Camino del Salvador

LEON – La Robla

Parcial 26,0 km; Totales: 363,0 km; Restan: 419,3 Km

El Camino del Salvador

Hoy vamos a iniciar un Camino poco transitado por peregrinos pero no por ello menos tradicional, de hecho, dicen los que lo han recorrido que aunque salvaje y duro no deja de ser digno de admiración.

La temperatura ideal para caminar. Creo que el calor sofocante lo hemos dejado aparcado en la meseta castellana. De momento se impone ir bien abrigado pues el ambiente es más bien frío. Son las 07:00 horas cuando callejeamos por la recién regada ciudad siguiendo las conchas bronceadas que señalizan el Camino, plantándonos sin problemas en la Plaza de San Marcos, donde los Caminos Francés y del Salvador se separan. Un peregrino inglés que nos acompaña se extraña cuando paramos a preguntar por la salida del Camino hacia La Robla. Es por ahí-nos dice el peregrino señalando el puente que cruza el río Bernesga-. Gracias pero nosotros vamos hacia Oviedo –le respondemos. Muy extrañado le vemos como cruza la plaza en dirección al puente mascullando algo entre dientes.

El Camino del Salvador se inicia por la avenida de los Peregrinos, dejando la plaza y Colegiata de San Marcos a nuestra izquierda, siempre marchando en dirección paralela al río que queda obviamente a la izquierda. Enseguida advertimos las flechas amarillas pintadas sobre las farolas y señales de tráfico.

A unos 300 metros desembocamos en una rotonda muy peculiar. Está presidida por un avión de caza de otros tiempos que llama la atención y es motivo de unas fotos que toma Pepe que se ha convertido en el fotógrafo oficial del Camino.

Sin dejar la avenida de los Peregrinos llegamos a unos 2,6 km a un gran solar vallado que corta de cuajo nuestro recto caminar, teniendo que desviarnos a la derecha en busca de la carretera a la altura de El Casar de la Viña. Desde ahí nos quedan casi 5 km de arcén estrecho acompañados por el ruidoso y siempre peligroso tráfico de vehículos para llegar a Carvajal de la Legua. Una hora después nos encontramos atravesando este pueblo por su calle principal.

No hay nada abierto pues aún no han dado las 09:00 horas. Sin embargo, paramos unos minutos a descansar y tomar unas barras energéticas.

Seguimos la calle principal hasta su término, saliendo de frente por una pista de tierra que se introduce en medio del campo. Los prolegómenos de la montaña los tenemos ahí mismo y nos servirán de entrenamiento para afrontar cotas mayores.

El Camino se convierte en otra dimensión. Vamos bordeando a media ladera los montes que limitan el fértil valle del Bernesga cuyo río llevamos en todo momento a nuestra izquierda. Ahora sí que da gusto caminar con una temperatura ideal. Vamos haciendo camino por continuas subidas y bajadas soportables. Juan y Pepe se me adelantan un poco. Comienzan los bosques de robles y encinas de los que surgen, rompiendo el silencio, los agradecidos cantos de los pájaros, un regalo para la vista y el oído. Yo sigo a mi ritmo disfrutando del paisaje. No tengo necesidad de forzar el paso. La compra de la bolsita para llevar colgado por delante el respirador ha sido un acierto. Me he quitado casi dos kilos de peso para la espalda y voy mas equilibrado.

A la salida de una curva, veo a Juan y Pepe hablando animadamente con dos muchachas. Quién serán?. Al llegar a su altura me las presentan. Son Lucía y Feli las propietarias del Albergue “La Posada del Embrujo” de Poladura de la Tercia donde tenemos pensado pernoctar mañana. Qué casualidad!! El miércoles se toman su día de descanso que aprovechan para caminar un poco. Esta vez, sabiendo que veníamos por el Camino, han salido de La Robla a nuestro encuentro por si nos veían. Y así ha sido. Se dirigen a León donde tienen previsto comer. Están al corriente de nuestros pasos. Aparentan ser unas chicas vivarachas y simpáticas. Nos esperan mañana en su Albergue. Se despiden con el consabido “Buen Camino” y hasta mañana.

Seguimos a lo nuestro que es llegar de momento a Cabanillas. Poco después encontramos sobre un montículo a la derecha, una cruz de hierro con una especie de buzón donde se guardan, protegidos con un plástico unos papeles. Se trata de información y diversos mapas del Camino. Nos parece una iniciativa a tener en cuenta. Juan aprieta el paso desapareciendo de nuestra vista entre los robles y encinas. Al salir de una umbría encontramos a nuestra izquierda la Fuente de Don Pelayo donde paramos unos minutos para disfrutar del entorno y hacer unas fotos. En una placa rústica podemos leer:

“Fuente de Don Pelayo, donde descansaron las tropas de Bermudez II en retirada a Oviedo después de ser vencidas en el Esla (995)”

Juan sigue sin aparecer. Al salir de una curva cerrada la pista inicia un descenso pronunciado que termina en una pedrera junto al cauce del río sin continuidad alguna. En esto que oímos la voz de Juan que desde lo alto de una loma y haciendo ostensibles movimientos con los brazos nos grita: “Por ahí no, por ahí no, os habéis pasado el desvío”.

Pues nada, que vamos a hacer, a rectificar toca. Lo peor de todo es que tenemos que regresar por la misma pista pero con la salvedad que ahora es en ascenso pronunciado. Trabajo para el cuerpo. Un castigo bien empleado para que nos fijemos mejor.

Un poco antes de llegar a la curva advertimos como una flecha amarilla medio oculta por el matorral indica un sendero, cuya traza se distingue muy mal, y que sale a la derecha de la pista según procedíamos. Nos hemos engloriado con la buena pista que traíamos.

Emprendemos el ascenso como podemos, a veces campo a través con la referencia de Juan en lo alto de la loma esperándonos desesperado. Al llegar a su altura aprovecha nuestra metedura de pata para reírse un poco. Desde la loma paramos un poco para contemplar una bella estampa del valle del Bernesga, ahora todo lo que queda es bajada. Juan canturreando mete de nuevo la directa y nos deja a nuestro aire. Enlazamos con una pista que sigue en descenso. Advertimos a nuestra izquierda un desvío cerrado con una cadena advirtiendo que es propiedad privada. Poco después nos encontramos con un paisano que nos dice que nos queda más o menos media hora para llegar a Cabanillas. Entrando en el pueblo encontramos a Juan esperándonos. El ha tomado la pista que hemos visto con el cártel de propiedad privada y que ha hecho suya y por la que se ataja casi un kilómetro.

Son las 11:00 horas cuando paramos en la fuente del pueblo. Vamos a descansar un poco y tomarnos unas tabletas energéticas y un sobre de Flectomín, pues no hay bar ni nada que se le parezca en el pueblo. En la fuente recargamos de agua las cantimploras y adelante.

Saliendo de Cabanillas nos encontramos a una vecina llevando del ramal un burro. Se trata de Margarita, una paisana de edad madura que casi no se la entiende. Sonsacándole las palabras con “sacacorchos”, nos enteramos que el burro lo llama “Zapatero”. Hoy es “Zapatero” –nos dice convencida-le cambio de nombre según el que mande. Eso se llama arrimarse al sol que mas calienta. Nos cuesta sacarle como se llama su marido del que solo nos enteramos del apellido. Para qué –nos dice-.Le pedimos permiso para sacarnos una foto con “Zapatero” y ella muy cohibida rehúsa ponerse junto a nosotros. Todo un juego de despropósitos. Se nota que son gente desconfiada.

Entre Cabanillas y Cascantes pasamos por un encinar encantador a la altura de la población de La Seca, al otro lado del río, que ahora podemos admirar en una panorámica preciosa, con los montes al fondo que mañana tendremos que superar. Luego atravesamos un frondoso encinar para salir a la carretera a la entrada de Cascantes. Desde aquí nos quedan poco más de 4 km para llegar a La Robla.

Saliendo de Cascantes por la carretera, enseguida comienzan a sobresalir entre las laderas escarpadas las chimeneas de la Central Térmica echando humo a todo meter. A 3 km de Cascantes comenzamos a bordear la Central por la derecha, un borrón en el paisaje del valle, para salir inmediatamente a la antigua nacional. Si hubiésemos querido rendir etapa en Pola de Gordón sin pasar por La Robla, he leído que existe un camino alternativo que parte de la última casa de Cascantes, bordea la Central Térmica por la izquierda y pasando por Llanos de Alba, deja en el Camino a la altura de Puente de Alba.

Juan se adelanta un poco antes de pasar el puente de la nacional, nos aguarda conversando con un paisano con ganas de charla que nos ofrece agua fresca de pozo, cómo vamos a rechazarla!!. No hace un calor excesivo pero los kilómetros recorridos nos han hecho sudar. Poco después llega Pepe que se ha entretenido en sacar unas fotos a la Térmica. El paisano nos da pelos y señales de Raimundo y su Pensión. Solo os queda 1,5 km para llegar al centro del pueblo, donde se encuentra la pensión – agrega el buen señor despidiéndose.

Juan se adelanta con las tres credenciales para sellarlas en el Ayuntamiento. Son las 13:30 y el Ayuntamiento lo cierran a las 14:00 horas. Así que ese esfuerzo final se lo agradecemos.

Deciros que mi pie derecho se está portando de maravilla por eso ni lo nombro. Entre las meticulosas curas de Pepe y el descenso térmico han producido el milagro. Quien me lo iba a decir en Mansilla de las Mulas cuando estuve a punto de arrojar la toalla. Entrelazo el pulgar e índice por si acaso.

Con Pepe llego al Bar Mundo donde nos está aguardando Juan. En cuanto encuentra un rato libre, Raimundo nos instala en una habitación de una de sus casas que funcionan como anexos de la pensión.

Buena ducha, cura del pie y a comer al restaurante Olimpia que queda justo al lado del Bar de Raimundo que no sirve comidas.

Por la tarde nos hacemos una buena siesta. Después nos acercamos a una tienda para comprar el desayuno y almuerzo de mañana. La tarde se está volviendo fea. No creo que tarde mucho en llover. Mientras nos encontramos cenando en el Olimpia, comienza a caer agua con persistencia. Hacía falta.

Es hora de retirarse que mañana nos espera una etapa que debe ser dura. Y es que la montaña comienza en serio.

Buenas noches y hasta mañana.

primera

La Robla – Poladura de la Tercia

Parcial 24,0 km; Totales: 387,0 km; Restan: 395,3 Km

Las Forcadas de San Antón

Ha estado lloviendo durante toda la noche. Después de tomarnos los batidos y bollería, a las 06:15 horas estamos saliendo de La Robla cuando comienza a vislumbrarse algo de claridad por las cumbres del este. Los 2 kms que hay hasta Puente Alba se hacen por la antigua nacional que según nos dijeron ayer se había convertido en la ruta del colesterol para los vecinos del pueblo. El asfalto se encuentra completamente mojado y de momento la pendiente es imperceptible. De Puente Alba continuamos por la antigua nacional hasta Peredilla (1,2 Km más) y a 500 metros de Peredilla se sale a la temible nueva nacional. Menos mal que solo son 600 metros de arcén los que nos separan de la Ermita del Buen Suceso donde nos detenemos para hacer unas fotos y echar un vistazo al entorno. Aunque algo oscuro todavía, esperemos que se pueda ver algo.

A 200 metros de la Ermita, las flechas nos sacan de la nacional en dirección a Noceda de Gordón después de cruzar la línea férrea y poco después el puente sobre el río Bernesga. Sin entrar en Noceda, a unos 400 metros de la carretera, el Camino se desvía a la derecha por una pista de gravilla que discurre por el valle pegada a la ladera del monte, llevando siempre la corriente fluvial a nuestra derecha. De vez en cuando la pista se interna por hermosos robledales que alegran la vista. Unos 300 metros antes de avistar Pola de Gordón, las flechas nos sacan de la pista por un sendero que sale a nuestra izquierda (debe tratarse de un atajo) y que en algunos tramos se encuentra cubierto de charcos y barro, restos del agua caída anoche. Va a ser el bautizo de agua y lodo para las botas. El sendero en ascenso suave, desemboca en una calle asfaltada desde donde avistamos Pola de Gordón asentada en el valle. Estamos a mayor altura del pueblo entre una depuradora y unas obras de una nueva urbanización. Se nota que por todos lados ha llegado la fiebre de la construcción. Hemos recorrido 3,1 km desde Noceda.

Las flechas amarillas no aparecen por ningún sitio. Nos encontramos con que la vía férrea nos corta el Camino directo al pueblo. No sabemos por donde continuar, si a la derecha o la izquierda. Preguntamos a los albañiles por la salida hacia Buiza. Nos indican que sigamos a la izquierda por la calle paralela a las vías que cruzaremos pasados unos 300 metros, por un puente junto a la Estación de Tren. Desde el puente del ferrocarril pasamos por delante de la Estación y 400 metros después cruzamos el río Bernesga por otro puente que nos lleva a la calle principal de Pola de Gordón. En el trayecto coincidimos con un paisano que hizo en una ocasión el Camino del Salvador y se muestra receptivo a acompañarnos hasta el cruce, donde reencontramos las flechas, que nos llevará a la carretera de Buiza. 800 metros después tenemos que cruzar las vías del tren que lo hacemos por la superficie aunque existe la posibilidad de hacerlo por un paso inferior. Estamos en el polígono industrial de Valdespín que cruzándolo nos deja en la carretera a Cabornera y Buiza a la altura de un nuevo puente sobre el río Bernesga del cual nos despedimos definitivamente pues continua por el valle principal junto a la carretera nacional y la línea férrea. Nos adentramos en un valle transversal formado por el río Casares que llevaremos de la mano a nuestra izquierda.

A 100 metros escasos del puente las flechas nos sacan de la carretera por el acceso al poblado de Beberino que se asienta en la ladera del monte. Hay que vencer un buen repecho para llegar al poblado. Enseguida entramos por las calles del solitario pueblo (400 metros) para salir de nuevo a la carretera. Nos damos cuenta que ha sido un rodeo innecesario.

El valle se estrecha. El río forma torrentes y cascadas que embellecen el paisaje. Qué lejos queda ya la sequedad de la meseta castellana!! A 1,5 km del puente, después de pasar por un desfiladero, se encuentra el desvío hacia Buiza. Dejamos el río Casares que sigue hacia Cabornera. La nueva carretera discurre por un estrecho valle formado por el Arroyo de Folledo. A 1,2 km del cruce llegamos a la pequeña Ermita de Nª Sra. Del Valle donde nos tomamos un descanso. Los rayos solares que acaban de hacer su aparición sobre las cimas, atraviesan la espadaña del campanario de la ermita componiendo una estampa única del entorno. Desde Pola de Gordón el camino no ha dejado de ascender aunque la pendiente se hace soportable. Peor son los camiones-bañera que no dejan de pasar para arriba y para abajo dejando a su paso un rebufo molesto. 1,5 km más y estamos en el pueblo de Buiza cuando son las 09:30 horas. Qué bien se está portando la planta del pie!! Y es que el descenso de la temperatura ha sido la mejor medicina.

Buena hora para descansar y tomar el almuerzo que llevamos casi preparado. Preguntamos por el bar y nos dicen que no lo abren hasta el mediodía. En fin, buscamos unos poyetes donde sentarnos y con tranquilidad damos cuenta de los bocadillos de jamón y queso. Aprovechamos para llamar a la Posada del Embrujo informando a Lucía de nuestra situación. Queremos llegar para comer –le indicamos-. –En unas 3 horas podéis estar aquí. Acordaros de que el desvío a Poladura se inicia donde se encuentra una caseta a la izquierda de la pista que baja a Rodiezmo.

A las 10:15 horas iniciamos la subida de verdad a la montaña. Nada más abandonar el pueblo, siguiendo la buena señalización, el camino se empina de lo lindo. Marchamos por una especie de cañada que sube por la ladera del monte. Unos 300 metros más allá, el camino se ve cortado de golpe por una gran explanada que deben haber preparado para almacenar áridos y prefabricados y que se halla protegida por unas cintas. Oteamos más allá de la explanada en busca de la continuidad del camino. No somos capaces de encontrarla. Decidimos bordearla por la izquierda campo a través. Cuando estamos en el otro lado advertimos a nuestra derecha un camino en ascenso. Nos acercamos. Y ¡¡aleluya!! una flecha amarilla. De momento hemos salvado el escollo. Cuando llevamos andados unos metros, miramos hacia atrás para comprobar por donde habíamos salido del pueblo y nos percatamos que si hubiésemos saltado la protección de la explanada cruzándola directamente, habríamos dado también con el camino. Lo que ocurre que a veces la falta de flechas te desorienta.

Ahora comienza la dureza de verdad del recorrido. El camino se empina bordeando la ladera de Peña Prieta. Yo no puedo seguir el ritmo que imponen Juan y Pepe que se distancian. Habrá que subir cada cual a su aire. Yo tengo que parar repetidas veces para tomar aire. Mis amigos han desaparecido de mi vista. Me encuentro en la más absoluta soledad. A pesar de no existir mucha arboleda, el terreno se presta más a servir de pastizales, observo la profundidad del paisaje que tengo ante mí, el panorama no podría ser más impresionante. De vez en cuando alguna encina perdida que me sirve de sombraje en los momentos de parada pues el sol pica. A media ladera, parece que la pendiente se ha suavizado. Menos mal. El piso se encuentra a tramos empedrado, signo evidente de que en su día fue un camino de herradura utilizado mayormente por los arrieros. Poco a poco me voy acercando al grupo rocoso formado por multitud de peñascos picudos que emergen de la tierra como si fueran puntas de iceberg. Estoy ante el paraje denominado Las Forcadas de San Antón. El silencio del lugar es verdaderamente sobrecogedor. Ya veo a Juan y Pepe que me aguardan entre los peñascos.

Agrupados atravesamos las Forcadas. Al otro lado de las rocas, el terreno está casi cubierto de brezos y escoberos con su floración amarilla. El camino se ha convertido en trocha cuya traza se va haciendo muy imprecisa y casi siempre se encuentra anegada de agua formando regueros que fluyen desordenadamente. Es algo incómodo andar. Llevamos las botas completamente empapadas. Gracias a la membrana de “Gore-tex”, el agua aun no ha llegado a los calcetines. Caminamos por una loma de poca pendiente, debemos estar casi en el collado. ¡¡Vaya charcas!! 600 metros mas adelante, por fin lo alcanzamos en el lugar por donde cruza un cortafuegos que baja por nuestra izquierda desde la collada del Pedrosillo y por la derecha remonta la ladera hacia otro pico. Frente a nosotros y sin duda a equivocarnos la pista de Rodiezmo que debemos tomar y que desciende en pronunciada pendiente. Al fondo de la barrancada, divisamos el verde valle de la Tercia sobresaliendo entre dos cortados. Después del esfuerzo realizado creo que merecemos un descanso. No obstante, me siento fuerte. La subida ha sido dura pero no la he acusado. Sopla una brisa fresca del norte, hay que abrigarse y es que nos encontramos a 1465 metros de altitud. Observamos el cielo. Por el norte, es decir, hacia donde nos dirigimos, se está cubriendo por momentos de preocupantes nubes tormentosas.

Iniciamos el descenso. Tenemos que bajar justamente lo que hemos subido desde Buiza.. Por esta ladera hay más vegetación arbórea, sobre todo de pinos y zonas de repoblación forestal. Vamos contentos y Juan lo demuestra cantando su variado repertorio, mientras Pepe y yo hacemos de comparsas. Pero debemos extremar la precaución para no pasarnos el desvío como lo han hecho muchos peregrinos. La referencia de la caseta proporcionada por Lucía y Feli es muy importante. A eso de 1 km encontramos una caseta a la izquierda. ¿Podrá tratarse de ésta? Un camino poco pisado sale a la izquierda. Pero ni una flecha que nos confirme el buen camino. No obstante, Pepe se interna por él para explorarlo. Vuelve enseguida. No puede ser –nos dice con seguridad- está totalmente embrozado. Por ahí no ha pasado ningún ser humano en mucho tiempo. Bueno, pues a continuar bajando. Todo sea que tengamos que continuar hasta Rodiezmo. Sería un mal menor, aunque luego nos tocaría andar unos 5 km de carretera hasta Poladura de la Tercia. Seguimos descendiendo y sin encontrar sendero alguno. Cuando más estaba cundiendo el pesimismo y nos vamos haciendo a la idea de seguir a Rodiezmo, aparece de repente, tras una curva cerrada a la derecha, una segunda caseta. Y esta sí que es la buena. Un senderito que se abre de la pista con una buena flecha amarilla pintada sobre una roca nos hace cambiar el semblante. ¡¡Aleluya, amigo “Santi”!! ¡¡Lo hemos conseguido!!

Salimos de la pista y por el sendero nos vamos apartando de ella al mismo tiempo que ascendemos la ladera en diagonal. La senda de momento es de tierra pero al final de la subida se convierte en pura roca descarnada. Es el cortado izquierdo que veíamos desde el collado que cae a plomo hasta la pista que se abre por ese paso natural. Nos paramos unos momentos para contemplar la mayor parte del valle de la Tercia, con Rodiezmo al frente en medio del valle, hacia nuestra izquierda se encontrarán los pueblos de San Martín y Poladura de la Tercia que aun no podemos ver. ¡Qué reconfortante para los sentidos es poder disfrutar de este espectacular paisaje!

De momento no tenemos ningún problema de seguir el sendero, ayudados por las flechas amarillas y a veces por brochazos. Observamos que la hierba está muy alta lo que significa que todavía no han llegado los pastores con el ganado.

En un momento determinado perdemos la traza del camino y la señalización que deben estar confundidos con la hierba. Guiados por la intuición caminamos campo a través por medio de los pastizales que están horadados por las pisadas de las vacas. Hay que extremar el cuidado para no torcerse un tobillo. Porque la verdad es que vamos, como quien dice, a tientas. Definitivamente nos hemos perdido. Y además, las nubes que veíamos desde el collado están encima de nosotros y comienza a tronar y relampaguear. De un momento a otro lloverá irremisiblemente. De nuevo el pesimismo se apodera de nosotros. No queda mas remedio de dirigirnos campo a través hacia la carretera de Rodiezmo a Poladura. Pero la carretera está lejos y comienza a llover. Rápidamente nos ponemos los chubasqueros que se estrenan en el Camino. Tan deprisa como el terreno nos permite vamos descendiendo la ladera ligeramente hacia el oeste. A veces tenemos que pasar unos pastores eléctricos que nos cierran el paso. Que manera de llover!! Y en medio de la montaña. Iba todo demasiado bien, algo tenía que fallar. Encomendándonos a Dios y al Apóstol seguimos una despavorida huida hacia adelante sin saber por donde vamos. En uno de las hoyos del terreno casi me tuerzo del todo el tobillo, las botas evitan males mayores. Juan se separa un poco de nosotros para ampliar la zona a explorar. Buscamos a la desesperada. El tiempo pasa irremisiblemente y la soledad de la montaña impresiona. Nada de nada, solo pasto y más pasto. Cuando la desesperación más roía nuestras mentes, una flecha amarilla aparece como por encanto. Pepe es el que la descubre y como si de Rodrigo de Triana se tratara grita a Juan. Flecha a la vistaaaaaa!! El Apóstol Santiago se nos ha aparecido de nuevo guiándonos hacia el Camino. Gracias amigo Santi!!

Nos reagrupamos y seguimos encontrando una flecha tras otra. Parece imposible pero es cierto. Ya no notamos ni el agua que cae con persistencia y fuerza, ni oímos los truenos, ni vemos los relámpagos. Estamos salvados. De momento hemos recuperado el Camino.

Continuamos en dirección oeste por la zona del valle más próxima a la ladera. Vamos por una especie de cañada ancha cubierta de hierba entre dos líneas de cintas naranjas y cuando es necesaria la flecha amarilla pintada donde mejor han podido. Vamos muy contentos.

Poco a poco el agua nos va empapando, incluso nos penetra en las botas. Pero que más da. Pronto estaremos al calorcillo del Albergue.

A las 13:00 horas alcanzamos la pista que se dirige a San Martín de la Tercia que tenemos a nuestra derecha. Poladura debe estar escondida tras la arboleda. Estamos salvados. Solo queda encontrar el mejor camino para llegar a Poladura.

Yo había visto en el mapa, que siguiendo la pista hacia la izquierda existe un desvío que se dirige a Poladura, pero ignoro a la altura que se encuentra. No queremos arriesgarnos lo más mínimo y decidimos asegurar la dirección torciendo a la derecha hacia San Martín. A unos 200 metrosllegamos a una casa de labor donde intentamos medio resguardamos unos momentos porque la lluvia arrecia. Al doblar la esquina de la casa, se nos aparece una flecha amarilla pintada sobre la pared dirigida hacia un sendero que sale a la izquierda de la pista. Indudablemente el Camino continúa por allí pero el sendero está bastante deteriorado y medio tapado con las ramas secas de las encinas. Además con la lluvia, se está formando barro. Hay que andar con cuidado para no resbalarse.

Como podemos llegamos a un arroyo por el que fluye un buen reguero que debemos vadear a nuestra suerte. Pepe encuentra el sitio adecuado. Juan y yo que vamos un poco rezagados hacia la izquierda nos resulta difícil cruzarlo. Tenemos que volver atrás y rectificar. Al final, con el barro hasta el cuello y completamente mojados pasamos al otro lado saliendo del apuro. Aunque no podemos verle, Pepe no deja de gritarnos desde algún sitio en lo alto del talud. Guiados por sus voces lo remontamos hasta el lugar donde nos está aguardando. De qué manera se nos ha complicado el final de etapa. Nos la prometíamos muy felices y mira por donde todos los elementos se han puesto en nuestra contra.

Seguimos por la traza de lo que aparenta ser una senda y tras una arboleda se nos aparece una hermosa pista que aunque está completamente encharcada nos conduce a Poladura de la Tercia que ya tenemos a tiro de piedra. Lucía nos está esperando en la entrada del pueblo. Ya estábamos diciendo donde os habíais metido –nos dice Lucía dándonos la bienvenida- Además habéis entrado por el verdadero Camino. Son las 13:30 horas. Nos ha llevado tres horas y cuarto en llegar desde Buiza. Aleluya!!

Lucía nos guía hasta la Posada del Embrujo, una casa rural cuya dirección comparte con Feli. Haciendo honor a su nombre, es un lugar encantador en un pueblo perdido entre parajes salvajes.

Saludamos a Feli, es la encargada de la cocina, y nos desprendemos del chubasquero y de las botas. Ponerlo donde podáis –nos dice amablemente Lucía-. Mientras nos acoplamos nos tomamos unas cervezas. Extendemos los chubasqueros sobre los respaldos de unas sillas y rellenamos las botas con papel de periódico.

Las habitaciones están decoradas con mucho gusto. Juan se instala en una y Pepe y yo en otra. Vamos empapados de agua. Una buena ducha de agua caliente nos deja nuevos.

La comida abundante y sabrosa la comemos con apetito. Después de la dura etapa, necesitamos cargar baterías a tope.

Cuando terminamos de comer, la lluvia ha cesado por completo y sale el sol. Así que aprovechamos para hacer la colada y tender la ropa en el exterior..

Después de una buena siesta, conversamos con Lucía y Feli sobre todo con referencia al Camino. Ellas pertenecen a un grupo de vanguardia que se preocupan por el mantenimiento de la pureza del entorno. Les proponemos señalizar el tramo de Camino entre la pista de Rodiezmo y Poladura con estacas. Creemos que es la forma más adecuada en estos terrenos de pastizales donde una marca en el suelo puede fácilmente pasar desapercibida. Toman nota de nuestra sugerencia.

Se ha quedado una buena tarde propia de paseo. Lucía nos indica la salida del Camino de mañana. La señalización del gasoducto –nos informa- será vuestra referencia en todo el trayecto hasta Arbás del Puerto. No tiene pérdida. Para asegurarnos nos dirigimos en esa dirección. Pepe sube por un camino de vacas hasta la loma donde se encuentran los escoberos en floración que nos ha indicado Lucía. Creo que tenemos asegurada la salida y regresamos. Las vacas regresan también hacia sus corrales. El sol inicia su ocaso. Es maravilloso contemplar los montes salpicados de formaciones rocosas de formas caprichosas que circundan el valle de un verde intenso.

Feli nos tiene preparada la cena que no podemos terminar. Es demasiado. El desayuno nos lo dejan preparado para que salgamos cuando queramos. Ha sido una jornada viva de las que dejan huella. Agradeciendo a Lucía y Felisus atenciones, nos despedimos de ellas hasta la vuelta. Espero que en otra ocasión podamos volver a vernos.

Buenas noches y hasta mañana.

segunda

Poladura de la Tercia – Campomanes

Parcial 31,0 km; Totales: 418,0 km; Restan: 364,3 Km

Asturias!!

Juan toca diana a las 06:00 horas. He dormido de maravilla, parece mentira como me he recuperado. Habrá que salir pronto porque la etapa de hoy será larga e incluso puede que sea algo complicada. Desayunamos los zumos, cafés y bollería que nos han dejado las atentas Lucía y Feli y sin más preámbulos nos cargamos las mochilas y demás atuendos y al Camino.

Tenemos que abrigarnos bien porque hace bastante fresco. Saliendo del pueblo por el norte y pasando el puente sobre el río Viadangos, justo donde la carretera forma una curva, sale un camino utilizado para llevar a las vacas a pastar y que tira hacia arriba en pendiente fuerte en dirección a la Sierra del Cuchillo que deberemos sobrepasar. La traza del camino se desdibuja bastante debido a la hierba que está bastante crecida, pero unos grupos aislados de escoberos y los postes amarillos indicadores del gasoducto de Enagás son una referencia inmejorable. Enseguida comenzamos a ver las flechas o brochazos amarillos. El Camino no deja de subir. Hay que ir atento a las marcas porque la hierba las encubre. Fijándote bien no hay problema de perderlas. Por otra parte, el cielo está totalmente cubierto y reina una humedad en el ambiente impresionante que nos hace sudar la gota gorda. Ya veremos si nos respeta la lluvia. Alcanzamos una loma donde tenemos que parar unos minutos a tomar aire.

En este punto, el camino comienza a bordear una extensa y profunda vaguada. Los postes del gasoducto tiran recto ladera abajo. Así que nos despedimos de esa buena referencia que habíamos llevado hasta el momento. En la otra vertiente de la vaguada podemos entrever la traza del sendero que termina en un colladito en el que distinguimos unos peñascos puntiagudos. Otra buena referencia.

Ahora vamos bordeando la ladera casi por una senda prácticamente en llano. Las señales amarillas no nos dejan. Menos mal. Una vez rodeada la cabecera de la vaguada, se inicia la senda que distinguíamos desde el otro lado. Es un repecho pedregoso con pendiente exigente. Por ahora vamos agrupados. Da miedo ir solo por estos parajes solitarios donde impera un silencio impresionante. Pasito a pasito vamos ganando altura hasta que llegamos al colladito de los peñascos.

Allí el camino forma un recodo iniciándose otro barranco que tenemos que bordear a media altura y que enfila directamente en dirección a la Sierra. Los postes del gasoducto podemos reconocerlos difusamente al otro lado del barranco. Seguimos ascendiendo hasta alcanzar por fin el collado principal de la Sierra del Cuchillo que se perfila a nuestra derecha por una sucesión de formaciones rocosas que se nos antojan un cuchillo de sierra. Ahora sabemos por qué la llaman así.

Pero en el mismo collado nos damos cuenta que estamos atrapados por una alambrada de espinos que cierra nuestro paso. Vaya por Dios!!. Al fondo del barranco opuesto podemos divisar a malas penas el pueblo de Busdongoy la carretera nacional por la que circulan vehículos que parecen hormigas. Estamos a 1565 metros de altitud, la cota más alta del Camino del Salvador. El problema es ahora pasar al otro lado. Pero para Pepe este no es su problema. En cuestión de segundos, emplea la fuerza bruta para inclinar dos postes y ya tenemos el camino despejado. Sabemos que los pastores lo hacen para evitar que salga el ganado pero unos portillos darían el mismo resultado sin cortar el paso a nadie.

De momento hacemos un receso para descansar de la dura subida. Grupos de vacas pastan con tranquilidad sin preocuparse en exceso de nosotros. Algunas de ellas nos echan una mirada de curiosidad pero ahí queda todo. En otra ladera una manada de caballos hace lo propio. Es sorprendente la vista que se puede contemplar a trescientos sesenta grados a la redonda. Incluso advertimos las antenas situadas en la estación de esquí de Pajares. Es muy bonito todo lo que divisamos desde esta altura privilegiada, pero debemos continuar. Nos queda todavía mucho camino por recorrer.

Ahora nos toca descender la empinada ladera del barranco hacia una pista que vemos en el cauce. Aprovechando las trochas que el ganado ha ido formando en su continuo ir y venir por los pastizales (para las vacas no hay cuestan que valgan), bajamos cada cual como Dios le da a entender.

El descenso se hace muy peligroso y hay que esmerarse para no sufrir ningún percance. Juan y Pepe alcanzan en primer lugar el cauce del barranco y unos minutos después lo hago yo que he bajado con mucha precaución.

Allí tenemos una pista que tomamos a la derecha. El panorama desde la profundidad del barranco es grandioso. Mirando hacia las alturas vemos como los escarpes de la Sierra del Cuchillo lo dominan todo. A través de la boca del barranco continuamos viendo Busdongo y la carretera. Unos metros mas adelante encontramos una bifurcación. En principio no encontramos las flechas pero después de unos momentos de dudas advertimos una en la pista que asciende por la izquierda.

Son unos 700 metros de repecho que nos deja en lo alto de una loma donde se pierde la pista pero reencontramos los postes señalizadores del gasoducto que van paralelos a una alambrada de espinos muy deteriorada. Tomamos a la derecha por una sendita bastante desdibujada que discurre por la loma pero de nuevo tenemos las referencias de los brochazos amarillos pintados sobre cualquier cosa que sobresalga algo del suelo, la línea de postes del gasoducto y la alambrada. Estamos rodeados de brezos por todas partes que conforme avanzamos se van haciendo mas grandes, dificultando, y de qué manera nuestra marcha. Nos faltan bastones, codos e incluso piernas para separar sus gruesas y duras ramas. Pero no tenemos mas remedio de abrirnos camino como sea.. Juan se pone nervioso y se adelanta perdiéndole de vista tras los matorrales. Pepe y yo vamos fijándonos bien en cualquier vestigio de amarillo que salte a la vista y de paso luchando a bastonazos con los brezos. Qué suplicio!!. Cuando llevamos andados unos 600 metros de loma, el amigo “Santi” nos ilumina y localizamos de casualidad una flecha amarilla girada hacia la izquierda. Franqueando los brezos de turno, damos con una senda bien marcada que desciende por la ladera algo hacia atrás durante 200 metros desembocando en un camino más ancho y un arroyo que debemos vadear. De Juan ni rastro. Si se ha conseguido percatarse de la señal, debe marchar bastante por delante. Entendemos que en estos parajes tan inhóspitos es importante no perder el grupo. Pero Juan a veces parece estar en otro mundo, nos da la impresión como si no acabara de desconectar del trabajo.

Una vez franqueado el arroyo el camino inicia otra subida por la ladera opuesta. Cuando hemos recorrido unos 300 metros, vemos a Juan en la loma opuesta con los brazos levantados y luchando con los brezos. Es obvio que no ha visto la señal. Agarro el silbato y comienzo a soplar con fuerza pero ni con esas, parece que no nos oye. Llamada de teléfono. Que vas perdido Juan!! –le dice Pepe mientras yo continuo haciendo uso del silbato. Vamos por la pista que discurre por la ladera opuesta a la que vas –le sitúa Pepe. Nada que no os veo. Y sigue adelante. Pero bueno, que nosotros ya estamos viendo el Parador del Puerto de Pajares –continúa informándole Pepe. Pero Juan ni caso. Sigue adelante haciendo aspavientos con los brazos. Bueno, pues ya saldrá a la carretera por algún sitio. Nosotros continuamos el camino que nos indican, nunca mejor dicho, las benditas flechas amarillas.

A unos 900 metros de haber cruzado el arroyo pasamos delante de una casa de labranza. A unos 200 metros de la casa las flechas nos desvían a la derecha por un sendero que va rodeando una loma que termina a 450 metros en un espacio abierto desde donde de repente tenemos Arbás del Puerto a tiro de piedra. En bajada alcanzamos un ribazo que seguimos y bordeando un montículo, donde unas vacas dejan de pastar para mirarnos sorprendidas, alcanzamos la carretera a través de un portillo (300 metros).

Cruzamos la carretera y nos descargamos las mochilas delante de la Colegiata. Son las 09:45 horas lo que quiere decir que hemos invertido casi tres horas en hacer unos 9 km, lo cual dice por si solo las dificultad del terreno. Llamamos a Juan que como Dios le ha dado a entender ha conseguido salir a la carretera a la altura de una gasolinera unos 800 metros mas abajo de donde nos encontramos. Al poco rato le vemos que viene tarareando a grito pelado, como si tal cosa. Es que no oías los silbatos? –le decimos. Los oía pero a través del teléfono –nos contesta- no era capaz de veros, pero lo peor es que al intentar apartar unas ramas de brezo, perdí el equilibrio cayendo hacia atrás sobre la mano derecha y llevo la muñeca que me duele un montón. Lo he pasado muy mal intentando sin éxito llegar hasta vosotros. El adelantarte te ha jugado esta vez una mala pasada-le contestamos-. Eso es un aviso del amigo “Santi” para que no te separes tanto y aún así has tenido suerte. Si no te has dislocado la muñeca, poco ha faltado-. Pepe, que se ha convertido en nuestro enfermero, le hace un vendaje provisional hasta que le vea un médico tratando de no darle importancia.

A pesar de todo, Juan se encuentra con los ánimos por todo lo alto. Cruza la peligrosa carretera hasta un bar donde le dicen que lleva cerrado desde hace tiempo. De todas formas le dan la llave de la Colegiata para que la podamos visitar.

Después del almuerzo entramos al interior de la Colegiata donde reina la más absoluta penumbra. Mientras los ojos se van acomodando a la poca luz, podemos contemplar un interior muy sobrio. De planta basilical, la colegiata consta de tres naves. La cabecera de la nave central está presidida por la imagen de Nuestra Señora Santa María de Arbás, protegida por una bóveda de ojivas rematada por una semicúpula de cinco gallones. Todo el conjunto es de una sobriedad extrema favorable a la abstracción pero no por ello deja de ser muy bello. Es curioso el piso del baptisterio y atrio fabricado con pequeños guijarros de diferentes tonalidades formando artísticos dibujos. Según he leído, en un principio (siglo XI) se destinó a Hospital de Peregrinos con el nombre de Hospital de Arvum.

Continuamos nuestro camino por la carretera en dirección al Puerto. Los camiones que bajan lo hacen tan veloces que da miedo mirarlos. A unos 200 metros las marcas nos sacan de la carretera por la derecha. Tenemos que remontar un talud y luego franquear una alambrada de espinos que parece que han puesto para evitar que el ganado acceda a la carretera.

De mala manera nos introducimos en el pastizal y de pronto nos vemos rodeados de vacas que nos miran extrañadas. Vamos por una trocha evitando su mirada pero observando sus movimientos con el rabillo del ojo. Cuando nos disponemos a cruzar una torrentera, vemos a un perrazo que se viene directo hacia nosotros con cara de pocos amigos y ladrando con insistencia. No sabemos lo que hacer. Tratando de evitarle nos desorientamos. Pepe trata de quitárnoslo de encima lanzándole una piedra, con tan buena fortuna que le pega en todo el hocico. Creo que el amigo “Santi”, de nuevo nos ha echado una mano dirigiendo la piedra al sitio adecuado. Quejándose y con el rabo entre las piernas sale corriendo ladera arriba alejándose de nosotros. Por el momento, nos hemos librado de él. Pero lamentablemente, hemos perdido toda traza de senda. Caminamos hacia el Puerto a través de los encharcados pastizales, sorteando las boñigas desperdigadas por doquier. No confiando en reencontrar el Camino, optamos por salir a la carretera cuanto antes. Lo hacemos por una portilla junto a las primeras casas del Puerto.

Hay un bar abierto un poco antes de traspasar el límite provincial. Aleluya!! Un gran panel informa de que estamos en lo alto del Puerto de Pajares a 1378 metros de altura. Entramos en el bar a tomarnos unos cafés. Nos enteramos que dan comidas también. De momento el tiempo nos está respetando, luce un sol magnífico pero el panorama hacia el norte no es muy halagüeño. No os fiéis –nos dicen los del bar- aquí el tiempo es muy voluble. No les extrañe que esta tarde caiga agua. Nos informan que para retomar el camino tendríamos que subir por un sendero a su encuentro pero parece una tontería subir para después bajar. Es mejor que sigan por la carretera. A unos 900 metros, justo donde una señal de tráfico indica una pendiente del 17%, sale un camino hacia la izquierda por el que tenéis que tirar.

Al salir del bar cruzamos la carretera hacia el mirador del que fue Parador Nacional, hoy inactivo, y poder admirar el impresionante panorama que se divisa desde este privilegiado balcón. Allá abajo el profundo valle del Pajares que tendremos que seguir en su totalidad encajonado entre verdes montañas muchas de ellas se encuentran envueltas en niebla o salpicadas con nubes. Lo que contemplamos, es un paisaje espectacular.

El tiempo apremia. Hay que acometer el descenso del Puerto. La pendiente es de padre y muy señor mío. Menos mal que de momento mi estado físico no se ha resentido de la dura etapa y me permite bajar con soltura. Tal como nos dijeron en el bar, a los 900 metros encontramos el desvío junto a la señal de tráfico del 17% teniendo enfrente una pista de frenado de emergencia.

Incorporados al nuevo camino vemos en primer lugar las vías del tren que se introducen en un túnel. La bajada es de vértigo. Los cuadriceps los tenemos que forzar al límite para conseguir no perder el equilibrio.

Cruzamos la línea férrea por encima del túnel dando el camino a una loma casi en llano. Buen momento para echar una visual hacia atrás y comprobar por la posición del Parador Nacional que hemos descendido lo suyo pero todavía nos queda mucho trecho para alcanzar la profundidad del valle.

Terminada la loma, el camino se introduce en un frondoso bosque de encinas y robles con su ramaje formando túnel. El sotobosque está casi cubierto de esbeltos y frescos helechos. A pesar de la peligrosa bajada, vamos disfrutando del entorno. Juan comienza a canturrear y nosotros a acompañarle. Al fin llegamos al cauce del río Pajares donde es más evidente la exuberante vegetación. Nos cruzamos con grupos de vacas e incluso de caballos que van guiados por sus dueños hacia los corrales. Sobre la una llegamos a San Miguel del Río (5 km desde el desvío), donde paramos bajo un frondoso roble frente a la iglesia. Aquí nos tomamos unos minutos de descanso y llamamos a la familia.

Pero lo que barruntábamos desde el puerto comienza a hacerse realidad. Comienza a chispear. Es preciso enfundarse el chubasquero. De momento es un lloviznar constante pero soportable pero conforme nos alejamos de San Miguel hacia la nacional, la lluvia va arreciando por momentos hasta que se convierte en un aguacero de cuidado que nos pilla en medio de la nada. Las botas chapotean sobre los charcos y regueros que se van formando sobre el asfalto, mientras una cortina de agua limita bastante la visión. A unos 750 metros del pueblo, nos percatamos del desvío a la izquierda señalizado también como Camino, se trata de la alternativa por Santa Marina y Llanos de Somerón, pero es tanta el agua que cae que nos da miedo meternos por medio del monte. Preferimos seguir por la carretera que ahora se empina lo suyo. Los 3,1 km de fuerte subida que separan San Miguel de la carretera nacional se nos hacen interminables y lo peor es que seguimos sin encontrar un lugar donde guarecernos.

Cuando alcanzamos la carretera a la altura del Puerto de San Miguel, vamos calados hasta los huesos. Para más inri, un panel señala hacia el Puerto de Pajares con 7 km y se nos pone una cara de tontos…y es que hemos tardado dos horas y media en llegar hasta aquí. Parece imposible pero resulta cierto. Debemos haber dado un buen rodeo.

Muy cabreados, comenzamos a bajar el Puerto de San Miguel. Menos mal que la lluvia ya no es tan persistente. A unos 900 metros encontramos a la derecha el Santuario de Nª Sra. de las Nieves, con un mojón a un costado cuya vieira nos dirige a una pista en ascenso pronunciado. De nuevo a subir y padecer. Remontando la empinada ladera, observamos contrariados como mientras nosotros subimos, la carretera desciende. Es inaudito!! Iremos por el buen Camino?. Por lo menos las flechas amarillas están ahí. Momentos de dudas y de enfados con nosotros mismos. A los 800 metros llegamos a un ensanche de la pista donde se sitúa una fuente-abrevadero. A la izquierda del camino vemos un mojón con la vieira. Debemos ir bien pero por nuestras cabezas circulan muchas vacilaciones. De momento vamos a avituallarnos de agua. De repente aparecen las primeras discrepancias serias del Camino. Juan dice que se vuelve a la carretera, que no lo ve claro. Pepe y yo somos partidarios de seguir. Si hay un mojón es que vamos bien. Al final Juan se vuelve y nosotros continuamos el ascenso. De todos modos, por uno u otro lado, al final tendremos que salir al mismo sitio. Veremos quien lleva la razón.

Pepe y yo llegamos reventados a un altozano donde comienza un vallecillo en suave tirada descendente. Pero lo peor es que no hemos vuelto a ver ni mojones ni flechas. Por lo menos en el cruce, debería existir alguna señal. Mal augurio. Intuitivamente tomamos el ramal de pista de la izquierda que es la dirección lógica. Pero para desgracia nuestra, termina en una casita de recreo situada en medio de un prado. Con resignación nos convencemos que hemos errado. No vamos bien. Juan ha hecho bien en volverse. De momento, vamos a refugiarnos en el porche de la casa pues sigue lloviendo con ganas y de paso repondremos sales con el Flectomín y energías con una tableta. Son las dos y media y no hemos probado bocado desde Arbás del Puerto y nuestros cuerpos lo acusan. No vaya a ser que nos dé una “pájara” y se complique la situación. Y sobre todo pensar y pensar. Al final, de qué manera se nos está atragantando la etapa. Con lo bien que íbamos…

A desandar lo andado y volver a lo seguro que, nunca mejor dicho, es sin duda la carretera. Cuando llegamos de nuevo a la fuente, nos fijamos detenidamente en la posición del mojón y nos damos cuenta que está algo revirado hacia la izquierda. Posiblemente el camino vaya en esa dirección pero como las trazas del sendero no nos inspiran confianza alguna, optamos por la seguridad de la carretera.

Cuando la alcanzamos, calculamos que entre ir y volver errático habremos recorrido unos tres kilómetros y medio, una propina innecesaria en esta ya de por sí larga etapa. Pero que vamos a hacer, los 31 km previstos se convertirán cuando lleguemos a Campomanes en 35 km. Como dice el dicho, “a lo hecho pecho”, y con la rabia metida en el cuerpo iniciamos el descenso del puerto por el arcén. Hablamos con Juan que nos dice que está llegando a Puente de los Fierros. Nos saca más de una hora de ventaja.

Menos mal que de momento la lluvia persistente se ha convertido en llovizna. Lo que sí tenemos que soportar es el intenso tráfico. Llegando al cruce de Navedo advertimos de nuevo la señalización del Camino. Por lo tanto, a partir de la fuente, si hubiésemos tomado el sendero mal trazado que salía a la izquierda habríamos llegado a Navedo y desde ahí a la carretera por el punto donde nos encontramos ahora. En fin, para la próxima vez ya lo sabemos.

Juan ha llegado ya a Puente de los Fierros. Nos dice que el dolor de la muñeca va en aumento. Tomará un tren que pasa a las 16:20 horas y en cuanto llegue a Campomanes irá a que se la vea un médico.

Pepe y yo llevamos una buena marcha. Menos mal que las piernas se están portando. Los 5,4 km que separan el Santuario de Puente de los Fierros los hacemos en una hora.

Casi una hora y media mas de carretera empleamos para recorrer los últimos e interminables 6,5 km. Estamos en Campomanes. Hemos invertido en la etapa casi 12 horas. Ya está bien.

Juan nos está esperando en la puerta de la Pensión “Senderos del Huerna” con el brazo vendado y en cabestrillo. Le han aplicado una solución de emergencia hasta que vaya mañana al hospital de Mieres a que le hagan una radiografía y le den un diagnóstico. No obstante, Juan da la impresión de no estar preocupado. Subimos a la Pensión donde el propietario Roberto se vuelca en atenciones con nosotros.

Una vez aseados, le entregamos la ropa completamente chorreando a Roberto para que la meta en la lavadora. Luego nos acercamos al Bar “La Rúa” a comer, porque resulta, por si alguien no se ha dado cuenta, que hoy aún no hemos metido al estómago nada caliente y la verdad es que lo notamos.

Juan se pide una fabada. Pepe y yo no llegamos a tanto y nos conformamos con algo más digerible pensando en la noche. La fuente de fabada que le ponen a Juan delante se la “devora” en una sentada. Menos mal que duerme en una habitación individual. Mañana Juan saldrá antes para llegar al hospital de Mieres lo más pronto posible. Nosotros no tenemos ninguna prisa. Tenemos que descansar bien.

De vuelta a la pensión, hacemos un balance de la etapa, destacando su dureza pero también, no nos cabe la menor duda, su hermosura, del tiempo empleado y de todas las incidencias ocurridas. En definitiva, la etapa más compleja de todas las que llevamos hasta el momento.

No estamos para muchos paseos. Menos mal que la etapa de mañana discurre por terreno prácticamente llano. Será una etapa de transición.

Ya en la cama, me sorprendo de que no me haya acordado del pié. Buena señal.

Me enchufo el respirador y a dormir como un tronco.

Buenas noches y hasta mañana.

tercera

Campomanes-Mieres del Camino

Parcial 21,0 km; Totales: 439,0 km; Restan: 343,3 Km

Por la ribera del Caudal

Hoy no tenemos prisa en levantarnos. Por un día, Juan no nos toca diana, por lo que podemos hacernos un poco el remolón en la cama. No nos damos cuenta ni de su salida. Debe haberse levantado pronto para llegar con tiempo al Hospital de Mieres.

En compañía de Pepe, comienzo la etapa del día de hoy a las 07:45 horas después de desayunar en el bar de enfrente como mandan los cánones. El día ha amanecido con mucha niebla pero por lo menos ha dejado de llover. Marchamos con mucha calma por la antigua nacional que discurre por el valle de Lena entrando en la localidad de Pola de Lena (7 km) a las 09:15. Justo a la entrada hay una peculiar rotonda con dos danzantes asturianos en posición de baile. El pueblo está muy estirado. Las señales nos conducen a la parte alta donde se encuentra la Estación de Tren y un poco antes las Oficinas de la Seguridad Social donde está ubicado el Albergue de Peregrinos. Por ahí no existe continuidad, así que debemos retroceder y bajar por una escalinata hasta la calle principal que nos dicen tenemos que seguir toda recta. En la plaza se celebra el mercado semanal con los tenderetes cubiertos con plásticos por si le da por llover. Aunque es temprano y el tiempo no predispone mucho a salir de casa, se observa cierto ambiente. Enseguida recuperamos las señales.

A las 10:00 estamos en Villallana (4,5 km) donde encontramos un bar a propósito para almorzar. Allí nos preparan unos suculentos bocadillos de chorizo que comemos con apetito. Más que suficiente para continuar.

A las 11:00 horas llegamos a la entrada de Ujo (3,5 km) donde las flechas nos desvían hacia un andadero que discurre por la margen izquierda del Río Caudal, formado un centenar de metros antes, por la confluencia de los ríos Aller y Lena. El primero proveniente de San Isidro y el segundo que lo hace de Pajares y es el que hemos llevado casi de la mano.

El andadero parece haberse convertido en otra de las llamadas “rutas del colesterol” de moda en casi todas las poblaciones. Como es sábado, hoy está muy frecuentado aunque nos da la impresión de tratarse de gente muy hosca ya que contestan a duras penas a nuestro saludo e incluso algunos bajan la cabeza al cruzarse con nosotros.

Unos 2 km antes de llegar a Mieres, coincidimos con un vecino de esa localidad que lleva nuestra dirección y este sí que se muestra receptivo y nos acompaña y entretiene con su conversación.

Recibimos una llamada de Juan que ha reservado habitación en el Hostal Pachín. Se dirige hacia el Hospital.            Entramos en Mieres cruzando el Caudal por el famoso Puente de la Perra. Han sido 6 km desde Ujo. Nos dice el paisano que este puente es el más antiguo de los tres que atraviesan el río y su nombre proviene de que había que pagar una “perra” por pasarlo.

Guiados por nuestro acompañante circunstancial, entramos por las calles de Mieres dirigiéndonos al Parque de Jovellanos. En una de sus cabeceras han montado un gran escenario para la actuación de esta noche a cargo del cantante de moda David Bustamente. Es curioso observar como un grupo numeroso de “fans” femeninos se agolpan a los pies del escenario. Llevan tres días enteros esperando la hora de la actuación de su ídolo –nos informa el paisano-. Incluso vemos que se han traído hasta colchones y sacos de dormir para que no les quiten el sitio. Adonde vamos a llegar!! Conducidos por tan buen guía nos plantamos en la entrada del Hostal Pachín de sobra conocido en Mieres. Nos despedimos de él con agradecimiento.

Una vez instalados en el Hostal, aparece al poco tiempo Juan con medio brazo escayolado y en cabestrillo. Examinada la radiografía, el traumatólogo ha advertido una pequeña fisura. Así que inmovilización del brazo y calmantes. No obstante, Juan no aparenta enfado, se lo toma con filosofía.

Es hora de comer, así que bajamos al comedor del hostal que hoy está muy concurrido pues los componentes de la organización del espectáculo de Bustamante se encuentran también allí.

Después de la comida toca siesta tranquila y a las 18:00 horas arriba. Tenemos que ir al Ayuntamiento a sellar las credenciales. Lo hace el Policía Local de guardia que nos informa de la salida de mañana hacia Oviedo.

Nos acercamos a visitar la Iglesia de San Juan y cerca de ella localizamos las sidrerías en la Plaza del Requejo donde nos sentamos en una de sus terrazas. Cómo vamos a resistir la tentación de tomarnos unas sidrinas tiradas como toca, encontrándonos en el corazón de Asturias. Poco a poco las mesas se van llenando hasta que no queda ni una libre. Hay ambiente de fin de semana.

Después de un buen rato, nos acercamos al Parque de Jovellanos donde están haciendo pruebas de sonido del espectáculo. Los aledaños del escenario están muy concurridos, sobretodo de fans de Bustamante, ahora más que nunca no deben retirarse mucho para no perder el sitio.

A las 21:30 a cenar al Hostal y acto seguido a dormir. Pepe dice que se va a ver al Bustamante. Muy bien. Qué disfrute!!. Hoy la etapa ha sido un auténtico paseo. Mañana habrá más montaña.

Buenas noches y hasta mañana.

cuarta

Mieres del Camino – Oviedo

Parcial 20,0 km; Totales: 459,0 km; Restan: 323,3 Km

El día del Corpus

La de hoy será la última etapa del Camino del Salvador. A las 06:45 horas estamos saliendo del Hostal. Todavía hay gente, sobretodo joven, que aún no se ha recogido. El espectáculo de David Bustamante ha dado lo suyo. Pepe nos dice que en el  Parque no cabía un alfiler. El aguantó hasta las dos.

Otro día con tiempo brumoso, hay que ir protegido de momento. Nos dirigimos hacia las afueras de Mieres en dirección al Barrio de la Peña. Encontramos un bar a punto de abrir. Por lo menos saldremos desayunados. Jóvenes que han pasado la noche en vela esperan su apertura a las siete. Uno de ellos con la resaca propia de una noche de juerga, increpa a Pepe requiriéndole a que se identificara. Soy peregrino –le dice simplemente Pepe-. Peregrino? –le contesta el joven con voz gangosa- a ver, enséñame la “cáscara”. Pepe se queda un poco pensativo, la cáscara? pero enseguida cae en la cuenta y se vuelve. Muy bien peregrino –le dice el joven al ver la vieira que lleva en la mochila- si no llevas la “cáscara” no eres peregrino. A las siete en punto abren el bar que a pesar de ser domingo se llena en unos momentos.

Después de calentar el estómago, salimos de Mieres por la margen derecha del Caudal. Hasta el Barrio de la Peña son 1300 metros. Aquí comienza a empinarse la carretera hasta alcanzar el Alto del Padrún Como vamos frescos, los 5 km de fuerte subida hasta el Alto se hacen soportables. Hay escasa visibilidad por lo que no podemos contemplar como quisiéramos el paisaje. Cuando llegamos al Alto echamos un vistazo al valle por el que discurre la autopista entre diversas industrias echando humo por las chimeneas y que afean el entorno. Es lo único que alcanzamos a ver porque la niebla envuelve los montes próximos.

Al llegar al Padrún, nos paramos a contemplar una vistosa “panera”. Pepe siente curiosidad por saber el objeto de las losas que rematan los apoyos. Creo que son para que no pasen los roedores –le contesto. Pero parece que no se queda muy conforme. Habrá que preguntar.

La señalización nos saca de la carretera por un camino en fuerte bajada que evita las varias revueltas que se suceden hasta que llegamos al valle a la altura de la autopista y Estación de Tren de Olloniego. Debemos cruzar la autopista por un moderno puente. Desde el Alto del Padrún habrán sido unos 2 km de descenso.

Inmediatamente accedemos al pueblo que vemos a nuestra izquierda y al que llegamos tras recorrer unos 600 metros. Saliendo del pueblo, tras una curva, nos llama la atención los restos de un puente medieval en medio de una pradera. Un poco mas adelante atravesamos una carretera bajo un puente y a 1300 metros de Olloniego salvamos el curso del río Nalón por un puente de piedra. Una vez cruzado y a la altura del panel señalizador de El Portazgo, sale una senda a la izquierda que coincide con una “Senda verde del Nalón”. Muy cerca del desvío, permanece desde el medioevo, un mojón donde se puede leer: “A OVIEDO 1 ½ LEGUA”. De nuevo contactamos de lleno con la naturaleza. Esto es otra cosa –dice Juan- ya estaba harto de carretera. La senda va subiendo entre tupida vegetación bordeando la ladera del cerro de la Corona de Hierro en busca del collado de Picu Llanza. Un kilómetro escaso de cuesta nos deja junto a unas instalaciones de un Centro “Reto”. Buen sitio para hacer un receso y tomarnos unas tabletas energéticas y sales. Sus moradores salen en estos momentos sin hacernos ni caso.

Del Centro “Reto” al collado de Picu Llanza son unos 700 metros de pista asfaltada que recorremos sin dificultad.

A partir del collado, el Camino, que sigue coincidiendo con la “Senda verde”, se interna por senderos con tramos empedrados, a veces tenemos que salvar grandes charcas y barrizales. Pasamos por San Miguel (1300 metros desde el collado) y El Caserón (3800 metros del punto anterior). La etapa de hoy va transcurriendo con tranquilidad, aunque la visibilidad, debida a la niebla, es casi nula lo que nos impide admirar en toda su extensión la bella campiña ovetense de continuos altibajos soportables Hay que prestar mucha atención a los mojones y flechas porque en este tramo existen muchas encrucijadas.

Sobre las 10:45 horas llegamos a La Manjoya (500 metros desde El Caserón) donde nos llevamos una gran sorpresa con el imprevisto recibimiento de la Comisión de Fiestas y una banda de gaiteros que se apresta a interpretar piezas típicas asturianas. Es día de Fiesta en La Manjoya. Vaya bienvenida en la antesala de Oviedo. Muy amables nos invitan a unos bollus preñaosacompañados de bebida y con ellos asistimos a las primeras interpretaciones de los gaiteros. La Manjoya pertenece a la Parroquia de Santiago. Después de las fotos de rigor y de agradecerles sus atenciones seguimos por carretera en descenso, dejando la Iglesia de Santiago a la izquierda continuamos hacia las puertas de Oviedo donde el sol acaba de hacer su aparición, no podía fallar el astro rey un Día del Corpus.

Después de atravesar por un paso inferior la Autovía de La Plata, entramos en la capital del Principado por el Barrio de San Lázaro, comenzando el callejeo en dirección a la Catedral.

Dejando el Seminario Diocesano a la izquierda accedemos a los Jardines del Campillo para introducirnos de lleno en el casco histórico. Por la Calle Magdalenallegamos a la Plaza de la Constitución donde se halla engalanado el Ayuntamiento y la Iglesia de San Isidoro el Real. Y a través de un arco accedemos a la calle Cimadevilla, eje vertebral del casco antiguo, que fue durante mucho tiempo el centro comercial, bancario y administrativo de la ciudad, entrando al final de ella en la Plaza de Alfonso II el Casto o Plaza de la Catedral junto a la esbelta estatua de La Regenta.

La Plaza está muy concurrida y advertimos como mil ojos se nos quedan mirando con curiosidad. Sin quererlo, nos convertimos en el punto de mira de los fotógrafos que se hallan junto a la fachada de la Catedral esperando la salida de la Procesión. Podemos oír los clicks-claks de las máquinas fotográficas cuando pasamos ante ellos. Debemos parecer unos bichos raros entre la multitud vestida con sus mejores galas. Donde irán estos pobres peregrinos? Pues directo al interior de la Catedral (1).

La Catedral se encuentra a rebosar por feligreses luciendo sus mejores “trapos”. Y es que el mismísimo Arzobispo, se encuentra oficiando la Misa Mayor. Ya sabemos que muchos creyentes aprovechan este día tan especial para celebrar la Primera Comunión de sus pequeños. El órgano emite en estos momentos música celestial. Vamos apartando, con cuidado de no rozarles, a los asistentes que sorprendidos, nos miran de reojo. Buscamos un hueco en el ala derecha junto a la pila bautismal. Como si hubiera percibido desde lejos un olor que desentona con el ambiente, aparece el sacristán con cara de pocos amigos exhortándonos a que salgamos de la Catedral. Nosotros solo queremos sellar la credencial. Vuelvan en otro momento –nos dice disgustado. Pues nosotros no salimos sin el sello –le replicamos convencidos-. Viendo que no hacemos ademanes de irnos, no tiene más remedio que marchar a por el cuño. Bajo la mirada un poco alejada y compasiva del Salvador nos sella las credenciales sobre la protección de la pila bautismal. Ahora sí que podemos decir con orgullo que hemos hecho honor a la cuarteta que marcaba nuestro rumbo al salir de León:

El que va a Santiago

y no va al Salvador

visita al criado

y deja al Señor.

Cuando esta tarde nos levantemos de la siesta, vendré a rezar ante El Salvador con más tranquilidad.

En cuanto salimos al exterior y como si de famosos se tratara, los fotógrafos siguen tomándonos fotografías. Es posible que mañana seamos la noticia disonante en algún periódico. La gente se va separando hacia los lados pues de un momento a otro dará comienzo la solemne Procesión del Corpus. No es nuestro escenario así que nos retiramos por el foro en busca del Albergue.

Preguntando damos con él. Está en la Plaza de Santo Domingo frente a la Iglesia Convento. Un anuncio nos informa que hasta las 20:00 horas no lo abren. Un bicigrino italiano también se encuentra esperando pacientemente. Juan va a preguntar en la iglesia conventual, donde tiene lugar una actuación de gaiteros y danzantes asturianos, por si hubiera posibilidad de que nos dieran alojamiento. Pero no es capaz de encontrar a ningún responsable. Están todos muy atareados con las celebraciones.

En vista de lo cual llamamos por teléfono a uno de los Hostales que aparecen en la Guía, el Hostal Lago en la céntrica calle Caveda donde reservamos habitación.

El italiano dice que se viene con nosotros. Pues bien, no hay problema le decimos. Y ahí va siguiéndonos tirando de la bicicleta. Intenta convencer a Juan para que comparta la habitación con él, así le saldría mas barato, pero Juan no le apetece compartir habitación con un extraño y se inventa una excusa.

Una vez presentados, y asignada habitación, nos damos la ducha que tanto necesitamos y hacemos la colada habitual.

Se nota que es domingo porque en el restaurante que nos recomienda el propietario del Hostal se encuentra cerrado, así como muchos que encontramos al paso. Así que no tenemos mucho donde elegir y entramos en el primero que encontramos abierto. Y después de todo, tenemos suerte, pedimos el típico pote asturiano que nos sabe riquísimo.

Por la tarde, Juan y Pepe salen antes que yo. No quieren llegar tarde a la misa de las 18:30 horas. Casi detrás de ellos salgo con más parsimonia. Lo único que deseo es rezar ante el Salvador y darle las gracias por la recuperación que he tenido y pedirle que me dé fuerzas para llegar a Santiago. Cumplido mi deseo, me siento en un banco de la Plaza de la Catedral aguardando a mis amigos mientras escribo unas anotaciones de la etapa.

quinta

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