gazost para continuar desde allí al pueblo pirenaico de Arrens-Marsous.

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[1] Párroco de la ciudad cuando se produjeron las Apariciones.

[2] Donde habitaba el párroco P. Peyramale.  Sobre lo que queda de la pared del jardín, una pequeña lápida nos recuerda los acontecimientos de 1858: “Per aquesta porta quey pasade Bernadette” (Por esta puerta pasó Bernardita).

[3] Albergue

[4] Senderistas

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1ª JORNADA

Lunes, 2 de junio de 2008

Lourdes – Arrens-Marsous (27 Km)

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Desde el Pont Sant Michel nos dirigimos a la Place de P. Peyramale[1], donde se situaba la Casa Rectoral[2] ahora convertida en un moderno edificio público que alberga la Biblioteca Municipal y la Oficina de Turismo. Estamos en pleno centro y la arteria principal de la ciudad que tomamos hacia el sur. Dejando la Place du Marcadal, unos metros mas adelante nos encontramos con la amplia Place du Champ Commun o Place du Market (Plaza del Mercado) donde se ubica el Mercado Central y arranca la Avenue du Maréchal Foch. Siguiendo la misma dirección dejamos a nuestra izquierda el Palais des Congrès (Palacio de Congresos) y a continuación la ajardinada  Square de Charles de Gaulle o Place des Tilleuls (Plaza de los Tilos) con un coqueto kiosco de música en su centro. A continuación se levanta a la izquierda el esbelto Hôtel de VilleMairie (Ayuntamiento). Y por fin, unos metros más adelante a la derecha comienza la Voie Verte des Gaves perfectamente señalizada. Desde el Centro de Información del Peregrino frente a la portada de la Basílica hemos recorrido 1800 metros.

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La vía está acondicionada para ciclistas y minusválidos. Cuando son las 09:15 horas, comenzamos la salida de la ciudad. Al fondo la barrera pirenaica cubierta de nubes amenazantes. Aunque sobre nosotros el cielo está bastante nublado, de momento ha dejado de llover y la temperatura es óptima para la marcha. A nuestra izquierda la mole del Pic de Jer que ronda los 1000 metros de altura al que se puede subir por un funicular. De la cima sobresale una gran cruz que por la noche se hace visible iluminada. Una vez cruzada la autovía por un paso inferior, comenzamos a llevar de la mano la Gave de Pau de la que nos sorprende su abundante caudal. El paisaje es verde y hermoso. En estos primeros metros andamos entre la sombra del Pic de Jer y el río y cuando dejamos la montaña atrás, entramos en una fértil vega donde se mezclan cultivos de hortalizas y praderas donde pastan las vacas a sus anchas. El camino es prácticamente llano. A unos 9,5 km del inicio de la Vía Verde, nos toca salvar el río por un robusto puente de hierro construido en el año 1884 y a las 12:15 horas estamos entrando en la localidad de Argèles-Gazost por su apeadero (3,1 km desde el puente). En total desde la Basílica de Lourdes hemos recorrido 14,5 km.

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Hay que sudar un poco la camiseta para subir al centro del pueblo donde nos sentamos en la terraza de una pizzería dispuestos a tomar algo. Nos tenemos que acostumbrar a comer pronto pues a partir de las dos, ya no te sirven. Nos pedimos un plato combinado y justo cuando habíamos acabado de comer, se cierra el cielo con negros nubarrones y comienza a llover con fuerza y lo peor es que a tenor del estado del cielo no tiene pinta de que vaya a escampar.

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La situación se complica. Hay que tomar una primera decisión. Tal como está lloviendo es una temeridad aventurarnos bajo la lluvia por caminos desconocidos y sin saber la ayuda que podríamos tener en un momento crítico. Por la ruta que llevamos prevista para evitar la departamental nos salen unos 15 km. Por la carretera departamental, sin arcenes, tortuosa y por lo tanto peligrosa, unos 12 km. Después de discutirlo con serenidad, tomamos la decisión de trasladarnos en algún vehículo. La camarera de la pizzería nos dice que medio público de transporte colectivo no hay, nos aconseja pedir un taxi. Me dirijo a la Oficina de Turismo para solicitar información. La misma empleada se encarga de comunicar con un taxi pero todos están ocupados y no saben cuando quedarán libres, no nos asegura nada. Con tan desalentadoras noticias regreso a la pizzería. ¿Y si pedimos el favor a la camarera? Dicho y hecho. La camarera se hace cargo de nuestro problma y se presta a llevarnos en coche por 10 euros pero a partir de las tres, hora que estará desocupada. Problema solucionado. Gracias amigo “Santi”.

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Cuando llega la hora, a montar en el pequeño utilitario de la camarera y sin más a Arrens-Marsous. Efectivamente, la carretera es estrecha, sin arcenes y desde la salida, todo cuesta arriba. Creo que hemos hecho bien en evitar el peligroso tramo a pié. Bajo la intensa lluvia llegamos a la puerta del gîte d’etape [3] “Camelot”.

Nos recibe su propietaria que nos acompaña a la habitación reservada. Cuenta el albergue con varias habitaciones con literas, algunas nuevas pero nuestras camas son del siglo pasado. Eso sí, cada cama con sus sábanas y mantas. Por lo menos estamos cobijados sin pasar frío. Llegan nuevos randonneurs[4] que van ocupando sus habitaciones. Peregrinos solo nosotros y es que pocos se aventuran a tomar esta ruta y más aún teniendo por el valle y bien señalizado el cómodo Camino de Santiago del PièmontMeridional que pasa por Lourdes

Después de reposar un poco, salimos al exterior protegidos con chubasqueros y yo con el paraguas. Pocas cosas que visitar y menos bajo los helados chuzos de punta que caen sin compasión. El pueblo está rodeado de impresionantes montañas que apenas se divisan por estar cubiertas de nubes. En la Oficina de Turismo visitamos una exposición sobre la zona. Son las cinco de la tarde y ya se disponen a cerrar. En Francia los horarios van adelantados respecto a los nuestros. No es cosa de seguir pateando las calles bajo la intensa lluvia, así que a regresar al albergue y esperar la hora de la cena que será a las siete.

Nos juntamos un variopinto grupo de comensales. Junto a nosotros una pareja de jóvenes que están haciendo el GR-10 al contrario de cómo lo pensamos hacer nosotros. Difícil lo han tenido para llegar desde Gourette. Además nos informan que el paso por la Hourquette de Arre (techo del recorrido con sus 2465 metros de altura) está bloqueado por la nieve. Imposible pasar. Ellos han tenido que venir desde Gabas por carretera dando un considerable rodeo. Son muy jóvenes y capaces de aguantarlo todo. Nosotros ya no estamos para esos trotes. Mañana tendremos que tomar una segunda decisión dependiendo de cómo se presente el día.

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La cena típica de la zona: Una sopa de verduras “garbure”, guisado de pato y un postre dulce. No es que digamos lo que se suele cenar en España pero hay que ir acostumbrándonos y además con el frío que hace, hay que comer para recuperar energías que mañana las necesitaremos de verdad.

En un batiburrillo de lenguas, como Dios nos da a entender, pasamos un rato de obligada tertulia y enseguida a dormir. Con el sueño atrasado que llevamos, hoy vamos a pillar bien la cama.

Buenas noches y hasta mañana.


[1] Párroco de la ciudad cuando se produjeron las Apariciones.

[2] Donde habitaba el párroco P. Peyramale.  Sobre lo que queda de la pared del jardín, una pequeña lápida nos recuerda los acontecimientos de 1858: “Per aquesta porta quey pasade Bernadette” (Por esta puerta pasó Bernardita).

[3] Albergue

[4] Senderistas

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2ª JORNADA

Martes, 3 de junio de 2008

Arrens-Marsous – Lourdes

No tardamos mucho en quedarnos dormidos. A medianoche escucho entre sueños un sonoro ruido y seguidamente la voz asustada de Pepe con algo así como: -¡Hostias, me he caído!– Y era verdad, allí estaba Pepe refunfuñando en el suelo envuelto en el saco y haciendo lo indecible por incorporarse. En el primer sueño y con la oscuridad creo que estaría dudando si era un sueño o realidad. Una vez se percata de que la situación es real, le oigo revolverse dentro del saco intentando encontrar la cremallera para desembarazarse de él. Con algún esfuerzo lo consigue y vuelve a echarse sobre la cama y después de escucharle nuevos improperios que van perdiendo intensidad, todo vuelve a la calma. Juan está tan dormido que ni se ha enterado. Solo se oye su fuerte respiración y como sonido de fondo, el de la lluvia, que no para de caer, tras los cristales.

Nos despertamos a las siete. Toda la noche se la ha pasado lloviendo y continúa. Y lo peor de todo es que la situación no aparenta tener visos de mejoría. Verdaderamente estamos preocupados. Quizás no hayamos elegido las mejores fechas para aventurarse por esta ruta. Comienza a cundir el pesimismo.

No obstante, nos arreglamos como para emprender la marcha y bajamos a desayunar. Los propietarios nos dicen que la pareja de jóvenes ya han salido a las seis a continuar su ruta. Dudamos desanimados. Barajamos varias alternativas, incluso regresar a España en busca de rutas más propicias. Sopesamos todas las posibilidades y aconsejados por los anfitriones optamos por renunciar a ese tramo de Pirineos y regresar a Lourdes para realizar la otra opción que llevo en la mochila, es decir, la de seguir la Voie du Pièmont recuperando el GR-10 cuando se presente la ocasión. Tiempo tendremos de volver a intentar este complicado tramo de los Pirineos en época más favorable.

Nuestro problema en estos momentos es cómo regresar a Lourdes con la que está cayendo. Nos informan que hay una furgoneta que pasa por el pueblo con destino a ArgèlesGazost. Me acerco al Ayuntamiento donde una funcionaria me atiende amablemente y ella misma se pone en contacto con el servicio de transporte para ver las posibilidades de llevarnos. Gracias a Dios tenemos suerte. La furgoneta está a punto de pasar frente a la Oficina de Turismo.

Sobre las nueve y cuarto subimos a la furgoneta. Sigue lloviendo sin parar. Charlamos con el chófer que habla español. Resulta que hoy es el día de mercado en ArgèlesGazost y la gente se desplaza allí desde los pueblos limítrofes. Mal día de mercado al aire libre, pero parece que están acostumbrados pues a pesar de la lluvia no falta clientela.

Después de pasar por el mercado, nos deja en la misma parada del autobús que hace el servicio con Lourdes. Parapetados en la marquesina, esperamos casi una hora a que pase el autobús que nos lleva a Lourdes  donde llegamos sin problemas.

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Aunque está nublado, por lo menos ha dejado de llover. Lo primero que hacemos es dirigimos al Centro de Información al Peregrino para informarnos sobre el Camino que vamos a realizar y de algún sitio donde pernoctar. Nos proporcionan varios folios fotocopiados con la descripción en español de todas las etapas y nos envían a la vuelta del mismo edificio, al Secours Catholique (Auxilio Católico) – Hospitalidad San Martín para el asunto del alojamiento. Nos recibe con todo lujo de atenciones un señor mayor. Después de rellenar unos formularios y hacer las gestiones oportunas, nos informa que en la Cité Saint Pierre (Ciudad San Pedro), situada en la ladera de la montaña a unos 3 km. tenemos reservado el alojamiento con pensión completa a cambio de la voluntad. No hay problemas de desplazamiento, un autobús cubre el trayecto con periodicidad. Es de agradecer la forma con que se desvive por atendernos. El buen señor se despide con una súplica muy peregrina: Priez pour nous à Compostelle, s’il vous plaît (Rezad por nosotros en Compostela, por favor). -No se preocupe –le contestamos- Muchas gracias por todo y hasta la vista.

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El paraje donde se encuentra el complejo es precioso. Muy bien cuidado y rebosante de verdor. Gestionado por la Hospitalidad Católica, da cobijo a los peregrinos llegados de todo el mundo.

Nos asignan dos habitaciones en el pabellón San Martín. Todo muy limpio y con todos los servicios.

Aunque podríamos habernos quedado a comer en el comedor comunal, optamos por bajar a la ciudad andando. Practicamente, hoy no hemos andado nada. Así que debemos hacerlo aunque sea por la ciudad.

Las calles limítrofes con la Basílica están muy concurridas por peregrinos y turistas buscando un restaurante donde matar el hambre. Son las doce y la mayoría de ellos está casi al completo. Al azar elegimos uno abarrotado de comensales donde nos sirven una comida bastante mediocre para el precio que pagamos. Nos damos cuenta que está todo preparado para turistas incautos. Ave de paso, escopetazo– nos recuerda Juan.

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Después de la comida nos acercamos a localizar la primera flecha del Camino que se encuentra justo detrás de la Basílica, en la Route de la Forêt. Una pequeña flecha impresa sobre cartón plastificado pegado a la columna de una farola. Una flecha peculiar.

A continuación pateamos las calles del centro de Lourdes, compramos unos mapas que nos faltan para completar el Camino y regresamos andando a la Cité Saint Pierre, donde hacemos tiempo paseando y disfrutando del entorno en espera de la hora de la cena. Yo aprovecho para llamar por teléfono a los albergues próximos para anular las reservas. En Francia es recomendable realizar las reservas con antelación. Al mismo tiempo tomo, de la información recabada en elCentro de Atención a los Peregrinos, los teléfonos de los nuevos albergues y alojamientos por donde debemos pasar para efectuar las reservas oportunas. En Asson, fin de la primera etapa, está completo, como alternativa me dan el teléfono del Père Firmin, párroco de Bétharram, 8 km antes de Asson, donde también existe posibilidad de alojamiento. No me contesta, así que no hay mas remedio que aventurarse. El amigo “Santi” proveerá.

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Cuando llega la hora, nos dirigimos al comedor comunitario. Todo está  muy bien organizado y sobretodo rezumando limpieza y la comida bastante aceptable teniendo en cuenta para el numeroso grupo de comensales para los que va preparada.

De nuevo en el exterior, donde comienza a lloviznar, acusamos el frescor de la noche, así que lo más prudente es retirarse a descansar en este remanso de paz y tranquilidad que nos rodea. Mañana habrá que tomarse en serio el Camino.

Buenas noches y hasta mañana.

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3ª JORNADA

Miércoles, 4 de junio de 2008

LOURDES – Lestelle-Bétharram (17 km)

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Hemos dormido prácticamente de un tirón. A las siete, totalmente descansados, nos encontramos saliendo del pabellón Saint Martin dispuestos a iniciar la jornada. Hace fresco a esta temprana hora pero por lo menos no llueve. Sin más dilación, nos dirigimos al comedor comunitario donde nos sirven un buen desayuno. Verdaderamente, todo hay que decirlo, es meritoria la labor llevada a cabo por la Iglesia Católica en este complejo.

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Descendemos hacia la ciudad al encuentro de la peculiar flecha pegada al poste de una farola de la Route de la Forêt[1], justo por encima de la Basílica. Por la estrecha carretera vamos dejando atrás poco a poco la explanada de los santuarios en dirección oeste. Caminamos pletóricos de entusiasmo. El pesimismo de ayer mañana se ha desvanecido del todo. Juan hace honor a este optimismo entonando sus cantos habituales y cuando se apercibe de una nueva flecha hace buen uso del silbato contestado con rotundez por Pepe y un servidor: ¡Flecha amarilla! Es sorprendente el cambio de ánimo experimentado por nosotros que contrasta con el pesimismo de la víspera.

Gracias a la Vida que me ha dado tanto
me ha dado el sonido y el abedecedario
con él las palabras que pienso y declaro
madre amigo hermano y luz alumbrando,

la ruta del alma del que estoy amando.

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            A unos 600 metros dejamos a nuestra izquierda el Couvent de Soeurs Bleus [2] y unos 150 metros después nos encontramos una bifurcación a la derecha sin localizar flecha alguna que nos indique la dirección correcta. Así que dudamos unos minutos y cuando nos decidíamos a tomar la bifurcación, un coche se para junto a nosotros y la conductora nos corrige de inmediato en un francés inteligible: -El Camino de Santiago continua por la carretera, por aquí irían al “Camping du Loup”[3]. Un poco más adelante encontrarán paneles informativos que les dirigirána”la forêt”. Ha sido el primer acto de presencia del amigo “Santi”. Gracias amigo, está claro que no piensas abandonarnos.

Recuperamos la carretera y unos metros después oímos el silbato de Juan; ha localizado una nueva flecha, vamos por el Buen Camino.

A 1,5 km del inicio, nos encontramos el panel informativo y la flecha indicando la dirección de la forêt y el camping del mismo nombre.

Enseguida nos adentramos en el bosque por buen sendero, en parte alquitranado y en parte de tierra, franqueado por exuberante arboleda. Respiramos todo lo hondo que podemos, bajo el verdor del ramaje de los árboles, que se yerguen rectos en busca de la luz solar.

03foret-350Percibimos el rumor constante producido por las aguas del Gave de Pau que llevamos de la mano a nuestra derecha. El paraje es idílico. Entre los pájaros que trinan a nuestro alrededor contestados con los cantos de Juan y su silbato que no elude ninguna flecha, caminamos con resolución y alegría. Se agradece la Naturaleza en su más puro estado. Son unos 4 km de camino por el bosque que da pena abandonar.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es el mismo canto
y el canto de todos, que es mi propio canto.

Saliendo del bosque, nos adentramos en una zona de huertas donde son mayoría los planteles de maíz, casi recién germinados. A unos 8 Km de Lourdes, llegamos al poblado de Rieulhes. Antes de llegar a la Iglesia, frente a una fuente, una flecha nos desvía del camino y nos baja hacia un arroyo, convirtiéndose en un sendero embarrado. Comenzamos a padecer las consecuencias del pegajoso barro que se adhiere a las botas sin misericordia. Vamos bordeando una ladera boscosa pegados al curso del río, saliendo después de unos 1200 metros de Rieulhes a una carreterilla asfaltada que al cabo de 1300 metros nos lleva a la altura de un puente. Es el acceso al pueblo de St. Pé de Bigorre. Son las once, buena hora y lugar para almorzar y descansar. Desde Lourdes habremos recorrido unos 12 km.

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Salvando el río por el puente y cruzando la vía del ferrocarril accedemos a la calle de acceso a la Plaza Mayor de St. Pé. Es un receso del Camino que lo alarga unos 1400 metros (ida y vuelta), pero aconsejable para tomar algo y descansar. La Plaza Mayor, llamada de las Arcadas, por los peculiares arcos que rematan los soportales que la rodean, está presidida por un crucero de hierro forjado coronado por un gallo a la sombra de un esbelto castaño. En la plaza se ubica la Mairie[4] y también se alza la Iglesia Parroquial de St. Pièrre adosada a la vieja Abadía benedictina fundada en el siglo XI, que no podemos visitar como hubiera sido nuestro gusto, por encontrarse cerrada. ¡Lástima!

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Me acerco con Pepe a la Epicerie[5] donde nos hacemos de buen pan, chorizo, jambon de Bayone[6], unos plátanos y unas cervezas de acompañamiento. Sentados en la escalinata de la Iglesia al estilo peregrino, preparamos unos soberbios bocadillos de los que vamos dando buena cuenta. Mientras almorzamos vemos a un peregrino medio perdido en la plaza. Pepe es el primero que acude a su encuentro. Se trata de Marcelo, un brasileño de cuarenta y tantos años que ha salido como nosotros de Lourdes y tiene la intención de llegar a Santiago por el Camino Aragonés. Parece buen muchacho. Después de las presentaciones y obvios comentarios de la etapa y Camino, nos disponemos a continuar el nuestro, despidiéndonos de Marcelo hasta Lestelle-Bétharram donde también piensa quedarse. Nos faltan unos 5 km.

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Retrocedemos hacia el puente para retomar el Camino que sigue la ribera izquierda del río. Siguiendo la señalización, tomamos una carreterilla que unos 800 metros mas adelante roza el río en un recodo y comienza a bordear la Forêt des Tres Crouts (Bosque de las Tres Cruces). Unas extensas fincas con planteles de maíz nos separan del río. A unos 1300 metros, encontramos el acceso a las famosas Grottes de Bétharram[7]. Unos 2 km más adelante, nos llama la atención una presa del río, que aparenta estar concebida para la práctica del salto en canoa. Por la ribera del río nos vamos aproximando al Santuario que alcanzamos unos 700 metros cuando son la una de la tarde.

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Nos encontramos la Iglesia cerrada y preguntando nos dicen que el Padre Firmin la abre a las dos. Así que nos toca esperar. Mientras nos dirigimos al pueblo, nos encontramos al brasileño Marcelo. ¿Cómo es posible que ya esté aquí? No puede ser. No lo hemos visto pasar. El misterio lo desvela Marcelo. Ha venido por la carretera, trayecto más corto. Los cuatro juntos nos acercamos al primer bar que vemos donde nos tomamos unas cervezas mientras vamos trabando amistad compartiendo charla con la dueña y camarera que puede entendernos en español.

   Cuando llega la hora, volvemos a la Iglesia. En un banco del exterior está una pareja de peregrinos que nos saludan. La puerta de la Iglesia se halla abierta. El Padre Firmin nos recibe en su interior y en la Sacristía nos estampa los sellos en las credenciales. Hasta las tres el Padre Bernardo no abre el Albergue. Así que nos da tiempo para visitar la Iglesia de Nuestra Señora de Bétharram[8], Santuario Mariano construido en el siglo XVII en puro estilo barroco, único de este estilo en el Bearn.

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Salimos al exterior donde por fin luce el sol con una temperatura agradable. La pareja de peregrinos ya ha partido. Posiblemente continúen camino de Asson. En la ladera del monte tras el Santuario sobresalen, diseminadas entre la arboleda, unas grandes capillas. Cada una de ellas se corresponde con una de las estaciones del Vía Crucis que se dirige al Calvario. Advertimos la enjuta figura del Padre Firmin que se dirige hacia la ribera del río vestido con ropa de faena y con un artefacto colgado al cuello. Se trata de una desbrozadota. –Voy a ver si limpio un poco de maleza la franja de ribera frente el Santuario. Se trata de un pequeño jardín donde se alza la estatua de una niña con una rama en la mano. El Padre Firmin nos saca de dudas: –Se trata de la niña que, según la leyenda, cayó al río y a punto de perecer ahogada, invocó a la Virgen que le tendió una rama salvadora, de ahí el nombre del Santuario.

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Estamos tan contentos junto al río y disfrutando del sol que ni nos acordamos que hoy nos hemos pasado la comida. Pepe decidido, salta el murete de protección y no duda en unirse con sus manos a la labor del Padre Firmin que le agradece su ayuda. Los demás aprovechamos para tomar unas fotos. Un viejo puente de un ojo salva el río a la altura de la entrada del albergue. Por dicho puente, deberían pasar los peregrinos que procedían de Lourdes o se desplazaban allí. Coincide bajo el puente, un recodo del río muy revuelto en el que se forman peligrosos remolinos. Las edificaciones que rodean la Iglesiay forman parte del Monasterio, son espaciosas. Eso nos da a entender que en su día, debió existir mucha actividad. Es un lugar encantador.

Sin casi darnos cuenta llega la hora de apertura del Albergue, situado en una de las dependencias restauradas del antiguo Monasterio. Apalabramos la media pensión por 20 € por barba. El Albergue está muy bien acomodado con unas pocas camas y literas, suficientes para los peregrinos que deben pasar por aquí. Las duchas, limpias y espaciosas.

Una vez aseados, toca descansar un poco. Aprovecho para telefonear al cura de Arudy, final de etapa de mañana, sin éxito. Habrá que aventurarse de nuevo. No permanecemos mucho tiempo en la cama.

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Sobre las cinco salimos a dar una vuelta por el pueblo, cuyas casas comienzan a continuación del Santuario y se alinean a ambos lados de la carretera junto a la margen izquierda del río. Volvemos al bar donde estuvimos por la mañana y nos acomodamos en la terraza que forma un mirador sobre el río. Una pareja se dispone a navegar con una canoa por los rápidos que forman sus aguas. Da gusto conversar con el amigo Marcelo que no para de pensar en lo mucho que le queda para llegar a Santiago. Pero ánimos no le faltan. Nosotros le ponemos en antecedentes del Camino Aragonés.

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A las siete nos acercamos a la “Maison de Retraite”[9] para curas retirados, donde el Padre Bernardo nos indicó para cenar. Es un viejo edificio de varios pisos, de aspecto tétrico, independiente del Monasterio pero unido a él por un corredor a la altura del primer piso. Al portal principal, algo elevado, se accede por unas escalinatas situadas a ambos lados del portal. Una vez en el interior, todavía hay que subir por un par de escaleras de madera de doble vertiente por la que se tiene acceso a la planta principal donde en el centro se encuentra el refectorio en el que ya están cenando algunos curas ancianos. Da toda la impresión de haber sido el edificio  en su tiempo un internado. A nosotros nos pasan a un comedor anexo utilizado por los curas activos. Para el hambre que llevamos, la cena es bastante frugal. Una “garbure”[10] en la que destacan trozos de la parte más verde de los puerros flotando en el insulso caldo. Luego una alcachofas hervida por persona, que nunca había visto tan grandes y un poco de jamón y queso. El Padre Firmin nos cuenta que cerca de Benlloch (Castellón), hasta no hace muchos años, se asentaba una comunidad de Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram, lo cual desconocíamos.

Una vez terminada la escasa cena -mejor dormiremos- nos retiramos al Albergue. Hace bastante fresco en el exterior y amenaza lluvia, así que lo mejor que podemos hacer es acostarnos. Hay que descansar pues mañana la etapa será algo más larga.

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Buenas noches y hasta mañana.

[1] Carretera del bosque

[2] Convento de las Hermanas Azules

[3] Camping del Lobo, nombre que toma del de una cueva de las inmediaciones.

[4] Ayuntamiento

[5] Tienda de ultramarinos

[6] Jamón serrano francés

[7] Cuevas de Bétharram

[8] Bétharram es una voz bearnesa que significa “bella rama”. El bearnés es una lengua que procede del occitano y que poco a poco va resurgiendo en la zona.

[9] Residencia de Jubilados

[10] Sopa de verduras

 

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4ª JORNADA

Jueves, 5 de junio de 2008

Lestelle-Betharram – Arudy (27,4 km)

Una vez bien desayunados en la Maison de Retraite, y tras la despedida y agradecimiento, nos disponemos a iniciar la etapa cuando son las 07:50 horas.

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En compañía del brasileño Marcelo atacamos la cuesta del Calvario con resolución. Poco a poco, vamos dejando atrás cada una de las sorprendentes capillas monumentales que representan las estaciones del Vía Crucis. En cada una de ellas nos paramos para saborear su esbeltez. Vamos tan ilusionados contando las capillas que casi no sentimos fatiga por el ascenso. En la parte alta de la colina las tres cruces y finalmente la capilla de la Resurrección mayor que ninguna.

05cruzhauters-350

Por una sendita que sale a la izquierda de esta capilla, nos adentramos en un bosque sombrío ya sin desnivel apreciable hasta que alcanzamos la carretera. Unos metros más adelante llegamos a una bifurcación donde se levanta un imponente crucero: la Croix des Hauters (Cruz de las Alturas). Lugar idóneo para sacar unas fotos.

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La flecha nos dirige por la carreterilla de la derecha que discurre, en continuos toboganes, entre huertos, granjas y praderas donde las ovejas y algún que otro asno pastan a sus anchas. A la vista de tan bello paisaje Juan no se resiste a entonar su canción preferida:

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
graba noche y día grillos y canarios;
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bien amado.

El bueno de Marcelo disfruta al vernos tan felices. Una y otra vez, el silbato de Juan nos avisa de una nueva flecha que está donde tiene que estar. De momento, la señalización es perfecta. Si no fuese por ella, sería complicado seguir este Camino con tantos cruces y bifurcaciones.

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A unos 2 km de la Croix des Hauters, pasamos por la granja de Monrepos y salvando el arroyo Arriucourbe, unos metros después nos encontramos con un cruce donde hay que seguir recto por el camino de Lirou buscando la vertiente de un barranco por la que caminamos escuchando cada vez más fuerte, conforme nos acercamos al puente de Latapie, el murmullo de las aguas. Unos 100 metros antes del puente, (1200 metros desde la granja Monrepos) una flecha nos desvía a la derecha en ángulo agudo. Nos encontramos en un nuevo valle, por donde discurren las aguas turbulentas del río Ouzom, afluente del Gave de Pau.

08ovejas-350

Caminamos en dirección N, llevando el río a nuestra izquierda, por una pista, antigua vía férrea, bajo el frondoso follaje de un denso bosque. Se nos va haciendo un poco pesada la llegada a Assom. A 2,3 km del desvío, alcanzamos por fin la carretera que tomamos a la izquierda y una vez pasado el puente sobre el río Ouzom estamos entrando en la localidad de Assom después de dejar el esbelto castillo de Luppé a la izquierda. Ya son casi las diez y tan solo llevamos recorridos 8 km desde el Santuario de Bétherram.

10iglesiaasson-350

Nos acercamos a la plaza de la Iglesia donde se encuentra el Albergue de Peregrinos. Entramos en la Iglesia dispuestos a que el cura nos estampe el sello en la credencial, pero no logramos localizarlo. Así que tras un breve descanso que aprovechamos para tomarnos una tableta energética, continuamos haciendo Camino.

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Salimos de Assom por la carretera D35 dirección Bruges. A unos 500 metros la flecha nos desvía de la carretera a la izquierda. Una carreterilla que 900 metros más allá debemos abandonar por la derecha siguiendo un sendero salvaje que discurre por el linde de dos fincas y que desciende durante 400 metros hasta encontrar un camino asfaltado. Siguiendo ese camino a la derecha bordeamos una piscifactoría y un parque zoológico y después de recorrer unos 500 metros “tocamos” de nuevo la departamental D35.

Una vez en la carretera, tenemos que tomar un camino asfaltado que sale a la izquierda y que bordeando una colina coronada por un castillo (el Castielou), llega a la granja Arroudé después de unos 900 metros.

Dejando la granja a la izquierda salvamos el arroyo Beez por un puente de piedra y a unos 300 metros encontramos la granja Larroque. Unos metros pasada la granja, torcemos a la derecha por un sendero que discurre por la ladera de una colina llevando el arroyo Landislou a nuestra derecha hasta entrar por la calles de Bruges después de recorrer 1200 metros desde el desvío. Desde Assom han sido 5,3 km. Decir que el paisaje sigue siendo de gran belleza.

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Una vez en Bruges, nos dirigimos a la iglesia y la plaza central de este antiguo bastión. Tal como aconseja la guía dejamos la peligrosa carretera D35 por una carreterilla que sale a la izquierda en dirección sur y que se dirige hacia el castillo Castellou y el calvario. Unos 300 metros después del castillo una flecha nos desvía por un sendero que sale a la derecha que empalma con un camino que desciende a la granja Trabalie torciendo a la izquierda por un camino que ha sustituido a una antigua vía que nos deja directamente en la aldea de Mifaget. Desde Bruges hemos recorrido 3 km. Si hubiésemos seguido la carretera hubiesen sido justo la mitad pero creo que ha merecido la pena. Los cuatro estamos convencidos de que es más agradecido para la vista y sentidos andar por sendas y caminos rurales aunque a veces ello suponga algún kilómetro de más.

Salimos de la aldea por un camino que parte de la iglesia dirección Lys. A unos 900 metros nos encontramos una bifurcación donde el silbato de Juan nos dirige a la izquierda por un camino empedrado. A unos 500 metros, tras una curva, debemos dejar este camino por una senda que sale a la derecha y se dirige a la granja de Foura. Se abre hacia el sur un paisaje que semeja bastante al que tuvimos la suerte de admirar en el Camino Primitivo a su paso por Tineo. Al fondo tenemos la cordillera pirenaica siempre cubierta por nubes tormentosas. Todavía no es el mejor momento para retomar el camino que teníamos previsto.

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A unos 1100 metros del desvío, el camino mejora hasta la granja donde termina 500 metros adelante. Junto a una balsa y fuente, encontramos a la pareja que vimos sentada en el banco frente a la Iglesia de Bétharram. Están dando buena cuenta de alimentos lo que nos recuerda que ya va siendo hora de tomar algo. Vamos a ver si aguantamos hasta Ste Colome donde esperamos encontrar algo para comer. La pareja es un matrimonio belga que ha salido, como nosotros, de Lourdes. La noche pasada estuvieron alojados en el Albergue de Assom que solo dispone de cinco plazas que estaban cubiertas. Les dejamos a su aire y continuamos.

Comienza ahora una trocha que asciende por una pendiente exigente, remontando la ladera entre robles y castaños hasta llegar a la altura de la granja Barbé donde nos reagrupamos. Han sido 900 metros desde la balsa.

Ya por carretera seguimos durante unos 4 km hasta la aldea de Ste. Colome. En una fuente de agua fresquita frente a la iglesia, nos remojamos. No hay ningún sitio donde comer o comprar algo. Así que no tenemos más remedio que hacer uso de las socorridas tabletas energéticas.

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Tras un corto descanso, tenemos que volver unos 200 metros para encontrar la carreterilla que nos conducirá en descenso al valle d’Ossau. Hasta el puente sobre el caudaloso Gave d’Ossau tenemos 2 km entre arboleda. Prácticamente hemos llegado a Arudy. Solo nos queda cruzar el puente y por los interminables últimos 1200 metros de la Avenida de los Pirineos, llegar a la Plaza del Ayuntamiento donde también se encuentra la Iglesia. Han sido 27,4 km los recorridos desde Bétherram. Son las dos de la tarde pasadas y por lo tanto imposible comer en ningún sitio. De momento, nos descargamos de las mochilas. Ahora es cuestión de buscar donde está la casa del cura que según el matrimonio belga es el que da alojamiento a los peregrinos. Juan, Pepe y Marcelo se quedan por la plaza mientras yo me dedico a buscar al cura. La iglesia está abierta pero no hay alma alguna en su interior. Preguntando me dirijo hacia la rue du Moulin (calle del Molino), donde en la primera casa junto a un canal veo una concha sobre la puerta y un cartel en el que se informa a los peregrinos que se dirijan a la Casa de las Hermanas y la dirección. La Casa está casi al lado pero me cuesta un poco dar con él. Está en un recoveco que forma la calle al final.

En el patio veo al matrimonio belga que lleva un rato allí. En lugar de haberse dirigido a la Plaza del Ayuntamiento han venido directamente por eso han llegado antes y no los hemos visto pasar. Una monjita de paisano, me indica una sala donde podemos dejar los bártulos mientras llega el cura que se encuentra en una excursión.

Inmediatamente vuelvo a la Plaza en busca de Juan, Pepe y Marcelo y juntos nos dirigimos a la Casa de las Hermanas, donde nos aseamos un poco, nos desprendemos de las botas y esperamos. Poco después aparece un matrimonio francés, también peregrinos que están haciendo el mismo camino.

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La monjita nos informa que el Padre Pierre llegará sobre las seis. Así que como tenemos tiempo por delante salimos con Marcelo a visitar el pueblo. Miramos al cielo que poco a poco se va cerrando con nubes de agua, no creo que tarde mucho en llover. La localidad de Arudy es uno más de los típicos pueblos franceses de la zona, con muy poca gente en las calles. Compramos unos frutos secos para matar el hambre y nos sentamos en una terraza haciendo tiempo mientras nos tomamos unas cervezas y charlamos con Marcelo. Nos cuenta que reside en Sao Paulo con su mujer y una hija. Viene al Camino influenciado, como la mayoría de los brasileños, por Pablo Coelho. Mañana nos tendremos que separar ya que desde aquí piensa dirigirse a Sarrance para enfilar desde allí el Valle de Aspe y entrar en España por Somport. Se le nota muy ilusionado con el Camino. Entretenidos con la conversación el tiempo pasa deprisa. Casi sin darnos cuenta llegan las seis y volvemos al convento. Allí esperamos la llegada del Padre Pierre.

16atrio-300

A las siete nos comunican que por fin ha llegado. Recogemos las botas y mochilas y los ocho peregrinos nos acercamos a la Casa Parroquial. Desde una ventana el Padre Pierre nos pregunta nuestros nombres y de donde somos. Aparenta ser muy campechano. En francés y un buen español nos permite la entrada. –Acomodaros, asearos y supongo que querréis cenar luego conmigo. -Por supuesto –le contestamos agradecidos. Una señora nos acompaña al interior de la casa y nos asigna habitación. Juan, Pepe y un servidor compartimos la misma con tres camas rodeadas de una gran mesa y una estantería repletas de libros.

Cuando nos toca el turno nos duchamos y a las ocho y media ya estamos en el amplio office junto a la cocina con una gran mesa en su centro. Las mujeres ya se encuentran ayudando al Padre Pierre en sus labores culinarias. Una vez preparada la cena nos sentamos los nueve alrededor de la mesa, los belgas Richard y Claude residentes en Brujas, los franceses de Tarbes Christiane y Chantal, el peregrino del nuevo mundo Marcelo, los tres españoles y el anfitrión Père Pierre Sallenave, un hombre en la madurez de su vida, que bendice los alimentos que vamos a tomar. La verdad es que la cena resultó inolvidable. El Padre Pierre tenía palabras para todos, incluso se aventuraba a mascullar algún párrafo en portugués. A nosotros nos recomienda salir de Arudy por la carretera hasta Buzy ya que el camino señalizado da un rodeo innecesario. También nos informa de los albergues de Oloron Ste. Marie, donde no tendremos problemas de alojamiento. A Marcelo le pone en antecedentes del camino que tiene que seguir para llegar a Sarrance, señalizado con marcas senderistas. De postre unos sabrosos bizcochos regalo de las mujeres que asistieron a la excursión. Pero la velada que siguió a la cena fue la guinda de la noche.

El Padre Pierre nos pone un CD del álbum “24 Rosas” de la malagueña Diana Navarro que con una voz melodiosa va cantando temas religiosos: “Padre Nuestro”, “Mare mía”, “Caracolas”, “24 rosas” y otras bellas canciones. A continuación saca un CD de Joan Baez del álbum “Gracias a la vida”. Juan expresa su alegría. Es su canción favorita del Camino ¡qué casualidad! Ya estamos todos sumidos en la música. El Padre Pierre llama la atención sobre la canción que viene a continuación:

Llegó con tres heridas
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Con tres heridas viene
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

Mientras la hermosa voz de Joan Baez entona los versos de esta bella poesía de Miguel Hernández, el Padre Pierre los va traduciendo en voz queda al francés. Asistimos totalmente enmudecidos y absortos repitiendo para nuestros adentros cada estrofa. ¡Qué acierto el del poeta que en tan pocas palabras supo calar de forma tan sublime en lo más profundo de nuestra existencia! Se te pone la carne de gallina mientras escuchas a Joan Baez, rasgando el silencio con la melodía mientras va dando giros al dolor ante los tres pilares básicos de la existencia humana: la vida, el amor y la muerte. Terminada la canción respiramos hondo y para animar un poco la velada, el Padre Pierre deja continuar el CD con otras inolvidables canciones más alegres del mismo álbum: “De colores”, “Cu-cu-rru-cu-cu cu paloma” etc. etc, mientras sirve a los que lo desean un licor especial. Toca el turno a la cantante griega Alexiou Haris con una fabulosa oración que el Padre Pierre traduce al español:

Señor, dame un camino por el que avanzar, dame un nombre para existir,
dame un sueño, un sueño para esperar,
dame razones para resistir….

Toda la música que nos pone es estupenda y a pesar del sueño que arrastramos, el tiempo se nos pasa sin sentir. Por último nos lee un proverbio que tampoco tiene desperdicio:

Si quieres vivir feliz,
viaja con dos mochilas:
Una para dar
y otra para recibir 

Un buen consejo que no debemos olvidar en el Camino. A Pepe le pide que le traduzca el proverbio al valenciano. En la hoja ya lo tiene traducido a varios idiomas.

Llega la medianoche y todos pensamos que es buena hora para retirarse. Le agradecemos al Padre Pierre la agradable y musical velada y quedamos en desayunar a las siete.

Me acuesto con un buen sabor de boca, hoy ha sido una jornada vivida con intensidad, nunca mejor dicho:

“El Camino no se anda, se vive”

Buenas noches y hasta mañana.

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5ª JORNADA

Viernes, 6 de junio de 2008

Arudy – Oloron Ste. Marie (22,8 km)

Antes de las siete, ya estamos en la cocina. Parece que somos los más madrugadores. Poco a poco van apareciendo los demás y también el Padre Pièrre que nos ayuda a preparar los desayunos. No falta de nada, café, té, chocolate, leche, pan, bollería casera, mantequilla, distintos tipos de mermelada, etc. etc, todo a discreción. El Padre Pièrre nos dirige los últimos consejos. –Hasta Buzy, no vayáis por la ruta señalizada que da un gran rodeo, id directamente por la carretera. En Buzy podéis retomar el Camino.

Una vez bien desayunados, nos despedimos de todos agradeciendo especialmente al Padre Pierre sus atenciones. A Marcelo le deseamos todo lo mejor, Buen Camino y con un fuerte abrazo sellamos nuestra amistad. A los demás seguro que nos encontraremos en cualquier momento.

Una vez en la calle, Juan se percata que ha olvidado el bordón. Debe haber sido en la Casa de las Hermanas. Regresa aún pero se encuentra cerrada. Es muy temprano. Son las 07: 45 horas. No es cuestión de esperar, así que adelante.

Por la Plaza del Ayuntamiento, buscamos la salida hacia Buzy. Callejeando dejamos atrás las últimas casas de Arudy hasta enlazar con la D920 y cruzar el puente sobre el Gave d’Ossau (1200 metros desde la casa del cura).

Por el arcén izquierdo, caminamos carretera adelante. Nos cruzamos con un peregrino francés que vuelve de Santiago y que prácticamente ya está en casa. Eso sí que es verdadera peregrinación salir de casa y volver a ella. No conozco a ningún español que lo haya hecho.

3,6 km después del puente dejamos la carretera departamental y accedemos a la localidad de Buzy que atravesamos sin más.

Salimos de Buzy por una carreterilla local. Entre huertos, 900 metros después llegamos a la altura de una nave abandonada donde hacemos una parada “técnica” y aprovechamos para ponernos los chubasqueros pues comienza a llover.

01caballos-400800 metros después pasamos por el pueblecito de Buziet. Siguiendo la señalización tomamos una carreterilla que dejamos por la derecha 1 km más adelante. Por pista de tierra y entre huertos llegamos a las calles de Ogeu (3,1 km desde Buziet). Son las diez pasaditas y es hora de ir pensando en tomar algo. Por casualidad nos cruzamos con una furgoneta que vende pan. ¡Ni hecho a propósito! Parece enviada por nuestro amigo “Santi”. Con el pan recién horneado, buscamos una tienda de alimentación donde compramos embutido, queso y unas cervezas y nos dirigimos a la plaza de la Iglesia donde nos desprendemos de las mochilas y en unos bancos nos preparamos unos soberbios bocadillos. Ha dejado de llover pero las nubes siguen amenazando más agua.

Con los estómagos complacidos, buscamos la salida frente la Oficina de Correos. El silbato de Juan nos indica que hemos reencontrado la señalización, estamos de nuevo en el Camino. Por firme semiempedrado y entre plantaciones de maíz caminamos a buen ritmo. A unos 2 km dejamos la granja Maison Neuve a nuestra derecha y ya por carreterilla asfaltada comenzamos a ascender una colina. Juan y Pepe se adelantan y yo sigo a mi paso controlando mis fuerzas. En lo alto de la colina observo como Juan y Pepe están tratando de entenderse con unos paisanos de Herrere, pueblo en cuyas inmediaciones nos encontramos. Hemos recorrido 4,6 km desde Ogeu.

03caminolluvia-400Ahora toca descender la colina. A 400 metros viene una bifurcación. El silbato de Juan nos señala ir por la carretera de la izquierda. 1 km después llegamos al cruce de acceso al aeródromo donde un grupo de personas se encuentran preparadas para iniciar alguna aventura aérea. Nosotros seguimos a nuestro aire. A unos 900 metros llegamos a una urbanización donde una flecha nos desvía a la izquierda por un camino que va rodeando una gran plantación de maíz durante casi 1 km. Cada vez con mas fuerza se escucha el ruido del agua del río. Por un camino embarrado y en pronunciada bajada, donde hay que hacer equilibrios con los bastones para no resbalarnos, vamos aproximándonos a la ribera del Gave d’Ossau. En la parte más baja tenemos que franquear como Dios nos da a entender unos grandes charcos de agua y lodo, para llegar al Pont du Diable. Un viejo puente que salva el río en un lugar de exuberante vegetación. Desde que dejamos la finca han sido 700 metros de barro. Nos detenemos unos instantes para observar la bajada de las aguas turbulentas del río. Nos sorprende la cantidad de agua que llevan los ríos franceses. Comienza a llover con fuerza pero la pista que llevamos ahora se encuentra con gravilla que por lo menos nos salvaguarda del barro. La lluvia forma una densa cortina ante nosotros. Yo voy con el chubasquero y el paraguas que evita se me empañen los cristales de las gafas. Son casi la una. Aún podemos llegar a buena hora para comer.

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Entre árboles de ribera vamos ascendiendo suavemente durante 2,3 km hasta alcanzar la carretera D238, donde enlazamos con el Camino de Arlès que procede de Oloron Ste. Marie y se dirige hacia el sur por el valle del Aspe al encuentro del Puerto de Somport. Mirando en esa dirección observamos los Pirineos cubiertos de nubes, para no variar. En estos momentos nos acordamos de Marcelo. ¿Cómo le irá yendo la jornada? Tenía una etapa algo complicada hasta Sarrance, pero estamos seguros de que el amigo “Santi” le habrá echado una mano y llegará sin novedad.

Tomamos la carretera a la derecha ascendiendo con suavidad, pasamos por el cementerio y 1,7 km más adelante llegamos al barrio medieval de Sainte Croix en cuya plaza de Saint Pièrre se alza la Iglesia de Sainte Croix construida en estilo románico a finales del siglo XI y principios del XII, y que cumplía también el papel de ciudadela por estar situada en lo más alto de la colina. Desde el Puente del Diablo hemos recorrido 4 km en poco menos de una hora.

Una vez en la Place de St. Pièrre solo nos falta callejear en descenso durante unos 600 metros hasta cruzar el Puente sobre el Gave d’Aspe. Nos encontramos en centro urbano de Oloron Sainte Marie con apariencia de ciudad. Desde Arudy hemos recorrido 22,8 km. Son las 14:00 horas y tenemos hambre. En el primer restaurante que encontramos, justo pasado el puente, nos introducimos y tenemos suerte, todavía nos pueden atender.

Nos desprendemos de los chubasqueros chorreando y nos disponemos a tomar lo que nos ofrezcan. Tenemos hambre y no es cuestión de andarse con remilgos.

OloronCatedral20G11-400

Apurada la comida con avidez, nos dirigimos a la calle donde nos indicó el Padre Pièrre que se encontraban los albergues. Menos mal que ha dejado de llover. El del argentino está completo. No conseguimos encontrar otro, así que optamos por acercarnos hasta la Oficina de Turismo donde nos reservan plaza en el Albergue Municipal de La Bialé que lo tenemos muy cerca. El albergue forma parte de un edificio de varias alturas con un gran patio. Está preparado para alojar a mucha gente.

Acomodados en una habitación de cinco camas para los tres, nos damos una buena ducha y hacemos la colada peregrina que tendemos en el balcón de la habitación que da al patio, con las cuerdas que llevamos. Parece que de momento las nubes se han retirado y hace sol y algo de viento por lo que pronto se secará la ropa. Ahora toca estirar un poco las piernas y descansar sobre la cama.

Sobre las seis salimos a visitar la ciudad. Nos acercamos a la catedral. Una robusta iglesia-fortaleza emplazada en lo más alto de la ciudad. La joya de la catedral es su pórtico románico del siglo XII, único elemento arquitectónico que permanece intacto del edificio original tras los incendios sobrevenidos y que motivaron su restauración en estilo gótico. Después de observar con admiración el pórtico, protegido por una torre campanario, y su gran tímpano de mármol blanco rematado por un parteluz y dos jambas, nos dirigimos al interior. En la sacristía nos sellan las credenciales sin problemas. Una muchacha francesa nos saluda, ella también ha sido peregrina y nos cuenta algo de su experiencia. Del interior de la catedral, merece destacar sus vidrieras y lo que nos llama poderosamente la atención es un pequeño cuadro. Se trata de la Santa Cena pero con un curioso detalle, el de la incorporación de María Magdalena sentada junto a Jesús. Después de pasar cierto tiempo contemplando el Retablo Mayor y las capillas laterales, salimos al exterior y continuamos la visita de la ciudad. Nos desplazamos hacia el río que cruzamos por el puente para dar una vuelta por la margen derecha. Ya hemos pateado bastante la ciudad, es hora de buscar un lugar donde cenar algo. Al final nos decantamos por una socorrida pizzería.

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Al salir el fresco de la noche nos avisa de que es hora de retirarse a descansar. Recogemos la ropa tendida y a dormir.

Buenas noches y hasta mañana.

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Hoy nos despertamos pronto. A las siete ya estamos saliendo del albergue y subiendo por la Rue Reval hacia la Catedral. No encontramos ningún bar abierto, así que por lo menos hasta Moumour no nos será posible tomar algo caliente. Una vez en la Catedral, enfilamos la rue Saint Grat pero en un punto determinado nos despistamos y tenemos que dar un rodeo buscando la glorieta desde donde parte el Camino de salida de la ciudad. Por fin en la glorieta, enfilamos el Boulevard Henri Laclau y después de cruzar el barrio de chalets de Pondeilh nos encontramos en plena campiña.

La carreterilla por la que circulamos discurre por terreno totalmente llano, entre huertos y llevando a nuestra izquierda un arroyo. Esto me recuerda el tramo de Camino entre Carrión de los Condes y la Abadía de Benevivere. De momento hace un día fabuloso. Juan no se resiste a entonar su sempiterna “Gracias a la vida…” coreado por Pepe y un servidor, lo que hace al Camino mas llevadero y más aún con el estómago vacío. En una hora, estamos cruzando el arroyo por un puentecillo que da acceso a la Rue Longue por la que nos plantamos en el centro de la localidad de Moumour (5 km desde Oloron). Lo primero que nos tropezamos es con una panadería todavía cerrada pero que no es óbice para que llamemos a la puerta y preguntemos al panadero por algún sitio donde desayunar. –Bar no hay en el pueblo pero junto a la Iglesia encontrarán una “epicerie” que debe estar ya abierta –nos responde.

Efectivamente está abierta. La dueña nos recibe con un atento bonjour que ya nos va sonando como algo natural. Como no tiene nada caliente, unas natillas y unas galletas serán suficientes para ir tirando. La buena madame tiene la deferencia de sacarnos unas cucharillas de su casa para poder tomarnos las natillas. Sentados en una escalerilla que da acceso a la plaza de la Iglesia, damos buena cuenta del improvisado desayuno. Hoy no nos preocupa demasiado la alimentación pues solo tenemos que hacer 19 km prácticamente llanos, llevamos pastillas energéticas y si todo marcha bien llegaremos a L’Hôpital S. Blaise a buena hora para comer.

Un paisano nos informa de la salida. Nos recomienda salir directamente a la carretera nacional pues el camino señalizado nos dice que debe estar muy embarrado. Así que decidimos hacerle caso y partimos en busca de la salida del pueblo que logramos encontrar después de dos tentativas. Por la margen derecha del río Verde, alcanzamos la carretera D936 a unos 900 metros.

Por la carretera tenemos que andar con mucha precaución por el tráfico de vehículos. Esperamos encontrar el camino que une Orin con Aren y retomar el Camino balizado. Por la carretera se ataja algo al no pasar por Orin. Se hace pesado caminar por el asfalto y con el ruido de los coches peor. Kilómetro a kilómetro seguimos por el arcén sin lograr localizar el desvío. Posiblemente vaya por un paso inferior. No hay más remedio que sufrir un poco. Los kilómetros de carretera se hacen interminables. Menos mal que de momento no llueve pero ya empieza el cielo a cubrirse con nubes de agua. Pepe comenta que quizá hubiera sido mejor haber ido por los pueblos que vamos dejando a nuestra izquierda. Tiene parte de razón, si hubiésemos seguido la carretera local nos habríamos evitado la peligrosa departamental pero mejor nos habría ido si  hubiéramos seguido la señalización. Pero ya no tiene remedio. Tras un gran arco que forma la carretera llegamos a una rotonda. Seguimos de frente. Ahora en descenso hasta cruzar el río Joos y llegar a una marquesina donde nos refugiamos. Hemos llegado en el preciso momento que comienza a llover. Han sido 8,3 km desde Moumour.

Aprovechamos para tomarnos unas pastillas energéticas y enfundarnos los chubasqueros con trtanquilidad. Juan se apresta a buscar alguna flecha que nos dirija porque hay varias posibilidades. La carreterilla que atraviesa la departamental por un paso inferior debe ser la que viene de la localidad de Prechacq por donde pasa el Camino. Es la más lógica. Consultamos el mapa de ruta. No cabe la menor duda que tiene que ser el Camino. Juan lo confirma pocos minutos después con el silbato. Ha visto una flecha en el paso inferior. Por fin dejamos la carretera y pasamos a una pista asfaltada que se interna en el bosque en ascenso y que pronto se convierte en pista de tierra.

Superada la ladera llegamos a una planicie en un claro del bosque y tras atravesar un campo de maíz confluimos en la carretera D25 después de 2 km desde la marquesina. Aunque vamos pendientes tampoco hemos logrado advertir el desvío a la izquierda que señala la guía y que evita unos 2 kilómetros de carretera. Pero bueno, por lo menos no estamos perdidos y la nueva carretera de poco tráfico nos llevará por la izquierda al final de la etapa de hoy.

Entre un bosque de robustos robles que alegran la vista, alcanzamos L’Hôpital Saint-Blaise después de recorrer 3,7 km desde el cruce. Aquí se alza la iglesia rodeada de pocas casas y dos hoteles-restaurantes dentro de un  paisaje de ensueño. Hemos entrado en la región del Soule que forma parte del País vasco-francés. En la carretera está el Hotel Les Touristes donde hemos reservado. Nos acomodamos en la habitación y después de asearnos bajamos al comedor. Hoy hemos llegado a buena hora para comer, son las 12 del mediodía.

Pedir para comer es una auténtica odisea, no sabemos como acertar. Yo no me caliento la cabeza y pido el menú del día, un garbure y muslo de pato. Aquí el pato está a la orden del día. Se come como el pollo en España. Juan y Pepe se piden una ensalada de queso de cabra y blanquete de cordero que resultó ser criadillas con una salsa blanca. Pero como hay hambre todo entra.

Terminada la comida toca una siesta corta porque hay que visitar la Iglesia. El tiempo está fresco en el exterior y caen chaparrones intermitentes.

Vamos a visitar la Iglesia del siglo XII que formaba parte de un hospital-refugio de peregrinos, ya desaparecido, mandado construir por los canónigos de la Abadía de Santa Cristina de Somport, donde se estableció la orden de los caballeros hospitalarios para prestar ayuda a los peregrinos del Camino de Santiago. Construida en estilo románico con vestigios de arquitectura hispano-musulmana, se levanta la Iglesia con planta de cruz griega y en la que destacan los profundos ventanales con claustras [1] de piedra esculpida con motivos inspirados en los moucharabiehs [2] de la arquitectura islámica y la cúpula octogonal en forma de estrella con arcos que soportan columnas entrelazadas que recuerdan la Mezquita de Córdoba. También son dignas de mención las cornisas de madera tallada y la estructura original. Es un placer para los sentidos poder contemplar este exquisito tesoro arquitectónico tan bien conservado.

Es lo único que podemos visitar en este recóndito lugar rodeado de tan bello paisaje. Cuando salimos de la Iglesia nos encontramos con la pareja belga que nos llevan para que veamos la gîte d’etape donde se alojan, abierto tan solo hace cinco días. Se enteraron de su existencia casualmente por el peregrino francés que volvía de Santiago y que nosotros también nos cruzamos a la salida de Arudy.

Poco más que ver, con el frío que hace y la lluvia que cae, es cuestión de refugiarse en el hotel y esperar la hora de la cena. En el comedor coincidimos con la pareja de peregrinos franceses y los belgas pero de momento comemos en mesas separadas.

Terminada la cena, Juan y Pepe todavía tienen ganas de dar una vuelta, dicen que van a buscar la salida de mañana. Me parece bien, pero un servidor se retira a descansar.

Buenas noches y hasta mañana.

Como la etapa de hoy es corta (unos 15 km) y no sirven los desayunos hasta las 08:30 horas, podemos remolonear un poco más de tiempo en la cama, hay que aprovechar estas circunstancias para cargar baterías.

Nos hacemos unos buenos desayunos a base de rebanadas de pan tostado con mantequilla y mermelada y a las 09:00 horas ya nos encontramos en la carretera diciendo adiós a este paradisiaco lugar. De momento ha dejado de llover y la temperatura es ideal para caminar y disfrutar del Camino.

En media hora, dejamos el claro con sus fértiles huertos y nos adentramos en el bosque. A la izquierda llevamos el curso del arroyo Lausset  que fluye con alegría, lo que da pie a que Juan inicie sus cánticos matutinos con el “Gracias a la vida”.

Cuando llevamos recorridos 2,8 km, dejamos la carretera por el Pont Noir por el que salvamos el río y por pista forestal, algo embarrada aunque transitable, penetramos en el corazón del bosque. El paisaje espectacular. Traspasamos una barrera y a unos 300 metros del puente dejamos una pista a la izquierda y por un puentecillo de madera accedemos a un pequeño claro desde donde acometemos una subida entre frondosos árboles. A unos 500 metros dejamos una pradera a la derecha y unos 500 metros después alcanzamos una carreterilla (1300 metros desde el Pont Noir).

Por más que buscamos, no localizamos flecha alguna por lo que intuitivamente decidimos tomar la carreterilla a la izquierda. Después de pasar una granja, y sin ver flecha alguna comenzamos a dudar. Con lo bien que está señalizado el Camino hasta ahora, es imposible que no logremos ver ninguna flecha. Además la brújula nos está indicando que seguimos dirección sur, lo cual nos extraña bastante.

Cuando llevamos andados casi un kilómetro desde el desvío, perdidos en medio de este recóndito robledal, aparecen ante nosotros tres caminantes que vienen a nuestro encuentro. Es raro encontrar gente en este Camino por lo que en estos momentos de titubeos se agradece la presencia de alguien a quien poder preguntar. Son un matrimonio y una amiga vecinos de Mauleon que aprovechan la festividad para dar un paseo por el bosque. Efectivamente vamos perdidos, Mauleon lo tenemos justamente en dirección contraria. Afortunadamente, el amigo “Santi” no nos ha abandonado.

Retrocedemos en su compañía hasta donde han dejado el coche. Nosotros continuamos y cuando llegamos al cruce, buscamos y rebuscamos, no tiene más remedio que haber una señal, tenemos que encontrarla Y finalmente, claro que la localizamos, por cierto bastante escondida a la derecha de la carretera cuando lo lógico es que estuviera al frente. En fin, dos kilómetros de propina.

Continuamos nuestro Camino que sale del bosque entre tierras de cultivo y unas granjas, en un entorno campestre, enlazando con la carretera D25, 1300 metros después del desvío.

Por el arcén izquierdo de la carretera y con poco tráfico de vehículos llegamos tras 1250 metros a la Ermita de Notre Dame de Hoquy dedicada a la Virgen de Lourdes, una bonita ermita construida en el año 1936 que encontramos abierta y podemos visitar. Aprovechamos la parada para tomarnos un descansillo. Sentados en un banco, advertimos que una de las paredes está llena de exvotos entre los que predominan las muletas de madera, lo cual indica que existe por aquí mucha devoción por la Virgen de Lourdes.

Reanudamos el Camino por la carreterilla que sale a la izquierda de la ermita y tras pasar una ikastola, torcemos a la izquierda a unos 100 metros de la ermita. Caminamos entre tierras de cultivo y granjas hasta enlazar unos 800 metros más adelante con la D24, que seguimos a la izquierda durante 300 metros hasta una granja. Aquí dejamos la carretera y por la derecha tomamos una pista asfaltada sinuosa que tras rodear una loma, asciende a una colina (4,2 km desde el desvío), desde donde ya podemos divisar en el valle opuesto la localidad de Mauleon atravesada por el río Saison y también su castillo encaramado en un promontorio hacia la izquierda.

Ahora toca descender con bastante pendiente durante 1,6 km entre robledales y hayedos hasta llegar a las calles de la ciudad frente al castillo (5,8 km desde el último desvío) y tomar a la derecha hasta el encuentro con la travesía central (350 metros). Nos encontramos en Mauléon. Es la una de la tarde y los estómagos ya nos están pidiendo una cerveza fresca y alimento. Juan no se lo piensa y cruza al primer restaurante que encontramos, unos 150 metros más adelante. Pepe y yo entramos por la otra puerta. Nos desprendemos de las mochilas y junto a unos jardines nos acomodamos en una mesa al exterior.

Después de mucho esperar, nos sirven una comida mediocre y mal atendida. Incluso no nos saben informar de la situación de la Comunidad religiosa de Hermanos de las Escuelas Cristianas donde pensamos alojarnos hoy.

Una vez  malcomidos, nos dirigimos hacia el centro siguiendo la travesía. En un chaflán llama nuestra atención un escaparate con fotos de bodas, entre ellas una muy curiosa donde la novia se tapa los ojos ruborizada ante el espectáculo que tiene detrás, mientras el novio extiende los brazos con cara de circunstancias. No podemos evitar sonreirnos.

Siguiendo las indicaciones de una señora mayor, cruzamos el río y nos dirigimos hacia la estación de tren. Cerca de ella, preguntamos de nuevo y un matrimonio se ofrece para llevarnos en su coche hasta las Escuelas que parece conocer muy bien. –Están en lo alto de esa colina, así les ahorramos la subida –nos dicen.

Poco después estamos ante la entrada principal de un robusto edificio propiedad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de la Salle. Un amplio complejo donde están ubicadas las Escuelas, hospedería, patios, dependencias de los Hermanos, jardines y adosado a una antigua iglesia.

Nos presenta al Hermano Eduardo. ¡Qué casualidad! El mismo nombre del que fue un buen maestro para mí en las Escuelas homónimas de Las Palmas de Gran Canaria durante mi preparación para el ingreso de Bachillerato. Los Hermanos del babero, se les llamaba, por el blanco babero que llevaba el hábito. De esto ya hace 57 años. En la actualidad, los Hermanos visten de paisano.

Tras sellar las credenciales, nos guía el Hermano Eduardo, atravesando un gran patio interior, a los dormitorios situados en la tercera planta donde nos asigna una habitación a cada uno, austera pero limpia. Una vez aposentados, es obligado darse una buena ducha y tras la colada habitual peregrina parece oportuna una buena siesta.

Juan y Pepe quedan una hora mas tarde para bajar a corretear la ciudad. Por esta vez declino acompañarlos, necesito descansar algo más. Además la tarde se está volviendo desapacible con riesgo de lluvia.

Dos horas más tarde me levanto recuperado y salgo a pasear por los jardines que rodean las Escuelas y desde donde puedo contemplar Mauleon a vista de pájaro. Un espacio que invita a la meditación. Hoy hace ya una semana que hemos salido de casa y parece que fue ayer. A pesar de que no hemos emprendido la ruta que teníamos prevista, ésta que hemos escogido nos está resultando fascinante. Llama la atención un viejo y hermoso ciprés de tres troncos en medio del jardín ante el que me detengo unos minutos maravillado de su esbeltez. Desde luego todo el conjunto es acogedor y lo tienen muy bien cuidado. El cielo ya está totalmente entoldado y comienzan a caer algunas gotas de agua. En la parte baja del jardín hay una fuente junto a unas escalerillas que, entre frondosa arboleda, desciende directamente a la ciudad sin necesidad de ir dando giros por el asfalto.

Sigo explorando el jardín por un paseo franqueado por cerezos donde quedan restos de algunos frutos picoteados por los pájaros y como la lluvia se intensifica, es el momento de volver al interior de las Escuelas. Pronto aparecen Pepe y Juan que se han dedicado a patear el pueblo. A las siete asistimos a las vísperas, en una habitación que hace de capilla donde se reúnen todos los Hermanos de la Comunidad para realizar sus rezos. Vísperas muy sencillas pero como de costumbre emotivas.

A las siete y medio pasamos al comedor de huéspedes donde nos reencontramos con los peregrinos belgas y franceses que también se alojan aquí. Esto da lugar a estimular la confraternización. La cena buena y bien servida aunque para no variar, no puede faltar el pato en el menú, pero todo hay que decirlo, muy bien guisado. Comemos con buen apetito pues hoy la comida del mediodía fue bastante floja. Christiane y Chantal nos dicen que quieren continuar, una vez en St. Jean-le-Pied-de-Port, a Santiago vía Roncesvalles, mientras Richard y Claude piensan enlazar con el Camino del Norte. Les ponemos al corriente de los Caminos que van a emprender y a su vez les informamos de nuestro proyecto pirenaico. A las dos parejas las encontramos muy entusiasmadas. Hablamos de los diferentes Caminos a Santiago y de la satisfacción que se siente al llegar a Santiago. Con vistas a la jornada de mañana, ellos han logrado reservar cama en el gîte d’etape del Colegio de St. Michelen Saint-Juste-Ibarre. Nosotros hemos apurado demasiado la reserva y está completo, menos mal que hemos conseguido habitación en el Auberge Briseteia.

El Hermano encargado de la hospedería nos informa que a partir de las siete y media podemos desayunar y que nos dejará una nota con lo que debemos de pagar.

Es hora de retirarse a descansar. Mañana la etapa será algo mas larga y tendremos que afrontar el primer puerto importante de montaña.

Antes de dormirme pienso en el brasileño Marcelo que hoy habrá rebasado el puerto de Somport. Hemos intentado contactar con él por el móvil pero sin éxito. Poco a poco nos vamos acercando a la cadena montañosa pirenaica. Hay que ir preparándonos para las alturas.

Esta noche he dormido de un tirón. A las siete menos cuarto ya está Juan llamando a la puerta. Así como Pepe es el fotógrafo oficial, Juan es el despertador. Nos reunimos en el pasillo y bajamos al comedor. Enseguida van apareciendo los demás peregrinos. Vemos la nota que nos ha dejado el Hermano Hospitalero. Leemos que podemos pagar entre 1€ y 15€ a voluntad, un amplio abanico apto para todos los bolsillos. Todo un detalle. Una vez bien desayunados nos despedimos agradeciendo a los Hermanos su hospitalidad.

El cielo está totalmente cubierto y llueve, así que no tenemos mas remedio que enfundarnos los molestos impermeables. Cruzamos el jardín y descendemos a la ciudad por las escalerillas.

Una vez cruzado el río, encontramos una tienda de alimentación que el dueño se dispone a abrir. Hoy ha habido suerte. Bien aprovisionados de fiambre, queso, fruta y unas cervezas y el pan que compramos en una panadería un poco mas adelante, emprendemos la travesía de la ciudad.

Vamos dejando atrás la ciudad nueva, con el viejo castillo a la izquierda hasta llegar a una amplia plaza donde vemos a los peregrinos belgas que siguen nuestros pasos un poco retirados, parece como si estuvieran buscando algún sitio especial. Llegados al fondo de la plaza, cruzamos un viejo puente sobre el Río Saison y por la Route de la Navarre enfilamos la departamental D918 hacia el oeste. Dejamos la capital de la Soule. Nos encontramos de nuevo en la campiña.

A 3,6 km desde el Colegio de los Hermanos, atravesamos la comuna rural de Garindein. A 1,5 km se encuentra el desvío del Camino que pasa por Idaux-Mendy, pero viendo en el plano el rodeao que hay que dar y considerando la lluvia que cae, muy a pesar nuestro, optamos seguir por la carretera. A 2,5 km del desvío dejamos la departamental por el acceso a la comuna de Ordiarp que encontramos 500 metros más adelante. Hemos recorrido 8,1 km desde Mauleon, son casi las diez, buena hora para tomarnos unos cafés con leche que caliente nuestros cuerpos.

Ordiarp (Urdiñarbe en vasco) fue un punto importante del Camino de Santiago por la Vía del Piamonte, incluso contó con un Hospital de Peregrinos que dependía de la Abadía de Roncesvalles. La Iglesia románica de San Miguel del siglo XII tuvo que ser reconstruida debido a un incendio, aunque permanecen intactos algunos elementos como la cabecera de triple ábside y algún capitel del arco de triunfo. Destaca el campanario coronado por un pináculo cuadrado que marca la diferencia con el estilo típico de la región. Siguiendo la costumbre, el cementerio se encuentra junto a la iglesia a la que se accede por un puentecillo romano peatonal sobre el arroyo Arangorena. Es una pena que la Iglesia se encuentre cerrada y no podamos rendirle una visita como se merece.

Correteando por el césped, unos patitos llaman la atención. Abandonamos Ordiarp por un robusto puente romano por una carreterilla que 500 metros más adelante enlaza a la izquierda con la que se dirige al Col de Napale. Siguiendo el curso ascendente del arroyo Arangorena, entre granjas, huertas y prados en los que pastan a sus anchas vacas y ovejas. Aunque llovizna, se camina a gusto. A 6 km de Ordiarp llegamos a los antiguos baños de Garaybie reconvertidos en un albergue de grupo.

Comienza aquí el ascenso, propiamente dicho al Col de Napale por una sinuosa carreterilla con algún que otro repecho exigente. De vez en cuando nos tropezamos con algunas vacas con aspecto de estar bien alimentadas y que después de mirarnos con recelo y siguiendo su marcha cansina, se apartan al herboso arcén. Poco antes de llegar al puerto, divisamos a la pareja de peregrinos franceses. Chantal unos metros delante de Christiane esforzándose para vencer el último repecho. Por fin alcanzamos el puerto donde nos reunimos los cinco peregrinos. Han sido 3 km de fuerte pendiente desde Garaybie. Dejamos el Soule y entramos en la Baja Navarra. Los franceses van a quedarse a descansar. Nos despedimos y para abajo. Parece que en el valle está dando el sol, allí pararemos también nosotros para almorzar.

3 km más abajo alcanzamos la carretera ya en el valle donde por fin los rayos solares se abren paso entre las nubes, aunque el ambiente continua siendo fresco. Junto a un murete de piedras decidimos detenernos para dar cuenta de las viandas que llevamos, que el estómago ya está mariposeando. Con buen pan del día nos hacemos unos soberbios bocadillos que prácticamente devoramos en un santiamén regados con cerveza.

A unos 200 metros, giramos a la izquierda hacia una granja junto al río Bidouze que cruzamos por un puentecillo, tomando un sendero que rodea la granja y se interna en un campo de helechos que a su paso, nos calan perneras y botas pero que agradecemos, ya estábamos hartos de asfalto.

El sendero discurre paralelo al río y termina 1200 metros más adelante cuando desemboca en un camino más o menos empedrado que se convierte en asfalto trescientos metros antes de llegar a la carretera de acceso a Saint Just Ibarre que alcanzamos tras cruzar el río por un puente romano. Han sido 5 km desde el Col de Napale. En total hemos recorrido 23,1 km desde Mauleon.

Una vez en el pueblo casi nos topamos con el Auberge Briseteia donde la dueña nos está aguardando. Nos acompaña a una habitación situada en la buhardilla que por la pintura y cenefas de las paredes parece haber sido dormitorio de niños. Pero bien, tres camas bien preparadas para el frío. Ahora el cuerpo pide una buena ducha y estiramiento de piernas sobre la cama.

A las 07:00 horas ya estamos tomándonos el copioso desayuno servido por la dueña del Albergue de la que nos despedimos agradeciéndole sus atenciones.

De momento la lluvia respeta nuestro adiós al pueblo que hacemos cruzando el río por el puente romano y retomando la ruta por una carreterilla que sale a la derecha a 100 metros del puente.

Por terreno llano y entre huertos caminamos respirando el aire puro de la mañana. Juan comienza a entonar sus canciones y Pepe y un servidor se unen al canto en los estribillos y cuando Juan divisa una flecha, a silbar. A 700 metros del desvío cruzamos un arroyo con bastante agua. No escasea el agua por estos valles. Tienen suerte los paisanos. A 400 metros del puente, entroncamos con la carretera D168 que tomamos a la derecha.

150 metros más adelante pasamos por el caserío “Plazagaïna”. En la pared de una antigua posada llama la atención un letrero grabado con la figura de un jinete. Unos 50 metros después, dejamos la carretera por una pista asfaltada que bordea una colina a media ladera y pasa por una casa donde se fabrican artesanalmente makilas (bastones tradicionales vascos con diversos adornos cuyo elemento principal es la madera de níspero o castaño y que bajo la empuñadura suelen estar provistos de un estoque de acero inoxidable).

Una vez rebasada la colina, pasamos a otro valle que se atraviesa y tras salvar el arroyo Bidouze enlazamos con la carretera D120 a la altura de la pequeña comuna de Ibarrolle.

Desde Ibarrolle, enfilamos el valle por la carretera en ascenso suave. Para no perder la costumbre, comienza a llover, así que no hay mas remedio que enfundarse el impermeable y abrir el paraguas que me está siendo de mucha utilidad. A 2 km de Ibarrolle, comenzamos el ascenso propiamente dicho a la segunda tachuela importante del Camino, el Col d’Askorizabal. Tras 3 km de sinuosa subida bajo la lluvia, alcanzamos el puerto desde donde tenemos un hermoso panorama del gran valle que forma parte de la región de Cize. Un cartel nos indica Auberge de Gamia al que nos dirigimos. Los estómagos ya nos están pidiendo su ración mañanera y la lluvia y fresco aumenta nuestro apetito.

Nos despojamos de los impermeables empapados de agua y en un resguardo del porche los extendemos junto a las mochilas. El Hostal de Gamia es un amplio establecimiento con unas vistas envidiables. A pesar de la lluvia, es un placer para los sentidos estar contemplando el verde valle que se extiende bajo nosotros con sus casitas diseminadas y algunos pueblecitos, mientras los rebaños de ovejas dan cuenta de los suculentos pastos de las laderas de las montañas El camarero habla el español y se enrolla muy bien con nosotros. Aprovechando la circunstancia, Juan no se lo piensa y pide unos huevos fritos con jamón que nos vendrían bien a todos. No hay problema, en un momento los tendremos en la mesa. Ha habido suerte. Ya teníamos ganas de comer algo con sabor español. Regados con unas cervezas, con el pan vamos relamiendo la sabrosa yema a medio cuajar mezclada con jamón y la clara cuajada. Nos sabe a poco pero hay que controlarse. Unos calentitos cafés rematan el almuerzo. Con las fuerzas renovadas, ya podemos reanudar el Camino con nuevos bríos.

Menos mal que ha dejado de llover, así que podemos ir descendiendo por el camino señalizado saboreando el magnífico paisaje que se abre ante nuestros ojos. Juan no se resiste a entonar su canción favorita:

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la marcha de mis pies cansados
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Poco a poco, las casitas esparcidas entre el verde campo y los pueblecitos se van acercando. Al fondo hacia el sur la barrera pirenaica cubierta de nubes tormentosas. Ya podemos reconocer un pueblo que debe ser Bussunaritz y el castillo de Apath algo más alejado. Después de 3,8 km de descenso por lomas y laderas, enlazamos con la carretera por donde discurre la gran vía francesa de peregrinaje por la que circulan los peregrinos provenientes de Tours, Vezelay o de Le Puy, los tres Caminos franceses por excelencia.

Mientras estamos titubeando por la dirección a tomar, vemos a un maduro peregrino barbudo asomar tras una curva. Ya no tenemos duda alguna por donde seguir, a la izquierda. El peregrino se detiene y se aparta del Camino, suponemos a descansar.

Ya por asfalto, tomamos la carreterilla y 1,1 km después estamos atravesando la comuna de Bussunaritz por el camino de sirga que forma la carretera.

Castillo de Apath
A 700 metros de Bussunaritz enlazamos con la departamental D120 que habíamos dejado en lo alto del puerto y pasamos por el caserío de Apat con su esbelto castillo a la izquierda. En este lugar se asentaba en el medievo un Hospital de Peregrinos del que solo quedan restos de la iglesia románica.

Seguimos por la carretera y a 1,7 Km estamos entrando en la comuna de Saint Jean le Vieux en cuya plaza central se alza un crucero y vemos a muchos peregrinos descansando o tomando algo en las terrazas de los bares aprovechando los tímidos rayos solares que aparecen por momentos entre las nubes.. Nosotros todavía estamos haciendo la digestión de los huevos fritos. Seguimos adelante, solo quedan 4 km para llegar a S. Jean-Pied-de-Port. Preguntamos a una peregrina por la salida del Camino y no duda en contestarnos. –-Au fond de la place à gauche (al fondo de la plaza a la izquierda).

Salimos de San Juan el Viejo por caminos vecinales para evitar la carretera departamental con mucho tráfico. A 1,6 km la cruzamos y 800 metros más adelante llegamos al barrio de La Magdalena y su Iglesia dedicada a la Santa. Se encuentra abierta lo cual agradecemos. Santa María Magdalena está representada con larga cabellera en un gran cuadro situado en el centro del Retablo Mayor. Pepe tiene el ingenio de depositar en una repisa bajo el cuadro, una cinta de una de las romerías a la Ermita de la Magdalena en Castellón. Es todo un detalle. No podía faltar nuestro recuerdo de Castellón en el Camino del Pièmont y no podía haber elegido mejor ubicación.

Tras cruzar el río Laurhibar por un precioso puentecito, enfilamos el camino que discurre al principio por la ribera izquierda del río, separándose pocos metros después hasta el encuentro de la carretera D401. Ya tenemos S. Jean.Pied-de-Port a la vista. Cruzamos la carretera y por una vía secundaria(Chemin de Sant Jacques), subimos hacia la Ciudadela por la que entramos a través de la Puerta de Santiago. Nos encontramos ante todo un hito del Camino de Santiago en Francia, Saint Jean-Pied-de-Port. La adoquinada rue de la Citadelle que desciende empinada, es un hervidero de peregrinos. A mano derecha se encuentra la Oficina del Peregrino atendida por miembros de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de los Pirineos Atlánticos. Cuando llega nuestro turno, sellamos las credenciales y con amabilidad nos preguntan en perfecto español si necesitamos alguna ayuda. Como ya tenemos reserva en el Albergue “La Maison des Etoiles” solo preguntamos por el lugar en que se encuentra. –Bajando la calle a la izquierda una vez pasado el puente sobre el río. Aprovechamos para felicitarles por lo bien señalizado que está Le Chemin du Pièmont. Prácticamente, las peculiares flechas nos han traído en palmitas.

Seguimos descendiendo por la rue de la Citadelle bordeada de casas con fachadas de piedra arenisca en las que se alternan los tonos rosa y gris. Observamos los dinteles de las puertas que ostentan, grabados en la piedra, el nombre de la casa, la fecha de construcción, el nombre de los primeros propietarios y a veces incluso su profesión u oficio. Llama la atención también los aleros de las casas, anchos y profusamente decorados que recuerdan algo a los de las casas de Palma de Mallorca. Llegamos a la Iglesia de la Asunción de la Virgen en la parte baja de la calle y frente a nosotros tenemos un curioso campanario en el que hay abierta una puerta que da acceso al Puente de Nôtre Dame sobre la Nive (río) de Béhérobie. Encima de la puerta y protegida por un nicho está la imagen de la Virgen del Niño. Atravesamos la Puerta y nos detenemos unos momentos sobre el Puente para contemplar con tranquilidad como fluyen las aguas en las que se ven reflejadas las vetustas casas que lo flanquean con sus coloridos balcones de madera. Realmente es una postal. Pasado el puente, enfilamos la rue d’Espagne (vía obligada de partida de los peregrinos hacia Roncesvalles), llegando hasta la Puerta homónima y tenemos que preguntar pues no conseguimos localizar el albergue. Al final nos lo habíamos dejado atrás cerca del puente.

Una vez localizado nos presentamos al dueño-hospitalero de una casa construida en el siglo XVIII y después de tomarnos los datos, cobrar la tarifa y sellar las credenciales nos guía hasta nuestra habitación, tan vieja como la casa. Es lo que hay. Se ve que el que más y el que menos aprovecha su casa, sin preocuparse de su estado, para convertirla en albergue de peregrinos con lo que se sacan sus buenos dineritos.

Aseados y hecha la colada habitual, estiramos las piernas sobre los camastros que crujen bajo nuestro peso a cualquier movimiento. Una hora de descanso está más que bien. Provistos de los impermeables y paraguas salimos a pasear por el pueblo en cuyas calles casa sí, casa también, hay un comercio. Como la rue de la Citadelle los dinteles de las puertas en la rue d’Espagne llevan inscripciones originales grabadas en la piedra. Lo primero que hacemos es aprovisionarnos de pan, embutido y plátanos para el almuerzo de mañana. Pepe se encapricha del chocolate que ve en un escaparate y no se lo piensa para entrar, comprar y en un santiamén, saborear un trozo de chocolate cada uno. Aunque bastante caro, todo hay que decirlo, está buenísimo.

Cerca de la Iglesia de la Asunción, nos encontramos a Christiane y Chantal que se muestran muy contentos al vernos. Dicen que han visto a los belgas y que podríamos cenar juntos, ellos se encargan de reservar mesa en Chez Dedé. Aceptamos con gusto y continuamos nuestro paseo bajo lluvia intermitente. Nos encontramos a los peregrinos belgas Claude y Chantal que nos invitan a unas cervezas. A pesar de la lluvia las calles están llenas de peregrinos que continuan llegando.

A las siete asistimos a la Misa del Peregrino en la Iglesia de la Asunción. Antiguamente llamada de Notre Dame du Bout du Pont. Es una construcción de estilo gótico sobre base románica. A la misma asistimos muchos peregrinos, entre ellos nuestros amigos belgas y franceses.

Terminada la Misa, nos dirigimos al restaurante Chez Dedé que está totalmente abarrotado de peregrinos. La cena consta de varios menús de diferentes precios. Cada uno pide lo que le apetece. Hablamos largo y tendido sobre nuestros proyectos inmediatos. Los belgas Claude y Chantal van a continuar por carretera para enlazar en Irún con el Camino del Norte y los franceses Christiane y Chantal seguirán la tradicional peregrinación hacia Roncesvalles. Nosotros retomaremos los Pirineos por el GR-10. Tras los cristales de las ventanas vemos desfilar otra carga de peregrinos que acaban de llegar en taxi o autobús y se deben dirigir a los albergues. Entran en el local unos peregrinos mallorquines con ganas de cenar. A uno de ellos le pedimos que nos saque una foto. Piensan seguir también el Camino tradicional. Nos intercambiamos con nuestros compañeros de mesa las direcciones y e-mail’s con la promesa de comunicarnos al regreso a casa contando la experiencia vivida. Concluida la cena y tras una breve sobremesa, nos despedimos definitivamente con un fuerte abrazo y deseándonos mutuamente BUEN CAMINO.

En el exterior llueve sin parar, así que lo mejor es refugiarnos en el Albergue y descansar que mañana nos espera una jornada completamente distinta a las que llevamos. El dueño del albergue nos dice que por la mañana podemos desayunar a partir de las siete y media. Antes de subir a la habitación, comprobamos la ropa tendida que sigue mojada. Con la nochecita que hace, ya veremos si la ropa termina de secarse.

El sonido de la lluvia, golpeando contra aleros y cristales, es como un arrullo. No tardamos mucho tiempo en caer en los brazos de Morfeo.

Buenas noches y hasta mañana.

¡Vaya nochecita! No ha dejado de llover y lo peor de todo es que hemos tenido goteras. No podía ser de otra manera a la vista del estado de la casa. El más perjudicado Juan. Las goteras caían justo encima de su almohada. Así que entre maldiciones no tuvo más remedio que levantarse para desplazar el camastro. Yo he tenido algo más de suerte, las goteras me caían justo por el rincón librando la cama. Mientras Pepe no tuvo problemas. No obstante, el plop-plop plop de las goteras nos puso tan nerviosos que nos desveló. No hay derecho a que gentes desaprensivas se aprovechen de esta forma de los incautos peregrinos y peor aún pagando por el servicio como Dios manda.

A las 07:00 horas nos levantamos, parece que ha dejado de llover, menos mal. Una vez aseados bajamos a desayunar a una habitación junto al patio que el dueño ha habilitado para tal menester. Ya hay peregrinos preparandose sus desayunos. Hay un poco de barullo pero bueno, por lo menos podemos comenzar la jornada con algo caliente en el estómago.

Antes de unirnos a la ristra de peregrinos que se encaminan hacia la Port d’Espagne, el dueño del Albergue nos saca una foto junto a la puerta. Le decimos lo de las goteras, pero me da la impresión que le entra por un oído y le sale por el otro.

En la Port d’Espagne, tomamos hacia la derecha buscando la carretera de Baïgorry al contrario de todos los demás peregrinos, que nos miran extrañados, y que tiran hacia la izquierda en busca de los primeros duros repechos del Camino de Roncesvalles. La señalización blanco-roja se nos resiste, por mas que miramos, no somos capaces de localizar marca alguna del GR-10. Preguntamos a los pocos lugareños que encontramos a nuestro paso pero no saben decirnos la ruta. Después de andar por la carretera más de un kilómetro, decidimos volver sobre nuestros pasos pues ya estamos en la campiña y no hemos visto traza de señal alguna. Al final conseguimos que una persona nos indique que hay que ir por el desvío a la comuna de Lasse que está a unos 600 metros de la Puerta de España por la carretera de Baïgorri a la altura de la comuna rural de Uhart-Cize. La culpa de este desasguisado la tiene el plano por el que nos guiamos que solo abarca hasta la cima del Monhoa. Pero bueno, ya estamos en ruta y Juan silbando las marcas que va localizando.

Por el momento nos estamos librando de la lluvia aunque las cumbres las vemos cubiertas por la niebla. Por carretera local y casi en llano cubrimos los dos primeros kilómetros desde el desvío llegando a la pequeña comuna de Lasse en cuya plaza se alza una coqueta iglesia encalada.

A partir de Lasse la carretera se estrecha y comienza a empinarse. Conforme vamos ganando altura, el paisaje se va transformando, dejando entrever tras la niebla que lame las laderas de las montañas, profundos barrancos. Las ovejas y las vacas pastan a sus anchas por las pendientes laderas cubiertas de helechos sin preocuparse lo más mínimo de nosotros, de la densa niebla, ni del frío. Menos mal que vamos bien abrigados. Esto sí que es lo que se llama subir. De vez en cuando se vislumbran entre la niebla las antenas instaladas en la cima del Monhoa. Cada uno a nuestro ritmo vamos alcanzando altura hasta que la pista termina en una fuente abrevadero donde aprovechamos para tomarnos una pastilla energética y nos damos un breve descanso para tomar aire, lo justo para no quedarnos fríos. Todavía nos quedan casi 200 metros de desnivel para alcanzar la cima. Y es que Sant Jean-Pied-de-Port está a 157 metros de altitud y tenemos que remontar los 1021 m del Monhoa.

La niebla sigue dificultando la visión de las marcas. Además ahora se trata de alcanzar la cima directamente ladera arriba guiándonos de las estacas, alguna de ellas tirada en el suelo. El panorama es sobrecogedor. Afrontamos el último repecho sobre la hierba entre los rebaños de ovejas que ni se inmutan. ¡Cómo se nota el peso de la mochila!

Llegamos a la altura de las antenas extenuados. Estamos a 1021 metros de altura. La niebla sigue corriendo. El ambiente cargado de humedad. El paraje es inhóspito. No es lugar más adecuado para parar, hay que tomar un poco de aire y proseguir. Ahora en bajada por la ladera opuesta, con mucha precaución porque el pastizal está resbaladizo. Juan y Pepe van delante reconociendo el terreno, yo voy más precavido aunque no lo suficiente como para sufrir un resbalón y caer todo lo largo que soy sobre la hierba mojada. Gracias a la mochila que amortigua la caída no me hago daño. Me reincorporo como puedo y sigo el descenso con más precaución aún. Después de 1 km directo por ladera, llegamos a una pista asfaltada. Dudamos por el lugar exacto donde nos encontramos porque no sabemos si hemos seguido bien la ruta y no se distingue nada alrededor. La brújula nos saca de apuros, hay que tomar a la derecha que sobre el mapa es la dirección de Baïgorri.

Resueltos tomamos la pista a la derecha. Dos senderistas aparecen entre la niebla y se detienen junto a nosotros. Es grato encontrar a alguien en estas soledades. Son dos ingleses maduros. Nos preguntan por el tiempo que hemos encontrado por allí arriba. A la vista está. Ellos mismos pueden hacerse una idea. A su vez nos informan que a 1 km más o menos tendremos que desviarnos a la altura de un manantial, que tengamos cuidado porque el piso está muy resbaladizo por el barro. Nos despedimos y proseguimos por la pista.

A 400 metros llegamos al Col d’Urdanzia señalizado perfectamente en una placa sobre una gran roca en la que sobresale una sencilla cruz de hierro. Comienza a llegarnos el sonido de los truenos a nuestras espaldas. Parece que la tormenta está concentrada sobre la cima del Monhoa. De buena nos hemos librado. Pero hay que apresurarse no vaya a ser que nos toque a nosotros. 500 metros más adelante tenemos el desvío a la derecha del manantial que nos habían hablado los ingleses. El agua corre ramificada por los surcos que va abriendo en el suelo. Está todo encharcado. Así que hay que extremar la precaución en nuestros pasos y hacer buen uso de los bastones que para estos casos son insuperables.

La embarrada senda va bordeando la cabecera del profundo barranco que se abre entre el Monhoa, el Munhogain y el Oilarandoi. Seguimos el descenso hasta llegar al Col de Leizarza situado a 900 metros del manantial. Estamos a 828 metros de altura.

Comienza ahora una pequeña subida bordeando por la derecha la cima del Munhogain seguida de un descenso hasta una explanada donde enlazamos con una pista asfaltada. Nos encontramos en el Col d’Adarza a 734 metros de altitud. Han sido 1300 metros desde el punto anterior.

Junto a unos troncos, Juan propone detenerse a tomar los bocadillos. Efectivamente paramos, pero la tormenta se nos están echando encima y tememos que no tardará mucho en llover, además, aunque la niebla se está disipando, el cielo se está volviendo negruzco por momentos. Truenos y más truenos cada vez con más fuerza. Pepe y yo nos comemos los plátanos de dos bocados y le decimos a Juan que deberíamos continuar. No está el tiempo para bollos. El aspecto del cielo se va tornando inquietante.

Como nos temíamos comienza a llover y a levantarse viento mientras truenos ensordecedores retumban en el cielo junto a algún que otro relámpago. Tan rápido como podemos nos enfundamos los impermeables y Pepe y yo nos disponemos a partir. Juan prefiere terminarse el bocadillo. Son momentos de tensión y desentendimiento. –Nosotros nos marchamos, Juan-. -Bueno, continuar que ya os cogeré –nos contesta-.

No llevamos andados más de 100 metros cuando ya tenemos a Juan unos metros tras nosotros y pronto se nos une caminando juntos en perfecta armonía. Hay momentos en el Camino en que inevitablemente surge entre nosotros alguna desaveniencia pero afortunadamente queda zanjada unos minutos después. Lo que estoy notando, es que hasta ahora Juan no ha entonado un solo canto. Y es que verdaderamente, la etapa y las circunstancias meteorológicas no se prestan para ello.

Ya tenemos a la vista Saint Etienne de Baïgorry inmersa en el Valle de los Aldudes bajo nosotros a la izquierda. A 1,5 km del Col d’Adarza vienen hacia nosotros unos caballos al trote. ¡Qué bonita estampa! Las marcas nos desvían de la pista por una senda comenzando una bajada vertiginosa. Con la vista puesta en Baïgorri y su flamante castillo vamos descendiendo, yo con la ayuda de los bastones para no irme de nuevo al suelo. Para más inri, la lluvia y el barro dificultan la bajada. Son 2,8 km cuesta abajo muy arriesgada que logramos superar como Dios nos da a entender.

Ya estamos al nivel de la Nive des Aldudes, cruzamos la vía férrea por un paso inferior y desembocamos en una calle cerca de la estación de ferrocarril, frente a una farmacia. Por fin hemos llegado sanos y salvos a Saint Etienne de Baïgorry (simplemente Baigorri en vasco), aunque todo hay que decirlo, bastante reventados, mojados por los cuatro costados, las botas y perneras cubiertas de barro y los calcetines empapados; han sido 18,3 duros kilómetros los recorridos. De momento nos guarecemos bajo el alero de la farmacia pues llueve bastante. Cuando reposamos un poco y descargamos el agua de los impermeables, entramos para comprar alcohol de romero pues hoy no nos vendrán mal unos masajes. El farmacéutico nos dice que allí no se conoce ese tipo de alcohol, tiene otras lociones con similar efecto. Preguntamos por la Gîte d’Etape. Está a un kilómetro y medio de donde nos encontramos.

Así que no hay más remedio que continuar andando. Es la propina de la jornada. Cruzando el río salimos a la calle principal que tomamos a la derecha. Vamos a dar a una plaza donde no podía faltar el frontón (no hay pueblo vasco que se precie tener por lo menos uno) y seguimos hacia la salida norte del pueblo. Siempre por la margen izquierda del río llegamos a una bifurcación. Un cártel indica a S. Jean Pied de Port por la derecha cruzando el puente sobre la Nive des Aldudes pero ese no es nuestro Camino, debemos seguir por la izquierda dejando una gran superficie comercial y después un camping a la derecha. Llegamos a la primeras casas del barrio de Leispars y tras preguntar, localizamos por fin la Gîte d’Etape un poco perdida entre las casas del lado izquierdo de la carretera, lindando ya con la campiña (1,5 km justos desde la farmacia).

Un poco de espera hasta que llega el dueño del Albergue que nos recuerda que tenemos que quitarnos las botas que dejamos a secar y nos guía hasta el dormitorio común en la primera planta. Unas colchonetas sobre el suelo y mantas es lo único que hay. Más que suficiente para descansar. Contamos con la compañía de un joven senderista que está haciendo el GR-10 en dirección contraria a la que llevamos. Nos despojamos de la ropa y una vez duchados y hecha la colada sobretodo de las perneras que van perdidas de barro, nos estiramos sobre las colchonetas. En el exterior ha salido el sol y hace un poco de viento por lo que la ropa, tendida bajo un cobertizo, esperamos que no tardará en secarse.

Una vez reposados, volvemos a la plaza central del pueblo y me siento en la terraza del Bar El Frontón, mientras Juan y Pepe van a comprar leche, cacao y bollería para el desayuno de mañana.

Sobre las siete, entramos al bar dispuestos a cenar. Hoy nos va a entrar bien todo lo que nos den, pues casi no hemos comido nada.

Apurada la cena, a regresar al albergue que hay que descansar bien para recuperar energías. La etapa de mañana será la etapa reina de nuestro Camino por el GR-10. Hay que recuperarse. Recogemos la ropa y a dormir. Mañana será otro día.

Antes de dormirme, pienso en la difícil etapa cubierta hoy, en el impresionante paisaje que ha dado un vuelco de 180º a lo que estábamos acostumbrados, las cuestas, la tormenta, los rebaños pastando por las laderas envueltas en la niebla, la caída, los caballos… imágenes inolvidables que van desfilando por mi mente. Esto no es la Vía del Pièmont, pero a pesar de los apuros, hemos logrado terminar la jornada felizmente.

Buenas noches y hasta mañana.

S. Etienne de Baïgorry – Bidarray ( 18,3 km)

Jueves, 12 de junio de 2008

Juan toca diana a las 07:00 horas. Hemos dormido a gusto en este pequeño, aunque bien aprovechado albergue . Con la leche, cacao y bollería comprada el día anterior, preparamos los desayunos y a las 08:00 horas ya estamos dispuestos a iniciar la jornada peregrina con los estómagos calientes.

En el exterior hace fresco aunque a tenor del estado del cielo con nubes sueltas, parece que por el momento nos vamos a librar de la lluvia. Retrocedemos hacia el pueblo hasta dar con las marcas blanco-rojas del GR-10, un poco antes de llegar a la plaza del frontón, aproximadamente 1 km desde la gîte d’etape.

Tomamos a la derecha y muy pronto nos encontramos en plena ascensión a la ladera de la montaña. Dejamos las últimas casas de Baïgorri y entre caseríos dispersos vamos remontando. Allá arriba, ante nosotros tenemos el macizo de Iparla que nos espera.

Cuando llevamos recorridos 2,5 km las marcas nos desvían por la izquierda dejando la carretera por una trocha empinada que tras bordear una finca acomete directamente la ladera. La cosa se está poniendo seria y hay que parar de vez en cuando a tomar aire que aprovechamos para echar una mirada retrospectiva y contemplar la belleza del Valle des Aldudes con Baïgorri ya empequeñecido.

Tras 1 km de subida por la trocha, enlazamos de nuevo con la carretera, más bien una pista asfaltada. ¡Menuda longaniza tenemos por delante! Sin embargo, el paisaje es espectacular. A nuestra derecha un profundo barranco por el que fluye una corriente de agua que va formando cascadas. Hemos tenido suerte con el tiempo que nos permite disfrutar de las vistas.

Ahora toca subir casi directamente por la loma hasta alcanzar el Col d’Apaloy donde termina la pista, después de 1100 metros de ascenso exigente. En el collado encontramos el coche de un pastor cuyos gritos se intuyen entre un nutrido rebaño de ovejas que pasta por la ladera contraria a cierta distancia de donde nos encontramos. Se impone una parada técnica que aprovechamos para las urgencias y tomar algo de líquido. Por debajo de nosotros discurre la carretera que serpentea en busca del Puerto de Izpegui por donde se entra en España.

No hay que engloriarse pues todavía nos queda bastante camino y por lo que vemos al frente debe ser más exigente aún. Por una senda muy estrecha continuamos nuestro avance siguiendo el cordal de la sierra en dirección oeste. Primero por el lado izquierdo de la cresta y después de atravesar por una brecha unos comprometidos peñascos nos situamos a la parte derecha, donde la ladera es más escarpada. Tenemos que caminar con mucha precaución pues un traspié podría ser mortal. Extremando la precaución, vamos bordeando el Pico Pausuguaiz por la ladera más escabrosa. El profundo barranco que llevamos a nuestra derecha es estremecedor. No nos queda mas remedio que armarnos de valor y continuar con decisión. Hay que mirar al frente y valerse de los bastones para guardar el equilibrio.

Llama la atención de vez en cuando el vuelo planeador de los buitres y el más ligero de algún que otro águila. En eso que oímos voces de personas que nos preceden y que pronto nos van pasando por tandas. Ellos son más jóvenes, y además van desahogados de peso. Por lo menos contamos diez o doce senderistas franceses, entre ellos alguna mujer. Nos detenemos ante un manantial que brota de la montaña entre helechos ante la atenta mirada de una haya solitaria.

Casi llegando a la cabecera del barranco, la trocha comienza a subir con ganas entre un roquedal y regueros de agua, lo que dificulta mucho la marcha. Y por fin alcanzamos el Col de Buztanzelay y con él la frontera española que a partir de ahora deberemos seguir por el cordal en dirección norte. Desde el Col d’Apeloy hemos recorrido 1500 duros metros. Unos caballos pastan a su aire. Bonita estampa. Vemos a los franceses entre una niebla difusa ascender al pico en fila india entre un rebaño de ovejas.

Después de reposar unos minutos continuamos la ascensión. Por unos momentos perdemos la señalización. Tratamos de recuperar la trocha pero la única traza clara va bordeando a media ladera el Pico de Buztanzelay. Pepe y yo marchamos por una senda que en algunos tramos está hecha un lodazal de excrementos de animales. Da asco pisar, pero no hay mas remedio. Juan marcha a un nivel superior tratando de recuperar las marcas. Las botas se nos ponen perdidas de fango asqueroso. No conseguimos localizar señal alguna. Tememos lo peor. Pero la intuición nos dice que debemos seguir bordeando la ladera.

Después de mucho padecer por el fango y áspero camino, recuperamos las marcas en un collado próximo al Pico Astaté, pero todavía debemos superar unos 100 metros de desnivel para alcanzar la cima. Un numeroso grupo de cabras monteses de diferentes colores se esparcen entre las rocas y no parece importarles nuestra proximidad. Juan acaba de alcanzar la cumbre y poco después lo hace Pepe seguido de un servidor al que la mochila se le antoja estar llena de piedras. Estamos a 1021 metros de altitud. Da miedo asomarse a la vertiente este, que forma un cortado de vértigo. Hacia el oeste, más placentero, podemos contemplar el Valle del Baztán en toda su extensión. Es maravilloso. Al fondo parece adivinarse un gran pueblo, debe tratarse de Elizondo (Baztán). Hemos recorrido 1,7 km desde el Col de Buztanzelay.

Continuamos la marcha siguiendo la línea fronteriza por terreno de pastizal,  alcanzando el Alto de Atalazco (987 m) a unos 600 metros del Astaté. Comenzamos en este punto un suave descenso hasta que se hace mas pronunciado por un bosque de hayas encantador que nos llama la atención después de tanta desolación. Tenemos que extremar la precaución porque el terreno es bastante irregular con peñascos que debemos salvar como Dios nos da a entender. Pepe debe detenerse por razones fisiológicas. Con Juan sigo el descenso hasta alcanzar el Col de Harrieta (808 m) en pleno hayedo, donde advertimos un rudimentario refugio de piedras lo suficiente para resguardarse en caso necesario. Desde el punto anterior han sido 1200 metros los recorridos. En pocos minutos aparece Pepe entre las hayas. Nos dice que ha sufrido un resbalón sin consecuencias. ¡Qué hermoso día estamos teniendo! Y que reconfortante es encontrarse entre tanta haya. A pesar del esfuerzo hoy sí que estamos disfrutando del Pirineo.

Ahora toca acometer el Pico de Tutulia situado a un desnivel de 200 metros de donde nos encontramos., por lo tanto la subida es lenta y laboriosa. Como de costumbre Juan se adelanta, seguido de cerca por Pepe. Yo a mi ritmo. Hasta culminar el Pico de Tutulia (983 m), señalizado con un mojón de piedras. Aquí toca hacer un receso para tomar aire disfrutando de las vistas que se abren a nuestro alrededor.

Seguimos nuestro Camino, descendiendo suavemente hacia otro collado. Juan se percata que no lleva las gafas, tiene que regresar al Tutulia donde debe habérselas dejado. Efectivamente allí estaban. A 1,3 km del Tutulia alcanzamos el emblemático Pic d’Iparla (1043 m) señalizado con un vértice geodésico. Es hora de hacer un receso para tomar algo y reponer energías. Nos llama la atención un pequeño buzón de hierro medio oxidado por la intemperie. Ahora sí que nos explayamos y nos llenamos de paisaje. “Fotos” que permanecerán en la memoria mientras vivamos. Es curioso la cantidad de ganado que pasta a sus anchas a estas alturas. Llama también la atención la suavidad relativa de las laderas del lado español que contrastan con los cortados del francés.

Una vez contentados los estómagos proseguimos la marcha por el verde piso, entre vacas, ovejas y caballos. De vez en cuando debemos superar alguna grieta del suelo que esconde profundas simas. Hay que andar con sumo cuidado. Pensamos lo peligroso que podría resultar con nieve.

Las piernas ya van notando el esfuerzo. La hierba está mojada y hay que extremar la atención. Sin embargo, vuelvo a resbalarme y caer. Juan me ayuda a incorporarme. Solo ha sido un pequeño susto sin consecuencias. Hay que ver lo que la mochila amortigua el efecto de las caídas de espalda.

Ya sin picos que ascender, emprendemos la bajada desviándonos de la línea fronteriza. En principio con relativa suavidad hasta alcanzar el Col Herbeux (770 m) a unos 2,8 km del Iparla. A partir de aquí comienza una vertiginosa bajada cargada de dificultades. Ya tenemos a la vista Bidarray pero todavía nos queda un buen trecho. Juan continúa solo a su aire. De vez en cuando oímos su silbato. La trocha está llena de piedras sueltas y rocas puntiagudas que dificultan la marcha. Si las subidas son malas, peores son las bajadas. Gracias a los bastones se puede controlar bastante la situación. Después de alcanzar otro collado pedregoso situado a 400 metros de altitud y bordear el Harriondi, entramos en un bosquecillo de robles y enlazamos con una pista. Han sido casi 3 km de complicado descenso desde el Col Herbeux. Estamos a 176 metros de altitud. De Juan, ni rastro, debe estar ya en el pueblo.

Con los deberes casi hechos, seguimos la pista por la izquierda 300 metros hasta alcanzar la carretera general y a la derecha la gran plaza del frontón de Bidarray (150 m) donde encontramos a Juan que ha tenido tiempo de tomarse una cerveza. Desembarazados de las mochilas volvemos la mirada al macizo de Iparla. Parece mentira que hayamos estado allá arriba. Es espectacular. A pesar de llevar los pies machacados, las piernas doloridas y el cansancio general, creo que ha merecido la pena haberse enfrentado a esta durísima etapa pirenaica, la etapa reina de nuestro Camino.

Sin más, a buscar el Hotel Barberaenea que está situado en la Plaza de la Iglesia. Son curiosas las casas de estos pueblos y caseríos vascos pulcramente encaladas, tejados de teja roja y del mismo color el maderamen. El reloj de la Iglesia nos saluda con el toque de las cinco. Ya está bien, han transcurrido casi 9 horas desde que salimos de Baïgorri y estamos deseando desprendernos por hoy de las mochilas y descansar. Mme. Mirentxu nos está aguardando. Nos asigna una habitación con tres camas. Aceptable. Toca una buena ducha reparadora y colada peregrina que tendemos detrás del hotel. No hay síntomas de que vaya a llover por lo que no habrá problema de secado. Nos tumbamos un rato a estirar las piernas.

Mientras llega la hora de la cena, salimos a dar una vuelta por los alrededores. Nos fijamos en la Iglesia de estilo románico, con un florido cementerio adosado. Su atrio, más bien un porche techado con tejas, está soportado por unas columnas con capiteles románicos muy retocados. La puerta está cerrada por lo que no podemos visitarla.

Llega la hora de la cena que esperamos como agua de mayo porque hoy solo hemos tomado caliente el desayuno. Nos pasan al comedor y nos sirven una cena aceptable y nos permitimos el lujo de celebrar la feliz conclusión de la jornada con una botella de vino de rioja y un suplemento de “fromage de brebi” (queso de oveja). Recogida de ropa y a descansar que hoy creo que nos lo tenemos bien merecido.

Mientras concilio el sueño, pienso en el buen día que hemos tenido y en la satisfacción que producen estas insólitas etapas. Además, hemos estado de suerte. Hoy la lluvia nos ha respetado, lo que ha contribuido a vivir el Camino con intensidad.

Buenas noches y hasta mañana.

Hoy no tenemos tanta prisa por salir. La etapa es de aproximadamente 11 km y sobre el papel no parece tan complicada como las dos precedentes, eso si el tiempo nos respeta como ayer. Además pensamos mandar por Correo los planos que ya no nos hacen falta para aligerar el peso de la mochila y la Oficinade Correos abren a las 08:30 horas.

A las ocho estamos ya desayunando en el mismo hotel y pagando la cuenta que en esta ocasión asciende bastante más que lo habitual (176 €). No se quedan cortos en pedir.

A las 08:30 horas ya estamos esperando a que abran la Oficina de Correos y una vez cumplida la misión, nos dirigimos a la salida del pueblo en dirección a la frontera española. Lamentablemente, el tiempo no está como para hacerse muchas ilusiones, el cielo está totalmente entoldado, con niebla sobre las cumbres y con pinta de llover de un momento a otro. Hay que ver lo voluble que es el tiempo por este lado de los Pirineos.

A 1 km de la Plaza de la Iglesia llegamos a la altura de una piscifactoría que queda a un nivel inferior al que mantiene la carretera. Poco después se acaba el asfalto y salimos a una senda que parece una torrentera y que se interna en descenso en un tupido robledal. Comienza a llover, no hay más remedio que ponerse los impermeables. El piso se encuentra muy resbaladizo por los regueros de agua y tenemos que descender con mucho cuidado. A pesar de la lluvia, el bosque nos parece encantador. Ya podemos escuchar el sonido de la corriente del río al que poco a poco nos vamos aproximando.

La senda termina 400 metros después en una carretera asfaltada que debemos seguir por la ribera del río. Llueve sin parar. En este nuestro peculiar Camino no nos podemos quejar de agua. Por otra parte, pienso en la caprichosa Naturaleza que ha dotado de tanta agua a la vertiente francesa de los Pirineos en detrimento de la española. El río que llevamos a nuestra derecha y que baja con tanta agua es realmente un erreka (arroyo) que lleva el nombre de “Baztán”, aunque no estamos en el valle del Baztán español. Seguimos la carretera dentro de un paraje de ensueño. De vez en cuando, algún coche aparcado en el arcén nos indica que se trata de pescadores.

Después de 2,5 km de carretera bajo la lluvia llegamos a un puente por donde salvamos el río, comenzando el ascenso por carretera zigzagueante hasta la altura de una granja donde termina el asfalto (750 metros desde el puente). Aquí estamos sin lograr localizar la continuación del GR-10. De nuevo surge la discusión. Juan no lo ve nada claro. Con la lluvia que cae, entiende que es una temeridad enfrentarse a la imponente montaña que tenemos ante nosotros. Mientras nos encontramos enzarzados en la discusión, aparece un coche que se detiene y del que descienden dos mujeres. Una vez más el amigo “Santi” que viene en nuestra ayuda. Al preguntarles por la “Ferme Esteben”, nos indican sin mucha convicción la granja de al lado. Es imposible. Solo saben que el GR-10 continúa por una trocha en ascenso directo a la montaña. Dudamos si seguir o retroceder, nos da miedo lo que nos podamos encontrar pues la montaña asusta tal como está el tiempo. al igual que la seguridad de la trocha. Al final nos decidimos. Hay que continuar y que sea lo que Dios quiera.

Comenzamos la ascensión por terreno rocoso. Mojado y por tanto resbaladizo. Vamos ganando rápidamente altura. Las francesas vienen pisándonos los talones. A 500 metros llegamos a un falso llano de donde parte una senda hacia arriba con unos rústicos peldaños con protección de barandilla compuesta por troncos y cabo. Es el acceso a la “Grotte d’Arpekosaindua” o Santo de la gruta, nombre dado en recuerdo de una divinidad ancestral del pueblo vasco que cree representada en una estalactita de unos 80 centímetros  situada al fondo de la cueva y que semeja una figura humana. También se le llama “Santo que suda” en razón del agua que transpira a lo largo de su cuerpo. Nos dicen las francesas que el agua que mana de esta gruta milagrosa cura las enfermedades de la piel. Para ello se debe colocar sobre el “santo” una prenda interior. Una vez empapada se vuelve a poner y a continuación se cuelga en la cueva donde queda absorbida la enfermedad.

Dejamos a las francesas subiendo hacia la cueva donde pensamos pondrán en práctica el ritual. Nosotros llevamos otras miras. Seguimos adelante en dirección a unos peñascos donde, según las francesas, existen unas buitreras. Efectivamente, unos buitres planean sobre nuestras cabezas. Pasados los peñascos la senda se complica. Ahora discurre por la inclinada ladera de un profundo barranco cuyo cauce hace de límite fronterizo. Hay que pasar por unas pedreras y salvar algunos riscos resbaladizos donde tenemos que poner los cinco sentidos y hacer uso de las manos para seguir adelante y todo ello con el riesgo de caída al imponente precipicio que tenemos a nuestra izquierda. Menos mal que los tres nos vamos ayudando para superar las dificultades. Sobretodo por mi parte pues me siento mas inseguro. En eso que aparecen dos senderistas frente a nosotros que vienen a paso ligero y se nos cruzan en un santiamén. Ahí se nota la agilidad de la juventud que todo lo puede. Con la lluvia y los continuos roces con las rocas nos estamos poniendo calados hasta los huesos. Pero el amigo “Santi” está ahí presente y hace de ángel de la guarda. Aparecen otro senderista maduro inglés cargado con mochila que toma sus precauciones en el descenso más peligroso aún. Estamos deseando llegar a lo más alto. Se nos hace eterna la travesía por esa senda inhumana. Gracias a Dios todo llega y alcanzamos por fin la máxima altitud entre la niebla y la lluvia  sin más novedad que el cansancio y la mojadura. Otro solitario senderista inglés cargado con un gran mochilón se dispone a iniciar la bajada. Qué Dios le proteja. Nos dice que lo que nos queda a la Ferme Esteben es prácticamente llano y sin dificultad alguna. Menos mal. Desde el inicio de la trocha hemos recorrido 2 km muy exigentes.

Miramos a nuestro alrededor con la esperanza de encontrar algún refugio donde guarecernos y mira por donde que a nuestra derecha aparece un corral techado y hacia él nos dirigimos. Debe formar parte de la Granja Cithabouron.(640 m). Gracias de nuevo amigo “Santi”. Los pies los tenemos ya completamente mojados y no digamos los pantalones. Una vez dentro del corral nos desprendemos de los chubasqueros y comemos algo de lo que llevamos. Yo me tomo una pastilla energética. Mientras, en el exterior llueve sin cesar. ¡Qué paraje más inhóspito!

No es cuestión de permanecer mucho rato aquí pues nos podríamos enfriar. Así que a enfundarse los chubasqueros y ¡ULTREIA! Pronto recuperamos las marcas y el sendero. Menos mal que el terreno es prácticamente llano como nos dijo el inglés pero está totalmente anegado. Con las botas chapoteando a cada paso, vamos siguiendo la línea fronteriza. Llegamos al mojón nº 82. Sigue el páramo. En menudo berengenal nos hemos metido.

1,7 km más adelante llegamos a una pista asfaltada, justo en el Col de Mehatché (716), donde se sitúa otro mojón junto a los restos de unos dólmenes. De momento ha cesado de llover. Aunque ya que mas da. Por la pista, vamos rodeando una colina y cuando llevamos 900 metros, justo donde la pista forma una curva cerrada, las marcas nos desvían por una senda que sale a la izquierda. Frente a nosotros ya podemos divisar sobre la loma opuesta una gran granja que debe ser la Ferme Esteben.

Comienza ahora una bajada por senda muy pedregosa. En el lado español advertimos una encrucijada de caminos. Llegamos de nuevo a la línea fronteriza que habíamos dejado en el collado y entre lindes alambrados, desembocamos en un barrizal mezcla de boñigas, tierra y agua putrefacta que no sabemos como superar. No hay forma de rodear. Las botas que se habían limpiado con la lluvia y la hierba mojada se nos cubren de nuevo de cieno hediondo, pues no hay mas remedio que atravesar el lodazal, no hay alternativa. Un senderista que viene en direcciòn contraria se las está viendo y deseando para pasar. Superado el obstáculo con el lodo hasta los tobillos, llegamos al Col des Veaux (Puerto de los Terneros). Y la verdad es que a tenor de los boñigos amontonados en el camino debe tratarse de un paso obligado para el ganado. Han sido 900 metros desde el desvío.

Ya por pista vemos a unos senderistas caminar por el PR-6 español. 600 metros después nos encontramos por fin ante la gran puerta de acceso a la Ferme Esteben. 100 metros más adelante llegamos al gran patio da de la casa principal. Son las 14:00 horas.

La dueña nos indica donde se encuentra la gîte d’etape. Una construcción independiente de la granja situada a unos 100 metros. Cuando llegamos a ella, el alma se nos cae a los pies. Nos quedamos de piedra. Para entrar, es necesario pasar por una pocilga. Y si deprimente es el exterior, qué decir del interior. Es un desastre. Las puertas chirrían sobre los goznes y no encajan en los dinteles. El dormitorio comunal, en deplorable estado, se reparten unas 8 literas de madera rústica en un ambiente cargado de humedad. En menudo sitio nos hemos metido. De los aseos ¡qué decir! Por lo menos para mí, imposible ducharme en el estado en que se encuentran y más aún con el agua helada. Pero ya estamos aquí y hay que apechugar con las consecuencias. Es el Camino que nos hemos impuesto y además, con el tiempo que hace, ¿dónde vamos a ir?

Después de cambiarme de ropa, extiendo el saco de dormir sobre uno de los camastros, me las arreglo como puedo para enjuagar las perneras de los pantalones en el lavabo y tiendo toda la ropa mojada en un tendedero que improvisa Pepe. Acto seguido me introduzco en el saco con dos mantas encima y pronto me quedo medio dormido. No obstante, Juan y Pepe, después de un rato de estiramiento de piernas, dicen que se van a la casa principal. Yo pienso que no está el tiempo como para andar paseando y me quedo solo en el cuchitril.

Entre sueños oigo el sonido de la lluvia que no deja de caer. Al cabo de un buen rato me despiertan balidos de ovejas que se aproximan, dando la impresión como que quisieran entrar. Espero que Juan y Pepe hayan cerrado bien las puertas. Las ovejas no cesan de balar sobretodo los corderitos. No hay quien duerma pero adonde ir… Por lo menos el saco y las mantas me mantienen caliente.

Después de un buen rato, aparecen Juan y Pepe con papeles de periódico con cuyas hojas rellenamos las botas y a las siete y media nos acercamos juntos a esperar la hora de la cena. Para llegar a la casa, es necesario atravesar una pradera convertida totalmente en un charco. Dentro del porche acristalado se está bien. Nos llega el calor de las chimeneas encendidas de la casa. Mientras estamos sentados esperando la hora de la cena, nos entretenemos con el deambular por el gran patio de los animales domésticos de la granja. Un pollo no para de pillar gallinas. Los patos a su aire por otro lado y los perros cubiertos de barro asqueroso correteando como si tal cosa. La dueña y un hijo llegan por el camino dirigiendo a las vacas a los corrales. Las ovejas ya deben estar a cubierto. Poco a poco todos los animales van buscando refugio para pasar la noche. El gallo, aun tiene tiempo de pillar a otra gallina mientras entra en el corral. Menudo fiera está hecho el gallo.

Llega la hora de la cena. Hay hambre. La “garbure” entra muy bien, caliente como está, y de segundo unas salchichas con tortilla a la francesa. Suficiente para recuperar calorías que las necesitaremos para pasar la noche.

Terminada la cena, nos hacemos con unos periódicos para reponer las hojas que estarán empapadas dentro de las botas y sin más dilación, a pasar el “charco”.

Una vez en el chamizo, cerramos como podemos las puertas desencajadas y no tardamos mucho en introducirnos en los sacos de dormir. Esperemos que no haya que levantarse mucho durante la noche. La verdad es que hoy no hemos tenido mucha suerte con la etapa, pero al fin y al cabo la hemos superado. Algunas veces, el Camino se muestra así de crudo. Si Dios quiere, mañana por fin estaremos en Ainhoa donde enlazaremos con el Camino del Baztán.

Buenas noches y hasta mañana.

Paso la noche al calorcito del saco de dormir y las mantas, procurando no levantarme más de lo estrictamente necesario. Como la etapa de hoy es corta y suponemos sin grandes dificultades, remoloneamos un poco más.

Después de recoger la ropa y las botas -algo húmedas todavía- y de lavarnos como los gatos, nos dirigimos bajo la llovizna a la casa principal. Aunque el cielo está completamente entoldado, hacia el valle se van vislumbrando algunos claros.

Hoy por lo menos partiremos con los estómagos calientes. La cuenta una vergüenza. Por dormir en el cuchitril 13 € por cabeza y por la comida y el desayuno 21 €. Pero en fin, de vez en cuando el peregrino debe asumir estos atropellos.

La granjera nos indica la salida y como era de suponer el camino está totalmente enfangado pero soportable. Sigue lloviznando. Caminamos hacia el norte por la ladera de una de las estribaciones de los Pirineos. Abajo el verde valle. A los pocos metros tenemos que salvar un barranquillo que bordeamos por un manantial que nace en la confluencia de vertientes. Es un paso algo delicado por lo resbaladizo de las rocas. Salvado el escollo, nos tropezamos con un hermoso ejemplar de roble en cuyo tronco está la marca señalizadota del GR, vamos bien.

Conforme vamos ganando terreno el tiempo va mejorando, menos mal. Algunos caballos nos salen al paso para saludarnos. A los 2,8 km llegamos a un collado donde concurren varios caminos. El nuestro está bien señalizado al frente. Comenzamos a descender por un hermoso robledal. El sendero se ha convertido en pista con la mejora consiguiente. Juan se anima a entonar sus cánticos mañaneros. Si todo sigue así, la etapa va a ser fácil.

Seguimos descendiendo hasta la altura de una casa donde el terreno forma otro collado (1,6 km desde el punto anterior). Nos adentramos por el camino que conduce a la casa, perdiendo la señalización. Hay que recuperar la pista que es el buen camino.

Ha dejado de llover. Ahora comienza un suave ascenso por la ladera desnuda de otra montaña hasta alcanzar un nuevo collado desde donde se abre el horizonte. Han sido 1,9 km desde la casa. La vista es impresionante. Hacia el oeste se alcanza a divisar el Mar Cantábrico, del que nos separan tan solo 20 km en línea recta. Incluso podemos ver un conjunto urbano alrededor de una bahía. Debe tratarse de San Juan de Luz. Nos tomamos unos minutos de descanso para saciarnos de panorama. Merece la pena y al mismo tiempo nos reconforta.

Menos mal que el sol va haciéndose ver a ratos entre las nubes. Seguimos por la pista a lo largo de una loma que sirve de pasto para los caballos que frecuentan estos parajes.

Llegando a un redil, comenzamos a rodear otra montaña en sentido contrario. Ya podemos ver muy cerca el pueblo de Ainhoa en el verde valle de la “Nivelle” que se extiende hasta el mar. A la altura de una antigua mina nos tropezamos con senderistas de fin de semana, los únicos que encontramos en la etapa. Son pocos los senderistas que se aventuran por el GR-10 y menos aún peregrinos.

A 2,5 km del punto anterior llegamos al Collado de las Tres Cruces donde está situado el Calvario. En un entorno despejado, sorprenden las tres cruces con las esculturas de Jesucristo y los ladrones en tamaño natural que casi superan la realidad. Las expresiones de dolor de los rostros y cuerpos retorcidos son sobrecogedoras. Ante las cruces, se extienden sobre el prado reproducciones de las estelas discoidales [1] más emblemáticas del País Vasco-Francés, relacionadas con un pasado ancestral aunque de origen controvertido y en las que se conjugan la sencillez de la forma y el abstracto labrado de la piedra. Junto al calvario se alza la ermita de Nôtre Dame de l’Aubépine (Nª Sra. del Espino) en memoria del lugar donde dicen que la Virgen se apareció a un pastor entre un matorral de espinos blancos. Por su similitud con la aparición de la Virgen en Oñate, también se la conoce como la Ermita de Nª Sra. de Arántzazu.

Después de pasar bastantes minutos contemplando el entorno y dando un último vistazo al Cantábrico, nos disponemos a reanudar nuestro Camino con la emoción de lo visto reflejada en el semblante. El pueblo de Ainhoa ya lo tenemos a tiro de piedra.

Comienzo en solitario el descenso por una carreterilla de asfalto bastante sinuosa y de gran pendiente. Juan y Pepe vienen a unos 100 metros por detrás. Voy contemplando una a una las 14 cruces del Vía Crucis que jalonan la bajada y que todos los Lunes de Pentecostés recorren los vecinos de Ainhoa y alrededores para participar en una Misa Solemne en la Ermita. De los 390 metros de altitud que se encuentra el Calvario hay que descender hasta los 125 metros de Ainhoa en un trayecto de unos 1,2 km.

Un poco antes de llegar al paso canadiense que dificulta tanto la salida del ganado como el paso de turismos nos reencontramos. Ya por terreno llano vamos recorriendo los 800 metros finales para acceder a la calle Mayor de Ainhoa, donde podemos ver con alegría sobre la pared de una casa, la flecha amarilla señalizadora de la “Voie du Baztán” (Vía del Baztán) que mañana nos dirigirá a España (sin palabras). ¡Qué ganas teníamos de ver una flecha amarilla!

Son las 11:30 horas cuando pasamos por la Iglesia Parroquial y poco después junto al gran frontón comunal desde donde parte una carreterilla a la izquierda por la que llegamos, tras 300 metros, a la “gîte dètape” dentro de las instalaciones de un camping.

La “gîte d’etape” nos produce muy buena impresión. Todo muy nuevo y limpio. Da la sensación de estrenarlo nosotros. Las literas disponen de almohada, mantas, un cubre colchón y una funda de almohada, ambos de usar y tirar. Y el precio 15 €. Bastante aceptable la relación calidad/precio. Somos los primeros en llegar, así que podemos elegir litera y con toda tranquilidad darnos una prolongada y reparadora ducha y aprovechar que disponen de lavadora y secadora para hacer una colada como Dios manda. Una vez tendida la ropa nos acercamos al pueblo para comer.

Encontramos un Restaurante cuya carta nos parece aceptable, el “Opaca” donde aunque comemos bien no es óbice para que sigamos añorando la comida española. La cuenta 79,10 € (incluido el vino denominación de origen de Rioja) que hoy nos hemos permitido el lujo de añadir al menú.

Terminada la comida, y en vista de que el tiempo parece haber mejorado y nos queda cuerda para andar, decidimos acercarnos a la frontera española en Dantxaria que dista unos 3 km. Allí podremos aprovisionarnos de víveres. Hoy, Pepe se compromete a prepararnos la cena.

Caminamos a lo largo de la calle Mayor que coincide con la carretera. Las casas, todas de gran semejanza, están perfectamente alineadas con la avenida. Construidas en estilo labortí, [2] (cubiertas a dos aguas simétricas con pronunciado alero, pulcramente encaladas y con las maderas de puertas, contraventanas, balcones y adornos pintadas de rojo), alguna de ellas muestran la enseña de la “ikurriña” en lugar prominente. no faltando alguna que otra alusión expresa a la identidad vasca. En el primer bar que encontramos abierto nos tomamos unos cafés que nos espabilen.

Salimos del pueblo siguiendo la carretera y a los 3 km entramos en las primeras casas de Dantxaria (la parte francesa). Estamos ansiosos por pisar tierra española que ya se intuye cercana. Se comienza a notar la presencia de muchos franceses que aprovechan los fines de semana para pasar la muga y hacer sus compras aprovechando el diferencial favorable de los precios, sobretodo del tabaco y bebidas alcohólicas, artículos de los que hacen gran provisión. Pasada la muga, nos encontramos en Dantxarinea (la parte española). Unos metros más adelante, llegamos a una rotonda presidida por dos rocas de rodeno de forma amorfa. En una de las caras aplanadas de la roca de mayor tamaño, destacan una flecha y una concha pintadas en amarillo y grabado en la roca, el mapa de Navarra atravesado por la “Ruta del Baztán” desde Bayona a Logroño con mención expresamente grabada de las poblaciones más importantes por donde pasa. En la roca más pequeña se puede leer “Camino de Santiago” tanto en euskera como en castellano y francés. Verdaderamente grandioso este hito del Camino que infunde ánimos al peregrino.

Un poco más allá, se encuentra el gran supermercado “Venta Peio”, repleto principalmente de franceses. En lo que nos atañe, nos aprestamos a realizar “la compra” pero con diferentes miras. Macarrones, carne picada, salsa de tomate, queso, lechuga, tomate, cebolla, algo de embutido, pan y unas cervezas. Hoy nos vamos a poner morados con los macarrones a la boloñesa complementados de una buena ensalada por tan solo 20 €.

Con el objetivo cumplido, tomamos el camino de regreso a Ainhoa. La verdad es que la carretera lleva mucho tráfico y los arcenes no tienen la anchura que desearíamos. Llegados a un desvío a la derecha, optamos por tomarlo para eludir el intenso tráfico. Cuando llegamos a una bifurcación, tomamos por intuición a la izquierda. Juan se nos adelanta al ritmo que a veces toma. No viéndolo muy claro, damos el alto a un coche que se detiene junto a nosotros. Preguntamos a la conductora si vamos bien para Ainhoa. -Van ustedes mal por aquí –nos contesta- se dirigen directamente al interior de la montaña. Deben retroceder y retomar la carretera. La buena señora, que lleva a sus hijos en el asiento trasero, se ofrece incluso a llevarnos pero solo hay plaza para dos. Le agradecemos su información y buena disposición. Juan va por delante a unos 200 metros. Por señas y gritos le hacemos comprender que nos volvemos. Nos llama por teléfono y se emperra en que vamos bien, que está oyendo el ruido del tráfico. Le decimos que nos han dicho que no y que nos volvemos. Al final nos reencontramos casi en la carretera. No hay más remedio que soportar el tráfico.

Sin más novedades, llegamos a Ainhoa y nos dirigimos directamente a la “gîte d’etape”. Nos encontramos con nuevos huéspedes, un matrimonio francés y una pareja de chicas. Nos tumbamos a descansar un poco. Al final la etapa se ha convertido en una normal en cuanto a kilometraje.

A las 19:30 comenzamos a preparar la cena. Pepe cuece los macarrones hasta darle el punto “al dente”, mientras yo preparo la salsa boloñesa y Juan la ensalada. A las ocho ya estamos dando cuenta de la comida. Todo de rechupete. Esto es lo que se llama comer bien.

Terminada la cena y una vez todo fregado y dejado tal como se encontraba, nos acercamos al pueblo a tomar café y buscar la salida de mañana. Ha quedado una buena tarde.

No encontramos ningún bar abierto, así que nos quedamos sin café. Mejor dormiremos. Al final localizamos la salida del Camino casi al final del pueblo, cuando la carretera forma una curva, la flecha nos dirige hacia una calle a la derecha que desciende hasta una plazoleta con un gran círculo enlosado. Seguimos de frente las flechas por una carretera secundaria por la que andamos unos minutos para verificar que las marcas continúan. Ya con la tarea realizada, es hora de retirarse a descansar en la “gîte d’etape”.

El matrimonio francés y las chicas, ya están encamados. Nosotros no tardamos mucho en hacer lo propio.

Mientras concilio el sueño, pasa por mi mente un trailer de lo que llevamos recorrido y lo bien que hemos superado los escollos pirenaicos. ¡Qué lejos queda ya Arrens-Marsous! Donde casi sin empezar estuvimos a punto de abandonar. Y qué decir de los buenos momentos disfrutados por la Voie du Pièmont. ¿Por donde andarán Marcelo, Christiane y Chantal, Claude y Richard? Éramos pocos peregrinos y a cada uno Santiago le ha designado su propio Camino. Y qué decir del amigo “Santi”. Mucho ha tenido que ver con el feliz desarrollo de nuestro Camino. Ahora tenemos por delante el Camino de Santiago del Baztán y nuestro “ángel protector” seguro que seguirá con nosotros.

Buenas noches y hasta mañana.

 

Ainhoa-Urdax (6 km)

Domingo, 15 de junio de 2008

Hoy no tenemos necesidad de darnos el madrugón. La etapa podría catalogarse como de transición, tan solo 6 km., prácticamente un paseo. En la Ruta del Baztán, hay que ir acostumbrándose a acomodar las etapas a los servicios que puedan prestarte en cada pueblo. No en todos los pueblos existe sitio para alojarte y menos aún albergue de peregrinos e incluso bar para poder tomar algo. He pasado el testigo a Juan en cuanto a la logística. El ya se ha encargado de reservar alojamiento en una Casa Rural de Urdax pues desconocemos si ya estará abierto el Albergue de Peregrinos.

Así que cuando son las 07:30 horas, hartos de dormir, nos levantamos para iniciar la jornada con toda la tranquilidad del mundo. Sobre las ocho y cuarto, nos encontramos saliendo del camping para dirigirnos al pueblo donde esperamos encontrar algo abierto donde poder desayunar.

Cubrimos los primeros 300 metros hasta el frontón comunal. Ningún bar abierto. Los domingos no suelen tener prisa en abrir. Ya tomaremos algo en la frontera.

Junto al frontón se encuentra la Iglesia Parroquial rodeada del antiguo cementerio que observamos muy bien cuidado. Entre las lápidas y cruces se entremezclan las estelas. Una de ella se alza como monumento en la acera de la misma calle.

Seguimos sin prisas la avenida principal que hace de travesía del pueblo y a unos 250 metros del frontón, justo donde la carretera inicia una curva, torcemos a la derecha descendiendo hasta la plazoleta del gran círculo de pavimento enlosado con piedra arenisca. De frente parte una carretera local a la derecha bien señalizada con flechas amarillas semejantes a las de la Vía del Pièmont. Hace una estupenda mañana de domingo para andar. Envueltos por la arboleda de la carretera que tira un poco hacia arriba, Juan no se resiste a entonar su “Gracias a la vida…”. El entorno se lo merece.

A unos 200 metros del inicio de la carretera encontramos una bifurcación, de nuevo una flecha amarilla nos indica, sin lugar a dudas, seguir por la izquierda. Estamos en plena campiña rodeados de fértiles huertas que rezuman verdor por todas partes.Tras alcanzar una loma ya tenemos al alcance de la vista las Ventas de Dantxarinea. Iniciamos el descenso. Tras pasar “rozando” la carretera general, entramos en el poblado de Dantxaria. Por una vieja callejuela atravesamos el poblado, cuyas casas denotan el paso de los años. Salvamos el arroyo fronterizo por un puente dejando atrás el territorio francés. Por fin en España. Frente a nosotros un gran Centro Comercial. Han sido 2,5 km los recorridos desde la “gîte d’etape”.

Rebasada la desierta Aduana, llegamos a la amplia rotonda en cuyo centro se eleva orgulloso, a modo de monolito, el gran hito señalizador del inicio en Navarra del Camino de Santiago por el Baztán. Comenzamos a descubrir las flechas pintadas de amarillo, tal como estamos acostumbrados a verlas en todos los Caminos de Santiago en España.

De esta rotonda parte la carretera que se dirige a Zugarramurdi, distante unos 4 km, donde se pueden visitar las famosas Cuevas del Aquelarre [1] .

Nosotros vamos a lo nuestro, buscar un bar donde poder desayunar que encontramos 600 metros más allá de la rotonda en el complejo de la Venta Peio en el barrio de Landibar. Tanto Dantxarinea como Landibar pertenecen al municipio de Urdax. La cafetería está llena de franceses trasnochadores que hartos de juerga han acabado con la bollería, solo te pueden servir cafés con leche y con no buenos modales, así que a buscar otro bar. Unos metros más adelante lo encontramos. Aquí el ambiente es más tranquilo. Hay mesas de sobra para sentarse. Juan y Pepe se piden sendas raciones de tortilla de patatas con cerveza. Sienten ansias de comer algo español. A estas horas, yo me conformo con el desayuno tradicional de café con leche y tostadas con mantequilla. Nos informan que a uno 200 metros el Camino deja la carretera. En el supermercado de al lado, nos aprovisionamos de jamón de York y queso para la cena. Con los estómagos agradecidos, reanudamos alegres la marcha entonando ese bello tema de Cecilia que nos sale del alma:

Mi querida España
Esta España mía,
Esta España nuestra
De tu santa siesta
Ahora te despiertan
Versos de poetas
¿dónde están tus ojos?
¿dónde están tus manos?
¿dónde tu cabeza?

Mi querida España…

Efectivamente, a unos 250 metros, sale un camino de tierra, bien señalizado con la correspondiente flecha amarilla, por la parte derecha de una casa frente a un restaurante. Nos internamos por el camino que discurre entre alambradas y setos unos 150 metros enlazando con una pista asfaltada que seguimos a la izquierda durante 25 metros para tomar otro camino de tierra que se dirige por la derecha hacia el arroyo Ugarana (mas bien un río para nosotros). Pronto se forma una bóveda con la frondosidad de robles y avellanos que flanquean el camino. Y de vez en cuando una flecha amarilla pintada sobre el tronco de algún árbol. Lástima que el piso se encuentre tan enfangado y que poco a poco va poniendo perdidas botas y perneras de los pantalones. A pesar de ello, da gusto caminar junto a la corriente del río envueltos por este maravilloso túnel de la Naturaleza y escuchando el rumor de las aguas.

Tras caminar unos 500 metros por la ribera, enlazamos con la carretera de acceso a Urdax por la que vamos bordeando un monte hasta una bifurcación 250 metros más adelante en el comienzo de una curva. Una flecha nos indica seguir por la carretera de la izquierda que continua bordeando el monte hacia el Caserío Iribere. A nuestra izquierda hermosos robles cubren la ladera y por la derecha el verde prado regado por el río Ugarana y a cierta distancia el pueblo de Urdax.

Lo primero que nos encontramos es un manantial que brota de la ladera canalizado con troncos secos formando pequeñas cascadas. Incluso hay un vaso para el que quiera beber. Muy chocante. Juan no se resiste a probar el agua. Poco después pasamos por un viejo lavadero comunal y enseguida un pequeño conjunto de casas que deben formar parte del Caserío Iribere.

Frente a una de ellas, nos llama la atención una cuidada parcela en la falda del monte en la que destaca una especie de choza que semeja un Portal de Belén con animales, incluido un pesebre. A su alrededor diversas figuras de cabras y cabritos, setas de piedra distribuidas por el césped y diversos elementos ornamentales fundidos con el paisaje en los que se combina con maestría de artista la madera y la piedra. ¡Qué bien está! Se queda uno extasiado al contemplar esa obra de arte tan natural. Un señor está asomado a la terraza de su casa observándonos. No tarda en presentarse. Se trata de Genaro, el creador de tan maravillosa obra de arte. Enseguida lo tenemos a nuestro lado explicando toda su obra. Es un famoso tallador en piedra y madera que de forma totalmente altruista pone a disposición del pueblo y sus vecinos su arte con la sola idea de embellecerlo. Está sobre los setenta y pocos años de edad. Le cuesta hablar en castellano, su mente piensa en eusquera. Ello no es óbice para que nos vaya explicando toda su obra aquí expuesta. No tenemos nada de prisa. Somos todo oídos. Hay que saborear esta riqueza que el Camino se complace en exponernos. Nos explica cada una de las figuras talladas en grandes losas de arenisca, a modo de alegorías relacionadas con las actividades propias del campesino. Tal como están expuestas, todas merecen su explicación. Una vez disfrutada toda su obra en piedra, nos pasa a mostrar un verdadero museo etnográfico bajo un porche. Aquí se encuentra toda clase de aperos de labranza y otras artes de maquinaria antigua. Una aserradora para cortar traviesas, un soporte para arreglar alpargatas, una máquina para hacer la “colada” utilizando las cenizas como blanqueante, etc. etc. Vaya paciencia ha tenido que tener el bueno de Genaro para coleccionar este valioso tesoro. Antes de despedirnos, nos informa que en la Iglesia del Monasterio tenemos a nuestra disposición un Albergue de Peregrinos que no hace mucho ha sido inaugurado. Le agradecemos su deferencia y nos despedimos muy contentos de haber tenido la ocasión de contemplar este hermoso museo al aire libre y conocer a su creador Genaro.

Seguimos nuestro Camino haciendo comentarios elogiosos sobre lo que hemos visto, pasamos ante una hermosa casa en medio de la huerta que alberga el Hotel Irgoienea y casi sin darnos cuenta estamos cruzando el puente sobre el río y entrando en el pueblo de Urdazubi/Urdax, a unos 750 metros de la casa de Genaro. Accedemos a la Plaza Mayor que hace de antesala del Monasterio de San Salvador [2] y su Iglesia. Un grabado sobre la piedra que sirve de estructura a una fuente junto al río nos da la bienvenida: “Ongi etorri Urdazubira” (Bienvenidos a Urdax). Intuimos las manos de Genaro en la construcción de esta fuente.

Siguiendo la recomendación de Genaro y aunque son las once de la mañana, lo primero que hacemos es acercarnos al Restaurante “La Koska” (La Huella) para reservar mesa. Hoy es domingo y hay que ser precavidos. Regresamos a la plaza y preguntamos por el Albergue de Peregrinos a unas vecinas que se encuentran charlando. Y mira por donde, que una de ellas es la encargada de las llaves. No tarda mucho en ir a recogerlas a su casa y volver a abrirnos la puerta del campanario. Un cártel anuncia que en estos días tiene lugar una Exposición de pintura en el claustro del monasterio. Nos guía al primer piso donde han habilitado dos de las galerías del claustro para Albergue de Peregrinos. Las literas están alineadas en una de las galerías al final de la cual se encuentran los aseos. La mayor parte de las almohadas y colchones están todavía precintados. Lo encontramos tan bien y acogedor que no lo dudamos, nos quedamos. El precio, 5 € cada uno. Ya puede Juan ir llamando a la Casa Rural para anular la reserva. La señora nos sella las credenciales y acto seguido nos hace de cicerone en la visita a la Iglesia. La Iglesia conventual de los Agustinos es grandiosa aunque necesitada de una urgente restauración, su planta actual data del siglo XV.

Terminada la visita, nos acomodamos en el Albergue, Una buena ducha y colada es lo preceptivo. Una vez aseados nos acercamos a la tienda que está en uno de los bajos de las dependencias del antiguo monasterio. Aunque es domingo abre por la mañana principalmente para despachar el pan y la prensa. Mientras charlamos con la atenta dueña, entra Genaro a por el pan. Se sonríe al vernos. Hablamos de lo poco que les queda de vida a estos establecimientos tan arraigados a la vida de todos los pueblos por pequeños que sean. Sus hijos viven en Pamplona y Zaragoza por lo que cuando ya no pueda atender la tienda no tendrá sucesor para ella. Es una lástima. La gente ya se ha acostumbrado a comprar en las grandes superficies. Ella prácticamente atiende las faltas. Le compramos arreglo para preparar una ensalada completa, lechuga, tomate, cebolla, atún, un poco de aderezo de aceite, vinagre y sal y pan que con el jamón de York y queso adquirido en el supermercado de Landibar nos servirá de cena, y leche, cacao y galletas para el desayuno de mañana. Le pedimos que nos lo guarde hasta la tarde. Sin problemas.

Hay que ir aproximándose al restaurante. Pasada la fuente observamos un caz por el que fluye agua del río que se dirige a un antiguo molino. Dicen que data del año 1715. Un poco más allá, junto a una plazuela se encuentra el restaurante. Como era de suponer está repleto de comensales, casi todos franceses, al olor de la buena comida y mejores precios, menos mal que hemos reservado.

Tenemos que esperar hasta las tres para que nos sirvan. Juan se pide un revuelto de setas y un solomillo de ternera; Pepe una ensalada especial de la casa y unas chuletas de cordero, mientras que un servidor, más pescatero que carnívoro, se decanta por unos chipirones salteados y una merluza a la “koska”, todo ello regado con buen vino de rioja. Hoy nos vamos a desquitar. Y bien que nos desquitamos, ha merecido la pena la espera. Todo muy bien cocinado y servido. La cuenta se sube algo, casi 130 €, pero qué más da. Se trata de nuestra primera comida en España. Como dicen por ahí. Un día es un día. Que nos quiten lo bailao.

Para ayudar a hacer la digestión, y como hoy no hemos andado lo que se dice nada, y aprovechando la buena tarde que ha quedado, nos vamos dando un paseo hasta las Cuevas de Ikaburu que distan poco más de kilómetro y medio del pueblo. No hay mucha gente para visitarlas. Como nos imaginamos no serán muy diferentes a las que ya tenemos vistas en otros lugares de la geografía española, declinamos la visita que dura aproximadamente una hora.

De regreso al pueblo, nos fijamos en las altas montañas que decoran Urdax asentado en una depresión del terreno (75 msm) y que mañana salvaremos por el Puerto de Otsondo (577 msm). Una vez recogida la “compra”, es hora de retirarse al Albergue a estirar las piernas, y esperar la hora de la cena. Todo un lujo para un peregrino estar alojado en el claustro de un Monasterio.

Buenas noches y hasta mañana.

 

Urdax – Elizondo (21 km)

Son las 06:30 horas cuando Juan toca diana. He dormido casi de un tirón. Desayunamos con la leche y las galletas que compramos ayer y a las 07:30 horas ya estamos dispuestos a iniciar la jornada. De momento el tiempo es bueno para andar, se ven algunas nubes desperdigadas por el cielo.

Cruzamos en sentido contrario al de ayer el puente sobre el río Ugarana y enseguida sale a la derecha un camino que se interna en un bosque de avellanos y plátanos orientales y discurre paralelo al río. Por terreno todavía llano pasamos junto a una calera en bastante buen estado de conservación. Un segundo puente y de repente, sin tiempo para calentarse, comenzamos a afrontar los repechos mas severos en busca del Puerto de Otsondo. Una curiosa señal de un bordón sobre una gran flecha amarilla pintada en el pavimento de cemento no da lugar a ninguna duda de que caminamos en la dirección correcta. La cuesta es dura y nos hace jadear. Cada uno a nuestro ritmo, vamos superando altitud. De los 95 m de cota de Urdax tenemos que alcanzar los 577 m del puerto en un recorrido de poco más de 4 km. Esto da una idea de la dureza de las cuestas y especialmente al inicio de la etapa se nota. Aprieto los dientes y adelante. Termina el pavimento de cemento pero sigue una buena pista de tierra que zigzagueando continua ganando altura. No sé de que forma, pero me doy cuenta que subo en solitario, Juan y Pepe se han quedado rezagados posiblemente han tenido que hacer alguna parada técnica. Unos caballos se presentan delante de mí. Los paso con precaución para no espantarlos. Por detrás ya veo a Pepe y Juan que se van aproximando.

A los 2,3 km del Monasterio y 324 m de altitud, pasamos junto al Caserío Ikatzatekoborda que dejamos a la izquierda entre una arboleda de fresnos y cerezos y un sotobosque de helechos. A partir de aquí, se suaviza la pendiente. Salimos a terreno mas abierto. Tras una curva vemos aparecer a lo lejos frente a nosotros la silueta cónica del Monte Alkurruntz. La pista comienza a descender suavemente y tras dejar un viejo bunker a la derecha, llegamos a un collado y un cruce. Siguiendo la indicación de una flecha amarilla pintada en el tronco de un pino, tomamos a la derecha.

Penetramos en un bosque donde se mezclan pinos y alerces. El paisaje es hermoso y el buen tiempo nos acompaña. ¿Se puede pedir más? Caminamos ahora por el bosque en llano. Nos encontramos a 445 m de altitud. Después de cruzar una pista forestal, la senda se encajona en ascenso por la vertiente de un barranquillo con mucha umbría que vamos bordeando hasta alcanzar una pista ancha. Pepe ha quedado algo retrasado. Tomamos la pista a la izquierda y a unos 20 metros salimos de ella por la derecha a través de una senda que va ganando rápidamente altura entre pinos.

A unos 300 metros de la pista y tras cruzar un portillo y unas escaleras, llegamos al merendero del Puerto de Otsondo junto a la carretera nacional. Hay fuente, mesas, bancos y servicios a la sombra de los pinos y un piso que parece una alfombra verde. Muy bonito y acogedor. Pepe no llega. Juan toca el silbato repetidas veces. ¿Dónde se habrá metido? Es extraño. Al final aparece entre los pinos y se explica. No ha visto la flecha indicadora de la senda que deja la pista y ha continuado por ella hasta que se ha dado cuenta que iba retrocediendo. En fin, gajes del oficio, ya estamos los tres juntos descansando y tomando agua y unas pastillas energéticas. Son las 09:00 horas. Sentimos fresco. No se puede permanecer aquí por mucho tiempo.

Descendemos hasta la carretera general, cruzándola y siguiendo por la carreterilla local que se dirige al Repetidor de Teléfónica en el Monte Gorramundi. Nada más pasar un paso canadiense se encuentra otro hito del Camino de Santiago parecido al de la rotonda de Dantxarinea pero más pequeño y que indica con una flecha la dirección a Amaiur (3 km). Ambos grabados llevan la firma del artista Cesáreo Soulé de Ariskun que junto a Genaro Fagoaga de Urdax se encargan de realzar el Camino de Santiago con sus obras de arte.

La flecha nos desvía por un sendero paralelo a la carretera que desciende por la ladera opuesta del Puerto de Otsondo para ir girando en fuerte descenso entre un bosque de alerces hasta salir a viejos prados invadidos por los helechos. Caminamos con el barranco a nuestra derecha. Nada más sobrepasar una haya solitaria hay que desviarse por una senda que sale a la derecha debidamente señalizada. La senda desciende formando eses y en unos minutos tenemos la oportunidad de tener una visión panorámica del extenso Valle del Baztán salpicado de caseríos entre verdes praderas, pinceladas de bosquecillos y regatas. Una de las mejores vistas panorámicas de la Ruta del Baztán. Es obligado un alto en el Camino para inundarnos de Naturaleza. Verdaderamente espectacular. Escenario a propósito para que Juan comience a cantar el “Gracias a la vida…” Pero hay que continuar aunque nos pese, no queda mas remedio.

Seguimos nuestro descenso, ahora entre un bosque de hermosos robles hasta alcanzar un caserío que dejamos a la izquierda y desde donde nos “saludan” unos perros con sus desaforados ladridos. Dejamos la pista de acceso al caserío y torcemos a la derecha cruzando un arroyo sobre unos troncos resbaladizos. Poco después, salimos a una pista de cemento. Prácticamente nos encontramos en el valle. El horizonte se abre hacia la carretera general.

Las flechas no dan lugar a dudas. Ahora la carreterilla discurre por el valle con unas preciosas vistas a la derecha y numerosos caseríos entre las praderas y huertas que se extienden como mosaicos hasta la carretera general. Para ser 3 kmlos que había desde el hito hasta Amaiur, nos da la sensación que estamos tardando mucho. Llevamos casi una hora caminando desde el hito. Nos cruzamos con un matrimonio de edad. Han salido a pasear, son los antiguos propietarios de un caserío que nos señalan. Está abandonado. Nos dicen que todavía nos queda más de un kilómetro para llegar al pueblo. Evidentemente el kilometraje grabado en la piedra está equivocado.

Ya podemos ver a nuestra izquierda, en lo alto de una colina, un monolito, sobresaliendo de las ruinas del Castillo de Maya, construido en memoria de los últimos combatientes navarros asediados en el castillo por las tropas castellanas, defendiendo la independencia de Navarra y que tuvieron que capitular el 22 de julio de 1522 tras siete días de ataques.

Poco después, pasamos ante una bella fuente de piedra y 400 metros más adelante, tras una cuestecilla, dejamos a la derecha la Ermita de la Virgen del Pilar, entrando en las primeras casas de Amaiur/Maya. Han sido casi 5 km desde el hito del Puerto de Otsondo. Son las 10:30 horas. Desde  Urdaz hemos andado 9,3 km.

Preguntamos por un bar donde almorzar . -No hay ningún bar abierto en el pueblo, el más cercano está a unos 3 km- nos informa un paisano. Además nos recomienda que sigamos por la carretera, el Camino debe encontrarse intransitable. En una casona al fondo de una plaza del centro del pueblo, donde está la posada, se ubica en el segundo piso el Albergue de Peregrinos.

El cielo se está cubriendo por momentos y no tarda mucho en ponerse a llover. No hay más remedio que pararse a enfundarse los chubasqueros y sacar el paraguas.

Salimos del pueblo bajo un arco, dejando la Iglesia y un crucero a nuestra izquierda. Tal como está el día y muy pesar nuestro, optamos por evitar los caminos embarrados y seguir por la carretera. Enlazamos con la general a unos 400 metros, siguiendo por ella durante 2 km. Aquí recuperamos las flechas amarillas que proceden de la alternativa de Urrasun. Nos desviamos a la izquierda dirección a Erratzu e Izpegui. A 200 metros, junto a unas naves industriales encontramos un bar-asador abierto. Llegó la hora de un buen almuerzo y esperar a ver si escampa.

Sin pensarlo y casi al unísono nos pedimos unos bocadillos de tortilla de txistorra. ¡Menudos bocadillos! Casi una barra de pan rellena de crujiente txistorra. Yo no soy capaz de terminarlo, Juan se encarga del resto. Me parece que hasta la cena ya tenemos bastante.

Gracias a Dios, ha dejado de llover. Tras pasar las naves industriales, giramos a la derecha y a 200 metros nos encontramos con un bonito puente medieval sobre el río Baztán que debemos cruzar. Merece una parada para tomar fotos. Ya estamos cerca de Arizcun, que podemos divisar un poco en alto. Por un carretil entre huertas y piso herboso y piedras sueltas, abordamos la población de Arizcun en pleno corazón del valle del Baztán (en este punto nos incorporamos al Camino que pasa por la Ermita de San Miguel).

A la izquierda queda el Convento de las Clarisas con fachada barroca muy llamativa. Por la travesía vamos admirando las hermosas casas con balconadas de madera muy floridas, pasamos junto a la Iglesia y las Escuelas con un esbelto tilo en el centro del patio, continuando hacia la carretera general. A 400 metros del tilo, la carretera forma una curva muy cerrada de donde sale la carretera hacia Aintzialde. Sin entrar en ella, 20 metros más arranca un desvío que enlaza con una calzada romana recientemente recuperada, descendiendo entre filas de árboles y ribazos hasta una regata que cruzamos por un puentecillo de piedras. Ascendemos por piso de piedras desgastadas y resbaladizas, saliendo entre viejos robles a la carretera de Aintzialde. Tomamos a la derecha y 100 metros mas adelante nos desviamos por la primera carreterilla que encontramos en descenso hasta la carretera general, saliendo a ella frente al Caserío de Dormintxinea.

Tomamos hacia la izquierda por el arcén de la carretera disfrutando de las vistas panorámicas que nos ofrece el Valle y el río Baztán que va jugando con la carretera. Cruzamos el río por un puente y a 650 metros una flecha amarilla sobre el arcén nos desvía a la izquierda por una senda repleta de vegetación que desciende hacia el río. Senda flanqueada de avellanos, y suelo de ortigas y helechos que discurre por la ribera en un entorno de gran belleza. Gracias que vamos con pantalones largos que impiden que nuestras piernas rocen con las ortigas. Llevamos la carretera casi de la mano derecha. Pasada una granja, el sendero se convierte en camino y después de haber recorrido 1 km desde el desvío entramos en el pintoresco barrio de Elbetea a tiro de piedra de Elizondo, pasando por la Iglesia de Santa Cruz. 400 metros mas adelante, enlazamos con la general y tras cruzar el puente sobre el Río Baztán, que a partir de Santesteban tomará rumbo norte con el nombre Río Bidasoa en busca de la frontera, entramos en las primeras edificaciones de Elizondo/Baztán, la capital del valle.

Siguiendo por la travesía que toma el nombre de Calle de Santiago, a 350 metros nos encontramos en unos jardines frente a la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol de construcción relativamente moderna en la que destacan las dos torres -una de ellas campanario-, a ambos lados de la fachada principal ornamentada con imágenes sobre azulejos policromados del Creador y los doce Apóstoles y con una estatua de Santiago peregrino presidiendo el atrio.

Una vez tomadas unas fotografías, continuamos por la Calle de Santiago, arteria principal del pueblo, buscando el puente que según nos han dicho hemos de cruzar para dirigirnos al Albergue Juvenil de Lekaroz donde tenemos reservado alojamiento.

Pasamos junto a la Plaza de los Fueros donde se ubica el Ayuntamiento y una vez cruzado el río, enfilamos la calle Braulio Iriarte, popularmente la “calle del Sol”,  hasta encontrar el sendero señalizado que entre huertas y arboleda enlaza con un carretil asfaltado que nos lleva hasta el Instituto de Lekarozen cuyas dependencias se haya emplazado el Albergue Juvenil. Desde la Plaza de los Fueros son 2 km. Hemos terminado la etapa. Prácticamente hemos recorrido de norte a sur la totalidad del Valle del Baztán.

Enseguida nos asignan una amplia habitación, donde se reparten seis camas, con balcón y vistas al campo de deportes. Como siempre, una buena ducha en los estupendos servicios que dispone el Albergue y colada. Mientras tanto, Juan llama por teléfono a Luis Mari, gran valedor del Camino de Santiago del Baztán, y quedamos para vernos en la Plaza de los Fueros una hora mas tarde.

Una vez realizados los “deberes peregrinos”, nos disponemos a acercarnos al centro urbano, donde nos encontramos con Luis Mari y juntos nos sentamos en una terraza junto a la Plaza de los Fueros. Es una pena que la fachada del Ayuntamiento se encuentre en obras. Con unas cervezas intercambiamos impresiones del Camino realizado hasta el momento y aprovechamos para felicitar a Luis Mari por la buena señalización del Camino, agradeciéndole la información facilitada que nos está siendo de gran utilidad. Lástima que haya tramos impracticables por el barro. Pero contra eso no se puede hacer nada. Si no fuera por el agua que cae, el valle no sería tan hermoso. Para la próxima etapa, nos aconseja hacer noche en Almandoz o la Venta de San Blas. Después de un buen rato de charla, nos entrega una guía del “Camino de Santiago por Baztán”, editada por la “Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Urdax-Baztán” y nos despedimos, quedando a nuestra disposición si fuera necesario, lo cual agradecemos de verdad.

Acto seguido nos acercamos a la Pastelería Malkorra que hemos visto al pasar por la Calle de Santiago, donde matamos el tiempo degustando unas buenas tazas de chocolate acompañadas de bollería. La tarde se está volviendo fría y no tarda mucho en ponerse a llover con ganas. No tendremos más remedio que tomar un taxi para volver al Albergue. Pero no es necesario, de inmediato recibimos una llamada de Luis Mari que parece como si nos hubiera oído y se ofrece a llevarnos en su coche al Albergue. Está en todo.

Llegados al Albergue, Juan se interesa por el Convento que se encuentra al lado, a cuya Iglesia bajaba de Zigaurre en sus tiempos de estudiante. Se encuentra abandonado –le contesta Luis Mari- creo que lo ha adquirido la Junta de Navarra para establecer una Escuela de Idiomas. Esta vez no le será posible a Juan visitar la Iglesia como hubiera sido su deseo.

En el Albergue nos encontramos con un enjambre de chiquillería. Debe tratarse de una excursión de colegiales. Arman un barullo espantoso por los pasillos. Todo son correrías entre gritos de un lado a otro.

La cena en el mismo albergue, aceptable. Para hacer tiempo nos quedamos viendo por televisión el partido del Mundial de fútbol entre Austria y Alemania pero es tanto el revuelo que arman los colegiales que no es posible centrarse en el partido, así que nos retiramos a dormir. Menos mal que los maestros se turnarán por la noche para hacer “imaginaria”.

Mientras concilio el sueño, no se me va de la cabeza el bello paisaje contemplado durante esta jornada. La verdad es que ha sido un acierto haber elegido este Camino.

Buenas noches y hasta mañana.

 

He pasado la noche de un tirón. Afortunadamente las “imaginarias” de los profesores del colegio han dado sus frutos. Ni un solo ruido por los pasillos. A las 7:00 horas ya estamos arriba. Por los ventanales observo que el cielo está encapotado y lloviznando. Es el pan nuestro de cada día. La lluvia se resiste a abandonarnos.

Bajamos a la recepción donde pagamos la cuenta (70,52 €) y mientras esperamos la hora del desayuno, nos sacan por Internet el recorrido entre Puente la Reina y Castellón (504 km y unas 5h 24m de trayecto en coche). A las 8 entramos al comedor donde nos hacemos unos buenos desayunos. Tras agradecer al personal del Albergue Juvenil la hospitalidad recibida nos disponemos a iniciar la jornada. De momento ha dejado de llover, menos mal.

Salimos hacia la izquierda pegados a la valla del convento hasta llegar a un cruce que tomamos a la izquierda en dirección a Irurita que ya tenemos a la vista en la falda de la montaña, destacando el campanario de la Iglesia. Caminamos felices entre fecundas huertas.

A 700 metros del cruce, cruzamos por última vez el Río Baztán y 800 metros  más allá entramos en Irurita enlazando con la carretera general a la altura de la Plaza Mayor. A la izquierda tenemos la Iglesia de San Salvador de considerables dimensiones con un imponente campanario de planta octogonal de estilo barroco.

Saliendo de la Plaza Mayor en dirección a Pamplona, a 50 metros enfilamos la carretera que sale a la izquierda y que señala a Berroeta. A unos 100 metros de pasar el puente sobre el Arroyo Ibur una flecha nos desvía a la izquierda por una senda que tira hacia arriba con dureza. Conforme vamos ganando altura el Valle del Baztán se nos va abriendo hacia el norte. De repente me veo solo subiendo a mi ritmo, Juan y Pepe no sé donde se habrán quedado, no es cuestión de esperarlos a media cuesta. Después de 700 metros de subida por una especie de torrentera encajada entre dos taludes, salgo a la carretera a la misma entrada del Barrio de Zigaurre dependiente de la localidad de Ziga, situado a una altitud de 325 metros lo que le convierte en un improvisado mirador del Valle del Baztán. Mientras espero la llegada de Juan y Pepe me da tiempo para saborear con avaricia tan espectacular panorámica. Elizondo, Lekaroz, Irurita más próximo… y todo rodeado de un mosaico de diferentes tonalidades de verdes.

Ya estamos los tres juntos. Una señora nos saluda desde la ventana de su casa, la primera de Zigaurre. Enseguida Juan entabla conversación. Tiene muchas preguntas en su mochila. Los recuerdos parecen amontonarse en su mente. Y es que consumió unos cuantos años de su juventud en este pueblo. Van surgiendo nombres de antiguos profesores, alumnos y anécdotas. Le vemos tan concentrado en sus recuerdos que pensamos que lo mejor es dejarle a su aire. Consideramos que son momentos muy íntimos que es obligado vivirlos a solas. Seguimos el Camino, Juan –le decimos- nos veremos más adelante.Tómate el tiempo que quieras.

Vamos subiendo por la travesía del barrio, pasando por la pequeña Ermita de San Andrés. Todos las localidades de este Valle tienen su encanto personal.

A 400 metros de la ermita, junto a la primera curva cerrada salen dos caminos tomando el de la derecha que tras salvar una regata por un puentecillo remonta la ladera hasta tocar 250 metros después de nuevo la carretera, ha sido un atajo. Unos 100 metros después llega una bifurcación. Un paisano se encuentra cortando varas de avellano para guiar las habichuelas. Por la derecha a Ziga-nos informa- de frente a Berroeta. Nosotros seguimos las flechas que nos dirigen a Ziga. Vamos por la carretera en descenso bordeando una colina y tras pasar el cementerio aparece la localidad de Ziga frente a nosotros. 300 metros más allá se tuerce a la derecha en dirección a la Iglesia que sobresale del centro del pueblo, una flecha nos desvía a la izquierda 50 metros más adelante, antes de entrar en el pueblo. 500 metros de fácil ascenso por camino asfaltado, salimos de nuevo a la carretera de Berroeta que tomamos a la derecha. Vamos caminando entre castaños, avellanos y otras especies arbóreas que alegran el recorrido.

A 900 metros, las flechas nos desvían hacia la izquierda por una pista cubierta de gravilla. Enseguida salimos a terreno despejado dejando el camino principal y tomando el camino secundario que sale a la derecha. Unos metros después llegamos a la altura de una granja que bordeamos y cuando el camino comienza a descender, a la vista de la localidad de Aniz, torcemos a la izquierda junto a una casa. A unos 100 metros, abandonamos el asfalto por un sendero herboso que sale a la izquierda y que desciende entre dos ribazos hasta salir de nuevo a la carretera de Berroeta, dejando atrás a la derecha Aniz.

Cruzamos la carretera, y enfilamos una senda que desciende con gran pendiente entre espesa vegetación, saliendo a la carretera de nuevo. Tomamos a la derecha. Unos metros después salimos de la carretera por una pista a la izquierda en ascenso que se dirige al cementerio. Una vez sobrepasada la tapia del mismo, ya tenemos a la vista la localidad de Berroeta, el piso se convierte en hormigón y en descenso alcanzamos la carretera. Unos metros después estamos entrando en el pueblo de Berroeta.

Nos dirigimos a la Plaza Mayor donde se encuentra el frontón cubierto. Es buen momento para hacer un receso y llamar a Juan que nos dice que está llegando a Ziga. Nosotros vamos a continuar porque el cielo se está poniendo de un color que no nos gusta nada.

Salimos de Berroeta por la derecha de un gran caserón aislado situado al sur de la plaza donde se sitúa el frontón y nada más pasar las últimas casas del pueblo nos damos cuenta de la cuesta que hay que descender para llegar al Valle del Marín que separa la estribación montañosa en la que nos encontramos, del macizo del Belate cuyo puerto se intuye en las alturas. La carretera general discurre por el valle y la localidad de Almandoz se divisa hacia la izquierda tras un alto viaducto por el que la carretera salva la depresión del terreno.

A la vista de tres chalets aislados en un prado, alcanzamos una carreterilla que desciende bruscamente y que enlaza con la carretera de acceso al pueblo desde la general. A la derecha sale un camino herboso protegido con una barandilla construida con troncos que es al que nos dirigen las flechas amarillas pero lo vemos tan embarrado y empinado que decidimos seguir por el asfalto hasta conectar con la carretera general imposible de atravesar por lo que seguimos a la derecha en busca del paso inferior por el que discurre el Camino. Una vez en él, no tenemos más remedio que ingeniárnoslas para saltar la barandilla de troncos, y con mucha precaución, salvar un talud y retomar el Camino. El paso inferior está completamente anegado de agua. Tenemos que hacer virguerías para atravesar la carretera general, saliendo a un sendero en descenso totalmente embarrado. Aún tenemos que pasar bajo la vieja carretera, saliendo a una pista en mejores condiciones. Nos hemos puesto las perneras de los pantalones, y no digamos las botas, perdidos de barro. Ya nos encontramos en el vallecillo.

Seguimos hacia el sur con el colosal viaducto frente a nosotros y otro más corto a nuestra izquierda. Una vez salvado el Arroyo Marín por un puente de hormigón llegamos a una borda y tras ella sale a la izquierda un camino herboso entre dos ribazos con restos de enlosado de piedra, signo inequívoco de un antiguo camino de herradura que debemos seguir hasta enlazar con la senda que penetra en la espesura del bosque.

A la vista de los impresionantes pilares del viaducto, la senda va remontando la ladera bajo un denso ramaje de robles, fresnos y avellanos por un piso cubierto de hojarasca y vegetación completamente mojada con la que nos vamos rozando a ambos lados de la senda y por si faltara poco, alguna que otra punzante zarza, que se clava a la ropa dificultando mucho la marcha. Para colmo de todos los males, comienza a llover con fuerza. Pero estamos tan empapados que ya nos da todo igual. Lo importante ahora es salir de esta maraña. La senda va serpenteando ganando altura. Hay tramos en que resulta muy difícil dar un paso. A trancas y barrancas vamos subiendo y avanzando hasta que por fin la senda se abre y salimos a un camino mas ancho con Almandoz al frente. Hemos superado la dificultad aunque totalmente empapados.

Ya por terreno llano y bajo la lluvia accedemos a buen paso al último pueblo del Baztán por una curva cerrada de la antigua carretera. En ascenso y tras dejar la iglesia a nuestra derecha, llegamos a un ensanche de la Calle Mayor donde se encuentra la Posada-Palacio Beola. Son las 11:30 horas. Una vez despojados de los chubasqueros buscamos refugio en el Hostal donde nos recibe un ambiente caldeado que se agradece. Ahora es cuestión de que la ropa se nos vaya secando sobre la marcha. En el exterior cae agua como chuzos de punta. Pensamos en como lo estará pasando Juan con lo que le estará cayendo encima. Menos mal que el tramo del bosque que hemos abierto a nuestro paso le va a permitir andar con mayor facilidad.

Ya con tranquilidad nos tomamos unos cafés bien calientes que ayuden a entonar nuestros cuerpos. Juan aparece a las 12:20 horas con el semblante radiante de felicidad a pesar del tiempo que ha tenido que soportar y que parece que no le ha causado mella y es que el paso por Zigaurre le ha reconfortado con creces. Ha podido revivir sus mejores recuerdos de juventud que tiene derecho a guardar para él. Es su Camino. Mientras esperamos la hora de la comida, pensamos que este Hostal también es un buen sitio para pernoctar, pero nosotros adelantaremos un poco la subida al Belate y nos quedaremos en la Venta de San Blas donde ya tenemos reservada habitación.

Después de una comida aceptable y de un poco de sobremesa, reanudamos el Camino cuando son las 14:30 horas. Aunque ha dejado de llover, se supone que el piso estará todo embarrado por lo que optamos subir el puerto por la carretera antigua.

Salimos de Almandoz hacia el sur del valle. A unos 800 metros, ante de la curva de acceso a la general, sale a la derecha el Camino que no vamos a seguir de momento. Seguimos la curva y atravesamos la carretera general nueva -que acaba de dejar atrás el túnel de Almandoz- por un paso inferior y por el firme antiguo comenzamos la ascensión al puerto. Vamos a buen ritmo ya que la pendiente no es muy severa. Juan como de costumbre se va adelantando poco a poco, Pepe en medio y yo detrás. Cuando llevamos 2,5 km de subida y ya con Juan muy adelantado, veo a Pepe que sale de la carretera y tras salvar un paso canadiense se interna por una pista en el bosque. Acaba de ver una flecha amarilla y la sigue, se ha cansado de asfalto. Juan va tan rápido que no se ha dado cuenta. Yo sigo a Pepe y nos internamos en un precioso bosque de robles y hayas que tanto abundan por esta zona. A unos 300 metros una flecha sobre el tronco de una haya nos desvía de la pista entrando en una senda herbosa que discurre por una vaguada hasta que llegamos a un punto que perdemos las flechas. Por intuición tomamos la directa por ladera. Ya tenemos próxima la Venta de San Blas. Yo me hago un poco de lío y voy a salir a unos corrales que me cierran el paso a la carretera. Toca retroceder por una trocha embarrada y por un portillo salir por donde sube Pepe. Ya podemos ver a Juan que se aproxima por la carretera. Ante su sorpresa, casi nos topamos con él. Estamos en la Venta de San Blas donde en el exterior nos está aguardando el matrimonio propietario de la Venta, Karlos y Xefe. Desde Almandoz han sido 4,9 km de carretera. Por el Camino señalizado hubieran sido 2,8 km, lo que supone un ahorro de 2 km aunque evidentemente esto lo acusará la pendiente. Estamos a 697 metros de altitud.

Nos descalzamos a la entrada pues las botas van completamente empapadas de agua y la ventera Xefe, muy atenta y locuaz nos guía a una habitación muy bien arreglada. Seremos los únicos huéspedes. Después de una buena ducha, la colada, tendido de ropa y del cuerpo –deberes obligatorios del peregrino-, nos damos una vuelta por los alrededores. Aunque hace bastante fresco, parece que las nubes se van desperdigando. Desde el privilegiado mirador que forma la amplia explanada de aparcamiento de vehículos, actualmente desierta, se divisa una bella panorámica del valle y de las laderas boscosas del Belate. Abajo la carretera, con los coches que parecen hormigas, entre la salida del túnel de Almandoz, buscando por el valle el enlace con el otro túnel, el del Belate, que perfora la montaña para pasar bajo el antiguo puerto. Aunque da gusto poder estar contemplando tan bello paisaje, el fresco aconseja buscar un acomodo más cálido que encontramos junto a la chimenea del comedor que la buena de Xefe se ha encargado de cargar de leña.

Mientras nos tomamos unas cervezas haciendo tiempo para la cena, entablamos una amena conversación con los venteros. A ellos parece no pesarles este aislamiento voluntario, con los caballos que crían y los huéspedes que a lo largo del año, principalmente en la temporada de caza, se acercan al lugar, les basta. Cuando compraron la Venta, ya sabían que la nueva carretera les iba a dejar casi sin clientela, pero lo tienen asumido, ellos se conforman con poco. Hablamos de lo humano y lo divino. De temas de actualidad, del temerario torero José Tomás, de moda en estos momentos. Xefe no entiende esa temeridad con la que se arrima al toro, que sobrepasa los límites de seguridad. Estamos a gusto con la pareja, ellos se ven necesitados de compañía y charlamos, charlamos… y casi sin darnos cuenta con el buen ambiente creado por el calorcito que desprende la chimenea, llega la hora de la cena. Xefe nos prepara un calentito puré de verduras que repetimos y jamón asado al Oporto para rematar con un exquisito requesón de la casa con miel.

Después de un poco de sobremesa, toca retirarse a descansar. Mañana nos espera la continuación del ascenso al Belate y hay que estar en condiciones para disfrutar de la etapa.

Buenas noches y hasta mañana.

En el remanso de paz de la Venta de San Blas hemos dormido como benditos. A las 07:15 horas, ya cansados de tanta cama nos vamos levantando y aseando y cargados con los bártulos peregrinos bajamos al comedor donde nos está esperando Xefe.

Mientras Xefe nos sirve unos espléndidos desayunos que vamos degustando sin prisas, nos cuenta como su marido prepara unos caracoles de su especialidad que exigen esmerada dedicación y paciencia. Tiene que lavarlos y purgarlos, luego sacar la molla uno a uno que una vez picadita y mezclada con jamón serrano, vuelve a introducir en los caparazones para finalmente cocinarlos. Los suele preparar para los cazadores que acostumbran a alojarse en la Venta durante la temporada de caza, a partir del 1 de octubre hasta el 15 de noviembre. Por aquí, se cazan palomas, becadas, corzos y algún que otro zorro del que se aprovecha solamente la cola para venderla por unos 18 €. Por su parte, Karlos nos da los últimos consejos para no extraviarnos en el bosque. ¡Qué amable pareja!

A las 08:35 horas, después de pagar la cuenta (110 €), nos despedimos de la amable pareja. Aunque todavía hace algo de fresco, se respira Naturaleza, el cielo aparece prácticamente despejado lo que augura un buen día. Menos mal, lo estábamos deseando.

Casi al final de la curva de herradura que forma la carretera, hay una fuente y junto a ella parte una senda entre dos ribazos por la que nos dirigen las flechas amarillas. Es un buen repecho de unos 150 metros que corta el “lazo” de carretera. Cruzándola, salimos a un camino en ascenso y tras pasar un portillo con escalera nos desviamos a la izquierda en diagonal por la ladera alejándonos poco a poco de la carretera. Por piso de hojarasca entre estiradas hayas que son la delicia del paisaje vamos ganando altura. Pronto pasamos junto a un cobertizo. La senda va zigzagueando y aunque la pendiente es severa, el solo hecho de contemplar el paisaje que la Naturaleza nos ofrece es suficiente para infundirnos fuerzas. Subimos como en volandas. Es maravilloso. Los rayos solares en su esfuerzo por traspasar el tupido bosque dan al entorno unas tonalidades de color indescriptibles formando unos contraluces que permanecerán en nuestro recuerdo mientras vivamos. Es un regalo de la Madre Naturaleza que hay que saborear con avaricia. Ambiente propicio para entonar las hermosas estrofas del Gracias a la vida. Este paradisiaco lugar se lo merece.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que, en todo su ancho,
graba noche y día grillos y canarios;
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bien amado.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
con él las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano, y luz alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano;
cuando miro el bueno tan lejos del malo,
cuando miro el fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es el mismo canto
y el canto de todos, que es mi propio canto.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.

Entre verso y verso vamos cubriendo los 900 metros que nos separan de un collado situado a una cota de 850 metros. A partir de aquí, el camino comienza a llanear por el monte. La arboleda es ahora una constante, seguimos atiborrándonos de paisaje. En suave descenso llegamos a un claro junto a una borda, por donde sale una pista a la derecha y otra de frente cerrada con un portillo. No localizamos ninguna flecha. No muy convencidos, tomamos la pista de la derecha que desciende y cuando nos damos cuenta que va a salir a la carretera, retrocedemos. Nos hemos equivocado en el cruce del que Karlos ya nos puso sobre aviso. Llegados de nuevo al claro por fin logramos ver una flecha amarilla algo escondida sobre el tronco de un árbol por la pista que sale enfrente. Tenemos que pasar un portillo y por piso muy encharcado proseguir a media ladera en paralelo a la carretera.

Después de unos metros bordeando la ladera, pasamos junto a unos corrales abandonados. El piso se hace más pedregoso y en algún momento hay que prestar atención con las rocas desprendidas. Nos dirigimos en suave ascenso a un barranquillo por donde mana abundante agua en cascada procedente de una regata. Tras la casacada, el agua fluye sobre las pulidas piedras del camino formando pequeños saltos de agua. ¡¡De postal!!.

A partir de la cascada, el camino salva el barranquillo hacia la derecha y comienza a ascender los pocos metros que quedan para salir al claro por un portal natural formado por dos esbeltos robles a ambos lados del camino. El de la izquierda, por su envergadura, debe ser el “Patriarca del Belate”. Parece como si nos hubiéramos despertado de un sueño. Desde el portillo han sido 1200 metros de bosque total.

Aquí comienza la calzada romana, que discurre por terreno desnudo, flanqueada a intervalos por losas puntiagudas y con un piso de prado empapado de agua por el que sobresalen restos de la antigua calzada. Estamos en lo más alto del puerto a 921 metros de altura. 100 metros de cota por debajo podemos ver la carretera desde donde un grupo de senderistas inicia el ascenso a la ladera. 700 metros después de salir del bosque, junto a las ruinas de la Ermita de Santiago, nos cruzamos con ellos. Son un grupo de estudiantes que, dentro de sus actividades escolares, hacen la clásica ascensión al Saioa. Se sorprenden de ver a unos peregrinos por estos parajes. Estaban convencidos que el único Camino de Santiago es el Camino Francés. Desconocían la existencia de este Camino. Después de un rato de charla, continúan su ruta despidiéndonos con un Buen Camino.

En este collado, decimos adiós al Valle del Baztán, que tan buenas vibraciones nos ha proporcionado, pasando al Valle del Ultzama.

Por un rústico portillo que debemos saltar con la ayuda de unas piedras colocadas al efecto, nos dirigimos en pronunciado descenso al Monasterio de Belate que tenemos a la vista al fondo del barranco junto al cauce del Río Ultzama en sus primeros metros de curso. Es una bajada formando eses por terreno desnudo, en la que hay que emplear todos los sentidos, pues el piso se encuentra muy resbaladizo por el barrillo. 500 metros más abajo enlazamos con la pista de acceso al Monasterio desde la carretera que tomamos a la izquierda y casi en llano lo alcanzamos 150 metros después.

El Monasterio de Belate comprende en la actualidad dos construcciones. A la izquierda se encuentra la Iglesia de una sola nave y portada románica cuyo interior –muy desangelado- podemos ver a través de una reja. Destaca una enorme chimenea y los contrafuertes. A la derecha está la otra edificación -recientemente restaurada que serviría como estancia de los monjes. Es un lugar muy solitario situado a 826 metros de altitud. Hacemos un pequeño receso para tomarnos unos tragos de agua aprovechando el tiempo que sigue siendo espléndido.

Reanudamos el Camino caminando por la ribera del naciente Río Ultzama durante unos 150 metros, salvándole por un puentecillo de hormigón, penetrando en nuevo bosque e iniciando el ascenso a la ladera por un atajo que sale a la derecha de la pista. De nuevo en la pista continuamos la exigente subida hasta alcanzar los 900 metros e iniciar un llaneo por otro espectacular bosque de hayas.

La pista a tramos se hace intransitable por el agua acumulada lo que nos obliga a caminar entre las hayas con el consiguiente peligro de pérdida. En algunos momentos, incluso nos vemos perdidos pero ahí tenemos al amigo Santi para sacarnos de los apuros. Da pena abandonar tan paradisiaco lugar pero como ocurre en la vida, todo llega. Comienzan a mezclarse los robles entre las hayas y a aparecer brezos y matorrales lo que vaticina la terminación del bosque para salir a terreno despejado entre tierras de labor.

Ya tenemos a la vista la localidad de Lantz a la que nos dirigimos en descenso por pista embarrada. Después de una hora de camino desde el Monasterio, entramos por una bocacalle de la Calle Mayor al pueblo de Lantz, seguimos la CalleMayor a la derecha. Son las 12:15 horas. Buen momento para buscar un sitio donde almorzar o comer y descansar. Siguiendo las indicaciones de un vecino, nos acercamos a “La Posada” donde nos atiende el posadero Peio que con cara de pocos amigos nos dice que durante la semana no acostumbran a servir comidas que deberíamos haber avisado. Ya lo saben en la Venta de San Blas –nos dice-. Es el único lugar donde podemos tomar algo ya que en Olagüe no hay nada. Así que, mientras nos tomamos unas cervezas, intentamos con diplomacia trabar amistad y pedirle que por lo menos nos pudiera preparar unos huevos fritos. Peio al final accede y como si de un mago se tratara, se saca de la chistera varios platos que por supuesto debe tener ya cocinados. Darme un tiempo para prepararos la comida. Pueden ser unas alubias y de segundo un bacalao al ajo arriero o unas patas de cerdo. Le pedimos que nos saque lo que le venga mejor a él. Nosotros nos conformamos con todo. Al final hasta nos vamos a hacer amigos.

Mientras prepara la comida, salimos a pasear un poco por el pueblo aprovechando la buena mañana de sol. De nuevo en “La Posada”, nos acomodamos en una mesa y nos disponemos a comer. Nos fijamos en los vistosos cuadros que adornan las paredes del bar-comedor. Todos ellos con pinturas representando a los personajes que salen en los famosos carnavales que tienen lugar en el pueblo, en todos los cuadros, la figura sobresaliente es un muñeco con los brazos en cruz que caracteriza al bandido Miel Otxin.

Peio, ya con cara sonriente, nos saca una fuente rebosante de alubias rojas humeando con un aspecto impresionante. Esto ya es la comida que estábamos esperando encontrar en Navarra y nos ha venido de la forma mas inesperada. Están tan buenas que repetimos dejando la fuente limpia como una patena. Y que decir del segundo plato, unos huevos fritos acompañados de un bacalao al ajo arriero soberbio. Al final hemos tenido suerte.

Durante los cafés, aparecen tres peregrinos franceses que vienen siguiendo nuestros pasos, un hombre y dos mujeres que piden  también alimento. Hoy han salido de Berroeta y a su paso por la Venta de San Blas, Karlos y Xefe ya les han puesto en aviso de nuestra presencia en el Camino. Ellos no tienen tanta suerte como nosotros, se tienen que conformar con unos bocadillos de tortilla a la francesa.

Peio nos recomienda que sigamos la carretera hasta Olagüe ya que el tramo de camino que deja el asfalto debe estar hecho un barrizal. No merece la pena –nos dice- total son unos 2,5 km hasta la carretera y 2 km hasta Olagüe. En una hora estareis de sobra allí. Después de pagarle la cuenta (37,2 €) –calidad/precio inmejorable-, nos disponemos a continuar. Los franceses todavía se quedan.

A 700 metros del pueblo cruzamos por un puente el Río Elzarrain y 1 km después de marchar por la margen izquierda del río, justo antes de iniciar la carretera una curva a la derecha, vemos las flechas que indican el desvío del Camino por una pista. Haciendo caso de la recomendación de Peio seguimos carretera adelante, que en medio de la curva cruza de nuevo el río por un puente, para salir a la carretera general 400 metros después.

Por un camino pegado a la carretera evitamos el peligroso tráfico de transporte pesado y 2 km mas allá estamos entrando en el pueblo de Olagüe cuando son las 14:30 horas.

Nos dirigimos a la plaza de la Iglesia donde nos descargamos las mochilas y esperamos a que Juan encuentre a Araceli para que nos proporcione las llaves de la Casa Parroquial donde esperamos poder pasar la noche. Al cabo de un rato, regresa en compañía de Araceli quien nos guía hasta la Casa Parroquialsituada justo por detrás de la Iglesia.

Cuando Araceli abre la puerta, nos quedamos de piedra. Está todo hecho una calamidad. Nos dice que podemos hacernos sitio en la planta baja o bien en el primer piso. La planta baja se utiliza como salón social donde la juventud prepara sus diversiones, no es el mejor sitio para ubicarnos. Subimos a la primera planta. Todo está manga por hombro, lleno de polvo y con trastos diseminados. Parece como si estuviera en obras interrumpidas. Es lo que hay nos dice la buena señora. Es el destino del peregrino, de vez en cuando hay que hacer de tripas corazón y aceptar la hospitalidad que nos ofrecen de buen grado la vecindad. Nos dice Araceli que está previsto la apertura de un Albergue en esta casa. Nos elegimos la habitación mas soleada con una balconada frente a la Iglesia. Por lo menos aquí hará menos frío. Araceli, muy atenta y disalachera se compromete a traernos una buena ensalada para cenar ya que no hay ningún sitio donde hacerlo o comprar en el pueblo.

Mientras tanto, aparecen los peregrinos franceses con un hijo de Araceli. También se quedan.

Ahora toca despejar la habitación, barrerla, fregarla y montar las camas que están amontonadas en la planta baja. Manos a la obra. Entre los tres, en poco tiempo apañamos un poco la habitación. Menos mal que la temperatura ambiente es buena. Ha quedado una tarde estupenda. Juan y Pepe se deciden a ducharse como pueden y a juzgar por los gritos que dan, el agua debe estar helada. Yo me resisto a hacerlo, no aguanto el agua fría y me lavo como los gatos. Toca ahora una siestecilla.

Cuando me despierto a las 6, me doy cuenta que estoy solo. Me arreglo un poco y salgo a buscarlos. En la planta baja, unos muchachos están alrededor de una televisión jugando al fútbol virtual con la “play station”. Pocas diversiones deben tener en el pueblo. Enseguida encuentro a Juan y Pepe que han ido a localizar la salida de mañana y a pedir las llaves de la Iglesia a Araceli. Hacemos tiempo visitando la sencilla iglesia y dar una vuelta por el pueblo.

A las 19:30 horas en punto, aparece Araceli con una fuente de ensalada con atún y huevos duros y un poco de pan. No encontramos palabras para agradecerle su deferencia. Si no fuera por ella no tendríamos nada que echarnos a la boca. Juan ha sabido bien ganarse su confianza.

Sin más dilación, sacamos una mesa y unas sillas en plena calle junto al “albergue”, y nos disponemos a dar cuenta de la completa ensalada. Hace una temperatura ideal. Incluso se puede estar en manga corta. Y pensar que ayer estábamos buscando el calor de una chimenea…. ¡Qué caprichoso es el tiempo por estos parajes! Se acercan unos paisanos sorprendidos por la escena. Nos explayamos a gusto con ellos, no hay prisa. Nos dicen que el pueblo ha cambiado mucho de un tiempo a esta parte. Antes había hostales, bares y tiendas, ahora no hay nada de nada. Es un pueblo dormitorio. Cualquier cosa que necesites te tienes que acercar a Pamplona. La verdad es que con la buena carretera que hay en media hora estás allí. En la conversación se siente la proximidad de Pamplona.

Terminada la tertulia, nos acercamos a la casa de Araceli para devolverle la fuente y pedirle la “cuenta”, pero no nos quiere cobrar nada. Dice que nos invita. Pues si que está bien-le decimos- encima que le hemos dado trabajo. Ante su empeño por mantener su invitación, no nos queda mas remedio que agradecerle lo bien que se ha portado con estos desconocidos peregrinos. Todavía le queda cuerda a Araceli para seguir conversando sobre el proyecto de Albergue de Peregrinos, el pueblo en general, Pamplona, su familia, etc. etc. La verdad que la Casa Parroquial es un sitio idóneo para Albergue. A ver si terminan pronto la restauración. El único inconveniente es la falta de servicios, pero sabiéndolo es una cosa que tiene solución. Es una habladora innata. No tiene prisa en despedirse Tenemos que despedirnos nosotros diciéndole que mañana nos queremos levantar temprano para llegar pronto a Pamplona, antes de que el calor apriete.

De vuelta al “Albergue”, encontramos a los franceses acostados y medio dormidos. No tengo mas remedio que molestarles para decirles que mañana saldremos muy pronto y que se encarguen ellos de dejar las llaves en casa de Araceli. Les deseo Buen Camino y buenas noches.

Ya en el camastro, no dejo de pensar en la bonita etapa vivida. La subida al Belate, los hayedos, la comida de Lantz y la buena gente, en especial Araceli, que nos ha acogido como si fuéramos de la familia.

Buenas noches y hasta mañana.

A las 05:00 horas nos vamos levantando. A pesar de las precarias condiciones del “albergue” he podido dormir. Lo que no vamos a poder es desayunar caliente, nos tendremos que conformar con las tabletas energéticas que por lo menos te aportan calorías en casos de apuros. Ya encontremos algún bar por el camino donde tomar algo caliente.

A las 05:45 horas ya estamos saliendo del “albergue” cuando aún es noche cerrada. En la fuente de dos caños de la desierta plaza, rellenamos las cantimploras y apoyados por las linternas enfilamos la carretera. Como Juan y Pepe investigaron ayer la salida, no hay problema de pérdida. El pueblo está sumido en el más absoluto silencio.

Después de pasar junto al Cuartel de la Guardia Civil, llegamos al paso inferior que atraviesa la carretera general a 500 metros del centro del pueblo. Seguimos adelante en dirección a Leazkue. Las flechas apenas se aprecian pero sabemos que siguiendo la carretera sin desviarnos llegaremos a Leazkue. La carretera discurre por un vallecillo en el que se vislumbran bancos aislados de niebla, lo que augura un buen día. “Mañanitas de niebla, tardecitas de sol”. 2 km más allá entramos en Leazkue donde, salvo el ladrido aislado de algún perro, impera el silencio. Comienza a amanecer en el horizonte. En las últimas casas termina el asfalto. Nos parece ver un transformador de luz en medio de un solar, es una referencia del Camino. Hacia él nos dirigimos. A su alrededor los matorrales impiden ver traza alguna de senda. Primeros momentos de duda. Pepe va hacia un barranquillo a la derecha y se decide a continuar por él. Juan y yo nos vamos hacia la izquierda donde localizamos la flecha amarilla que nos lleva a  una pista. Es el único camino posible y por él nos dirigimos. Pepe no contesta a nuestra llamada. Por la dirección que lleva el barranquillo no tendrá más remedio que salir a nuestro encuentro. Y efectivamente, pocos metros después nos reunimos.

Ya con la claridad del alba, continuamos en descenso suave por la pista y 1,4 km después estamos entrando en el poblado de Etulain. Tampoco vemos signos de vida en la calle. Y es que todavía no han dado las 7.

Después de atravesar el poblado, se sale a la carretera de acceso, una flecha nos dirige a la izquierda y 80 metros más allá, otra nos desvía a la derecha por un camino de rodadas. Comenzamos a padecer los efectos del barro. Primeros sufrimientos del día. Según nos metemos en el camino, el barro va haciéndose dueño del camino hasta llegar a un punto que parece imposible de pasar. De nuevo nos ponemos perdidos de barro. No hay más remedio que salvar el escollo con el barro y agua hasta los tobillos. No hay alternativa. Son 60 metros de desesperación. Menos mal que una nueva flecha nos saca por la derecha del lodazal. La senda se pierde poco después en un bancal con hierba alta que nos termina de mojar las perneras. Al otro lado del bancal advertimos una casa. Con esa referencia atravesamos el bancal. En la casa recuperamos las flechas saliendo a una pista por la que salvamos un riachuelo por un puentecillo en cuyo pretil hay pintada una flecha. Nada mas cruzar el puente, otra flecha nos desvía hacia un murete que debemos saltar. Estamos en otro sembrado. Seguimos el murete hacia la izquierda hasta encontrar un camino de rodadas que sigue el curso del río pero ya con mejor piso. 200 metros más allá pasamos un portillo a la altura de una piscifactoría que da la impresión de estar abandonada. Continuamos el curso del río por camino mejor y tras recorrer 300 metros pisamos el asfalto en una urbanización de chalets. Son los Chalets de Burutain. 150 metros después desembocamos en la carretera de acceso a Burutain que seguimos en dirección al pueblo y antes de cruzar el puente nos desviamos por una pista que 800 metrosdespués sale a la carretera general. Hemos superado la primera dificultad de la jornada.

Después de andar 300 metros por el arcén, las flechas nos desvían por una senda que sale a la derecha por el mojón K15. Nos dan deseos de continuar por la carretera, pero el tráfico de vehículos nos asusta y preferimos seguir las flechas. La senda, más bien una traza apenas perceptible, discurre por la ribera del río, por terreno muy irregular y mucha vegetación. De nuevo el barro hace acto de presencia. No nos libramos tan fácilmente de él. Es muy duro andar en estas condiciones y más aún entre zarzas y maleza. Se avanza poco. Tras pasar una escombrera, 400 metros después salimos al firme de una carretera en construcción y unos metros más allá a la carretera entre Ostiz y Latasa que tomamos en dirección a Ostiz. Tras cruzar el puente sobre el Río Elzarraín, unos metros antes de su desembocadura en el Río Ultzama, las flechas nos dirigen hacia una senda que sale a la derecha. Juan prueba a meterse por ella pero regresa enseguida. Está totalmente enfangada y llena de maleza. No es cuestión de padecer más. Ya está bien por hoy. Lo que deseamos en estos momentos, es encontrar un bar donde tomar algo caliente que entone nuestros cuerpos. A ver si tenemos suerte en Ostiz. Solo llevamos 8 km recorridos y hay que ver lo largo que se nos ha hecho. Gracias a que nos acompaña una mañana espléndida.

Lamentablemente, no encontramos ningún bar en el pueblo. No hay más remedio que resignarse y continuar. Nada más pasar la Iglesia, descendemos por una pista que se da de bruces con el Río Ultzama. De nuevo recuperamos el curso del río que casi hemos visto nacer en el Monasterio de Belate y que en este punto lleva gran cantidad de agua. Volvemos sobre nuestros pasos y a unos 20 metros localizamos la senda por donde sigue el Camino. Es una senda muy estrecha y cubierta de hierba que discurre entre las alambradas, lindes de huertas, y el río. Dudamos si tendrá salida. Por inercia la seguiremos mientras podamos. En el peor caso, nos iremos hacia la carretera que tenemos a la vista 200 metros a la izquierda. La verdad es que es un tramo encantador acompañados por el rumor de la corriente del río. La senda va mejorando la traza. Después de cruzar unos pastores eléctricos salimos a una chopera donde comienza una pista que asciende hasta la carretera a la altura del puente de acceso a Enderiz. Han sido 900 metros desde el arranque de la senda. Bajo una marquesina, Juan se cambia los calcetines totalmente empapados de agua. Preguntamos a unos paisanos por algún bar y nos dicen que el más próximo está carretera adelante a unos 2 km. La verdad es que notamos los estómagos vacíos, son casi las 09:00 horas, hoy nos está costando mucho avanzar, así que sin pensarlo dos veces eludimos el Camino señalizado que sigue por Endériz y continúa por la ladera del monte. Entendemos que esta etapa es la más intrincada de la Ruta del Baztán en cuanto a su trazado y que obligará a los mantenedores a un mayor esfuerzo para conservarla lo más espédita posible.

Por el arcén de la carretera general, con el calor que comienza a hacerse notar y el ruido del tráfico pasamos el caserío de Osabide con su ermita y hacemos los 2 km que nos separan de la gasolinera donde se sitúa el Hostal Lorenzo, justo en el punto kilométrico 12. Parada y fonda. Antes de pasar al interior del restaurante, Pepe y yo aprovechamos para hacer el cambio de calcetines y plantillas.

En el bar del Hostal nos atienden muy bien. Como llevamos hambre pedimos unos pinchos variados con unas cervezas, rematados con unos cafés y cruasanes. Con los estómagos contentos reanudamos el Camino siguiendo la carretera. Ahora si que vamos ganando terreno con facilidad. Medio kilómetro más allá dejamos el poblado de Olave a la izquierda y 1,5 km después, estamos entrando en la localidad de Sorauren.

A la altura de la Iglesia, cruzamos un bonito puente, enlazando con el Paseo Fluvial que nos llevará, siguiendo el cauce del Río Ultzama, directamente a Pamplona. Ya nos vemos casi en la meta de hoy. Un cartel nos informa que hasta el Puente de la Magdalena tenemos 11 km, es decir, unas dos horas.

Es un paseo agradecido, por la arboleda que encuentras a tu paso y el frescor que emana del río que llevamos a nuestra vera. Me adelanto con Juan mientras Pepe hace una parada técnica. Como hace buen día, el paseo se ve muy concurrido. Nos cruzamos con un grupo numeroso de colegiales que van en bicicleta. El calor va en aumento. El hombro izquierdo comienza a molestarme. ¡Vaya por Dios! En cuanto sube la temperatura, lo acuso, es mi punto débil. No puedo seguir la marcha endiablada que impone Juan y le dejo a su aire. Me pide las credenciales para sellarlas en Trinidad de Arre. En un área de descanso me descargo la mochila a ver si se me pasa el dolor mientras espero la llegada de Pepe.

Pepe llega al poco rato acompañado de un paisano y ya juntos reanudamos el Camino. Durante 1,9 km vamos por la ribera derecha del río hasta el encuentro con la carretera de Berriouso donde hay que cruzar un puente para continuar por la ribera izquierda. A 900 metros salimos a la carretera de acceso a Arre y rodeamos el Polígono Industrial durante 1,2 km. Al salir de él, cruzamos un puente y nos desviamos a la izquierda siguiendo el curso del río que forma una gran curva. A 1 km llegamos al puente medieval de Arre que debemos cruzar. Después del feo polígono industrial es lo único interesante que encontramos. A 500 metros cruzamos por un paso inferior la carretera general y otros 400 metros enlazamos con el Camino Francés, por donde comienzan a llegar peregrinos. Unos metros después estamos ante el emblemático puente de Trinidad de Arre. Sobre el puente nos está esperando Juan que nos llama. Siguen llegando peregrinos.

En este punto la mayoría de los peregrinos cruza el puente para entrar a Pamplona por Villaba y Burlada. Nosotros vamos a seguir el Paseo Fluvial. Pensamos que será más agradecido que ir por la ciudad. Recuerdo que en mi primer Camino se me hizo muy pesada la travesía y más aún con calor. Juan nos dice que no ha sido posible acuñar las credenciales, no ha encontrado a nadie para estampar el sello.

1 km después el Río Ultzama termina su curso confluyendo con el Río Arga que a partir de ahora será nuestro compañero. Vamos bordeando los barrios de Villaba y Burlada. Nos adentramos entre los jardines y arbolado del Parque de la Nogalera que amortiguan con su sombra los efectos del sol. Poco después, pasamos delante de un complejo deportivo en cuyas piscinas oímos mucho bullicio. Las deben haber abierto como mucho ayer, aprovechando el buen tiempo. En cuanto hace calor la gente se ha anima a pegarse un baño y tomar el sol, sobre todo en esta parte de España donde el clima es más crudo. A nosotros también no nos vendría nada mal,  por lo menos el baño.

A 1,8 km de la confluencia de ríos, ya rebasados los barrios, cruzamos la carretera continuando por la ribera con la vista de Pamplona un poco en alto al otro lado del río. 2,2 km después estamos frente a otro hito jacobeo: el Puente de la Magdalena. Son las 12:30 horas y hace mucho calor. Han sido 11 kmde paseo fluvial desde Sorauren. Estamos en Pamplona.

Por el foso de las murallas entramos en Pamplona por el Portal de Zumalacárregui adentrándonos en el casco viejo por la Calle del Carmen, y 350 metros después, tras pasar por delante de la Catedral, llegamos al Albergue de Peregrinos de la Calle de la Compañía cuando son las 12:45 horas. Aquí nos espera la consabida cola de peregrinos. Yo únicamente necesito sellar la credencial pues hoy tengo cama en casa de mi hermana Margarita. Me despido de Juan y Pepe hasta mañana. Quedaremos por teléfono.

Tomo el autobús que me lleva directamente al barrio donde reside mi hermana que me está esperando en la parada. Son momentos de alegría, prácticamente he concluido el Camino de este año. ¡Qué lejos quedan ya los Pirineos!

Después de reposar la comida en un confortable sillón, me acerco con mi hermana al centro de Pamplona para comprar algún recuerdo. Se nota mucho ambiente por la calle y es que las Fiestas de San Fermín las tenemos ahí a la vuelta de la esquina. Nos sentamos en una terraza de la Plaza del Castillodonde observamos el gran ambiente que se vive en la plaza repleta de ciudadanos que se divierten bailando jotas alrededor del kiosco de música mientras saboreamos unas frescas cervezas. Saludo a los peregrinos franceses, que dejamos durmiendo en Olagüe, que pasan ante nosotros y poco después a Juan y Pepe que no tenían más remedio que aparecer en cualquier momento. Quedamos en vernos mañana a las 08:00 horas en Cizur Menor.

Cuando llega la hora, cena especial con mi hermana en el Restaurante Otano de la Calle San Nicolás y a regresar a casa donde me espera el frescor de las sñabanas de una buena cama. La verdad es que la estaba echando en falta.

Buenas noches y hasta mañana.

He dormido como un lirón. A las 07:00 horas comienzo a levantarme y después de un buen aseo y de recoger la ropa que despide un agradable olor a suavizante, me dispongo a tomarme el desayuno con mi hermana Margarita. Un copioso desayuno casero, que me infundirá fuerzas para unos cuantos kilómetros.

Me llama Pepe por teléfono. Van por la Universidad cuando se ha dado cuenta que se ha dejado ropa en el Albergue, así que regresan a recogerla. Es un pequeño contratiempo pero hoy no tenemos ninguna prisa. Estamos en la última jornada de Camino y podemos permitirnos cualquier demora.

A las 07:45 horas mi sobrina Arasteh me lleva en su coche, en compañía de mi hermana, a Cizur Menor donde debo aguardar a Juan y Pepe. Llega la hora de la despedida y agradecimiento familiar. Ahora debo imbuirme de nuevo en el Camino.

A tenor del cielo totalmente despejado, hoy tendremos un día fabuloso, aunque me imagino que el sol calentará lo suyo conforme vaya ganando altura. Durante la espera, comienza el rosario de peregrinos su desfile frente a mí. Esto no es ni el Piamonte ni el Baztán, es simplemente el Camino Francés por el que mayoritariamente se decantan los peregrinos. La espera se hace larga. Nueva llamada de Juan. Ya han salido del Albergue y vienen hacia aquí. Les digo que voy delante haciendo Camino sin prisas y que si no me alcanzan antes, les estaré esperando en el Alto del Perdón.

Siguiendo el rebujo de los peregrinos voy saliendo de Cizur Menor con la mirada puesta en el Alto del Perdón a lo lejos. 500 metros después ya estoy en plena verde campiña, muy bonita con diversos rangos de verdes que inundan como alfombras la llanura. Da gusto respirar el aire puro de la mañana. Llevo peregrinos por delante y por detrás. Desde luego, hoy no me voy a perder. A 2 km de Cizur Menor se cruza la carretera de Galar, un pueblecito aupado en una loma y que paso a paso voy dejando atrás a mi izquierda.

1,5 km envuelto en campos de cereal que hago a un ritmo mas bien lento y llego a una zona junto a un arroyo con mucha vegetación y arboleda que forma un estrecho túnel de frescor que se agradece. Después de bordear el arroyo llego a la Charca de Guenduláin rebosante de agua. Todo un oasis silvestre en medio de los campos de cultivo. Un poco retirado a la derecha queda el caserío de Guenduláin prácticamente abandonado, donde en su día hubo un Hospital de Peregrinos y en la actualidad tan solo quedan como recuerdo las ruinas de la Iglesia de San Andrés y del palacete de los Condes de Guenduláin.

Tras salir de este acogedor paraje, comienzan los primeros repechos antes de llegar a Zariquiegui. Me llama la atención un peregrino acompañado por una chica muy joven que aparenta ser su hija y que lleva el equipaje en el bastidor de un carrito de la compra, a veces tirado por él y cuando el firme se pone malo lo pliega para llevarlo colgado, un poco incómodo me parece.

El calor comienza a hacerse notar. Un poco antes de llegar a Zariquiegui, encuentro a unos peregrinos reposando en un banco tras un fuerte repecho. 2,2 km después de la charca, estoy entrando en Zariquiegui donde en la placeta de la Iglesia me descargo de la mochila y me tomo un descanso mientras me tomo una pastilla energética y unos dátiles que me ha dado mi hermana y haciendo tiempo a que se aproximen mis amigos. Otros peregrinos van llegando y hacen lo propio. Una joven peregrina con mochila violeta, a la que trata de ligar un joven peregrino valenciano se descalza para cambiarse de calcetines. También está aquí el peregrino del carrito con su hija. Y es que éste, es un lugar idóneo para descansar antes de afrontar el tramo más exigente de subida al Alto del Perdón. Llamo a Juan para saber por donde van. Bromea diciéndome que van perdidos. En fin, parece que ya se le ha olvidado el percance de Pepe. Deben venir a todo meter. A mi ritmo, seguiré haciendo Camino.

Se sale de Zariquiegui por una pista que nada mas salir, sin tiempo para respirar, comienza a empinarse. A 600 metros sale una trocha a la izquierda por donde una flecha me dirige, en realidad es un atajo que evita un lazo de pista. Por la ladera de la montaña voy ganando altura. Ya tengo a tiro de piedra la fila de molinos eólicos que corona la sierra y cuyo zumbido hoy no llega, están parados. Un paisano se afana por recolectar caracoles a la vera del Camino. Buen año de caracoles –me dice- ha llovido mucho. Los más apreciados son unos de color amarillento. Yo sigo a lo mío que es tratar de llegar a lo alto.

A casi 2 km de Zariquiegui dejo a la izquierda la Fuente Reniega también llamada de la Teja. Buen sitio para refrescarse. De hecho varios peregrinos están en ello. Y 200 metrosdespués llego sin problemas al Alto del Perdón “donde se cruza el Camino de las estrellas con el de los vientos” según reza una leyenda sobre las siluetas enfiladas de unos peregrinos y sus cabalgaduras que forman parte de un monumento hecho de chapa de hierro. Estamos a 750 metros de altitud. Efectivamente, las aspas de los molinos están completamente paradas. Es raro que no sople ni la más ligera brisa. Son las 10:00 horas y el calor apretando.

Junto a una caseta frente al monumento, ya se encuentran algunos peregrinos y otros que poco a poco van llegando renqueando. Ahí llega sola la chica de la mochila violeta. Parece que se ha deshecho del “moscón” y se sienta sobre la hierba tras las siluetas del monumento contemplando la vasta llanura que se extiende hasta Pamplona. Un matrimonio con sus dos hijos de Alcoy que aprovechan la parada para zamparse unos bocadillos y unos melocotones de Gorga (un pequeño pueblo próximo a Alcoy, donde una sobrina mía tuvo una farmacia). El peregrino del carrito con su hija que resultan ser mejicanos y los dos que estaban refrescándose en la fuente que son murcianos. En total seremos unos 15 peregrinos. Un dominicano va repartiendo folletos de un Albergue de Peregrinos privado de Puente la Reina del que hace publicidad. Comienza a palparse el negocio inherente al Camino.

Al poco rato, aparecen más frescos que una lechuga Juan y Pepe. Y es que con el camino y montañas que llevamos bajo nuestros pies, esta subida les habrá parecido una “mariconada” como acostumbra a decir con cierta guasa Juan. Y casualmente lo afirma nada más llegar junto a mí.

Tras un rato de conversación con los demás peregrinos, reanudamos el Camino, ahora en descenso por la ladera opuesta, a la vista de la extensa llanura más accidentada que la de la otra vertiente, donde se enfilan las poblaciones de Uterga, Muruzábal y Obanos y un poco a la derecha, casi imperceptibe, Puente la Reina.

El descenso se hace a veces peligroso debido a los chinarros y piedra suelta esparcida a todo lo ancho y largo del camino. Se va perdiendo altura con rapidez. Hay que estar muy atento para evitar los resbalones. 1,3 km más abajo termina la pendiente más exigente dando paso a un camino entre campos de cereal. La pendiente se suaviza bastante y el caminar se hace más agradable.

A las 11:00 horas estamos entrando en Uterga a 3,7 km del Alto del Perdón. Es hora de buscar un sitio donde almorzar. Lo encontramos en el bar de un Albergue Privado situado a la salida del pueblo. Pedimos nuestro plato favorito: tortilla de patatas regada con unas cervezas –que hoy apetecen bien frescas- y que nos sabe a gloria, está recién cocinada, sabrosa y jugosa. Unos cafés son el complemento perfecto para digerir la tortilla.

A la salida del bar, nos topamos con un holandés de edad avanzada, extremadamente enjuto y nervudo y con atuendo deportivo que llega corriendo. Nos dice que vuelve de Santiago de Compostela y se dirige a su casa en Holanda de esa guisa y corriendo. Añade que ha sido campeón mundial de maratón. Es preceptiva una foto en su compañía. Es raro encontrar a una persona así durante el Camino. Nos extraña el escaso equipaje que lleva, suponemos que irá por otra vía.

Saliendo de Uterga, y con los estómagos contentados, comienzan los cánticos. El “Gracias a la vida” no puede faltar en el repertorio para luego continuar con pasodobles, mejicanas, arias de zarzuela y otras canciones populares. Alcanzamos a la muchacha de la mochila violeta que nos sonríe al vernos tan cantarines. Aunque viene algo tocada de las rodillas, se anima a acompañarnos. Se llama Gloria, natural de un pueblo de Lleida. Es veterinaria y ha hablado profesionalmente con una colega suya, Nohemí con la que Juan y un servidor tenemos vínculos de amistad desde una reciente “tournée” por Argentina. Casualidades del Camino.

Entre canto y canto llegamos casi sin darnos cuenta a Muruzábal a 2,5 km de Uterga. Seguro que a Gloria le ha venido bien la compañía pues ha seguido nuestro ritmo sin problemas. En Muruzábal nos acercamos a la Iglesia Parroquial de San Esteban. Tenemos la suerte de que el cura se encuentra en la Iglesia y puede estamparnos el sello de Sta. Mª de Eunate en las credenciales. Se sorprende cuando se entera de donde venimos.

Le decimos a Gloria que si quiere pasar por Eunate la acompañamos. Ahora tienes la oportunidad–le decimos- es uno de los hitos mas emblemáticos del Camino, no te arrepentirás. Tanto es el empeño que ponemos, que Gloria se deja convencer.

Bajo un sol de justicia, por pista en suave descenso y entre sembrados de lúpulo, guisantes y patatas llegamos después de 2,5 km a la Ermita de Sta. Mª de Eunate, aislada en medio de campos de cultivo.

El calor es sofocante. Entramos los cuatro al interior de la ermita envueltos por una música celestial de fondo. Tomo asiento en un banco y mientras mis ojos se van acomodando a la penumbra, mis pensamientos van recorriendo los momentos más trascendentales vividos en “Mi Camino Pirenaico” desde nuestra salida de Lourdes -¡qué lejos queda ya!- Una vez acomodada la visión, voy alzando la mirada lentamente saboreando la sobria arquitectura del interior de la ermita esperando que la sillería de las paredes me transmitan la energía esotérica que algunos dicen que poseen. Me fijo en las columnas que se van superponiendo por niveles en los angulares del octógono que forma la estructura de la nave, las nervaduras de la cúpula, los diferentes capiteles decorados con motivos vegetales de gran simplicidad entre los que predominan el acanto y el helecho, algunos, muy pocos con temas humanos muy esquemáticos y algún que otro ángel. Observando con minuciosidad la bóveda justo en el centro de nervadura, me doy cuenta de la irregularidad del octógono. Por las lucernarias penetra la luz que pronto se disipa. Me quedo extasiado. Después echo la mirada al frente donde se halla el ábside en el que llama la atención su forma semicircular en contraposición a la poligonal del exterior. La bóveda que lo cubre es de cuarto de esfera apuntada soportada por robustas nervaduras que confluyen en la clave del arco de acceso. Una maravilla del románico. Preside el conjunto, la majestuosa imagen sedente de la Virgende Eunate tras el altar.

Son momentos de abstracción absoluta. El entorno es propicio. Intuyo que Juan y Pepe hacen lo propio. A Gloria la veo como hipnotizada. Aparte de la música, no se percibe ni el zumbido de una mosca. ¿Será verdad que las piedras de la ermita irradian ciertas energías? La verdad es que se queda uno como petrificado.

Al salir, bajo las arcadas del claustro, Gloria no puede aguantar y descarga todas sus emociones a través de sus ojos. Algo especial le ha sucedido pero no logra entender nada. Llora como una Magdalena. Parece encontrarse en otra dimensión. Es todo muy extraño. ¿Como he podido llegar hasta aquí? Nos dice entre lágrimas. Esta vez hemos sido nosotros el amigo “Santi” para ella. Pensar que no quería la compañía de nadie y al final se ha visto atraída por nosotros… Si no nos hubiera encontrado, seguro que ahora estaría llegando a Puente la Reina sin haber conocido este enigmático lugar y haber experimentado las sensaciones que transmite. La verdad es que no había visto nunca algo parecido. Era bastante incrédulo sobre las propiedades esotéricas de la ermita. Pero después de lo sucedido hoy, tengo que reconocer que los que aseguran que la Ermita transmite algo especial tienen razón.

Una vez que logramos serenar a Gloria, reanudamos el Camino en silencio. Hay que dejar que las cosas vuelvan a su cauce. El arcén de la carretera se nos hace interminable. Dejamos Obanos a un lado encaramado en una loma y desde donde no paran de descender peregrinos. Son 4,5 km, pero a las dos de la tarde con el sol de justicia que nos está cayendo encima, los kilómetros se resisten a pasar. El asfalto parece despedir fuego. Nuestros desnudos brazos comienzan a sentir los efectos de los rayos solares. Gloria parece andar algo aturdida, hay que apurar el paso para evitar la insolación.

A las 14:45 horas estamos pasando ante el Hotel Jakue y unos 200 metros después entramos por fin en el Albergue de los Hermanos Reparadores de Puente la Reina, donde una cola de peregrinos espera su turno para la asignación de litera previo pago de 5  . Gloria no se encuentra bien. Nos deja su credencial para que la presentemos en su nombre.

Nos tocan habitaciones diferentes. Una vez aseados y colocadas las botas sobre la repisa de la ventana para que se refresquen, Juan le proporciona a Gloria alcohol de romero para que se friccione sus doloridas rodillas, necesita descansar y tomar una decisión.

Inmediatamente, nos acercamos al centro del pueblo a tomar un tentempié. Aprovechamos para rendir visita a la Iglesia de Santiago. Es obligado hacerlo y en nuestra última etapa con mayor motivo. Ante la imagen de Santiago “Beltza” (el Negro) agradecemos su ayuda y las buenas vivencias experimentadas durante este Camino tan diferente al que estábamos acostumbrados. Genera curiosidad un gran cuadro de la Saníisima Trinidad expuesto en el lateral del evangelio que los lugareños consideran “prohibido” porque imaginan ver en él representados a tres Dioses.

De vuelta al Albergue, toca estirar las piernas. A mí me pica bastante el antebrazo que tengo al rojo vivo. Nos habíamos olvidado que el sol existía. Después de la siesta toca un poco de tertulia sobre el césped- que rodea el albergue- sentados a la sombra. Gloria ya tiene una decisión tomada. Abandona el Camino. Teme que el dolor de las rodillas vaya a más. El Camino es inamovible –le digo para consolarla- en cualquier momento puedes reanudarlo. Aprovecho la ocasión para contarle lo que me sucedió en mi Primer Camino. –Yo también tuve que abandonar. Y después mira si he hecho Caminos. Es tanta la ilusión que tienes, sobre todo en tu primer Camino, que se hace muy duro el tener que dejarlo. También a mí me costó sus lágrimas el hacerlo.

Cuando llega la hora de la cena, Gloria declina ir con nosotros al Hotel Jakue, se tomará cualquier cosa en el albergue. Hoy nos permitimos un lujo de cena para celebrar la conclusión feliz de nuestro Camino de este año.

De vuelta al Albergue y antes de pillar la cama, hecho un vistazo al “Libro del Peregrino”. Repasando sus páginas encuentro una bella nota que me emociona y que transcribo:

Día 14-junio-2008

“12h 40. A los tres amigos Mario, Juanito! y Pepito!!
Encontrados sobre el Camino del “Pièmont”.
Vamos a dormir a Cirauqui o Lorca.
Hasta pronto sobre Internet.
Pensamos también a Richard y Claude.
Buen Camino!

Chantal y Christiane”

Han cumplido su promesa. Buenos peregrinos este matrimonio francés de Tarbes. Es reconfortante saber que se acuerden de tí. Me viene a la memoria la hermosa velada en casa del Padre Pierre  de Arudy, en su compañía y la de los belgas Richard y Claude que andarán en estos momento en algún lugar del Camino del Norte y del brasileño Marcelo que marchará siguiendo los pasos de Chantal y Christiane.

Con estos bellos recuerdos, me voy a la cama.

EPILOGO

A partir de las seis, comienza el movimiento de peregrinos. Entre sueños escucho el crujir de los plásticos y el ir y venir de los peregrinos por el Albergue que poco a poco va quedando desierto. Sólo permanecemos en él los que hemos terminado el Camino, los que abandonan y los ciclistas. Sobre las ocho me levanto, no hay prisa. En la cama superior permanece Gloria durmiendo como un lirón. La tranquilidad impera en el Albergue.

A Pepe lo encuentro terminando de guardar sus cosas. Juan ha salido temprano hacia Eunate para cumplir una promesa. No tarda mucho en volver.

Todo recogido, nos dirigimos a la Calle Mayor en busca de un bar donde desayunar mientras esperamos la llegada del amigo de Juan que nos tiene que trasladar a Castellón. Pronto recibimos una llamada telefónica. Ha llegado a Puente la Reina.

Llega la hora de despedirnos del Camino por este año. El que viene Dios y nuestro querido amigo “Santi” proveerán.

Durante el trayecto de regreso a Castellón, mi mente va pasando un trailer de lo vivido en este peculiar Camino. Desde nuestro primeros pasos fallidos al encuentro de los Pirineos, el retorno a Lourdes, la hermosa Voie du Pièmont que tantas vivencias nos ha proporcionado, nuestro paso por los temibles Pirineos de la Baja Navarra, hasta nuestro encuentro con la hermosa Vía del Baztán. En resumen, uno de los más bonitos Caminos de los realizados hasta el momento para añadir a mi memoria.

No quisiera concluir este diario, sin agradecer a mis amigos y compañeros de fatigas Juan y Pepe su compañía y paciencia con mi paso cansino, esperando poder ccompartir con ellos futuros Caminos.

“El Camino no se anda, se vive”

¡ULTREIA Y SUS EIA!

‘BUEN CAMINO!

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