Camino Primitivo

Oviedo – Grado (San Juan de Villapañada)

Parcial 24,5 km; Totales: 483,5 km; Restan: 298,8 Km

El Camino Primitivo

Cuando a las 07:00 horas salimos del Hostal en busca de un bar donde poder desayunar, el cielo está completamente entoldado y cae un orbayo que hace preciso enfundarse el impermeable. Por la calle Melquíades Alvarez vamos a enlazar con el Camino señalizado con vieiras empotradas en las aceras de la calle Uría, arteria principal del Oviedo moderno, que cruzamos siguiendo por la calle Independencia. En una de las bocacalles encontramos un bar abierto así que a desayunar como toca. Por lo menos hoy vamos a poder calentar el cuerpo que falta le hace. El ambiente húmedo y frío lo hace preciso.

Al final de la calle Independencia se desemboca en la amplia avenida del Ingeniero Marquina que tomamos a la izquierda en dirección a la Plaza de la Liberación donde en el paso de peatones coincidimos con tres peregrinos que llevan el mismo Camino. Se trata de los ovetenses Antolín, Tere y la jovencísima Violeta que se inicia en esta aventura jacobea desde su ciudad natal. Enseguida congeniamos y en compañía abordamos la salida de Oviedo. Ellos van más ligeros de peso que nosotros. Llevan lo mínimo para la etapa pues en Grado piensan regresar a Oviedo en coche para dormir en su casa.

Pasada la Plaza de la Liberación, enfilamos la calle del Teniente Coronel Tejeiro y la Argañosa. Cuando llegamos al barrio de la Fuente de la Plata tenemos que cruzar la vía férrea por una pasarela metálica que enlaza con la calle Alfonso I el Católico. Bajo el pertinaz orbayo, poco a poco vamos notando que estamos próximos a dejar la gran urbe. Atravesamos la nueva urbanización de La Florida retomando en el Pontón de Riello el Camino que discurre por una carretera local asfaltada. Ya nos encontramos en plena naturaleza, lástima que el orbayo y la niebla nos impidan disfrutar completamente del paisaje. Caminamos charlando animadamente con nuestros primeros compañeros de peregrinación desde León. Advertimos como se debate en el suelo entre la vida y la muerte un pajarito que se debe haber caído del nido hace unos momentos. El bueno de Pepe lo toma en su mano con cariño para darle algo de calor, lo necesita, y poco después lo deposita sobre unas matas con la esperanza remota de que su madre lo vea, aunque lo más probable es que algún depredador dé buena cuenta de él.

Después de atravesar por San Lázaro de Paniceras y Los Campos, la señalización nos dirige por un desvío a la derecha, pasando por unos pastos donde unos caballos se acercan a saludarnos. Complacidos por el recibimiento les damos de comer unas hierbas. Poco después llegamos a la Capilla de la Virgen del Carmen en el término de Llampaxuga. Aquí nos tomamos un receso. Dejamos constancia de nuestro paso en el Libro del Peregrino y aprovechamos para acuñar las credenciales. La lluvia fina que aquí es conocida como orbayo no nos deja. Qué pena no poder disfrutar plenamente del paisaje. Mientras descendemos hacia Lloriana, Antolín nos va contando sus hazañas de montañero del que es un empedernido practicante. Este Camino ya lo hizo en una ocasión pero lo ha querido repetir para iniciar en el peregrinaje a su mujer Tere y a la joven Violeta. Reparamos como tiene que ir tirando de ellas. Nos llama la atención un depósito de agua, en una de cuyas paredes alguien ha dejado escrito, entre castellano y asturiano, este macabro mensaje:

Y en la pared colateral: “A SANTIAGO 335 KMS”

Al llegar a La Bolguina enlazamos con la carretera de Oviedo-El Escamplero que seguimos a la derecha para salvar el río Nora por el medieval Puente Gallegos, construcción del siglo XIII en un bello entorno.

Al final de la localidad de Gallegos se toma una desviación debidamente señalizada con un mojón que nos introduce en otro de los bosques encantados del Camino “El Castañéu del Soldáu”. Frondosos castaños amparan un sotobosque cubierto de grandes helechos. El trino de los pájaros y el susurro del fluir de las aguas por el cercano río ponen el contrapunto a tan paradisíaco lugar. Antolín y compañía se han quedado rezagados así que caminamos solos en silencio para no turbar el ambiente de paz que irradia el bosque. Un paisaje inolvidable.

El bosque termina en una pista semi-asfaltada que en fuerte repecho alcanza de nuevo la carretera y unos metros mas adelante el Alto del Escamplero donde llegamos sudando la camiseta. Son las 10:05 horas. Desde Oviedo han sido 9 kmlos recorridos. Juan nos quiere llevar al bar Paquita que ya conoce pero lamentablemente es el día de descanso semanal. Así que entramos en el otro bar existente en la zona. En el Alto del Escamplero una señal de tráfico indica 23 km a Avilés.

Mientras nos tomamos unos estupendos bocadillos aparecen Antolín y compañía con los que compartimos el almuerzo y nos hacemos las fotos de rigor. Después de reponer energías reanudamos el Camino dejando a los ovetenses que tranquilamente hagan lo propio.

01etapa

Grado (San Juan de Villapañada) – Tineo

Parcial 36,6 km; Totales: 520,1 km; Restan: 262,2 Km

Un encuentro inesperado

Tras tomarnos como desayuno unas tabletas energéticas, ya que no tenemos otra cosa que meter al cuerpo, nos disponemos a comenzar la jornada que se presenta como la de ayer. Niebla y “orbayo”. Son las 06:30 horas. Hemos madrugado un poco más previniendo que la jornada pueda presentarse larga. La pareja francesa ha partido hace rato y los jóvenes ovetenses remolonean en la cama.

Hay que ir bien abrigado y con el chubasquero puesto. Cuando llevamos unos 300 metros caminados me viene a la cabeza que la funda de la almohada se me ha olvidado. Sigue tú –me dicen Juan y Pepe- volvemos a por ella, ya te alcanzaremos. Ellos son más rápidos y me doy cuenta que siempre van tirando de mí.

Así que en solitario como en mis mejores tiempos aguantando el orbayo persistente y la poca visión que me permite la densa niebla hago los 900 metros de retorno al cruce de la local hacia El Fresno.

Tomo la estrecha carretera a la derecha que asciende con fuerza pero estoy muy fresco todavía y paso a paso voy venciendo la pendiente. A unos 700 metros del cruce marcho entre un prado en tirada a la izquierda y un bosque de pinos a la derecha. Voy ensimismado pensando en lo bien que voy respondiendo a las adversidades propias de un Camino tan largo. Me congratulo de haber podido superar momentos de salud muy difíciles. Cuando mas distraído iba, veo como una gran mole viviente oscura y espeluznante se me cruza de repente a dos palmos de distancia dándome tal susto que casi me hace perder el equilibrio. La carne se me pone de gallina y los pocos pelos que tengo de punta. Un escalofrío recorre mi cuerpo de arriba abajo. Cuando comienzo a salir de mi asombro, me digo a mí mismo -no puede ser real lo que he visto-. Pero sí era real, se trataba de un auténtico y enorme jabalí que estaría comiendo apaciblemente en el prado y al advertir mi presencia ha huido atemorizado para buscar refugio en el bosque. Si me pilla por delante ni lo cuento. Menudo encuentro inesperado!!.Es el primer jabalí salvaje que me he tropezado en mi vida y mira por donde he estado en un tris de ser arrollado. Qué casualidad que siempre que me pasa algo especial me encuentro solo. En mi Camino de Castellón fue un toro y ahora un jabalí. Cuando se lo cuente a Pepe y Juan no se lo van a creer. Tardo unos minutos en reaccionar y con el miedo metido en el cuerpo prosigo mi marcha atento a cualquier ruido extraño.

La subida al Alto del Fresno se hace cada vez más dura pero pasito a pasito voy superando la pendiente. Antes de llegar al collado, escucho las voces de Juan y Pepe que ya están a punto de alcanzarme. Cuando les cuento lo sucedido, tal como había supuesto no se lo pueden creer. Es normal. A trancas y barrancas y bajo el pertinaz orbayo alcanzamos el Puerto del Fresno donde se encuentra el Santuario mariano de Nuestra Señora.

Continuamos de frente cruzando la carretera comenzando un fuerte descenso por las laderas de la Sierra de los Morriondos por una pista de piedra y tierra irregularmente compactada hasta que alcanzamos el valle a la altura del pintoresco poblado de San Marcelo (1,8 Km del alto) donde destacan variedad de hórreos y típicas construcciones.

Seguimos adelante y tras atravesar un bosquecillo junto a un arroyo llegamos a la aldea de Doriga (1,3 km). Junto a la iglesia de Santa Eulalia, advertimos una tienda-bar que se encuentra abierta. Se trata de Casa Pacita donde encontramos un buen refugio a salvo del pertinaz orbayo y además podemos desayunar caliente. Son las 08:00 horas y el café con leche bien caliente que nos ofrece Pacita nos sienta de maravilla. Los cuerpos van acusando el frío y la humedad de la lluvia y la niebla que no acaba de disiparse. Al poco rato aparece Antolín con sus compañeras. Dicen que Pacita es una especialista en tortilla de patatas. En otra ocasión habrá que comprobarlo.

Por bellos parajes, alcanzamos nuevamente la carretera. Por un camino de servicio a la izquierda de la misma pasamos ante una gran plantación de kiwis y 3,1 km desde Doriga estamos cruzando el puente sobre el río Nancea que nos introduce en la población de Cornellana que dejamos por una calle debidamente señalizada a la izquierda que se dirige directamente al Monasterio de San Salvador donde se ubica desde el 2004 un Albergue de Peregrinos. Dicen que este Monasterio, fundado en el año 1024, es uno de los más importantes de Asturias. Llama la atención un curioso poste con un enjambre de señalizadores con las distancias a diversos lugares del mundo tal como el que existe en Manjarín. Juan y Pepe se entretienen sacando unas fotos. Adelántate –me dicen- ya te alcanzaremos. Saben de sobra que mi ritmo es lento y pueden alcanzarme cuando se lo propongan.

A partir del Monasterio, el Camino continúa por una pista que remonta el monte por la margen izquierda del río Nonaya internándose en un bosque. Al final la niebla ha dejado paso a una mañana soleada pero el barro ha hecho acto de presencia en el camino. Al llegar a un claro en la loma una tira de plástico naranja corta la pista lo cual me confunde. Me habré equivocado?.Vuelvo hacia atrás en busca de la última señal pues además de ir solo no me fío, tropezándome con Juan y Pepe que suben canturreando como si tal cosa y me dicen que adelante. De nuevo ante la cinta, optamos por superarla y a pesar de no encontrar ninguna señal tiramos a la derecha intuitivamente. Menos mal que por ahí viene un pastor con sus vacas y podemos preguntar. Notamos que al pastor no debe

hacerle ninguna gracia que los peregrinos pasen por aquí porque con cara de pocos amigos nos responde con frialdad: “Van bien, hombre, van bien”. Por detrás aparece la pareja francesa. Nos dicen que en Cornellana se han despistado y han seguido por la carretera teniendo que volver cuando llevaban andados unos 2 km. Entre boñigas pegajosas por el fango alcanzamos unas casas donde nos tropezamos con una panera. Pepe que sigue sin comprender la utilidad que tienen las losas que rematan los apoyos de las paneras y hórreos justo bajo el piso, no se resiste a preguntar a un paisano con el que nos cruzamos que simplemente nos dice que se llaman muelas y sirven para evitar el paso de roedores al interior con lo que queda corroborada mi versión. Asimismo nos explica que la diferencia fundamental entre la panera y el hórreo es que la panera es mayor y más vistosa, de planta rectangular con más de cuatro apoyos, llamados aquí pegoyos. El hórreo es más simple, de planta cuadrada y con solo cuatro pegoyos.

Satisfechos por la explicación, todos los días se aprende algo, continuamos nuestro Camino. Un mojón nos dirige por un sendero en subida que va bordeando una colina. El terreno se encuentra muy mojado y en algún tramo embarrado pero se marcha bastante bien. Nos adentramos en otro bosquecillo que va siendo la tónica de este Camino. Comenzamos a escuchar unos sonidos estridentes que poco a poco van en aumento turbando el silencio que disfrutábamos. Por detrás del monte nos tropezamos con una cantera de áridos en plena producción donde la maquinaria en movimiento es la responsable de los desagradables sonidos, sobretodo una demoledora de roca blanquísima. La pista se convierte en arena blanca por la que hay que andar con cuidado para no resbalar. Saliendo a la aldea de Llamas. Desentonan estas canteras que se prodigan más de lo que desearíamos entre el verdor del terreno.

Por diversas pistas y sendas llegamos a un paraje donde se halla la Fuente Caliente con área recreativa y mesas. Buen lugar para hacer un receso.

Continuamos ahora por el borde del valle. Un corzo sale del bosque y se nos cruza huyendo aterrado por los bancales de cereal.

Poco después cruzamos la aldea de Casazorrina salvando a la salida el río Nonaya por una rudimentaria pasarela de madera apropiada para tomar unas fotos.

A partir de aquí, el camino se desvirtúa bastante a causa de las obras de construcción de la nueva autovía hacia La Espina, lo que nos obliga a dar un buen rodeo al quedar cortado el Camino.

Finalmente conseguimos alcanzar la carretera que cruzamos siguiendo por una senda muy cerrada por la maleza y entrando en Salas por una carretera comarcal cuando son las 12:35 horas.

En un bar nos tomamos unas cervezas y unos pinchos y en el ínterin aprovecho para cambiarme de camiseta que se encuentra totalmente empapada en sudor y a las 13:00 horas nos acercamos a un restaurante que está junto al arco de la puerta de salida del pueblo hacia La Espina. Entre los primeros platos del menú está el cocido. Juan y yo no lo dudamos y lo pedimos mientras Pepe más juicioso se toma una ensalada de pasta. Pienso que he comido demasiado para abordar los 18 km que restan para llegar a Tineo. Ya veremos como se presenta la digestión.

Salimos de Salas bajo el arco que comunica el Palacio de Valdés con una torre medieval, y enseguida emprendemos la subida al Alto de La Espina que discurre por una pista entre bosque de castaños y robles y el murmullo de la corriente del río Nonaya. Las primeras rampas no son muy exigentes pero lo peor está por llegar –nos informa Juan-. Después de 3 km de ascenso salimos a la carretera nacional a la altura de El Llanón. Los últimos 300 metros han sido los más duros. Advierto que me cuesta digerir el cocido. Ya veremos. Paramos unos minutos a tomar aire. Los garbanzos deben estar removiéndose en mi estómago sin poder ser metabolizados adecuadamente. Empiezo a preocuparme.

Seguimos durante unos 1200 metros por la peligrosa carretera con escaso arcén por donde caminar algo seguros pero afortunadamente la pendiente es suave. Una pista que nace a la izquierda junto a una vieja construcción señalizada por un mojón nos salva del peligro. Pero todo no van a ser alegrías. Todavía tenemos que sufrir porque fuertes rampas se suceden antes de alcanzar el poblado de Porciles ya en terreno llano. Los molinos eólicos que se alinean en la loma a nuestra izquierda no paran de dar vueltas. La temperatura va descendiendo conforme transcurre la tarde y mi cuerpo se va destemplando por momentos. Al final, el cocido me ha pasado factura. Me está costando Dios y ayuda hacer la digestión. Tengo ganas de llegar a algún sitio donde descansar y tomar algo para aliviar el malestar de estómago. Pero La Espina se resiste. Se nos hacen eternos los 8 km que separan Salas de La Espina. Cada paso que doy es un verdadero suplicio para mí.

En La Espina entramos en el primer bar que encontramos donde me pido una coca-cola del tiempo que tomo poco a poco para tratar de recomponer la digestión. Todavía nos quedan 11 km para llegar a Tineo.

En la travesía de La Espina nos cruzamos con la pareja francesa que piensan quedarse a pasar la noche en un hostal. Poco después nos alcanza un bicigrino con el que conversamos unos minutos. Todo esto ayuda a aliviar los kilómetros pero yo me voy sintiendo cada vez peor. No sé por qué pero en todos mis Caminos he padecido complicaciones de estómago en algún momento.

A la salida de La Espina, las señales nos desvían a la derecha por un camino con bastantes tramos embarrados. El bicigrino también se mete por él. Con el barro que hay lo va a pasar mal.

Los metros no ya los kilómetros se me están haciendo eternos. Maldito cocido!!. A Juan sin embargo parece como si no fuera con él. Qué suerte!!. Después de pasar por La Pereda y El Pedregal encontramos a unos lugareños que nos animan diciéndonos que solo nos queda una media hora para llegar. Eso me da fuerzas. Aprieto los dientes como en mis momentos más difíciles y a pesar de las molestias estomacales y el dolor de piernas y espalda sigo adelante con paso mas acompasado. Juan y Pepe hacen verdaderos esfuerzos para seguir mi marcha. En esta ocasión no quieren dejarme solo dándose cuenta de lo mal que voy. Juan recibe una llamada de Rafael desde Castellón interesándose por nuestra situación. Pregunta por mí pero no puedo ni verme y eludo ponerme, no tengo fuerzas ni para hablar.

Cuando nos falta 1 km para llegar a Tineo, recibo una llamada de mi hija Loli de Zaragoza que no tengo mas remedio que atender sin demostrar signo alguno de debilidad. No me salen las palabras del cuerpo pero no quiero que se de cuenta. Poco a poco el sonido de música verbenera va llegando a nuestros oídos, ya debemos estar muy cerca. La música cada vez se hace mas intensa. Se trata de una verbena que celebran los vecinos de Tineo en una explanada que existe junto a la ermita de San Roque. A esa pradera le llaman la “playa” de Tineo. Se lo están pasando en grande bailando al son de una orquesta verbenera pero yo lo que quiero es llegar cuanto antes al Albergue.

Tras un descenso pronunciado llegamos por fin al Albergue de Mather Christi ubicado en el Barrio del Viso. Ha sido una larga etapa complicada sobretodo para mí. He llegado al límite de mis fuerzas. Ya veremos si consigo recuperarme.

En el coqueto albergue se encuentra una pareja guipuzcoana, un suizo y una francesa.

Nos damos una buena ducha y después de hacer la colada y de charlar un rato con nuestros nuevos compañeros nos acercamos al Restaurante Don Miguel. La verdad es que tengo pocas ganas de comer, el estómago sigue revuelto. Una ensalada, por comer algo, va a ser más que suficiente. Advertimos la presencia en el comedor de una pareja de peregrinos franceses de edad madura que nos saludan. Deben estar hospedados en el hotel.

Hoy más que nunca debo acostarme pronto. Además el ambiente en el exterior se muestra frío. Así que al Albergue, conexión al respirador y a intentar recuperarme. Ha sido una etapa de muy señor mío.

Buenas noches y hasta mañana

02etapa

Tineo – La Mortera

Parcial 21,8 km; Totales: 541,9 km; Restan: 240,4 Km

El Camino Primitivo (3)

Hoy no hay necesidad de madrugar tanto. Sobre el papel, la etapa no reviste demasiada dificultad. Menos mal que he dormido casi de un tirón pero las molestias estomacales no han terminado de desaparecer. A partir de ahora, habrá que ser prudente con la comida.

A las 07:30 horas ya nos encontramos en el Bar Don Miguel desayunando junto al matrimonio mayor francés que nos dan los buenos días con mucha cortesía. Un cuarto de hora después iniciamos la etapa.

Como el Albergue se encuentra en un barrio de Tineo, debemos acercarnos primeramente al centro del pueblo, concretamente a la Plaza del Ayuntamiento. Desde ahí se toma a la derecha la Travesía de la Torre con fuerte repecho en busca del Camino de la Sierra pasando junto a la IglesiaParroquial de San Pedro con crucero en el atrio. Allí está situada una vieira que señaliza la salida, dejando atrás enseguida las últimas casas de Tineo y marchando por el Camino de la Sierra a media ladera del monte.

A unos 500 metros de la Iglesia nos encontramos a la derecha con la Fuente de San Juan donde nos avituallamos de agua. Junto a la fuente hay una capillita con la imagen de San Juan. Pepe no duda en hacer unas fotos. Hoy el cielo está radiante, vamos a tener un día precioso. Continuamos a media ladera bordeando el Alto de Navariego. La panorámica hacia la izquierda es magnífica. Juan y Pepe se quedan un poco rezagados. Como siempre sigo mi ritmo, ya me alcanzarán. Paso junto a un indicador donde se puede leer “Mirador de Letizia”. Desde luego la vista que se divisa merece el nombre de la princesa consorte. A lado, en la pared de una casita alguien ha escrito: “Aquí viven los últimos de Filipinas”, curioso de verdad. Sigo mi marcha entre robles en continuo ascenso bordeando la montaña. Poco después me dan alcance Juan y Pepe. Conforme vamos ganando altura las vistas panorámicas mejoran. Qué bien se camina por estos parajes. Todo está tan verde!!  Los pájaros trinan sin parar amparados en la hermosa mañana y las vacas pacen sin preocupación en los pastos de las laderas. Un paisaje espectacular. Quizá el más claro de los contemplados hasta el momento en el Camino Primitivo.

A 5 km de Tineo alcanzamos el Alto de La Guardia situado a casi 900 metros de altitud. Aquí ya se acabó la arboleda. Estamos en la cumbre y como es normal el terreno está muy pelado. El escenario se abre abarcando tal amplitud que pueden verse hacia el sur la Cordillera Cantábrica limítrofe con León y hacia el oeste la sorprendente Sierra de Hospitales que mañana tendremos que superar.

Cresteando la sierra recorremos en descenso los 1800 metros que nos separan del cruce de Piedratecha, tomando la carretera de la derecha. A unos 500 metros dejamos el asfalto un camino que sale a la izquierda y que desciende fuertemente hacia el fondo del valle a través de un frondoso bosque de robles, hayas y abedules cuyas copas impiden el paso de los rayos solares. Hoy vamos disfrutando verdaderamente del entorno, y además acompañados del continuo trino de los pájaros. Atrás quedaron el orbayo y la molesta niebla.

A unos 1000 metros de la carretera, llegamos a un indicador que señala hacia la derecha en dirección al Monasterio de Obona. Aquí hay que decidirse por visitar el Monasterio o seguir el camino hacia la izquierda. Después de pensarlo un poco, optamos por seguir el Camino. En otra ocasión visitaremos este importante enclave.

Siguiendo la pista bordeando otra ladera, vamos ascendiendo suavemente hasta llegar a Villaluz donde irremisiblemente salimos de nuevo a la carretera y pasando por Vega del Rey, Berrugoso y Las Tiendas, llegamos a Campiello a buena hora para almorzar. Llevamos 14 km recorridos.

En Campiello hay dos tiendas de ultramarinos-bares, una frente a otra. Optamos por Casa Maximino ya que según dicen, Herminia, propietaria de la de enfrente, es algo pesetera.

Nos pedimos una tortilla de patata y acertamos, estaba sabrosa de verdad. Yo no me excedí porque todavía no encontraba el estómago en condiciones. Son las 12:15 horas cuando aparece el matrimonio francés. Ellos van a su paso pero llegan igual a todas partes. Pepe obsequia a la mujer con una flor silvestre que toma entre su mano con alegría. Nos encontramos a gusto, pero todavía faltan casi 5 km para llegar a Borres así que no hay más remedio que continuar.

Sigue la carretera. Yo me adelanto ya que Juan se queda a charlar con unos vecinos del Fresno. De nuevo estoy deseando llegar. A la salida de El Fresno viene una bifurcación con las flechas que parecen indicar a la derecha. Siguiendo las indicaciones, camino durante unos 200 metros sin volver a ver señal alguna, voy solo y no me fío. Así que vuelvo sobre mis pasos hasta tropezarme con Juan y Pepe que acaban de dejar la conversación. Efectivamente es por donde yo iba.

A unos 300 metros de la bifurcación viene una curva cerrada donde un mojón nos indica un caminillo que sale hacia la derecha que 1200 metros más adelante nos deja en Borres. 600 metros antes de llegar a Borres, justo donde existe una fuente a la derecha del camino, está el indicador del Albergue. En Borres preguntamos por el mejor camino para llegar a La Mortera. Sin lugar a dudas, la carretera –nos dicen- la tienen a unos 3,5 km. En este punto terminan los grandes valles para dejar paso a terreno mas abrupto y montañoso.

Vamos a paso ligero adentrándonos en la sierra. El calor va en aumento por lo que estamos deseando llegar. A las 14:00 horas entramos al Bar Boto de La Mortera.

Yo llego muy cansado y con las molestias del estómago que no terminan de irse y me preocupan.

Nos recibe la buena de Elena, una mujer entrada en años menudita y desenvuelta a pesar de su edad que con su hermana Maruja continúan llevando la única tienda de ultramarinos-bar existente en muchos kilómetros a la redonda. Le da mucha alegría volver a ver a Juan. Al reparar en la escayola de su brazo, se interesa de inmediato por él. Lamentablemente no tienen preparado nada para comer, pero no importa porque ya casi lo hemos hecho en Casa Maximino. Tanto Elena como Maruja se desviven por atendernos. Irradian cortesía por todas partes. No suelen albergar peregrinos, pero tratándose de Juan nos ofrece dormir en una cochera contigua al bar. El local no reúne las condiciones mas adecuadas para el descanso que necesito y además no hay corriente eléctrica para enchufar el respirador del que ya me costaría mucho separarme durante la noche. Unas viejas colchonetas sobre el suelo de piedra y agua fría es lo que nos pueden ofrecer. No pueden dar más que lo que tienen. En otra situación no me hubiera importado compartir con Juan y Pepe el espacio pero teniendo Pola de Allande a 11 km creo que lo mas juicioso, y en eso están de acuerdo ellos, es tomar un taxi y dormir allí. Me cuesta trabajo mostrar mi agradecimiento a las hermanas y al mismo tiempo disculparme por haber declinado su ofrecimiento. Son en estas circunstancias cuando más cuesta elegir las palabras idóneas para excusarte sin herir la sensibilidad de la parte contraria. Afortunadamente, ellas son comprensivas y aceptan de buen grado mis razones. La misma Elena se presta amablemente a contactar con el taxista Luis.

A las 16:00 horas parto en el taxi hacia Pola. Resulta que el taxista es concejal del Ayuntamiento y está muy involucrado por la realidad jacobea. Durante el trayecto me va explicando los proyectos en relación con los peregrinos que día a día van aumentando. Van a abrir un albergue en la misma Pola y otro en Berducedo aprovechando las antiguas escuelas. Es una pena dejarlas abandonadas a su suerte teniendo necesidad de locales para alojar a los peregrinos. Por lo menos se mantendrán en pié. Una buena idea a imitar por otras poblaciones de este Camino Primitivo. En esto que veo al matrimonio francés con paso reposado acercándose a su final de etapa. Qué paisaje más bonito!!. Casi a la entrada de Pola, reparo en un caserón en lo alto de un cerro. Es el Palacio de Cienfuegos –me informa Luis- data del siglo XIV y está totalmente abandonado. Es una pena. A ver si alguien se compromete a restaurarlo y dedicarlo, por ejemplo, a hospedería. Creo que sería un éxito porque desde el privilegiado lugar donde se asienta se domina la villa y el valle.

En el pueblo me deja en La Nueva Allandesa donde pido alojamiento. Quedo con el taxista en que venga mañana a recogerme a las 06:45 horas, para retornar a La Mortera.

Después de darme una ducha de campeonato, me acuesto a descansar el cuerpo y sobretodo las piernas que se lo merecen.

Una vez descansado, bajo al bar donde encuentro al matrimonio francés departiendo con otros peregrinos. Me dicen que desde La Mortera a Pola hay tres subidas con sus correspondientes bajadas de respeto. Han llegado muy justitos, pero aquí están como si nada.

Mientras me tomo un café con leche pienso en las etapas transcurridas y lo lejos que queda ya Madrid. Aunque no estoy al 100% de facultades, por lo menos he sabido capear el temporal y salir indemne de todas las contrariedades que me han sobrevenido.

Salgo a la calle a pasear un rato por tan hermoso pueblo. El café con leche no me ha sentado muy bien. Vaya por Dios!! Y es que el estómago todavía lo tengo algo revuelto. Hay varios peregrinos, todos ellos extranjeros, que han preferido quedarse en el pueblo a pernoctar en el Albergue de Peñaseita. Es un pueblo muy pintoresco surcado por las agitadas aguas del río Nisón que desciende desde el Alto del Palo. Pero la tarde se está volviendo fría y no da nada de gusto deambular por sus calles. Lo más oportuno es refugiarse al calorcillo del bar y esperar la hora de la cena.

La cena insuperable. De menú: pote asturiano, pudin de verduras y berza rellena de carne. Como veis todo dentro de la gastronomía asturiana pero elaborado con mucho cariño. Los extranjeros se vuelven locos con la cena que apuran hasta no quedar una migaja en los platos. Tenemos que ofrecerles –me dice el camarero- lo típico de aquí. Esto no lo comen en sus países. El pote asturiano que hacemos ha cogido fama, figúrese que el entrenador del Málaga C.F. mandó con el coche a su chofer al solo objeto de recoger unas cuantas raciones para una celebración. Lástima que yo no pude saborear a conciencia la cena a causa de mi estómago.

Una vez concluida la cena, a acostarse que mañana habrá que madrugar un poco y tenemos la travesía de la Sierra de los Hospitales.

Buenas noches y hasta mañana.

03etapa

La Mortera – Berducedo

Parcial 23,5 km; Totales: 565,4 km; Restan:216,9 Km

La ruta de los Hospitales

Hoy he dormido de lujo. A las 06:00 horas me levanto bastante recuperado. Una buena ducha y el desayuno que me ha dejado el camarero en la habitación, son suficientes para iniciar una jornada que promete ser interesante, por lo menos sobre el papel.

A las 06:45 horas se encuentra como un clavo Luis el taxista ante la puerta del hotel. El día no es ni mucho menos el de ayer. Lamentablemente la niebla ha hecho acto de presencia y se esparce por las laderas de las montañas. Durante el trayecto, y ante el temor de una posible pérdida por los Hospitales, Luis me tranquiliza diciéndome que el recorrido está perfectamente señalizado. Por lo menos hasta el límite del término municipal de Pola –agrega Luis- está marcado para tontos. No era esa la idea que yo tenía –le contesto-. Ha sido recientemente marcado con estacas –continúa Luis-.

Conforme vamos ganando altura hacia La Mortera, la niebla se va haciendo más densa. Dudo que con la visibilidad que hay podamos acometer la subida. Demasiado riesgo, pienso yo. Tengo entendido que la niebla es el peor enemigo para afrontar con éxito la subida a Hospitales.

Cuando llegamos a La Mortera, Juan y Pepe están terminando el opíparo desayuno que les ha preparado Elena. Mal día para subir a Los Hospitales –nos dice Elena- yo que ustedes esperaría un rato a ver como se desarrolla la mañana. Nos quedamos pensativos esperando lo peor pero media hora después Elena nos dice que ya podemos salir, predice que la niebla irá desapareciendo conforme transcurra la mañana.

A las 07:30 abandonamos el Bar Boto no sin antes despedirnos de la buena de Elena que tan atenta ha sido con nosotros. Por si fuera poco, nos ha proporcionado un bocadillo a cada uno.

Partimos en dirección a Pola y a unos 200 metros se toma una carretera a la derecha que tras un fuerte repecho de 100 metros nos deja en la Ermita de San Pascual donde recuperamos las señales jacobeas. La niebla se “masca” y no nos permite ver mas allá de los 50 metros. Además la temperatura es tan baja y húmeda que nos hace ir abrigados de verdad. Incluso tengo que ponerme la braga y los guantes.

Una vez en la Ermita, el camino gira a la izquierda por una pista que poco a poco va remontando la ladera. Vamos casi a ciegas. Menos mal que Luis el taxista tenía razón y cuando pasamos una estaca ya estamos viendo la siguiente. A 3 km de subida constante aunque llevadera, llegamos al paraje denominado La Paradiella donde se inicia una suave y corta bajada en la que nos podemos dar un respiro para inmediatamente acometer una ascensión importante durante al menos 1 km hasta unos pinos bajos que destacan a duras penas entre la niebla. Qué lástima no poder contemplar el paisaje que dicen es espectacular. Pero lamentablemente seguimos sin ver nada a dos palmos de distancia.

Desde los pinos y en constante subida llegamos 2 km más arriba a las ruinas del que fue Hospital de peregrinos de Fonfaraón donde hacemos un receso para tomar aire y agua y descansar un rato. Solo podemos ver un pequeño refugio de piedra y unos ribazos bastante deteriorados por los alrededores. Son las 09:30 horas. Con visibilidad normal hubiéramos visto, por detrás del refugio, la silueta cónica y pelada del Pico de Hospitales con una cota de 1200 metros.

Cuando reanudamos el Camino, somos protagonistas de una estampa que no olvidaremos mientras vivamos. Como por encanto, aparece a nuestra vista la imagen difusa de una manada de caballos entre la niebla, unos trotando y otros pastando en la braña. Una imagen irrepetible que nos compensa de todas las demás vistas que hubiéramos podido contemplar con buena visibilidad.

Cresteando por la sierra, llegamos a la altura del segundo Hospital de Peregrinos, el de Valparaíso, situado a 1,5 km del primero que se distingue a duras penas por las piedras desperdigadas que existen en el prado casi sin cerca.

A 2,5 km de este segundo Hospital llegamos a la Laguna Grande, también llamada de La Marta , son las 10:35 horas. En la ribera de la laguna, cuyas aguas se encuentran muy sucias, descargamos las mochilas para tomar un bocado del suculento bocadillo proporcionado por Elena. Seguro que estará pensando si nos habremos perdido. Si hubiera cobertura la llamaríamos para dar señales de vida pero las ondas no llegan a estos recónditos parajes. La densa niebla movida a ras de tierra por el viento, que ha comenzado a soplar, hace que la estancia junto a la laguna sea bastante molesta. Además, al estar sudados, sentimos bastante frío aquí parados. Hay que apurar lo más rápido posible los bocadillos y continuar si no queremos pillar algo indeseable. Pepe se dirige al otro lado la laguna para sacar unas fotos. Con la niebla que hay, no creo que salga nada. De pronto, llegan a nuestros oídos los relinchos de los caballos. Será posible que nos vayan siguiendo?–pregunta Juan-. De vez en cuando alguno de ellos aparece y desaparece difuminado por la niebla que para ellos parece no ser ningún problema, deben estar acostumbrados. Pastan tranquilamente en las brañas como si la fosca no fuera con ellos.

Guiados por la magnífica señalización, chapeau para los marcadores, reanudamos el Camino por altibajos soportables y a 1,5 km de la Laguna alcanzamos la carretera en el Alto de La Marta.

En el Alto hay que prestar mucha atención. Un mojón situado frente a nosotros a la derecha de la carretera, te dirige por un camino hacia arriba en dirección al Puerto del Palo, es el Camino oficial que “NO DEBERIAS SEGUIR pues darías un gran rodeo”, como bien apunta la guía de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago Astur-Galaica del Interior.. El bueno es el que parte a la derecha entre el mojón y el quitamiedos que en bajada suave bordea la montaña. Hay una flecha amarilla en el quitamiedos y manchas amarillas una vez metidos en el camino.

Mientras descendemos por el sendero, observamos como la niebla se va disipando, dando paso a grandes claros y poco después a un radiante sol que por primera vez en la etapa nos permite contemplar una panorámica grandiosa de la sierra. En las laderas de pronunciadas pendientes pastan a su antojo grupos de vacas y caballos. Y con el gusto de poder ir disfrutando del paisaje, a 1,5 km del Alto de la Marta llegamos a unas sucias charcas donde se chapuzan descaradamente un grupo de vacas. A ver por donde pasamos ahora.

Dando un pequeño rodeo para no molestarlas, franqueamos las charcas dando a un espléndido mirador desde donde divisamos en la profundidad del barranco unas brañas rodeadas de abundante arboleda. Son las Brañas de Vallinadosa hacia donde tenemos que dirigirnos. Por delante de ellas atraviesa una pista donde parece distinguirse un mojón.

Así que ladera abajo, Juan y Pepe se lanzan hacia la pista mientras yo atiendo urgencias. La ladera está casi en su totalidad cubierta de helechos. Observo como Juan y Pepe tiran ladera abajo entre los helechos haciendo eses. Poco después hago lo mismo siguiendo sus huellas y sorteando como puedo las numerosas boñigas sin hacer mucho caso de sendas ni trochas. Hay que descender como sea entre los espacios dejados por los helechos hasta el punto de mira que es la pista junto a las brañas. Es aproximadamente 1 km de descenso. En la pista me esperan Juan y Pepe.

Una vez en ella, a la izquierda advertimos un enorme socavón conocido como La Freita, una de las zonas de minería de oro más importante en la época de los romanos. Nos imaginamos a los esclavos horadando la ladera en busca del preciado mineral.

Tomamos la pista hacia la izquierda que emprende una exigente subida, hasta llegar a una curva cerrada a la izquierda desde donde ya podemos ver frente a nosotros, tras otra gran depresión, el caserío de Montefurado y la traza de la carretera que desciende desde el Puerto del Palo haciendo eses por la ladera. Desde las brañas hasta la curva serán unos 800 metros.

Ahora solo nos queda bordear el barranco hasta alcanzar la carretera, unos 1500 metros desde la curva.

Cruzamos al otro lado de la carretera y después de recorrer unos 300 metros por un sendero llegamos al pequeño poblado de Montefurado, -por lo de los montes de oro –nos aclara Juan-. Aquí es obligada una parada. Es mediodía y aunque el sol luce radiante, la brisa que corre sigue siendo más bien fresca por lo que no es aconsejable desprenderse del polar.

En el pueblo no hay un alma. Debería estar por ahí José, su único habitante, pero no aparece por ningún lado y es una pena porque nos hubiera gustado saludarle y visitar la pequeña iglesia donde dicen que hay una imagen de Santiago muy peculiar. Otra vez será. No obstante entramos al patio de su casa, nos refrescamos bajo el grifo de agua y rellenamos las cantimploras.

Reanudamos el camino por una senda que discurre por una loma en pendiente que al principio se aleja algo de la carretera para después discurrir paralela a ella. Desde la loma advertimos la presencia de un peregrino que viene pisándonos los talones y a punto de alcanzar la carretera por la senda que desciende del Palo, una pareja mayor que nos da la impresión que sea el matrimonio mayor francés.

Poco después el joven peregrino que viene tras nosotros nos alcanza. Se trata de un francés que también ha venido por Hospitales y que nos adelanta en la bajada hacia la carretera que alcanzamos tras él en el Collado del Couso. El joven busca un lugar adecuado para tomar algo pero nosotros preferimos hacerlo en la localidad de Lago de la que nos separa 1,5 km por carretera.. Desde Montefurado han sido unos 2,3 km de senda.

Son las 13:30 cuando delante de un tejo centenario que se encuentra a la entrada del pueblo, Juan pide a Pepe que le haga una foto. Poco después entramos en el bar para comer. A pesar de la niebla hemos llegado aquí sin grandes problemas. Estaba convencido que la subida de Hospitales era mas dura de lo que realmente es.

De menú tenemos macarrones con tomate y huevos fritos con patatas y jamón. Muy adecuado para recuperar calorías. En vez de los huevos fritos yo me pido tortilla a la francesa. No me fío, ahora que el estómago se encuentra mejor, no vaya a ser que recaiga. Por supuesto los huevos son de corral. El color amarillo intenso de la tortilla delata su “noble” procedencia. Hacía tiempo que no los comía. Advertimos como un bicigrino que come en la mesa de al lado, devora la gran fuente de macarrones que le han puesto dejando limpio el plato. Al poco rato entra el matrimonio francés. Efectivamente eran ellos los que veíamos desde la loma de Montefurado.

Concluida la comida y tras un oportuno descanso, reanudamos el Camino. A la salida de Lago, se toma una senda que sale por la derecha de la carretera y que en 800 metros se interna por un frondoso pinar maderero. Da gusto caminar a la sombra de los pinos. A la salida del pinar viene un tramo de carretera y por una pista que sale por la izquierda nos lleva directamente a Berducedo (a unos 4 km de Lago).

En Berducedo entramos en el bar de la Sra. Amelia que nos atiende muy bien. Llevamos unos 24 km recorridos y no quisiera pasarme, precisamente hoy que parece que me encuentro mejor. Así que decidimos que yo me quede allí si la Sra.Amelia me ofrece una cama. Como era de esperar no tiene ningún inconveniente de cederme una habitación de su propia casa para quedarme a pasar la noche. Juan y Pepe compran provisiones para cenar porque desconocen lo que les deparará el destino en el Albergue de La Mesa. Quedamos en que mañana saldré a las 06:30 horas para llegar a La Mesa una hora después y emprender juntos la siguiente etapa.

Mientras espero en la tienda a que la Sra. Amelia atienda el negocio, llega un joven peregrino sevillano reventado. Dice que hoy ha salido de Tineo. Así viene él!! Ya veremos si no tiene que retirarse. Me dice que quería comprobar sus fuerzas hasta donde le llevarían. Y además quiere llegar a La Mesa. Creo que has cometido un gran error amigo mío –le digo- al Camino no se viene a competir. Me contesta que sí, que lo sabe, pero quería probarse. Allá él. Cuanto me queda para La Mesa?.me pregunta-. Unos 4 Km –le respondo. Después de hacerse con unos víveres se aleja renqueando. Buen Camino, amigo!!, pero todavía tienes mucho que aprender de él.

Una vez solo en la habitación me doy una buena ducha, creo que la mejor del Camino y me tumbo a sestear hasta las seis y media. Salgo al exterior a disfrutar del sol pues ha quedado una tarde espléndida. Me decido a dar un paseo hasta encontrar la salida del pueblo por el Camino. Paso por la iglesia en cuyo porche leí en algún sitio que había pasado la noche algún peregrino.

De vuelta, dirijo la mirada hacia las cumbres de la Sierra del Palo donde vuelve a asentarse bancos de niebla. Ya veremos mañana lo que me reserva el tiempo.

En el bar de la tienda me siento a escribir un poco pero Amelia tiene ganas de charla y no tengo más remedio que atenderla. Me cuenta su vida en el pueblo. Sus negocios con las vacas. Ahora solo criamos vacas para carne –me dice- dan menos trabajo que las lecheras. A nuestros años hay que descargarse de trabajo pues los jóvenes emigran a las ciudades, no quieren el campo ni en pintura, solo para descansar unos días. Es verdad –le contesto- deben ser muy duros los inviernos por estas tierras. Le pregunto por José de Montefurado. Hoy no le hemos visto –le digo-. Estaría cuidando las vacas. Hoy ha ido su hermana. Va un día a la semana para dar un repaso a todo. Para mis adentros pienso para comprobar si su hermano sigue vivo.

Charlando, charlando va cayendo la tarde. Es hora de cenar. Amelia me sirve un caldo calentito, una tortilla de patatas y carne guisada que ingiero con prudencia, no quisiera recaer.

Y sin más a dormir bien abrigado pues la noche se ha vuelto fría. Mañana hay que madrugar.

Buenas noches y hasta mañana.

04etapa

Berducedo – Grandas de Salime

Parcial 22,5 km; Totales: 587,9 km; Restan: 194,4 Km

Las hogueras de San Juan

Esta noche he dormido de un tirón. La Sra. Amelia me espera en la cocina donde me sirve un buen desayuno. A la pobre la he hecho levantar más pronto de lo que acostumbra. Después de pagarle le agradezco sus atenciones. Ha vuelto la niebla –me dice- le deseo Buen Camino. Y a las 06:30 ya estoy saliendo hacia La Mesa.

Envuelto en la niebla, paso por la fuente y la Iglesia donde la calle inicia una subida hacia el monte. Al pasar las últimas casas del pueblo comienza un camino que remonta la ladera hasta lo más alto donde se interna en un pinar desembocando en la carretera. Gracias a la estupenda señalización no da lugar a perderse. Tomo la carretera hacia la izquierda y tal como tenía previsto, a las 07:30 horas, me encuentro entrando en La Mesa. La niebla continua espesa. Inmediatamente busco a Juan y Pepe que se encuentran en el exterior del Albergue esperándome.

El albergue no está tan mal. Es pequeño pero apañado. Allí se encuentra pensativo el joven sevillano. Llegó casi de noche –me comenta Pepe- y después de asearse estuvo haciendo yoga. Estaba desencajado. Veremos hasta donde llega. En La Mesa existe también una Casa rural (La Rectoral) pero solo dispone de 4 habitaciones que suelen estar reservadas por los guiris. Dan de cenar y desayunar.

A las 07:40 horas estamos saliendo por la carretera hacia el Alto de Buspol. Es una subida exigente de unos 1200 metros desde La Mesa. Por el Puerto pasan unas torretas de alta tensión. Oímos el ronroneo de los molinos eólicos que deben estar por alguna parte aunque la niebla nos impide verlos.

En el puerto, tomamos un camino por la derecha ya en descenso y 800 metros después pasamos por una casa que forma parte del poblado de Buspol que debido a la niebla no conseguimos distinguirlo. Se sigue sin ver a dos palmos de distancia. A unos metros de la casa nos encontramos con la pequeña Ermita de Santa Teresa y Santiago construida con losas de piedra y tejado de pizarra, haciendo una parada para ver su interior por una ventana junto a la puerta. Un interior muy primitivo en el que distinguimos las imágenes de Santiago y Santa Teresa sobre el altar adornado con jarrones de flores.

Transcurridos unos metros por terreno llano entre ribazos de losas de piedra comienza la pendiente propiamente dicha. La visibilidad sigue siendo totalmente nula. A unos 850 metros de la Ermita, el camino desemboca en una pista que tomamos a la izquierda, en la que la pendiente se muestra con mayor crudeza. A unos 1500 metros de bajada y tras una curva muy cerrada a la izquierda nos internamos en un pinar. Después de muchas revueltas que algo alivian la fuerte pendiente y de andar unos 1400 metros desde la curva de entrada al pinar nos encontramos casi a la orilla del embalse a la altura del antiguo poblado de Salime, hoy totalmente en ruinas. De vez en cuando asoman las aguas del embalse entre los bancos de niebla que se desplazan con el viento. Unos 600 metros después llegamos a una curva muy cerrada a la izquierda donde advertimos en la ladera un alto ribazo en círculo construido con piedras y losas. Se trata de un viejo cortín, un colmenar protegido para evitar que los osos pudieran acceder en busca de la preciada miel, bocato de cardinale para ellos. Los cuadriceps han tenido que trabajar lo suyo para vencer la bajada, pero se están portando.

A unos 1500 metros del cortín, entramos en un frondoso bosque de castaños que en esta época se encuentra en plena floración dando unas coloraciones sorprendentes. Nos introducimos en el bosque por un sendero que sale de la pista por la izquierda y zigzagueando bajo las frondosas copas de los castaños, alcanzamos por fin la carretera. Es un tramo precioso de unos 800 metros. Son las 10:15 horas, por lo tanto hemos invertido dos horas y media para llegar a este punto desde La Mesa. Desde el Alto de Buspol han sido 9 km.

Una vez en la carretera andamos unos 300 metros para acceder, por un estrecho túnel horadado en la roca, a un mirador desde donde podemos contemplar con detenimiento la impresionante pared del dique del embalse de Salime y abajo la central eléctrica. 400 metros más adelante llegamos a la mediana del dique.

Desde aquí, se inicia una remontada por la carretera que discurre paralela al embalse lo que contribuye a seguir admirando bellas vistas. La niebla nos ha dejado dando paso a un sol radiante aunque los bancos siguen por las alturas. A 1 km del dique, llegamos a un antiguo Hotel con bellas vistas al embalse que se encuentra cerrado a cal y canto. No obstante, hacemos una parada técnica para reponer fuerzas. Sentados en las escaleras de acceso al hotel, damos buena cuenta de la bollería adquirida en Berducedo, tabletas energética y sobres de “Flectomín”. Mientras nos encontramos en pleno almuerzo, nos pasan una pareja de peregrinos austriacos que han dormido en “La Rectoral” de La Mesa. El va con la cabeza rapada al cero aguantando el fuerte ritmo que impone ella.

Seguimos ascendiendo y a 900 metros del Hotel después de una cerrada curva que salva un ramal del embalse, nos detenemos en un mirador que parece haber sido construido a propósito de dar un último vistazo al embalse. Observamos la pronunciada y escabrosa ladera por la que hemos descendido del Alto de Buspol que sigue cubierto por la niebla.

Seguimos ascendiendo bordeando el embalse. El almuerzo nos ha dado nuevos bríos que hacen que nuestra marcha sea muy viva. Tenemos a los austriacos en el punto de mira y los alcanzamos sin problemas. Es uno de los días que mejor me encuentro y esta vez no tengo problemas para seguir el ritmo de Juan. A 2,3 km llegamos a otra curva de las de herradura donde advertimos una desviación que en fuerte bajada debe ir a dar al embalse al lugar donde se encontraba el desaparecido pueblo de Salime. Si las informaciones que tenemos son ciertas, muy pronto se podrá salvar el embalse en barca saliendo a este lugar con lo que se evitaría un gran rodeo.

Desde la curva, seguimos soportando la cuesta, menos mal que vamos arropados por los castaños que se prodigan a ambos lados de la carretera. A la salida de una curva de 90º a la izquierda ya podemos divisar Grandas de Salime que tenemos a tiro de piedra, solo nos queda superar los últimos 400 metros de carretera y casi 300 metros de acceso al pueblo para encontrarnos junto al Ayuntamiento. El reloj de la Colegiata nos da la bienvenida con las campanadas de las doce en punto. Han sido 6 km de constante subida desde el dique.

Inmediatamente accedemos al Albergue que está ubicado en los bajos del Ayuntamiento. Somos los primeros. Observamos que todo se encuentra muy limpio. Deben haber dado una buena limpieza recientemente. Porque las referencias que teníamos de este albergue no eran muy buenas.

Una vez duchados y de haber dejado tendida la colada, nos acercamos al Museo Etnográfico. En el Museo recibimos la ayuda de una guía que nos va instruyendo por las distintas dependencias. Todo el conjunto gira en torno a la sociedad rural tradicional asturiana que hasta no hace muchos años era el modus vivendi en el campo. Se trataba de una economía de subsistencia en la que la mayor preocupación era conseguir el autoabastecimiento para no depender de los comercios y mercados locales. La casa, en la que se incluía tanto la vivienda y los residentes en ella como las tierras, ganados, árboles y utensilios, tenía el nombre de la familia propietaria. Además de cultivar la tierra y criar el ganado, tenían que amasar y cocer el pan, matar los cerdos para fabricar los embutidos, hilar la lana y el lino para hacerse con la ropa y la elaboración del vino y el orujo. Todas estas labores que exigían unos conocimientos muy amplios, se repartían entre los familiares según sexo y edad. En el museo pudimos ver todo aquello que la familia precisaba. La casa, el hórreo, la panera, el molino, las cuadras, los corrales, las bodegas, cabañas así como todos los aperos y herramientas a propósito y los enseres domésticos. Hasta hemos podido ver funcionar un molino produciendo harina. Todo el conjunto te transporta a tiempos pasados y te da una idea bastante objetiva de la economía de subsistencia. Una visita muy interesante.

De vuelta al albergue vamos viendo como van llegando peregrinos, entre ellos Javi el sevillano, una pareja de amigos catalanes, unos franceses, unos italianos. El albergue está casi a tope.

Es hora de comer. Javi se viene con nosotros al Bar La Arraigada donde comemos con apetito el socorrido menú del peregrino. Javi se encuentra muy cansado, se veía llegar. Ya veremos si no tiene que abandonar. Lo que hizo la primera etapa fue una barbaridad que más pronto o más tarde se paga.

Tras la comida un servidor se va a echarse la siesta. Juan, Pepe y Javi se acercan a un bar para ver por TV el partido España-Arabia correspondiente al Mundial de Fútbol.

Por la tarde termina de llenarse el albergue. Llegan dos peregrinas nuevas, Ana y la noruega Elisabeth que se instalan en la litera próxima a la de Pepe y los dos catalanes. El ambiente peregrino se palpa.

En la Plaza del pueblo actuará un acordeonista que amenizará la noche de San Juan.

Asistimos a Misa en la Colegiata del Salvador, dependiente de la Catedral de Oviedo que en su día contó hasta con 13 canónigos según nos informa el párroco. En la misa coincidimos muchos peregrinos, entre ellos los ovetenses Antolín, Tere y Violeta que se alojan en un hostal. También advertimos la presencia de Aurel, el suizo que coincidimos en Tineo.

Terminada la misa nos acercamos a la plaza donde el acordeonista no se resiste a comenzar una pre-actuación. En la plaza han colocado unos chiringuitos en los que se tira la sidra y te ofrecen los famosos bollos preñaos y otras tapas típicas. El ambiente va in crescendo por momentos. La pira para la hoguera de San Juan va creciendo con enseres viejos que la gente retira de sus casas. En el pueblo más recóndito del territorio español, por pequeño que sea, se celebra la Noche de San Juan, la noche de las hogueras. Y Grandas de Salime no iba a faltar a la cita. Esta noche se avecina una buena.

Nos acercamos a cenar a “La Parrilla” donde no nos atienden muy bien. Parece como si faltase personal.

Mientras anochece nos quedamos por la Plaza junto a los peregrinos conocidos, charlando, riéndonos y escuchando los sones que salen del acordeón del actuante.

Ya entrada la noche, Juan y yo nos retiramos a dormir que mañana tenemos que estar descansados para acometer la subida al Acebo. Pepe tiene ganas de juerga y se queda en la fiesta más tiempo con Aurel ( el suizo loco), y Javi, son más jóvenes y pueden con todo.

Cuando llevo un buen rato en el Albergue tratando de conciliar el sueño, aparecen de vuelta los festeros. Aún a Pepe le queda fuelle para cuchichear y reírse por lo bajinis con Ana y la noruega acompañados del sonsonete de fondo cada vez mas lejano del acordeón hasta que poco a poco vamos todos cayendo en los brazos de Morfeo.

Buenas noches y hasta mañana.

05etapa

Grandas de Salime – Fonsagrada (O Padrón)

Parcial 27,8 km; Totales: 615,7 km; Restan: 166,6 Km

GALICIA

Son las 06:00 horas cuando comienza el zafarrancho de combate en el Albergue. Intuyo que hoy existe mucho nerviosismo por acometer el Alto del Acebo y entrar en Galicia. Cuando salimos al exterior, solo queda en el albergue la noruega Elizabeth y el sevillano Javi haciéndose los remolones.

De nuevo la maldita niebla. No nos la quitamos de encima. Como todo permanece aun cerrado no tenemos más remedio que intentar desayunar por el camino. Dicen que a unos 3 km hay un bar.

El fuerte repecho de la salida de Grandas por la calle del Carmen hace frenar nuestro ímpetu mañanero. Rumbo oeste, alcanzamos la carretera a la altura de La Farrapa (1 km), continuando por la carretera hasta Xerejeira a 3 km de Grandas donde efectivamente encontramos una tienda-bara la derecha de la carretera.

Allí coincidimos con los ovetenses, que vienen siguiéndonos los talones desde Oviedo. En su compañía nos tomamos unos buenos desayunos que calientan nuestros destemplados cuerpos castigados por la gran humedad ambiental.

Seguimos abrigados a tope. Otro día que no se ve a un palmo de distancia. Las señales nos dirigen a la derecha por un tramo que vuelve a dar a la carretera que a partir de aquí alternamos con sendas y pistas. Los matorrales que bordean el camino nos van empapando las perneras de los pantalones. Menos mal que la membrana de gore-tex de las botas hace que los pies vayan secos. 3 km más y estamos entrando en Castro donde pasamos por delante de la puerta del Albergue Juvenil que hace las veces de Albergue de Peregrinos, otra opción a tener en cuenta como fin de etapa.

De Castro salimos en dirección al pequeño poblado de Padraira, situado a 1 km y cuyas casas quedan por debajo del Camino a nuestra izquierda. Siguiendo las señales, pasamos junto a la Ermita de San Lázaro (vinculada a una antigua leprosería), en medio de una espesa vegetación y sin desviarnos por los caminos que van saliendo a ambos lados, seguimos ascendiendo. La pendiente se va haciendo cada vez más severa. El chubasquero nos protege de la niebla, pero por dentro vamos completamente empapados. Se hace muy dura la subida. Para vencerla, ya se sabe, apretar los dientes y “ultreia”.

Después de 3,5 km llegamos a la altura del poblado de Peñafonte que atravesamos. Junto a la última casa del pueblo, salimos a una nueva pista que en dirección sur va remontando en diagonal la ladera del Monte Zarro, llegando a un collado donde se sale a la carretera ( 1,8 km desde Peñafonte).

Cruzando la carretera, arranca un camino. Ahora sí que la pendiente se hace más patente y me hace resoplar.Aunque la niebla no nos permite ver nada, intuimos que vamos llegando a lo más alto de la sierra. Conforme subimos va llegando a nuestros oidos el ronroneo de las aspas de los molinos eólicos que no podemos distinguir a causa de la dichosa niebla que se resiste a abandonarnos. Noto carraspeo en la garganta, algo de opresión en el pecho y destemplanza en el cuerpo. Hoy la niebla se está cebando conmigo y pasándome factura. Han sido 350 metros de subida directa desde la carretera hasta el Parque Eólico y 900 metros más de marcha ascendente en paralelo a los molinos. Es lo más fuerte del Puerto, una cuesta de muy señor mío..

Cruzado el Parque eólico, se inicia el descenso por una buena pista. Por fin pisamos suelo gallego y nos felicitamos de ello a pesar de la forma con la que nos acoge. Juan recibe la llamada de un amigo común de Castellón. Pepe y yo nos adelantamos unos metros y oímos como Juan dice al interlocutor: “Figúrate la niebla que hay que Pepe y Mario se han adelantado unos metros y ya apenas los distingo”.1400 metros más abajo tocamos de nuevo el asfalto ya rebasado el Puerto del Acebo..

Unos 150 metros más adelante aparece entre la niebla, en un recodo de la carretera, una casa que aparenta estar deshabitada. No distinguimos ningún cártel que indique algo, por lo que dudamos, pero un paisano que aparece por casualidad entre la niebla, nos confirma que sí que es un bar y que está abierto a pesar de aparentar lo contrario. Se trata del Bar del Acebo o Casa Pilar.

Inmediatamente entramos en el bar. Voy enteramente mojado por dentro y por fuera y siento frío, un frío anormal. Es la primera vez que lo noto. Ya veremos si me libro de un constipado o, Dios no lo quiera, algo peor. Por si acaso, me cambio de camiseta y calcetines.

En el bar coincidimos con el matrimonio joven francés que ha dormido, comentan que muy bien, en el Albergue Juvenil de Castro. Han estado solos y les han dado de cenar. Están muy contentos del trato recibido. Mientras nos tomamos unos bocadillos de tortilla, aparecen los ovetenses y poco después dos madrileños que han empezado el Camino en Grandas, uno de ellos ya viene con rodillera. Todos juntos formamos una cordial tertulia, cambiando impresiones sobre la subida al Acebo, coincidiendo todos en su gran dureza con el hándicap del tiempo que no acompañaba. Y es que además de haber rebasado los 1000 metros de cota se han aliado contra nosotros todas las adversidades meteorológicas. Pero la Sra. Pilar nos atiende de maravilla y para rematar el almuerzo, nos sirve unos orujos de bienvenida a Galicia que entonan los cuerpos. Buen orujo el gallego. Pero aún nos quedan unos 13 km para llegar al albergue de O Padrón (Fonsagrada) y hay que aligerar.

El Camino continúa por detrás del bar, un corto pero duro repecho que nos deja en una loma desprotegida y agreste. Es un pequeño atajo que evita la carretera durante unos 1400 metros.

Seguimos alternando carretera, pistas y sendas pasando el poblado de Fonfría a 4 km del Bar. 3 km más allá pasamos ante la Ermita  de Santa Bárbara do Camiño en la aldea de Silvela. Desde Silvela a Paradanova (unos 2,5 km), muy próximo a esta última localidad, en plena Sierra de Follabal, se atraviesa un bosque de pinos encantador, con un sotobosque de helechos muy tupido. Juan y Pepe se han quedado adrede algo rezagados. Es de las pocas ocasiones que me han dejado solo por delante y ello me permite gozar el paisaje en solitario. Los helechos forman una alfombra que invade a tramos la estrecha senda. Una estampa inolvidable!!. Ya cerca de la carretera se desemboca en una pista donde nos reagrupamos

.            Llegando por un embarrado camino a Paradanova, ya podemos contemplar, en lo alto de un promontorio, las primeras casas de la localidad de Fonsagrada. La niebla se ha disipado.

Ya estamos deseando llegar, sobre todo yo que sigo con dolor de garganta y molestias en la zona lumbar. Pero lo positivo es que he podido llegar hasta aquí con mas facilidad de la que hacía prever mi estado por El Acebo pero eso sí con las fuerzas al límite.

De Paradanova, sale una pista a la izquierda que cruza el valle durante unos 500 metros desde donde sale un camino a la derecha que se empina de verdad y me hace bajar el ritmo. Juan y Pepe están más enteros que yo y se adelantan. Yo subo a mi ritmo, parando de vez en cuando para tomarme un respiro. Son unos 650 metros, que a mí se me hacen eternos. La mochila parece haber duplicado su peso. Cuando por fin alcanzo las casas del pueblo donde me esperan Juan y Pepe, hecho una mirada hacia atrás para comprobar que efectivamente me han sobrado aún fuerzas para subir. Con razón dicen por aquí que “a Fonsagrada nunca han bajado los lobos”.

Después de tomarnos unos minutos de descanso, nos adentramos en el pueblo. Desde el ventanal de un bar nos damos cuenta como nos contemplan sonrientes el matrimonio joven francés que están comiendo. Les enviamos con la mano un saludo.

A 350 metros de la salida del camino pasamos ante la”Font Sagrada” y por encima de ella la Iglesia Parroquial donde paramos para preguntar por el cura. Pero el cura no aparece por ninguna parte. Así que a continuar toca. 600 metros de travesía por el dilatado pueblo nos llevan hasta la gasolinera situada a la salida. Las piernas ya van acusando los kilómetros y comienzan a flaquear.. Ahora sí que los tres estamos deseando llegar al albergue. Pero todavía tenemos que salvar 1 km de asfalto para llegar al Albergue situado en la pedanía de O Padrón, al lado izquierdo de la carretera. Son las 14:30 horas.

Después de asearnos, rogamos al funcionario de Protección Civil que se encarga del Albergue que nos lleve al pueblo para comer en Casa Caldeira, donde dice Juan que preparan uno de los mejores pulpos de Galicia. Antes de entrar nos hacemos unas fotos junto al crucero de la plaza. Hoy es el día de San Juan y hay que celebrarlo como se merece.. Tenemos que dar la razón a Juan, el pulpo está exquisito. Coincidimos con un grupo asturiano que también están celebrando algo. El ambiente se anima en los postres. Ellos comienzan a cantar al son de una gaita y como no, nosotros les acompañamos. Faltaría más!! Con lo que le gustan a Juan los canturreos. Le veo disfrutar de lo lindo. Improvisada fiesta de su onomástica que nos hace olvidar la dura jornada. La celebración, como no podía ser de otra forma, concluye con el “Asturias patria querida…” a coro. El Camino se vive con plenitud. Por supuesto, invita Juan, nos lo había prometido.

De vuelta al Albergue, después de habernos surtido de los ingredientes para preparar una ensalada y de bollería y cola-cao para el desayuno de mañana, comienza a caer de nuevo la niebla y a lloviznar, por lo que aligeramos los pasos para no llegar remojados. Allí encontramos a la asturiana Ana y los dos jóvenes catalanes que la han acompañado en la etapa. También se halla el “suizo loco” Aurel y a las 20:30 horas llega la noruega Elizabeth que debe haber salido tarde de Grandas de Salime. Todos juntos preparamos unas buenas ensaladas. Durante la velada, formamos tertulia peregrina. Nos preguntamos por las razones que impulsan a cada cual a hacer el Camino. Cada uno da su particular punto de vista. El “suizo loco” intenta arrimarse demasiado a Ana. No sabe con quien se juega los cuartos. Ana se percata y le hace un expresivo gesto con la mano como cortando el espacio. Soy muy fiel, sabes?-le dice Ana-sin sobrepasarse. Aurel comprende enseguida el aviso y se aparta como si de un calambre se tratara. Superada la incidencia, continuamos la tertulia. Elizabeth se ha bebido ella solita la botella de vino que traía. Así, no me extraña que permanezca en la cama hasta bien entrada la mañana. Qué pasión de los nórdicos por el alcohol!! Ana y Juan polemizan sobre las razones que les han impulsado a hacer el Camino. En el exterior, de nuevo una niebla densa lo invade todo y además está lloviendo. Solo de contemplarlo a través de la ventana me causa helor. Se me van cerrando los ojos y tengo escalofríos. A pesar de la insistencia de Ana por que me quede, muy a pesar mío me excuso. Necesito acostarme y arroparme bien, me duele la garganta y parece que tengo algo de fiebre.

Una vez en la cama y enchufado al respirador, escucho como la tertulia va ganando decibelios. Pero yo me encuentro tan cansado que no es óbice para quedarme dormido. Mañana Dios y el Apóstol dirá.

Buenas noches y hasta mañana.

06etapa

Fonsagrada (O Padrón) – O Cadavo

Parcial 27 km; Totales: 642,7 km; Restan: 139,6 Km

Al límite

No he pasado muy buena noche que digamos. He tenido dificultades respirato-rias, el pecho me oprime y además noto un carraspeo molesto en la faringe. Pero hay que hacer de tripas corazón y levantarse. Los kilómetros irán dando cuenta de mis con-diciones físicas.

Después de un buen desayuno, salimos del Albergue a las 07:15 horas. Ana y los dos catalanes lo han hecho antes. De nuevo la niebla, aunque parece que no es tan densa.

Cruzando la carretera, nos dirigimos hacia el núcleo urbano de O Padrón. Junto a la Iglesia tomamos un camino entre huertos que discurre más o menos en paralelo a la carretera hasta que salimos a ella a la altura del cementerio (900 metros). De momento sin novedad. Vamos bien abrigados pues las alturas por las que caminamos (sobre los 1000 metros) y la niebla, hacen que haga bastante frío, lo cual no es nada bueno para mis dolencias.

Por la derecha del cementerio, tomamos una senda que se introduce en el monte. Durante 600 metros, para salir a la carretera a la altura de una área de descanso. Cruzamos la carretera y tomamos un camino que se interna en el bosque durante 800 metros, donde vuelve a salir a la carretera. 300 metros más adelante, llegamos a una amplia curva donde la señalización nos desvía por un camino a la derecha que pasa entre fincas de cultivo por las proximidades de Villarlongo, pasando por la Ermita de San Isidro a unos 500 metros de haber tomado el desvío.

El camino continua en línea recta, pasando por unas extensas praderías. A la izquierda se nos aparecen las esculturas en piedra de unos toros que asemejan a los de Guisando. Juan no se resiste a montarse en uno de ellos y Pepe aprovecha la circunstancia para hacer una foto. A 1500 metrosde la ermita, llegamos a la de Santiago de Pedrafitelas ya en la carretera por la que andamos unos 600 metros para tomar un desvío a la derecha que nos deja, después de recorrer unos 800 metros en el poblado de Montouto. Después de una corta bajada, seguimos de frente. En lo alto ya podemos ver los molinos eólicos. Seguimos por la pista que asciende y tras recorrer 1300 metros desde Montouto, nos plantamos en lo alto de la loma donde se halla situadas las ruinas del antiguo Hospital de Montouto. Son las 09:00 horas. Hacemos una parada. Junto a las ruinas un dolmen recuerda los túmulos funerarios de nuestros antepasados. Estamos a unos 1000 metros de altura, en un paraje inhóspito donde solo caben los molinos del Parque eólico que giran sin parar. Es impresionante la envergadura de los molinos. Hay que acercarse a ellos para darse verdadera cuenta.Yo me encuentro cada vez peor y temo que el catarro se me haya pasado al pecho. Estoy intranquilo y para evitar enfriarme más, les digo a mis compañeros que voy a continuar despacio mientras ellos se entretienen fotografiando molinos. Ya me alcanzarán, de eso puedo estar seguro.

Inicio la bajada por una pista con mucha pendiente que discurre paralela al Parque Eólico. De nuevo me está costando dar un paso. Bajo con lentitud pues mis piernas comienzan a flaquear y el dolor de la espalda se agudiza por momentos. Estoy deseando llegar al próximo pueblo para descansar bajo techo de algún bar. Compruebo como la aridez de la cima se va convirtiendo en un bosque de pinos con un sotobosque cubierto de helechos. Es curioso observar la cantidad de helechos que pueblan las laderas de las montañas gallegas.

Tras recorrer unos 2 km la señalización me desvía a la derecha por un sendero que conforme va descendiendo en fuerte pendiente se va cerrando de maleza. Voy sufriendo de verdad. Mi cabeza comienza a urdir pensamientos nada halagüeños. Me voy planteando la necesidad de tomarme por lo menos un día de descanso, a ver si mejoro del fuerte resfriado y recupero las fuerzas. Maldita niebla del Acebo!!, aunque los kilómetros que llevan mis piernas también tendrán parte de culpa. Voy separando con los bastones tojos, zarzas y helechos . Me alcanzan Juan y Pepe y reagrupados terminamos la bajada, interminable para mí, hasta salir a la carretera a la altura del poblado de Paradavella.

Son las 09:45 horas cuando entramos en el primer bar que encontramos. Juan me aconseja tomar un taxi hasta O Cadavo y descansar en el Hostal “La Moneda”, cuyos propietarios son amigos suyos. Los que le suministran el orujo que tan buena aceptación tiene entre los amigos de Castellón. Pienso que Juan tiene razón, estoy al límite de mis fuerzas y todavía quedan por vencer el duro repecho de A Lastra y el puerto de Fontaneira. Es inútil seguir machacándome. En el estado en que me encuentro lo más seguro es que no voy a poder llegar. Casi no tengo ganas de abrir la boca. Me tomo un poco de queso y agua. La mujer se nos queja de la soledad que se siente en el poblado y lo duro que es el trabajo de la casa, el bar y la huerta. Juan bromea con el matrimonio, sobre todo con la mujer. Unos sutiles comentarios sobre el “sábado, sabadete…” la hacen ponerse en guardia y llamar la atención del marido con el que intercambia una sonrisa de complicidad. Eso, eso -le dice la mujer- mira lo que dicen, aplícate el cuento. Todos nos reimos por la ocurrencia de Juan y la inmediata respuesta. Todo esto, es el síntoma mas palpable que pasan pocos peregrinos por aquí. Nos comentan que una peregrina acompañada por dos chicos no hace mucho que han estado aquí. Seguro que son Ana y los dos catalanes. El propietario del bar, da la casualidad que es taxista y se ofrece para llevarme a O Cadavo.

Juan y Pepe aprovechan el taxi para despojarse de sus mochilas. Por lo menos harán el tramo más duro de la etapa (unos 13 km) ligeros de peso. Nos despedimos hasta O Cadavo. Al taxista se le ha olvidado recomendarles que tomen la carretera para subir hasta A Lastra. La senda señalizada que sale a la derecha, no tiene sentido. Te hace bajar para después subir en fuerte repecho. No se adelanta nada y es un rompe piernas.

Un poco antes de llegar a Lastra, veo a los dos catalanes tirando de Ana a buen ritmo de subida. Ellos han hecho caso de la recomendación.

Pienso que he hecho bien en dejar de andar porque las cuestas de A Lastra y Fontaneira son de las que se las traen. El taxista me va explicando por donde discurre el Camino. Evidentemente es muy duro.

Llego al Hostal “La Moneda” donde me atiende con amabilidad José Antonio (el hijo del propietario). La ducha me deja casi nuevo porque el resfriado sigue dentro. Entrego mi ropa para lavar y me acuesto a descansar hasta que aparezcan mis compañeros de fatigas.

A las 13:30 horas me llama Juan. Ya han llegado y están en el Albergue. Me acerco para encontrarme con ellos. Están más frescos que una lechuga. No sabes lo bien que se va sin mochila –me dicen contentos-vas como flotando en el aire. Aunque hemos sudado la camiseta sobretodo para vencer el último repecho de A Lastra. Allí nos hemos tropezado con los madrileños exhaustos. Veo a Ana y los catalanes y también a los ovetenses. El Albergue es de lujo, pero no hay enchufes en los dormitorios.

Nos vamos a comer al restaurante del Hostal. De menú un caldo gallego bien calentito y merluza a la gallega. De categoría. Mientras comemos aparecen los ovetenses. Ana y los catalanes se han ido a comer a otro sitio.

La buena comida, se merece una buena siesta. A media tarde, me acerco al Albergue donde formamos una animada tertulia peregrina. Ana se muestra como una persona con una personalidad muy definida. Tiene una escala de valores muy sui generis. Nos dice que ha llegado a conocer a la Madre Teresa de Calcuta con la que estuvo unos días ayudándola. Con Juan continúa su particular polémica espiritual iniciada en O Padrón la noche anterior. Aparece el “suizo loco” Aurel con el que compartimos mesa durante la cena. El solo se bebe una botella entera de vino con el consiguiente efecto. Con la seriedad que se palpa en el ambiente, intenta formar algo de juerga. Juan se pone nervioso y le tiene que llamar al orden. Aquí no –le dice- son amigos y que van a pensar de nosotros. Vamos fuera y allí cantamos y reímos todo lo que quieras. Menos mal que le convence y se aplaca.

Les digo que mañana me voy a tomar un día de descanso. Me iré en autobús a Lugo donde lo primero que haré es ir a que me vea un médico. No las tengo todas conmigo. He llegado al límite.

Después de la cena, ellos se van al albergue y yo me subo a la habitación. Necesito un buen descanso.

Me enchufo el respirador y a dormir si puedo.

Buenas noche y hasta mañana.

07etapa

O Cadavo – LUGO

Parcial 29,3 km; Totales: 672,0 km; Restan: 110,3 Km

Donde el Camino se bifurca

Hoy no tengo prisa en levantarme. Juan no está para tocar diana. A las nueve me doy una buena ducha de agua caliente dirigiendo el chorro al costado izquierdo de mi cuerpo para intentar calmar el dolor que noto en esa zona. En cuanto llegue a Lugo acudiré sin falta al médico.

Desayuno en el bar del Hostal y me tomo un Spidifen. Después a esperar al au-tobús que pasa a las 10:30 horas y aparece muy puntual. Hace sol pero corre una brisa bastante fresca por lo que voy bien abrigado. Se siente uno en ridículo montado en el autobús. Parece que la gente te mira más de la cuenta diciendo para sus adentros: “Me-nudo peregrino!!” Durante el trayecto pienso en las fatalidades de este Camino. Primero fue la ampolla, luego el estómago y ahora el fuerte resfriado. No tengo mas remedio que descansar un día si quiero continuar a pié hasta Santiago -me justifico-.
Después de las montañas llega el terreno más o menos llano de los alrededores de Lugo.

Una vez en Lugo, me dirijo inmediatamente al Ambulatorio de la Plaza de El Fe-rrol. El médico que me atiende me echa una mirada de soslayo como queriendo decir “vaya!, otro loco peregrino” y una vez auscultado me diagnostica un fuerte resfriado y me prescribe seguir con el Spidifen y un antibiótico para evitar males mayores. Me que-do más tranquilo.
Llego al albergue a la una menos cinco, quedan 5 minutos para abrir. El hospita-lero José Antonio, al darse cuenta de mi estado y al decirle que preciso de un enchufe para conectar el respirador por la noche, me asigna directamente la habitación de minusválidos.

Mientras espero la llegada de mis compañeros que ya se encuentran a las puertas de Lugo, hablamos del Camino, sobre todo del tramo que nos falta. José Antonio me hace unas observaciones importantes para el trayecto de mañana. Se muestra como un peregrino veterano y aparenta desvivirse por los peregrinos, aunque siempre dentro de unas normas básicas de convivencia. Por otra parte el albergue está muy bien, el dormitorio general es muy amplio y las instalaciones perfectas y sobretodo tiene la ventaja de estar situado en pleno centro.

A las 13:45 horas, aparece Ana con los dos catalanes. Me dicen que se han cruzado con Juan y Pepe por el Camino. Deben estar el llegar-me informa Ana-. Efectivamente, a las 14:15 horas hacen su aparición cantando para no perder costumbre.

Una vez aseados, nos dirigimos  a Casa Catá, frente al Museo Provincial, donde ya estuve en cierta ocasión con mi familia y se come bien y barato. Nos sirvieron unos callos con garbanzos riquísimos. Lástima que debido a la hora, algunos platos se hallan agotados. De postre, como no, queso del terreno con membrillo casero. En el bar advertimos la presencia de un comensal que destaca entre la clientela y que en compañía de su señora o de lo que sea, se está poniendo en las botas. De la manera con que se muestra, repartiendo miradas a diestro y siniestro e invitando a café y copa, deducimos que debe tratarse de algún cacique o padrino de la zona, es decir, el vértice de la pirámide de la idiosincrasia de la Galicia profunda.

De vuelta al albergue, a echarnos una buena siesta. A media tarde hablamos con José Antonio, que sobre unos mapas por él elaborados, nos explica la etapa de mañana con algunas anotaciones interesantes y nos proporciona un número de teléfono por si necesitamos ayuda. Salimos a patear un poco la ciudad. Mientras Juan y Pepe visitan la Catedral de Santa María yo me acerco a un Mercadona que está próximo a la ribera del río Miño para comprar embutido, queso, pan y agua para el almuerzo de mañana.

En un “ciber” imprimo los pasajes del avión para la vuelta. Ya tenemos el Camino prácticamente resuelto. Las mayores dificultades las hemos dejado atrás.

Para cenar vamos al Bar Manger, recomendado del hospitalero. Durante la cena vemos el primer tiempo del partido del Mundial de fútbol, emitido por TV, entre Suiza y Ucrania. En el restaurante coincidimos con los asturianos que a partir de ahora se separan de nosotros. Van a Melide. También se halla en el comedor la pareja joven francesa que también llevamos coincidiendo desde Oviedo. Nos despedimos de ellos hasta Santiago donde llegarán según los cálculos el mismo día que nosotros.

Hay que aligerar porque el albergue lo cierran a las 23:00 horas. Una vez en el Albergue, Ana nos dice que mañana nos acompañará pues hace el mismo Camino que nosotros y los catalanes se desvían hacia Melide.

Puntualmente, José Antonio cierra el albergue a las once. El “suizo loco” se ha quedado fuera, debe estar viendo el partido de fútbol y se le habrá ido el santo al cielo. Cuando llega al Albergue, se da con la puerta en las narices y comienza a tirar chinas a los ventanales con objeto de llamar la atención de alguien. Ana se percata y le abre. El pobre se ha librado de pasar la noche al raso. Además llega muy abatido. Suiza ha sido eliminada del mundial.

Todos los peregrinos recogidos, a dormir tranquilos.

Buenas noches y hasta mañana.

08etapa

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