Camino de Madrid

Madrid (Plaza de Castilla)-Colmenar Viejo

Parcial:28 km; Totales: 28 km; Restan: 754,3 km

Son las 02:00 horas cuando Juan Calvo, Pepe de Tales y un servidor nos citamos en Vila-real. Un amigo de Juan nos trasladará en su coche hasta Madrid. Vamos provistos de las credenciales con el primer sello de la Parroquia de Santiago de Madrid estampado. Un mes antes ya me había preocupado de hacerlo en uno de mis viajes a Madrid.

A esas horas vamos casi solos por la Autovía de Levante. A las 04:00 horas paramos cerca de Honrrubia, en “El Marino” donde desayunamos y estiramos las piernas. Atravesamos Madrid sin dificultad hasta la Plaza de Castilla donde llegamos cuando por el reloj del coche suenan los pitidos de las 06:00 horas. Aquí nos deja a nuestro aire el amigo de Juan a quien le agradecemos su amabilidad.

 

 

Todavía es de noche y hace frío a esa temprana hora por lo que hay que abrigarse bien. Nos cargamos las mochilas y sin más preámbulos a caminar. Somos casi los únicos viandantes por la zona. En una farola bajo las Torres de Kio advertimos la primera flecha amarilla que nos confirma que estamos en el verdadero Camino. No encontramos ningún bar abierto, menos mal que hemos desayunado en ruta. Vamos jubilosos y frescos por la Castellana sorteando las vallas de una más de las inacabables obras de la capital. Bordeamos el Hospital de la Paz para salvar la Autovía de Colmenar por un puente. Poco después pasamos por delante del macro Hospital de “Ramón y Cajal”. A nuestra izquierda contemplamos la ancha Avenida de la Ilustración. De momento la señalización es perfecta, no da lugar a dudas. Después de rodear una barriada obrera junto a la autovía, la cruzamos de nuevo por un paso elevado y a través de unos jardines nos dirigimos por nuevas urbanizaciones hacia el cementerio de Fuencarral cuando la claridad del día ya es completa.

Por la pared derecha del cementerio tomamos el llamado “Camino de las Cañadas” que tras salvar la vía férrea y la M-40 por un paso inferior nos deja en pleno campo.

Continuamos por camino de tierra hacia una de las esquinas de la tapia del Monte del Pardo que alcanzamos sin dificultad.

Ahora marchamos entre bajas y resecas encinas, encajonados entre la vía férrea y la tapia del Pardo por un sendero muy descarnado de continuos altibajos, en el que se advierten las huellas de las “motocross”. A veces las ramas de las encinas dificultan el paso, hay que andar con cuidado para no dañarse. Juan va siempre por delante canturreando sin cesar. Pepe le acompaña a veces con el estribillo y un servidor siempre por detrás a mi ritmo, escuchando.

A las 09:15 horas, avistamos el apeadero de El Goloso y hacia él nos dirigimos, es hora de hacer un receso y almorzar, llevamos aproximadamente 12 km de marcha. Cuando nos disponemos a entrar en el apeadero, una joven nos dice sin rubor: “Buen Camino, peregrinos”. Es el primer saludo peregrino del Camino y se lo agradecemos de verdad.

El apeadero de El Goloso es una construcción de granito desangelado y frío que se encuentra abandonado a la mano de Dios. Pero un buen refugio para descansar y almorzar.

El sol comienza a calentar, Es hora de desprenderse de la ropa de abrigo que comienza a agobiarnos. Reanudamos el Camino que ahora transcurre a la derecha de la vía férrea y en menos de una hora nos encontramos el primer mojón de granito del Camino de Madrid en el que podemos leer.” A Santiago 654 km” que para nosotros serán bastantes más. De momento, la señalización perfecta, “chapeau” para la Asociación de Madrid.

Ya tenemos Tres Cantos frente a nosotros. En un punto determinado las señales nos desvían hacia la izquierda por un camino en descenso que bordea las instalaciones de la gran fábrica de “ATT” y se dirige hacia el Arroyo de la Tejada donde Juan tiene la esperanza de remojarse los pies. Desde la ladera ya podemos divisar la silueta de Colmenar Viejo a lo lejos. Cuando llegamos al cauce, nos encontramos con un arroyo de aguas casi estancadas y malolientes que nos obligan a separarnos de él rápidamente y buscar una sombra bajo los chopos para darnos un descanso y tomar algo. Juan tendrá que encontrar otro sitio para refrescar sus pies.

Nos quedan unos 7 km para llegar a Colmenar y el calor comienza a apretar de veras, así que debemos reanudar la marcha de inmediato si queremos soslayar en parte la canícula.

El Camino Viejo de Colmenar, que es por el que transitamos, discurre por terrenos totalmente áridos que acrecientan más la sensación de calor con el hándicap de tirar siempre hacia arriba. Se hace interminable la llegada. Vamos sudando por los cuatro costados y deseando encontrar agua para tomar y refrescarnos. El campanario de la iglesia de Colmenar aparece y desaparece por las lomas pero no llega nunca. La cuesta del cementerio se nos hace dura de verdad pero al fin llegamos a su altura. Lo encontramos abierto. Seguro que habrá algún grifo de agua donde saciar nuestra sed y remojarnos. Efectivamente lo hay. Nos descargamos las mochilas y con el permiso de los silenciosos moradores damos buena cuenta del agua fresca que surte del grifo. Por fin Juan tiene la ocasión no solo de refrescarse los pies sino de remojarse bajo el grifo. A lo lejos y por encima de las lápidas podemos divisar la silueta de Madrid con las Torres Kio como mejor referencia. Qué lejos se ve!!

Solo nos quedan poco menos de 2 km para llegar. En un cuarto de hora estamos ante la Ermita de Santa Ana cuyo interior en penumbra podemos observar a duras penas por la mirilla de la puerta principal que se encuentra cerrada.

Cruzando la circunvalación junto a una rotonda nos encontramos en las calles de Colmenar, dirigiéndonos al Ayuntamiento. Son las 13:00 horas. Llamamos a Isabel de la Pensión “Chaveli” para anunciarle nuestra llegada y quedar con ella para alojarnos. Vendrá dentro de un rato al Ayuntamiento.

Subimos al primer piso para buscar a alguien que nos selle las credenciales. Los funcionarios se pasan la pelota de unos a otros rehuyendo la “enorme responsabilidad” de estampar un simple sello del Ayuntamiento. Pocos peregrinos deben pasar por aquí. Al final tiene que intervenir el Secretario. Parece mentira pero es una realidad.

Isabel nos está esperando abajo en la entrada. En su coche nos lleva a una casita terrera. Parece como si Isabel dispusiera de varios alojamientos en el pueblo. El que nos tiene preparado para nosotros deja mucho que desear pero estamos cansados y nos conformamos con cualquier cosa. Por lo menos tenemos las dos habitaciones de que se compone la casita para nosotros solos y además nos podemos dar una ducha en unos baños improvisados. Se nota a la legua que la señora Isabel es una “pesetera”. Nos pide el importe del alojamiento y nos deja a nuestra suerte.

Después de asearnos nos dirigimos al Bar-Restaurante “Siete Picos” donde comemos de lo que hay. Bastante regular. La etapa de hoy por ser la primera se merece una buena siesta que es lo que hacemos.

Sobre las 18:00 horas salimos a visitar el pueblo. La Basílica de la Asunción de Nuestra Señora (1) está totalmente construida de granito es muy amplia e interesante. Dicen que le faltan pocos metros para ser considerada catedral. Desde sus nidos en los tejados nos observan una colonia de cigüeñas mientras nos tomamos unas cervezas en una terraza de la Plaza Mayor. En un supermercado nos avituallamos de batidos y bollería para el desayuno de mañana. Después de dejar las compras en la casita nos dirigimos al Complejo de “El Mirador”, Una zona de tapeo abarrotada de clientela. En uno de sus bares nos tomamos unos calamares y una ensalada. Muy bien. De haberlo sabido también habríamos comido allí.

Al ponerse el sol refresca mucho en estos pueblos de la sierra madrileña y no da gusto deambular por las calles. Así que nos retiramos sin más a nuestro “nido” y a las 22:00 horas ya estamos dormidos. Mañana nos espera una larga y difícil etapa.

Buenas noches y hasta mañana.

 

Colmenar Viejo-Cercedilla

Parcial:35,5 km; Totales: 63,5 km; Restan: 718,8 km

Son las 06:00 horas cuando todavía oscuro salimos de nuestro refugio después de habernos desayunado los batidos y bollería. Pepe comenta que le ha costado conciliar el sueño debido a unos ruidos extraños en la planta superior. Hace fresco en el exterior pero el cielo plagado de estrellas hace presagiar un día caluroso.

Por la calle Pilar de Zaragoza enfilamos la salida de Colmenar Viejo hacia la cañada pasando por unos solares que están replanteando para construir alguna urbanización. La euforia de la construcción se ve que está por todas partes.

Llegamos a un descampado donde una pareja dentro de un coche apuran apasionadamente los últimos minutos de lo que sin duda habrá sido una loca noche de viernes. Deben haberse asustado porque se esconden al advertir nuestra presencia.

Enseguida comienza la cañada propiamente dicha. Una gran roca que emerge en medio del camino sirve de base para una flecha amarilla. Continuamos alegremente por la cañada respirando los buenos aires serranos y escuchando los canturreos de Juan que se ven acompañados por los trinos de los pájaros mientras la claridad del día va ganando su espacio.

Al poco rato se divisan entre las lomas las torretas del centro penitenciario de Soto del Real. La cañada se adentra en el monte alejándose de la civilización. Comenzamos a vivir el Camino!!. Olor a sierra a nuestro alrededor. Paz absoluta. A nuestras espaldas, 40 km nos separan de Madrid cuya silueta se deja ver distinguiendo la de las Torres de Kio algo desvaída por la polución. 1 km más adelante encontramos una bifurcación convenientemente señalizada. Hay que tomar el camino de la derecha y 1 km después cruzamos la vía férrea Madrid-Burgos por un paso inferior. En menos de media hora alcanzamos la carretera Colmenar-Cerceda que cruzamos a la altura del río Manzanares. Franqueado el río por un puentecillo comienza un repecho por buena pista que pasa por delante de la explotación “La Venta” que queda a nuestra derecha. A nuestra izquierda extensas dehesas con ganado vacuno cuyas reses nos miran algo sorprendidas. Poco después llegamos a la altura de la entrada posterior de las propiedades de Valderrevenga. Seguimos ascendiendo regularmente con enfilación oeste dejando a nuestra derecha una alambrada hasta llegar a una bifurcación donde tomamos la pista de la derecha que de nuevo nos enfila hacia el norte. Seguimos ascendiendo 1 km más allá alcanzamos un collado donde los espacios se abren. Frente a nosotros El Parque de la Cuenca Alta del Manzanares y el macizo de La Pedriza con su emblemático “Yelmo” que destaca entre formaciones rocosas graníticas y un poco a su izquierda la silueta de la mole grisácea y enigmática de la traicionera Maliciosa cuya cumbre hoy se aprecia nítida, seguida de la ligeramente redondeada Bola del Mundo con sus características antenas de comunicaciones en la cima. La gran nava se extiende a nuestros pies con Manzanares el Real y su Castillo de los Mendoza (1) junto al Embalse de Santillana que deberemos alcanzar. Nos tropezamos con un senderista septuagenario, con el busto descubierto bronceado por el sol, todo nervio que dice se hace el recorrido desde el pueblo casi todos los días. Se nota. Así está él.

Ahora nos toca descender por irregular camino unos 2 km hasta alcanzar el puente sobre la cola del Embalse de Santillana desde donde parte el Canal homónimo que suministra agua de consumo a Madrid.

Tras rebasar el puente, nos cruzamos con un jinete cuyo caballo nos hace más caso que él. Vamos que ni nos contesta a nuestro saludo. Cuando son las 09:20 horas llegamos a un bar en la entrada al pueblo donde hacemos un receso para almorzar y descansar que todavía nos falta más de la mitad del recorrido. Pepe se da una vuelta por el Castillo para sacarle unas fotos, mientras tanto vamos pidiendo unos bocadillos de jamón y unas cervezas.

Salimos del pueblo por donde hemos entrado después de cruzar el río Manzanares, tomando la carretera que tras cruzar una urbanización se dirige al Centro de Información del Parque de la Pedriza. Por este itinerario se coincide con el GR-10. Como es sábado se nota concurrencia de “domingueros” en los alrededores. Una fila de coches espera su turno para entrar en el Parque.

Desde aquí se abandona el asfalto por una pista en ascenso a la izquierda. Somos varios los que seguimos la misma ruta. Al poco rato alcanzamos la ermita de San Isidro que se alza al pie del macizo montañoso junto a un área recreativa con mesas y bancos y unos paneles con planos y fotos explicativos para reconocer los picos más notorios. Desde aquí vamos de nuevo solos. Juan aviva el paso y en cuestión de minutos nos deja solos perdiéndose de vista entre los matorrales de una senda que bordea la ladera.

Llegamos a Matalpino que se encuentra a unos 7 km de Manzanares el Real y al que se accede por una calle de gran pendiente, llegando a la Plaza del Ayuntamiento donde nos desprendernos de las mochilas y ropa de abrigo. El calor comienza a apretar. Hay un ruido ensordecedor que desentona con el entorno, provocado por unas excavadoras. No se está muy bien que digamos, pero debemos esperar a que Juan dé señales de vida. Por fin logramos comunicar con él. Resulta que se ha quedado junto al río para remojarse los pies y refrescarse. Una vez juntos nos tomamos un sobre de Flectomín, hoy lo vamos a agradecer.

Tomamos la salida del pueblo por la carretera que se dirige a Becerril de la Sierra. Pasamos por la Urbanización Vista Real y poco después la rotonda con las desviaciones a Becerril o a Navacerrada. En este punto dejamos la carretera y por una senda nos dirigimos hacia el cauce de un arroyo. Buen sitio para descansar unos minutos. Observo a la sombra de una encina como Juan se refresca de nuevo los pies en el espacio de arroyo que ha limpiado Pepe de maleza.

Salvado el arroyo la senda continúa en ascenso bordeando la vaguada donde varias vacas dejan de pastar para mirarnos recelosas. La carretera discurre por arriba paralela a nosotros. En el mismo collado volvemos al asfalto que abandonamos de nuevo a unos 100 m por una vereda que sale por la izquierda. Ahora sí que el paisaje se hace más bonito y agradable, es el primer tramo de nuestro Camino en el que, a pesar de la hora, sentimos auténtico frescor. Caminamos bajo el ramaje de hermosos árboles que nos protege del sol. En un claro nos entretenemos unos instantes para contemplar la silueta de los Siete Picos que destaca en el horizonde y que me trae bellos recuerdos de la juventud cuando con mi padre y mi hermano Juan los recorrimos saliendo de Cercedilla hasta el Puerto de Navacerrada. El pueblo de Navacerrada lo tenemos ya a la vista en el valle. Pasamos por un curioso puentecillo construido con una gran losa. Se agradece el entorno. Antes de entrar en Navacerrada pasamos junto al embalse y enseguida las primeras urbanizaciones de villas. Los kilómetros van haciendo mella en nuestras piernas. Son las 13:15 horas y el estómago nos está reclamando la ración diaria. Preguntamos a unos veraneantes por algún sitio para comer. –Hay varios en la plaza –nos informan- pero les recomendamos el Bar Espinosa. Nada más traspasar el umbral de la entrada del bar nos percatamos que efectivamente es un buen sitio. Como vamos sudorosos no hacemos uso del comedor sino que nos acomodamos en una de las mesas junto a la barra. Nos comemos un revuelto de patatas con morcillas exquisito que junto a una buena ensalada es suficiente para continuar.

Reanudamos la marcha saliendo de Navacerrada por la calle Abel en fuerte subida. Menudo repecho!!. Son casi 1 km hasta la carretera que nos hace sufrir, sobretodo al encontrarse nuestros cuerpos en plena digestión. Cuando termina el asfalto, Juan comenta que la calle en lugar de llamarse Abel debería haberse llamado Caín de como lo hemos pasado. Comienza una vereda con  repecho final muy duro. Una mujer muy predispuesta a subir acusa de manera ostensible la pendiente. Por fin llegamos a la nacional 601 junto a un hotel y respiramos profundamente. A ver si encontramos un sitio donde echarnos una siestecilla, lo necesitamos.

Unos metros mas adelante llegamos a una rotonda tomando la carretera que se dirige a Cercedilla. El sol cae a plomo a estas horas, pero gracias a cierta brisita que corre del norte, modera algo sus efectos. Bajo unos pinos encontramos el lugar idóneo que buscamos para echarnos un rato. Un senderista que pasa nos dice que un poco mas adelante hay un desvío a la izquierda que abandona el asfalto y se dirige atajando a Cercedilla.

Tenemos ganas de llegar pero apuramos la siesta al máximo. Efectivamente las flechas nos dirigen por el atajo. Ya tenemos Cercedilla a tiro de piedra. Las piernas comienzan a notar los kilómetros. Entramos en Cercedilla por la Avda. de Manuel González Amezua. Una vez cruzado el río enlazamos con la Avda. de José Antonio que empalma con la del Generalísimo. Parece mentira como perduran nombres de calles de la época franquista. La travesía de Cercedilla se nos hace larguísima pues debemos recorrer toda la arteria principal del pueblo para llegar al extremo opuesto. Sin problemas encontramos la calle Emilio Serrano y casi al final la Residencia de los Escolapios. Una monjita se asoma a la valla y nos dice que nos esperaban. Nos recibe un “hermano” que muy atento ofrece su hospitalidad con unos vasos de agua que tomamos agradecidos. Después de sellar las credenciales, nos lleva a unas dependencias anejas a la Residencia donde seguro que descansaremos a gusto. Por los jardines pasean abstraídos algunos “hermanos” leyendo sus breviarios, desde luego el lugar predispone a la meditación.

Después de darnos una buena ducha, nos acercamos al centro urbano donde compramos el desayuno de mañana y nos sentamos en una de las terrazas ubicadas en un ensanchamiento de la Avda. del Generalísimo, junto al Ayuntamiento, donde pedimos unas “rabas” y ensalada copiosa. Las “rabas” están algo duras, habrá que hincar el diente, pero al final cayeron. El ambiente se está volviendo frío por momentos, no se está a gusto y menos con la indumentaria de verano que llevamos. Así que optamos por retirarnos a descansar que mañana nos espera una jornada bastante dura sobre el papel.

Yo creo que nos quedamos dormidos nada más caer en la cama.

Buenas noches y hasta mañana.

Cercedilla-Segovia

Parcial:31,1 km; Totales: 94,6 km; Restan:687,7 km

A las seis en punto suena el despertador, léase Juan, que toca diana. Pero hemos dormido de maravilla y no nos cuesta nada levantarnos. Además hoy va a ser una etapa larga y hay que madrugar. Después de desayunar allí mismo, me acerco a la Estación de tren para buscar a mi hermano Luis que nos va  acompañar en la etapa de hoy.

A las siete menos cuarto iniciamos los cuatro el fuerte repecho hacia Las Dehesas (3 km). El día está despuntando y el ambiente bastante frío aconseja abrigarse adecuadamente. Miro a mi hermano y observo que su mochila además de ser miniatura va medio vacía, vamos, como los peregrinos con coche de apoyo. Abusando de la confianza, le endoso el respirador y la cantimplora de agua. Menudo peso me he quitado de encima!!. Primero pasamos por el Centro de Información del Valle de la Fuenfría y poco después por delante de Casa Cirilo en pleno centro de Las Dehesas. Quien te ha visto y quien te ve!!. –No se os ocurra entrar a tomar nada-nos decía ayer el “hermano”- pegan unas clavadas de cuidado. Por supuesto que le hicimos caso.

A la zona de aparcamiento llegamos tras unos 50 minutos de marcha. Cruzamos la valla que impide el paso de turismos y el puente del Descalzo sobre un arroyo que confluye aguas abajo con el río de la Venta, cuyo curso sigue la calzada. Cerca del puente está situada la Fuente de la Salud, buen sitio para avituallarse de agua si no se ha hecho antes. Tras franquear una segunda valla comienza la subida propiamente dicha por la “calzada romana”. Poco a poco vamos remontando la ladera de las Berceas por la Calzada Romana entre bellos ejemplares de pinos albares, dicen que la calzada fue construida en el siglo I en tiempos del emperador Vespasiano para unir Titulcia, pueblo del sur de Madrid cercano a Aranjuez, con Segovia y Valladolid.. Las piedras que forman el pavimento están muy desprendidas lo que dificulta la marcha. Llegamos a un falso llano desde donde vemos a la izquierda el “Chalet Peñalara”, antiguo albergue totalmente abandonado, junto a la pradera de “Corralitos” donde nos tomamos un respiro. Se cruza el “Camino de la República” y de nuevo la calzada que se empina de lo lindo durante bastante rato, siguiendo ahora el curso del Arroyo de la Fuenfría. Ahora las señales que debemos seguir son puntos blancos en los troncos de los pinos que se alternan con las flechas amarillas. En el puente romano de Enmedio nos tomamos un segundo respiro mientras Pepe se dedica a tomar unas fotos. Tras cruzar el coqueto puente, viene una curva muy cerrada a la izquierda donde comienza la recta final, un exigente repecho que nos lleva directamente al Puerto de la Fuenfría, tras 2 horas de marcha.

En el Puerto, nos encontramos con una encrucijada de caminos que enlazan con diversas rutas verdes, (GR-10, la senda Smichd, la senda de los Cospes, etc.), pero la continuidad de la calzada no da lugar a dudas, hay que tomar la que está enfilada al norte. La silueta cónica del “Montón de Trigo” lo tenemos de frente a nuestra izquierda. La pista es buena para andar y además la pendiente de bajada es suave. Sobre las 09:45 horas llegamos a la “Fuente de la Reina” lugar apropiado para descansar y almorzar. Coincidimos con algunos ciclistas que paran a tomar aire. Vienen de Valsain, lugar escogido por muchos senderistas y ciclistas como salida de etapa para adentrarse en los pinares y subir al Puerto.

A las 10:30 horas reanudamos la marcha. Aunque la temperatura ambiente ha aumentado todavía es pronto para desprenderse de ropa de abrigo.

Enseguida la pista enlaza con otra asfaltada que viene de nuestra derecha, y un poco mas adelante, se cruza la Pradera de la Venta. A unos 700 metros se sale de la pista asfaltada por otra de tierra que rodea el Cerro de la Camorca con su torre de vigilancia en la cima. Al borde de la pista, encontramos un manantial por el que brota poco agua.

A unos 4 km se llega a una explanada donde se apilan troncos de pinos y se cruza una pista asfaltada que por la derecha se dirige a Valsain. Nosotros dudamos en una bifurcación. No advertimos señal alguna y optamos por el camino de la izquierda que se nota mas pisado. Por el camino seguimos descendiendo bastante pero de señales nada de nada. Llegamos a unos prados de pasto. Ya vamos totalmente desorientados. Perdemos toda traza y seguimos descendiendo hacia una vaguada. Ya llegaremos a alguna parte. Cuando estamos más desesperados aparecen unos excursionistas, deben ser los únicos que hay hoy por la sierra. Vienen huyendo de una vaca que ha salido corriendo tras ellos. No será que el amigo “Santi” la ha lanzado para que se produzca el feliz encuentro? No me extrañaría. Ellos son conocedores del terreno. Han salido de Valsain y se encuentran retornando. Nos dicen que vamos totalmente perdidos si queremos ir por la calzada romana a Segovia. Vamos con ellos que tienen que cruzar la calzada donde retomaremos el Camino. Menos mal. Estamos salvados. La pérdida nos ha ocasionado un retraso de casi dos horas con los correspondientes  kilómetros de propina para agregar a los muchos de la etapa. Esto nos servirá para fijarnos bien en cruces y bifurcaciones. Gracias amigo “Santi”.

Una vez recuperado el Camino en una gran pradera donde pastan a sus anchas unos hermosos caballos, continuamos descendiendo a campo descubierto. Llegamos a una altura donde los espacios se abren por completo. La sequedad de la meseta castellana se nos muestra en toda su extensión y crudeza. No tenemos más remedio que pensar en lo que nos espera por delante. A lo lejos ya podemos adivinar la ciudad de Segovia. La senda continúa hacia la derecha bordeando el Cerro de Matabueyes por su cara oeste. Juan no lo piensa y se lanza campo a través ladera abajo en busca de un camino perfectamente visible ya en el inicio de la gran llanura. Mi hermano Luis y yo continuamos por la senda hasta que vemos una fuente-abrevadero donde paramos para refrescarnos y avituallarnos de agua. El agua bastante fría mana en abundancia. Por la ladera continúan bajando Juan y Pepe. Una vez repuesta la sed y frescos nos lanzamos también ladera abajo al encuentro de los compañeros lo que se produce en la Fuente de San Pedro por la que ya no mana tanta agua. Ya estamos en la llanura. Un descanso no viene mal pues aun nos quedan unos 10 km a pleno sol para llegar. Nos tomamos unos sobres de Flectomín para recuperar sales y unas frutas.

Reanudamos la marcha por la cañada, son las 14:00 horas, todavía nos quedan casi dos horas de calor, En un puente sobre la nueva línea férrea del AVE en construcción, Juan hace una llamada a la Residencia de los Carmelitas anunciando que estamos al llegar. Lamentablemente le dicen que está todo completo a pesar de que hace unos días le habían dicho que no tendríamos problema alguno. Qué le vamos a hacer!!. Probaremos en la PensiónAragón. Llamamos y nos dicen que nos esperan sobre las 16:00 horas. Por lo menos, el tema de alojamiento lo tenemos asegurado.

Los kilómetros que nos quedan se nos hacen muy pesados y es que las piernas van notando la etapa. A Juan le vienen recuerdos de la película “Lawrence de Arabia” y es que parece que estamos atravesando el desierto. Vaya contrastes de terrenos!! Llegamos muy cansados a la entrada de Segovia que debemos atravesar completamente, unos dos kilómetros de callejeo. En una fuente pública nos refrescamos, lo necesitamos. Llegamos a la Plaza de Azoguejo donde se sitúa el famoso Acueducto y por la concurrida Calle Real nos plantamos en la Plaza Mayor.

La Pensión Aragón está ubicada en la misma Plaza Mayor. Es una casa muy vieja que parece mantenerse a duras penas pues hasta el piso ha tomado una inquietante inclinación. No obstante, estamos tan cansados que aceptamos la habitación de cuatro camas que nos asigna la dueña. Son 12 € más 1 € si queremos ducharnos –nos informa la dueña. Es curioso que cobre hasta por ducharse. La buena señora, una enjuta cincuentona, es una “pesetera” de muy señor mío.

Nos despedimos de mi hermano Luis, agradeciéndole su compañía. El debe tomar aún el tren de cercanías para retornar a Cercedilla donde ha dejado el coche.

Una vez aseados nos tumbamos para descansar el cuerpo y piernas que lo necesitan más que la comida, las campanadas del reloj del cercano Ayuntamiento son buenas acompañantes para caer en el más profundo sopor.

Sobre las seis y media salimos a patear la ciudad. En primer lugar nos acercamos a la soberbia Catedral de tardío estilo gótico, la “dama de las catedrales” la llaman, donde nos sellan las credenciales y aprovechamos para rendirla una visita.

Sentados en una de las terrazas de la Plaza Mayor nos tomamos un helado. Hay mucho ambiente. Contentado el cuerpo nos disponemos a visitar un poco la ciudad. Como no podía ser de otra manera, bajamos por la calle Real hacia el Acueducto. Durante la bajada vamos contemplando los monumentos por los que vamos pasando. En primer lugar el Convento del Corpus Christi en la plazuela homónima. Un poco más abajo tenemos a nuestra izquierda la Iglesia de San Martín con su plaza presidida por la estatua del comunero Juan Bravo, y en uno de sus lados el Torreón de los Lozoya. Seguimos descendiendo llegando a un ensanchamiento. A la izquierda se ubica el Teatro Cervantes y frente a él, un mirador desde donde se puede contemplar una bella panorámica de la Sierra de Guadarrama con la silueta de la “Mujer muerta” como referencia mas visible. A la derecha el famoso restaurante “Casa Duque” fundado en el año 1895. Seguimos nuestro pausado caminar hasta desembocar en la Plaza del Azoguejo donde está el famoso “Acueducto Romano”, el símbolo de Segovia por antonomasia, construido en el siglo I conservándose en su totalidad con sus 728 metros y 127 arcos. En una esquina de la plaza se ubica otro de los más renombrados restaurantes castellanos, “Casa Cándido”, inaugurado nada más ni nada menos en el año 1786 y que podría denominarse el pórtico real de la cocina castellana con su plato estrella, el cochinillo hecho al horno de leña, degustado por la mayoría de los turistas. Nos tomamos nuestro tiempo admirando el acueducto que a estas horas vespertinas adquiere unas tonalidades especiales. Bandadas de estorninos se entretienen volando entre sus arcos pasando alternativamente de la Plaza del Azoguejo a la de Artillería.

Volvemos sobre nuestros pasos. Desde el mirador frente al Teatro Cervantes damos un último vistazo a la sierra de Guadarrama rodeada de un halo anaranjado. Buena ocasión para hacernos una foto con el fondo de la “Mujer muerta”. Vamos en busca de la salida de mañana. Al otro lado de la Plaza del Ayuntamiento se encuentra la Plaza de San Esteban, con su iglesia, famosa torre y el Palacio Episcopal. Allí espero a Juan y Pepe que van a investigar la salida por la Puerta de Santiago. Después de localizarla nos reagrupamos y vamos en busca de un restaurante donde cenar. Preguntamos a unos vecinos que nos recomiendan el Mesón de las Cuevas cercano a donde nos encontramos. Es un poco pronto pero los estómagos nos reclaman su ración diaria. La comida bien pera algo cara. Y es que hay que convencerse que Segovia es una ciudad turística.

Como estamos cansados no viene a cuento seguir deambulando por la calle en un ambiente que se va tornando cada vez más frío. Comienza a oscurecer, es la hora de la retirada a nuestra modesta pensión.

Buenas noches y hasta mañana.

Segovia-Santa María la Real de Nieva

Parcial:32,2 km; Totales: 126,8 km; Restan:655,5 km

A las 06:00 horas salimos de la pensión. Todavía es de noche pero una tenue claridad comienza a vislumbrarse por el horizonte de levante. El cielo está estrellado. No se ve un alma por la calle. No hay nada abierto. Así que no tenemos más remedio que desayunarnos la socorrida pastilla energética.

Desde la Plaza de San Esteban descendemos por unas escaleras al Paseo de San Juan de la Cruz en busca de las flechas amarillas que nos saquen de Segovia. El alumbrado de la ciudad está aun encendido lo que da una encantadora imagen de la Puerta de Santiago por la que dejamos el recinto amurallado. Continuamos descendiendo bordeando los jardines del Alcázar hasta cruzar uno de los puentes sobre el río Eresma. Desde el puente, podemos contemplar la bella imagen del Alcázar que alumbrado por los focos contrasta con el fondo oscuro del cielo. Enseguida buscamos el cruce de la carretera de Zamarramala por la que en ascenso, poco a poco vamos alejándonos de la ciudad. Llegamos a la altura de la Ermita de la Vera Cruz presidida en su exterior por un crucero. Desde esa privilegiada altura volvemos la vista hacia la ciudad en semipenumbra,. el alumbrado nocturno continua encendido y la Sierrade Guadarrama y la emblemática silueta de la“Mujer muerta” sirven de telón de fondo al paisaje.

En los primeros albores del día, entramos en Zamarramala por la ermita de San Roque desde donde siguiendo el consejo de una inscripción sobre una lápida giramos la mirada para dar el ultimo adiós del Camino a la capital segoviana. Por el pueblo no nos tropezamos con nadie. No tenemos otra opción que esperar hasta Valseca para tomar algo caliente.

Una vez salvada la carretera de circunvalación por un paso inferior nos introducimos por una pista del páramo segoviano rodeados de campos de cereales por todas partes casi dispuestos para la siega. En poco más de una hora recorremos los 5 km que nos separan de Valseca. Poca gente también por el pueblo y aunque son las 08:30 horas el bar se encuentra cerrado. El padre del dueño que está dentro haciendo unas chapuzas nos dice que hasta el mediodía no abrirá. Doy una vuelta por el pueblo pero nada de nada, ni siquiera una panadería. No queda más remedio que sentarnos en una plazuela frente al bar y tomar de lo que tengamos. Yo me conformo con una barra energética y unos frutos secos. Desde el bar, el paisano llama nuestra atención, que vayamos. Juan y Pepe acuden a la llamada. Al final el buen hombre se ha compadecido de nosotros y les ofrece lo que deseen. Ellos se toman un refresco. El buen señor acaba de llegar al pueblo para estar con sus hijos una temporada y se muestra como un castellano muy campechano. Después del descanso, reanudamos la marcha, a ver si en Los Huertos tenemos más suerte y podemos almorzar bien.

Seguimos entre campos de cereales. A nuestra izquierda se dibuja entre unas hermosas choperas el cauce del río Eresma. Una nube estirada de humo que debe proceder de alguna incineradora de basuras se extiende por el valle ensombreciéndolo. Una pena porque es lo único que mancha el cielo despejado. En menos de una hora estamos entrando en Los Huertos. Son las 10:15 y el bar también se encuentra cerrado. Vaya por Dios!!

Descansamos unos minutos mientras nos abastecemos de agua. Poca gente por la calle en estos pueblos casi perdidos en el páramo. El sol comienza a calentar.

Reanudamos la marcha. A unos 400 metros del pueblo, existe una bifurcación. No vemos señalización alguna. Optamos por el camino de la derecha que tira un poco hacia arriba. Seguimos sin ver señales. Paramos a releer los apuntes de la etapa. Deberíamos estar al pasar la Ermita de Nuestra Señora de la Vega pero ni rastro. Debemos habernos equivocado de camino. Hay que retroceder. Echamos una mirada a nuestro alrededor y en dirección a las choperas ribereñas del río Eresma vemos sobresalir entre los trigales el tejado de lo que parece una ermita. Efectivamente nos habíamos equivocado. Sin pensárnoslo dos veces, nos introducimos en el trigal directamente hacia la ermita. Con los bastones tenemos que ir apartando las altas y hermosas espigas que están a punto de reventar. Como nos vea el dueño estamos apañados –murmura Pepe. Juan se adelanta abriéndonos paso entre las espigas hasta que alcanzamos la pista por la que tendríamos que haber ido. Enseguida llegamos a la altura de la ermita, cerrada como la mayoría “a cal y canto”. Ahora estamos más próximos al río. Unos metros mas adelante, llegamos a la pedregosa traza de lo que fue en su día vía férrea que unía Segovia con Medina del Campo. Es incómodo andar sobre el balasto, único vestigio de la vía, así que optamos por seguir por el linde de la chopera que aliviará nuestros pies y al mismo tiempo nos proporcionará sombra. A un kilómetro aproximadamente nos vemos encerrados por una alambrada de espinos. Tenemos que salir como sea. Sin problemas –dice Pepe- que en un “plis plas” nos deja el paso expedito, volviendo a un camino que discurre por la izquierda paralelo a la vía férrea y que pronto cruzamos para seguir por su derecha hasta llegar al puente sobre el río Eresma que debemos cruzar y que está a unos 3, 5 km de la ermita.

Cruzado el puente nos encontramos con unos peones camineros que se encuentran arreglando la carretera. Paramos unos minutos para conversar con ellos. Le preguntamos por el camino hacia Añe. Cuando lleguen a aquella casa a la derecha de la carretera –dice uno de ellos apuntando hacia ella- hay un camino que os llevará a un pinar que deberéis atravesar, a unos 3 km se encuentra Añe, no tiene pérdida.

La caseta que nos indica el señor está a unos 400 metros del puente. Llegamos hasta ella y efectivamente una flecha amarilla nos indica adecuadamente el desvío hacia el pinar. El primer pinar que encontramos en nuestro Camino por la meseta. Bajo unos pinos descansamos unos momentos pero el calor arrecia y hay que continuar. El camino se haya algo desdibujado pero gracias a la buena señalización no creo que nos perdamos. A los pocos metros de introducirnos en el pinar, vemos un senderista que viene a nuestro encuentro. Al llegar a nuestra altura se le llena la cara de alegría. Vaya hombre –nos dice el buen hombre- haciendo el Camino, no?. Efectivamente –le contestamos. Seguidamente se presenta. Es un conocido peregrino de Segovia, presidente de la Asociación de Amigos del Camino de esa ciudad. Qué casualidad!! En el ambiente forero-peregrino se le conoce por Rasanca. Su verdadero nombre es Ramón Sánchez Capuchino, un peregrino empedernido y que está en pleno entrenamiento con miras a su próximo Camino que iniciará el 12 de junio desde Segovia pero por un itinerario muy sue generis Después de las presentaciones, la foto de rigor. El coche que hemos visto a la entrada del pinar es el suyo. Cuando lleguéis a Pinilla de Ambrós .nos recomienda- seguís por carretera hasta Pascuales y desde allí a Santa María la Real de Nieva hay unos 2,5 km. A medio camino encontrareis la Venta de Avanto donde podéis comer bien. El resto es un paseo. Ah… y cuando paséis por Nava de Asunción acercaros a la pastelería que está en el mismo Camino y darle recuerdos de mi parte a Margarita, decirle que el día 12 paso por allí. Estaremos en contacto. Buen Camino!! Buen Camino! –le contestamos al unísono. Otra vez la presencia del amigo “Santi” se ha hecho patente.

A pesar de la sombra que proporcionan los pinos, se nota un calor pegajoso que parece contagiarse de la resina que desprenden las sajaduras de los troncos. Desde la caseta de la carretera son casi dos kilómetros de pinar hasta que salimos a campo abierto. De repente Juan toma, como va siendo su norma, la directa y poco después desaparece de nuestra vista. Pepe prefiere seguir mi marcha pausada y constante. La provisión de agua va tocando a su fin. Estamos deseando llegar a Añe que se hace de rogar, hasta que al fin aparecen repente las primeras casas. Llamamos a la primera puerta que encontramos abierta y pedimos agua a la señora de la casa. Con las cantimploras llenas continuamos la marcha. Recibimos una llamada de Juan. Se halla a la salida de Añe en la ribera del río Moros refrescándose los pies. Mira que bien se lo monta el solito!! Unos paisanos nos informan que a unos dos kilómetros hay un desvío a la izquierda que se dirige hacia Pinilla de Ambrós. No tienen pérdida –nos puntualizan- está junto a una plantación de pimpollos (pinos jóvenes).

Al llegar al puente sobre el río Moros vemos a Juan junto a un remanso del río poniéndose los calcetines. Reagrupados, continuamos la marcha. Todavía nos cruzamos con otro vecino del pueblo que corrobora la información recabada en Añe. Efectivamente, encontramos la pista que sale a la izquierda de la carretera debidamente señalizada con una flecha amarilla. A unos 300 metros del cruce encontramos una desviación a la derecha con una flecha que parece dirigirse hacia ella. No encontramos ninguna otra señal, así que nos decidimos por el desvío. El camino tira hacia arriba. A estas horas del mediodía el sol cae a plomo en un entorno seco e inhóspito, lo que acrecienta sus efectos. Juan y Pepe se adelantan un poco, yo sigo a mi ritmo. Después de unos dos kilómetros sin ver flecha alguna, nos paramos junto a una cantera a pensar en la situación. Oímos el ruido del motor de algún coche procedente de la misma. Por lo menos podremos preguntar a alguien. Los dos trabajadores de la cantera no son de aquí por lo que desconocen los contornos. Así que nos quedamos en las mismas. Optamos por llamar al amigo Rasanca que suponemos habrá llegado ya a Segovia. Os habéis perdido –nos dice- debíais haber seguido la pista de frente. Vuelta atrás, que le vamos a hacer. Desandamos lo andado refunfuñando y al llegar al cruce nos fijamos mejor. Una flecha amarilla ocultada por unos matorrales aparece a nuestra vista a la izquierda de la pista. Esa era la buena. En fin, se ve que el calor y el cansancio van haciendo mella en nuestras mentes.

Sobre las 14:00 horas llegamos a Pinilla de Ambrós situada en lo alto de un cerro a 1000 metros de altitud. No se ve un alma por la calle. Con el calor que hace y a esas horas quien es el humano que se atreve a salir de su casa. Nos avituallamos de agua de la fuente y después de unos minutos de descanso reanudamos la marcha por la carretera, ya en descenso, en dirección al pueblecito de Pascuales. Después de cruzar por un puente la nueva vía del AVE entramos en el pueblo saliendo inmediatamente a la carretera de Santa María la Real de Nieva que ya tenemos a la vista, y en un cuarto de hora llegamos a la Venta de Avanto. Vamos sudando por los cuatro costados y con ansias de tomarnos una buena cerveza y comer. Son las 14:15 horas y los estómagos nos van demandando la ración diaria de comida. La verdad es que Rasanca tenía razón. Comemos estupendamente, frescos y reposados.

Entramos en Santa María la Real de Nieva a las 16:30 horas dirigiéndonos de inmediato al Hostal Real que se encuentra a la entrada del pueblo. Ha sido una larga etapa con propina añadida y necesitamos tumbarnos aunque sea una hora para descansar los cuerpos.

Después de la siesta nos dirigimos a la Iglesia que está cerrada aunque en unas dependencias anejas utilizadas para actividades sociales nos sellan las credenciales y nos muestran el claustro que es lo único que se puede visitar. Es una pena no poder hacer el recorrido completo de la iglesia, no queda mas remedio que conformarse con admirar las columnas coronadas por unos artísticos capiteles que por otra parte es lo más preciado del conjunto junto a la portada.

Terminada la corta visita, nos tomamos unas cervezas en una terraza de la Plaza Mayor y vuelta al hostal. Ya en la cama pienso en lo bien que ha respondido mi cuerpo a los rigores de esta primera etapa por la meseta castellana que tantas vivencias nos ha proporcionado. Me enchufo el respirador y a dormir. Estoy contento de haberlo traído a pesar del peso suplementario que ello supone. Es un buen aparato para dormir de un tirón y dejar dormir a los demás.

Buenas noches y hasta mañana.

Santa María la Real de Nieva-Coca

Parcial:22,5 km; Totales: 149,3 km; Restan:633,0 km

Como va siendo la tónica en este Camino, y gracias al respirador, duermo de un tirón. A las 05:00 horas nos levantamos y después de una buena ducha estamos saliendo del Hostal cuando son las 06:00 horas y todavía reina la oscuridad absoluta. Hoy tendremos que esperar a llegar Nava de Asunción para desayunar.

Alumbrados con la linterna vamos siguiendo las señales por el centro del pueblo hasta salir de la carretera a la altura de la Plaza de Toros. Creo que una flecha nos confunde y perdemos la calzada a Nieva pues sin saber como, aparecemos en medio de un solar sin traza alguna de camino. Así que sin pensarlo dos veces, a la carretera en dirección a Nieva que se encuentra a 2 km. Comienza a clarear.

 
“… nos internamos en un pinar…”

Los canturreos de Juan, que no cesan, nos animan. En media hora llegamos a Nieva que atravesamos por una calle colindante a la carretera. Justo antes de cruzar el Arroyo Valisa el Camino se desvía por una cañada que sale a la derecha en dirección a una pinada. A unos 100 metros se cruza el arroyo y 1 km más allá entre campos de cereal nos internamos en el pinar que no dejaremos en casi seis kilómetros. El camino es arenoso y por lo tanto incómodo de andar. A Pepe le llama la atención el proceso de “sangrado” de la resina de los pinos que a través de unas sajaduras practicadas en el tronco se vierte en unos tiestos adosados al mismo. Los pinos resineros no se ven en la zona de Levante. Juan de vez en cuando toma la directa y se separa algo de nosotros. A veces Pepe le acompaña. Yo sigo a mi ritmo lento y constante sin preocuparme lo más mínimo de esas demostraciones esporádicas de velocidad. Tengo asumido que al Camino no se viene a competir.

 
Extracción de la resina

Por fin salimos a campo descubierto. Andamos entre unas plantaciones de remolacha. Llevamos la vía férrea a nuestra derecha a unos 200 metros. Al fondo ya se divisa la población de Nava de Asunción a la que llegamos a las 09:00 horas.

Preguntamos a un vecino por la pastelería de Margarita con el fin de transmitir los saludos de Ramón, pero a estas horas tempranas todavía hay pocos establecimientos abiertos. Así que a buscar un bar donde almorzar, que encontramos en la Plaza del Obispo frente a la Fuente. Hay dos bares y optamos por el Bar “Pilón”. Tranquilamente nos despachamos unos bocadillos “mojados” con unas cervezas. Aceptable.

Todavía nos quedan 10 kilómetros largos para llegar a Coca y el calor arrecia por momentos. Así que apurando los cafés y sin mas demora, partimos por la calle principal hacia la Ermita del Santo Cristo que está a la salida del pueblo hacia Navas de Oro.

A unos metros de la Ermita, se deja la carretera tomando una pista a la izquierda que nos llevará directamente a los cañones del Río Eresma debiendo atravesar la línea del AVE (en construcción) por un paso inferior. Caminamos entre campos de labor hasta las cercanías del río cubiertas de pinar.

 
Entre pinares hacia Coca

Al llegar a la ribera alta del río se tuerca a la izquierda y sin perder de vista su curso, enfilamos nuestros pasos entre los pinares hacia Coca recreándonos en el silencioso paisaje que nos rodea. Pero los 5 km que nos quedan se nos hacen eternos, culpa de ello la tiene el sol que comienza a calentar lo suyo. Juan se adelanta de nuevo.

A unos 800 metros de Coca, Pepe y yo paramos junto a una granja en busca de agua para refrescarnos y beber sin compasión. No hay problema. El granjero se muestra muy dispuesto a ayudarnos. –Ya solo os queda 1 km escaso para llegar, enseguida veréis las almenas del castillo.

Tanto a Pepe como a mí, porque Juan ha pasado de largo, nos sienta el agua de perlas. En un cuarto de hora llegamos a la puerta del Albergue donde nos está esperando Juan. Son las 11:30 horas, la hora más temprana de rendir etapa hasta el momento.

El Albergue de Peregrinos se encuentra en una casita en la salida de Coca hacia el puente sobre el Río Eresma. Dos chicas del pueblo y un capataz se encuentran en plena faena de pintura. Está todo revuelto pero ya nos arreglaremos como podamos aunque habrá que dormir con la ventana abierta, hay mucho olor a pintura y aguarrás. Juan y Pepe se van al centro a sellar las credenciales. Yo prefiero quedarme, parece mentira que aunque la etapa no ha sido muy larga me encuentro bastante cansado. He sudado mucho. Debe ser el calor húmedo y pegajoso de los pinares. Como puedo me doy una ducha con agua fría, no hay otra cosa, y me arreglo un poco. Observo que me ha salido la primera ampolla en el pie derecho. La pincharé mas tarde.

 
Sala de Plenos del Ayuntamiento

Reaparecen después de un buen rato Juan y Pepe con muestras de gran regocijo. El dueño del Bar Cauca les ha atendido de maravilla, les ha entregado las llaves del Albergue e incluso les ha invitado a unas cervezas y en el Ayuntamiento, que decir, todo han sido facilidades. La Sala de Plenos –me dicen- es una obra de arte. Les han dicho que en el restaurante “La Muralla” se come muy bien. Pero hace un calor impresionante. Menos mal que hemos dejado de andar a mediodía.

Una vez que Juan y Pepe se arreglan nos acercamos al restaurante recomendado que está pasando la muralla muy cerca de donde se encuentra el famoso castillo. Tras pasar por el Ayuntamiento y el Bar Cauca, llegamos a la muralla medieval de la que se conservan en muy buen estado unos 200 metros de lienzo. La traspasamos por la Puerta de la Villa. A nuestra derecha se puede ver muy cerca el castillo y al frente localizamos el restaurante “La Muralla”.

Todavía es algo temprano para comer, son todavía la una y media pero pronto abrirán el comedor. Nos atiende Eulogio, el propietario del restaurante, un conversador nato. Yo me pido una sopa castellana y Juan y Pepe unos revueltos seguidos para todos de unas chuletillas de cordero lechal. Muy bien. Le preguntamos a Eulogio por el recorrido de mañana. Yo os recomiendo –nos responde- que vayáis por la cañada real que discurre por la margen derecha del Río Eresma, es más agradecido que el que va por Villeguillo, a pesar de que no encontrareis ningún núcleo urbano. Además ganareis un par de kilómetros. Parte de la “Fuente de los 5 caños”, está señalizado por lo que no tiene pérdida. Lo tendremos en cuenta –le contestamos muy agradecidos por su información-.

Volvemos al Albergue para echarnos unas siestecilla. El calor es insoportable en el exterior. No se ve a nadie por la calle. Deben hacer por lo menos 40º a la sombra. Pero en el albergue se está muy bien.

 
La Muralla

A las 17:00 horas nos levantamos. Queremos hacer un recorrido turístico por el pueblo. En primer lugar nos acercamos a la farmacia a comprar “Flectomín”, unos sobres de sales minerales muy apropiadas cuando se suda mucho pero, como era de esperar, no lo tenían. Se lo encargaremos a Paco de Valladolid cuando le llamemos. No obstante, Pepe aprovecha para reponer algo el botiquín, creo que con estos calores alguien necesitará una cura improvisada. Acto seguido marchamos al Castillo. Una fortaleza de construcción robusta en ladrillo que impresiona. Rodeada de un profundo foso nos parece totalmente inexpugnable. Gastamos nuestro tiempo en rendir visita a sus diversas dependencias abiertas al público. Pepe no se cansa de hacer fotos desde todos los ángulos. Mientras le esperamos en el paseo frente al castillo, telefoneamos a Paco de Valladolid. Nos dice que le esperemos en el Bar Pepín de Alcazarén y que encarguemos comida.

Como queda tiempo para la cena, nos acercamos al Bar Cauca a tomarnos unas cervezas y charlar con el propietario, ferviente admirador de los peregrinos aunque lamentablemente no pasan muchos por estos andurriales. Compramos en un supermercado algo para el desayuno y almuerzo de mañana y unas bombillas para alumbrarnos por la noche y un Libro del Peregrino para el Albergue. Después nos dirigimos al restaurante “La Muralla” con la intención de cenarnos unas ensaladas bien colmadas como nos gustan a los tres.

Durante la espera, Eulogio insiste en el itinerario propuesto por él para la etapa de mañana. Antes de cruzar la carretera de Pedrajas, -nos dice- encontrareis la Ermita de Sacedón donde podéis aprovechar para descansar y almorzar.

Creo que nos está convenciendo y que al final le haremos caso. Eulogio se esmera en contarnos algo de la historia de Coca, la antigua Cauca romana. Por él nos enteramos que convivían en la localidad hasta tres comunidades bien dispares: cristianos, judíos y mudéjares. En la Puerta de la Villa, abierta en la muralla medieval y por la que ya habréis pasado -nos informa-, confluían tres calles que se dirigían hacia las iglesias de Sª María la Mayor, San Nicolás, y S. Adrián. Solo permanece intacta la primera. De la segunda solo queda la torre y la tercera ha desaparecido totalmente. Por otra parte, el castillo de Coca es una de las fortalezas más espectaculares de España. De estilo gótico-mudéjar, este castillo militar está considerado el prototipo de castillo señorial castellano del siglo XV. Ha sido restaurado por la Consejería de Agricultura y Ganadería, que lo utiliza como Escuela Hogar de Capataces Forestales. En cuanto a los alrededores, aparte de las vegas de los ríos Eresma y Voltoya, Coca se encuentra rodeada por un inmenso bosque de pinos resineros que al salir del término municipal se transforman en piñoneros. Le escuchamos con atención agradeciéndole su valiosa información y allí mismo en una de las mesas junto a la barra del bar nos tomamos nuestra deseada y opípara ensalada mixta, suficiente para dormir placenteramente.

Para concluir la jornada nos vamos dando un paseo hacia las afueras del pueblo para investigar la salida de mañana. Descendemos hasta el puente sobre el río Eresma cuyas riberas se encuentran cubiertas de una espesa vegetación. Cruzado el puente localizamos a la izquierda de la carretera la famosa Fuente de los “Cinco caños” desde donde efectivamente sale una pista que se va abriendo poco a poco de la carretera. La tarde va languideciendo. Desde ese privilegiado lugar contemplamos el conjunto del pueblo con la Torre de San Nicolás como referencia mas destacada desde nuestra posición, envuelta en un cielo teñido con ribetes anaranjados. Una visión que va a ser difícil que olvidemos.

Oscurece por momentos, debemos regresar. De vuelta hacia el Albergue, Juan y Pepe se paran a la entrada del pueblo a conversar con unos vecinos. Ya es noche cerrada y me encuentro bastante cansado, hoy el calor ha podido conmigo y para más “inri”, la ampolla me molesta, así que marcho solo al Albergue que sigan ellos hablando cuanto quieran. Son las 22:30 horas, buena hora para acostarse. Mañana será otro día.

Buenas noche y hasta mañana.

Coca-Alcazarén

(por la Cañada Oriental Leonesa-Camino Viejo de Valladolid)

Parcial:21,6 km; Totales: 170,9 km; Restan: 611,4 Km

Tierra de Pinares

Después de tomarnos unos batidos con bollería, nos disponemos a partir cuando son las 06:10 horas y todavía es de noche. Hace fresquito al paso por el “Puente Grande” sobre el Río Eresma pero es un frescor que se agradece. El “Puente Chico” es el que salva el Río Voltoya que es la salida de Coca hacia Villeguillo, el itinerario alternativo.

Pasamos por la “Fuente de los cinco caños” con un yacimiento arqueológico contiguo y tomamos el desvío a la izquierda por donde nos incorporamos a la “Cañada oriental leonesa”. Comienza a amanecer. Nos tomamos unos minutos de tiempo para echar una última mirada a Coca que Pepe aprovecha, a pesar de la poca luz, para sacar unas fotos. Caminamos en completa soledad por la cañada real que discurre entre el río Eresma y los pinares. De vez en cuando algún conejo o liebre cruza como una exhalación la cañada asustados por nuestra presencia. Poco a poco vamos haciendo camino. Juan y Pepe van casi siempre adelantados, a mí me van molestando bastante las ampollas de mi pie derecho. A veces la cañada se interna algo en el pinar. Nos acordamos de las recomendaciones de Eulogio –vosotros seguir siempre recto entre el pinar y el río y no os perderéis-. Sabíamos que el tramo hasta la ermita estaba sin señalizar y eso crea a veces inseguridad como la que tuvimos al llegar a la altura del acceso al nuevo embalse donde confluyenr varias pistas, pero al final encontramos la correcta que se introduce en el pinar pero manteniendo la enfilación norte. Un poco antes de llegar a la Ermita de Sacedón llama la atención una granja abandonada con muchas particiones enjauladas. Ya preguntaremos de qué se trata. Enseguida avistamos el techo de la Ermita entre los pinos que cada vez van tomando más frondosidad y a las 09:15 horas llegamos a su altura. Han sido 14 kilómetros desde Coca. Estamos en el límite provincial Segovia-Valladolid.

Tomamos asiento alrededor de una de las mesas dispuestas en un área de esparcimiento entre hermosos ejemplares de pinos piñoneros. Buen sitio para almorzar. Además existe una fuente en las cercanías por la que mana agua abundante muy fresca que vierte sobre una balsita donde muy bien se pueden refrescar los pies. Mientras almorzamos pasan tres muchachas que se dirigen a la fuente y vuelven por donde han llegado sin cruzar palabra alguna con nosotros. Quizá nuestras pintas no les han infundido mucha confianza. Nosotros seguimos a lo nuestro que son unos buenos bocadillos de embutido y queso. Al poco rato aparece un señor de edad. Este sí que se acerca con ganas de conversación. Se trata de Teodoro Herrera, vecino del cercano pueblo de Pedrajas de San Esteban (3 km), villa piñonera por excelencia, enclavada en el centro neurálgico de la comarca Tierra de Pinares, quizá el pueblo más importante de España dedicado a la industria del piñón. Viene muy a menudo andando, -es un paseo saludable y al mismo tiempo agradable –nos dice-. Resulta que el Sr. Teodoro es un pionero de la moderna industria del piñón. De la nada y con el sacrificio de la familia convirtió una economía de subsistencia cuyos ingresos provenían del trabajo de piñero y venta o trueque posterior del piñón a sacos, en una gran empresa familiar dedicada a la producción integral del piñón. Nos explica por encima el proceso:

Hasta hace no muchos años todo el trabajo era manual. Desde las tradicionales subastas de las piñas , la recogida de las mismas del 30 de noviembre hasta mediados de marzo–abril desarrollada por los piñeros que encaramados en la base de las copas, con sus largas varas terminadas en un gancho curvo (gorguz), enganchaban las piñas para tirarlas al suelo, la tendida de las piñas en parvas sobre las eras para que se abrieran al sol, la movida de las piñas a fuerza de paladas para dejar caer los piñones, el barrido de los suelos con escobas mojadas para separar las piñas de los piñones, el cribado para separar el piñón y la cáscara menuda de la gorda, las lavazas para separar los piñones vacíos y cáscara menuda de los “piñones prietos” (los buenos) que van al fondo y lavarlos para eliminar el tizne, el cascado del piñón con mazos de madera sobre una piedra plana o las cascadoras de rodillos movidos manualmente por manivela, y por último las hábiles manos de las mondadoras para dejar el piñón blanco sin su cáscara.

Pasaron esos tiempos de penuria, y hoy en día, todo ese laborioso proceso se hace mecánicamente. Nos habla de los malos tiempos de la posguerra. Pero el que quería trabajar –nos dice muy convencido- trabajo no faltaba. Y qué razón tiene!! Los cien millones de pesetas que ha donado a sus hijos, serán más que suficientes para que la saga de los Herrero con su industria perdure en el tiempo. -El otro día llegó un peregrino extraviado a Pedrajas, su destino era Alcazarén. Llegó reventado. Lo encontré tan mal que me ofrecí a llevarle en coche-.

Se queda con nosotros hasta que terminamos el almuerzo y luego nos acompaña hasta el desvío del cortafuegos que se dirige a Alcazarén por el “Camino Viejo de Coca”. A un kilómetro está la carretera de Olmedo-Pedrajas. La cruzan y ya verán las flechas amarillas, que les llevará directamente a Alcazarén –nos informa con la seguridad de quien conoce el terreno el bueno de D. Teodoro-. Es una pena que no vengan a Pedrajas –agrega- les habría mostrado la fábrica. Le agradecemos sinceramente su compañía y continuamos nuestro Camino. El sol comienza a hacerse notar.

A 1 km del desvío cruzamos la carretera de Pedrajas, continuando por una pista que se interna en el pinar. Aquí comienza la señalización con flechas amarillas y de sendero de pequeño recorrido. Estamos deseando llegar pues el calor se va haciendo agobiante y eso que son todavía las 11:00 horas. Parece mentira que a pesar de la sombra proporcionada por los pinos la sensación de calor se incremente tanto hasta el punto de que nos hace sudar a conciencia. Un gamo despavorido, se cruza a nuestro paso velozmente. Juan está nervioso. No aguanta más y “mete la directa” perdiéndole de vista en poco tiempo. Pepe se acomoda a mi ritmo de marcha. Pasamos ante un hermoso trigal cuyas espigas parecen van a reventar. Alcazarén se está haciendo de rogar. Lo peor de todo es que al ir entre pinos no tenemos referencia alguna.

El pinar da paso a campo descubierto. Ya tenemos Alcazarén a la vista. Son unos 2 km lo que nos queda. Pasamos ante una bifurcación donde se emplaza, junto a un viejo carro y entre los dos caminos, un hermoso mojón. Nos indica que tomemos la pista de la derecha.

Por fin llegamos a Alcazarén, encontrando a Juan a la entrada del pueblo charlando con unos albañiles. Nos dirigimos a la Plaza Mayor. El Ayuntamiento está abierto pero no hay nadie. Deben haber salido a almorzar. Despojados de las mochilas y demás bártulos, esperamos pacientemente la llegada de algún funcionario que media hora después aparece. No debe haber mucha faena en el Ayuntamiento. Es una chica muy amable que nos sella las credenciales y nos ofrece pernoctar en el Albergue acondicionado en la Ermita del Santo Cristo del Humilladero. Le agradecemos su atención pero Paco nos tiene reservado otro Albergue más confortable.

Al llegar al Bar Pepín lo encontramos cerrado, es su día de descanso. Vaya por Dios!!. Entramos en el Bar Real, unas casas más adelante, donde nos sentamos a descansar y tomarnos unas cervezas mientras esperamos a Paco que estará al llegar. Charlamos con la propietaria, muy atenta. No hay posibilidad de comer allí. Ya veremos lo que dice Paco que aparece a la una menos cuarto.

Después de los saludos de rigor nos dirigimos a la casa de Carlos un buen amigo peregrino y socio de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Valladolid (AJOVA). Nos pone su casa a nuestra entera disposición. Hospitalidad de lujo que agradecemos. Tal como corren los tiempos, es difícil encontrar a alguien que te deje la casa sin conocerte bien. Nos aseamos y preparamos una buena colada en la lavadora.

Con el coche de Paco, nos acercamos a Pedrajas a comer. Mira por donde vamos a conocer el pueblo. Tal como nos informó el Sr, Teodoro, se “huele” a piñón desde la primera casa de Pedrajas. Hace un calor insoportable. Paco nos lleva al restaurante Casa Roberto. Aparte de este restaurante hay varios más en el pueblo. Se nota que corre el dinero. Nos atiende el mismo Roberto. Pedimos, unos lentejas y otros judías y de segundo todos a una, lengua estofada. Hacía tiempo que no probaba tan exquisito manjar. Paco nos habla del evento jacobeo del pasado fin de semana en Valladolid al que acudieron José Antonio de la Riera, Moncho Trigo, Resti y Begoña entre otros. Arturo les preparó en Puente Duero un sabroso guiso de carne de cordero con patatas. Ha quedado bastante para vosotros –nos dice Paco- que mañana podréis comer. Arturo es especialista en este guiso. Roberto se porta muy bien con nosotros. Tengo ganas de hacer el Camino –nos dice- pero hay que encontrar un hueco. Le comentamos el encuentro con el Sr. Teodoro en la Ermita de Sacedón. Pues debe estar al llegar –nos dice- suele venir todas las tardes a tomar el café y echar la partida. A la salida le vemos en una mesa echando la partida. Se alegra mucho de vernos.

Paco nos devuelve al Albergue de lujo y nos despedimos hasta mañana. Ah.. ya se me olvidaba… he encargado el “Flectomín”, lo tendréis a vuestra disposición en la farmacia de Puente Duero. Qué buena persona es el amigo Paco!! Su rostro rematado con una canosa y recortada barba, lo dice todo.

Una vez recogida la colada y tendida en el patio donde a buen seguro, con el calor que hace, se secará pronto, nos echamos la siesta en espera de que el sol decline.

A las 20:30 horas salimos. No hay nada abierto. En los dos bares de la carretera no tienen nada que darnos para cenar. El único restaurante abierto es “El Puente” que está a kilómetro y medio yendo por la pista por donde se entra al pueblo si se escoge el itinerario de Villeguillo. Nos apetece una buena ensalada, así que no hay mas remedio que hacer un pequeño esfuerzo que para mí no es tan pequeño pues las ampollas me siguen molestando a pesar de la cura que me ha practicado Pepe.

A la salida del pueblo pasamos por la Ermita del Santo Cristo del Humilladero y en menos de media hora llegamos al restaurante que está situado en la carretera antes de cruzar el puente sobre el río Eresma.

Nos preparan unas copiosas ensaladas, es más que suficiente. La propietaria muy atenta nos proporciona leche, cola-cao y bollería para el desayuno de mañana.

Ya con la noche encima regresamos por donde hemos venido.

Y a dormir. A ver si con un poco de suerte se me secan las ampollas. Me enchufo el respirador y mientras concilio el sueño repaso con regocijo las vivencias de la jornada. Para ser una etapa que se suponía tranquila, menudo ajetreo hemos tenido. Vaya manera de vivirla!!.

Buenas noches y hasta mañana.

 

Alcazarén-Puente Duero

Parcial:24,7 km; Totales: 195,6 km; Restan:586,7 Km

Una peregrina del mundo

Hemos descansado a gusto en el Albergue de lujo que Carlos ha tenido la atención de poner a nuestra disposición. Muchas gracias Carlos por la hospitalidad. A las 06:00 horas, nos disponemos a emprender la etapa después de un desayuno improvisado. A pesar de la temprana hora, hace ya calor. Ya veremos como se portan los pies. La ampolla no termina de secarse. Mal asunto.

Aunque todavía está oscuro, no tenemos problema en buscar la salida pues ya la teníamos bien controlada desde ayer. Después de casi un kilómetro de asfalto, alcanzamos la carretera nacional N-601 que debemos cruzar para seguir por una pista de tierra que nos introduce en un nuevo pinar. Juan anima la marcha con sus consabidos canturreos. A 3,8 km de la carretera llegamos a la Finca de Brazuelas, donde hay un espléndido crucero levantado frente a la puerta principal junto a un hermoso árbol. Desde allí y siempre siguiendo el curso del río Eresma, continuamos por pistas arenosas que discurren entre pinares. Juan y Pepe van siempre delante mía a cierta distancia. La ampolla del pié derecho sigue fastidiándome. Temo que mis pies no aguanten hasta Puente Duero, sobretodo si el calor continúa apretando.

A 3,2 kilómetros de Brazuelas, la pista desemboca en la carretera comarcal de Matapozuelos-Mojados, a la altura del puente sobre el río Eresma, que va siendo nuestro compañero de camino desde Segovia, donde me esperan Juan y Pepe. Tras 600 de asfalto, las flechas nos dirigen a una cañada que parte a la derecha y que discurre entre el Río Adaja (nuevo compañero) y el Eresma. Al fondo parece adivinarse Valdestillas pero aun nos quedan casi 7 kilómetros para llegar a dicha localidad. Es un tramo bastante descubierto.

A 2,3 kilómetros de la carretera cruzamos el río Adaja muy cerca de su confluencia con el Eresma que da por terminado su curso. Estoy deseando llegar a Valdestillas para cambiarme los calcetines. Juan mete de nuevo la directa y se adelanta, cuando le entran los nervios no hay quien le pare. Pepe me acompaña. Pasamos entre campos de labranza. Da la sensación de ser una vega muy fértil. 4,4 km después de cruzar el río Adaja, llegamos a las primeras casas de Valdestillas. Juan nos está aguardando. Son las 09:30 horas. Encontramos un bar abierto pero no tienen nada que echar a la boca, parece como si lo acabasen de abrir. Unos paisanos nos recomiendan el Bar Taquita, junto a la estación de FF.CC.. Allí –nos dicen- podrán comer lo que deseen, pero aun les queda casi dos kilómetros. Qué le vamos a hacer, casi media hora de marcha. La travesía por el pueblo, una “longaniza” de cuidado, se nos hace eterna. En el Bar Taquita, Juan y Pepe piden sendos bocadillos. A mí hasta se me ha quitado el apetito y es que estoy preocupado por el pié. Me pido una tapa de tortilla y me tomo un sobre de “Flectomín”, aprovechando la parada para cambiarme de calcetines.

A las 10:15 horas reemprendemos el Camino. Pasamos junto a la Estación de FF.CC. y salvamos la línea férrea por un paso inferior. Inmediatamente cruzamos de nuevo por un puente el Río Adaja que forma un remanso, desviándonos a la izquierda por una senda arenosa que se introduce en un pinar discurriendo en paralelo a la carretera que la llevamos a nuestra derecha. De nuevo a Juan le entran los nervios y se adelanta, Pepe sigue conmigo. Se hace incómoda la marcha sobre el terreno arenoso de la pista, sobretodo teniendo en cuenta mis molestias. El calor va pasando factura, conforme avanza la mañana me voy resintiendo de verdad. Pepe poco a poco se va separándose de mí, pues mi marcha se va ralentizando por momentos, dejándome a mi aire con mis sufrimientos y pensamientos de desasosiego. A 3,5 km paso por la entrada principal de la Dehesa privada de Osada. Al terreno arenoso de la pista se han agregado los guijarros que martirizan mis pies, es un verdadero suplicio y para colmo de todos mis males, el calor bochornoso que no para de aumentar.

A 4 km de la Dehesa comienzo a ver las primeras casas de Puente Duero y 400 metros mas adelante, después de pasar bajo un puente, encuentro a Juan y a Pepe que están charlando tan campantes con un vecino, amparados del sol que cae a plomo, por el porche de una casa. Yo llego exhausto. Dicen que han cortado el agua hasta mañana  y que el Albergue no lo abren hasta la tarde –me lanza Juan con cierta ironía-. Lo que faltaba para rematar la jornada. Son las doce del mediodía.

Nos dirigimos al Albergue que se encuentra a la izquierda del famoso puente romano sobre el río padre, el gran Duero. Efectivamente el Albergue, una coqueta casita de madera rodeada de jardín, está cerrado. Telefoneamos a Paco, las llaves están a nuestra disposición en el Bar Loli cruzando el puente. Juan y Pepe van a recogerlas. Yo me quedo, a la estrecha sombra de un muro, guardando las mochilas. Aprovecho para quitarme las botas y ponerme las sandalias.

Acomodados y aseados, esperamos la llegada inminente de Paco que lo hace a las 13:00 horas y después de unos breves comentarios sobre la etapa, acudimos a un bar cercano para intentar calmar el calor con unas cervezas mientras termina de descongelarse el guiso de cordero. Ya me voy encontrando bastante mejor.

De vuelta al Albergue, calentamos el guiso y preparamos una buena ensalada y bajo un sotechado de madera nos disponemos a saciar el apetito, contándole a Paco nuestras venturas y desventuras de la etapa. Nos propone Paco, que mañana en vez de quedarnos en Peñaflor de Hornija a pernoctar, lo hagamos en Castromonte, 9 kmmás de etapa pero con la ventaja de que en vez de dormir en un polideportivo, que desconocemos en que estado se encontrará, lo haremos en un Albergue que precisamente lo inauguran mañana viernes. Seríamos los primeros peregrinos en pasar por él. La idea no nos desagrada. Ya veremos mañana cuando lleguemos a Peñaflorde Hornija como nos encontramos.

Cuando estamos apurando la ensalada, aparece sin apenas darnos cuenta una mujer menudita de unos sesenta años portadora de una pequeña bolsa de viaje. Con cabello canoso peinado corto y lacio y gafas muy sencillas, va vestida con traje-chaqueta azul oscuro muy serio, por su aspecto más bien aparenta ser una monjita, que algo tímida nos pregunta con mucha educación por Arturo. Soy la nueva hospitalera –añade algo turbada, con acento extranjero-. Parece un ángel caído del cielo. Al momento Paco la atiende, poniéndole al corriente del que será su nuevo hogar de paso. Nosotros nos quedamos boquiabiertos haciendo cábalas sobre quien será y de donde procede.

Un rato después, la tenemos ante nosotros. Bienvenida hermana –se presenta Juan según acostumbra-. Por favor –contesta la nueva hospitalera –no me diga hermana, prefiero que me llamen Patricia. Al momento comprendemos que no se trata de una monja. Efectuadas las presentaciones se sienta con nosotros. Le ofrecemos algo de comer pero rehúsa alegando que ya ha tomado algo. Como muy poco, saben? –nos dice agradecida. Es de Buenos Aires, donde reside, de ascendencia  irlandesa. Conforme va entrando en materia, nos damos cuenta que es una mujer muy culta. Mientras conversamos con ella aparece Arturo que se lleva a Patricia para instruirle en su cometido. Nos despedimos, tenemos que estirar un poco las piernas sobre la cama para descansar de la dura etapa. Pepe aprovecha para sanear y proteger mi ampolla que ha aumentado de forma ostensible. Y es que con el calor que hace, cómo va a curarse?.

Sobre las 18:00 nos acercamos al pueblo para comprar los ingredientes para preparar una buena ensalada, bollería y cola-cao para el desayuno de mañana y recoger el “Flectomín” de la farmacia. De vuelta investigamos la salida de la etapa de mañana, según indicaciones de Arturo. Observamos como un perrazo “tapona” prácticamente la calle por donde debemos salir. Mala cosa y peor aún será mañana al alba. Tendremos que dar un pequeño rodeo para eludir el peligro pues no nos fiamos un pelo del can.

De vuelta al Albergue formamos tertulia con Paco y Arturo, mientras Patricia prepara la ensalada. A Pepe le llama la atención la forma peculiar que tiene Patricia de cortar la ensalada, todo tan menudito!!. Arturo irá mañana a la inauguración del Albergue de Castromonte. Avisará de nuestra posible llegada al atardecer. Pronto se suma Patricia a la tertulia. Enseguida se muestra como una peregrina del mundo. Nos comenta anécdotas referentes a sus vivencias, todas ellas tienen un común deniominador, el autoabastecimiento familiar, del que ella está convencida como única forma de mejorar las grandes desigualdades norte-sur que hoy en día empaña la convivencia entre los seres humanos. Nos quedamos extasiados oyéndola. Qué entrañable mujer!! Seguro que será una excelente hospitalera de este modesto y apartado albergue. Su único patrimonio es lo que lleva puesto, el pequeño bolso de mano con más libros que otra cosa y sobretodo la ayuda a los más necesitados cuando se la requiere. Nos damos cuenta que no usa ni reloj. Ha recorrido medio mundo y hasta ha trabajado con la madre Teresa de Calcuta. A mí me da la impresión que no vive en este mundo y se ha quedado anclada al pasado. Pero es tan bonito lo que expresa!!

La tarde va tocando a su fin. Paco se despide de nosotros. Le agradecemos sinceramente sus atenciones. Mientras comemos la ensalada advertimos que Patricia lo hace sin aderezarla. Posiblemente sea lo único que comerá hoy. Yo me encuentro cansado y deseando acostarme pero me da pena dejarla con la palabra en la boca. Una tras otra sigue relatándonos historias entrañables de familias austeras que se valen de sus pequeñas artimañas para sobrevivir. Arturo también tiene sus historias. Entre ellas la del indigente que pedía limosna ante la Puerta de la Catedral de Murcia que salió corriendo tras de él cuando acababa de sellar la credencial en su Camino del Sureste. Nunca olvidará aquellos instantes en que alguien le tocó en el hombro. Era el indigente que le alargó la mano para entregarle unas monedas. Recuerda que no pudo contener las lágrimas. Desde luego, ha sido una velada enriquecedora. Seguro que el amigo “Santi”, ha puesto en nuestro Camino a esta caritativa peregrina del mundo para darnos una lección de humildad.

Llega la hora de la despedida. Arturo nos recuerda lo del Albergue de Castromonte. Hacedme caso –nos dice- son solo 9 km más que podéis hacer después de la siesta y estaréis mucho mejor que en el Polideportivo de Peñaflor. Igual que a Paco, le agradecemos su hospitalidad y atenciones.

Ya es noche cerrada y mañana queremos levantarnos pronto para aprovechar al máximo el frescor de los albores del día.

Buenas noches y hasta mañana.

Puente Duero-Castromonte

Parcial:35,7 km; Totales:231,3 km; Restan 551,0 km

Los Páramos de Torozos

Hoy nos pegamos un buen madrugón. A las 05:00 horas Juan ya está tocando diana. La etapa es larga y puede que sea muy calurosa por lo que se hace preciso iniciarla pronto. Encontramos a la buena de Patricia que ha pasado toda la noche sentada en un sillón. Pobrecilla!!. Al percatarse que nos hemos levantado lo hace ella también. Preparamos el desayuno y nos despedimos de esta noble mujer deseándola todo lo mejor en la vida y que tenga suerte en su nueva faceta de hospitalera. Estoy seguro que atenderá con una hospitalidad de lujo a los peregrinos que pasen por el Albergue.

Cruzamos el puente medieval sobre el río Duero. Todavía es noche cerrada. Nada más pasar el puente tomamos una pista a la izquierda rodeando la calle donde ayer tarde vimos al perro. Dos kilómetros después llegamos a la carretera de Simancas tomando una pista que discurre a la izquierda en paralelo a la carretera que se convierte en un magnífico cortafuegos para el último gran pinar de Castilla que encontraremos en nuestro Camino. A las 06:50 horas salvamos el Río Pisuerga por otro puente medieval muy largo y de un solo sentido de circulación por lo que dado que el día aún no ha despuntado, debemos extremar la precaución. Después de cruzar el puente se entra en Simancas por una calle en fuerte subida y a las 07:00 horas estamos junto a la fuente que hay frente al famoso castillo, donde nos permitimos un receso.

Cruzamos la autovía de Valladolid por un paso inferior y por una pista en subida nos adentramos en el páramo castellano. A izquierda y derecha campos de trigo mocho, como identifica Juan, intercalados con barbechos y terrenos yermos, sumido todo en una sequedad sorprendente, pero lo que mas sobrecoge es que no hay ni una sombra donde protegerse del sol, ni una casa, nada de nada.

A estas horas tempranas todavía se puede marchar bien pero el cielo totalmente despejado hace presagiar un día caluroso. Juan de nuevo se adelanta, va muy nervioso.

1,5 km antes de llegar a Ciguñuela, justo al comenzar un fuerte repecho, se encuentra un peculiar refugio bien señalizado a la izquierda del camino y en la misma vaguada de La Barguilla. Bajo la señalización “Camino de Santiago”, una placa donde se puede leer este expresivo soneto:

Entramos en el refugio. La verdad es que a pesar de su austeridad aparenta robustez, más que suficiente para tomarse un descanso o guarecerse de alguna tormenta. Por donde andará Juan!! Cuando toma la “directa” no hay quien le alcance.

Llegados al alto se comienza a ver el pueblo presidido por la torre de la Iglesia de San Ginés. El tonto del pueblo, sentado a la entrada viendo como trabajan unos paisanos, nos recibe con aspavientos. No hay ningún bar abierto -nos dice Juan al encontrarle-, tendremos que seguir hasta Wamba. Y el calor apretando lo suyo. En Ciguñuela hay un albergue inaugurado no hace mucho que dicen que está bastante bien.

Por otra pista salimos de Ciguñuela. El panorama continúa igual. A 6 km la pista desemboca en una carretera asfaltada que nos conduce en 1,5 km directamente a Wamba, situada en una vaguada con algo de verdor, un oasis en el páramo. Allí está Juan esperándonos. La Iglesia de Santa María se halla cerrada, así que nos quedamos sin visitarla como hubiera sido nuestro gusto. En ella, se aprecian diferentes estilos arquitectónicos. La cabecera es de estilo visigodo del siglo X, la nave central y portada románica del siglo XII y el baptisterio, de estilo cisterciense, data del siglo XII. En una de las capillas del claustro se puede visitar un osario. En fin, dejaremos la visita para otra ocasión.

Lo que si ha encontrado Juan es un bar abierto. Menos mal, ya se estaba haciendo de rogar. Se trata del Bar “La Rinconada”, en cuyo patio a la fresca nos sentamos a almorzar. Unos chorizos y “chistorras” regadas con unas cervezas bien frescas fueron suficientes para reponer energías. Aprovechamos para cambiarnos de calcetines. Hoy parece que voy mejor del pié derecho. El izquierdo ni se ha enterado hasta el momento.

A Peñaflor de Hornija nos quedan casi 8 km. Nada mas salir de Wamba, se toma una pista que sale junto al cementerio y una ermita, en ascenso hacia el páramo. El mismo paisaje de antes, aunque a veces algunos campos quiebran la monotonía del entorno ocre-amarillo con amapolas mezcladas con flores violetas que forman un bello tapiz que destaca entre tanta sequedad. Peñaflor de Hornija se hace de rogar. De nuevo, Juan nos toma la delantera.

Cuando llevamos una hora de cansino caminar, aparece a nuestra vista el campanario de la iglesia que parece que lo tenemos a tiro de piedra, pero todo es un espejismo. Todavía tenemos que andar un trecho, descender por un camino pedregoso hacia la vaguada que forma el arroyo Valdematilla y remontarla en fuerte pendiente para entrar en la calle Hospital de Peñaflor de Hornija, donde nos recibe un rebaño de ovejas que se retira a su redil para protegerse del sol que está cayendo a plomo.

Allí vemos a Juan que no ha perdido el tiempo durante la espera. Ya tiene las llaves del Polideportivo que le ha entregado Isabel, la madre de la alcaldesa, y también ha encargado la comida en el Bar Hornija o Casa Paco.

El Polideportivo está hecho una calamidad. Nos duchamos como podemos con agua fría y preparamos unas colchonetas para echarnos la siesta cuando comamos. Efectivamente tenía razón Paco y Arturo referente a su lamentable estado.

En el Bar, nos atiende Monse, la hija de Paco, muy altiva y con pocas ganas de trabajar. Nos va sirviendo a regañadientes. Está más pendiente de su chico, apoyado sobre la barra del bar, que de nosotros.

Concluida la comida, nos retiramos al Polideportivo a descansar hasta que baje un poco el sol y continuar hasta Castromonte que se encuentra a poco mas de nueve kilómetros.

A las 18:00 horas, reanudamos el Camino. Ya no hace tanto calor y el cielo se está cubriendo de negros nubarrones que barruntan tormenta. Si nos libramos de un buen remojón va a ser todo un milagro.

Descendemos el promontorio donde se asienta el pueblo por el lado opuesto al que hemos llegado hasta llegar a la vaguada formada por los meandros del río Hornija que cruzamos por un puente a 1,5 km del pueblo. En un cruce de carreteras seguimos de frente y a unos 500 metros las flechas amarillas nos desvían por una pista que sale a la derecha. Si hubiésemos continuado por la carretera hubiésemos ido a parar, tras unos 5 km al poblado de la SantaEspina con Refugio de Peregrinos y donde está el famoso Monasterio del mismo nombre, pero pilla algo desviado del Camino. Pronto el Camino coincide con un sendero de largo recorrido que nos llevará directamente a Castromontedespués de atravesar el arbolado de Casa Terradillos, otro oasis en medio del páramo. Precisamente cuando estamos atravesando este “oasis”, nos llama Paco para decirnos que en Valladolid ha caído una granizada de muy señor mío. La verdad es que dirigiendo la mirada hacia el sur se ve el cielo todo negro. De momento nos vamos librando de una buena mojada.

A Castromonte llegamos a las 20:00 horas. En la puerta del recién inaugurado Albergue nos espera un paisano para entregarnos las llaves. Nos cuenta por encima el acto de inauguración que tuvo lugar en la mañana. Advertimos que nos han dejado trozos de coca y canapés. Ya tenemos cena. El paisano nos dice que el Ayuntamiento nos invita a lo que queramos en el bar. Como vamos a rechazar semejante atención. Nos dirigimos al bar donde nos tomamos unas cervezas a la salud del pueblo.

De vuelta al Albergue, nos duchamos con agua fría, (como es normal, faltan algunos detalles por corregir). Cenamos lo que nos han dejado y nos aprestamos a acostarnos. Me acuerdo que hoy cumple mi padre 97 años y le llamo para felicitarle. Quien llegará a esa edad en la forma que está él. Pepe me hace la cura de ampollas y las protege con gasa untada con Betadine. Y sin más, a enchufarme el respirador y a estrenar cama.

Buenas noches y hasta mañana.

Castromonte-Villalón de Campos

Parcial 37,8 km; Totales: 269,1 km; Restan: 513,2 Km

El mercado medieval

Partimos de Castromonte a las 05:45 horas después de desayunarnos las socorridas tabletas energéticas. Todavía está oscuro por lo que nos debemos ayudar con la linterna para tratar de localizar las flechas amarillas que al final perdemos.

Optamos por seguir la carretera que discurre por una vaguada de terreno muy pobre. Tras 7,6 km de suave bajada, dejamos Valverde Campos a nuestra derecha y continuamos por el asfalto. Menos mal que el calor todavía no ha hecho acto de presencia.

Seguimos la carretera pues no encontramos señalización fiable. Pronto Juan y Pepe me toman la delantera. Unos 3,5 km después encuentro una flecha dirigida hacia una pista que sale a mi izquierda. Llamo la atención a gritos de Juan y Pepe que marchan a unos 200 metros por delante, se vuelven  pero no me hacen ni caso, así que los dejo a su aire. Yo iré esta vez en solitario por el camino señalizado, por lo menos dejaré el asfalto. Al fin y al cabo nos encontraremos en Medina de Rioseco que ya tenemos a la vista.

Llegando a Medina de Rioseco empieza a dolerme la zona lumbar. Más molestias a sumar a la del pié derecho. Son las 08:45 horas cuando encuentro un bar abierto en el centro. Telefoneo a Juan que debieron entrar por la carretera general. Efectivamente están ya en el pueblo y unos minutos después nos reunimos. Ellos se piden unos bocadillos para almorzar. Para mí es muy pronto todavía y prefiero hacer un buen desayuno con café y bollería, otra cosa no me entraría.

Sobre las 09:30 horas reanudamos la marcha hacia las afueras de Medina. Al llegar a la dársena del Canal de Castilla tenemos que decidirnos por tomar el itinerario de Berrueces y Moral de la Reina o el que discurre por el camino de sirga junto al Canal. Sin pensarlo mucho optamos por este último. Será más agradable ir a la sombra de los chopos acompañados del frescor que debe emanar el canal que marchar por parajes desérticos.

Después de hacernos unas fotos en la dársena donde se inicia el recorrido del Canal de Castilla, emprendemos la marcha por el camino de sirga de la margen izquierda. Vamos en todo momento por la sombra que proporcionan los chopos ribereños, pero a pesar de ello yo voy de mal en peor. El dolor de la zona lumbar se agudiza lo que me obliga a hacer más paradas de lo normal. Juan se nos adelanta de nuevo. Pero ahí está el bueno de Pepe soportando mis sufrimientos. Hace un calor empalagoso que dificulta más mi marcha y por si faltara poco, la semilla de los chopos mezclada con la hojarasca, forman un conglomerado que se te pega en las plantas de las botas e impide andar con normalidad.

Los 8,5 km de canal hasta la 7ª esclusa se me hacen eternos. Pepe me acompaña con más resignación que el paciente Job y de paso levantándome la moral que pasa por momentos delicados.

En la 7ª esclusa nos está aguardando Juan en bañador. Aprovecha el remanso de la esclusa para remojarse los pies y el torso. Yo me conformo con descargarme la mochila y aguantar de pié a la escasa sombra de un solitario árbol para protegerme del sol. No encuentro un sitio donde sentarme a descansar mejor. Un paisano senderista, buen conocedor del entorno, nos informa que Tamaríz de Campos queda a unos 3 km por una pista que acaban de compactar para favorecer la marcha.

Después de unos 10 minutos de “descanso”, reemprendemos el camino que para mí está comenzando a ser un suplicio. Juan y Pepe me dejan a mi aire. Les resulta difícil seguir mi torpe marcha y les comprendo. Y es que entre el sol que cae a plomo, el dolor de la zona lumbar en aumento, y la ampolla, cada paso que doy constituye para mí un verdadero tormento. Incluso pienso que a pesar de que tengo Tamariz a la vista, no voy a ser capaz de llegar. Como otras veces en momentos difíciles, aprieto con fuerza los dientes y encomendándome al Apóstol: ultreia!!, adelante!!. Quedarme parado en medio de la más completa desolación sería un suicidio. Cuando alcanzo el puente sobre el río Sequillo, a unos 300 metros del pueblo, no puedo dar un paso más. Tengo que detenerme por lo menos unos minutos para tratar de recuperarme aunque tan solo sea para llegar. Qué momentos más difíciles!! El Camino se manifiesta en toda su crudeza.

Cinco minutos después continúo renqueando hasta la fuente donde me esperan Juan y Pepe. Me descargo de todo y me arrellano derrotado en el pretil del depósito de agua. Me tomo un sobre de Flectomín con abundante agua y una tableta energética. Valoramos la situación. En el estado en que me encuentro no voy a poder continuar de momento hasta Cuenca de Campos que está a unos 10 km de duro asfalto que con el calor que hace debe estar despidiendo fuego. Quedarme allí para esperar recuperarme parece una solución temeraria. Además no hay un sitio en el pueblo donde protegerse del sol. Así que no queda más remedio que buscar un vehículo que me traslade. A veces la realidad y los sentimientos viajan por caminos contrapuestos. Huir de la cruda realidad sería una irresponsabilidad por mi parte.

Sin pensárselo dos veces, Juan se dirige a un vecino que está junto a un coche, que se busca sus excusas para evitar moverse. Se dirige entonces a una obra cercana donde trabajan unos albañiles y uno de ellos le dice que cuando terminen no tiene problemas en acercarme a Villalón de Campos. Juan y Pepe piensan continuar a pié hasta Cuenca de Campos donde comerán y después de descansar se reunirán conmigo en Villalón.

En el trayecto hasta Villalón me doy cuenta de la dureza del final de la etapa. Todo carretera y sin un árbol. En el lamentable estado en que me encuentro, he hecho bien en abstenerme de hacerla a pie si lo que pretendo es continuar en el Camino. En Villalón están de fiesta –me dice el paisano- celebran un mercado medieval. Para fiestas estoy yo!!.

Al llegar a las afueras del pueblo, me tiene que dejar ya que están todas las calles cortadas al tráfico. Dándole las gracias, me introduzco en las calles de Villalón entre una multitud de gente ataviada con vestiduras medievales, no podía ser más a propósito. Me dirijo al Bar Bécares que se encuentra en plena calle Mayor flanqueada por arcaicos soportales, en medio de todo el bullicio que celebra con jolgorio su fiesta. En el bar se encuentra una nutrida clientela tomando el aperitivo, dentro y fuera bajo los soportales. Hasta los camareros y propietarios van vestidos a la usanza medieval. Enseguida, uno de los Bécares me acompaña, atravesando la plaza donde se asienta un legendario “rollo jurisdiccional” (1), abarrotada de tenderetes y vecinos, a la pensión donde me instalo en una habitación de tres camas con vistas, a través de un balcón, a la plaza donde no cabe un alfiler.

Después de una buena ducha que hoy necesito más que nunca, me tumbo en la cama todo lo largo que soy. Por lo menos diez minutos de relax no me vendrá mal. Hoy lo he pasado francamente mal. El peso suplementario del respirador lo está acusando mi espalda. Maléficos pensamientos fluyen por mi mente. Para tratar de quitármelos de encima, telefoneo a Juan. Les queda todavía unos kilómetros para llegar a Cuenca de Campos y están sufriendo. El calor y el asfalto están pasándoles factura. Les digo que se lo tomen con tranquilidad y que les espero en la Pensión. Anda que si llego a continuar con ellos… Eso me da nuevos ánimos. Una buena justificación conmigo. En fin, vamos a comer y tratemos de quitar las penas.

Entre los tenderetes y el público que abarrota la Plaza del Ayuntamiento me acerco a Casa Bécares. Me acomodo en una mesa y echo un vistazo a la carta. Vaya hombre!! Hay menú especial por las fiestas. Y entre los platos que ofrecen veo “Lechazo asado”. Con las ganas que tenía de catarlo!! No me lo pienso. Una ensalada y el lechazo mojado con buen vino clarete de Cigales serán más que suficientes para alegrarme la vida. La paletilla de lechazo me sabe a poco, está riquísima. No todo van a ser pesares.

Concluida la suculenta comida, me retiro a descansar a la pensión y esperar la llegada de mis compañeros de fatigas.

Sobre las 18:00 horas aparecen Juan y Pepe reventados. Piensan que ha sido hasta el momento la etapa mas dura del Camino. Una vez aseados y descansados, salimos a dar una vuelta por el mercado medieval mezclándonos con los vecinos que exhiben en la solapa una pegatina reivindicativa del paso de la autovía por el pueblo. Pepe aprovecha la ocasión para comprarse unas alpargatas. En un tenderete exponen sus aves unos cetreros que hacen gala de su experto oficio con unos halcones que dirigen a su antojo. Menudo ambiente!! Compramos embutido, queso y pan para el almuerzo de mañana ya que no sabemos si encontraremos algún bar abierto durante la etapa.

La tarde comienza a languidecer y el cielo se está cubriendo de “borrregos” por lo que si hacemos caso al refrán: “Cielo aborregado a los tres días suelo mojado”, lloverá cuando menos lo pensemos. Nunca hemos tenido tantas ganas de que eso ocurra. Así por lo menos refrescará el ambiente. Está siendo muy dura la meseta castellana, nada recomendable para atravesarla en meses calurosos.

Permanecemos un rato en la plaza haciéndonos fotos con el “rollo” y la iglesia de San Miguel de fondo y asistiendo a diversas actuaciones artísticas que nos hacen olvidar las desagradables incidencias de la etapa. Por último nos acercamos al restaurante de Bécares donde damos cuenta de unas copiosas ensaladas.

Es hora de retirada. Ya veremos si podemos pegar ojo con tanto jolgorio. Antes de acostarnos Pepe me hace la cura diaria del pie renovando el apósito. De momento no va a más. Es una buena noticia.

Hay música y cantos hasta altas horas de la noche pero estamos tan cansados que no son obstáculo para conciliar un profundo sueño.

Buenas noches y hasta mañana.

Villalón de Campos-Gordaliza del Pino (El Burgo Ranero)

Parcial 30,8 km; Totales: 299,9 km; Restan: 482,4 Km

Gordaliza del Pino??

Juan toca diana a las 05:00 horas cuando en el exterior se oyen las monótonas y estridentes cantinelas de los borrachos que aún quedan en la plaza y que se niegan a abandonarla. Parece como si les hubieran dado cuerda. Yo me he recuperado bastante. Menos mal. Nos tomamos el chocolate y bollos que compramos ayer. Es importante salir con algo en el estómago.

Son las 05:45 horas cuando todavía oscuro emprendemos la que puede ser la última etapa del Camino de Madrid antes de enlazar con el Camino Francés.

Otro día que tenemos que ayudarnos de la linterna para localizar las flechas amarillas que nos dirigen dirección norte a la carretera de Fontihoyuelos. Sobre el pretil de un puentecillo advertimos unas señales que nos sacan del asfalto hacia la derecha. Nos encontramos en el Camino Viejo de Sahagún, una antigua cañada. A 1 km pasamos ante la Fuente-abrevadero del Rosario, a la izquierda del camino, junto a un centenario chopo cuya frondosidad debe haber dado sombra a muchas ovejas. Pero gracias a Dios es todavía muy temprano y hace fresco. Frente a nosotros tenemos 6 kmde pista, entre parajes semi-desérticos, que nos conduce al despoblado Fontihoyuelo. Atravesando el pueblo nos incorporamos al camino que nace a la izquierda. Hacemos un descanso técnico para evacuar urgencias y desprendernos de la ropa de abrigo que ya comienza a molestar.

Continúa el camino con la misma tónica. Ni el cereal es capaz de alcanzar más de un palmo. Llegamos a un cruce donde perdemos la señal. Continuamos de frente pero seguimos sin ver indicios de flechas por lo que retrocedemos al cruce. Por la pista que sale a la derecha avistamos entre una gran polvareda un pastor con su rebaño a unos 300 metros. Esperad aquí –les digo- voy a preguntarle. El pastor ya había advertido también nuestra presencia y estaba deseando llegar a nuestro alcance para indicarnos que el camino bueno es por el que llega él. Hago señas con los brazos a Juan y Pepe para que se adelanten. Les quedan unos 2,5 km para llegar a Santervás –nos informa el pastor-.

Reagrupados continuamos adelante hasta cruzar el río Valderaduey. Enseguida nos encontramos entrando en el pueblo. Son las 09:00 horas, buena hora para almorzar. Llegados a la fuente por la que brota un buen chorro de agua fresca, nos sentamos en las escaleras de entrada a una vivienda próxima. Nos desprendemos las mochilas y nos aprestamos a preparar unos suculentos bocadillos con el jamón y queso que compramos ayer en Villalón. Aprovecho para hacer el cambio de calcetines que siempre viene bien. El pie se está portando de momento. Mientras almorzamos, se acerca un paisano con ganas de conversación. Se trata de José Ramón un vecino del pueblo a quien le preguntamos por el camino a Sahagún. Nos explica que se puede ir siguiendo dos itinerarios: el que discurre a orillas del río Valderaduey y pasa por Grajal de Campos o el que pasa por Arenillas. Son unos 18 km –añade- pienso que querrán ir a Sahagún que tiene más cosas que ver y además están en fiestas, pero yo iría por el Camino de Bercianos que pasando por Mengal de Arriba se dirige a Bercianos. Son unos 12/14 kms y no tiene pérdida. La verdad es que es para considerar la idea ya que en Sahagún hemos estado varias veces y no se nos ha perdido nada allí. Y si podemos atajar algo, bienvenido sea la nueva ruta. Además Jose Ramón se ofrece a acompañarnos un rato hasta que avistemos Mengal de Arriba.

A las 09:45 horas, reanudamos la etapa con Jose Ramón de guía que no para de darle a la lengua. El pueblo que veis enfrente es Mengal de Abajo –nos dice- lo llevareis siempre a la vista. Media hora después nos deja en un altozano desde donde se comienza a divisar Mengal de Arriba. Nos despedimos de él agradeciéndole la compañía e información. El sol comienza ya a calentar lo suyo por estos campos desolados. Poco antes de llegar a Mengal de Arriba advertimos a cierta distancia a nuestra izquierda unas construcciones que sobresalen de los bancales y que semejan pagodas chinas aunque en realidad son típicos palomares del terreno. Pepe decide acercarse para sacarles unas fotos. Juan se va tras él. Yo sigo la marcha hacia el pueblo en solitario, esperándoles en el Bar Arriba que lo abren cuando la dueña advierte mi presencia. Unos minutos después, aparecen Juan y Pepe. Nos tomamos unos minutos de descanso en el bar tomando unas cervezas que entran de gloria. Los propietarios nos informan que el Camino de Bercianos sale al costado de la iglesia.

Mientras atravesamos el pueblo en busca de la salida, alcanzamos a vecinos ataviados con sus mejores galas que se dirigen a la iglesia para asistir a la misa dominical de las doce. El cura, que va en un grupo, nos corrobora la información recibida en el bar. -Tendrán unos 2 kms de asfalto –nos dice-, pero después todo recto por pista de tierra hasta llegar a Bercianos.

Una vez rebasada la iglesia cruzamos el río Cea por un moderno puente, cuando las campanas de la iglesia llaman a misa. El río lleva abundante agua. Resulta curioso que con el agua que fluye haya tanta sequedad. Tal como nos indicó el cura, dejamos el asfalto a unos 2 km del puente, siguiendo al frente por una pista de tierra. Qué calor hace, madre mía!! Parece como si la tierra desprendiese fuego. Cuantas ganas tenemos de terminar la etapa!!. En una encrucijada de caminos dudamos si seguir de frente –todo recto era la información- o seguir por la pista mas pisada que se desvía hacia la derecha. Optamos por seguir de frente pero en mala hora. Pronto nos vemos embocados a unas pistas de concentración parcelaria que se dirigen a los cuatro puntos cardinales, alguna de ellas que confunden por su escasa definición. Estamos totalmente desorientados. Será que el calor nos está afectando?. A nuestro alrededor todo es desolación. Después de vagar durante un rato sin mucha convicción, aparece la silueta de un pueblo que debe estar a unos 5 km y por el tiempo que llevamos andando y la información de José Ramón, intuimos que debe tratarse de Bercianos. Como Dios nos da a entender, a veces por medio de los bancales, nos dirigimos hacia él. Sea el que sea es nuestra tabla de salvación pues el sol está que abrasa. Damos con una carretera asfaltada que nos cruza. Continuamos la pista que sale al frente que pronto se desvía hacia la izquierda del pueblo. No puede ser. A retroceder toca. Juan propone salir a la carretera y parar al primer coche que se presente. Dicho y hecho. El primero que se acerca lo hace parar. Resulta que el pueblo que vamos teniendo a la vista y que estará a hora a unos 3 km es Gordaliza del Pino. Vaya patinazo!! Y cual es la situación del citado pueblo? Pues está completamente fuera de ruta. Si queremos ir a Bercianos nos faltan unos 8 km en dirección norte. Pues vaya información la que nos dio José Ramón!! Como para fiarse. La moral se nos viene por los suelos. Y el calor oprimiendo lo suyo. No tenemos mas remedio de acercarnos a Gordaliza del Pino que es la primera vez que lo oímos y nos vemos incapaces de situar en el mapa.

Campo a través, guiándonos por las casas del pueblo, atisbamos una pista en el fondo de una vaguada que es hacia donde nos dirigimos. La pista nos conduce a una carretera que sigue la dirección del pueblo. Son 2 km de asfalto echando ascuas que nos hace sufrir sobre todo las plantas de los pies. Ya veremos la ampolla en que estado se encontrará. No quiero ni pensarlo. También la espalda está acusando el golpe de calor. A ver si llegamos pronto a Gor…que, Gordaliza del Pino -dice Juan-, hasta cuesta memorizarlo, y paramos de andar por hoy.

A las 14:15 horas nos encontramos entrando por las calles de Gordaliza. Unas muchachas ataviadas de domingo que se asustan al vernos tan sudorosos y con esas pintas, nos indican que en la carretera general hay dos bares donde quizá nos puedan dar de comer.

Entramos en el Bar Mario’s. Vaya! un tocayo. Está casi vacío. La hora del aperitivo ha terminado y el personal estará comiendo tranquilamente en sus casas. Aunque no dan comidas nos dice la camarera que nos preparará algo. Y lo que nos saca son las sobras de las tapas. Pero tenemos tanta hambre que no le hacemos ascos. Dicen que para el hambre no hay pan duro y qué verdad que es!!. Por lo menos podremos reponer energías y se nos aclarará un poco la mente. Estamos prácticamente al límite. Para Bercianos nos quedan casi 6 km y El Burgo Ranero está a 11 km. Con el sol que cae a plomo es una temeridad aventurarnos sin señales y más aun sin conocer los caminos. Podríamos ir a parar a cualquier sitio. Así que optamos pedir que nos trasladen en coche aunque sea pagando. Después de unos titubeos entre la camarera y la clientela que ha vuelto a aparecer para tomarse los cafés y prepararse para la partida, el propietario del bar que no podría ser otro que mi tocayo, se ofrece a llevarnos adonde le digamos. Sin pensarlo dos veces, nos montamos en el coche y le rogamos que nos deje en El Burgo Ranero donde tendremos mas posibilidad de alojamiento y además es un punto estupendo para acometer la etapa de mañana hasta Mansilla de las Mulas con tranquilidad que los cuerpos no están para muchos trotes. Esta vez, el calor ha podido con los tres.

En El Burgo Ranero nos dirigimos directamente al Bar-Hostal El Peregrino a cuyos dueños conozco de mis anteriores Caminos. Nos atienden de maravilla, instalándonos a cada uno en una habitación.

De nuevo la ducha nos deja casi nuevos. Creo que una buena siesta no nos vendrá mal. Sobre las 18:00 horas recibo la llamada de varios amigos peregrinos interesándose por nuestro estado y que se extrañan que ya estemos en El Burgo Ranero. Se agradecen mucho esas llamadas de ánimo que te levantan la moral.

Nos acercamos al Albergue de Peregrinos que se encuentra a tope, se nota que estamos en el Camino

Francés. Se acabó la soledad. El hospitalero de turno,

el malagueño Jorge, nos dice mientras sella las

credenciales, que media hora después de abrir, el Albergue estaba completo, casi todos extranjeros, los españoles se pueden contar con los dedos de la mano.

Advertimos que han abierto un nuevo hostal casi al lado del Bar Peregrino. Jorge nos dice que pronto estará abierto un nuevo albergue privado. Se nota que los peregrinos revitalizan la economía de los pueblos por donde pasan. Sin ellos, qué sería de muchos de ellos!!.

La etapa de hoy ha hecho mella en mi pie derecho. La ampolla, que tenía casi curada, se ha reproducido y ocupa casi al completo la parte delantera de la planta del pié. Como Dios le da a entender, Pepe se esmera en curarme protegiéndome la ampolla con gasa untada con Betadine, para evitar que se infecte, bien asegurada con esparadrapo. Me preocupa bastante. A ver si llegamos a Mansilla y algún médico me la inspecciona.

Bajamos a cenar. Desde hace tiempo, el matrimonio propietario se desvela por dar un buen servicio al peregrino. Cada año que paso por aquí compruebo alguna reforma en el bar. El marido a pie de barra desde las cinco de la madrugada para dar los desayunos y la encantadora mujer a cargo de la restauración y del hostal. Un matrimonio bien conjuntado, por lo menos caras al exterior.

La propietaria se vuelca en atenciones hacia nosotros. Y es que el “boca a boca” produce sus efectos para que la clientela no les falle en vista de la competencia que se avecina.

Nada mas terminada la cena toca retirada a las habitaciones. Hoy mas que nunca necesitamos un buen descanso. La imprevista etapa ha sido de las más duras, hasta el momento, de nuestro Camino. Mañana Dios dirá. Me enchufo el respirador y a dormir.

Buenas noches y hasta mañana.

El Burgo Ranero – Mansilla de las Mulas

Parcial 18,7 km; Totales: 318,6 km; Restan: 463,7 Km

Una etapa de transición

La noche ha sido sofocante. A las 05:00 horas ya está Juan tocando en la puerta. Al levantarme siento alivio al comprobar que la planta del pie me molesta menos. A ver si pronto el calor va a menos y se me cura. La etapa de hoy podría denominarse de transición, no llega a 19 km.

Desayunamos en el mismo Bar Peregrino, un desayuno completo, servido por el madrugador dueño.

A las 05:45 horas nos encontramos abandonando el pueblo todavía a oscuras. Esta vez no necesitamos las linternas para alumbrarnos, conocemos de sobra el Camino. Observamos como nuevos peregrinos se van incorporando. Por el momento marchamos por el andadero de gravilla, habilitado a la izquierda de la carretera, a través de esa “longaniza” interminable de 10 km que pasando por el cruce de Villamarco que dejamos a nuestra izquierda, termina en el cruce con la línea férrea Palencia-León.

Conforme pasan los kilómetros los pies se me van recalentando y comienzan a mortificarme, sobre todo el derecho. Menos mal que vamos agrupados siguiendo mi ritmo, Juan y Pepe saben muy bien que hoy la etapa es corta y no hay prisa por llegar. Una peregrina nos alcanza y camina a nuestro lado durante un rato. Se da a conocer. Se trata de Rosa residente en un pueblo de Extremadura y que ha salido de Burgos. Lleva un ritmo endiablado y pronto nos deja. Advierto como Juan se queda con las ganas de seguirla, no le gusta que le pase nadie, pero algo me dice que se contiene por mí. Los cantos no cesan. Hoy me atrevo con un solo que probablemente ellos no conozcan. Allá voy!! Comienzo con los sones de esa bella melodía francesa cuya letra nunca olvidaré:

J’attendrai le jour et la nuit
J’attendrai toujours ton retour
J’attendrai car l’oiseau qui s’enfuit
Vient chercher l’oubli dans son nid.

Le temps passe et court
En battant tristement
Dans mon coeur plus lourd
Et pourtant j’attendrai ton retour.

A pesar de que mi voz no es muy buena, dejo estupefactos a mis compañeros que no esperaban verme arrancar así. Termino con la melódica canción con su complacencia. Ya estábamos deseando oírte cantar –me dicen-. Y es que de vez en cuando hay que distraerse con algo para tratar de que los kilómetros pasen más rápidos, sobre todo en estas etapas tan monótonas.

Una vez salvada la vía férrea por un paso inferior, que lleva construido unos dos años para evitar el peligro que supone atravesar las vías por la superficie, tan solo nos quedan poco mas de 3 km a Reliegos donde llegamos a las 08:30 horas. Paramos a descansar un rato en la plaza del bar que aún no está abierto. Rosa se encuentra ya allí sentada en un banco. Nos sentamos con ella y charlamos. Nos dice que seguramente llegará a Villarente. Va muy fuerte. Nos tomamos unas tabletas energéticas para reponer energías y adelante pues la dueña del bar parece que no tiene ganas de abrirlo. Nos quedan unos 6 km de andadero por terreno completamente llano. Rosa va delante de nosotros y poco a poco se va alejando con la desesperación de Juan que no pone buena cara.. Cuando la vemos comenzar a subir el puente de la autovía, Juan no aguanta más y mete la directa. Voy a tratar de alcanzarla –nos dice-.

En la entrada del Albergue estamos a las 10:00 horas, muy pronto todavía. El Albergue no lo abren hasta las 12:30 horas. Juan y Pepe se marchan a dar una vuelta. Yo me quedo en el bar junto al albergue, reposando los pies y guardando las mochilas que ya hacen cola. Tengo yo bueno el pie derecho como para dar pasos de propina. Mientras me tomo plácidamente, sorbito a sorbito, una rica cerveza, aprovecho para ponerme las sandalias. Qué alivio!! Noto que la ampolla se me ha vuelto a reproducir. Cuando nos instalemos en el albergue, no tendré más remedio que ir al ambulatorio.

Poco a poco van llegando nuevos peregrinos, que siguiendo la costumbre, van colocando sus mochilas en cola tras las nuestras. Algunos pasan de largo, son los que prefieren llegar a León. Los últimos de la mañana son los que han pasado la noche en Bercianos. Menos mal que decidimos no rendir etapa allí, porque nos dicen que al mediodía el albergue estaba completo.

A las 12:15 horas aparece el alemán “Wolf” (El Lobo), enjuto y entrado en años, un veterano del Camino que ha echado raíces en el albergue de Mansilla, donde ayuda, con muy buen tino por cierto, a la infatigable Laura, hospitalera oficial. “Wolf” nos va reclamando las credenciales para agilizar el protocolo de llegada y seguidamente hace un recuento de las mochilas para verificar que cuadran. Y es que hay mucha picaresca en el Camino Francés. Hay peregrinos rezagados o que van con coche de apoyo que entregan las credenciales a un adelantado para que tengan asegurada la cama. Pero “Wolf” es un viejo zorro y no está dispuesto a dejarse engañar.

Una vez dentro, nos acomodamos en una habitación de la planta alta teniendo por compañeros a una extravagante australiana de edad avanzada y dos franceses. Juan y Pepe me cuentan que en su paseo han encargado lechazo en el recomendado Restaurante “El Horno”.

Mientras recogemos las credenciales en el despacho de Laura, le pido a ella, gran experta en ampollas, que le eche un vistazo a la planta de mi pié. La veo muy mal –me dice observándola con detenimiento- yo de ti iría a que la viera un especialista. Incluso creo que se te ha infectado. Mal asunto.

Mis amigos de fatigas me acompañan al ambulatorio. Una ATS me atiende. Cuando ve la ampolla pone cara de preocupación. Yo que Vd. –me dice convencida- dejaría al momento de andar, la tiene muy mal, a punto de reventar y si se desgarrara la piel va a ver las estrellas. Son unos momentos difíciles que requieren una decisión inmediata. Tu interior te dice que continúes, dejando a la providencia o al amigo “Santi” la posibilidad que no vaya a más y termine por curarse pero de nuevo percibes con nitidez la cruda realidad que se inclina por el abandono. En unos segundos pasan por mi mente multitud de pensamientos. Lo tengo claro –le contesto a la enfermera- le ruego que me cure la ampolla y me la proteja con un apósito. Descansaré un día y después Dios dirá. Allá Vd. –me dice algo enfadada- pero mañana no camine. Estoy convencido que lo que mas me afecta es el calor. De aquí en adelante, con un poco de suerte, este no será el problema.

Una vez curado, nos acercamos al restaurante reservado que para más “inri” está en una futura zona residencial en el extremo del pueblo. El lechazo deja mucho que desear. De cordero lechal nada de nada. A Juan por lo menos le toca en suerte la paletilla que siempre es más sabrosa y tierna. Pepe y yo nos tenemos que conformar con sendas piernas resecas. Qué diferencia con el que me comí en Villalón de Campos!!. De vuelta al Albergue, lástima de pié, nos echamos una buena siesta hasta las seis. Necesito mucho descanso si quiero continuar el Camino. Lo tengo decidido, mañana iré en autobús a León. Hablamos con un matrimonio de edad asturiano que lleva residiendo en Australia nada menos que 40 años y que no quieren irse al otro mundo sin haber realizado el Camino de Santiago. El marido me dice con sorna si en el estado en que me encuentro pienso llegar a Oviedo. Por lo menos lo intentaré –le contesto convencido-tengo confianza en el Apóstol. El Albergue está a tope, hasta han tenido que sacar colchones a los pasillos.

Salimos a dar un paseo tranquilo. La temperatura ha descendido bastante y ráfagas de viento barren las calles de Mansilla. Por otra parte el cielo se va cubriendo con nubarrones tormentosos. En el bar “El Molino” nos sentamos en la calle para tomarnos unas “colas”. Todavía no habíamos tomado el primer trago cuando nos tenemos que refugiar en el interior del bar. Está cayendo un chaparrón de cuidado. Nunca habíamos deseado tanto ver llover!! Está claro que no estamos en el páramo castellano.

Ha caído mucha agua en poco tiempo. Cuando deja de llover nos acercamos a cenar al Restaurante Marcelo. La dueña se esmera en atendernos aunque los macarrones están algo pasados de cocción. Pero por lo menos serán suficientes para reponer fuerzas.

Está oscureciendo cuando nos retiramos al Albergue. Hay que recuperar energías.

Me enchufo el respirador y antes de quedarme dormido pienso en lo difícil que se está poniendo el Camino para mí. Pero la esperanza no debo perderla. Dios y el Apóstol proveerán.

Buenas noches y hasta mañana.

Mansilla de las Mulas – LEON

Parcial 18,4 km; Totales: 337,0 km; Restan: 445,3 Km

Descanso

A las 05:00 horas comienza el zafarrancho de combate en el Albergue, pero precisamente hoy no tengo ninguna prisa en levantarme. Mientras observo como los demás peregrinos van preparando sus mochilas, se las cargan y desaparecen hasta quedarme completamente solo, pienso si el descanso que he decidido tomarme servirá de algo. Verdaderamente estoy preocupado. Tengo claro, que de momento hoy no debo hacer ningún exceso si quiero recuperarme.

Desayuno como otras veces en la Pastelería Alonso. “Wolf” se encuentra acompañando a unas peregrinas alemanas. Me despido de él agradeciéndole su hospitalidad y a esperar el autobús que sale a las 07:55 horas hacia León. En la Estación de Autobuses encuentro a una pareja murciana de Corvera que han comenzado su Camino en Logroño y muy a pesar suyo, lo tienen que dejar. Les noto desanimados, no es para menos. Esperemos que a mí no me pase.

Durante el trayecto, observo la ristra de peregrinos que se desplazan hacia León y que me dan una sana envidia, pero no tenía mas remedio de dejar de andar aunque sea por una jornada. Se siente uno un tanto ridículo en el autobús. Parece como si todos fijaran la vista en ti. No sabes como ponerte para pasar desapercibido.

En León me acerco a la Estación de la Renfe que queda cerca de la de Autobuses. Me informo de los horarios de trenes por si acaso y aprovecho para renovar la Tarjeta Dorada. Aunque voluntad no me falta, no las tengo todas conmigo. Seguidamente atravieso medio León en busca del Albergue de las Carbajalas donde esperaré la llegada de Juan y Pepe que la hacen cantando y a paso ligero sobre las 11:00 horas. Han almorzado de maravilla. Se les nota. Para ellos la etapa de hoy les ha resultado un paseo.

Poco a poco la entrada del Albergue se va llenando de peregrinos que aguardan su apertura que se produce a las doce en punto.

Ante las mesas de las hospitaleras, debido a la proporción del Albergue hay varias, se forma una cola respetable. Conforme van sellando las credenciales, otra hospitalera voluntaria dirige a los peregrinos, bien al pabellón individual de hombres o mujeres o al de parejas, según proceda. Es curiosa esta separación en los tiempos que corren. Como en el pabellón de varones no hay enchufes donde conectar mi respirador, la hospitalera me asigna excepcionalmente una litera en el de parejas con un enchufe cerca.

Una vez acomodado, advierto como los peregrinos que van entrando al pabellón, rehúsan las literas próximas a la mía al advertir mi respirador. Si supieran que estando cerca de mí van a tener la certeza de dormir plácidamente sin ronquidos, se lo pensarían. Y es que, además de evitar la apnea del sueño, el respirador inhibe también los ronquidos.

Comemos muy bien en el Restaurante “La Gitana” en pleno Barrio Húmedo que Juan ya conocía. Allí coincidimos con unos jubilados de telefónica que al saber que somos peregrinos, nos hacen las preguntas de rigor y unas fotos.

La tarde la empleamos en echarnos la siesta y pasear por el centro de León, visitando de nuevo la Catedral para admirar sus fabulosas vidrieras y el retablo Mayor y después la Colegiata de San Isidoro, la Plaza Mayor y posteriormente una cena ligera en un bar cercano al Albergue. Aprovecho el paseo para comprarme una bolsita con bandolera que me va a venir muy bien para llevar el respirador sobre el pecho. Así compensaré el peso que transporto.

Observo con alegría que las molestias del pie van a menos. El Albergue lo cierran a las 22:00 horas y además Juan y Pepe están interesados en asistir a las “Completas”. Así que toca retirada.

Buenas noches y hasta mañana.

LEON – La Robla

Parcial 26,0 km; Totales: 363,0 km; Restan: 419,3 Km

El Camino del Salvador

Hoy vamos a iniciar un Camino poco transitado por peregrinos pero no por ello menos tradicional, de hecho, dicen los que lo han recorrido que aunque salvaje y duro no deja de ser digno de admiración.

La temperatura ideal para caminar. Creo que el calor sofocante lo hemos dejado aparcado en la meseta castellana. De momento se impone ir bien abrigado pues el ambiente es más bien frío. Son las 07:00 horas cuando callejeamos por la recién regada ciudad siguiendo las conchas bronceadas que señalizan el Camino, plantándonos sin problemas en la Plaza de San Marcos, donde los Caminos Francés y del Salvador se separan. Un peregrino inglés que nos acompaña se extraña cuando paramos a preguntar por la salida del Camino hacia La Robla. Es por ahí-nos dice el peregrino señalando el puente que cruza el río Bernesga-. Gracias pero nosotros vamos hacia Oviedo –le respondemos. Muy extrañado le vemos como cruza la plaza en dirección al puente mascullando algo entre dientes.

El Camino del Salvador se inicia por la avenida de los Peregrinos, dejando la plaza y Colegiata de San Marcos a nuestra izquierda, siempre marchando en dirección paralela al río que queda obviamente a la izquierda. Enseguida advertimos las flechas amarillas pintadas sobre las farolas y señales de tráfico.

A unos 300 metros desembocamos en una rotonda muy peculiar. Está presidida por un avión de caza de otros tiempos que llama la atención y es motivo de unas fotos que toma Pepe que se ha convertido en el fotógrafo oficial del Camino.

Sin dejar la avenida de los Peregrinos llegamos a unos 2,6 km a un gran solar vallado que corta de cuajo nuestro recto caminar, teniendo que desviarnos a la derecha en busca de la carretera a la altura de El Casar de la Viña. Desde ahí nos quedan casi 5 km de arcén estrecho acompañados por el ruidoso y siempre peligroso tráfico de vehículos para llegar a Carvajal de la Legua. Una hora después nos encontramos atravesando este pueblo por su calle principal.

No hay nada abierto pues aún no han dado las 09:00 horas. Sin embargo, paramos unos minutos a descansar y tomar unas barras energéticas.

Seguimos la calle principal hasta su término, saliendo de frente por una pista de tierra que se introduce en medio del campo. Los prolegómenos de la montaña los tenemos ahí mismo y nos servirán de entrenamiento para afrontar cotas mayores.

El Camino se convierte en otra dimensión. Vamos bordeando a media ladera los montes que limitan el fértil valle del Bernesga cuyo río llevamos en todo momento a nuestra izquierda. Ahora sí que da gusto caminar con una temperatura ideal. Vamos haciendo camino por continuas subidas y bajadas soportables. Juan y Pepe se me adelantan un poco. Comienzan los bosques de robles y encinas de los que surgen, rompiendo el silencio, los agradecidos cantos de los pájaros, un regalo para la vista y el oído. Yo sigo a mi ritmo disfrutando del paisaje. No tengo necesidad de forzar el paso. La compra de la bolsita para llevar colgado por delante el respirador ha sido un acierto. Me he quitado casi dos kilos de peso para la espalda y voy mas equilibrado.

A la salida de una curva, veo a Juan y Pepe hablando animadamente con dos muchachas. Quién serán?. Al llegar a su altura me las presentan. Son Lucía y Feli las propietarias del Albergue “La Posada del Embrujo” de Poladura de la Tercia donde tenemos pensado pernoctar mañana. Qué casualidad!! El miércoles se toman su día de descanso que aprovechan para caminar un poco. Esta vez, sabiendo que veníamos por el Camino, han salido de La Robla a nuestro encuentro por si nos veían. Y así ha sido. Se dirigen a León donde tienen previsto comer. Están al corriente de nuestros pasos. Aparentan ser unas chicas vivarachas y simpáticas. Nos esperan mañana en su Albergue. Se despiden con el consabido “Buen Camino” y hasta mañana.

Seguimos a lo nuestro que es llegar de momento a Cabanillas. Poco después encontramos sobre un montículo a la derecha, una cruz de hierro con una especie de buzón donde se guardan, protegidos con un plástico unos papeles. Se trata de información y diversos mapas del Camino. Nos parece una iniciativa a tener en cuenta. Juan aprieta el paso desapareciendo de nuestra vista entre los robles y encinas. Al salir de una umbría encontramos a nuestra izquierda la Fuente de Don Pelayo donde paramos unos minutos para disfrutar del entorno y hacer unas fotos. En una placa rústica podemos leer:

“Fuente de Don Pelayo, donde descansaron las tropas de Bermudez II en retirada a Oviedo después de ser vencidas en el Esla (995)”

Juan sigue sin aparecer. Al salir de una curva cerrada la pista inicia un descenso pronunciado que termina en una pedrera junto al cauce del río sin continuidad alguna. En esto que oímos la voz de Juan que desde lo alto de una loma y haciendo ostensibles movimientos con los brazos nos grita: “Por ahí no, por ahí no, os habéis pasado el desvío”.

Pues nada, que vamos a hacer, a rectificar toca. Lo peor de todo es que tenemos que regresar por la misma pista pero con la salvedad que ahora es en ascenso pronunciado. Trabajo para el cuerpo. Un castigo bien empleado para que nos fijemos mejor.

Un poco antes de llegar a la curva advertimos como una flecha amarilla medio oculta por el matorral indica un sendero, cuya traza se distingue muy mal, y que sale a la derecha de la pista según procedíamos. Nos hemos engloriado con la buena pista que traíamos.

Emprendemos el ascenso como podemos, a veces campo a través con la referencia de Juan en lo alto de la loma esperándonos desesperado. Al llegar a su altura aprovecha nuestra metedura de pata para reírse un poco. Desde la loma paramos un poco para contemplar una bella estampa del valle del Bernesga, ahora todo lo que queda es bajada. Juan canturreando mete de nuevo la directa y nos deja a nuestro aire. Enlazamos con una pista que sigue en descenso. Advertimos a nuestra izquierda un desvío cerrado con una cadena advirtiendo que es propiedad privada. Poco después nos encontramos con un paisano que nos dice que nos queda más o menos media hora para llegar a Cabanillas. Entrando en el pueblo encontramos a Juan esperándonos. El ha tomado la pista que hemos visto con el cártel de propiedad privada y que ha hecho suya y por la que se ataja casi un kilómetro.

Son las 11:00 horas cuando paramos en la fuente del pueblo. Vamos a descansar un poco y tomarnos unas tabletas energéticas y un sobre de Flectomín, pues no hay bar ni nada que se le parezca en el pueblo. En la fuente recargamos de agua las cantimploras y adelante.

Saliendo de Cabanillas nos encontramos a una vecina llevando del ramal un burro. Se trata de Margarita, una paisana de edad madura que casi no se la entiende. Sonsacándole las palabras con “sacacorchos”, nos enteramos que el burro lo llama “Zapatero”. Hoy es “Zapatero” –nos dice convencida-le cambio de nombre según el que mande. Eso se llama arrimarse al sol que mas calienta. Nos cuesta sacarle como se llama su marido del que solo nos enteramos del apellido. Para qué –nos dice-.Le pedimos permiso para sacarnos una foto con “Zapatero” y ella muy cohibida rehúsa ponerse junto a nosotros. Todo un juego de despropósitos. Se nota que son gente desconfiada.

Entre Cabanillas y Cascantes pasamos por un encinar encantador a la altura de la población de La Seca, al otro lado del río, que ahora podemos admirar en una panorámica preciosa, con los montes al fondo que mañana tendremos que superar. Luego atravesamos un frondoso encinar para salir a la carretera a la entrada de Cascantes. Desde aquí nos quedan poco más de 4 km para llegar a La Robla.

Saliendo de Cascantes por la carretera, enseguida comienzan a sobresalir entre las laderas escarpadas las chimeneas de la Central Térmica echando humo a todo meter. A 3 km de Cascantes comenzamos a bordear la Central por la derecha, un borrón en el paisaje del valle, para salir inmediatamente a la antigua nacional. Si hubiésemos querido rendir etapa en Pola de Gordón sin pasar por La Robla, he leído que existe un camino alternativo que parte de la última casa de Cascantes, bordea la Central Térmica por la izquierda y pasando por Llanos de Alba, deja en el Camino a la altura de Puente de Alba.

Juan se adelanta un poco antes de pasar el puente de la nacional, nos aguarda conversando con un paisano con ganas de charla que nos ofrece agua fresca de pozo, cómo vamos a rechazarla!!. No hace un calor excesivo pero los kilómetros recorridos nos han hecho sudar. Poco después llega Pepe que se ha entretenido en sacar unas fotos a la Térmica. El paisano nos da pelos y señales de Raimundo y su Pensión. Solo os queda 1,5 km para llegar al centro del pueblo, donde se encuentra la pensión – agrega el buen señor despidiéndose.

Juan se adelanta con las tres credenciales para sellarlas en el Ayuntamiento. Son las 13:30 y el Ayuntamiento lo cierran a las 14:00 horas. Así que ese esfuerzo final se lo agradecemos.

Deciros que mi pie derecho se está portando de maravilla por eso ni lo nombro. Entre las meticulosas curas de Pepe y el descenso térmico han producido el milagro. Quien me lo iba a decir en Mansilla de las Mulas cuando estuve a punto de arrojar la toalla. Entrelazo el pulgar e índice por si acaso.

Con Pepe llego al Bar Mundo donde nos está aguardando Juan. En cuanto encuentra un rato libre, Raimundo nos instala en una habitación de una de sus casas que funcionan como anexos de la pensión.

Buena ducha, cura del pie y a comer al restaurante Olimpia que queda justo al lado del Bar de Raimundo que no sirve comidas.

Por la tarde nos hacemos una buena siesta. Después nos acercamos a una tienda para comprar el desayuno y almuerzo de mañana. La tarde se está volviendo fea. No creo que tarde mucho en llover. Mientras nos encontramos cenando en el Olimpia, comienza a caer agua con persistencia. Hacía falta.

Es hora de retirarse que mañana nos espera una etapa que debe ser dura. Y es que la montaña comienza en serio.

Buenas noches y hasta mañana.

La Robla – Poladura de la Tercia

Parcial 24,0 km; Totales: 387,0 km; Restan: 395,3 Km

Las Forcadas de San Antón

Ha estado lloviendo durante toda la noche. Después de tomarnos los batidos y bollería, a las 06:15 horas estamos saliendo de La Robla cuando comienza a vislumbrarse algo de claridad por las cumbres del este. Los 2 kms que hay hasta Puente Alba se hacen por la antigua nacional que según nos dijeron ayer se había convertido en la ruta del colesterol para los vecinos del pueblo. El asfalto se encuentra completamente mojado y de momento la pendiente es imperceptible. De Puente Alba continuamos por la antigua nacional hasta Peredilla (1,2 Km más) y a 500 metros de Peredilla se sale a la temible nueva nacional. Menos mal que solo son 600 metros de arcén los que nos separan de la Ermita del Buen Suceso donde nos detenemos para hacer unas fotos y echar un vistazo al entorno. Aunque algo oscuro todavía, esperemos que se pueda ver algo.

A 200 metros de la Ermita, las flechas nos sacan de la nacional en dirección a Noceda de Gordón después de cruzar la línea férrea y poco después el puente sobre el río Bernesga. Sin entrar en Noceda, a unos 400 metros de la carretera, el Camino se desvía a la derecha por una pista de gravilla que discurre por el valle pegada a la ladera del monte, llevando siempre la corriente fluvial a nuestra derecha. De vez en cuando la pista se interna por hermosos robledales que alegran la vista. Unos 300 metros antes de avistar Pola de Gordón, las flechas nos sacan de la pista por un sendero que sale a nuestra izquierda (debe tratarse de un atajo) y que en algunos tramos se encuentra cubierto de charcos y barro, restos del agua caída anoche. Va a ser el bautizo de agua y lodo para las botas. El sendero en ascenso suave, desemboca en una calle asfaltada desde donde avistamos Pola de Gordón asentada en el valle. Estamos a mayor altura del pueblo entre una depuradora y unas obras de una nueva urbanización. Se nota que por todos lados ha llegado la fiebre de la construcción. Hemos recorrido 3,1 km desde Noceda.

Las flechas amarillas no aparecen por ningún sitio. Nos encontramos con que la vía férrea nos corta el Camino directo al pueblo. No sabemos por donde continuar, si a la derecha o la izquierda. Preguntamos a los albañiles por la salida hacia Buiza. Nos indican que sigamos a la izquierda por la calle paralela a las vías que cruzaremos pasados unos 300 metros, por un puente junto a la Estación de Tren. Desde el puente del ferrocarril pasamos por delante de la Estación y 400 metros después cruzamos el río Bernesga por otro puente que nos lleva a la calle principal de Pola de Gordón. En el trayecto coincidimos con un paisano que hizo en una ocasión el Camino del Salvador y se muestra receptivo a acompañarnos hasta el cruce, donde reencontramos las flechas, que nos llevará a la carretera de Buiza. 800 metros después tenemos que cruzar las vías del tren que lo hacemos por la superficie aunque existe la posibilidad de hacerlo por un paso inferior. Estamos en el polígono industrial de Valdespín que cruzándolo nos deja en la carretera a Cabornera y Buiza a la altura de un nuevo puente sobre el río Bernesga del cual nos despedimos definitivamente pues continua por el valle principal junto a la carretera nacional y la línea férrea. Nos adentramos en un valle transversal formado por el río Casares que llevaremos de la mano a nuestra izquierda.

A 100 metros escasos del puente las flechas nos sacan de la carretera por el acceso al poblado de Beberino que se asienta en la ladera del monte. Hay que vencer un buen repecho para llegar al poblado. Enseguida entramos por las calles del solitario pueblo (400 metros) para salir de nuevo a la carretera. Nos damos cuenta que ha sido un rodeo innecesario.

El valle se estrecha. El río forma torrentes y cascadas que embellecen el paisaje. Qué lejos queda ya la sequedad de la meseta castellana!! A 1,5 km del puente, después de pasar por un desfiladero, se encuentra el desvío hacia Buiza. Dejamos el río Casares que sigue hacia Cabornera. La nueva carretera discurre por un estrecho valle formado por el Arroyo de Folledo. A 1,2 km del cruce llegamos a la pequeña Ermita de Nª Sra. Del Valle donde nos tomamos un descanso. Los rayos solares que acaban de hacer su aparición sobre las cimas, atraviesan la espadaña del campanario de la ermita componiendo una estampa única del entorno. Desde Pola de Gordón el camino no ha dejado de ascender aunque la pendiente se hace soportable. Peor son los camiones-bañera que no dejan de pasar para arriba y para abajo dejando a su paso un rebufo molesto. 1,5 km más y estamos en el pueblo de Buiza cuando son las 09:30 horas. Qué bien se está portando la planta del pie!! Y es que el descenso de la temperatura ha sido la mejor medicina.

Buena hora para descansar y tomar el almuerzo que llevamos casi preparado. Preguntamos por el bar y nos dicen que no lo abren hasta el mediodía. En fin, buscamos unos poyetes donde sentarnos y con tranquilidad damos cuenta de los bocadillos de jamón y queso. Aprovechamos para llamar a la Posada del Embrujo informando a Lucía de nuestra situación. Queremos llegar para comer –le indicamos-. –En unas 3 horas podéis estar aquí. Acordaros de que el desvío a Poladura se inicia donde se encuentra una caseta a la izquierda de la pista que baja a Rodiezmo.

A las 10:15 horas iniciamos la subida de verdad a la montaña. Nada más abandonar el pueblo, siguiendo la buena señalización, el camino se empina de lo lindo. Marchamos por una especie de cañada que sube por la ladera del monte. Unos 300 metros más allá, el camino se ve cortado de golpe por una gran explanada que deben haber preparado para almacenar áridos y prefabricados y que se halla protegida por unas cintas. Oteamos más allá de la explanada en busca de la continuidad del camino. No somos capaces de encontrarla. Decidimos bordearla por la izquierda campo a través. Cuando estamos en el otro lado advertimos a nuestra derecha un camino en ascenso. Nos acercamos. Y ¡¡aleluya!! una flecha amarilla. De momento hemos salvado el escollo. Cuando llevamos andados unos metros, miramos hacia atrás para comprobar por donde habíamos salido del pueblo y nos percatamos que si hubiésemos saltado la protección de la explanada cruzándola directamente, habríamos dado también con el camino. Lo que ocurre que a veces la falta de flechas te desorienta.

Ahora comienza la dureza de verdad del recorrido. El camino se empina bordeando la ladera de Peña Prieta. Yo no puedo seguir el ritmo que imponen Juan y Pepe que se distancian. Habrá que subir cada cual a su aire. Yo tengo que parar repetidas veces para tomar aire. Mis amigos han desaparecido de mi vista. Me encuentro en la más absoluta soledad. A pesar de no existir mucha arboleda, el terreno se presta más a servir de pastizales, observo la profundidad del paisaje que tengo ante mí, el panorama no podría ser más impresionante. De vez en cuando alguna encina perdida que me sirve de sombraje en los momentos de parada pues el sol pica. A media ladera, parece que la pendiente se ha suavizado. Menos mal. El piso se encuentra a tramos empedrado, signo evidente de que en su día fue un camino de herradura utilizado mayormente por los arrieros. Poco a poco me voy acercando al grupo rocoso formado por multitud de peñascos picudos que emergen de la tierra como si fueran puntas de iceberg. Estoy ante el paraje denominado Las Forcadas de San Antón. El silencio del lugar es verdaderamente sobrecogedor. Ya veo a Juan y Pepe que me aguardan entre los peñascos.

Agrupados atravesamos las Forcadas. Al otro lado de las rocas, el terreno está casi cubierto de brezos y escoberos con su floración amarilla. El camino se ha convertido en trocha cuya traza se va haciendo muy imprecisa y casi siempre se encuentra anegada de agua formando regueros que fluyen desordenadamente. Es algo incómodo andar. Llevamos las botas completamente empapadas. Gracias a la membrana de “Gore-tex”, el agua aun no ha llegado a los calcetines. Caminamos por una loma de poca pendiente, debemos estar casi en el collado. ¡¡Vaya charcas!! 600 metros mas adelante, por fin lo alcanzamos en el lugar por donde cruza un cortafuegos que baja por nuestra izquierda desde la collada del Pedrosillo y por la derecha remonta la ladera hacia otro pico. Frente a nosotros y sin duda a equivocarnos la pista de Rodiezmo que debemos tomar y que desciende en pronunciada pendiente. Al fondo de la barrancada, divisamos el verde valle de la Tercia sobresaliendo entre dos cortados. Después del esfuerzo realizado creo que merecemos un descanso. No obstante, me siento fuerte. La subida ha sido dura pero no la he acusado. Sopla una brisa fresca del norte, hay que abrigarse y es que nos encontramos a 1465 metros de altitud. Observamos el cielo. Por el norte, es decir, hacia donde nos dirigimos, se está cubriendo por momentos de preocupantes nubes tormentosas.

Iniciamos el descenso. Tenemos que bajar justamente lo que hemos subido desde Buiza.. Por esta ladera hay más vegetación arbórea, sobre todo de pinos y zonas de repoblación forestal. Vamos contentos y Juan lo demuestra cantando su variado repertorio, mientras Pepe y yo hacemos de comparsas. Pero debemos extremar la precaución para no pasarnos el desvío como lo han hecho muchos peregrinos. La referencia de la caseta proporcionada por Lucía y Feli es muy importante. A eso de 1 km encontramos una caseta a la izquierda. ¿Podrá tratarse de ésta? Un camino poco pisado sale a la izquierda. Pero ni una flecha que nos confirme el buen camino. No obstante, Pepe se interna por él para explorarlo. Vuelve enseguida. No puede ser –nos dice con seguridad- está totalmente embrozado. Por ahí no ha pasado ningún ser humano en mucho tiempo. Bueno, pues a continuar bajando. Todo sea que tengamos que continuar hasta Rodiezmo. Sería un mal menor, aunque luego nos tocaría andar unos 5 km de carretera hasta Poladura de la Tercia. Seguimos descendiendo y sin encontrar sendero alguno. Cuando más estaba cundiendo el pesimismo y nos vamos haciendo a la idea de seguir a Rodiezmo, aparece de repente, tras una curva cerrada a la derecha, una segunda caseta. Y esta sí que es la buena. Un senderito que se abre de la pista con una buena flecha amarilla pintada sobre una roca nos hace cambiar el semblante. ¡¡Aleluya, amigo “Santi”!! ¡¡Lo hemos conseguido!!

Salimos de la pista y por el sendero nos vamos apartando de ella al mismo tiempo que ascendemos la ladera en diagonal. La senda de momento es de tierra pero al final de la subida se convierte en pura roca descarnada. Es el cortado izquierdo que veíamos desde el collado que cae a plomo hasta la pista que se abre por ese paso natural. Nos paramos unos momentos para contemplar la mayor parte del valle de la Tercia, con Rodiezmo al frente en medio del valle, hacia nuestra izquierda se encontrarán los pueblos de San Martín y Poladura de la Tercia que aun no podemos ver. ¡Qué reconfortante para los sentidos es poder disfrutar de este espectacular paisaje!

De momento no tenemos ningún problema de seguir el sendero, ayudados por las flechas amarillas y a veces por brochazos. Observamos que la hierba está muy alta lo que significa que todavía no han llegado los pastores con el ganado.

En un momento determinado perdemos la traza del camino y la señalización que deben estar confundidos con la hierba. Guiados por la intuición caminamos campo a través por medio de los pastizales que están horadados por las pisadas de las vacas. Hay que extremar el cuidado para no torcerse un tobillo. Porque la verdad es que vamos, como quien dice, a tientas. Definitivamente nos hemos perdido. Y además, las nubes que veíamos desde el collado están encima de nosotros y comienza a tronar y relampaguear. De un momento a otro lloverá irremisiblemente. De nuevo el pesimismo se apodera de nosotros. No queda mas remedio de dirigirnos campo a través hacia la carretera de Rodiezmo a Poladura. Pero la carretera está lejos y comienza a llover. Rápidamente nos ponemos los chubasqueros que se estrenan en el Camino. Tan deprisa como el terreno nos permite vamos descendiendo la ladera ligeramente hacia el oeste. A veces tenemos que pasar unos pastores eléctricos que nos cierran el paso. Que manera de llover!! Y en medio de la montaña. Iba todo demasiado bien, algo tenía que fallar. Encomendándonos a Dios y al Apóstol seguimos una despavorida huida hacia adelante sin saber por donde vamos. En uno de las hoyos del terreno casi me tuerzo del todo el tobillo, las botas evitan males mayores. Juan se separa un poco de nosotros para ampliar la zona a explorar. Buscamos a la desesperada. El tiempo pasa irremisiblemente y la soledad de la montaña impresiona. Nada de nada, solo pasto y más pasto. Cuando la desesperación más roía nuestras mentes, una flecha amarilla aparece como por encanto. Pepe es el que la descubre y como si de Rodrigo de Triana se tratara grita a Juan. Flecha a la vistaaaaaa!! El Apóstol Santiago se nos ha aparecido de nuevo guiándonos hacia el Camino. Gracias amigo Santi!!

Nos reagrupamos y seguimos encontrando una flecha tras otra. Parece imposible pero es cierto. Ya no notamos ni el agua que cae con persistencia y fuerza, ni oímos los truenos, ni vemos los relámpagos. Estamos salvados. De momento hemos recuperado el Camino.

Continuamos en dirección oeste por la zona del valle más próxima a la ladera. Vamos por una especie de cañada ancha cubierta de hierba entre dos líneas de cintas naranjas y cuando es necesaria la flecha amarilla pintada donde mejor han podido. Vamos muy contentos.

Poco a poco el agua nos va empapando, incluso nos penetra en las botas. Pero que más da. Pronto estaremos al calorcillo del Albergue.

A las 13:00 horas alcanzamos la pista que se dirige a San Martín de la Tercia que tenemos a nuestra derecha. Poladura debe estar escondida tras la arboleda. Estamos salvados. Solo queda encontrar el mejor camino para llegar a Poladura.

Yo había visto en el mapa, que siguiendo la pista hacia la izquierda existe un desvío que se dirige a Poladura, pero ignoro a la altura que se encuentra. No queremos arriesgarnos lo más mínimo y decidimos asegurar la dirección torciendo a la derecha hacia San Martín. A unos 200 metrosllegamos a una casa de labor donde intentamos medio resguardamos unos momentos porque la lluvia arrecia. Al doblar la esquina de la casa, se nos aparece una flecha amarilla pintada sobre la pared dirigida hacia un sendero que sale a la izquierda de la pista. Indudablemente el Camino continúa por allí pero el sendero está bastante deteriorado y medio tapado con las ramas secas de las encinas. Además con la lluvia, se está formando barro. Hay que andar con cuidado para no resbalarse.

Como podemos llegamos a un arroyo por el que fluye un buen reguero que debemos vadear a nuestra suerte. Pepe encuentra el sitio adecuado. Juan y yo que vamos un poco rezagados hacia la izquierda nos resulta difícil cruzarlo. Tenemos que volver atrás y rectificar. Al final, con el barro hasta el cuello y completamente mojados pasamos al otro lado saliendo del apuro. Aunque no podemos verle, Pepe no deja de gritarnos desde algún sitio en lo alto del talud. Guiados por sus voces lo remontamos hasta el lugar donde nos está aguardando. De qué manera se nos ha complicado el final de etapa. Nos la prometíamos muy felices y mira por donde todos los elementos se han puesto en nuestra contra.

Seguimos por la traza de lo que aparenta ser una senda y tras una arboleda se nos aparece una hermosa pista que aunque está completamente encharcada nos conduce a Poladura de la Tercia que ya tenemos a tiro de piedra. Lucía nos está esperando en la entrada del pueblo. Ya estábamos diciendo donde os habíais metido –nos dice Lucía dándonos la bienvenida- Además habéis entrado por el verdadero Camino. Son las 13:30 horas. Nos ha llevado tres horas y cuarto en llegar desde Buiza. Aleluya!!

Lucía nos guía hasta la Posada del Embrujo, una casa rural cuya dirección comparte con Feli. Haciendo honor a su nombre, es un lugar encantador en un pueblo perdido entre parajes salvajes.

Saludamos a Feli, es la encargada de la cocina, y nos desprendemos del chubasquero y de las botas. Ponerlo donde podáis –nos dice amablemente Lucía-. Mientras nos acoplamos nos tomamos unas cervezas. Extendemos los chubasqueros sobre los respaldos de unas sillas y rellenamos las botas con papel de periódico.

Las habitaciones están decoradas con mucho gusto. Juan se instala en una y Pepe y yo en otra. Vamos empapados de agua. Una buena ducha de agua caliente nos deja nuevos.

La comida abundante y sabrosa la comemos con apetito. Después de la dura etapa, necesitamos cargar baterías a tope.

Cuando terminamos de comer, la lluvia ha cesado por completo y sale el sol. Así que aprovechamos para hacer la colada y tender la ropa en el exterior..

Después de una buena siesta, conversamos con Lucía y Feli sobre todo con referencia al Camino. Ellas pertenecen a un grupo de vanguardia que se preocupan por el mantenimiento de la pureza del entorno. Les proponemos señalizar el tramo de Camino entre la pista de Rodiezmo y Poladura con estacas. Creemos que es la forma más adecuada en estos terrenos de pastizales donde una marca en el suelo puede fácilmente pasar desapercibida. Toman nota de nuestra sugerencia.

Se ha quedado una buena tarde propia de paseo. Lucía nos indica la salida del Camino de mañana. La señalización del gasoducto –nos informa- será vuestra referencia en todo el trayecto hasta Arbás del Puerto. No tiene pérdida. Para asegurarnos nos dirigimos en esa dirección. Pepe sube por un camino de vacas hasta la loma donde se encuentran los escoberos en floración que nos ha indicado Lucía. Creo que tenemos asegurada la salida y regresamos. Las vacas regresan también hacia sus corrales. El sol inicia su ocaso. Es maravilloso contemplar los montes salpicados de formaciones rocosas de formas caprichosas que circundan el valle de un verde intenso.

Feli nos tiene preparada la cena que no podemos terminar. Es demasiado. El desayuno nos lo dejan preparado para que salgamos cuando queramos. Ha sido una jornada viva de las que dejan huella. Agradeciendo a Lucía y Felisus atenciones, nos despedimos de ellas hasta la vuelta. Espero que en otra ocasión podamos volver a vernos.

Buenas noches y hasta mañana.

Poladura de la Tercia – Campomanes

Parcial 31,0 km; Totales: 418,0 km; Restan: 364,3 Km

Asturias!!

Juan toca diana a las 06:00 horas. He dormido de maravilla, parece mentira como me he recuperado. Habrá que salir pronto porque la etapa de hoy será larga e incluso puede que sea algo complicada. Desayunamos los zumos, cafés y bollería que nos han dejado las atentas Lucía y Feli y sin más preámbulos nos cargamos las mochilas y demás atuendos y al Camino.

Tenemos que abrigarnos bien porque hace bastante fresco. Saliendo del pueblo por el norte y pasando el puente sobre el río Viadangos, justo donde la carretera forma una curva, sale un camino utilizado para llevar a las vacas a pastar y que tira hacia arriba en pendiente fuerte en dirección a la Sierra del Cuchillo que deberemos sobrepasar. La traza del camino se desdibuja bastante debido a la hierba que está bastante crecida, pero unos grupos aislados de escoberos y los postes amarillos indicadores del gasoducto de Enagás son una referencia inmejorable. Enseguida comenzamos a ver las flechas o brochazos amarillos. El Camino no deja de subir. Hay que ir atento a las marcas porque la hierba las encubre. Fijándote bien no hay problema de perderlas. Por otra parte, el cielo está totalmente cubierto y reina una humedad en el ambiente impresionante que nos hace sudar la gota gorda. Ya veremos si nos respeta la lluvia. Alcanzamos una loma donde tenemos que parar unos minutos a tomar aire.

En este punto, el camino comienza a bordear una extensa y profunda vaguada. Los postes del gasoducto tiran recto ladera abajo. Así que nos despedimos de esa buena referencia que habíamos llevado hasta el momento. En la otra vertiente de la vaguada podemos entrever la traza del sendero que termina en un colladito en el que distinguimos unos peñascos puntiagudos. Otra buena referencia.

Ahora vamos bordeando la ladera casi por una senda prácticamente en llano. Las señales amarillas no nos dejan. Menos mal. Una vez rodeada la cabecera de la vaguada, se inicia la senda que distinguíamos desde el otro lado. Es un repecho pedregoso con pendiente exigente. Por ahora vamos agrupados. Da miedo ir solo por estos parajes solitarios donde impera un silencio impresionante. Pasito a pasito vamos ganando altura hasta que llegamos al colladito de los peñascos.

Allí el camino forma un recodo iniciándose otro barranco que tenemos que bordear a media altura y que enfila directamente en dirección a la Sierra. Los postes del gasoducto podemos reconocerlos difusamente al otro lado del barranco. Seguimos ascendiendo hasta alcanzar por fin el collado principal de la Sierra del Cuchillo que se perfila a nuestra derecha por una sucesión de formaciones rocosas que se nos antojan un cuchillo de sierra. Ahora sabemos por qué la llaman así.

Pero en el mismo collado nos damos cuenta que estamos atrapados por una alambrada de espinos que cierra nuestro paso. Vaya por Dios!!. Al fondo del barranco opuesto podemos divisar a malas penas el pueblo de Busdongoy la carretera nacional por la que circulan vehículos que parecen hormigas. Estamos a 1565 metros de altitud, la cota más alta del Camino del Salvador. El problema es ahora pasar al otro lado. Pero para Pepe este no es su problema. En cuestión de segundos, emplea la fuerza bruta para inclinar dos postes y ya tenemos el camino despejado. Sabemos que los pastores lo hacen para evitar que salga el ganado pero unos portillos darían el mismo resultado sin cortar el paso a nadie.

De momento hacemos un receso para descansar de la dura subida. Grupos de vacas pastan con tranquilidad sin preocuparse en exceso de nosotros. Algunas de ellas nos echan una mirada de curiosidad pero ahí queda todo. En otra ladera una manada de caballos hace lo propio. Es sorprendente la vista que se puede contemplar a trescientos sesenta grados a la redonda. Incluso advertimos las antenas situadas en la estación de esquí de Pajares. Es muy bonito todo lo que divisamos desde esta altura privilegiada, pero debemos continuar. Nos queda todavía mucho camino por recorrer.

Ahora nos toca descender la empinada ladera del barranco hacia una pista que vemos en el cauce. Aprovechando las trochas que el ganado ha ido formando en su continuo ir y venir por los pastizales (para las vacas no hay cuestan que valgan), bajamos cada cual como Dios le da a entender.

El descenso se hace muy peligroso y hay que esmerarse para no sufrir ningún percance. Juan y Pepe alcanzan en primer lugar el cauce del barranco y unos minutos después lo hago yo que he bajado con mucha precaución.

Allí tenemos una pista que tomamos a la derecha. El panorama desde la profundidad del barranco es grandioso. Mirando hacia las alturas vemos como los escarpes de la Sierra del Cuchillo lo dominan todo. A través de la boca del barranco continuamos viendo Busdongo y la carretera. Unos metros mas adelante encontramos una bifurcación. En principio no encontramos las flechas pero después de unos momentos de dudas advertimos una en la pista que asciende por la izquierda.

Son unos 700 metros de repecho que nos deja en lo alto de una loma donde se pierde la pista pero reencontramos los postes señalizadores del gasoducto que van paralelos a una alambrada de espinos muy deteriorada. Tomamos a la derecha por una sendita bastante desdibujada que discurre por la loma pero de nuevo tenemos las referencias de los brochazos amarillos pintados sobre cualquier cosa que sobresalga algo del suelo, la línea de postes del gasoducto y la alambrada. Estamos rodeados de brezos por todas partes que conforme avanzamos se van haciendo mas grandes, dificultando, y de qué manera nuestra marcha. Nos faltan bastones, codos e incluso piernas para separar sus gruesas y duras ramas. Pero no tenemos mas remedio de abrirnos camino como sea.. Juan se pone nervioso y se adelanta perdiéndole de vista tras los matorrales. Pepe y yo vamos fijándonos bien en cualquier vestigio de amarillo que salte a la vista y de paso luchando a bastonazos con los brezos. Qué suplicio!!. Cuando llevamos andados unos 600 metros de loma, el amigo “Santi” nos ilumina y localizamos de casualidad una flecha amarilla girada hacia la izquierda. Franqueando los brezos de turno, damos con una senda bien marcada que desciende por la ladera algo hacia atrás durante 200 metros desembocando en un camino más ancho y un arroyo que debemos vadear. De Juan ni rastro. Si se ha conseguido percatarse de la señal, debe marchar bastante por delante. Entendemos que en estos parajes tan inhóspitos es importante no perder el grupo. Pero Juan a veces parece estar en otro mundo, nos da la impresión como si no acabara de desconectar del trabajo.

Una vez franqueado el arroyo el camino inicia otra subida por la ladera opuesta. Cuando hemos recorrido unos 300 metros, vemos a Juan en la loma opuesta con los brazos levantados y luchando con los brezos. Es obvio que no ha visto la señal. Agarro el silbato y comienzo a soplar con fuerza pero ni con esas, parece que no nos oye. Llamada de teléfono. Que vas perdido Juan!! –le dice Pepe mientras yo continuo haciendo uso del silbato. Vamos por la pista que discurre por la ladera opuesta a la que vas –le sitúa Pepe. Nada que no os veo. Y sigue adelante. Pero bueno, que nosotros ya estamos viendo el Parador del Puerto de Pajares –continúa informándole Pepe. Pero Juan ni caso. Sigue adelante haciendo aspavientos con los brazos. Bueno, pues ya saldrá a la carretera por algún sitio. Nosotros continuamos el camino que nos indican, nunca mejor dicho, las benditas flechas amarillas.

A unos 900 metros de haber cruzado el arroyo pasamos delante de una casa de labranza. A unos 200 metros de la casa las flechas nos desvían a la derecha por un sendero que va rodeando una loma que termina a 450 metros en un espacio abierto desde donde de repente tenemos Arbás del Puerto a tiro de piedra. En bajada alcanzamos un ribazo que seguimos y bordeando un montículo, donde unas vacas dejan de pastar para mirarnos sorprendidas, alcanzamos la carretera a través de un portillo (300 metros).

Cruzamos la carretera y nos descargamos las mochilas delante de la Colegiata. Son las 09:45 horas lo que quiere decir que hemos invertido casi tres horas en hacer unos 9 km, lo cual dice por si solo las dificultad del terreno. Llamamos a Juan que como Dios le ha dado a entender ha conseguido salir a la carretera a la altura de una gasolinera unos 800 metros mas abajo de donde nos encontramos. Al poco rato le vemos que viene tarareando a grito pelado, como si tal cosa. Es que no oías los silbatos? –le decimos. Los oía pero a través del teléfono –nos contesta- no era capaz de veros, pero lo peor es que al intentar apartar unas ramas de brezo, perdí el equilibrio cayendo hacia atrás sobre la mano derecha y llevo la muñeca que me duele un montón. Lo he pasado muy mal intentando sin éxito llegar hasta vosotros. El adelantarte te ha jugado esta vez una mala pasada-le contestamos-. Eso es un aviso del amigo “Santi” para que no te separes tanto y aún así has tenido suerte. Si no te has dislocado la muñeca, poco ha faltado-. Pepe, que se ha convertido en nuestro enfermero, le hace un vendaje provisional hasta que le vea un médico tratando de no darle importancia.

Después del almuerzo entramos al interior de la Colegiata donde reina la más absoluta penumbra. Mientras los ojos se van acomodando a la poca luz, podemos contemplar un interior muy sobrio. De planta basilical, la colegiata consta de tres naves. La cabecera de la nave central está presidida por la imagen de Nuestra Señora Santa María de Arbás, protegida por una bóveda de ojivas rematada por una semicúpula de cinco gallones. Todo el conjunto es de una sobriedad extrema favorable a la abstracción pero no por ello deja de ser muy bello. Es curioso el piso del baptisterio y atrio fabricado con pequeños guijarros de diferentes tonalidades formando artísticos dibujos. Según he leído, en un principio (siglo XI) se destinó a Hospital de Peregrinos con el nombre de Hospital de Arvum.

Continuamos nuestro camino por la carretera en dirección al Puerto. Los camiones que bajan lo hacen tan veloces que da miedo mirarlos. A unos 200 metros las marcas nos sacan de la carretera por la derecha. Tenemos que remontar un talud y luego franquear una alambrada de espinos que parece que han puesto para evitar que el ganado acceda a la carretera.

 

De mala manera nos introducimos en el pastizal y de pronto nos vemos rodeados de vacas que nos miran extrañadas. Vamos por una trocha evitando su mirada pero observando sus movimientos con el rabillo del ojo. Cuando nos disponemos a cruzar una torrentera, vemos a un perrazo que se viene directo hacia nosotros con cara de pocos amigos y ladrando con insistencia. No sabemos lo que hacer. Tratando de evitarle nos desorientamos. Pepe trata de quitárnoslo de encima lanzándole una piedra, con tan buena fortuna que le pega en todo el hocico. Creo que el amigo “Santi”, de nuevo nos ha echado una mano dirigiendo la piedra al sitio adecuado. Quejándose y con el rabo entre las piernas sale corriendo ladera arriba alejándose de nosotros. Por el momento, nos hemos librado de él. Pero lamentablemente, hemos perdido toda traza de senda. Caminamos hacia el Puerto a través de los encharcados pastizales, sorteando las boñigas desperdigadas por doquier. No confiando en reencontrar el Camino, optamos por salir a la carretera cuanto antes. Lo hacemos por una portilla junto a las primeras casas del Puerto.

Hay un bar abierto un poco antes de traspasar el límite provincial. Aleluya!! Un gran panel informa de que estamos en lo alto del Puerto de Pajares a 1378 metros de altura. Entramos en el bar a tomarnos unos cafés. Nos enteramos que dan comidas también. De momento el tiempo nos está respetando, luce un sol magnífico pero el panorama hacia el norte no es muy halagüeño. No os fiéis –nos dicen los del bar- aquí el tiempo es muy voluble. No les extrañe que esta tarde caiga agua. Nos informan que para retomar el camino tendríamos que subir por un sendero a su encuentro pero parece una tontería subir para después bajar. Es mejor que sigan por la carretera. A unos 900 metros, justo donde una señal de tráfico indica una pendiente del 17%, sale un camino hacia la izquierda por el que tenéis que tirar.

Al salir del bar cruzamos la carretera hacia el mirador del que fue Parador Nacional, hoy inactivo, y poder admirar el impresionante panorama que se divisa desde este privilegiado balcón. Allá abajo el profundo valle del Pajares que tendremos que seguir en su totalidad encajonado entre verdes montañas muchas de ellas se encuentran envueltas en niebla o salpicadas con nubes. Lo que contemplamos, es un paisaje espectacular.

El tiempo apremia. Hay que acometer el descenso del Puerto. La pendiente es de padre y muy señor mío. Menos mal que de momento mi estado físico no se ha resentido de la dura etapa y me permite bajar con soltura. Tal como nos dijeron en el bar, a los 900 metros encontramos el desvío junto a la señal de tráfico del 17% teniendo enfrente una pista de frenado de emergencia.

Incorporados al nuevo camino vemos en primer lugar las vías del tren que se introducen en un túnel. La bajada es de vértigo. Los cuadriceps los tenemos que forzar al límite para conseguir no perder el equilibrio.

Cruzamos la línea férrea por encima del túnel dando el camino a una loma casi en llano. Buen momento para echar una visual hacia atrás y comprobar por la posición del Parador Nacional que hemos descendido lo suyo pero todavía nos queda mucho trecho para alcanzar la profundidad del valle.

Terminada la loma, el camino se introduce en un frondoso bosque de encinas y robles con su ramaje formando túnel. El sotobosque está casi cubierto de esbeltos y frescos helechos. A pesar de la peligrosa bajada, vamos disfrutando del entorno. Juan comienza a canturrear y nosotros a acompañarle. Al fin llegamos al cauce del río Pajares donde es más evidente la exuberante vegetación. Nos cruzamos con grupos de vacas e incluso de caballos que van guiados por sus dueños hacia los corrales. Sobre la una llegamos a San Miguel del Río (5 km desde el desvío), donde paramos bajo un frondoso roble frente a la iglesia. Aquí nos tomamos unos minutos de descanso y llamamos a la familia.

Pero lo que barruntábamos desde el puerto comienza a hacerse realidad. Comienza a chispear. Es preciso enfundarse el chubasquero. De momento es un lloviznar constante pero soportable pero conforme nos alejamos de San Miguel hacia la nacional, la lluvia va arreciando por momentos hasta que se convierte en un aguacero de cuidado que nos pilla en medio de la nada. Las botas chapotean sobre los charcos y regueros que se van formando sobre el asfalto, mientras una cortina de agua limita bastante la visión. A unos 750 metros del pueblo, nos percatamos del desvío a la izquierda señalizado también como Camino, se trata de la alternativa por Santa Marina y Llanos de Somerón, pero es tanta el agua que cae que nos da miedo meternos por medio del monte. Preferimos seguir por la carretera que ahora se empina lo suyo. Los 3,1 km de fuerte subida que separan San Miguel de la carretera nacional se nos hacen interminables y lo peor es que seguimos sin encontrar un lugar donde guarecernos.

Cuando alcanzamos la carretera a la altura del Puerto de San Miguel, vamos calados hasta los huesos. Para más inri, un panel señala hacia el Puerto de Pajares con 7 km y se nos pone una cara de tontos…y es que hemos tardado dos horas y media en llegar hasta aquí. Parece imposible pero resulta cierto. Debemos haber dado un buen rodeo.

Muy cabreados, comenzamos a bajar el Puerto de San Miguel. Menos mal que la lluvia ya no es tan persistente. A unos 900 metros encontramos a la derecha el Santuario de Nª Sra. de las Nieves, con un mojón a un costado cuya vieira nos dirige a una pista en ascenso pronunciado. De nuevo a subir y padecer. Remontando la empinada ladera, observamos contrariados como mientras nosotros subimos, la carretera desciende. Es inaudito!! Iremos por el buen Camino?. Por lo menos las flechas amarillas están ahí. Momentos de dudas y de enfados con nosotros mismos. A los 800 metros llegamos a un ensanche de la pista donde se sitúa una fuente-abrevadero. A la izquierda del camino vemos un mojón con la vieira. Debemos ir bien pero por nuestras cabezas circulan muchas vacilaciones. De momento vamos a avituallarnos de agua. De repente aparecen las primeras discrepancias serias del Camino. Juan dice que se vuelve a la carretera, que no lo ve claro. Pepe y yo somos partidarios de seguir. Si hay un mojón es que vamos bien. Al final Juan se vuelve y nosotros continuamos el ascenso. De todos modos, por uno u otro lado, al final tendremos que salir al mismo sitio. Veremos quien lleva la razón.

Pepe y yo llegamos reventados a un altozano donde comienza un vallecillo en suave tirada descendente. Pero lo peor es que no hemos vuelto a ver ni mojones ni flechas. Por lo menos en el cruce, debería existir alguna señal. Mal augurio. Intuitivamente tomamos el ramal de pista de la izquierda que es la dirección lógica. Pero para desgracia nuestra, termina en una casita de recreo situada en medio de un prado. Con resignación nos convencemos que hemos errado. No vamos bien. Juan ha hecho bien en volverse. De momento, vamos a refugiarnos en el porche de la casa pues sigue lloviendo con ganas y de paso repondremos sales con el Flectomín y energías con una tableta. Son las dos y media y no hemos probado bocado desde Arbás del Puerto y nuestros cuerpos lo acusan. No vaya a ser que nos dé una “pájara” y se complique la situación. Y sobre todo pensar y pensar. Al final, de qué manera se nos está atragantando la etapa. Con lo bien que íbamos…

A desandar lo andado y volver a lo seguro que, nunca mejor dicho, es sin duda la carretera. Cuando llegamos de nuevo a la fuente, nos fijamos detenidamente en la posición del mojón y nos damos cuenta que está algo revirado hacia la izquierda. Posiblemente el camino vaya en esa dirección pero como las trazas del sendero no nos inspiran confianza alguna, optamos por la seguridad de la carretera.

Cuando la alcanzamos, calculamos que entre ir y volver errático habremos recorrido unos tres kilómetros y medio, una propina innecesaria en esta ya de por sí larga etapa. Pero que vamos a hacer, los 31 km previstos se convertirán cuando lleguemos a Campomanes en 35 km. Como dice el dicho, “a lo hecho pecho”, y con la rabia metida en el cuerpo iniciamos el descenso del puerto por el arcén. Hablamos con Juan que nos dice que está llegando a Puente de los Fierros. Nos saca más de una hora de ventaja.

Menos mal que de momento la lluvia persistente se ha convertido en llovizna. Lo que sí tenemos que soportar es el intenso tráfico. Llegando al cruce de Navedo advertimos de nuevo la señalización del Camino. Por lo tanto, a partir de la fuente, si hubiésemos tomado el sendero mal trazado que salía a la izquierda habríamos llegado a Navedo y desde ahí a la carretera por el punto donde nos encontramos ahora. En fin, para la próxima vez ya lo sabemos.

Juan ha llegado ya a Puente de los Fierros. Nos dice que el dolor de la muñeca va en aumento. Tomará un tren que pasa a las 16:20 horas y en cuanto llegue a Campomanes irá a que se la vea un médico.

Pepe y yo llevamos una buena marcha. Menos mal que las piernas se están portando. Los 5,4 km que separan el Santuario de Puente de los Fierros los hacemos en una hora.

Casi una hora y media mas de carretera empleamos para recorrer los últimos e interminables 6,5 km. Estamos en Campomanes. Hemos invertido en la etapa casi 12 horas. Ya está bien.

Juan nos está esperando en la puerta de la Pensión “Senderos del Huerna” con el brazo vendado y en cabestrillo. Le han aplicado una solución de emergencia hasta que vaya mañana al hospital de Mieres a que le hagan una radiografía y le den un diagnóstico. No obstante, Juan da la impresión de no estar preocupado. Subimos a la Pensión donde el propietario Roberto se vuelca en atenciones con nosotros.

Una vez aseados, le entregamos la ropa completamente chorreando a Roberto para que la meta en la lavadora. Luego nos acercamos al Bar “La Rúa” a comer, porque resulta, por si alguien no se ha dado cuenta, que hoy aún no hemos metido al estómago nada caliente y la verdad es que lo notamos.

Juan se pide una fabada. Pepe y yo no llegamos a tanto y nos conformamos con algo más digerible pensando en la noche. La fuente de fabada que le ponen a Juan delante se la “devora” en una sentada. Menos mal que duerme en una habitación individual. Mañana Juan saldrá antes para llegar al hospital de Mieres lo más pronto posible. Nosotros no tenemos ninguna prisa. Tenemos que descansar bien.

De vuelta a la pensión, hacemos un balance de la etapa, destacando su dureza pero también, no nos cabe la menor duda, su hermosura, del tiempo empleado y de todas las incidencias ocurridas. En definitiva, la etapa más compleja de todas las que llevamos hasta el momento.

No estamos para muchos paseos. Menos mal que la etapa de mañana discurre por terreno prácticamente llano. Será una etapa de transición.

Ya en la cama, me sorprendo de que no me haya acordado del pié. Buena señal.

Me enchufo el respirador y a dormir como un tronco.

Buenas noches y hasta mañana.

Campomanes-Mieres del Camino

Parcial 21,0 km; Totales: 439,0 km; Restan: 343,3 Km

Por la ribera del Caudal

Hoy no tenemos prisa en levantarnos. Por un día, Juan no nos toca diana, por lo que podemos hacernos un poco el remolón en la cama. No nos damos cuenta ni de su salida. Debe haberse levantado pronto para llegar con tiempo al Hospital de Mieres.

En compañía de Pepe, comienzo la etapa del día de hoy a las 07:45 horas después de desayunar en el bar de enfrente como mandan los cánones. El día ha amanecido con mucha niebla pero por lo menos ha dejado de llover. Marchamos con mucha calma por la antigua nacional que discurre por el valle de Lena entrando en la localidad de Pola de Lena (7 km) a las 09:15. Justo a la entrada hay una peculiar rotonda con dos danzantes asturianos en posición de baile. El pueblo está muy estirado. Las señales nos conducen a la parte alta donde se encuentra la Estación de Tren y un poco antes las Oficinas de la Seguridad Social donde está ubicado el Albergue de Peregrinos. Por ahí no existe continuidad, así que debemos retroceder y bajar por una escalinata hasta la calle principal que nos dicen tenemos que seguir toda recta. En la plaza se celebra el mercado semanal con los tenderetes cubiertos con plásticos por si le da por llover. Aunque es temprano y el tiempo no predispone mucho a salir de casa, se observa cierto ambiente. Enseguida recuperamos las señales.

A las 10:00 estamos en Villallana (4,5 km) donde encontramos un bar a propósito para almorzar. Allí nos preparan unos suculentos bocadillos de chorizo que comemos con apetito. Más que suficiente para continuar.

A las 11:00 horas llegamos a la entrada de Ujo (3,5 km) donde las flechas nos desvían hacia un andadero que discurre por la margen izquierda del Río Caudal, formado un centenar de metros antes, por la confluencia de los ríos Aller y Lena. El primero proveniente de San Isidro y el segundo que lo hace de Pajares y es el que hemos llevado casi de la mano.

El andadero parece haberse convertido en otra de las llamadas “rutas del colesterol” de moda en casi todas las poblaciones. Como es sábado, hoy está muy frecuentado aunque nos da la impresión de tratarse de gente muy hosca ya que contestan a duras penas a nuestro saludo e incluso algunos bajan la cabeza al cruzarse con nosotros.

Unos 2 km antes de llegar a Mieres, coincidimos con un vecino de esa localidad que lleva nuestra dirección y este sí que se muestra receptivo y nos acompaña y entretiene con su conversación.

Recibimos una llamada de Juan que ha reservado habitación en el Hostal Pachín. Se dirige hacia el Hospital.

Entramos en Mieres cruzando el Caudal por el famoso Puente de la Perra. Han sido 6 km desde Ujo. Nos dice el paisano que este puente es el más antiguo de los tres que atraviesan el río y su nombre proviene de que había que pagar una “perra” por pasarlo.

Guiados por nuestro acompañante circunstancial, entramos por las calles de Mieres dirigiéndonos al Parque de Jovellanos. En una de sus cabeceras han montado un gran escenario para la actuación de esta noche a cargo del cantante de moda David Bustamente. Es curioso observar como un grupo numeroso de “fans” femeninos se agolpan a los pies del escenario. Llevan tres días enteros esperando la hora de la actuación de su ídolo –nos informa el paisano-. Incluso vemos que se han traído hasta colchones y sacos de dormir para que no les quiten el sitio. Adonde vamos a llegar!! Conducidos por tan buen guía nos plantamos en la entrada del Hostal Pachín de sobra conocido en Mieres. Nos despedimos de él con agradecimiento.

Una vez instalados en el Hostal, aparece al poco tiempo Juan con medio brazo escayolado y en cabestrillo. Examinada la radiografía, el traumatólogo ha advertido una pequeña fisura. Así que inmovilización del brazo y calmantes. No obstante, Juan no aparenta enfado, se lo toma con filosofía.

Es hora de comer, así que bajamos al comedor del hostal que hoy está muy concurrido pues los componentes de la organización del espectáculo de Bustamante se encuentran también allí.

Después de la comida toca siesta tranquila y a las 18:00 horas arriba. Tenemos que ir al Ayuntamiento a sellar las credenciales. Lo hace el Policía Local de guardia que nos informa de la salida de mañana hacia Oviedo.

Nos acercamos a visitar la Iglesia de San Juan y cerca de ella localizamos las sidrerías en la Plaza del Requejo donde nos sentamos en una de sus terrazas. Cómo vamos a resistir la tentación de tomarnos unas sidrinas tiradas como toca, encontrándonos en el corazón de Asturias. Poco a poco las mesas se van llenando hasta que no queda ni una libre. Hay ambiente de fin de semana.

Después de un buen rato, nos acercamos al Parque de Jovellanos donde están haciendo pruebas de sonido del espectáculo. Los aledaños del escenario están muy concurridos, sobretodo de fans de Bustamante, ahora más que nunca no deben retirarse mucho para no perder el sitio.

A las 21:30 a cenar al Hostal y acto seguido a dormir. Pepe dice que se va a ver al Bustamante. Muy bien. Qué disfrute!!. Hoy la etapa ha sido un auténtico paseo. Mañana habrá más montaña.

Buenas noches y hasta mañana.

Mieres del Camino – Oviedo

Parcial 20,0 km; Totales: 459,0 km; Restan: 323,3 Km

El día del Corpus

La de hoy será la última etapa del Camino del Salvador. A las 06:45 horas estamos saliendo del Hostal. Todavía hay gente, sobretodo joven, que aún no se ha recogido. El espectáculo de David Bustamante ha dado lo suyo. Pepe nos dice que en el  Parque no cabía un alfiler. El aguantó hasta las dos.

Otro día con tiempo brumoso, hay que ir protegido de momento. Nos dirigimos hacia las afueras de Mieres en dirección al Barrio de la Peña. Encontramos un bar a punto de abrir. Por lo menos saldremos desayunados. Jóvenes que han pasado la noche en vela esperan su apertura a las siete. Uno de ellos con la resaca propia de una noche de juerga, increpa a Pepe requiriéndole a que se identificara. Soy peregrino –le dice simplemente Pepe-. Peregrino? –le contesta el joven con voz gangosa- a ver, enséñame la “cáscara”. Pepe se queda un poco pensativo, la cáscara? pero enseguida cae en la cuenta y se vuelve. Muy bien peregrino –le dice el joven al ver la vieira que lleva en la mochila- si no llevas la “cáscara” no eres peregrino. A las siete en punto abren el bar que a pesar de ser domingo se llena en unos momentos.

Después de calentar el estómago, salimos de Mieres por la margen derecha del Caudal. Hasta el Barrio de la Peña son 1300 metros. Aquí comienza a empinarse la carretera hasta alcanzar el Alto del Padrún Como vamos frescos, los 5 km de fuerte subida hasta el Alto se hacen soportables. Hay escasa visibilidad por lo que no podemos contemplar como quisiéramos el paisaje. Cuando llegamos al Alto echamos un vistazo al valle por el que discurre la autopista entre diversas industrias echando humo por las chimeneas y que afean el entorno. Es lo único que alcanzamos a ver porque la niebla envuelve los montes próximos.

Al llegar al Padrún, nos paramos a contemplar una vistosa “panera”. Pepe siente curiosidad por saber el objeto de las losas que rematan los apoyos. Creo que son para que no pasen los roedores –le contesto. Pero parece que no se queda muy conforme. Habrá que preguntar.

La señalización nos saca de la carretera por un camino en fuerte bajada que evita las varias revueltas que se suceden hasta que llegamos al valle a la altura de la autopista y Estación de Tren de Olloniego. Debemos cruzar la autopista por un moderno puente. Desde el Alto del Padrún habrán sido unos 2 km de descenso.

Inmediatamente accedemos al pueblo que vemos a nuestra izquierda y al que llegamos tras recorrer unos 600 metros. Saliendo del pueblo, tras una curva, nos llama la atención los restos de un puente medieval en medio de una pradera. Un poco mas adelante atravesamos una carretera bajo un puente y a 1300 metros de Olloniego salvamos el curso del río Nalón por un puente de piedra. Una vez cruzado y a la altura del panel señalizador de El Portazgo, sale una senda a la izquierda que coincide con una “Senda verde del Nalón”. Muy cerca del desvío, permanece desde el medioevo, un mojón donde se puede leer: “A OVIEDO 1 ½ LEGUA”. De nuevo contactamos de lleno con la naturaleza. Esto es otra cosa –dice Juan- ya estaba harto de carretera. La senda va subiendo entre tupida vegetación bordeando la ladera del cerro de la Corona de Hierro en busca del collado de Picu Llanza. Un kilómetro escaso de cuesta nos deja junto a unas instalaciones de un Centro “Reto”. Buen sitio para hacer un receso y tomarnos unas tabletas energéticas y sales. Sus moradores salen en estos momentos sin hacernos ni caso.

Del Centro “Reto” al collado de Picu Llanza son unos 700 metros de pista asfaltada que recorremos sin dificultad.

A partir del collado, el Camino, que sigue coincidiendo con la “Senda verde”, se interna por senderos con tramos empedrados, a veces tenemos que salvar grandes charcas y barrizales. Pasamos por San Miguel (1300 metros desde el collado) y El Caserón (3800 metros del punto anterior). La etapa de hoy va transcurriendo con tranquilidad, aunque la visibilidad, debida a la niebla, es casi nula lo que nos impide admirar en toda su extensión la bella campiña ovetense de continuos altibajos soportables Hay que prestar mucha atención a los mojones y flechas porque en este tramo existen muchas encrucijadas.

Sobre las 10:45 horas llegamos a La Manjoya (500 metros desde El Caserón) donde nos llevamos una gran sorpresa con el imprevisto recibimiento de la Comisión de Fiestas y una banda de gaiteros que se apresta a interpretar piezas típicas asturianas. Es día de Fiesta en La Manjoya. Vaya bienvenida en la antesala de Oviedo. Muy amables nos invitan a unos bollus preñaosacompañados de bebida y con ellos asistimos a las primeras interpretaciones de los gaiteros. La Manjoya pertenece a la Parroquia de Santiago. Después de las fotos de rigor y de agradecerles sus atenciones seguimos por carretera en descenso, dejando la Iglesia de Santiago a la izquierda continuamos hacia las puertas de Oviedo donde el sol acaba de hacer su aparición, no podía fallar el astro rey un Día del Corpus.

Después de atravesar por un paso inferior la Autovía de La Plata, entramos en la capital del Principado por el Barrio de San Lázaro, comenzando el callejeo en dirección a la Catedral.

Dejando el Seminario Diocesano a la izquierda accedemos a los Jardines del Campillo para introducirnos de lleno en el casco histórico. Por la Calle Magdalenallegamos a la Plaza de la Constitución donde se halla engalanado el Ayuntamiento y la Iglesia de San Isidoro el Real. Y a través de un arco accedemos a la calle Cimadevilla, eje vertebral del casco antiguo, que fue durante mucho tiempo el centro comercial, bancario y administrativo de la ciudad, entrando al final de ella en la Plaza de Alfonso II el Casto o Plaza de la Catedral junto a la esbelta estatua de La Regenta.

La Plaza está muy concurrida y advertimos como mil ojos se nos quedan mirando con curiosidad. Sin quererlo, nos convertimos en el punto de mira de los fotógrafos que se hallan junto a la fachada de la Catedral esperando la salida de la Procesión. Podemos oír los clicks-claks de las máquinas fotográficas cuando pasamos ante ellos. Debemos parecer unos bichos raros entre la multitud vestida con sus mejores galas. Donde irán estos pobres peregrinos? Pues directo al interior de la Catedral (1).

La Catedral se encuentra a rebosar por feligreses luciendo sus mejores “trapos”. Y es que el mismísimo Arzobispo, se encuentra oficiando la Misa Mayor. Ya sabemos que muchos creyentes aprovechan este día tan especial para celebrar la Primera Comunión de sus pequeños. El órgano emite en estos momentos música celestial. Vamos apartando, con cuidado de no rozarles, a los asistentes que sorprendidos, nos miran de reojo. Buscamos un hueco en el ala derecha junto a la pila bautismal. Como si hubiera percibido desde lejos un olor que desentona con el ambiente, aparece el sacristán con cara de pocos amigos exhortándonos a que salgamos de la Catedral. Nosotros solo queremos sellar la credencial. Vuelvan en otro momento –nos dice disgustado. Pues nosotros no salimos sin el sello –le replicamos convencidos-. Viendo que no hacemos ademanes de irnos, no tiene más remedio que marchar a por el cuño. Bajo la mirada un poco alejada y compasiva del Salvador nos sella las credenciales sobre la protección de la pila bautismal. Ahora sí que podemos decir con orgullo que hemos hecho honor a la cuarteta que marcaba nuestro rumbo al salir de León:

El que va a Santiago

y no va al Salvador

visita al criado

y deja al Señor.

Cuando esta tarde nos levantemos de la siesta, vendré a rezar ante El Salvador con más tranquilidad.

En cuanto salimos al exterior y como si de famosos se tratara, los fotógrafos siguen tomándonos fotografías. Es posible que mañana seamos la noticia disonante en algún periódico. La gente se va separando hacia los lados pues de un momento a otro dará comienzo la solemne Procesión del Corpus. No es nuestro escenario así que nos retiramos por el foro en busca del Albergue.

Preguntando damos con él. Está en la Plaza de Santo Domingo frente a la Iglesia Convento. Un anuncio nos informa que hasta las 20:00 horas no lo abren. Un bicigrino italiano también se encuentra esperando pacientemente. Juan va a preguntar en la iglesia conventual, donde tiene lugar una actuación de gaiteros y danzantes asturianos, por si hubiera posibilidad de que nos dieran alojamiento. Pero no es capaz de encontrar a ningún responsable. Están todos muy atareados con las celebraciones.

En vista de lo cual llamamos por teléfono a uno de los Hostales que aparecen en la Guía, el Hostal Lago en la céntrica calle Caveda donde reservamos habitación.

El italiano dice que se viene con nosotros. Pues bien, no hay problema le decimos. Y ahí va siguiéndonos tirando de la bicicleta. Intenta convencer a Juan para que comparta la habitación con él, así le saldría mas barato, pero Juan no le apetece compartir habitación con un extraño y se inventa una excusa.

Una vez presentados, y asignada habitación, nos damos la ducha que tanto necesitamos y hacemos la colada habitual.

Se nota que es domingo porque en el restaurante que nos recomienda el propietario del Hostal se encuentra cerrado, así como muchos que encontramos al paso. Así que no tenemos mucho donde elegir y entramos en el primero que encontramos abierto. Y después de todo, tenemos suerte, pedimos el típico pote asturiano que nos sabe riquísimo.

Por la tarde, Juan y Pepe salen antes que yo. No quieren llegar tarde a la misa de las 18:30 horas. Casi detrás de ellos salgo con más parsimonia. Lo único que deseo es rezar ante el Salvador y darle las gracias por la recuperación que he tenido y pedirle que me dé fuerzas para llegar a Santiago. Cumplido mi deseo, me siento en un banco de la Plaza de la Catedral aguardando a mis amigos mientras escribo unas anotaciones de la etapa.

 
Monumento a la Concordia

Una vez juntos nos damos unas vueltas por los alrededores de la Catedral y del Teatro Campoamor, pudiendo comprobar la gran ciudad que es Oviedo. De lo visto nos llama la atención: la estatua ”Culis monumentales” (un enorme trasero) situada en la calle Pelayo frente al Teatro Campoamor, el “Monumento a la Concordia” (un grupo de 3 hombres y 4 mujeres totalmente desnudos, uno de ellos con el brazo alzado portando un pergamino) ubicada en la Plaza del Carbayón, la Iglesia de San Juan El Real (entre las calles Campoamor, Doctor Casal y Melquiades Alvarez), convertido en uno de los más hermosos templos historicistas asturianos destacando su atractivo exterior por su variedad policromática, el Campo de San Francisco, la comercial calle Uría, el palacete donde se ubica el Gobierno Autonómico y el edificio del Banco Herrero entre otros. Es todo lo que nos da tiempo a ver al paso, mientras buscamos las conchas bronceadas de vieira que están adosadas a las aceras señalizando el camino de salida.

Llega la hora de la cena. Pepe dice que le apetece comer una pizza. Pues a comer la pizza. Faltaría más.

Y a retirarse a descansar que mañana damos inicio a otra incógnita para mí: el Camino Primitivo.

Buenas noches y hasta mañana.

Oviedo – Grado (San Juan de Villapañada)

Parcial 24,5 km; Totales: 483,5 km; Restan: 298,8 Km

El Camino Primitivo

Cuando a las 07:00 horas salimos del Hostal en busca de un bar donde poder desayunar, el cielo está completamente entoldado y cae un orbayo que hace preciso enfundarse el impermeable. Por la calle Melquíades Alvarez vamos a enlazar con el Camino señalizado con vieiras empotradas en las aceras de la calle Uría, arteria principal del Oviedo moderno, que cruzamos siguiendo por la calle Independencia. En una de las bocacalles encontramos un bar abierto así que a desayunar como toca. Por lo menos hoy vamos a poder calentar el cuerpo que falta le hace. El ambiente húmedo y frío lo hace preciso.

Al final de la calle Independencia se desemboca en la amplia avenida del Ingeniero Marquina que tomamos a la izquierda en dirección a la Plaza de la Liberación donde en el paso de peatones coincidimos con tres peregrinos que llevan el mismo Camino. Se trata de los ovetenses Antolín, Tere y la jovencísima Violeta que se inicia en esta aventura jacobea desde su ciudad natal. Enseguida congeniamos y en compañía abordamos la salida de Oviedo. Ellos van más ligeros de peso que nosotros. Llevan lo mínimo para la etapa pues en Grado piensan regresar a Oviedo en coche para dormir en su casa.

Pasada la Plaza de la Liberación, enfilamos la calle del Teniente Coronel Tejeiro y la Argañosa. Cuando llegamos al barrio de la Fuente de la Plata tenemos que cruzar la vía férrea por una pasarela metálica que enlaza con la calle Alfonso I el Católico. Bajo el pertinaz orbayo, poco a poco vamos notando que estamos próximos a dejar la gran urbe. Atravesamos la nueva urbanización de La Florida retomando en el Pontón de Riello el Camino que discurre por una carretera local asfaltada. Ya nos encontramos en plena naturaleza, lástima que el orbayo y la niebla nos impidan disfrutar completamente del paisaje. Caminamos charlando animadamente con nuestros primeros compañeros de peregrinación desde León. Advertimos como se debate en el suelo entre la vida y la muerte un pajarito que se debe haber caído del nido hace unos momentos. El bueno de Pepe lo toma en su mano con cariño para darle algo de calor, lo necesita, y poco después lo deposita sobre unas matas con la esperanza remota de que su madre lo vea, aunque lo más probable es que algún depredador dé buena cuenta de él.

Después de atravesar por San Lázaro de Paniceras y Los Campos, la señalización nos dirige por un desvío a la derecha, pasando por unos pastos donde unos caballos se acercan a saludarnos. Complacidos por el recibimiento les damos de comer unas hierbas. Poco después llegamos a la Capilla de la Virgen del Carmen en el término de Llampaxuga. Aquí nos tomamos un receso. Dejamos constancia de nuestro paso en el Libro del Peregrino y aprovechamos para acuñar las credenciales. La lluvia fina que aquí es conocida como orbayo no nos deja. Qué pena no poder disfrutar plenamente del paisaje. Mientras descendemos hacia Lloriana, Antolín nos va contando sus hazañas de montañero del que es un empedernido practicante. Este Camino ya lo hizo en una ocasión pero lo ha querido repetir para iniciar en el peregrinaje a su mujer Tere y a la joven Violeta. Reparamos como tiene que ir tirando de ellas. Nos llama la atención un depósito de agua, en una de cuyas paredes alguien ha dejado escrito, entre castellano y asturiano, este macabro mensaje:

Y en la pared colateral: “A SANTIAGO 335 KMS”

Al llegar a La Bolguina enlazamos con la carretera de Oviedo-El Escamplero que seguimos a la derecha para salvar el río Nora por el medieval Puente Gallegos, construcción del siglo XIII en un bello entorno.

Al final de la localidad de Gallegos se toma una desviación debidamente señalizada con un mojón que nos introduce en otro de los bosques encantados del Camino “El Castañéu del Soldáu”. Frondosos castaños amparan un sotobosque cubierto de grandes helechos. El trino de los pájaros y el susurro del fluir de las aguas por el cercano río ponen el contrapunto a tan paradisíaco lugar. Antolín y compañía se han quedado rezagados así que caminamos solos en silencio para no turbar el ambiente de paz que irradia el bosque. Un paisaje inolvidable.

El bosque termina en una pista semi-asfaltada que en fuerte repecho alcanza de nuevo la carretera y unos metros mas adelante el Alto del Escamplero donde llegamos sudando la camiseta. Son las 10:05 horas. Desde Oviedo han sido 9 kmlos recorridos. Juan nos quiere llevar al bar Paquita que ya conoce pero lamentablemente es el día de descanso semanal. Así que entramos en el otro bar existente en la zona. En el Alto del Escamplero una señal de tráfico indica 23 km a Avilés.

Mientras nos tomamos unos estupendos bocadillos aparecen Antolín y compañía con los que compartimos el almuerzo y nos hacemos las fotos de rigor. Después de reponer energías reanudamos el Camino dejando a los ovetenses que tranquilamente hagan lo propio.

Por diversas pistas llegamos a Taraniello donde retomamos la carretera hasta llegar a Valsera. Atravesando el pueblo, una pista asfaltada que sale a la derecha, nos conduce a La Rabiza y Picarín entroncando de nuevo con la carretera que siguiéndola de frente nos conduce hasta la localidad de Premoño, pueblo que contó con Hospital de Peregrinos en la EdadMedia ubicado en la actual Casona de la Portalada que alberga una capilla.

Medio kilómetro pasada la capilla, se toma un camino a la derecha que desciende hasta el valle de Ardaja y las casas de La Fuente.

Tras cruzar el río Soto entre hermosos parajes. Juan se adelanta. En compañía de Pepe seguimos las indicaciones alternando sendas y pistas entre huertas. En una bifurcación nos equivocamos y vamos a salir a una presa sobre el río Nalón. Menos mal que solo han sido unos 100 metros. Volvemos a retomar el Camino bueno encontrando a Juan esperándonos en una pista que discurre paralela al río Nalón por su margen derecha, un paseo ribereño de unos 800 metros disfrutando de la vista del río hasta su enlace con la carretera comarcal AS-234. Tras 1 km pasamos ante Casa Espolita que se encuentra cerrada. Seguidamente cruzamos con mucha precaución el puente sobre el río Nalón sin apenas arcén, enlazando con la carretera nacional Oviedo-Grado que debemos seguir durante un tramo de 300 metros muy peligroso pues no existen arcenes y circulan bastante tráfico pesado.

Llegamos a Peñaflor a la altura de su Iglesia dedicada a San Juan desviándonos a la derecha para atravesar el pueblo que tiene un encanto especial. Hórreos y paneras se alternan con bonitas casas muy lucidas con plantas de flores en balcones y entradas de las viviendas.

Una vez se sale de Peñaflor y ya con Grado a la vista, se camina por una pista entre huertos donde los aldeanos y sobretodo las mujeres se alternan en las faenas del campo de la rica vega del valle.

Después de unos 2 km desde el desvío de Peñaflor, entramos en Grado por el Barrio de San Pelayo junto a la estación de tren. Son las 14:00 horas, buena hora para buscar un sitio donde saciar el apetito.

Hay que atravesar todo el dilatado pueblo (unos 1200 metros) para dar con el Bar Narcea, un bar conocido por Juan donde sirven buena comida por precio módico. Allí coincidimos con los ovetenses que han venido como quien dice, pisándonos los talones.

Después de una buena comida y de reposarla un rato, reanudamos el Camino en busca del Albergue de San Juan de Villapañada. Según Juan queda a unos dos kilómetros y medio.

Salimos de Grado por el Barrio de la Cruz (últimas casas de Grado), por una carretera local que sale a la izquierda tras pasar la gasolinera y antes de una curva a la derecha. La carretera se inicia con un fuerte repecho, lo que nos faltaba para la digestión. Seguimos subiendo entre huertas y las obras de construcción de una nueva autovía que nos hacen dar un pequeño rodeo. No dejamos de subir. Los 2,5 kilómetros se nos están haciendo más largos de lo normal. Por fin llegamos al cruce donde un indicador nos dirige a la derecha hacia San Juan de Villapañada. Siguiendo de frente será el camino que deberemos tomar mañana para dirigirnos al Alto del Fresno.

La cuesta se ha suavizado bastante pasando por el cementerio que teníamos a la vista desde hace bastante rato, llegando al albergue que se encuentra ubicado junto a la iglesia en las antiguas escuelas. Está cerrado y el Sr. Leopoldo que tiene las llaves no se encuentra en su casa frente al albergue. Hay que esperar sentados ante una mesa que se halla en el exterior. La tarde se ha vuelto soleada y da gusto admirar el panorama que se divisa desde este balcón privilegiado. Al final han sido desde la salida de Grado 2700 metros hasta el cruce y 900 metros más hasta el albergue. Los 2,5 km han sido en realidad 3,6 km, así que se nos hacían eternos.

Después de un buen rato, aparece el Sr. Leopoldo que se muestra muy quisquilloso a la hora de sellar las credenciales. Incluso hay que enseñarle el carné de identidad. Además –nos dice- tenéis que rellenar esta ficha. -Es que hay que andar con pies de plomo –agrega- no me fío de nadie. Han llegado a pasar por aquí hasta fugados de la justicia haciéndose pasar por peregrinos teniendo que intervenir la Guardia Civil. En fin, son las normas que cada hospitalero impone. El que no tiene nada que ocultar le debe dar lo mismo. Tras pagar lo estipulado, nos entrega las llaves.

El albergue justo para dormir pues se encuentra muy abandonado. Nos llama la atención la meticulosidad con que se muestra el Sr. Leopoldo con la admisión de peregrinos y lo poco que se preocupa del Albergue.

Mientras nos aseamos y nos cambiamos de ropa aparecen los ovetenses que después de sellar las credenciales vuelven en coche a Oviedo a dormir para reanudar mañana el Camino desde aquí. También aparecen una pareja francesa que empezaron el Camino en Bayona y tres jóvenes de Oviedo que en su primera etapa ya vienen con ampollas. Al verles recuerdo que en algún momento lo pasé bastante mal con la que me salió. Ya lo había hasta olvidado.

En la cocina no hay nada de nada. Ni un simple cazo o sartén. Habrá que salir en busca de por lo menos una lechuga para hacer una ensalada y engañar al estómago. Nos la vende una paisana que la coge de su huerta quien nos proporciona también un poco de vinagreta para aderezarla. Al Sr. Leopoldo le compramos unos plátanos y la bebida. Por lo menos no nos acostaremos sin tomar algo.

Mientras Pepe prepara la ensalada contemplo desde el exterior el hermoso valle donde se asienta la población de Grado, solo enturbiada por las cicatrices abiertas por las obras de la autovía. Me congratulo de estar tan bien de fuerzas y que los pies, casi estén como en la primera etapa.

Mientras nos comemos la ensalada barajamos la posibilidad de doblar mañana la etapa para llegar a Tineo. Ya veremos.

Una vez que se pone el sol, la temperatura desciende bastante y además el cielo se está cubriendo de niebla. Como por estos contornos hay poco que ver, lo mejor es enchufarme el respirador y a dormir.

Buenas noches y hasta mañana.

Grado (San Juan de Villapañada) – Tineo

Parcial 36,6 km; Totales: 520,1 km; Restan: 262,2 Km

Un encuentro inesperado

Tras tomarnos como desayuno unas tabletas energéticas, ya que no tenemos otra cosa que meter al cuerpo, nos disponemos a comenzar la jornada que se presenta como la de ayer. Niebla y “orbayo”. Son las 06:30 horas. Hemos madrugado un poco más previniendo que la jornada pueda presentarse larga. La pareja francesa ha partido hace rato y los jóvenes ovetenses remolonean en la cama.

Hay que ir bien abrigado y con el chubasquero puesto. Cuando llevamos unos 300 metros caminados me viene a la cabeza que la funda de la almohada se me ha olvidado. Sigue tú –me dicen Juan y Pepe- volvemos a por ella, ya te alcanzaremos. Ellos son más rápidos y me doy cuenta que siempre van tirando de mí.

Así que en solitario como en mis mejores tiempos aguantando el orbayo persistente y la poca visión que me permite la densa niebla hago los 900 metros de retorno al cruce de la local hacia El Fresno.

Tomo la estrecha carretera a la derecha que asciende con fuerza pero estoy muy fresco todavía y paso a paso voy venciendo la pendiente. A unos 700 metros del cruce marcho entre un prado en tirada a la izquierda y un bosque de pinos a la derecha. Voy ensimismado pensando en lo bien que voy respondiendo a las adversidades propias de un Camino tan largo. Me congratulo de haber podido superar momentos de salud muy difíciles. Cuando mas distraído iba, veo como una gran mole viviente oscura y espeluznante se me cruza de repente a dos palmos de distancia dándome tal susto que casi me hace perder el equilibrio. La carne se me pone de gallina y los pocos pelos que tengo de punta. Un escalofrío recorre mi cuerpo de arriba abajo. Cuando comienzo a salir de mi asombro, me digo a mí mismo -no puede ser real lo que he visto-. Pero sí era real, se trataba de un auténtico y enorme jabalí que estaría comiendo apaciblemente en el prado y al advertir mi presencia ha huido atemorizado para buscar refugio en el bosque. Si me pilla por delante ni lo cuento. Menudo encuentro inesperado!!.Es el primer jabalí salvaje que me he tropezado en mi vida y mira por donde he estado en un tris de ser arrollado. Qué casualidad que siempre que me pasa algo especial me encuentro solo. En mi Camino de Castellón fue un toro y ahora un jabalí. Cuando se lo cuente a Pepe y Juan no se lo van a creer. Tardo unos minutos en reaccionar y con el miedo metido en el cuerpo prosigo mi marcha atento a cualquier ruido extraño.

La subida al Alto del Fresno se hace cada vez más dura pero pasito a pasito voy superando la pendiente. Antes de llegar al collado, escucho las voces de Juan y Pepe que ya están a punto de alcanzarme. Cuando les cuento lo sucedido, tal como había supuesto no se lo pueden creer. Es normal. A trancas y barrancas y bajo el pertinaz orbayo alcanzamos el Puerto del Fresno donde se encuentra el Santuario mariano de Nuestra Señora.

Continuamos de frente cruzando la carretera comenzando un fuerte descenso por las laderas de la Sierra de los Morriondos por una pista de piedra y tierra irregularmente compactada hasta que alcanzamos el valle a la altura del pintoresco poblado de San Marcelo (1,8 Km del alto) donde destacan variedad de hórreos y típicas construcciones.

Seguimos adelante y tras atravesar un bosquecillo junto a un arroyo llegamos a la aldea de Doriga (1,3 km). Junto a la iglesia de Santa Eulalia, advertimos una tienda-bar que se encuentra abierta. Se trata de Casa Pacita donde encontramos un buen refugio a salvo del pertinaz orbayo y además podemos desayunar caliente. Son las 08:00 horas y el café con leche bien caliente que nos ofrece Pacita nos sienta de maravilla. Los cuerpos van acusando el frío y la humedad de la lluvia y la niebla que no acaba de disiparse. Al poco rato aparece Antolín con sus compañeras. Dicen que Pacita es una especialista en tortilla de patatas. En otra ocasión habrá que comprobarlo.

Por bellos parajes, alcanzamos nuevamente la carretera. Por un camino de servicio a la izquierda de la misma pasamos ante una gran plantación de kiwis y 3,1 km desde Doriga estamos cruzando el puente sobre el río Nancea que nos introduce en la población de Cornellana que dejamos por una calle debidamente señalizada a la izquierda que se dirige directamente al Monasterio de San Salvador donde se ubica desde el 2004 un Albergue de Peregrinos. Dicen que este Monasterio, fundado en el año 1024, es uno de los más importantes de Asturias. Llama la atención un curioso poste con un enjambre de señalizadores con las distancias a diversos lugares del mundo tal como el que existe en Manjarín. Juan y Pepe se entretienen sacando unas fotos. Adelántate –me dicen- ya te alcanzaremos. Saben de sobra que mi ritmo es lento y pueden alcanzarme cuando se lo propongan.

A partir del Monasterio, el Camino continúa por una pista que remonta el monte por la margen izquierda del río Nonaya internándose en un bosque. Al final la niebla ha dejado paso a una mañana soleada pero el barro ha hecho acto de presencia en el camino. Al llegar a un claro en la loma una tira de plástico naranja corta la pista lo cual me confunde. Me habré equivocado?.Vuelvo hacia atrás en busca de la última señal pues además de ir solo no me fío, tropezándome con Juan y Pepe que suben canturreando como si tal cosa y me dicen que adelante. De nuevo ante la cinta, optamos por superarla y a pesar de no encontrar ninguna señal tiramos a la derecha intuitivamente. Menos mal que por ahí viene un pastor con sus vacas y podemos preguntar. Notamos que al pastor no debe

hacerle ninguna gracia que los peregrinos pasen por aquí porque con cara de pocos amigos nos responde con frialdad: “Van bien, hombre, van bien”. Por detrás aparece la pareja francesa. Nos dicen que en Cornellana se han despistado y han seguido por la carretera teniendo que volver cuando llevaban andados unos 2 km. Entre boñigas pegajosas por el fango alcanzamos unas casas donde nos tropezamos con una panera. Pepe que sigue sin comprender la utilidad que tienen las losas que rematan los apoyos de las paneras y hórreos justo bajo el piso, no se resiste a preguntar a un paisano con el que nos cruzamos que simplemente nos dice que se llaman muelas y sirven para evitar el paso de roedores al interior con lo que queda corroborada mi versión. Asimismo nos explica que la diferencia fundamental entre la panera y el hórreo es que la panera es mayor y más vistosa, de planta rectangular con más de cuatro apoyos, llamados aquí pegoyos. El hórreo es más simple, de planta cuadrada y con solo cuatro pegoyos.

Satisfechos por la explicación, todos los días se aprende algo, continuamos nuestro Camino. Un mojón nos dirige por un sendero en subida que va bordeando una colina. El terreno se encuentra muy mojado y en algún tramo embarrado pero se marcha bastante bien. Nos adentramos en otro bosquecillo que va siendo la tónica de este Camino. Comenzamos a escuchar unos sonidos estridentes que poco a poco van en aumento turbando el silencio que disfrutábamos. Por detrás del monte nos tropezamos con una cantera de áridos en plena producción donde la maquinaria en movimiento es la responsable de los desagradables sonidos, sobretodo una demoledora de roca blanquísima. La pista se convierte en arena blanca por la que hay que andar con cuidado para no resbalar. Saliendo a la aldea de Llamas. Desentonan estas canteras que se prodigan más de lo que desearíamos entre el verdor del terreno.

Por diversas pistas y sendas llegamos a un paraje donde se halla la Fuente Caliente con área recreativa y mesas. Buen lugar para hacer un receso.

Continuamos ahora por el borde del valle. Un corzo sale del bosque y se nos cruza huyendo aterrado por los bancales de cereal.

Poco después cruzamos la aldea de Casazorrina salvando a la salida el río Nonaya por una rudimentaria pasarela de madera apropiada para tomar unas fotos.

A partir de aquí, el camino se desvirtúa bastante a causa de las obras de construcción de la nueva autovía hacia La Espina, lo que nos obliga a dar un buen rodeo al quedar cortado el Camino.

Finalmente conseguimos alcanzar la carretera que cruzamos siguiendo por una senda muy cerrada por la maleza y entrando en Salas por una carretera comarcal cuando son las 12:35 horas.

En un bar nos tomamos unas cervezas y unos pinchos y en el ínterin aprovecho para cambiarme de camiseta que se encuentra totalmente empapada en sudor y a las 13:00 horas nos acercamos a un restaurante que está junto al arco de la puerta de salida del pueblo hacia La Espina. Entre los primeros platos del menú está el cocido. Juan y yo no lo dudamos y lo pedimos mientras Pepe más juicioso se toma una ensalada de pasta. Pienso que he comido demasiado para abordar los 18 km que restan para llegar a Tineo. Ya veremos como se presenta la digestión.

Salimos de Salas bajo el arco que comunica el Palacio de Valdés con una torre medieval, y enseguida emprendemos la subida al Alto de La Espina que discurre por una pista entre bosque de castaños y robles y el murmullo de la corriente del río Nonaya. Las primeras rampas no son muy exigentes pero lo peor está por llegar –nos informa Juan-. Después de 3 km de ascenso salimos a la carretera nacional a la altura de El Llanón. Los últimos 300 metros han sido los más duros. Advierto que me cuesta digerir el cocido. Ya veremos. Paramos unos minutos a tomar aire. Los garbanzos deben estar removiéndose en mi estómago sin poder ser metabolizados adecuadamente. Empiezo a preocuparme.

Seguimos durante unos 1200 metros por la peligrosa carretera con escaso arcén por donde caminar algo seguros pero afortunadamente la pendiente es suave. Una pista que nace a la izquierda junto a una vieja construcción señalizada por un mojón nos salva del peligro. Pero todo no van a ser alegrías. Todavía tenemos que sufrir porque fuertes rampas se suceden antes de alcanzar el poblado de Porciles ya en terreno llano. Los molinos eólicos que se alinean en la loma a nuestra izquierda no paran de dar vueltas. La temperatura va descendiendo conforme transcurre la tarde y mi cuerpo se va destemplando por momentos. Al final, el cocido me ha pasado factura. Me está costando Dios y ayuda hacer la digestión. Tengo ganas de llegar a algún sitio donde descansar y tomar algo para aliviar el malestar de estómago. Pero La Espina se resiste. Se nos hacen eternos los 8 km que separan Salas de La Espina. Cada paso que doy es un verdadero suplicio para mí.

En La Espina entramos en el primer bar que encontramos donde me pido una coca-cola del tiempo que tomo poco a poco para tratar de recomponer la digestión. Todavía nos quedan 11 km para llegar a Tineo.

En la travesía de La Espina nos cruzamos con la pareja francesa que piensan quedarse a pasar la noche en un hostal. Poco después nos alcanza un bicigrino con el que conversamos unos minutos. Todo esto ayuda a aliviar los kilómetros pero yo me voy sintiendo cada vez peor. No sé por qué pero en todos mis Caminos he padecido complicaciones de estómago en algún momento.

A la salida de La Espina, las señales nos desvían a la derecha por un camino con bastantes tramos embarrados. El bicigrino también se mete por él. Con el barro que hay lo va a pasar mal.

Los metros no ya los kilómetros se me están haciendo eternos. Maldito cocido!!. A Juan sin embargo parece como si no fuera con él. Qué suerte!!. Después de pasar por La Pereda y El Pedregal encontramos a unos lugareños que nos animan diciéndonos que solo nos queda una media hora para llegar. Eso me da fuerzas. Aprieto los dientes como en mis momentos más difíciles y a pesar de las molestias estomacales y el dolor de piernas y espalda sigo adelante con paso mas acompasado. Juan y Pepe hacen verdaderos esfuerzos para seguir mi marcha. En esta ocasión no quieren dejarme solo dándose cuenta de lo mal que voy. Juan recibe una llamada de Rafael desde Castellón interesándose por nuestra situación. Pregunta por mí pero no puedo ni verme y eludo ponerme, no tengo fuerzas ni para hablar.

Cuando nos falta 1 km para llegar a Tineo, recibo una llamada de mi hija Loli de Zaragoza que no tengo mas remedio que atender sin demostrar signo alguno de debilidad. No me salen las palabras del cuerpo pero no quiero que se de cuenta. Poco a poco el sonido de música verbenera va llegando a nuestros oídos, ya debemos estar muy cerca. La música cada vez se hace mas intensa. Se trata de una verbena que celebran los vecinos de Tineo en una explanada que existe junto a la ermita de San Roque. A esa pradera le llaman la “playa” de Tineo. Se lo están pasando en grande bailando al son de una orquesta verbenera pero yo lo que quiero es llegar cuanto antes al Albergue.

Tras un descenso pronunciado llegamos por fin al Albergue de Mather Christi ubicado en el Barrio del Viso. Ha sido una larga etapa complicada sobretodo para mí. He llegado al límite de mis fuerzas. Ya veremos si consigo recuperarme.

En el coqueto albergue se encuentra una pareja guipuzcoana, un suizo y una francesa.

Nos damos una buena ducha y después de hacer la colada y de charlar un rato con nuestros nuevos compañeros nos acercamos al Restaurante Don Miguel. La verdad es que tengo pocas ganas de comer, el estómago sigue revuelto. Una ensalada, por comer algo, va a ser más que suficiente. Advertimos la presencia en el comedor de una pareja de peregrinos franceses de edad madura que nos saludan. Deben estar hospedados en el hotel.

Hoy más que nunca debo acostarme pronto. Además el ambiente en el exterior se muestra frío. Así que al Albergue, conexión al respirador y a intentar recuperarme. Ha sido una etapa de muy señor mío.

Buenas noches y hasta mañana

Tineo – La Mortera

Parcial 21,8 km; Totales: 541,9 km; Restan: 240,4 Km

El Camino Primitivo (3)

Hoy no hay necesidad de madrugar tanto. Sobre el papel, la etapa no reviste demasiada dificultad. Menos mal que he dormido casi de un tirón pero las molestias estomacales no han terminado de desaparecer. A partir de ahora, habrá que ser prudente con la comida.

A las 07:30 horas ya nos encontramos en el Bar Don Miguel desayunando junto al matrimonio mayor francés que nos dan los buenos días con mucha cortesía. Un cuarto de hora después iniciamos la etapa.

Como el Albergue se encuentra en un barrio de Tineo, debemos acercarnos primeramente al centro del pueblo, concretamente a la Plaza del Ayuntamiento. Desde ahí se toma a la derecha la Travesía de la Torre con fuerte repecho en busca del Camino de la Sierra pasando junto a la IglesiaParroquial de San Pedro con crucero en el atrio. Allí está situada una vieira que señaliza la salida, dejando atrás enseguida las últimas casas de Tineo y marchando por el Camino de la Sierra a media ladera del monte.

A unos 500 metros de la Iglesia nos encontramos a la derecha con la Fuente de San Juan donde nos avituallamos de agua. Junto a la fuente hay una capillita con la imagen de San Juan. Pepe no duda en hacer unas fotos. Hoy el cielo está radiante, vamos a tener un día precioso. Continuamos a media ladera bordeando el Alto de Navariego. La panorámica hacia la izquierda es magnífica. Juan y Pepe se quedan un poco rezagados. Como siempre sigo mi ritmo, ya me alcanzarán. Paso junto a un indicador donde se puede leer “Mirador de Letizia”. Desde luego la vista que se divisa merece el nombre de la princesa consorte. A lado, en la pared de una casita alguien ha escrito: “Aquí viven los últimos de Filipinas”, curioso de verdad. Sigo mi marcha entre robles en continuo ascenso bordeando la montaña. Poco después me dan alcance Juan y Pepe. Conforme vamos ganando altura las vistas panorámicas mejoran. Qué bien se camina por estos parajes. Todo está tan verde!!  Los pájaros trinan sin parar amparados en la hermosa mañana y las vacas pacen sin preocupación en los pastos de las laderas. Un paisaje espectacular. Quizá el más claro de los contemplados hasta el momento en el Camino Primitivo.

A 5 km de Tineo alcanzamos el Alto de La Guardia situado a casi 900 metros de altitud. Aquí ya se acabó la arboleda. Estamos en la cumbre y como es normal el terreno está muy pelado. El escenario se abre abarcando tal amplitud que pueden verse hacia el sur la Cordillera Cantábrica limítrofe con León y hacia el oeste la sorprendente Sierra de Hospitales que mañana tendremos que superar.

Cresteando la sierra recorremos en descenso los 1800 metros que nos separan del cruce de Piedratecha, tomando la carretera de la derecha. A unos 500 metros dejamos el asfalto un camino que sale a la izquierda y que desciende fuertemente hacia el fondo del valle a través de un frondoso bosque de robles, hayas y abedules cuyas copas impiden el paso de los rayos solares. Hoy vamos disfrutando verdaderamente del entorno, y además acompañados del continuo trino de los pájaros. Atrás quedaron el orbayo y la molesta niebla.

A unos 1000 metros de la carretera, llegamos a un indicador que señala hacia la derecha en dirección al Monasterio de Obona. Aquí hay que decidirse por visitar el Monasterio o seguir el camino hacia la izquierda. Después de pensarlo un poco, optamos por seguir el Camino. En otra ocasión visitaremos este importante enclave.

Siguiendo la pista bordeando otra ladera, vamos ascendiendo suavemente hasta llegar a Villaluz donde irremisiblemente salimos de nuevo a la carretera y pasando por Vega del Rey, Berrugoso y Las Tiendas, llegamos a Campiello a buena hora para almorzar. Llevamos 14 km recorridos.

En Campiello hay dos tiendas de ultramarinos-bares, una frente a otra. Optamos por Casa Maximino ya que según dicen, Herminia, propietaria de la de enfrente, es algo pesetera.

Nos pedimos una tortilla de patata y acertamos, estaba sabrosa de verdad. Yo no me excedí porque todavía no encontraba el estómago en condiciones. Son las 12:15 horas cuando aparece el matrimonio francés. Ellos van a su paso pero llegan igual a todas partes. Pepe obsequia a la mujer con una flor silvestre que toma entre su mano con alegría. Nos encontramos a gusto, pero todavía faltan casi 5 km para llegar a Borres así que no hay más remedio que continuar.

Sigue la carretera. Yo me adelanto ya que Juan se queda a charlar con unos vecinos del Fresno. De nuevo estoy deseando llegar. A la salida de El Fresno viene una bifurcación con las flechas que parecen indicar a la derecha. Siguiendo las indicaciones, camino durante unos 200 metros sin volver a ver señal alguna, voy solo y no me fío. Así que vuelvo sobre mis pasos hasta tropezarme con Juan y Pepe que acaban de dejar la conversación. Efectivamente es por donde yo iba.

A unos 300 metros de la bifurcación viene una curva cerrada donde un mojón nos indica un caminillo que sale hacia la derecha que 1200 metros más adelante nos deja en Borres. 600 metros antes de llegar a Borres, justo donde existe una fuente a la derecha del camino, está el indicador del Albergue. En Borres preguntamos por el mejor camino para llegar a La Mortera. Sin lugar a dudas, la carretera –nos dicen- la tienen a unos 3,5 km. En este punto terminan los grandes valles para dejar paso a terreno mas abrupto y montañoso.

Vamos a paso ligero adentrándonos en la sierra. El calor va en aumento por lo que estamos deseando llegar. A las 14:00 horas entramos al Bar Boto de La Mortera.

Yo llego muy cansado y con las molestias del estómago que no terminan de irse y me preocupan.

Nos recibe la buena de Elena, una mujer entrada en años menudita y desenvuelta a pesar de su edad que con su hermana Maruja continúan llevando la única tienda de ultramarinos-bar existente en muchos kilómetros a la redonda. Le da mucha alegría volver a ver a Juan. Al reparar en la escayola de su brazo, se interesa de inmediato por él. Lamentablemente no tienen preparado nada para comer, pero no importa porque ya casi lo hemos hecho en Casa Maximino. Tanto Elena como Maruja se desviven por atendernos. Irradian cortesía por todas partes. No suelen albergar peregrinos, pero tratándose de Juan nos ofrece dormir en una cochera contigua al bar. El local no reúne las condiciones mas adecuadas para el descanso que necesito y además no hay corriente eléctrica para enchufar el respirador del que ya me costaría mucho separarme durante la noche. Unas viejas colchonetas sobre el suelo de piedra y agua fría es lo que nos pueden ofrecer. No pueden dar más que lo que tienen. En otra situación no me hubiera importado compartir con Juan y Pepe el espacio pero teniendo Pola de Allande a 11 km creo que lo mas juicioso, y en eso están de acuerdo ellos, es tomar un taxi y dormir allí. Me cuesta trabajo mostrar mi agradecimiento a las hermanas y al mismo tiempo disculparme por haber declinado su ofrecimiento. Son en estas circunstancias cuando más cuesta elegir las palabras idóneas para excusarte sin herir la sensibilidad de la parte contraria. Afortunadamente, ellas son comprensivas y aceptan de buen grado mis razones. La misma Elena se presta amablemente a contactar con el taxista Luis.

A las 16:00 horas parto en el taxi hacia Pola. Resulta que el taxista es concejal del Ayuntamiento y está muy involucrado por la realidad jacobea. Durante el trayecto me va explicando los proyectos en relación con los peregrinos que día a día van aumentando. Van a abrir un albergue en la misma Pola y otro en Berducedo aprovechando las antiguas escuelas. Es una pena dejarlas abandonadas a su suerte teniendo necesidad de locales para alojar a los peregrinos. Por lo menos se mantendrán en pié. Una buena idea a imitar por otras poblaciones de este Camino Primitivo. En esto que veo al matrimonio francés con paso reposado acercándose a su final de etapa. Qué paisaje más bonito!!. Casi a la entrada de Pola, reparo en un caserón en lo alto de un cerro. Es el Palacio de Cienfuegos –me informa Luis- data del siglo XIV y está totalmente abandonado. Es una pena. A ver si alguien se compromete a restaurarlo y dedicarlo, por ejemplo, a hospedería. Creo que sería un éxito porque desde el privilegiado lugar donde se asienta se domina la villa y el valle.

En el pueblo me deja en La Nueva Allandesa donde pido alojamiento. Quedo con el taxista en que venga mañana a recogerme a las 06:45 horas, para retornar a La Mortera.

Después de darme una ducha de campeonato, me acuesto a descansar el cuerpo y sobretodo las piernas que se lo merecen.

Una vez descansado, bajo al bar donde encuentro al matrimonio francés departiendo con otros peregrinos. Me dicen que desde La Mortera a Pola hay tres subidas con sus correspondientes bajadas de respeto. Han llegado muy justitos, pero aquí están como si nada.

Mientras me tomo un café con leche pienso en las etapas transcurridas y lo lejos que queda ya Madrid. Aunque no estoy al 100% de facultades, por lo menos he sabido capear el temporal y salir indemne de todas las contrariedades que me han sobrevenido.

Salgo a la calle a pasear un rato por tan hermoso pueblo. El café con leche no me ha sentado muy bien. Vaya por Dios!! Y es que el estómago todavía lo tengo algo revuelto. Hay varios peregrinos, todos ellos extranjeros, que han preferido quedarse en el pueblo a pernoctar en el Albergue de Peñaseita. Es un pueblo muy pintoresco surcado por las agitadas aguas del río Nisón que desciende desde el Alto del Palo. Pero la tarde se está volviendo fría y no da nada de gusto deambular por sus calles. Lo más oportuno es refugiarse al calorcillo del bar y esperar la hora de la cena.

La cena insuperable. De menú: pote asturiano, pudin de verduras y berza rellena de carne. Como veis todo dentro de la gastronomía asturiana pero elaborado con mucho cariño. Los extranjeros se vuelven locos con la cena que apuran hasta no quedar una migaja en los platos. Tenemos que ofrecerles –me dice el camarero- lo típico de aquí. Esto no lo comen en sus países. El pote asturiano que hacemos ha cogido fama, figúrese que el entrenador del Málaga C.F. mandó con el coche a su chofer al solo objeto de recoger unas cuantas raciones para una celebración. Lástima que yo no pude saborear a conciencia la cena a causa de mi estómago.

Una vez concluida la cena, a acostarse que mañana habrá que madrugar un poco y tenemos la travesía de la Sierra de los Hospitales.

Buenas noches y hasta mañana.

La Mortera – Berducedo

Parcial 23,5 km; Totales: 565,4 km; Restan:216,9 Km

La ruta de los Hospitales

Hoy he dormido de lujo. A las 06:00 horas me levanto bastante recuperado. Una buena ducha y el desayuno que me ha dejado el camarero en la habitación, son suficientes para iniciar una jornada que promete ser interesante, por lo menos sobre el papel.

A las 06:45 horas se encuentra como un clavo Luis el taxista ante la puerta del hotel. El día no es ni mucho menos el de ayer. Lamentablemente la niebla ha hecho acto de presencia y se esparce por las laderas de las montañas. Durante el trayecto, y ante el temor de una posible pérdida por los Hospitales, Luis me tranquiliza diciéndome que el recorrido está perfectamente señalizado. Por lo menos hasta el límite del término municipal de Pola –agrega Luis- está marcado para tontos. No era esa la idea que yo tenía –le contesto-. Ha sido recientemente marcado con estacas –continúa Luis-.

Conforme vamos ganando altura hacia La Mortera, la niebla se va haciendo más densa. Dudo que con la visibilidad que hay podamos acometer la subida. Demasiado riesgo, pienso yo. Tengo entendido que la niebla es el peor enemigo para afrontar con éxito la subida a Hospitales.

Cuando llegamos a La Mortera, Juan y Pepe están terminando el opíparo desayuno que les ha preparado Elena. Mal día para subir a Los Hospitales –nos dice Elena- yo que ustedes esperaría un rato a ver como se desarrolla la mañana. Nos quedamos pensativos esperando lo peor pero media hora después Elena nos dice que ya podemos salir, predice que la niebla irá desapareciendo conforme transcurra la mañana.

A las 07:30 abandonamos el Bar Boto no sin antes despedirnos de la buena de Elena que tan atenta ha sido con nosotros. Por si fuera poco, nos ha proporcionado un bocadillo a cada uno.

Partimos en dirección a Pola y a unos 200 metros se toma una carretera a la derecha que tras un fuerte repecho de 100 metros nos deja en la Ermita de San Pascual donde recuperamos las señales jacobeas. La niebla se “masca” y no nos permite ver mas allá de los 50 metros. Además la temperatura es tan baja y húmeda que nos hace ir abrigados de verdad. Incluso tengo que ponerme la braga y los guantes.

Una vez en la Ermita, el camino gira a la izquierda por una pista que poco a poco va remontando la ladera. Vamos casi a ciegas. Menos mal que Luis el taxista tenía razón y cuando pasamos una estaca ya estamos viendo la siguiente. A 3 km de subida constante aunque llevadera, llegamos al paraje denominado La Paradiella donde se inicia una suave y corta bajada en la que nos podemos dar un respiro para inmediatamente acometer una ascensión importante durante al menos 1 km hasta unos pinos bajos que destacan a duras penas entre la niebla. Qué lástima no poder contemplar el paisaje que dicen es espectacular. Pero lamentablemente seguimos sin ver nada a dos palmos de distancia.

Desde los pinos y en constante subida llegamos 2 km más arriba a las ruinas del que fue Hospital de peregrinos de Fonfaraón donde hacemos un receso para tomar aire y agua y descansar un rato. Solo podemos ver un pequeño refugio de piedra y unos ribazos bastante deteriorados por los alrededores. Son las 09:30 horas. Con visibilidad normal hubiéramos visto, por detrás del refugio, la silueta cónica y pelada del Pico de Hospitales con una cota de 1200 metros.

Cuando reanudamos el Camino, somos protagonistas de una estampa que no olvidaremos mientras vivamos. Como por encanto, aparece a nuestra vista la imagen difusa de una manada de caballos entre la niebla, unos trotando y otros pastando en la braña. Una imagen irrepetible que nos compensa de todas las demás vistas que hubiéramos podido contemplar con buena visibilidad.

Berducedo – Grandas de Salime

Parcial 22,5 km; Totales: 587,9 km; Restan: 194,4 Km

Las hogueras de San Juan

Esta noche he dormido de un tirón. La Sra. Amelia me espera en la cocina donde me sirve un buen desayuno. A la pobre la he hecho levantar más pronto de lo que acostumbra. Después de pagarle le agradezco sus atenciones. Ha vuelto la niebla –me dice- le deseo Buen Camino. Y a las 06:30 ya estoy saliendo hacia La Mesa.

Envuelto en la niebla, paso por la fuente y la Iglesia donde la calle inicia una subida hacia el monte. Al pasar las últimas casas del pueblo comienza un camino que remonta la ladera hasta lo más alto donde se interna en un pinar desembocando en la carretera. Gracias a la estupenda señalización no da lugar a perderse. Tomo la carretera hacia la izquierda y tal como tenía previsto, a las 07:30 horas, me encuentro entrando en La Mesa. La niebla continua espesa. Inmediatamente busco a Juan y Pepe que se encuentran en el exterior del Albergue esperándome.

El albergue no está tan mal. Es pequeño pero apañado. Allí se encuentra pensativo el joven sevillano. Llegó casi de noche –me comenta Pepe- y después de asearse estuvo haciendo yoga. Estaba desencajado. Veremos hasta donde llega. En La Mesa existe también una Casa rural (La Rectoral) pero solo dispone de 4 habitaciones que suelen estar reservadas por los guiris. Dan de cenar y desayunar.

A las 07:40 horas estamos saliendo por la carretera hacia el Alto de Buspol. Es una subida exigente de unos 1200 metros desde La Mesa. Por el Puerto pasan unas torretas de alta tensión. Oímos el ronroneo de los molinos eólicos que deben estar por alguna parte aunque la niebla nos impide verlos.

En el puerto, tomamos un camino por la derecha ya en descenso y 800 metros después pasamos por una casa que forma parte del poblado de Buspol que debido a la niebla no conseguimos distinguirlo. Se sigue sin ver a dos palmos de distancia. A unos metros de la casa nos encontramos con la pequeña Ermita de Santa Teresa y Santiago construida con losas de piedra y tejado de pizarra, haciendo una parada para ver su interior por una ventana junto a la puerta. Un interior muy primitivo en el que distinguimos las imágenes de Santiago y Santa Teresa sobre el altar adornado con jarrones de flores.

Transcurridos unos metros por terreno llano entre ribazos de losas de piedra comienza la pendiente propiamente dicha. La visibilidad sigue siendo totalmente nula. A unos 850 metros de la Ermita, el camino desemboca en una pista que tomamos a la izquierda, en la que la pendiente se muestra con mayor crudeza. A unos 1500 metros de bajada y tras una curva muy cerrada a la izquierda nos internamos en un pinar. Después de muchas revueltas que algo alivian la fuerte pendiente y de andar unos 1400 metros desde la curva de entrada al pinar nos encontramos casi a la orilla del embalse a la altura del antiguo poblado de Salime, hoy totalmente en ruinas. De vez en cuando asoman las aguas del embalse entre los bancos de niebla que se desplazan con el viento. Unos 600 metros después llegamos a una curva muy cerrada a la izquierda donde advertimos en la ladera un alto ribazo en círculo construido con piedras y losas. Se trata de un viejo cortín, un colmenar protegido para evitar que los osos pudieran acceder en busca de la preciada miel, bocato de cardinale para ellos. Los cuadriceps han tenido que trabajar lo suyo para vencer la bajada, pero se están portando.

A unos 1500 metros del cortín, entramos en un frondoso bosque de castaños que en esta época se encuentra en plena floración dando unas coloraciones sorprendentes. Nos introducimos en el bosque por un sendero que sale de la pista por la izquierda y zigzagueando bajo las frondosas copas de los castaños, alcanzamos por fin la carretera. Es un tramo precioso de unos 800 metros. Son las 10:15 horas, por lo tanto hemos invertido dos horas y media para llegar a este punto desde La Mesa. Desde el Alto de Buspol han sido 9 km.

Una vez en la carretera andamos unos 300 metros para acceder, por un estrecho túnel horadado en la roca, a un mirador desde donde podemos contemplar con detenimiento la impresionante pared del dique del embalse de Salime y abajo la central eléctrica. 400 metros más adelante llegamos a la mediana del dique.

Desde aquí, se inicia una remontada por la carretera que discurre paralela al embalse lo que contribuye a seguir admirando bellas vistas. La niebla nos ha dejado dando paso a un sol radiante aunque los bancos siguen por las alturas. A 1 km del dique, llegamos a un antiguo Hotel con bellas vistas al embalse que se encuentra cerrado a cal y canto. No obstante, hacemos una parada técnica para reponer fuerzas. Sentados en las escaleras de acceso al hotel, damos buena cuenta de la bollería adquirida en Berducedo, tabletas energética y sobres de “Flectomín”. Mientras nos encontramos en pleno almuerzo, nos pasan una pareja de peregrinos austriacos que han dormido en “La Rectoral” de La Mesa. El va con la cabeza rapada al cero aguantando el fuerte ritmo que impone ella.

Seguimos ascendiendo y a 900 metros del Hotel después de una cerrada curva que salva un ramal del embalse, nos detenemos en un mirador que parece haber sido construido a propósito de dar un último vistazo al embalse. Observamos la pronunciada y escabrosa ladera por la que hemos descendido del Alto de Buspol que sigue cubierto por la niebla.

Seguimos ascendiendo bordeando el embalse. El almuerzo nos ha dado nuevos bríos que hacen que nuestra marcha sea muy viva. Tenemos a los austriacos en el punto de mira y los alcanzamos sin problemas. Es uno de los días que mejor me encuentro y esta vez no tengo problemas para seguir el ritmo de Juan. A 2,3 km llegamos a otra curva de las de herradura donde advertimos una desviación que en fuerte bajada debe ir a dar al embalse al lugar donde se encontraba el desaparecido pueblo de Salime. Si las informaciones que tenemos son ciertas, muy pronto se podrá salvar el embalse en barca saliendo a este lugar con lo que se evitaría un gran rodeo.

Desde la curva, seguimos soportando la cuesta, menos mal que vamos arropados por los castaños que se prodigan a ambos lados de la carretera. A la salida de una curva de 90º a la izquierda ya podemos divisar Grandas de Salime que tenemos a tiro de piedra, solo nos queda superar los últimos 400 metros de carretera y casi 300 metros de acceso al pueblo para encontrarnos junto al Ayuntamiento. El reloj de la Colegiata nos da la bienvenida con las campanadas de las doce en punto. Han sido 6 km de constante subida desde el dique.

Inmediatamente accedemos al Albergue que está ubicado en los bajos del Ayuntamiento. Somos los primeros. Observamos que todo se encuentra muy limpio. Deben haber dado una buena limpieza recientemente. Porque las referencias que teníamos de este albergue no eran muy buenas.

Una vez duchados y de haber dejado tendida la colada, nos acercamos al Museo Etnográfico. En el Museo recibimos la ayuda de una guía que nos va instruyendo por las distintas dependencias. Todo el conjunto gira en torno a la sociedad rural tradicional asturiana que hasta no hace muchos años era el modus vivendi en el campo. Se trataba de una economía de subsistencia en la que la mayor preocupación era conseguir el autoabastecimiento para no depender de los comercios y mercados locales. La casa, en la que se incluía tanto la vivienda y los residentes en ella como las tierras, ganados, árboles y utensilios, tenía el nombre de la familia propietaria. Además de cultivar la tierra y criar el ganado, tenían que amasar y cocer el pan, matar los cerdos para fabricar los embutidos, hilar la lana y el lino para hacerse con la ropa y la elaboración del vino y el orujo. Todas estas labores que exigían unos conocimientos muy amplios, se repartían entre los familiares según sexo y edad. En el museo pudimos ver todo aquello que la familia precisaba. La casa, el hórreo, la panera, el molino, las cuadras, los corrales, las bodegas, cabañas así como todos los aperos y herramientas a propósito y los enseres domésticos. Hasta hemos podido ver funcionar un molino produciendo harina. Todo el conjunto te transporta a tiempos pasados y te da una idea bastante objetiva de la economía de subsistencia. Una visita muy interesante.

De vuelta al albergue vamos viendo como van llegando peregrinos, entre ellos Javi el sevillano, una pareja de amigos catalanes, unos franceses, unos italianos. El albergue está casi a tope.

Tras la comida un servidor se va a echarse la siesta. Juan, Pepe y Javi se acercan a un bar para ver por TV el partido España-Arabia correspondiente al Mundial de Fútbol.

Por la tarde termina de llenarse el albergue. Llegan dos peregrinas nuevas, Ana y la noruega Elisabeth que se instalan en la litera próxima a la de Pepe y los dos catalanes. El ambiente peregrino se palpa.

En la Plaza del pueblo actuará un acordeonista que amenizará la noche de San Juan.

Asistimos a Misa en la Colegiata del Salvador, dependiente de la Catedral de Oviedo que en su día contó hasta con 13 canónigos según nos informa el párroco. En la misa coincidimos muchos peregrinos, entre ellos los ovetenses Antolín, Tere y Violeta que se alojan en un hostal. También advertimos la presencia de Aurel, el suizo que coincidimos en Tineo.

Terminada la misa nos acercamos a la plaza donde el acordeonista no se resiste a comenzar una pre-actuación. En la plaza han colocado unos chiringuitos en los que se tira la sidra y te ofrecen los famosos bollos preñaos y otras tapas típicas. El ambiente va in crescendo por momentos. La pira para la hoguera de San Juan va creciendo con enseres viejos que la gente retira de sus casas. En el pueblo más recóndito del territorio español, por pequeño que sea, se celebra la Noche de San Juan, la noche de las hogueras. Y Grandas de Salime no iba a faltar a la cita. Esta noche se avecina una buena.

Nos acercamos a cenar a “La Parrilla” donde no nos atienden muy bien. Parece como si faltase personal.

Mientras anochece nos quedamos por la Plaza junto a los peregrinos conocidos, charlando, riéndonos y escuchando los sones que salen del acordeón del actuante.

Ya entrada la noche, Juan y yo nos retiramos a dormir que mañana tenemos que estar descansados para acometer la subida al Acebo. Pepe tiene ganas de juerga y se queda en la fiesta más tiempo con Aurel ( el suizo loco), y Javi, son más jóvenes y pueden con todo.

Cuando llevo un buen rato en el Albergue tratando de conciliar el sueño, aparecen de vuelta los festeros. Aún a Pepe le queda fuelle para cuchichear y reírse por lo bajinis con Ana y la noruega acompañados del sonsonete de fondo cada vez mas lejano del acordeón hasta que poco a poco vamos todos cayendo en los brazos de Morfeo.

Buenas noches y hasta mañana.

Grandas de Salime – Fonsagrada (O Padrón)

Parcial 27,8 km; Totales: 615,7 km; Restan: 166,6 Km

GALICIA

Son las 06:00 horas cuando comienza el zafarrancho de combate en el Albergue. Intuyo que hoy existe mucho nerviosismo por acometer el Alto del Acebo y entrar en Galicia. Cuando salimos al exterior, solo queda en el albergue la noruega Elizabeth y el sevillano Javi haciéndose los remolones.

De nuevo la maldita niebla. No nos la quitamos de encima. Como todo permanece aun cerrado no tenemos más remedio que intentar desayunar por el camino. Dicen que a unos 3 km hay un bar.

El fuerte repecho de la salida de Grandas por la calle del Carmen hace frenar nuestro ímpetu mañanero. Rumbo oeste, alcanzamos la carretera a la altura de La Farrapa (1 km), continuando por la carretera hasta Xerejeira a 3 km de Grandas donde efectivamente encontramos una tienda-bara la derecha de la carretera.

Allí coincidimos con los ovetenses, que vienen siguiéndonos los talones desde Oviedo. En su compañía nos tomamos unos buenos desayunos que calientan nuestros destemplados cuerpos castigados por la gran humedad ambiental.

Seguimos abrigados a tope. Otro día que no se ve a un palmo de distancia. Las señales nos dirigen a la derecha por un tramo que vuelve a dar a la carretera que a partir de aquí alternamos con sendas y pistas. Los matorrales que bordean el camino nos van empapando las perneras de los pantalones. Menos mal que la membrana de gore-tex de las botas hace que los pies vayan secos. 3 km más y estamos entrando en Castro donde pasamos por delante de la puerta del Albergue Juvenil que hace las veces de Albergue de Peregrinos, otra opción a tener en cuenta como fin de etapa.

De Castro salimos en dirección al pequeño poblado de Padraira, situado a 1 km y cuyas casas quedan por debajo del Camino a nuestra izquierda. Siguiendo las señales, pasamos junto a la Ermita de San Lázaro (vinculada a una antigua leprosería), en medio de una espesa vegetación y sin desviarnos por los caminos que van saliendo a ambos lados, seguimos ascendiendo. La pendiente se va haciendo cada vez más severa. El chubasquero nos protege de la niebla, pero por dentro vamos completamente empapados. Se hace muy dura la subida. Para vencerla, ya se sabe, apretar los dientes y “ultreia”.

Después de 3,5 km llegamos a la altura del poblado de Peñafonte que atravesamos. Junto a la última casa del pueblo, salimos a una nueva pista que en dirección sur va remontando en diagonal la ladera del Monte Zarro, llegando a un collado donde se sale a la carretera ( 1,8 km desde Peñafonte).

Cruzando la carretera, arranca un camino. Ahora sí que la pendiente se hace más patente y me hace resoplar.Aunque la niebla no nos permite ver nada, intuimos que vamos llegando a lo más alto de la sierra. Conforme subimos va llegando a nuestros oidos el ronroneo de las aspas de los molinos eólicos que no podemos distinguir a causa de la dichosa niebla que se resiste a abandonarnos. Noto carraspeo en la garganta, algo de opresión en el pecho y destemplanza en el cuerpo. Hoy la niebla se está cebando conmigo y pasándome factura. Han sido 350 metros de subida directa desde la carretera hasta el Parque Eólico y 900 metros más de marcha ascendente en paralelo a los molinos. Es lo más fuerte del Puerto, una cuesta de muy señor mío..

Cruzado el Parque eólico, se inicia el descenso por una buena pista. Por fin pisamos suelo gallego y nos felicitamos de ello a pesar de la forma con la que nos acoge. Juan recibe la llamada de un amigo común de Castellón. Pepe y yo nos adelantamos unos metros y oímos como Juan dice al interlocutor: “Figúrate la niebla que hay que Pepe y Mario se han adelantado unos metros y ya apenas los distingo”.1400 metros más abajo tocamos de nuevo el asfalto ya rebasado el Puerto del Acebo..

Unos 150 metros más adelante aparece entre la niebla, en un recodo de la carretera, una casa que aparenta estar deshabitada. No distinguimos ningún cártel que indique algo, por lo que dudamos, pero un paisano que aparece por casualidad entre la niebla, nos confirma que sí que es un bar y que está abierto a pesar de aparentar lo contrario. Se trata del Bar del Acebo o Casa Pilar.

Inmediatamente entramos en el bar. Voy enteramente mojado por dentro y por fuera y siento frío, un frío anormal. Es la primera vez que lo noto. Ya veremos si me libro de un constipado o, Dios no lo quiera, algo peor. Por si acaso, me cambio de camiseta y calcetines.

En el bar coincidimos con el matrimonio joven francés que ha dormido, comentan que muy bien, en el Albergue Juvenil de Castro. Han estado solos y les han dado de cenar. Están muy contentos del trato recibido. Mientras nos tomamos unos bocadillos de tortilla, aparecen los ovetenses y poco después dos madrileños que han empezado el Camino en Grandas, uno de ellos ya viene con rodillera. Todos juntos formamos una cordial tertulia, cambiando impresiones sobre la subida al Acebo, coincidiendo todos en su gran dureza con el hándicap del tiempo que no acompañaba. Y es que además de haber rebasado los 1000 metros de cota se han aliado contra nosotros todas las adversidades meteorológicas. Pero la Sra. Pilar nos atiende de maravilla y para rematar el almuerzo, nos sirve unos orujos de bienvenida a Galicia que entonan los cuerpos. Buen orujo el gallego. Pero aún nos quedan unos 13 km para llegar al albergue de O Padrón (Fonsagrada) y hay que aligerar.

El Camino continúa por detrás del bar, un corto pero duro repecho que nos deja en una loma desprotegida y agreste. Es un pequeño atajo que evita la carretera durante unos 1400 metros.

Seguimos alternando carretera, pistas y sendas pasando el poblado de Fonfría a 4 km del Bar. 3 km más allá pasamos ante la Ermita  de Santa Bárbara do Camiño en la aldea de Silvela. Desde Silvela a Paradanova (unos 2,5 km), muy próximo a esta última localidad, en plena Sierra de Follabal, se atraviesa un bosque de pinos encantador, con un sotobosque de helechos muy tupido. Juan y Pepe se han quedado adrede algo rezagados. Es de las pocas ocasiones que me han dejado solo por delante y ello me permite gozar el paisaje en solitario. Los helechos forman una alfombra que invade a tramos la estrecha senda. Una estampa inolvidable!!. Ya cerca de la carretera se desemboca en una pista donde nos reagrupamos.

Llegando por un embarrado camino a Paradanova, ya podemos contemplar, en lo alto de un promontorio, las primeras casas de la localidad de Fonsagrada. La niebla se ha disipado.

Ya estamos deseando llegar, sobre todo yo que sigo con dolor de garganta y molestias en la zona lumbar. Pero lo positivo es que he podido llegar hasta aquí con mas facilidad de la que hacía prever mi estado por El Acebo pero eso sí con las fuerzas al límite.

De Paradanova, sale una pista a la izquierda que cruza el valle durante unos 500 metros desde donde sale un camino a la derecha que se empina de verdad y me hace bajar el ritmo. Juan y Pepe están más enteros que yo y se adelantan. Yo subo a mi ritmo, parando de vez en cuando para tomarme un respiro. Son unos 650 metros, que a mí se me hacen eternos. La mochila parece haber duplicado su peso. Cuando por fin alcanzo las casas del pueblo donde me esperan Juan y Pepe, hecho una mirada hacia atrás para comprobar que efectivamente me han sobrado aún fuerzas para subir. Con razón dicen por aquí que “a Fonsagrada nunca han bajado los lobos”.

Después de tomarnos unos minutos de descanso, nos adentramos en el pueblo. Desde el ventanal de un bar nos damos cuenta como nos contemplan sonrientes el matrimonio joven francés que están comiendo. Les enviamos con la mano un saludo.

A 350 metros de la salida del camino pasamos ante la”Font Sagrada” y por encima de ella la Iglesia Parroquial donde paramos para preguntar por el cura. Pero el cura no aparece por ninguna parte. Así que a continuar toca. 600 metros de travesía por el dilatado pueblo nos llevan hasta la gasolinera situada a la salida. Las piernas ya van acusando los kilómetros y comienzan a flaquear.. Ahora sí que los tres estamos deseando llegar al albergue. Pero todavía tenemos que salvar 1 km de asfalto para llegar al Albergue situado en la pedanía de O Padrón, al lado izquierdo de la carretera. Son las 14:30 horas.

Después de asearnos, rogamos al funcionario de Protección Civil que se encarga del Albergue que nos lleve al pueblo para comer en Casa Caldeira, donde dice Juan que preparan uno de los mejores pulpos de Galicia. Antes de entrar nos hacemos unas fotos junto al crucero de la plaza. Hoy es el día de San Juan y hay que celebrarlo como se merece.. Tenemos que dar la razón a Juan, el pulpo está exquisito. Coincidimos con un grupo asturiano que también están celebrando algo. El ambiente se anima en los postres. Ellos comienzan a cantar al son de una gaita y como no, nosotros les acompañamos. Faltaría más!! Con lo que le gustan a Juan los canturreos. Le veo disfrutar de lo lindo. Improvisada fiesta de su onomástica que nos hace olvidar la dura jornada. La celebración, como no podía ser de otra forma, concluye con el “Asturias patria querida…” a coro. El Camino se vive con plenitud. Por supuesto, invita Juan, nos lo había prometido.

De vuelta al Albergue, después de habernos surtido de los ingredientes para preparar una ensalada y de bollería y cola-cao para el desayuno de mañana, comienza a caer de nuevo la niebla y a lloviznar, por lo que aligeramos los pasos para no llegar remojados. Allí encontramos a la asturiana Ana y los dos jóvenes catalanes que la han acompañado en la etapa. También se halla el “suizo loco” Aurel y a las 20:30 horas llega la noruega Elizabeth que debe haber salido tarde de Grandas de Salime. Todos juntos preparamos unas buenas ensaladas. Durante la velada, formamos tertulia peregrina. Nos preguntamos por las razones que impulsan a cada cual a hacer el Camino. Cada uno da su particular punto de vista. El “suizo loco” intenta arrimarse demasiado a Ana. No sabe con quien se juega los cuartos. Ana se percata y le hace un expresivo gesto con la mano como cortando el espacio. Soy muy fiel, sabes?-le dice Ana-sin sobrepasarse. Aurel comprende enseguida el aviso y se aparta como si de un calambre se tratara. Superada la incidencia, continuamos la tertulia. Elizabeth se ha bebido ella solita la botella de vino que traía. Así, no me extraña que permanezca en la cama hasta bien entrada la mañana. Qué pasión de los nórdicos por el alcohol!! Ana y Juan polemizan sobre las razones que les han impulsado a hacer el Camino. En el exterior, de nuevo una niebla densa lo invade todo y además está lloviendo. Solo de contemplarlo a través de la ventana me causa helor. Se me van cerrando los ojos y tengo escalofríos. A pesar de la insistencia de Ana por que me quede, muy a pesar mío me excuso. Necesito acostarme y arroparme bien, me duele la garganta y parece que tengo algo de fiebre.

Una vez en la cama y enchufado al respirador, escucho como la tertulia va ganando decibelios. Pero yo me encuentro tan cansado que no es óbice para quedarme dormido. Mañana Dios y el Apóstol dirá.

Buenas noches y hasta mañana.

Fonsagrada (O Padrón) – O Cadavo

Parcial 27 km; Totales: 642,7 km; Restan: 139,6 Km

Al límite

No he pasado muy buena noche que digamos. He tenido dificultades respirato-rias, el pecho me oprime y además noto un carraspeo molesto en la faringe. Pero hay que hacer de tripas corazón y levantarse. Los kilómetros irán dando cuenta de mis con-diciones físicas.

Después de un buen desayuno, salimos del Albergue a las 07:15 horas. Ana y los dos catalanes lo han hecho antes. De nuevo la niebla, aunque parece que no es tan densa.

Cruzando la carretera, nos dirigimos hacia el núcleo urbano de O Padrón. Junto a la Iglesia tomamos un camino entre huertos que discurre más o menos en paralelo a la carretera hasta que salimos a ella a la altura del cementerio (900 metros). De momento sin novedad. Vamos bien abrigados pues las alturas por las que caminamos (sobre los 1000 metros) y la niebla, hacen que haga bastante frío, lo cual no es nada bueno para mis dolencias.

Por la derecha del cementerio, tomamos una senda que se introduce en el monte. Durante 600 metros, para salir a la carretera a la altura de una área de descanso. Cruzamos la carretera y tomamos un camino que se interna en el bosque durante 800 metros, donde vuelve a salir a la carretera. 300 metros más adelante, llegamos a una amplia curva donde la señalización nos desvía por un camino a la derecha que pasa entre fincas de cultivo por las proximidades de Villarlongo, pasando por la Ermita de San Isidro a unos 500 metros de haber tomado el desvío.

El camino continua en línea recta, pasando por unas extensas praderías. A la izquierda se nos aparecen las esculturas en piedra de unos toros que asemejan a los de Guisando. Juan no se resiste a montarse en uno de ellos y Pepe aprovecha la circunstancia para hacer una foto. A 1500 metrosde la ermita, llegamos a la de Santiago de Pedrafitelas ya en la carretera por la que andamos unos 600 metros para tomar un desvío a la derecha que nos deja, después de recorrer unos 800 metros en el poblado de Montouto. Después de una corta bajada, seguimos de frente. En lo alto ya podemos ver los molinos eólicos. Seguimos por la pista que asciende y tras recorrer 1300 metros desde Montouto, nos plantamos en lo alto de la loma donde se halla situadas las ruinas del antiguo Hospital de Montouto. Son las 09:00 horas. Hacemos una parada. Junto a las ruinas un dolmen recuerda los túmulos funerarios de nuestros antepasados. Estamos a unos 1000 metros de altura, en un paraje inhóspito donde solo caben los molinos del Parque eólico que giran sin parar. Es impresionante la envergadura de los molinos. Hay que acercarse a ellos para darse verdadera cuenta.Yo me encuentro cada vez peor y temo que el catarro se me haya pasado al pecho. Estoy intranquilo y para evitar enfriarme más, les digo a mis compañeros que voy a continuar despacio mientras ellos se entretienen fotografiando molinos. Ya me alcanzarán, de eso puedo estar seguro.

Inicio la bajada por una pista con mucha pendiente que discurre paralela al Parque Eólico. De nuevo me está costando dar un paso. Bajo con lentitud pues mis piernas comienzan a flaquear y el dolor de la espalda se agudiza por momentos. Estoy deseando llegar al próximo pueblo para descansar bajo techo de algún bar. Compruebo como la aridez de la cima se va convirtiendo en un bosque de pinos con un sotobosque cubierto de helechos. Es curioso observar la cantidad de helechos que pueblan las laderas de las montañas gallegas.

Tras recorrer unos 2 km la señalización me desvía a la derecha por un sendero que conforme va descendiendo en fuerte pendiente se va cerrando de maleza. Voy sufriendo de verdad. Mi cabeza comienza a urdir pensamientos nada halagüeños. Me voy planteando la necesidad de tomarme por lo menos un día de descanso, a ver si mejoro del fuerte resfriado y recupero las fuerzas. Maldita niebla del Acebo!!, aunque los kilómetros que llevan mis piernas también tendrán parte de culpa. Voy separando con los bastones tojos, zarzas y helechos . Me alcanzan Juan y Pepe y reagrupados terminamos la bajada, interminable para mí, hasta salir a la carretera a la altura del poblado de Paradavella.

Son las 09:45 horas cuando entramos en el primer bar que encontramos. Juan me aconseja tomar un taxi hasta O Cadavo y descansar en el Hostal “La Moneda”, cuyos propietarios son amigos suyos. Los que le suministran el orujo que tan buena aceptación tiene entre los amigos de Castellón. Pienso que Juan tiene razón, estoy al límite de mis fuerzas y todavía quedan por vencer el duro repecho de A Lastra y el puerto de Fontaneira. Es inútil seguir machacándome. En el estado en que me encuentro lo más seguro es que no voy a poder llegar. Casi no tengo ganas de abrir la boca. Me tomo un poco de queso y agua. La mujer se nos queja de la soledad que se siente en el poblado y lo duro que es el trabajo de la casa, el bar y la huerta. Juan bromea con el matrimonio, sobre todo con la mujer. Unos sutiles comentarios sobre el “sábado, sabadete…” la hacen ponerse en guardia y llamar la atención del marido con el que intercambia una sonrisa de complicidad. Eso, eso -le dice la mujer- mira lo que dicen, aplícate el cuento. Todos nos reimos por la ocurrencia de Juan y la inmediata respuesta. Todo esto, es el síntoma mas palpable que pasan pocos peregrinos por aquí. Nos comentan que una peregrina acompañada por dos chicos no hace mucho que han estado aquí. Seguro que son Ana y los dos catalanes. El propietario del bar, da la casualidad que es taxista y se ofrece para llevarme a O Cadavo.

Juan y Pepe aprovechan el taxi para despojarse de sus mochilas. Por lo menos harán el tramo más duro de la etapa (unos 13 km) ligeros de peso. Nos despedimos hasta O Cadavo. Al taxista se le ha olvidado recomendarles que tomen la carretera para subir hasta A Lastra. La senda señalizada que sale a la derecha, no tiene sentido. Te hace bajar para después subir en fuerte repecho. No se adelanta nada y es un rompe piernas.

Un poco antes de llegar a Lastra, veo a los dos catalanes tirando de Ana a buen ritmo de subida. Ellos han hecho caso de la recomendación.

Pienso que he hecho bien en dejar de andar porque las cuestas de A Lastra y Fontaneira son de las que se las traen. El taxista me va explicando por donde discurre el Camino. Evidentemente es muy duro.

Llego al Hostal “La Moneda” donde me atiende con amabilidad José Antonio (el hijo del propietario). La ducha me deja casi nuevo porque el resfriado sigue dentro. Entrego mi ropa para lavar y me acuesto a descansar hasta que aparezcan mis compañeros de fatigas.

A las 13:30 horas me llama Juan. Ya han llegado y están en el Albergue. Me acerco para encontrarme con ellos. Están más frescos que una lechuga. No sabes lo bien que se va sin mochila –me dicen contentos-vas como flotando en el aire. Aunque hemos sudado la camiseta sobretodo para vencer el último repecho de A Lastra. Allí nos hemos tropezado con los madrileños exhaustos. Veo a Ana y los catalanes y también a los ovetenses. El Albergue es de lujo, pero no hay enchufes en los dormitorios.

Nos vamos a comer al restaurante del Hostal. De menú un caldo gallego bien calentito y merluza a la gallega. De categoría. Mientras comemos aparecen los ovetenses. Ana y los catalanes se han ido a comer a otro sitio.

La buena comida, se merece una buena siesta. A media tarde, me acerco al Albergue donde formamos una animada tertulia peregrina. Ana se muestra como una persona con una personalidad muy definida. Tiene una escala de valores muy sui generis. Nos dice que ha llegado a conocer a la Madre Teresa de Calcuta con la que estuvo unos días ayudándola. Con Juan continúa su particular polémica espiritual iniciada en O Padrón la noche anterior. Aparece el “suizo loco” Aurel con el que compartimos mesa durante la cena. El solo se bebe una botella entera de vino con el consiguiente efecto. Con la seriedad que se palpa en el ambiente, intenta formar algo de juerga. Juan se pone nervioso y le tiene que llamar al orden. Aquí no –le dice- son amigos y que van a pensar de nosotros. Vamos fuera y allí cantamos y reímos todo lo que quieras. Menos mal que le convence y se aplaca.

Les digo que mañana me voy a tomar un día de descanso. Me iré en autobús a Lugo donde lo primero que haré es ir a que me vea un médico. No las tengo todas conmigo. He llegado al límite.

Después de la cena, ellos se van al albergue y yo me subo a la habitación. Necesito un buen descanso.

Me enchufo el respirador y a dormir si puedo.

Buenas noche y hasta mañana.

O Cadavo – LUGO

Parcial 29,3 km; Totales: 672,0 km; Restan: 110,3 Km

Donde el Camino se bifurca

Hoy no tengo prisa en levantarme. Juan no está para tocar diana. A las nueve me doy una buena ducha de agua caliente dirigiendo el chorro al costado izquierdo de mi cuerpo para intentar calmar el dolor que noto en esa zona. En cuanto llegue a Lugo acudiré sin falta al médico.

Desayuno en el bar del Hostal y me tomo un Spidifen. Después a esperar al au-tobús que pasa a las 10:30 horas y aparece muy puntual. Hace sol pero corre una brisa bastante fresca por lo que voy bien abrigado. Se siente uno en ridículo montado en el autobús. Parece que la gente te mira más de la cuenta diciendo para sus adentros: “Me-nudo peregrino!!” Durante el trayecto pienso en las fatalidades de este Camino. Primero fue la ampolla, luego el estómago y ahora el fuerte resfriado. No tengo mas remedio que descansar un día si quiero continuar a pié hasta Santiago -me justifico-.
Después de las montañas llega el terreno más o menos llano de los alrededores de Lugo.

Una vez en Lugo, me dirijo inmediatamente al Ambulatorio de la Plaza de El Fe-rrol. El médico que me atiende me echa una mirada de soslayo como queriendo decir “vaya!, otro loco peregrino” y una vez auscultado me diagnostica un fuerte resfriado y me prescribe seguir con el Spidifen y un antibiótico para evitar males mayores. Me que-do más tranquilo.
Llego al albergue a la una menos cinco, quedan 5 minutos para abrir. El hospita-lero José Antonio, al darse cuenta de mi estado y al decirle que preciso de un enchufe para conectar el respirador por la noche, me asigna directamente la habitación de minusválidos.

Mientras espero la llegada de mis compañeros que ya se encuentran a las puertas de Lugo, hablamos del Camino, sobre todo del tramo que nos falta. José Antonio me hace unas observaciones importantes para el trayecto de mañana. Se muestra como un peregrino veterano y aparenta desvivirse por los peregrinos, aunque siempre dentro de unas normas básicas de convivencia. Por otra parte el albergue está muy bien, el dormitorio general es muy amplio y las instalaciones perfectas y sobretodo tiene la ventaja de estar situado en pleno centro.

A las 13:45 horas, aparece Ana con los dos catalanes. Me dicen que se han cruzado con Juan y Pepe por el Camino. Deben estar el llegar-me informa Ana-. Efectivamente, a las 14:15 horas hacen su aparición cantando para no perder costumbre.

Una vez aseados, nos dirigimos  a Casa Catá, frente al Museo Provincial, donde ya estuve en cierta ocasión con mi familia y se come bien y barato. Nos sirvieron unos callos con garbanzos riquísimos. Lástima que debido a la hora, algunos platos se hallan agotados. De postre, como no, queso del terreno con membrillo casero. En el bar advertimos la presencia de un comensal que destaca entre la clientela y que en compañía de su señora o de lo que sea, se está poniendo en las botas. De la manera con que se muestra, repartiendo miradas a diestro y siniestro e invitando a café y copa, deducimos que debe tratarse de algún cacique o padrino de la zona, es decir, el vértice de la pirámide de la idiosincrasia de la Galicia profunda.

De vuelta al albergue, a echarnos una buena siesta. A media tarde hablamos con José Antonio, que sobre unos mapas por él elaborados, nos explica la etapa de mañana con algunas anotaciones interesantes y nos proporciona un número de teléfono por si necesitamos ayuda. Salimos a patear un poco la ciudad. Mientras Juan y Pepe visitan la Catedral de Santa María yo me acerco a un Mercadona que está próximo a la ribera del río Miño para comprar embutido, queso, pan y agua para el almuerzo de mañana.

En un “ciber” imprimo los pasajes del avión para la vuelta. Ya tenemos el Camino prácticamente resuelto. Las mayores dificultades las hemos dejado atrás.

Para cenar vamos al Bar Manger, recomendado del hospitalero. Durante la cena vemos el primer tiempo del partido del Mundial de fútbol, emitido por TV, entre Suiza y Ucrania. En el restaurante coincidimos con los asturianos que a partir de ahora se separan de nosotros. Van a Melide. También se halla en el comedor la pareja joven francesa que también llevamos coincidiendo desde Oviedo. Nos despedimos de ellos hasta Santiago donde llegarán según los cálculos el mismo día que nosotros.

Hay que aligerar porque el albergue lo cierran a las 23:00 horas. Una vez en el Albergue, Ana nos dice que mañana nos acompañará pues hace el mismo Camino que nosotros y los catalanes se desvían hacia Melide.

Puntualmente, José Antonio cierra el albergue a las once. El “suizo loco” se ha quedado fuera, debe estar viendo el partido de fútbol y se le habrá ido el santo al cielo. Cuando llega al Albergue, se da con la puerta en las narices y comienza a tirar chinas a los ventanales con objeto de llamar la atención de alguien. Ana se percata y le abre. El pobre se ha librado de pasar la noche al raso. Además llega muy abatido. Suiza ha sido eliminada del mundial.

Todos los peregrinos recogidos, a dormir tranquilos.

Buenas noches y hasta mañana.

LUGO – Friol

Parcial 26 km; Totales: 698,0 km; Restan: 84,3 Km

Demasiado asfalto

A las 06:15 horas me levanto más recuperado de lo que esperaba y lo que es mejor, con ganas de hacer la etapa como Dios manda. A las 07:00 horas estamos saliendo del Albergue con nuestra nueva compañera Ana, en busca de un bar donde poder desayunar. Lo encontramos en una de las bocacalles de la Plaza Mayor.

Bien desayunados con super-donuts, pasamos junto a la catedral y salimos del recinto amurallado por la Puerta de Santiago (550 metros desde el Albergue). Hace fresco aunque entrevemos que hoy va a lucir el sol. Vamos a buena marcha. De momento me encuentro muy bien, gracias a los Spidifen y al antibiótico.

Cruzamos el Río Miño por el Puente Viejo a 1 km de la Puerta de Santiago, tomando una calle que bordea la margen derecha del río Miño. Llevando siempre a la vista el río, pasamos junto a unas pistas de tenis y poco después por las piscinas. 800 metros más adelante tenemos la Ermita de San Lázaro ante nosotros y una bifurcación importante para el peregrino. Por la izquierda se va a Melide, por la derecha nuestro Camino.

A 1 km de la bifurcación, pasamos bajo un viaducto por el que discurre una carretera nacional.

2 km más adelante nos encontramos con una encrucijada de carreteras. La señal es inequívoca, tenemos que torcer hacia la izquierda bordeando un monte.

A unos 900 metros del desvío, pasamos por una gran casa señorial en cuya entrada principal se alza un bonito crucero. En uno de los prados de sus propiedades pastan a sus anchas uno bellos ejemplares de caballos. Junto al ribazo que separa el prado de la carretera, vemos entre dos esbeltos carbayos, una talla muy rudimentaria de un humano hecha con un tronco de árbol seco y agrietado cuyo rostro asemeja a los de la Isla de Pascua y con una curiosa inscripción cincelada en el cuerpo aplanado:

Nos quedamos extasiados contemplando el trote alegre de los caballos por la pradera tras la curiosa talla,. Seguimos por el asfalto. Verdaderamente el día favorece la caminata.

A 600 metros de la mansión llegamos a un cruce donde las señales nos desvían hacia la izquierda en dirección a Veral que dista 1700 metros desde el cruce y 1 km más allá el poblado de Alta donde se toma una pista de tierra a la izquierda que en 200 metros cruza una carretera y después de atravesar un arroyo, se convierte en una mas ancha pero muy arenosa en ligera subida que se hace bastante molesta, hasta alcanzar una pista asfaltada estrecha (1400 metros desde Alta) que bordea un monte de pinos. Desembocando en una carretera, precisamente en una curva donde existe una casa aislada de dos alturas (800 metros desde la referencia anterior). A unos 25 metros, encontramos una desviación a la derecha que se dirige al pequeño poblado de Vigo. En este punto, es donde da comienzo al “atajo” del que nos informó el hospitalero de Lugo José Antonio y cuyas flechas están pintadas en azul. Se trata del tramo de partida del viejo camino “Vilafiz-Lugo”.Llevamos andados unos 10 km desde Lugo.

Hasta la aldea de Vigo hay 600 metros desde la carretera y desde allí comienza una pista que va penetrando en el monte. A 2,6 km de Vigo llegamos al poblado aparentemente abandonado de Facoi cuando son las 10:15 horas. Estamos en el punto kilométrico 13.2, el ecuador de la etapa. Buen momento para almorzar al socaire de las casas que dan al mediodía, pues aunque hace sol, el vientecillo sopla más bien fresco. Todavía no nos hemos desprendido de la ropa de abrigo. A Ana la noto muy contenta en nuestra compañía.

A partir de Facoi, comienza la subida de verdad al monte por una pista de tierra muy bien señalizada con las flechas azules. Yo me voy quedando un poco rezagado con Ana que un poco más arriba me deja también a mi aire. Cada uno tiene un ritmo de subir y el mío es más bien lento. A 2 km de Facoi alcanzamos la cima del monte por donde cruza una pista ancha y 900 metros bordeando el bosque de pinos en llano y a la vista de la verde llanura llegamos a la carretera asfaltada. A 100 metros hacia la izquierda se encuentra el cruce de Gonce donde se retoman las flechas amarillas. Allí coincidimos con un pastor a quien preguntamos por el camino a Friol y la verdad es que nos confunde, cuando asegura que a Friol se va en la dirección por la que venimos, cuando las flechas señalan a la derecha del cruce. Dudamos si hacerle caso o seguir las señales y optamos por las señales. Juan y Pepe se van con el pastor a una casa que hay en las inmediaciones y que debe usar él, donde quieren rellenar las cantimploras de agua. Marchad tranquilos por delante –nos dicen- que ya os alcanzaremos.

En compañía de Ana continúo la carretera según indican las flechas amarillas y que tira un poco en cuesta. Pero hoy me encuentro fuerte y no hay cuestas que se me resistan.

A 4100 metros llegamos al poblado de Guimarei donde paramos unos minutos. Una señora nos rellena las cantimploras con agua de su propia casa. Son las 13:00 horas. De Juan y Pepe ni rastro. Qué raro!!. Los paisanos nos informan del último tramo de la etapa. Dudamos si quedarnos a esperar a los compañeros o seguir adelante. Al final. les decimos que vienen detrás de nosotros dos compañeros y que hagan el favor de facilitarles la misma información.

Efectivamente, a 600 metros de Guimerai confluimos en una carretera más ancha que tomamos a la derecha. Comentamos sobre la posible situación de Juan y Pepe. Es que llevamos un ritmo muy rápido –me dice Ana-. No obstante me causa extrañeza que en 5 km no nos hayan alcanzado. En fin a continuar con nuestra marcha. Ya vendrán. El asfalto se me va atragantando. Llevamos por él durante casi toda la etapa. Menos mal que el sol no calienta mucho. Voy tirando de Ana con fuerza.

A 1500 metros del cruce, salvamos un riachuelo por un puente e inmediatamente tomamos de frente, siguiendo las instrucciones, haciendo caso omiso de las flechas amarillas que van por la carretera de la izquierda y que deben pasar por el Refugio provisional de Castiondo, que por lo que dicen, no es muy recomendable.

A 3700 metros del río, llegamos a la carretera general ya cerca de Friol. Un poco antes, cuando pasamos delante de un hermoso pazo abandonado, recibimos una llamada de Juan preguntado nuestra situación. Pues estamos llegando a Friol –le digo- y vosotros, donde os habéis metido?.Nosotros ya estamos en el Hostal de Benigno. En el Hostal de Benigno?. Sí, sí en el Hostal tomando unas cervezas. Me quedo sin habla, como es posible? Bueno ya nos diréis por donde habéis ido. Son las 14:15 horas. Y nosotros que nos creíamos que venían por detrás… 600 metros mas de carretera nos deja en el mismo Hostal donde nos están aguardando Juan y Pepe, con una sonrisa en los labios. Nosotros hemos andado 10,5 km desde el cruce de Gonce. Llego con los pies recalentados por el asfalto. Estoy deseando ducharme y quedarme cómodo.

Juan nos explica que el pastor de Gonce, les informó de un atajo, que partiendo a a 800 metros del cruce hacia la derecha se introduce entre pistas por la campiña, saliendo directamente a Friol casi en la carretera general, pasando por la Iglesia de Santiago en la Parroquia de Guldriz. Consultado el mapa, comprobamos que a partir del desvío tenemos 2500 metros a la Iglesia de Guldriz y 3600 metros hasta desembocar en la carretera a la altura del Campo da Torre (un poco antes de llegar al pazo) a 900 metros del centro de Friol. Echando cuentas, a ellos les ha supuesto 7,8 km, casi 3 km menos que a nosotros. Aunque han tenido que preguntar lo suyo para no perderse. Eso sí, casi todo el recorrido lo han hecho por pistas de tierra. Nos parece un atajo importante que deberían tener en cuenta los responsables de la señalización de este Camino.

Aclarada la cuestión, nos pegamos una buena ducha y a comer. Creo que nos merecemos una buena comida en el comedor del mismo hostal. Después a hacer la colada cotidiana del peregrino y tenderla al sol radiante vespertino, nos hacemos una siestecilla.

A media tarde, Juan y Pepe salen en busca de la Iglesia y una farmacia y yo me dedico a buscar la salida de la etapa de mañana que no tiene pérdida. Conforme avanza la tarde se va levantando un viento fresco molesto que nos hace refugiarnos en el bar. Juan cuenta que el farmacéutico les ha dicho que el Camino realmente no pasa por Friol, sino algo mas al sur. Ahora se explica que no veamos ninguna flecha amarilla. También les ha informado que para retomar el Camino hay que tomar el paseo fluvial que han acondicionado muy bien como área de esparcimiento y playa y que discurre casi en paralelo con la carretera siguiendo el curso del río.

Cena ligera y a descansar de verdad. Mañana es posible que volvamos a sufrir el asfalto.

Buenas noches y hasta mañana.

 

Friol – Sobrado dos Monges

Parcial 26 km; Totales: 724,0 km; Restan: 58,3 Km

El Monasterio de Sobrado

Después de un buen desayuno en el bar del hostal, comenzamos la jornada bien abrigados, porque hace frío. Los sones de las siete del reloj del campanario nos dan la despedida.

Siguiendo los consejos de Benigno para evitar carretera, descendemos al paseo fluvial, que lo tienen muy bien arreglado. Llevamos el río a nuestra izquierda. Tras cruzar un coqueto puentecillo pasamos a la otra margen del río a la altura de un antiguo molino y junto a un área recreativa con una barbacoa, mesas y bancos incluso unas piscinas y una playa fluvial a propósito para comer y disfrutar de un buen día festivo. El paseo se hace muy agradable, sobre todo por la hora temprana y el silencio que reina en el ambiente roto de vez en cuando por los trinos de los pajarillos que anidan en los árboles ribereños. Al pasar el río y después de atravesar un bosquecillo, observamos junto a unas rocas a cierta altura de la ladera un banco solitario. Enseguida le apodamos el “banco de la meditación”, se presta para ello.

Terminado el paseo fluvial alcanzamos una carretera que seguimos a la izquierda durante unos 200 metros hasta encontrar una pista a la derecha que nos devuelva la supuesta enfilación hacia la Torre de Sampaio. Seguimos la pista que pasa por una gran pradera y unas cuadras de caballos saliendo a una carretera rural asfaltada sin conseguir encontrar la continuación por lo que ante las indicaciones de unos automovilistas que pasan por el lugar, tiramos hacia la derecha hasta alcanzar la carretera general. Han sido 2500 metros desde el Hostal. Por carretera hubieran sido 1700 metros. Hemos andado 800 metros más y al final no hemos conseguido zafarnos del incómodo asfalto para los, ya de por sí, maltrechos pies, pero el rodeo creo que ha merecido la pena.

A 600 metros encontramos el cruce hacia la dichosa Torre en el lugar conocido por El Empalme, ahí es donde deberíamos haber salido si hubiéramos encontrado la continuación del camino por el campo.

Qué vamos a hacer!! Pues continuar por el asfalto que se ha convertido en nuestro compañero de peregrinación desde Lugo. Después de recorrer 4 km, llegamos al poblado de Manxadoiro, no sabemos si tendrá que ver algo con la comida. Preguntamos a una paisana que nos indica una pista que sale a la izquierda y que nos llevará a Laxe donde, según los planos, recuperaríamos el camino señalizado. Desde Manxadoira nos quedarían casi 15 km de carretera hasta Sobrado. Hay que decidirse si proseguir por la carretera o desviarnos hacia Laxe. Ana y Juan se empeñan en recuperar el Camino, así que adelante hacia la izquierda, lo importante es seguir el camino señalizado que siempre será más llevadero que la carretera sin arcén. Menos mal que no hay mucho tráfico.

Después de 2 km por la nueva carretera local, llegamos a un cruce. Siguiendo adelante iríamos a Laxe pero un paisano nos indica que tiremos a la derecha, que ese es el Camino. Le hacemos caso y nos desviamos, pero de señales, nada de nada. A unos 700 metros pasamos por cuatro casas mal contadas con aparentes muestras de abandono. Debe tratarse de la aldea de Freiría. Pero seguimos sin ver flechas.

A 200 metros nuevo cruce con carretera y como vamos totalmente perdidos, abandonamos nuestro obsesión en encontrar flechas y optamos por tirar a la derecha para tratar de alcanzar de nuevo la carretera general.

A 700 metros damos con una casita a las afueras del poblado de Paredes. Está habitada y la señora nos invita a pasar. .Buena hora y buen lugar para almorzar y aclarar las ideas. La dueña nos saca al jardín hasta sillas para que almorcemos más gusto y se ofrece a darnos lo que necesitemos. Son una familia de Baracaldo y se pasan largas temporadas en esta casita perdida en la campiña gallega. De vez en cuando, les apetece aislarse del mundanal ruido. Es una cura de salud –nos dice convencida la señora-.Ahí al lado junto a esa arboleda –añade- brota un manantial de excelente y fresca agua, es la que bebemos. Le decimos que queríamos tomar el Camino de Sobrado por la pista pasando por Foxo Cabrito pero que no hemos sabido dar con él. Foxo Cabrito se encuentra allá arriba, en la loma de esa montaña poblada de eucaliptos –señala con el dedo., es el límite provincial. Pero si no se conoce bien el camino, es fácil perderse. Es mejor que vayan hacia la carretera que está a un kilómetro y medio de aquí. Ni que decir tiene que estamos de maravilla en este remanso de paz pero no hay más remedio que proseguir. Le agradecemos a la señora su amabilidad al acogernos en su casa y levantamos el descanso.

Después de pasar ante el manantial y el poblado de Fraga, a 1500 metros de la casa, tal como nos indicó la señora, llegamos a la carretera general a la entrada del pueblo de Pedramaior.

Echamos cuentas. Por la carretera hubieran sido 4300 metros. Por donde hemos venido, hemos recorrido 4900 metros. Un rodeo de 600 metros. A pesar de nuestro enfado, creo que ha merecido la pena desviarse. Nos quedan 10,4 km para llegar al Monasterio.

A unos 1900 metros de Pedramaior llegamos al límite provincial. Estamos en la provincia de La Coruña en cuya señalización nos sacamos la foto de rigor. A partir de aquí, comenzamos a ver los mojones del Camino.

Cerca de Vilariño, nos paramos en un puente en cuyo pretil se encuentran dos aldeanas de edades dispares, parecen nieta y abuela pero nos dicen que no se tocan nada. Con las ocurrencias de Juan, nos reímos un poco con ellas. Tienen ganas de charla. Hasta casi emparejamos a Pepe con la joven y rolliza gallega. A la entrada de Vilariño tienen su casa, por si necesitan algo –nos dice la joven-. Da gusto pararse a hablar con la gente. Te lo agradecen de verdad.

Un poco mas adelante, llegamos al cruce de Vilariño, donde confluye el Camino del Norte que viene de Ribadeo. Volvemos a ver las flechas amarillas. Aunque una vez llegados al pueblo, el Camino señalizado se desvía hacia la derecha, un matrimonio nos dice que vayamos mejor por la carretera ya que por el desvío se hace un kilómetro más. Además ahí mismo encontrarán el bar “El Mesón” donde pueden tomar algo. Como preferimos más tomar algo fresco que hacer un kilómetro de propina, seguimos por la carretera, total ya casi hasta nos vamos acostumbrando.

Cuando llegamos al bar, Ana nos dice que ella continua sola, está deseando llegar. Nosotros nos vamos a tomar unas cervezas que el calor comienza a hacerse notar. Después de un rato de descanso, adelante, todavía nos quedan 5 km para llegar al Monasterio, es decir, 1 hora más o menos.

Una vez pasada la gran laguna de Sobrado, tras una curva, divisamos entre las copas de los árboles las dos torres del Monasterio de Santa María de Sobrado. Qué ganas tenía de verlas!!. Y a las 13:30 horas estamos entrando en el Monasterio donde nos atiende el Hermano Portero que nos sella las credenciales y nos indica el camino hacia unas dependencias que antiguamente fueron destinadas a caballerizas y donde se ubica el Albergue de Peregrinos,. Lo notamos algo lúgubre pero suficiente. Ahí se encuentra nuestra compañera Ana que acaba de asearse y nos espera a que lo hagamos nosotros para ir a comer. Se encuentra también un bicigrino muy extraño, como gallego que se precie, contesta a las preguntas que le hace Juan con las mismas preguntas, pero en un tono raro. Así que no podemos saber de donde es ni de donde viene. Es de las personas que solo por su aspecto causa desconfianza.

Una vez dispuestos, nos acercamos con Ana al Bar Real situado a la salida del pueblo a unos 400 metros a cierta altura, por lo que es un mirador extraordinario para contemplar todo el valle y sobretodo el Monasterio que resalta del conjunto. Comemos muy bien. El Monasterio no lo abren hasta las 16:30 horas, así que tenemos tiempo suficiente para reposar la comida y hacer algo de sobremesa. Observamos que tres señoras que se hallan en una mesa próxima a la nuestra no dejan de mirarnos. Están deseando entablar conversación y nosotros ponemos de nuestra parte para que ello se produzca. Con las ganas que tenemos de conversar con alguien!! Faltaría más!!.Y es que resulta que son también peregrinas veteranas que se encuentran en Sobrado de turistas. Quieren visitar el Monasterio a conciencia. Pertenecen a la Asociación de Amigos de los Refugios de Castrojeriz y como yo llevo puesta la camiseta con su logotipo, pues están en ascuas por saber quienes somos. Como hay tiempo por delante conversamos sobre los distintos caminos que hemos hecho y del mundo de la hospitalidad. También han sido hospitaleras en varios albergues. Lo estamos pasando de maravilla con las anécdotas que nos cuentan y les contamos. Después de despedirnos nos volvemos al Monasterio, son las 16:45 horas.

Entrando por los jardines, vemos al extraño bicigrino que anda por el cementerio. Qué raro!!. En el albergue han aparecido más peregrinos, entre ellos una pareja catalana que no paran de charlar con el Hermano Francisco que es el responsable del Albergue. Este nos pregunta si hemos visto al peregrino de la bicicleta y se lo decimos. Pues hay que echarle del albergue, es un conocido ladrón que ya ha estado por aquí varias veces. Ya nos parecía a nosotros que había algo raro en él. Nos acostamos con la intención de descansar un poco, pero los catalanes no paran de darle a la lengua con el Hermano que les informa sobre unos planos del itinerario de mañana. Así que no hay manera de poder dormir.

A media tarde, el Hermano Francisco se presta para hacer de cicerone del Monasterio. Nos llama la atención una maqueta gigante de la catedral de Santiago que tienen en medio de la Iglesia. Así como unos murales en la sacristía. Nos dice el Hermano que conviven en el monasterio 26 monjes que pertenecen a la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia, y nos da detalles del Monasterio muy interesantes. Se dedican a la explotación de vacas de leche y a la elaboración artesanal de mermeladas, alternando dichos trabajos con los que conlleva la vida monástica. En una de las paredes se pueden ver unas fotos con el Monasterio medio destruido. No han sido las bombas –nos saca de dudas el hermano- fue consecuencia de la desamortización de Mendizábal cuando la gran parte de los Monasterios y posesiones de la Iglesia de España pasaron a manos privadas, iniciándose un deterioro progresivo de los edificios que acabaron convirtiéndose en un enorme montón de ruinas y piedras. Los propietarios ponían de su parte para ayudar a esta destrucción con la finalidad de vender la piedra. Este Monasterio no comenzó a ser restaurado hasta el siglo pasado. Precisamente, el cardenal Quiroga, Arzobispo de Santiago de Compostela en el año 1954, encargó los arduos trabajos de reconstrucción al Monasterio Cisterciense de Viaceli, de Cóbreces (Cantabria). La obra fue rematada 12 años después, dando comienzo de nuevo la vida monástica en el Monasterio, precisamente el Día de Santiago del año 1966. Con Juan me separo del grupo y nos dirigimos a visitar el gran claustro desde donde se puede contemplar una bella imagen de las torres de la Iglesia. Después subimos a las dependencias de la Hospedería que aunque un cartel prohíbe el paso, ello no es óbice para entrar a conocerlo. No tiene nada que ver con lo que hemos visto fuera. Parece un hotel de lujo. Desconozco como serán las habitaciones aunque por el aspecto exterior, no deben estar nada mal.

A las 19:00 horas, como es costumbre en estas comunidades, se celebran las vísperas, a la que asistimos los peregrinos como oyentes. Delante tenemos a los monjes dispuestos en semicírculo a realizar los oficios, con la presidencia tras

un ara situada en el centro, un gran icono de Cristo crucificado y junto a él, otro de Santa María, Regla de los Monjes a quien dedican su Salve Regina durante las “Completas”. El acto, con sus cánticos gregorianos intercalados, se presta para la meditación y oración. Un silencio sobrenatural invade la estancia durante las paradas. Nos sorprende la presencia de una monja y tres postulantes. Sobretodo, nos llama la atención la presencia de la mujer entre los monjes. Ya preguntaremos.

Cuando terminan las vísperas, nos dirigimos de nuevo al Bar Real para cenar. Se ha quedado una tarde preciosa. Hoy habrá que recogerse pronto porque Juan y Pepe quieren asistir a las completas y el Monasterio lo cierran a las 22:00 horas. Después de los oficios, el Hermano Francisco comparte con nosotros unos minutos de charla. Al final ha podido echar al bicigrino que se resistía a irse así como así. Nos saca de dudas sobre la existencia de la monja en la comunidad. Lleva 7 años con nosotros -nos explica el Hermano- y se ha adaptado sin problemas.

Como no hay un enchufe cercano a la litera, un monje me proporciona corriente con un alargador para conectar mi aparato respirador. El Hermano nos brinda su presencia hasta última hora. Tiene una página web de su propiedad informando sobre el Monasterio y el Camino. Nos gustaría tener una foto con Ana. Una de las catalanas, la más parlanchina, se ofrece a sacarnos la foto. Juan, quizás picado por no haberle dejado dormir la siesta, le suelta a bocajarro: “No gracias que nos cobras. La pela es la pela”. La catalana se queda de piedra, no ha encajado bien el tópico y le echa una mirada envenenada. Superado el incidente, es el Hermano Francisco quien intercede haciéndonos la foto. Está también en el Albergue una pareja italiana muy joven que llega a última hora. Llamo al Albergue privado de Santa Irene para decir que mañana estaremos allí, pero no va a poder ser, es el único día del año que cierran el albergue. Es el día de San Pedro y tienen fiesta en la aldea. Bueno, ya nos arreglaremos sobre la marcha.

Llega la hora del “silencio”, el Hermano Francisco apaga las luces y nos desea las buenas noches. A enchufarme el respirador y a dormir. Hay que ver que bien me encuentro hoy. Mañana será otro día. Nos espera una jornada muy larga.

Buenas noches y hasta mañana.

Sobrado dos Monges-Pedrouzo

Parcial 37,6 km; Totales: 761,6 km; Restan: 20,7 Km

El Día de San Pedro

Como la etapa de hoy es larga, nos levantamos pronto y con Ana desayunamos en el bar que hay frente al Monasterio que acaban de abrir a las 07:00 horas.

Aunque llevamos la agradable compañía de Ana, ésta nos dejará en Gándara donde seguirá camino hacia Arzúa.

Bordeando junto a la carretera las propiedades del Monasterio llegamos hasta el límite de las mismas donde nos desviamos por una pista que pasa por Vilarchao y que además de ir pisando tierra, acorta casi un kilómetro. La pareja de jóvenes italianos andan cerca de nosostros. Juan y Ana se adelantan y cuando alcanzamos de nuevo la carretera en Castro ya ni se ven. Marcho en compañía de Pepe. Los italianos se unen a nosotros y pronto se adelantan con Pepe. Van muy entretenidos conversando. Yo les sigo la estela. Cuando llevamos unos 2 km recorridos, para un coche junto a mí. El conductor me informa que voy equivocado que el camino lo he dejado unos dos kilómetros atrás. Hay una concha en un muro de la última casa de Froxa indicando el desvío. Parece imposible. Como no la hemos visto!!. Hay que retroceder para recuperar el Camino, por donde vamos nos estamos desviando mucho. Le agradezco su información y le ruego que se la dé también a unos peregrinos que van por delante. Hay que ver la cara de tonto que se le queda a uno cuando te enteras que te has equivocado y de la forma más tonta como ha sido hoy, peor que peor. Pepe se une a mí muy cabreado. Hacía tiempo que no veíamos señal alguna. Deberíamos haber supuesto que no era el buen camino. Al poco rato, se nos cruza un coche donde van los italianos. Vaya hombre!! Se nota que han visto a la chica y se han compadecido. Sobretodo, en estas etapas largas, los kilómetros de más se te clavan en las piernas. Refunfuñando regresamos a Froxa donde advertimos la concha que nos habíamos pasado. Íbamos demasiado entretenidos. Juan y Ana nos habrán sacado una gran ventaja. Van a la suya y esto nos molesta un poco. Pasada la concha, llegamos a la aldea de Casanova nos llama la atención un mojón con un azulejo pegado bajo la concha con el siguiente refrán:

Qué sabiduría la del refranero popular!!.

Después de caminar por un camino que discurre paralelo a la carretera, salimos de nuevo a ella a la altura de Madelos y 2,5 km después, hacemos una parada en la encrucijada de carreteras de Corredoiras donde hay un bar apropiado para descansar y almorzar. No hay que tomarse los contratiempos a pecho que aquí a nadie le van a dar un premio por llegar el primero – comento con Pepe-. Nos separan 7,8 km de Sobrado pero para nosotros el despiste los ha convertido en casi 12 km.

En el bar nos disponemos a reposar y serenar las ideas con un bocadillo de tortilla. Todavía nos quedan 3,5 km para llegar a Gándara donde ya deben estar Juan y Ana aguardándonos. A Pepe le encuentro algo enfadado, es la primera vez que le veo así. Entran los catalanes con una americana que se sientan en una mesa y conversan animadamente en inglés. Llamada de Juan preguntando por nosotros. Efectivamente está con Ana en Gándara. Pues ya llegaremos –le contesta con tirantez Pepe- en este momento nos estamos comiendo unos riquísimos bocadillos de tortilla. Ana dice que espera a que lleguéis para despedirse de vosotros –continúa Juan-. Muy bien –le replica Pepe con sequedad -. Hay que serenarse –le digo a Pepe- también nosotros tenemos parte de culpa. En fin, después de recrearnos un poco más de la cuenta, proseguimos nuestro Camino. Llevamos una hora y media de retraso con respecto a Juan. Cuando nos encontramos con él en las últimas casas de Gándara, Ana ya se ha marchado aburrida de esperar. Me ha dicho que os despida de su parte –nos dice Juan- y que ha sido muy agradable caminar estas dos etapas en vuestra compañía, tenía prisa por llegar a Arzúa, distante unos 8 km, para intentar pillar cama en el Albergue. Y ahora contad. Le contamos nuestra peripecia mientras nos encaminamos por la carretera a mano derecha en dirección a la Ermita de la Mota. Juan no se puede creer que nos hayamos perdido. Pues créetelo.-le responde Pepe- íbamos entretenidos con los italianos. Seguimos un poco resentidos pero ya se pasará el temporal. Le comentamos que hemos visto a los catalanes en Corredoiras. Nosotros nos cruzamos con ellos antes de salir a Castro-comenta Juan- saludé a la catalana como acostumbro: “Buenos días hermana” y la catalana me ha respondido: “Yo no soy tu hermana”. Me la llevaba guardada.

El Camino discurre casi todo él por carretera entre bosques de eucaliptos, árbol por excelencia en la provincia de La Coruña. Son 7 km los que nos separan de la Ermita de la Mota. Comienza a apretar el calor. Llegados a la Ermita, nos descargamos las mochilas y nos disponemos a tomarnos un descanso- El sitio es precioso. La ermita está enclavada en medio de un frondoso robledal. Lástima que no haya una gota de agua por los alrededores. La única fuente que había, la han destrozado unos vándalos. Juan está nervioso. Nos dice que se adelanta en busca de algún riachuelo donde refrescarse los pies. Me parece-le digo- que lo vas a tener mal. De todas formas, te deseo suerte. Aprovecho la parada para que Pepe me proteja una pequeña ampolla que me ha salido en el borde del talón del pie derecho y es que con el asfalto no podría esperarse otra cosa. Asimismo me cambio de calcetines. Diez minutos después reanudamos la marcha. A Juan le distinguimos a unos 500 metros. La carretera es una longaniza tras de otra.

Cuando llegamos a Alto, a unos 3 km de la Ermita, tenemos que tomar la carretera de la izquierda durante 400 metros y allí tomar a la derecha y después de otra longaniza de 3 km llegamos a Ferradal sin una gota de agua. Pedimos en una casa que nos rellenen las cantimploras. Juan nos llama. Que os he visto torcer a la izquierda-nos regaña- Teníais que haber seguido recto hasta la Iglesia, a unos 250 metros de donde habéis torcido. Aquí estoy ante una fuente con abundante agua y fresca. Bueno, ya vamos-le responde Pepe- nos habíamos quedado sin agua y no sabíamos que hubiese ninguna fuente. Ya vamos.

Cuando llegamos a la fuente que está en una placita frente a la Iglesia, encontramos a Juan descalzo, en bañador y con el torso descubierto. Se ha pegado un buen remojón. Aquí descansamos otro rato.

Juntos reanudamos el Camino por la carretera que inicia un descenso hacia un valle. A lo lejos divisamos la carretera que asciende. Son unos 1800 metros hasta el riachuelo donde comienza la subida que se hace dura por el calor que irradia el sol a las 14:00 horas. Y 1600 metros de subida hasta llegar a una bifurcación. El camino de la derecha es una pista de tierra. Una paisana nos dice que continuemos por la carretera que enseguida encontraremos la general. Por allí-nos dice indicando la bifurcación-también se puede ir, pero es fácil que se pierdan. Para pérdidas estamos!!. Vamos a lo seguro –le digo a Juan-.

A 1200 metros confluimos con la carretera general a la altura de Xen. Casi estamos a punto de ver la señalización del Camino Francés. Además del calor, hay un tráfico intenso por la carretera. A unos 700 metros recuperamos por fin las señales jacobeas. Cruzamos la carretera y llegamos a Brea. A 900 metros de recuperar el Camino, salimos de nuevo a la carretera, marchando por un andadero junta a ella. A 400 metros pasamos al otro lado de la carretera que en ascenso suave durante 650 metros nos deja en el Cruce de Santa Irene junto al Bar Ceadoiro. Son las 16:00 horas.

Nos pedimos unas ensaladas y unas cervezas. Es lo único que nos apetece. Llamamos a la Pensión de Maribel en Pedrouzo donde reservamos alojamiento, no vaya a ser que el Albergue de Peregrinos esté completo. No tenemos prisa, nos quedan 3 km para llegar al fin de etapa. Así que reposamos con tranquilidad la frugal comida.

Reanudamos el Camino. Al pasar frente al poblado de Santa Irene, advertimos mucho bullicio campestre. Están preparando las fiestas de San Pedro. Otra vez paso por aquí sin poder conocer a la propietaria del Albergue privado, Esther Calvo. Y es que coincide en nombre y apellido con el de una hija mía. A ver si otra vez tengo más suerte. Poco después pasamos ante el Albergue Municipal, está al completo. Era de suponer. Estamos en el Camino Francés.

Llegamos al Albergue de Pedrouzo donde tal como suponíamos está a rebosar. 174 peregrinos registrados, solo quedan 6 plazas libres. Aprovechamos para sellar las credenciales. Seguidamente nos dirigimos a la Pensión de Maribel donde estuve con Juan Luis y Visi en mi primer Camino. Maribel tiene prisa. Nos estaba esperando para poder salir. Va a las Fiestas de San Pedro en Santa Irene con unos amigos. Nos entrega las llaves previo pago de la habitación y se va a toda prisa. Un coche la espera abajo.

La habitación es realmente el comedor de la casa donde ha colocado cuatro camas. Después de asearnos nos acercamos al pueblo para buscar restaurante para cenar. El restaurante Casa Regueiro está cerrado, todo está cerrado, parece como si todo el pueblo se hubiera ido a las Fiestas de San Pedro de Santa Irene. No tenemos más remedio que ir al restaurante de la gasolinera que aunque es bastante mediocre, por lo menos echaremos algo caliente al cuerpo. Coincidimos con los dos muchachos catalanes que fueron compañeros de Ana desde Grandas de Salime hasta Lugo. Nos informan que la noruega Elizabeth ha llegado también. Está con un peregrino de la misma nacionalidad en la terraza del Bar “Ché”.

Después de cenar, nos dirigimos a la citada terraza y efectivamente allí nos encontramos con Elizabeth que se sorprende al vernos y nos saluda efusivamente, sobretodo a Pepe con el que hizo buenas migas. Nos sentamos con ellos. Su compañero se llama Olof, un noruego de edad madura. Con ellos compartimos velada tomando unas copas. Elizabeth y Olor se ponen morados de alcohol, ya veremos como duermen esta noche. Nos despedimos hasta las 06:00 horas que abren el bar para desayunar juntos. Invitará Elizabeth. Ya es de noche y hay que dormir para madrugar mañana.

Nos telefonea Ana desde Arzúa. Cuando llegó todavía quedaban plazas en el Albergue pero enseguida se completó. Nos desea una conclusión feliz de nuestro Camino, haciendo votos para que nos volvamos a ver algún día. Ha disfrutado mucho con nuestra compañía. Deseándole igualmente un final feliz, nos acostamos.

Menuda etapa, ésta de vísperas!! Ha sido dura pero nos congratulamos de haberla vivido con intensidad.

Me enchufo el respirador y a dormir si los nervios no me traicionan. Mañana será otro día.

Buenas noches y hasta mañana.

Pedrouzo – SANTIAGO DE COMPOSTELA

Parcial 20,7 km; Totales: 782,3 km; Restan: 0 Km

Santiago!!

Como me figuraba anoche, los nervios han ganado la partida al cansancio. A las 05:00 horas ya estamos arriba. Juan quiere llegar con tiempo a la Misa del Peregrino. Antes de las 06:00 horas nos encontramos ante el Bar “Ché” esperando su apertura y tal como habíamos convenido ayer, al poco rato aparecen Elizabeth con Olof. Después de un buen desayuno, zumo incluido, salimos hacia el Polideportivo al encuentro del Camino. Todavía está oscuro y una vez que nos adentramos en el bosque de eucaliptos frente al Polideportivo la oscuridad es total. Menos mal que todo es pista y no hay lugar a confusión. Además otros peregrinos acompañan nuestros pasos. La temperatura es ideal por lo que con la camiseta es más que suficiente. Juan y Pepe están nerviosos y se adelantan parece como si salieran huyendo de un fuego. Yo me lo tomo con mas calma.. Tengo tiempo suficiente para llegar a Santiago a buena hora.

Me alcanzan y rebasan Elizabeth y Olof y poco después los jóvenes italianos. Creo que somos los únicos peregrinos legales que hoy están en el Camino. Otros “turigrinos” con mochilas de pacotilla me rebasan. Una vez cruzada la carretera general en Amenal por un paso inferior de reciente construcción, afronto con tranquilidad la cuesta hacia las pistas del aeropuerto. Los repechos se me antojan más suaves que otras veces. Debe ser que es poco para lo que hemos tenido que padecer. Por donde irán Juan y Pepe? Tendrán que esperarme en algún sitio porque las credenciales las llevo yo. Efectivamente, me están aguardando en el mojón especial de la cabecera de pista del aeropuerto. Son las 07:45 horas. Una vez en poder de sus credenciales salen disparados y me dejan más solo que la una. En pocos minutos les pierdo de vista. Quedan 12 km para llegar a Santiago. Me dejan algo desmoralizado. Solo y viendo como me pasan los pseudo-peregrinos que parecen galgos. Y entonces me planteo si merecerá la pena continuar andando. El Camino que me proponía está prácticamente resuelto. Aún ando bien de fuerzas a pesar de los problemas de salud que he padecido. Marcho cavilando y viendo como me siguen pasando “turigrinos” más frescos que una lechuga.

Cuando alcanzo la carretera en Lavacolla, aparece el autobús que hace el trayecto del Aeropuerto a Santiago y no lo pienso. La tentación es demasiado fuerte. Son las 08:35 horas cuando me subo al autobús y a las 09:00 horas ya he llegado a la Estación de Autobuses..

En dicha parada me apeo para, al menos, hacer el último kilómetro y medio a pié. Por la Rúa Angel Casal llego a una rotonda tomando a la izquierda la Rúa Pastoriza que continua recta enfilada a las Torres de la Catedral que ya puedo divisar cuando paso por la Rúa de los Basquiños que enlaza con la Rúa de Sta. Clara, San Roque, introduciéndome en el casco viejo por la Puerta do Hospitaliño. Las calles están casi desiertas, la ruta que he tomado no es precisamente la oficial pero también se llega a la Catedral. Como otras veces, cuando tienes delante la majestuosa catedral y te das cuenta que no es un sueño lo realizado, que has llegado de verdad, un placer indescriptible invade tu cuerpo

Lo primero que hago es acercarme para darle el consabido abrazo al amigo “Santi” y agradecerle las fuerzas que me ha dado para poder llegar hasta aquí. Cumplida la visita obligada, a la Oficina del Peregrino a recibir la “Compostela”. En la Oficina me encuentro con la pareja francesa que viene con nosotros desde Oviedo y al “suizo-loco” que me dice que ayer salió de Palas do Rei directamente hasta aquí, unos 70 km, hasta durmió al raso y caminó toda la noche. Una barbaridad. Aunque como él viene desde Suiza, ya debe tener las piernas muy acostumbradas..

Con la “Compostela” en la mano me dirijo a la cercana Pensión Ramos donde habíamos reservado alojamiento. Tomo posesión de la habitación y después de una buena ducha y cambio de ropa, a la calle.

Recibo la llamada de Juan. Están ya en la Oficina del Peregrino. Ahora voy hacia allí –le digo-. Cómo que vienes hacia aquí –me dice sorprendido-. Sí –le contesto- es que he tomado un atajo. Bueno, bueno, ya contarás cómo.

La Oficina del Peregrino se encuentra a rebosar de peregrinos, la cola llega hasta la escalera. Cuando me ven se quedan boquiabiertos. Como es posible!!-me dicen al verme ya cambiado-. Ya os dije que había un atajo y yo lo he tomado. Es suficiente.

Con las credenciales les acompaño a la Catedral para rendir la visita al Apóstol. Les espero a la salida de la cripta donde reposan las reliquias del Apóstol. Una turista comenta al salir de la cripta, el olor que desprenden unos peregrinos con los que se ha cruzado.-Casi me caigo al suelo del mareo que me ha dado –le comenta a una amiga. Estoy a punto de intervenir pero me contengo. Cómo quieren que huelan después de casi 800 kilómetros de Camino!!.

Mientras ellos se acercan a la Pensión, aprovecho para ir a reservar mesa en el restaurante “La Tacita de Juan”, recomendación del buen amigo santiagués José Luis.

Acto seguido a la Misa del Peregrino donde llego con tiempo suficiente de pillar banco junto a la noruega Elizabeth. A Juan y a Pepe no los veo. Observo que esta vez no hay lleno en la catedral. Cuando el oficiante empieza a nombrar a los peregrinos y llega a “Tres de Castellón desde Madrid”, no puedo evitar que un escalofrío recorra mi cuerpo. La verdad es que quien lo iba a decir después de los reveses, que iba a estar aquí. La pena es que hoy no hay sesión de botafumeiro, lo que deja a la Misa con un sabor un tanto descafeinado.

A la salida en la Plaza del Obradoiro, todos son felicitaciones y abrazos. Hace una mañana espléndida. Por este año, el objetivo ha sido cumplido. Habrá que celebrarlo con una buena comida. Antes de ir al restaurante, nos pasamos por la Pastelería Herman donde encargamos unas tartas de Santiago.

En “La Tacita de Juan” nos atienden de maravilla. No nos da dolor pedir lo más exquisito de la carta, sin mirar siquiera los precios. Marisco no hay mucho surtido, hay que tener en cuenta que estamos en junio, pero los entremeses y el pescado riquísimo. Al concluir, el mismo propietario Juan, se encarga de sacarnos un tonelillo con orujo de reserva, para que lo catemos. Si no les gusta –nos dice muy seguro–no me pagan la comida. Os juro que nunca había tomado un orujo como este. Pagamos con creces el capricho, pero un día es un día.

De vuelta a la Pensión una buena siesta y a media tarde a ver el partido de fútbol del mundial entre Argentina y Portugal. Después vamos a visitar a un amigo de Pepe que es de Sueras y tiene un bar frente a la Estación de Renfe . Se alegra mucho de verle y nos atiende de maravilla. Incluso nos regala una botella de Albariño, una de Ribeiro y otra de Licor Café a cada uno.

Recogemos las tartas de Santiago de la Pastelería y volvemos a la Pensión para dejar todo. Luego a patear las calles y para rematar la tarde nos damos una vuelta por los jardines de la Alameda. Pepe nos hace una foto junto a las pintarrajeadas santiaguesas de mediados del siglo pasado inmortalizadas en el Paseo. Luego nos sentamos apaciblemente en un banco con vistas al conjunto catedralicio donde, ante el espléndido panorama, damos rienda suelta a nuestros pensamientos.

No tenemos ganas de cenar, unos helados son más que suficientes y a retirarse toca que mañana tenemos que estar en el Aeropuerto a las 07:15 horas.

Hasta el próximo año.

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