Camino de Castellón

NOTA DEL AUTOR

 

“Nos dirigimos
de la mano a Santiago
Luz embriagante”
(Haiku anónimo) 

            Hacía un año que se había fundado la Asociación de Amigos de la Ruta Jacobea “Ultreia-Castellón”. Su presidente-fundador Javier Vicente comenzó la ardua tarea de pre-señalizar el Camino de Santiago a su paso por la Provincia siguiendo trazados que él mismo había recorrido en varias ocasiones por caminos ancestrales e hitos jacobeos investigados por él a lo largo y ancho de la provincia. Fue la llamada que necesitaba para llevar a cabo la idea que me llevaba rondando por la cabeza después de mis Caminos desde Roncesvalles y Somport. −Serás el primer peregrino que emprenda este Camino hasta Santiago−me decía mi amigo Javier.

            Dicen que el primero es el Camino que deja más huella, sin lugar a duda así es. Sin embargo, éste cuyo relato vas a leer, ha sido para mí el más trascendental de todos, al darse la circunstancia de haberlo iniciado en solitario con la mochila a la espalda desde mi propia casa, a la usanza de los peregrinos de antaño.

            Lo que he pretendido con el libro y sería una gran satisfacción para mí haberlo logrado, es compartir mi experiencia, haciendo de alguna forma al lector copartícipe de mi peregrinación, llevándole virtualmente de la mano hasta esa “luz embriagante” de la tumba del Apóstol que irradia sus efectos a todos los confines de la Tierra, intentando hacerle descubrir que el Camino es una de las decisiones más importantes que se puede tomar en la vida. Cuando llegas a esa “luz”, te conviertes en otra persona y quedas enganchado al Camino para siempre.

            Plasmar sobre el papel los apuntes que iba realizando durante el Camino para dotarlos de cierta coherencia y amenidad me ha resultado complicado, espero haber sido capaz de conseguirlo.

            Como podrás comprobar a lo largo del texto, durante el Camino no todo son rosas, también encontrarás alguna que otra espina que tendrás que extraer como Dios te dé a entender, pero ten la completa seguridad de que allá arriba tendrás siempre un amigo, el Apóstol Santiago, que estará siguiendo tus pasos y acudirá en tu ayuda cuando más la necesites. Te lo puedo asegurar.

            La distancia a Santiago de Compostela es de 1075 kilómetros, una distancia bastante respetable. Son muchos días fuera de tu casa, enfrentándote tú solo a las vicisitudes meteorológicas y a las irregularidades del terreno. Habrá momentos en los que te preguntes la razón de estar ahí, te entrarán ganas de abandonar, nos ha pasado a casi todos los peregrinos, pero una vez llegas al albergue final de etapa y te recuperas del cansancio acumulado, notarás que las incertidumbres que padeciste ayer han desaparecido de tu mente. Cuando amanezca el nuevo día, te sentirás completamente seguro de continuar el Camino de las Estrellas que iniciaste con tanta ilusión, hasta postrarte ante las reliquias de Santiago el Mayor.

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1ª Jornada:
Castellón (mi casa)-La Pobla Tornesa

Lunes, 28 de marzo de 2005

Parcial 20 Km; Total 20 Km; A Santiago: 1055 Km

El Desierto de Las Palmas

Son las ocho de la mañana de un lunes 28 de marzo cuando con las credenciales y bártulos de peregrino me dispongo a salir de mi casa Camino a Santiago. Mi esposa Loli me advierte con insistencia que tenga mucho cuidado y que sea prudente. Me despido de ella y traspasando el umbral de la puerta con la mochila a la espalda y mi bordón doy comienzo al que será mi Tercer Camino, el más trascendental para mí.

Ayer domingo me acerqué con ella a la Ermita de Sant Jaume (Santiago) del Fadrell, que como sabéis es el único templo de Castellón dedicado enteramente al Apóstol Santiago. Dista de mi casa unos 3 km y fue un simple paseo, deseaba que el primer sello estampado en la credencial fuera el de esta Ermita que hace de kilómetro cero del Camino de Castellón, pero lamentablemente, el ermitaño nos manifestó que desconocía la existencia del sello. Eso sí, nos abrió la puerta de la capilla y ante el apóstol Santiago representado por sus caracterizaciones mas conocidas, es decir, como “peregrino” y como “matamoros”, le pedí con humildad que me ayudara a conseguir llevar a buen término mi peregrinación y que lo hiciera sin sufrir percance alguno, asi como que cuidara de mi familia durante mi ausencia.

Y volviendo al día de hoy, aquí me tenéis ya en la calle convertido en un peregrino más que quiere convertir en realidad su ansiado sueño de llegar a Santiago a la antigua usanza, tal como lo han hecho a lo largo de siglos miles de peregrinos.

Me dirijo dirección al mar con paso firme y fresco y la mente con el “chip” cambiado para tomar la Ronda Este y por el carril habilitado como andadero, girar dirección norte con la mirada puesta en la silueta de la cadena montañosa que da cabida al espacio protegido del Desierto de las Palmas. Dejo el nuevo edificio del Auditorio a mi izquierda y por la Avenida de Lidón llego a su crucero (con un signo jacobeo en el brazo derecho de la cruz: un pequeño Santiago Peregrino) y de frente la Basílica. Allí sí que solicito que me estampen el sello en la credencial, ¡¡faltaría más!!, el retablo mayor está presidido por la diminuta imagen de la Mare de Deu de Lledó (Lidón), excelsa Patrona de Castellón.

Una vez cumplido el trámite, encauzo mis pasos por el Caminàs entre huertos de naranjos aproximándome al Desierto de Las Palmas. En un montículo, rodeada entre pinos, sobresale la figura encalada de la Ermita de la Magdalena, donde todos los años tiene lugar una famosa manifestación popular en conmemoración de la bajada de los primeros pobladores castellonense desde el Castell Vell a la Plana: la Romería de las Cañas.

Sin dificultad y después de atravesar la carretera nacional y la autopista A-7 bajo un puente, llego a la altura de la Ermita (8 km) y sin llegar a ella me adentro en el Desierto de las Palmas por su valle central. Recibo la llamada de Javier Vicente, Presidente de la Asociación de Amigos de la Ruta Jacobea “Ultreia Castellón” preguntándome por mi situación. Poco después, a la altura de una antiguo molino, me encuentro con él. Caminamos un rato juntos cuesta arriba, me recuerda la gran responsabilidad que había asumido por ser el primer peregrino que hacía el Camino de Castellón recién pre-señalizado casi en su totalidad y deseándome poder cumplir con la peregrinación, con el “Buen Camino” nos despedimos.

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 Mientras voy venciendo las primeras rampas, pienso en la enorme distancia que me separa de la tumba del Apóstol y que tengo que ir acortándola día a día. Eso me hace subir con mayor decisión enfrentándome al calor que ya se está haciendo patente. Una vez llego a la urbanización del Refugio, me desprendo del polar que me sobra y me tomo un respiro.

A partir de este punto dejo la carretera y con ella la señalización del Camino que seguiría hasta el convento Carmelitano para conectar después con la Pista de Bruno y el Coll de la Molla. Comienzan unos repechos durísimos por las calles de la urbanización para llegar a la pista donde me detengo para estabilizar los latidos del corazón. Me vuelvo para contemplar la imagen de la ciudad de Castellón precedida por la extensa planicie cubierta casi en su totalidad por naranjos y salpicada por infinidad de “masets”. −¡¡Hasta la vuelta Castellón!!− grito con energía dirigiendo la mirada al Mare NostrumNo te defraudaré, te lo aseguro, procuraré dejarte en el lugar que te mereces.

 Continúo por la pista que va ascendiendo más suave-mente hasta alcanzar el Coll de la Molla, a unos 550 metros de altitud a los que he llegado desde la cota cero. Allí me doy un respiro y aprovecho para tomar algo, la brisa del mar refresca el ambiente aliviando el calor de mi cuerpo pero por si acaso me pongo al polar pues voy totalmente empapado de sudor. Sentado sobre una roca, contemplo al frente la gran extensión azulada del mar, que ha sido mi vida durante tantos años, incluso puedo divisar cerca del horizonte y entre las “Agujas de Santa Águeda” la silueta de las Islas Columbretes. Es un placer para los sentidos llenarse con esta imagen de la que también no tengo mas remedio que despedirme. Pero ahí no queda todo, al volver la mirada hacia el collado, me da un vuelco el corazón al observar sobre una roca la primera flecha amarilla de mi Camino. La adrenalina se dispara en mi organismo y me sube la moral al cien por cien. ¡¡Qué alegría!!

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Hay que continuar, ahora en descenso y con la mirada hacia el oeste. A lo lejos, destacando en el montañoso paisaje contemplo el Pico del Penyagolosa (1832 m), máxima altura de la Comunidad Valenciana y abajo en el valle la localidad de La Pobla Tornesa, adonde me dirijo. De vez en cuando advierto nuevas flechas amarillas que voy dejando atrás mientras desciendo del collado rodeado de un paisaje donde predomina el pino carrasco. El calor va en aumento pero ya no me preocupa, estoy atravesando la autovía por un paso inferior y a la una me encuentro por las calles de La Pobla donde los vecinos me observan con curiosidad, es natural, posiblemente soy el primer peregrino que paso por allí. Casi al salir del pueblo, logro escuchar a mis espaldas como una señora cuchichea a su hija:

Mira hija, es un peregrino que va a Santiago de Compostela.

Faltó el “Buen Camino”, pero por lo menos alguien me ha reconocido y sabe adonde me dirijo. Posiblemente ella también haya sido peregrina alguna vez.

A unos 300 metros de la salida del pueblo, está el hostal donde tengo pensado pernoctar; “La Font seca”. Han sido unos 20 km que he cubierto con cierta facilidad, para ser la primera etapa está bien, ahora toca descansar y recuperarse para emprender la siguiente.

Buenas noches y hasta mañana.

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2ª Jornada:
La Pobla Tornesa – Serra d’en Garcerán

Martes, 29 de marzo de 2005

Parcial 26 Km; Total 46 Km; A Santiago: 1029 Km

El Arco de Cabanes

Son las siete y media de la mañana cuando después de un buen desayuno en el bar del hostal y de protegerme con el polar, bufanda tubular y guantes, me dispongo a emprender la segunda etapa de mi Camino y es que a estas horas el helor del ambiente se hace notar.

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Frente a mí, al otro lado de la carretera, una flecha amarilla me indica el Camino que en esta ocasión coincide con el sendero de la Vía Augusta (“Camí o Senda dels romans” lo denominan por aquí), señalizado debidamente por la Generalitat Valenciana. Algún miliario original y otros muchos modernos y bordillos pintados a franjas blancas y azules con logotipos creados por la Generalitat señalizan dicho sendero desde el límite de la provincia de Alicante y Murcia hasta el del Castellón y Tarragona por el Pas de la Casa donde continua por Cataluña hasta la frontera.

Hasta atravesar la circunvalación del pueblo, el Camino discurre entre un bosque de pinos y la carretera, pero lo verdaderamente especial de este corto tramo son los majestuosos olivos milenarios que se pueden contemplar a ambos lados del camino.

Al cruzar la carretera por un túnel protegido por un tubular metálico, me adentro en otro pinar y a la salida del mismo, situado a la izquierda del sendero, entre un campo de olivos, un miliario de los de verdad que acredita el paso de la “senda de los romanos”.

Pasada una rambla el sendero toma la enfilación del Arco romano de Cabanes que puedo divisar a lo lejos desde una loma, al final de una gran “longaniza”, en medio de una gran superficie de planicie, el “Plá de Cabanes” que casi en su totalidad está plantado de almendros. No tengo mas remedio que pensar en las legiones romanas con sus carros de combate que han pateado estos caminos, incluso dicen que fueron utilizados por los íberos con el nombre de “Heraclea”.

Llego al Arco de Cabanes, uno de los testimonios romanos en estas tierras, a las diez menos cuarto y me tomo un descanso, han sido unos 9 km de completa soledad aunque en honor a la verdad, interrumpida a veces por el agradable trino de algún pajarillo. Allí ya se ve cierta actividad entre los agricultores que faenan en sus campos y algún que otro vehículo que circula entre La Vall d’Alba y Cabanes.

Reanudo la marcha por la Vía Augusta que discurre por una pista con el asfalto muy deteriorado, que continua recta y por terreno completamente llano. Poco a poco el frescor se va debilitando pues el sol comienza a producir sus efectos. A unos cuatro kilómetros y medio desde el Arco de Cabanes se llega a la carretera de acceso al pueblo de Benlloch. Al cruzar la carretera un miliario moderno a la izquierda y sobre un murete a la derecha donde podemos leer la siguiente inscripción en latín:

“HAEC EST VIA AUGUSTA
IUXTA QUAM MAIORES
NOSTRI VIXERUNT
IN EORUM MEMORIAM
ANNO AND MCMLXXXV” [1]

Un kilómetro después dejo definitivamente la Vía Augusta girando a la izquierda por una pista que llaman “Colada del Pas de la Fusta” (paso de la madera) por donde además de ganado, hace muchos años se transportaba troncos de roble y olivo que servían para la construcción de barcos en las atarazanas situadas en las poblaciones costeras de Vinaròs, Peñíscola y Oropesa.

A kilómetro y medio del cruce y rodeando el pueblo de Benlloch, llego a un nuevo cruce donde hay un aljibe recién encalado con abrevadero. La carretera de la derecha me llevaría a la Ermita de la Virgen del Adjuctorio en uno de cuyos muros existe un inequívoco signo jacobeo, una concha incrustada. En el aljibe decido hacer una parada. El calor se va haciendo notar y con el agua que saco del aljibe con el pozal, me refresco el rostro. Aprovecho para comerme dos naranjas que me dio la dueña del hostal de La Pobla.

Después del descanso continúo por la colada. A kilómetro y medio, la pista comienza a picar hacia arriba. A la derecha una mujer arregla el huerto de su maset. Nos saludamos y me pregunta adonde me dirijo.

Soy un peregrino Camino de Santiago– le respondo, –he salido desde mi casa en Castellón y hoy pienso hacer noche en La Serra− se queda perpleja.

−¿Desde Castellón a Santiago…? ¿Eso está muy lejos, verdad?. Pues hoy con el calor que hace va a sudar bastante para llegar a La Serra.

Qué voy a hacer, es el día a día del peregrino.

Aprovecho para pedirle agua pues estoy notando que llevo poca y el calor va en aumento. No hay ningún problema, con toda amabilidad me invita a entrar y me ofrece el agua que necesite. Relleno la cantimplora y de paso me doy un buen trago.

Después de agradecerle su atención, reanudo la cuesta y menuda cuesta. Tengo que parar en repetidas ocasiones para tomar aire, dándome la impresión que el ascenso no termina nunca y lo peor es que ha sido al final de la etapa cuando las piernas van notando los kilómetros.

Las flechas amarillas recién pintadas en lugares estratégicos no dan lugar al despiste, menos mal pues existen muchas bifurcaciones. A unos 6 km se llega a una zona de pinos y enebros y da la impresión que la pendiente se suaviza, pero es un espejismo porque pronto comienza de nuevo el jadeo. Recibo la llamada de Vicente de La Serra, un buen amigo, diciéndome que me espera a la salida de la pista a la carretera justo a la entrada de La Serra. Me da muchos ánimos indicándome que me queda poco, que lo peor ya lo he pasado.

Dejo a mi izquierda una balsa para uso en caso de incendios pero la pista aun no ha alcanzado la cota máxima. Voy sudando por los cuatro costados pero después de un tramo de pista de hormigón y otro entre pinos se corona al fin el puerto (770 m). Me paro unos momentos para contemplar la vista que se abre hacia el mar, una visión por otra parte que te reconforta bastante.

La pista continúa en suave descenso un kilómetro y medio hasta desembocar en la carretera. Allí se encuentra el amigo Vicente que me hace unas fotos junto al “Prigó” (crucero). Juntos nos dirigimos al centro del pueblo (745 m) donde tiene su casa.

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¡Qué deciros del sello en la credencial! Es todo una ceremonia. El mismo Secretario del Ayuntamiento lo estampa ante la mirada expectante de un funcionario y la sonrisa de un servidor. Vicente da fe del acto con una foto. No podía ser de otra forma, era el primer peregrino hacia Santiago que pasaba por el pueblo y había que dejar constancia.

A pesar de mi intención de no molestar, Vicente se empeña y me acoge en su casa, sus hijas me dan de comer y me lavan la ropa y por la noche su esposa Tere prepara una excelente cena que despachamos al calorcillo de la chimenea. No encuentro palabras para agradecer tanta hospitalidad. La primera hospitalidad de mi Camino y podría decir sin temor a equivocarme que iba a ser la más sincera y más cálida de todas, en una palabra una hospitalidad de las de verdad.

Buenas noches y hasta mañana.

[1] “Esta es la Vía Augusta, junto a la cual nuestros antepasados vivieron. Como recuerdo de ellos. Año 1985.” Traducción de Francisco Bravo

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3ª Jornada:
Serra d’en Garcerán – Catí

Miércoles, 30 de marzo de 2005

Parcial 34 Km; Total 80 Km; A Santiago: 995 Km

El “assagaor”

Son las siete y media cuando después de un buen desayuno en el bar del hostal y de protegerme debidamente, me dispongo a emprender la tercera etapa de mi Camino y es que a estas horas la frialdad del ambiente se hace notar.

He dormido mejor que bien. Desayuno con los “hospitaleros” a los que tanto tengo que agradecer. Tere me proporciona unas naranjas y me avitualla de agua. Debo despedirme aunque me cuesta, algún día tendré que corresponder a sus atenciones. Son las ocho menos cuarto y en el exterior el ambiente es frío pero voy bien pertrechado con mi polar, bufanda tubular, sombrero y guantes. Los vecinos del pueblo aun no han salido de sus casas, las calles están desiertas.

Me dirijo hacia la salida dirección Los Rosildos. Hoy tendré que descender lo que subí ayer (unos 400 m), pero voy a ir por la carretera aunque hay un sendero alternativo muy interesante por la Roca del Figueral. La etapa es de las que sobrepasan los 30 km y sé que debo regular mis esfuerzos, no quisiera tener ningún percance, son muchos las etapas que me quedan.

La carretera al principio da un rodeo al barranco que hay bajo el pueblo. Dejo atrás a la derecha la pista que enlaza con la ruta alternativa y en suave ascenso, alcanzo a los dos kilómetros y medio, el Coll de la Bandereta (825 m). Desde allí y mirando hacia donde vengo, contemplo una panorámica muy bonita de La Serra d’En Galcerán que no tengo mas remedio que fotografiar. A mi derecha “la Roca” con unos cortados impresionantes (por ellos pasa la senda alternativa). Al frente el paisaje se abre ofreciendo la zona más montañosa de Castellón con la silueta majestuosa del Penyagolosa al fondo; y casi en picado, la rambla de Carbonera, hacia donde debo dirigirme.

Sigo la carretera que va serpenteando y perdiendo altura. A esa hora el tráfico es inexistente. A unos siete kilómeteros desde La Serra, se llega a la carretera que une La Pobla con Vistavella pero unos trescientos metros antes tomo un desvío a mi derecha por una pista que tras cruzar un barranco me deja en la misma carretera pero más adelante con el fin de hacer una parada en el Bar Barreda, buen lugar para almorzar. Después del almuerzo y con un buen bocadillo en la mochila, reanudo la marcha. Aunque no hace tanto calor, la fresca brisa que corre aconseja no desprenderse de nada.

Al poco rato retomo el Camino que va junto a la margen izquierda (la derecha en el sentido de mi marcha) de la amplia Rambla Carbonera donde siguen las flechas amarillas. Me encuentro en un Camino histórico, el que enlazaba Valencia con Monzón, que ya fue descrito en el siglo XVI y que constata Francesc Esteve i Gálvez en su libro “La Vía Romana de Dertosa a Saguntum” “A comienzos del siglo XVI el Camino de Valencia a Monzón iba por Nules, Villarreal, Borriol, La Pobla, y desde aquí a la venta la Pelejana, la venta de los Pujols, la venta de Segarra, a Catí, a Vallivana y a Morella”. Este camino, con toda seguridad fue usado por el Rey Jaime I y sus huestes.

Voy remontando la rambla en completa soledad y después de cruzarla en tres ocasiones llego al puente de la carretera de Torre d’en Besora donde la rambla tiene unos respetables doscientos metros de anchura.

A unos dos kilómetros a mi derecha se encuentra la ermita de Sant Pau, rodeada de frondosa arboleda, sitio ideal para un descanso reparador, pero yo sigo adelante; aún muchos pasos me esperan para llegar a Catí.

Después de deambular durante un kilómetro por diversas pistas debidamente señalizadas sobretodo en sus bifurcaciones entre campos de almendros y olivos, llego al centro de la rambla. Tengo que ir durante kilómetro y medio por ella marchando sobre los guijarros y procurando seguir los carriles marcados por los vehículos agrícolas. Es bastante incómodo pero no hay mas remedio si no se quiere ir por la carretera que discurre en paralelo por mi derecha. Cualquiera que me viera pensaría que hace ese tipo de aspecto tan raro por medio de la rambla. Pero creo que nadie tuvo que pensar nada porque la soledad seguía siendo la constante de la jornada.

A unos tres kilómetros desde el puente paso por el Mas de la Segarreta donde recibo como afectuoso saludo los ladridos desaforados de unos perros y un kilómetro y medio después, paso por el Mas de la Segarra, en un lugar llamado “el Segarró”. Allí mismo el puente de Vilar de Canes cruza la rambla y aprovecho para hacer una parada bajo el puente, descansar y comer unas almendras y una naranja. Sigue el airecillo fresco por lo que debo continuar abrigado.

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Una vez cruzada la carretera, enlazo con una pista donde empieza, sin perder el camino de Valencia a Monzón, el azagador de Segarra “el Assagaor”, que discurre por el valle enfilado a Catí.
El camino se hace algo pesado y el viento continua fresco y racheado. Después de recorrer unos seis kilómetros por “el assagaor” entre campos de cereal recién plantado, dehesas de pasto y carrascas, algún pinar y también mucho terreno baldío, llego a la ermita de la Nª Sra. del Pilar ( la Pilarica) donde pensaba parar a descansar y comer el bocadillo. Son las dos y cuarto. Un coche sospechoso con dos individuos en el interior me hacen cancelar la parada prevista pues no me encontraría tranquilo aquí cerca de los desconocidos. Pararé un poco mas adelante cuando pierda de vista el coche.

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Poco a poco voy alejándome de la “Pilarica”, a mi izquierda la carretera y tras ella y como colgado de una ladera el Mas de Evaristo. Después de pasar un pozo con abrevadero, sigue el azagador junto a un murete de piedras llegando a una especie de barranco pero que sigue siendo el azagador en su estado mas primitivo. Hay que concentrarse e imaginar la cantidad de ganado que ha pasado por aquí.

A kilómetro y medio de la “Pilarica” se situa un segundo abrevadero con pozo bastante resguardado por lo que decido hacer la parada para comer. Lo primero que hago es sacar agua con el pozal y refrescarme porque a pesar de que sigue un molesto viento frío, se suda y un poco de agua no viene mal al cuerpo. Una vez medianamente aseado, me tomo el bocadillo y una naranja. Y ya con nuevas energías abordo el último tramo del Camino.

Viene ahora una zona donde el azagador parece que se pierde pero continua entre dos muretes de piedra por un terreno pedregoso y de difícil caminar que se alarga durante casi un kilómetro. De nuevo se retoma la senda que gira en ángulo recto a la izquierda saliendo al encuentro de la carretera (9,5 km desde el Segarró). Me encuentro en el ecuador del Camino de Santiago por la Provincia de Castellón.

Continua el azagador, más bien una cañada, pegado a la izquierda de la carretera. Paso por delante de dos chozos de pastor construidos enteramente piedra seca y tras recorrer casi dos kilómetros, llego al Barranco de Galletá por donde camino unos setecientos cincuenta metros hasta “tocar” de nuevo la carretera junto a un puente.

El Camino que coincide en todo momento con el azagador continua cruzando la carretera por el lecho del barranco pero yo estoy bastante cansado y no tengo ganas de caminar sobre los incómodos guijarros. Así que decido continuar por el arcén de la carretera. De todas formas me quedan menos de tres kilómetros para llegar a Catí y menos de un kilómetro para llegar al Camino Viejo.

A dieciseis kilómetros desde el Segarró se llega a una carrasca a la derecha que es la referencia para seguir por el azagador que te deja en la antigua carretera confundiéndose con ella. Recibo la llamada animadora de Vicente de Torrevieja. Al fondo ya distingo el “Prigó” (crucero) situado a la entrada del pueblo y el anuncio de una fábrica de quesos. Me encuentro por fin en la población medieval de Catí. No en vano, mis piernas han acusado los 34 km recorridos cuando en el reloj del campanario de la Iglesia Parroquial de la Asunción resuenan las campanadas de las cinco de la tarde.

Por la carretera, arteria principal del pueblo, me dirijo al centro, entrando en el Bar Borcho que está frente al Ayuntamiento, en los bajos de la Casa Miralles, donde había quedado con Miguel Angel, también peregrino y vecino del pueblo, que en pocos minutos hace acto de presencia. Ha venido expresamente desde Castellón. Se alegra mucho de verme y me recuerda que soy el primer peregrino que pasa por allí, −tenlo muy presente− me dice emocionado. Y es que él ha sido uno de valedores del trazado del Camino por el municipio. El mismo me acompaña al Ayuntamiento donde el Secretario me felicita y me estampa estupefacto el sello en la credencial.

Como buen cicerone, Miguel Angel me da pelos y señales del pueblo situado en un altiplano a 660 metros de altitud en la zona media del Maestrazgo y donde entre otras edificaciones destaca su Lonja (Ayuntamiento), la Iglesia Parroquial de la Asunción cuya procedencia data del siglo XV, la casa Miralles (siglo XV) y las de los Alós y Font de Mora y la Fuente de San Vicente. Es famosa la romería que el primer domingo de mayo de cada año realizan a Sant Pere de Castellfort y que Miguel Angel nunca se pierde. En sus cercanías se encuentra el Balneario de l’Avellá famoso por las propiedades curativas de sus aguas sulfurosas y donde también existe una ermita y una planta embotelladora de agua mineral. Tuvo Catí tiempos de esplendor en el medioevo por su situación estratégica en la ruta de la lana. Después de oír sus interesantes explicaciones me retiro a la pensión para descansar un poco quedando para cenar en el mismo Bar Borcho.

La cena que nos prepara la dueña del bar Isabel que a su vez es la cocinera, es un plato típico del lugar: Huevos revueltos con costillejas y de postre cuajada de la casa. Todo exquisito. Hay que ver el contraste de la soledad que he sentido durante el Camino y la acogida tan calurosa que me ha proporcionado el pueblo. Es de agradecer. Durante la cena, Miguel Angel me presenta al Tío Vicent “el Ticlana”, patriarca del pueblo y gran conocedor del terreno que ha tenido un papel fundamental en el trazado del Camino de Castellón. Recibo también la visita de Paco, cronista del pueblo que me hace una entrevista publicada días después en el periódico “Mediterráneo”.

Ha sido un día completo y me encuentro a gusto en tan buena compañía pero hay que retirarse a descansar, mañana la etapa será todavía mas exigente.

Buenas noches y hasta mañana.

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4ª Jornada:
Catí – Morella

Jueves, 31 de marzo de 2005

Parcial 34 Km; Total 114 Km; A Santiago: 961 Km

El Barranco de la Bota

Son las siete cuando el silbido del viento colándose por los resquicios de la ventana y la tenue claridad del día me despiertan. He quedado con Miguel Angel para desayunar en el Bar Borcho. Ayer me confirmó durante la cena que hoy sería mi compañero y guía hasta el Santuario de la Vallivana.

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Tal como preveía hace frío en el exterior cuya sensación se ve acrecentada a consecuencia del viento maestral que sopla con fuerza y que me temo vamos a llevarlo de cara, lo que supone abrigarse a conciencia.

Después de un buen desayuno y de unas fotos del cronista del pueblo Paco y otras tomas de la televisión autonómica que prepara un reportaje hasta el Santuario −hay que pagar el tributo de ser el primer peregrino que pasa por el pueblo−, salimos cuando son las ocho y cuarto. El viento frío azota mi cara, única parte de mi cuerpo no resguardada, pero la compañía de Miguel Angel suple con creces las inclemencias del tiempo, es una alegría compartir unos cuantos kilómetros con quien ha sido uno de los valedores del Camino de Castellón.

Después de tomar la carretera de l’Avellá giramos a la derecha por una pista que discurre paralela a cierta distancia de la carretera. Doy un vistazo al cielo. Sobre un azul nítido altos cirros como algodones deshilachados presagian que el viento continuará fuerte. Miguel Angel va explicándome lo que vamos encontrando al paso. Se camina bien por la pista que pasa por el valle por terreno casi plano aunque la presencia de la televisión a intervalos me produce cierta incomodidad.

Tres kilómetros más adelante llegamos a la Fuente del Aviñó, lugar donde tocamos carretera y la cruzamos para adentrarnos por un azagador entre campos de pastizales y bosquecillos aislados de pinos. En algunos momentos el azagador se cierra de zarzas y maleza, lo que indica que poco ganado pasa ya por aquí, lo que nos obliga a rodear por los pastizales limitados con pastores eléctricos. Nuestra referencia es un depósito de agua sobre un cerro que no debemos perder de vista.

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A unos tres kilómetros desde la carretera llegamos a un lugar donde la traza del camino se pierde. Ambos estamos de acuerdo que es necesario limpiar y señalizar el camino hasta este punto, si no hubiera sido por él, estoy seguro de que me hubiera despistado, aunque el depósito del agua siempre sea una buena referencia.

Descendemos como Dios nos da a entender hasta el lecho del barranco del Asperó por el que caminamos unos cuatrocientos metros abandonándolo por una pista que sale del barranco por la izquierda y que asciende hacia la carretera. Es curioso observar la sensación de soledad que se siente al caminar por un barranco pedregoso y despejado.

Se “toca” la carretera ante la masía denominada Hostalet de Roig aunque se sale a ella un poco mas adelante aprovechando la calzada vieja. Hemos andado unos ocho kilómetros desde Catí.

Se circula por la carretera unos cuatrocientos metros tomando una pista a la izquierda que pasa por delante de una masía, desde donde parte una senda que rodea entre matorral de monte bajo el cerro donde se ubica el depósito de agua que ahora lo llevamos a nuestra izquierda. Por la derecha vemos la carretera nacional N-232 que comunica Vinaros con Morella y nos vamos aproximando a ella hasta llegar a la carretera vieja donde nos espera el cámara de televisión para hacernos unas tomas. Durante poco mas de un kilómetro marchamos por la carretera vieja hasta dar sin mas remedio con la nueva. Llevamos unos 10 km desde Catí.

Caminamos en ascenso por la parte de fuera de las bandas quitamiedos un kilómetro y medio, hasta llegar al Santuario de la Virgen de Vallivana. Han sido once kilómetros y medio desde Catí que nos ha llevado dos horas y cuarto, son las diez y cuarto.

Debo precisar que continuamos por el recorrido del viejo Camino de Valencia a Monzón. En la capilla del santuario presidido por la Virgen de Vallivana es interesante contemplar lo que podría ser un signo jacobeo, una imagen que se encuentra en la parte alta del retablo mayor y que tiene todos los visos de tratarse de un Santiago Peregrino pero un Santiago muy peculiar. Aparte de ir vestido con el atuendo de peregrino, en vez de llevar los Evangelios en su mano izquierda, sostiene a la Virgen de Vallivana. Quisiera añadir que el Santuario es meta de peregrinaciones y rogativas por ser la Virgen de Vallivana patrona de Morella.

Ante el Altar Mayor, tanto Miguel Angel como yo nos tomamos unos minutos para rezar y pedir a la Virgen y a Santiago que el Camino continúe como hasta ahora.

En el bar nos tomamos un refrigerio despidiéndome del amigo Miguel Angel al que noto haciendo verdaderos esfuerzos para contener sus lágrimas.

Otra vez solo, reanudo el Camino que ahora va sin mas remedio por la carretera, aunque ésta tiene unos amplios arcenes y una cuneta rematada de hormigón por la que se transita con cierta comodidad, aunque el tráfico siempre molesta mucho. Poco a poco y en continuo ascenso voy alejándome del santuario hasta perderlo de vista. Suena el móvil. Es Pascual, compañero de peregrinación durante mi periplo por el Camino Aragonés. Ya está pensando en su próximo Camino. Me infunde ánimos y me desea “Buen Camino”. Es alentador recibir estas llamadas de ánimo de los amigos.

Son cinco kilómetros los que separan el Santuario de la Ermita/Capilla de la Bota de los cuales cuatro hay que ir por cuneta o arcén y el último kilómetro y debido a que la carretera se estrecha bastante se camina por detrás del quitamiedos pero muy pegado a la carretera. Es un tramo peligroso para el peregrino.

Tras una curva tengo ante mí el Puerto del Querol por cuya solana serpentea la carretera, tras atravesar en una angostura el barranco de la Bota por un curioso puente. A la derecha del puente se encuentra una capillita y a la derecha de ella y tras rebasar un portillo se penetra en el Barranco de la Bota cuyo lecho asciende por la umbría del puerto. Un cartel anuncia la existencia de ganado suelto y la recomendación de no entrar con perros sueltos. De todas formas por allí el Camino coincide con el “Camí Vell de Valencia” y con un PR y hay que pensar que el ganado es manso pero hay que tomar precauciones. No son reses bravas, pero al fin y al cabo son animales de comportamientos imprevisibles.

Entro en el barranco a través de la portilla que vuelvo a cerrar y por una pista entre carrascas llego al lecho. De momento no veo ganado en las proximidades de lo cual me congratulo. Pero es muy extraño pues a mi izquierda hay un cobertizo/abrevadero que el ganado suele frecuentar. La otra vez que vine acompañado vimos unas cuantas vacas y novillos, incluso uno que se plantó en medio del camino y que tuvimos que esquivar por el lado opuesto del lecho como pudimos. Pero en fin, sigo adelante, eso sí, aguzando el oído por si las moscas y sorteando las muchas boñigas que hallo a mi paso. Pero de ganado nada de nada. Menos mal.

A un kilómetro de entrar en el barranco y tras circular la mayor parte del trayecto por su lecho, se sale de él y se llega a un bosquecillo donde hay un banco de madera. Buen sitio para descansar y tomar un refrigerio. Me desprendo de la mochila y me siento para comerme una naranja. El silencio es absoluto con la excepción del trino de los pájaros. Una ligera brisa ha sustituido al viento reinante. Me encuentro a gusto en este lugar pelando la naranja. De repente sucedió, me llega un sonido sospechoso y frente a mí va emergiendo una figura negra como el azabache. A unos cuatro o cinco metros de donde me encuentro, aparece lo que me temía. Inconscientemente dejo de pelar la naranja al instante quedándome petrificado. La sangre se me hiela sintiendo como un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Un novillo negro zaino con una cornamenta astifina impresionante, se planta ante mí y se me queda mirando de forma descarada y curiosa. Yo no le quiero ni mirar quedándome hecho una estatua pensando con rapidez las posibles salidas. Mi cerebro se convierte en un verdadero “brainstorming”[1]. Si se arranca, lo único que se me ocurre es lanzarle la mochila que para mas inri es de color rojo, color por otra parte preferido por los morlacos, mientras me escondo en algún sitio donde no me pueda alcanzar, ¿pero donde? ¿Detrás del banco? ¿Debajo del banco? ¿Detrás de un árbol? ¿Echo a correr? Como no sea subiéndome a un árbol. En fin, allí permanece el novillo plantado delante de mí, no dejando de mirarme con sus enormes ojos, mientras que por el rabillo del ojo observo sus ademanes y lo que no se me olvidará en la vida, esos cuernos que deben rasgar como una cuchilla. Fueron unos minutos que a mí se me hicieron eternos. Pero parece que mi táctica de quedarme inmóvil da resultado pues al final el toro recula un poco y como guiado por un cabestro imaginario, pasa por detrás de mí alejándose y perdiéndose entre las carrascas. Nunca en mi vida había experimentado tanto miedo, os lo juro. Ojalá ninguno de vosotros os encontréis en tal situación.

Sigo pelando la naranja que al fin termino con mas rapidez de lo normal, alejándome del lugar con presteza con el miedo todavía metido en el cuerpo y pidiendo al Apóstol que no me vuelva a salir ningún toro. Parece que me escucha porque hasta la salida de la otra portilla no me tropiezo con ninguno. Emplazo desde aquí a algún experto en el arte de Cuchares para que exponga sus consejos ante tales situaciones.

Menos mal que pronto salgo de la espesura a una especie de circo, desde donde se ve allá arriba el Mas del Noto que debo alcanzar. El camino asciende ahora por una pendiente acusada y hay que emplearse a fondo. Tenía que pasar entre dos muretes pero veo que está completamente cerrado por zarzas, así que asciendo por un lado como puedo. Parece como si llevara alas. Entre carrascas llego a un abrevadero y poco después a una portilla junto a una gran carrasca. Abro con alivio la portilla y unos metros más piso el firme de la carretera de Vallibona justo delante del Mas del Noto, después de unos cuatro kilómetros desde que entré en el barranco. Estoy salvado. Ya mas calmado pienso que el Apóstol algo habrá tenido que ver en el desenlace feliz. Estoy seguro que el amigo “Santi” convirtió su capa peregrina en capote circunstancial y con gran maestría realizó el que para mí fue el mejor quite de su vida alejando al toro de mi vista. ¡¡Gracias maestro!!

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Llevo casi 21 km desde Catí y mi cuerpo empieza a resentirse. Recibo las llamadas de Vicente de Torrevieja, Vicente de la Serra y de Javier Vicente casi al mismo tiempo, buenos amigos, lo cual me infunde nuevos bríos. Al fin y al cabo, no me encuentro tan solo.

El calor del sol situado sobre el meridiano comienza a dejarse notar aunque amortiguado, menos mal, por la brisa reinante. Tomo la carretera a la izquierda , encontrando seiscientos metros mas adelante la nacional de Morella tomando esa dirección durante un kilómetro por donde sale a la izquierda entre unas masías el “Camino rural de la Vega del Llivis”, giro bien señalizado con una flecha amarilla. En dicha bifurcación hago una corta parada.

El camino rural se ha convertido en una carretera local asfaltada que durante kilómetro y medio asciende en busca de los 1000 metros de cota, justo cuando llego al Mas de Blay Adell que dejo a mi derecha. Unos perros sueltos corren hacia mí ladrando desaforadamente al olfatear mi presencia pero la masía está algo retirada y me da tiempo a alejarme, lo justo para que los perros desistan de seguirme.

Camino por el altiplano a unos 1000 metros de altitud con un paisaje desolador a mi alrededor color amarillo-ocre. Todo está completamente seco. La climatología realmente dura con estas tierras tiene la culpa. Después de cuatro kilómetros desde la nacional llego al cruce con la llamada “Colada del Moisacre”, donde una gran flecha amarilla me advierte que debo dejar la carretera y girar hacia la derecha por los lindes de un sembrado recién plantado de algún cereal. “Parada y fonda”, hay que recuperar energías, así que saco una barrita energética dando buena cuenta de ella con un trago de agua. Aprovecho la parada para llamar a Loli y dar señales de vida.

Por el linde y en dirección norte sigo mis pasos cruzando un barranco y subiendo campo a través guiándome con brochazos amarillos hasta alcanzar un murete de cercado de piedras, en el que se aprecian señales amarillas. Por encima del murete sobresale a lo lejos el inconfundible Castillo de Morella situado en lo mas alto del pueblo. Un poco mas cerca hacia mi derecha al frente Sant Pere del Moll en un montículo con arboleda y también al frente hacia mi izquierda el Mas de Nadal y Mas de Ferré entre los que tengo que pasar. El Mas de Ferré se ha convertido en hotel rural y restaurante por lo que posiblemente entre para tomar algo y de paso descansar.

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Se sigue llevando a Morella al través pero pronto se recupera la enfilación por un azagador ancho en suave descenso delimitado por muretes de piedras. Un pastor intenta recomponer su ganado de ovejas con la ayuda de los perros para hacerlo retornar a su redil. Trabajo duro el de los pastores por estas tierras.

Dos kilómetros más abajo llego a la altura del Mas de Nadal. Ganado de reses vacunas que pastan a su aire me miran con curiosidad, incluso una vaca da unos saltos extraños en mi dirección, pero ahora no hay nada que temer, un alto murete de piedras me protege.

Una vez pasado un riachuelo alcanzo la pista que da acceso a la masía. Bajo una carrasca al borde de la pista decido darme un descanso. Opto por pasar de largo del Mas de Ferré, son ya las cuatro y cuarto y estoy deseando llegar. Mientras como una naranja observo como un coche se acerca procedente de la masía. Se trata del masovero Fidel que se dirige al pueblo en busca de provisiones. Me doy a conocer y le cuento mis intenciones. Le transmito los saludos de Javier Vicente, el Presidente de la Asociación de Amigos de la Ruta Jacobea de Castellón. Me recuerda su paso por la masía con un burro haciendo la peregrinación de Castellón al Santuario de la Virgen de la Balma allá por el año 1988. Eran otros tiempos y otras historias que mucho han tenido que ver con el Camino que estoy realizando. Nos despedimos y me desea “Buen viaje”. El “Buen Camino” no se conoce aún por estas latitudes.

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Son ya 29 km los recorridos y aun me faltan cinco para llegar a Morella. Reanudo la marcha llegando a la carretera del Moll en un punto donde terminaba la llamada “Costa Valencia”. Ahora dicha carretera asfaltada comunica los pueblos de Ares y Villafranca con Morella.

En suave ascenso paso por un cartel que anuncia “Morella 4”. Llegando a lo mas alto desde donde se puede contemplar una panorámica de postal de Morella con su configuración típica de las ciudades medievales. Las casas apiñadas por las laderas de un cerro rodeando al castillo situado en lo más alto y protegida por unas murallas.

Sigo por el asfalto descendiendo por la carretera que forma una “s” muy cerrada hasta llegar a la nacional N-232 después de cruzar el Río Bergantes por un puente. Llevo los pies doloridos. Los kilómetros me están pasando factura. Un cártel indica la distancia a “Morella 1,5”. Me encuentro en Hostal Nou, que podría considerarse como los extramuros de Morella.

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Ahora llega lo peor que es una larga y empinada pendiente a partir de las instalaciones de la Cruz Roja para alcanzar la muralla. Tengo que parar varias veces para tomar aliento y controlar el ritmo cardiaco. ¡¡La cuesta se las trae!! Y además al final de la etapa. Pero con gran esfuerzo y suplicio, consigo llegar a la muralla por la Puerta de San Mateo. Voy bañado completamente en sudor.

Traspasada la Puerta, llego a una plazoleta donde se halla el hotel “El Cid”, fin de trayecto. Son las seis de la tarde. Casi diez horas desde Catí.

Ya en la habitación me desprendo de toda la ropa que pongo a lavar. Me doy una buena ducha y me echo sobre la cama a descansar sobretodo los pies. Ha sido una etapa de intensas vibraciones.

Ceno pronto y me retiro. Ha sido un día completo con una etapa que puede considerarse como de las más duras.

Ya en la cama, no se me va de la cabeza la imagen de la negra cabeza del toro con sus grandes ojos mirándome y su cornamenta astifina amenazante. Pero el cansancio logra por fin vencer a la imagen y pronto me hallo entre los brazos de Morfeo.

Buenas noches y hasta mañana.

[1] “tormenta de ideas”

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5ª Jornada:
Morella – Sorita

Viernes, 1 de abril de 2005

Parcial 21 Km; Total 135 Km; A Santiago: 940 Km

Morella y el Bergantes

La etapa de hoy es una etapa especial. Es la última que pasa totalmente por tierras castellonenses. Morella y el río Bergantes son referencias obligatorias. Al final de la narración hago una breve reseña de ambas.

Hoy me levanto sin prisas, la etapa no es muy larga. Una vez desayunado me doy cuenta cómo me he recuperado de la larga y difícil etapa de ayer.

Son las nueve y media cuando me dispongo, caminando junto a la muralla, llegar a la parte alta de Morella. Hace frío, el cielo completamente raso. Menos mal que el viento ha calmado bastante, pero hay que abrigarse bien.

Salgo de Morella por la Puerta de San Miguel abierta entre dos torres adosadas al exterior de la muralla, las mas esbeltas de las catorce. Me dirijo hacia el Acueducto pasando bajo uno de sus arcos donde comienza una carretera asfaltada muy estrecha que se dirige a “Xiva de Morella 8,5”.

Siguiendo la carretera en completa soledad descendiendo a una vaguada que hay que cruzar iniciando un ascenso. A mitad del recorrido me paro para contemplar el Castillo y acueducto de Morella desde una perspectiva poco conocida. No tengo mas remedio que sacar una foto. Después de unas cuantas revueltas llego a lo más alto después de un recorrido de cuatro kilómetros. En el puerto sale una pista a la izquierda por la que se accedería a Morella la Vieja donde leí que pueden contemplarse unas pinturas rupestres. Hago un alto y me entretengo observando a unas vacas que no dejan de mirarme con curiosidad mientras se afanan en pastar.

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Prosigo mi Camino ahora en bajada atravesando unos carras-cales muy tupidos. Me cruzo con un viandante de edad sorprendido de encontrarse con un pere-grino. Me dice que hace el recorrido de Xiva hasta el puerto casi todos los días, me desea “Buen viaje”.

Una vez en el fondo del valle y después de siete kilómetros y medio, paro junto una capillita situada a la izquierda de la carretera dedicada a la Virgen del Rosario. Xiva de Morella la veo cuando casi la tengo encima. Hay que salvar un barranco por donde baja un riachuelo de aguas transparentes que salva el desnivel y la angostura con sucesivos saltos de agua. Me doy cuenta que delante del puente por donde va la carretera está el antiguo puente medieval que por la maleza que le rodea, debe ser poco frecuentado. Sin embargo decido hacer la entrada al pueblo por él, es más auténtico. Al pasar por la plaza de la Iglesia, tres mujeres me miran con curiosidad, nos saludamos y las pregunto por el bar.

Entro en el Mesón atendido por un rumano. −Somos cinco en el pueblo−me dice. Está acompañado por dos muchachas de su nacionalidad. Mientras me tomo un té, se sorprenden cuando les comento mi condición de peregrino que ha salido desde su casa de Castellón. Charlo también con la propietaria Tere que me comenta a su vez que según la tradición, el puente medieval que he cruzado ha sido lugar de encuentro de soberanos de reinos limítrofes y era lugar de reunión para firmar sus alianzas y acuerdos. Muy interesante− le contesto. Al final me avituallan de agua y tienen la cortesía de invitarme. Tere me recomienda que pare en el Hotel Altavella de Aguaviva y transmita sus recuerdos a los dueños muy apesadumbrados aún; son los padres de uno de los fallecidos en el lamentable suceso acaecido en el Albergue de Todolella las pasadas Navidades. Me desean “Buen viaje”. Han sido muy amables.

Salgo de Xiva por la parte opuesta entrando en una pista de tierra que se adentra en la montaña. El Camino aprovecha un PR que terminaría en la localidad de Forcall. El calor se va haciende patente, tengo que desprenderme del polar que me agobia.

Después de pasar por un frondoso pinar, el sendero termina en una pista que llega a la carretera a la altura de Ortells después de pasar junto a un barranco cuya ladera frente a mí se encuentra totalmente calcinada por un incendio. ¡¡Qué pena me da!! . Desde Xiva han sido 7 km y los totales, desde Morella 15 km. Son las dos menos cuarto, buena hora para comer y descansar, cuando dejo el sendero y por la carretera me dirijo a Ortells.

Saboreo una cerveza bien tirada antes de tomar una sabrosa “olleta” en “Casa Ramón”. Y después de descansar un buen rato, son las tres y cuarto, prosigo el Camino, ahora sin otra alternativa, por la molesta y peligrosa carretera, muy transitada por camiones/bañera bajo un sol de justicia. Son seis kilómetros los que me quedan aún.

Tres kilómetros más adelante, dejo a mi izquierda el largo puente de acceso al pueblo de Palanques y dos kilómetros y medio después, llego a un crucero y un puentecillo estrecho sobre el barranco de los Beatos, pasado el cual se encuentra la desviación a Sorita (Zorita) que aunque la apelliden “del Maestrazgo” nunca perteneció a él, lo mismo que Morella. Son las cinco y media cuando después de vencer un buen repecho entro por las arcaicas calles del pueblo en busca del Albergue Municipal que encuentro frente a la plaza de la Iglesia.

Como ya tenía anunciada mi llegada, no hay ningún problema. Decir que el Albergue es de los de lujo. Habilitado en un antiguo caserón, más que un Albergue es un hotel rural de amplias habitaciones dobles con baño completo. Pero el precio es también de lujo: 36 euros la habitación. Cuando le pido explicaciones a la rumana que atiende el Albergue me dice que la tarifa es igual tanto para una como para dos personas, defendiendo con firmeza su postura −dado que el gasto de la calefacción −recalca− es el mismo. En fin, para qué discutir. Eso sí, lo pondré en conocimiento de José Barberán, vecino influyente del pueblo, que lleva el restaurante del Santuario de la Balma, a los efectos que crea oportunos.

Después de la siesta, salgo a pasear por este pueblo medieval. La Iglesia está abierta, así que aprovecho para buscar al cura y pedirle que me estampe el sello en la credencial, al no disponer de él, lo sustituye con su firma y me desea “Buen viaje”, hasta el cura desconoce el saludo peregrino. Desde las afueras del pueblo y debido a su altura, hay una vista espectacular de La Sierra de los Mojones que debo atravesar mañana, el Santuario de la Virgen de la Balma, empotrado prácticamente en la roca de la montaña y del amplio lecho del río Bergantes que se pierde zigzagueante aguas abajo al encuentro del Maestrazgo del Bajo Aragón. El viejo puente que lo cruza, debido a su estrechez, solo permite el paso de vehículos en un solo sentido. Mientras voy contemplando el paisaje, recibo la llamada de Javier Vicente al que mañana veré en el Santuario. Desea despedir mi paso por la provincia de Castellón. Excelente persona el Presidente de la Asociación de Amigos de la Ruta Jacobea de Castellón, en todo momento pendiente del peregrino que transita por su zona.

El sol inicia su ocaso y el airecillo que corre se torna frío. Es hora de recogerse al calor del Albergue.

Después de cenar en el bar, me retiro a la habitación y tras ver un poco de televisión me quedo dormido.

Buenas noches y hasta mañana.

Breve reseña de Morella y el río Bergantes:

“Morella, ciudad medieval, situado en una encrucijada simbólica entre Valencia, Aragón y Cataluña. El pueblo se asienta alrededor de un cerro coronado por el castillo con una altitud media de 984 metros. Aunque por su situación pudiera parecer, nunca perteneció al Maestrazgo, desde que fue reconquistada por D. Blasco de Alagón en el año 1233 después de cinco siglos de dominación árabe, en ningún momento estuvo gobernada por un maestre, siempre ha sido ciudad Real. Sus dos kilómetros y medio de murallas que dan nombre a la ciudad, franqueadas por seis puertas de acceso (he entrado por la puerta de San Mateo y salido por la de San Miguel), y catorce torres; su castillo por el que han pasado el Cid, el rey Jaime I, San Vicente Ferrer, Fernando de Antequera y el Papa Luna, y Ramón Cabrera (general carlista conocido como “El Tigre del Maestrazgo”); la Iglesia Arciprestal de Santa María la Mayor, el mas grandioso monumento de Morella, con dos portadas ojivales en la misma fachada, la Puerta de las Vírgenes y la de los Apóstoles y la escalera de caracol de acceso al coro con baranda estucada con bajorrelieves representando la genealogía de la vida de Jesús, se enrosca a una columna sin otro apoyo que el que la une en su interior, particularidad que sirve de modelo a futuros arquitectos; el Real Convento de San Francisco; los porches de la calle Blasco de Alagón “la plaça”; su acueducto, etc. etc. bien merecen una exhaustiva visita. Fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en el año 1965 piensa presentar su candidatura a la UNESCO para que sea declarada Patrimonio de la Humanidad.

El río Bergantes nace en las sierras cercanas a Morella y comparte trazado con las provincias de Teruel y Castellón hasta desembocar en el río Guadalope, en el Maestrazgo aragonés. Su valle es salida natural de la provincia de Castellón a la de Teruel.”

(Información obtenida del libro “El Camino de Castellón”-Javier Vicente Queralt)

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6ª Jornada:
Zorita- Aguaviva

Sábado, 2 de abril de 2005

Parcial 21 Km; Total 156 Km; A Santiago: 919 Km

El Santuario de la Balma

El día de hoy amanece encapotado y lluvioso. Después de entregar la llave a una de las rumanas, salgo al exterior. Son las nueve y está lloviendo por lo que es necesario ponerse el chubasquero. El bar está cerrado así que no hay mas remedio que dejar el desayuno para cuando llegue al “Santuario de la Balma” (1).

Opto por hacer los casi tres km que me separan del Santuario por la carretera, con la lluvia no me fío del sendero cuyo trazado coincide en su mayor parte con el lecho del río.

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El paso del largo puente que cruza el río Bergantes es peligroso por su estrechez pero dada la hora y el día de la semana, el tráfico es casi inexistente.

Cuando estoy atravesando la fértil vega del Bergantes, una caravana de coches me pasa. ¡¡Qué raro, tanto coche!! Sin darle mayor importancia sigo adelante bajo una lluvia pertinaz.

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Llego a la “Creu coberta” (Cruz cubierta) (2). En ese punto de la carretera está el desvío al Santuario. Hay que superar un repecho bastante fuerte para llegar a él. Antes de las diez me encuentro en la explanada/aparcamiento del Santuario/restaurante donde aún algunos coches están haciendo maniobras. Son los coches que había visto pasar. Ahora ya sé adonde se dirigían.

En el bar/restaurante hay mucha actividad. Las mesas están totalmente ocupadas por los peregrinos, que dan buena cuenta del almuerzo. Según me dice José Barberán (el gerente), es una romería procedente de Villores que todos los años tiene lugar por estas fechas. ¡¡Menuda romería más descafeinada!! Yo pensaba que se hacían de otra forma. Aunque tampoco el día acompaña. Pienso lo cansados que estarán para comer con tanta avidez. Pero es un día de fiesta para ellos. Hay que mostrarse respetuoso.

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Sin preocuparme lo más mínimo, hago un buen desayuno y poco después aparecen Javier Vicente y Pepe Muñoz, el Secretario de la Asociación, que quieren aprovechar mi despedida de tierras castello-nenses para pintar unas cuantas flechas amarillas. Pero nos tememos que el tiempo no está para ello. Javier Vicente saca del bolsillo una bolsa con los sellos de las ermitas y un tampón. Te lo había prometido. El primer sello de la credencial será el de la Ermita de Sant Jaume del Fadrell− me había dicho por teléfono− deja un espacio para él. Así es como pude estampar el sello que el domingo pasado no fue posible hacerlo en la Ermita porque no lo tenían.

            Después de una charla distendida, llega la hora de la despedida. Como el Camino discurre por sendas de montaña algo complicadas y teniendo en cuenta el tiempo desapacible, se ofrecen a llevarme la mochila a Aguaviva. Y sin más nos despedimos, ahora sí, con el ULTREIA y BUEN CAMINO peregrino. ¡¡Qué difícil se hace oír esas simples palabras por estos contornos!!

Son las once cuando ligero de peso y provisto del chubasquero, tomo la pista que sale justo enfrente de la “Cruz cubierta” camino a lo más recóndito de la Sierra de los Mojones.

A un kilómetro aproximadamente llego a una masía abandonada y medio derruida con viñedo y un pequeño olivar. Allí la pista se bifurca. Siguiendo la señalización blanco-amarilla tomo la pista de la izquierda que se dirige al “Pico del Infierno” que es la dirección que no debo abandonar. Después de otro kilómetro y poco más de ascenso ligero por una especie de desfiladero, encuentro una señalización vertical a mi derecha que indica de donde vengo “La Balma” y en oblicuo hacia el monte “Pico del Infierno”. Dudo unos instantes porque no distingo traza alguna de senda hacia donde indica la señal pero no cabe duda que debo seguirla. Salgo de la pista remontando un talud y es cuando veo la senda, mas bien una trocha que apartándose poco a poco de la pista y en ascenso fuerte va ganando altura entre un frondoso pinar por la ladera del monte. Ha dejado de llover, menos mal, pero el cielo permanece encapotado. Hay una gran humedad en el ambiente. Los pinos exhalan un agradable aroma a mojado. Continúo en ascenso fijándome en las marcas del PR que ahora aprovecha los troncos de los pinos para visualizarse. La fuerte subida y la humedad producen enseguida su efecto en mi cuerpo que comienza a sudar de lo lindo. La sensación de soledad es abrumadora, solo rota a intervalos por el canto de los pájaros que parecen contentos por la lluvia caída, pues supone más comida para ellos. Alcanzo una primera loma y seguidamente otra donde se esparcen los restos de una antigua masía, pero aún no se trata de la cresta de la sierra que se me resiste. Alcanzo la cresta después de casi cinco kilómetros de subida. Allí termina la provincia de Castellón. Encuentro una nueva pista que discurre por los límites provinciales de Castellón y Teruel. Son siete kilómetros en total los que llevo recorridos desde que salí de La Balma.

A unos setecientos metros de caminar por esa pista que continúa ascendiendo, encuentro otra señal vertical que indica de donde venimos “Santuario de la Balma” y otra hacia la izquierda que indica “Pico del Infierno”. En este punto abandono las señales del PR, tengo que seguir recto todavía en ascenso por la cresta de la sierra.

A unos tres kilómetros de caminar por los límites provinciales, llego a un punto conflictivo. Una bifurcación a la izquierda, otra a la derecha y otra que sigue al frente. Guiado por los apuntes que llevo de la que será “Guía del Camino de Castellón” que me facilitó el Presidente de la Asociación, Javier Vicente, sigo al frente aún en cuesta hasta llegar a la altura de una torre de tendido eléctrico de alta tensión. El cielo sigue encapotado y con niebla baja por lo que no tengo más remedio que fiarme de las señales que voy encontrando entre una masa boscosa de pinos que impiden distinguir horizonte alguno.

Cerca de la torre de tendido eléctrico y sobre una gran roca que sobresale a modo de losa, veo casi recién pintada una gran flecha amarilla, menos mal que he dado con alguna señalización, ya estaba preocupado. Sigo en su dirección, encontrando brochazos amarillos por un sendero entre alto matorral y a intervalos nuevas flechas amarillas. Ahora la trocha va en descenso por un trazado sinuoso y complicado. Sigo confiando en las flechas, ¡¡qué remedio cabe!! Poco a poco voy perdiendo altura. La traza del camino a veces se pierde pero siempre encuentro algún punto amarillo en el que apoyarme. La bajada se hace muy pronunciada por una zona con grandes losas por las que puede suceder un resbalón en cualquier momento. Llamo a Javier Vicente. Me dice que ya tengo que estar cerca de la “Balsa nueva” que siga las marcas. Le remarco lo salvaje del terreno. Ya estás cerca −me contesta− piensa que dentro de poco estarás en Aguaviva. Sigo confiado. Allá abajo en el fondo del barranco distingo una pista, pienso que allí debe enlazar la trocha salvaje por donde pienso podría despeñarme en cualquier momento. Gracias a Dios y con bastante dificultad llego sano y salvo a la pista. Gracias amigo “Santi”.

Voy por la pista siguiendo el lecho del barranco, pero una circunstancia me mosquea, ya no veo flecha ni marca alguna. Desde que entré en la pista que se cerraba en la montaña por la izquierda, no he visto señal alguna. Un mal presagio circula por mi mente. Creo que me he perdido. ¿Pero dónde? ¡¡Si es la única vía posible!! He seguido las señales hasta llegar a la pista, es en ella donde las he perdido. De todas formas ya está hecho y no es cuestión de volver. Lo único que faltaba, remontar ese camino infame. Que sea lo que Dios quiera. Comienza a lloviznar. ¡¡Vaya, otra vez el agua!! Después de casi una hora por la pista pensando donde me llevaría, diviso a lo lejos una masía y plantaciones a su alrededor. Bueno, por lo menos me dirijo a zona civilizada. Pero conforme voy acercándome a la masía, el corazón me da casi un vuelco. ¿No es esa “la masía abandonada y medio derruida con viñedo y un pequeño olivar” que me había encontrado en una bifurcación al inicio de la etapa? Efectivamente, es la misma. Las flechas y señales me han llevado por otro camino, al sitio desde donde partí. He hecho un recorrido circular. ¿Ironías del destino? ¡¡Como ha sido posible!! ¡¡Con lo claras que estaban las señales!! En fin, “a lo hecho pecho” como dice el refrán. Paso por la bifurcación de pistas y un kilómetro más adelante llego a la “Cruz Cubierta”. Estoy de nuevo en el restaurante de La Balma, pero en peores condiciones, chorreando de sudor y con la moral por los suelos. Son las dos y cuarto.

José Barberán y su mujer me miran asombrados. Les cuento lo sucedido. ¿Será posible que alguien haya pintado las flechas al revés a “mala leche”? La contestación queda en el aire de momento.

Los de la “romería” están ahora en plena comilona. Se ve que con ellos no va el asunto, son otras historias las suyas.

José me dice que no me preocupe que me llevarán a Aguaviva. Que descanse y me tome lo que quiera, incluso y a pesar del trabajo que tienen, que si quiero comer. Pero lo menos que estoy pensando ahora es en la comida, he perdido hasta el apetito. Intento ponerme todo lo cómodo que puedo y me retiro cabizbajo y acobardado a un rincón a esperar. Sigo pensando, tratando de recomponer la situación, en las primeras flechas que vi en lo alto de la Sierra de los Mojones. Pero por más vueltas que le doy a la cabeza todo sigue siendo una incógnita para mí.

Cuando la faena del comedor decrece, la mujer de José me lleva en su coche con una empleada rumana a Aguaviva. Han sido muy amables. Le doy las gracias. Otra vez la hospitalidad del Camino se ha manifestado. No puedo quejarme por esa parte. Son las tres y media cuando recojo mi mochila en el Hotel Altavella y subo a la habitación para ducharme y descansar.

Después de la siesta, me dirijo al bar. Mientras consumo un té calentito, voy tomando mis notas y pienso, pienso mucho. El ambiente en el exterior sigue desapacible, el cielo continúa encapotado. El dueño del hotel se sienta frente a mí con un café. Estamos los dos solos en el bar. La luz es escasa. Me fijo en él y lo veo triste, parece derrotado. Es mucha la pérdida sufrida. Para tratar de animarle le cuento mis batallitas desde que salí de Castellón. Hasta que le transmito los recuerdos de Tere la de Xiva de Morella. Fue entonces cuando el pobre hombre explotó de repente con el lamentable suceso del albergue de Todolella, aquella trágica noche del 5 de febrero, donde perecieron 18 personas intoxicadas con monóxido de carbono procedente de la mala combustión de unas estufas de gas butano, una de esas personas era su joven hijo. Ninguno queríamos sacar el tema. Pero la soledad en que nos encontrábamos era propicia para que el tema surgiera. Lo siento −le digo-no es mi propósito hacerle recordar...− Es igual −me contesta− de todas formas tenía que salir el tema, no hace todavía dos meses desde que murió mi hijo, contaba sólo 27 años. ¡¡Con las ganas que tenía de vivir!! ¡¡Y lo alegre que era!! Estamos hundidos, a mi mujer no logro consolarla, está sumida en una depresión enorme, llora mucho la pérdida. Ahora mismo estoy preocupado porque ha salido y ya tendría que estar aquí. −No sabe cuanto lo siento −trato de tranquilizarle− hay que tratar de sobreponerse, la vida continúa para nosotros−. Pero es muy fácil decirlo pero muy difícil cuando le toca directamente a uno. Continúa diciéndome que no descansará hasta averiguar la verdad. Cree que hay muchos puntos oscuros en el suceso que siguen sin aclararse.

En esas estamos cuando aparece la mujer. Se levanta el marido y la abraza con ternura. ¿Donde has estado cariño? Me tenías preocupado. Mira −le dice tratando de desviar sus pensamientos− este señor es un peregrino que ha salido de Castellón y se dirige a Santiago. −Pues rece mucho por nosotros al Apóstol, señor−alcanza a decirme con voz llorosa−. Ya lo sabe todo −le explica su marido−. Lo que la hace arrancar en sollozos.

Yo no sé ni lo que hacer. No encuentro palabras para consolarles y por otra parte, no es mi intención hurgar en sus heridas. Me encuentro en una posición muy incómoda. Quisiera evaporarme al instante. Pero aguanto allí inmutable, pienso que estoy obligado hasta que el marido la hace pasar al interior.

De vuelta, le digo que voy a salir a pasear un poco. Lo estoy necesitando de verdad. A pesar del frío, paseo por el pueblo tratando de despejar mis pensamientos y haciendo tiempo para la hora de la cena. No tengo mucho apetito pero tengo que tomar algo para recuperarme y afrontar la etapa de mañana.

Durante la cena hay otros comensales que se fijan en mí y me hacen preguntas sobre mi peregrinaje. Cuando me dispongo a salir uno de ellos me dice: ¡¡Buen Camino!! Había sido peregrina.

Me retiro a descansar. Hoy ha sido un día muy “gris” para mí en todos los sentidos. Habrá que tratar de olvidarlo. Hay que levantar la moral sin falta. Seguro que el Apóstol me ayudará.

Buenas noches y hasta mañana

NOTAS:

(1) El Santuario de la Balma.

“El Santuario de la Balma, empotrado en la inmensa roca, parece estar colgado del paisaje que domina el abierto valle del Bergantes y que dibuja, con suave trazo, un amplio horizonte con la sierra de San Marcos, las elevadas montañas de Morella, las muelas de Miró y la Garumba de Forcall…

El santuario, que dista un par de kilómetros del pueblo de Sorita, está ubicado concretamente en lo más profundo de una gran gruta (“balma”, en valenciano), estando recubiertas por muros con ventanas las distintas oquedades. El único acceso a este santuario se realiza a través de la hospedería-restaurante, que ocupa igualmente esta serie de abrigos naturales o de repliegues de las cavernas.

Resulta sobrecogedor este originalísimo angosto acceso al santuario, ya que el visitante ha de agachar la cabeza en varias ocasiones para no tropezar con las rocas que cubren el pasadizo, al que llega la luz del día a través de unas balconadas, desde las que se domina una espléndida vista sobre el río Bergantes, que describe a los pies mismos de la Balma un pronunciado meandro.

El aire de misterio que envuelve este santuario se acentúa cuando llegas a la capilla donde se venera la imagen de la Virgen de la Balma, y que está rodeada de rejas, en el centro de una gran gruta.

Junto a la capilla se halla otro habitáculo que resulta impactante, ya que de sus muros penden los exvotos, con una larga serie de objetos que reproducen partes del cuerpo humano aportadas, en acción de gracias, por personas anónimas, que agradecían así su curación por la intercesión de la Virgen de la Balma.

Hay que resaltar que, entre las curaciones milagrosas, abundaban las correspondientes a los posesos y endemoniados, que acudían a la Balma para intentar superar sus enfermedades mentales.”

(2) “La Creu coberta”

La lucha entre el ángel y el demonio

“El día grande de Sorita es el 8 de septiembre, cuando acuden al Santuario de la Balma gentes procedentes de numerosas poblaciones de Castellón y Teruel, y que tienen su principal punto de encuentro en la hermosa “creu coberta” (cruz cubierta) situada al principio del camino de acceso al santuario. Esta cruz está resguardada bajo una cúpula sostenida por varios pilares y decorada con frescos con motivos religiosos que fueron pintados durante el siglo XIX por el pintor Cruells.

Ante esta cruz cubierta se representa anualmente la lucha entre el bien y el mal. El periodista José Luis Serrano Fabregat, especialista en fiestas y costumbres, considera que las danzas de Sorita pueden ser “el resto de una de las más ancestrales representaciones sacras que todavía guardan las comarcas castellonenses”.

El 8 de septiembre, un ángel, encarnado por un niño, lucha y derrota a Lucifer, representado por un hombre maduro con el rostro tiznado y ataviado con una extraña vestimenta, en la que predominan las pieles, y que durante el combate lleva en la mano una serie de bengalas. El ángel consigue desarmar al demonio (que lleva cola, o rabo, conforme a su imagen típica), tirándole al suelo y colocando un pie sobre su cabeza en señal de victoria. Posteriormente se realiza la procesión, en el transcurso de la cual se interpretan varias danzas ancestrales, con el acompañamiento del “tabalet” y la “dolçaina”: “llauradorets”, “pastorets”, “gitanetes”, “les verges”, etc.

Las personas que bailan estas danzas (que tiene varios siglos de antigüedad) visten faldas de tres colores (amarillo, verde y azul), camisa blanca y pantalón corto atado con cintas, calzando alpargatas.”

(Información extraída de Wikipedia)

12-alcorisa-500

7ª Jornada:
Aguaviva – Andorra

Domingo, 3 de abril de 2005

Parcial 34 Km; Total 190 Km; A Santiago: 885 Km

Una etapa interminable

Desayuno en el bar del hotel servido por el propietario, son las ocho y cuarto cuando me dispongo a reanudar mi Camino. Me despido del buen señor, deseando que tanto él como su mujer, encuentren la suficiente fortaleza para, al menos, seguir luchando por vivir. Ya se sabe que en estos casos la mejor medicina es el tiempo.

Hace bastante fresco y el cielo está cubierto de negros nubarrones que no vaticinan nada bueno pero de momento calma. En esta etapa voy a adentrarme en terreno desconocido. Son las tierras del Bajo Aragón, ya veremos como me reciben. De momento, cuento con la ayuda de Rafael, el Presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago “San Macario” de Andorra, se ha ofrecido a sacarme de apuros si fuera necesario. Es una tranquilidad para mí.

Hago los cuatro kilómetros que me separan de Mas de las Matas por el arcén de la carretera, no hay otra opción. Por ser domingo, el tráfico es prácticamente inexistente. Medio kilómetro antes de llegar a Mas de las Matas, se cruza por un puente el Río Guadalope, en el que cinco kilómetros curso abajo afluye el Río Bergantes, mi compañero de fatigas durante un tramo de la etapa de ayer. Poco después desaguan parcialmente en el Embalse de Calanda.

A la entrada de Mas de las Matas, observo que están construyendo un Albergue Municipal. Esperemos que esté terminado pronto pues sería una buena elección para rematar la etapa que parte de Sorita y aliviar la que hoy he emprendido. No existe en el pueblo ningún establecimiento hotelero. Sigo caminando por la circunvalación del pueblo, después me doy cuenta que podía haber atajado atravesándolo. Pero no tengo guía alguna y de momento no veo ninguna flecha, lo cierto es que esa carretera es la de Alcorisa.

A partir del otro extremo del pueblo es cuando comienzo a ver flechas amarillas pintadas sobre las señales verticales. Menos mal. Paso frente al campo de futbol y a mil trescientos metros de la salida veo la cruz cuya referencia me ha facilitado Rafael. Doscientos metros adelante, junto a una casita abandonada a la derecha, sale la pista que debo seguir (justo en el p.k. 12).

Por terreno completamente llano, entre campos de cereal, tierra baldía y algún pinar aislado, sigo contento mi Camino. El suelo está algo mojado por la lluvia caída por la noche, pero no es obstáculo para andar con comodidad. Llego al Barranco de la Canaleta que debo seguir hasta “tocar” la carretera en un paraje denominado la Torre o Masada de Anduch donde hay un manantial y abrevadero en cuyo extremo emergen dos robustos chopos. Pregunto a unos paisanos que están reparando un tractor y me dicen que puedo beber sin problemas, el agua es de confianza. Llevo recorridos unos once kilómetros, así que decido sentarme junto al manantial a tomar algo y descansar. Los paisanos desconocen que por aquí está marcado el Camino de Santiago, a pesar de que una flecha amarilla aparece pintada en la pared de la edificación donde se encuentran. No se habían dado ni cuenta.

Continúo mi Camino entre unas casas semi-derruidas siguiendo la dirección de las flechas. Junto a la puerta de una de las casas abandonadas, aun puede verse un pequeño azulejo con el escudo del lugar, Torre de Anduch.

La pista ahora en ascenso duro hacia el Alto del Caballo. Después de casi dos kilómetros hay que salir obligatoriamente a la carretera. Por su arcén corono el puerto (731 m) y medio kilómetro mas abajo dejo de nuevo la carretera por una pista que sale a la izquierda y que sigue en descenso hasta llegar a una depresión. De momento he podido seguir bien las flechas pero a la altura de una balsa las pierdo. Retrocedo hasta la última flecha que estaba pintada sobre una roca. Oteo todas las posibles salidas pero no puedo distinguir flecha alguna. Tanteo una pista que sale a la izquierda pero pronto me percato que no voy por buen camino. Retrocedo de nuevo hasta la roca. Debo llamar a Rafael quien localiza al instante mi ubicación y me dice que tengo que tirar a la izquierda pero un poco mas adelante por donde se ve una casa abandonada en lo alto de una loma. Siguiendo sus indicaciones, con dificultad consigo ver la siguiente flecha amarilla pintada sobre otra roca. Rafael me ha sacado de mi primer apuro.

A través de la fea e inhóspita hondonada, pienso en la gran soledad que me rodea. Por otra parte, el sol va calentando lo suyo, aunque los nubarrones no están muy lejos. Se me hacen interminables esos casi siete kilómetros que hay desde la carretera hasta la Plaza de Toros de Alcorisa, durante los cuales he tenido que llamar a Rafael en otras dos ocasiones. ¡¡Qué duro se hace a veces el Camino!!

Ya con las primeras edificaciones a la vista me quedo tranquilo. La pista de acceso al pueblo, bordea un farallón y tras una fuerte bajada piso por fin las calles de Alcorisa por la zona lúdica.

Son las dos menos cuarto cuando aparezco en el centro del pueblo donde se concentra la zona de tapeo. Voy sudando por los cuatro costados y me encuentro más cansado de lo habitual a estas alturas. Entro en uno de los bares a reponer calorías. Hora del aperitivo dominical, los parroquianos apuran las consumiciones. Lo primero que hago es tomarme casi de un trago una caña de cerveza, ante las miradas de curiosidad de la clientela. Como si no fuera conmigo, me acomodo y pido algo sólido. Los clientes, como prevenidos por una sirena, dejan casi al unísono el bar, es la hora de retirarse a comer. Tras el descanso, salgo de Alcorisa cuando el reloj marca las dos y media. Aún me faltan catorce largos kilómetros para llegar a Andorra.

Sigo la calle que me ha indicado el camarero. Es la salida del pueblo pero resulta que es la nueva, la antigua no he logrado encontrarla. Un dependiente de la gasolinera me lo confirma. Ha dado Vd. un buen rodeo −me dice−, por lo menos kilómetro y medio más. Era la propina a una fea etapa.

A mayor abundancia, cuando enfilo la carretera de Andorra, después de pasar el campo de fútbol, llamo a Rafael al no ver ninguna flecha. Te has dejado la desviación quinientos metros atrás −me dice−, debías haber tomado la carretera antigua, ahora no te merece la pena volver, sigue por donde vas, te vas a ahorrar dos kilómetros. ¡¡Qué difícil se me hace seguir el recorrido sin una Guía!! La ayuda de Rafael se está haciendo imprescindible.

El cielo se está poniendo oscuro por momentos, se avecina una buena tormenta. Aligero el paso. Voy como una moto. Cuando me faltan tres kilómetros de etapa, comienzan a caer las primeras gotas, son gordas las condenadas, la que se va a formar… Mientras me estoy poniendo el chubasquero, un agricultor que acababa de llegar a su huerto al otro lado de la carretera para concluir alguna faena me dice que me lleva en su coche. A la vista del panorama que tengo por delante y lo cansado que estoy, no tengo mas remedio que aceptar a regañadientes su ofrecimiento. Me acomodo como puedo en la parte de atrás del “cuatro latas” y llego sin apenas mojarme a la puerta del hotel que me había dicho Rafael. Son las cinco. Al final he tenido suerte pues si hubiera seguido el camino señalizado, a esta hora estaría luchando en terreno desconocido con la lluvia, el viento y el barro y lo peor de todo bajo un cielo de impresión.

Tomo posesión de la habitación reservada previamente por Rafael. Es a cuenta de la Asociación −me había dicho−. Y eso a qué se debe −le respondo sorprendido. −Es lo menos que podemos hacer con los escasos peregrinos que pasan por aquí− me contesta. Otra vez la hospitalidad del Camino se manifestaba en toda su plenitud.

Telefoneo a Rafael. Pues si que has llegado pronto −me dice−. Es que he venido a paso ligero por la lluvia −se me ocurre bromear−. −Espérame abajo, ahora mismo estoy ahí.

No conocía a Rafael en persona pero la impresión que me da es inmejorable. Me lleva en su todo terreno al local de la Asociación donde acredita en la credencial mi paso por Andorra y además me obsequia con una camiseta, un polo y un cachirulo baturro y encima el hotel gratis. ¿Hay quien dé más? No encuentro palabras para expresarle mi agradecimiento.

De vuelta al hotel, primero me indica in situ la salida del pueblo por el Polígono Industrial y luego nos sentamos tranquilamente a charlar. Me informa de la etapa de mañana. −Yo no estaré aquí pues tengo que acercarme a Zaragoza −me dice− pero apunta mi móvil por si acaso. Si quieres descargarte de peso, prepárame en una bolsa lo que veas que te sobra y se lo entregaré con mucho gusto a tu hija en la Óptica −continúa− yo tengo la casa muy cerca. −Es una buena idea −le contesto− seguro que podré desprenderme de algo, muchas gracias. −La etapa de mañana ya verás como te gusta más −me informa− al inicio tendrás que sudar un poco la camiseta, es la única subida dura que encontrarás. Si tienes algún problema no dejes de llamarme.

¡¡Qué buena persona Rafael!! Mejorando lo presente es la amabilidad personificada. Me dice que estuvo de hospitalero en el Albergue de Ventosa. Se ve que la hospitalidad no la ha manifestado solo en el albergue, se le ha pegado y la continua ejerciendo en su propia casa, y ¡¡de qué forma!! ¡¡Mil gracias, amigo Rafael!!

Paso el resto de la tarde en el bar del hotel. La lluvia sigue cayendo sin respiro. Hoy no está el tiempo para paseos.

Ceno un plato combinado y me retiro a descansar en este albergue de lujo. Como veis, al final todo tiene su recompensa.

Buenas noches y hasta mañana.

18-albalate-500

8ª Jornada:
Andorra – Albalate del Arzobispo

Lunes, 4 de abril de 2005

Parcial 24 Km; Total 214 Km; A Santiago: 861 Km

El Albergue fantasma

A las siete y media, ya me encuentro dispuesto para iniciar la etapa. He dormido plácidamente y desayunado en el bar del mismo Hotel. Miro al cielo. Afortunadamente, el frente nuboso ha pasado, pero en el ambiente se siente la humedad que la lluvia ha dejado y que unida a la baja temperatura hace que tenga que abrigarme a conciencia.

13-Pilarica-250

Cruzo la carretera justo cuando pasa el autobús de línea que va a Zaragoza. Me adentro en el Polígono Industrial siguiendo las flechas amarillas. Cuando llego a la falda de la Sierra de Arcos, coinciden tres señalizaciones, una blanca-amarilla de PR, otra azul y las flechas, por señales no va a ser.

Afronto el repecho con decisión, a pesar de los kilómetros parece mentira lo fuerte que me encuentro. Porque la pendiente es de aúpa, ya me lo dijo ayer Rafael. Entre pinos alcanzo un descansillo donde la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Andorra (AACSA) ha erigido un pequeño monumento en honor de la Virgen del Pilar, la “Pilarica” como se la conoce en Aragón. Un buen detalle.

14-cerero-300

La senda continua ascendiendo en busca del Collado del Cerero (855 m) en medio de un paisaje que se estaba haciendo duro contemplar. Hay que saborearlo con avaricia −digo para mis adentros−. En el alto, una gran vieira amarilla seguida de las clásicas flechas. Comienza la bajada por un sendero encantador. La lluvia caída en la tarde-noche de ayer ha dejado un aroma a pino que apetece respirar en profundidad.

La senda termina en una pista de tierra que tengo que seguir a la derecha ya por terreno llano. A unos quinientos metros dejo las señales azules a mi izquierda, siguen otro recorrido. Un kilómetro más adelante la flecha me saca de la pista por la izquierda. El camino casi se adivina pero gracias a las señales puedo seguirlo con cierta dificultad ya que discurre prácticamente campo a través por un suelo muy irregular. Dejo a mi derecha una masía donde unos perros me saludan con sus ladridos desaforados.

Continúo buscando la cima de la montaña por una ladera muy pedregosa. Las señales en este tramo se hacen imprescindibles, llegan a ser tus mejores aliadas. En lo más alto hay una réplica de la “Cruz de Ferro” pero de menor tamaño y más retorcida, otro buen detalle de la AACSA. El descenso por la ladera contraria sigue por terreno pedregoso, y como consecuencia de ello, la dificultad de la marcha.

15-cruz-350

Al llegar a la llanura, lo primero que me encuentro es un pozo de agua de muy difícil acceso junto a unos huertos de olivos. Unas canalizaciones de goma indican que el agua es aprovechada. Y efectivamente, a unos doscientos metros hay una pequeña masada cuya puerta está abierta. Unos perros sueltos salen a mi encuentro pero por los movimientos de sus rabos intuyo que no son peligrosos. En el interior de la masada advierto la presencia de un hombre que sale al oír los ladridos y me mira con extrañeza. Pocas personas deben pasar por estos andurriales. Estoy en el lugar conocido como la Masada del Pozuelo.

Soy hombre de paz −le digo para tranquilizarle− Buenos días.

−Buenos días −me contesta más tranquilo −no se preocupe por los perros, no son peligrosos.

−Soy un peregrino que se dirige a Santiago −le respondo intentando entablar conversación.

−¡¡A Santiago!! ¡¡Válgame Dios!! −me contesta− y ¿de dónde viene?

−De mi casa de Castellón −percibo que va tomando confianza.−El agua del pozo que he visto un poco mas atrás ¿es potable?

−Buenísima −me contesta− llega aquí por gravedad, ¿le apetece?

Desde luego que me apetecía, bebo un trago largo y luego relleno la cantimplora, posiblemente ya no encuentre agua hasta llegar a Albalate. Se trata de un pastor que mientras cuida al rebaño se entretiene haciendo bastones que veo colgados en fila en una de las paredes de la humilde choza. Oigo los balidos insistentes de las ovejas. En un ambiente cada vez mas distendido, me comenta que hoy tendrán que comer pienso, no las saca a pastar porque hay mucha humedad y eso no es bueno para ellas.

Después de decirme que siga la pista sin problemas, me despido del buen pastor. Allí, en medio de la nada te percatas cómo el Camino, cuando menos te lo imaginas, te muestra su rostro hospitalario.

Sigo mi Camino acompañado de los perros durante unos metros. Atravieso una casa abandonada. La tierra en este altiplano debe ser de muy difícil cultivo. Algo de cereal de poca calidad y pequeños olivares desperdigados. Las flechas amarillas siguen cumpliendo su misión.

Sobre las diez y media llego a una bifurcación que coincide con un redil junto a un olivar que acoge a unas cuantas ovejas a dos kilómetros de la Masada del Pozuelo. La señalización me indica que gire a la izquierda. A pocos metros distingo una flecha sobre un poste de la luz que está en medio de un bancal fuera del camino. Una vez allí, oteo en todas direcciones en busca de algún indicio de señal, pero no consigo verla. Pruebo campo a través pero tengo que regresar, no distingo nada. Al final desisto, no me queda más remedio que molestar de nuevo a Rafael. Ya sé que no es ninguna molestia para él, pero no por eso deja de darme corte. Por mis explicaciones reconoce mi situación.

−Tienes que ver lo que fue un transformador eléctrico en su día− me informa.

−Sí, ya lo veo− lo tenía a cierta distancia.

−Pues en una de sus paredes está la flecha amarilla y por detrás encontrarás una cruz clavada en el suelo que indica el inicio de la bajada al Barranco de Matapuercos. Tendrás que pasar por medio de un bancal que estará sin sembrar. Ahh, esta mañana te vi cuando cruzabas la carretera por la zona industrial de Andorra, iba en el autobús de Zaragoza y por cierto, ya he estado con tu hija.

−A duras penas veo la flecha, muchas gracias, Rafael, no sé lo que haría sin tu ayuda. Siento tener que molestarte tanto.

−Ya sabes que no es ninguna molestia, llama cuando quieras.

16-Matapuercos-500

Siguiendo sus instrucciones llego al transformador que dista cuatrocientos metros del corral de ovejas y a unos setenta metros hacia el oeste, tal como me ha dicho, reparo en la cruz que está emplazada a un nivel que no permite verla desde la pista. En ella alguien ha garabateado “mata puerco”. ¡¡Vaya nombre!!

Son las once menos cuarto. Inicio la bajada al barranco, otra vez rodeado de pinos. Junto a una gran oquedad de la ladera brota un manantial con abrevadero pero tengo que esquivarlo como puedo pues está plagado de avispas. Sigo bajando rodeado de la soledad mas absoluta. Las flechas amarillas siguen siendo mis mejores guías en estos difíciles momentos. Al pisar una roca me resbalo cayendo de espaldas. Gracias a la mochila, que haciendo de muelle amortigua mi peso, no me hago daño pero ha sido un aviso. Tendré que andar con más cuidado.

Despúes del incidente, continúo el descenso por la ladera del barranco hasta que la senda enlaza con un barranquillo por cuyo cauce tengo que seguir, llegando sin más incidencias a la entrada de una pista ya en la llanura. Han sido dos kilómetros desde la cruz. Debe haber llovido con ganas pues el piso se nota muy mojado, incluso hay tramos con barro.

Va siendo hora de parar y tomarme un descanso y refrigerio. Encuentro el lugar adecuado junto a una casita abandonada delante de mí, una antigua construcción de piedra sin tejado invadida por las zarzas.

Siguiendo la pista y entre pequeños huertos alcanzo una carretera asfaltada después de recorrer tres kilómetros y medio por la llanura. Frente a mí una gran finca de melocotoneros. Bordeando la finca llego al Río Martín cuyo cauce tendré que seguir hasta Albalate por una pista muy embarrada que discurre por la ribera derecha del río. Es una pena que haya tanto barro, pues sin él hubiera sido un plácido paseo a la sombra de altos chopos entre huertas de frutales y hortalizas.

A la una y media diviso las primeras casas de Albalate. Estoy pensando ya en como será mi primer Albergue del Camino, si encontraré algún peregrino, si tendré que estrenar el saco de dormir, en la ducha que me espera … y a las dos menos cuarto me encuentro cruzando el puente sobre el río Martín, por cuya margen derecha he andado unos cuatro kilómetros.

Pregunto a un paisano por el Ayuntamiento.

El Ayuntamiento está cerrado. Hoy es fiesta en el pueblo. Las autoridades están todas en la Ermita de la Virgen de los Arcos adonde han ido de romería −me informa.

Soy peregrino camino de Santiago y solo necesitaría las llaves del Albergue para pernoctar.

Pues difícil lo veo pues no queda en el pueblo ni el gato.

Empiezo a preocuparme, pero queda mucha tarde por delante. No debo ponerme nervioso. Junto al puente veo un Restaurante (Casa Agustín). Decido ir a preguntar.

El restaurante está a tope, los empleados están en plena faena. Voy sudado de arriba abajo. Mi estado debe ser deplorable, necesito sin falta una buena ducha. Además tengo hambre.

Mientras me tomo una cerveza y vuelvo a explicar mi condición, pregunto al que se encarga de asar la carne.

Buenos días. ¿Conoce algún sitio donde pasar la noche?

En el pueblo no hay nada −me responde de mala manera mirándome de arriba a abajo −y el Albergue está completo.

O sea, por lo que se ve, debe ser el encargado del Albergue.

−¿Dice que está completo el Albergue? −le contesto. −Pues tiene que haber algún sitio donde pernoctar porque el siguiente pueblo (Belchite) está a 35 km. Me conformo con cualquier rincón. No hay problema. Pero necesito ducharme. Mire como voy.

Bueno -se compadece por fin− veremos si podemos hacer algo. Espere un momento.

Al poco rato me entrega unas llaves.

Son las llaves del Albergue −me informa−,mire a ver si encuentra alguna cama libre en la habitación 2 o 3.

Menos mal. He tenido la suerte de dar con la persona indicada pero queda por ver si hay alguna cama libre. Será que con la fiesta ¿habrá ocupado el albergue algún grupo numeroso de personas?

Atravieso de nuevo el puente y siguiendo sus indicaciones encuentro el albergue algo retirado junto a unas escuelas. En la fachada se puede leer “Albergue Juvenil El Palomar” Me sorprende no ver actividad alguna por los alrededores. La puerta está cerrada y además me cuesta un poco abrirla. ¡¡Qué raro!!

Lo primero que me encuentro es el comedor donde todas las mesas y sillas están apiladas. Esto no ha estado ocupado desde hace tiempo, hay mucho polvo y telarañas y todo rodeado por un absoluto silencio. Esto más bien parece un albergue fantasma. Subo al piso donde deben encontrarse los dormitorios y cual no es mi sorpresa al comprobar que está completamente vacío. Puedo elegir la habitación y la cama que quiera.

¡¡Será cabrón, el tío!! Me va a tener que oír cuando me lo tropiece. Me debe alguna explicación.

Pero lo realmente importante es que ya tengo un sitio donde descansar y por supuesto darme una ducha relajante. De momento no hay que pensar en nada más.

19-PuertaCapilla-350

Después de asearme, me acerco al Restaurante dispuesto a cantarle las cuarenta al que me había engañado sin sentido alguno. Pero ya no se encontraba allí. Para más “INRI”, resulta ser el hijo del dueño. En fin queda toda la tarde para encontrarle.

Más relajado me siento a comer. Me atiende una camarera rumana muy atenta y la verdad es que la comida estaba muy apetecible y el precio aceptable.

Después de una buena siesta en el albergue fantasma, salgo a dar un paseo por los alrededores. La tarde se presta para ello. El pueblo es muy interesante con todas sus casas apiñadas alrededor de la Iglesia de la Asunción con el castillo del Arzobispo en lo alto de un cerro. Las calles estrechas y sinuosas respondiendo al carácter medieval del pueblo. La entrada por la calle Mayor conserva todavía su puerta arqueada con capillas sobre el arco tanto en el exterior como en el interior. La del exterior es la consagrada a la Nª Sra. de los Arcos (patrona del pueblo) y la interior lo está a Sto. Domingo.

Al atardecer me sitúo junto al puente para asistir al regreso de la romería. Muy entretenido.

Llega la hora de cenar y el individuo sin dar la cara. En el restaurante está el padre pero me sabe mal decirle nada, él no tiene la culpa. Pido una merluza rebozada para cenar. Para mi sorpresa era merluza fresca de pincho. ¡¡Qué suerte!!

En el exterior va haciendo frío. Es hora de retirarse a descansar. Es de noche y da un poco de miedo el camino hasta el albergue pues es muy solitario. Pero no hay otra que hacerse el valiente.

Ya en el albergue me cierro a cal y canto y a intentar dormir. Causa mucha impresión tanto silencio y soledad. Mañana será otro día.

Buenas noches y hasta mañana.

20-belchite05001

9ª Jornada:
Albalate del Arzobispo – Belchite

Martes, 5 de abril de 2005

Parcial 32 Km; Total 246 Km; A Santiago: 829 Km

Demasiada soledad

No he pasado muy buena noche, prácticamente de imaginaria. La soledad y el frío del albergue me han ganado la partida. Cualquier ruido, por mínimo que fuera, me despertaba. Y es que el albergue queda al otro lado del Río Martín, en un paraje solitario. No sé las veces que me he levantado. Estaba deseando que llegase la claridad del día para incorporarme definitivamente y salir.

Desayuno en Casa Agustín a las siete. Me atiende Agustín-padre, del hijo no he sabido nada, ¡¡qué lástima!! Con las ganas que tenía de decirle unas cuantas cosas. Por el albergue me cobra 9 euros.

Me dirijo al centro del pueblo hasta la plaza de la Iglesia. Frente a la fachada una calle empinada que debo seguir. Menos mal que hace frío pues la cuesta se las trae. Al llegar a lo más alto, comienzan las flechas amarillas. Paso por delante de la abandonada Ermita de Sta. Bárbara y comienza una bajada por pista. Llego a una bifurcación y no encuentro señal alguna. ¡¡Vaya por Dios!! ¡¡Empezamos bien el día!! Tanteo la pista que sigue al frente y después de no ver ninguna señal en diez minutos, regreso a la bifurcación. De nuevo Rafael me saca del apuro. La flecha está pintada sobre un poste de tendido eléctrico a cierta distancia de la pista de la derecha. Al final la distingo. La pista está muy embarrada. Llego a la carretera a la altura de un Polígono Industrial en construcción perdiendo definitivamente las señales. Pregunto a unos obreros y no saben nada de flechas. El Camino de Santiago les es desconocido. No tengo mas remedio que tomar la carretera dirección Lécera, me sabe mal llamar de nuevo a Rafael.

Menos mal que al rebasar una loma a unos cuatro kilómetros del pueblo, reconozco una flecha amarilla a la derecha de la carretera y unos metros mas adelante otra flecha que confirma la dirección del Camino. Gracias a Dios he podido percatarme, pues en caso contrario, hubiera tenido que seguir por el asfalto hasta Belchite y son 32 km.

Amparado por las flechas, sigo la interminable pista entre campos de cereal reciente. Solo hay una palabra para designar mi estado anímico, la más absoluta SOLEDAD. Ni una casa, ni apenas árboles, y por supuesto nadie. Solo soledad, soledad y más soledad. Son momentos difíciles, en los que te cuestionas el motivo de estar ahí, si de verdad merece la pena tanto sacrificio. La cabeza te empieza a dar vueltas. Piensas en los tuyos, los amigos, tu juventud, los viajes … pasando de un tema a otro tal como si estuvieras soñando. En definitiva haces un desordenado repaso de tu vida. Como la mente está ocupada cavilando, los kilómetros van transcurriendo sin apenas darte cuenta y al final consigues vencer el tedio y concluir la etapa. Ya estás mas cerca de Santiago y eso te da nuevos bríos.

Cuando llevo unos diecisiete kilómetros recorridos decido parar junto a un ribazo con alguna arboleda y una balsa, son las once y media. Veo a dos agricultores que con un tractor están rematando unos surcos. Cuando terminan la faena pasan por mi lado.

Buenos días −les saludo −¿voy bien para Belchite?

Está en el Camino Viejo de Belchite, el pueblo que ve a través es Lécera, el último pueblo de Teruel. Cuando pase el campo de almendros que está en lo alto de esa loma que tiene al frente, llegará al mojón provincial que separa los términos municipales de Híjar-Lécera-Belchite y entrará en la provincia de Zaragoza. Le faltan unos 13 kilómetros para llegar a Belchite.

Les agradezco la información y nos despedimos. Poco a poco el tractor, envuelto en una polvareda, se va alejando en dirección contraria a la mía hasta perderse. Otra vez la soledad.

Después de hacer el almuerzo, sigo mi Camino. Poco a poco la población de Lécera va desapareciendo de mi vista. Al frente unos altos de tierra caliza totalmente yerma. Paso por unas ruinas a mi izquierda que aparentan haber sido un campamento militar. Una colina puntiaguda es mi nueva referencia. Menos mal que corre una brisa fresca que alivia los efectos del sol, aún así, voy completamente empapado de sudor.

Tras una hora y cuarto y después de dejar la colina por mi izquierda llego a la carretera a la altura de una curva mejorada. Un mojón indica el km 35.

Por la carretera tengo que andar casi seis kilómetros hasta una vaguada por donde pasa el río Belchite. A mi izquierda un caserón desvencijado y pasado el río, sobre una loma distingo la silueta irregular de un pueblo entero en ruinas, se trata del pueblo viejo de Belchite.

Las flechas me indican que tengo que dejar la carretera para tomar la ribera derecha del río por la que camino unos ochocientos metros, hasta encontrar un vado por donde cruzar el río a la altura de unas casas y huertas. De allí mismo parte una pista que en ascenso suave remonta la loma llegando a la entrada de lo que queda del viejo Belchite (1).

Hago una parada ante los restos de la Iglesia de San Martín. Es impresionante el boquete causado por una bomba en la torre-campanario donde se adivina su origen mudéjar. Conforme te adentras en el pueblo por la calle Mayor vas contemplando a ambos lados lo que queda de las casas invadidas por la suciedad, malas hierbas y roedores, algunas de ellas se adivina su aspecto señorial. Es desolador todo lo que encuentras al paso. Me hace pensar en lo que los hombres son capaces de hacer cuando pierden la razón. Incluso da miedo de que alguna pared pudiera caerme encima. Atravieso este pueblo fantasma hasta la puerta de acceso, pero tengo que retroceder a otra calle al estar el paso cerrado.

Salgo de las ruinas pensando en las barbaries que llegan a cometerse en las guerras. Se quiso respetar el Belchite bombardeado tal como quedó al final de la contienda civil, como recuerdo doloroso de la guerra.

Setecientos metros más y me encuentro entrando en la calle principal del nuevo Belchite, cuyas casas parecen clonadas. El Ayuntamiento se encuentra cerrado. Siguiendo las recomendaciones de Rafael, pregunto por la casa de la Alcaldesa que me debería informar sobre algún sitio para pernoctar. Después de localizar su chalet y llamar al timbre, recibo el silencio por respuesta. O no hay nadie, o no me quieren abrir. Espero un rato sentado en un banco. Y nada, no aparece nadie. Desisto de encontrar a la Alcaldesa.

Vuelvo al centro del pueblo en busca del cura. Llamo a su casa anexa a la Iglesia. Me abre la puerta con cara de pocos amigos.

Buenas tardes Padre, soy un peregrino….

Pues aquí no hay albergue ni nada que se le parezca −me corta tajante−. Ustedes vienen confiados en lo que les cuentan pero cuando llegan aquí la realidad dista mucho de ser la que esperan. Yo no puedo ayudarle.

Sin sentirlo y sin más palabras, se monta en un todo terreno y desaparece. ¡¡Menuda hospitalidad la del cura!!

Me marcho cabizbajo y dolorido en busca de un bar. El camarero me informa que el Presidente de la Cruz Roja Local, suele dejar usar las dependencias a los peregrinos. Pero hay que encontrarle y yo ya estoy cansado de seguir buscando. De todas formas este pueblo de casas clonadas no tiene mayor encanto. Así que decido volver a la carretera y tomar una habitación en el Hostal “El Pueyo”.

Después de asearme llamo a Rafael para ponerle en conocimiento de la gran hospitalidad encontrada en el pueblo sobre todo la del cura. −Hay poca conciencia del peregrino por esta ruta −me dice −pero bueno, hay que tomar las cosas como vienen y gracias que hay un hostal en las cercanías. La salida del Camino hacia Mediana la tienes a mano, a unos doscientos metros de donde estás.

Agradezco a Rafael su inestimable ayuda. Allí no hay ningún sitio donde ir. No hay más remedio que esperar en el bar a que sirvan las cenas.

Mañana espero enlazar con el Camino del Ebro en El Burgo. Son muchos kilómetros y hay que recuperarse bien.

Buenas noches y hasta mañana.

 (1) BELCHITE:

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“Durante el año 1937 se produjo una gran batalla en la que que se conoce como “La Guerra Civil Española de 1936”. Como consecuencia de ello la población de Belchite quedó totalmente destruida y sus habitantes (5.000 en ese período) la abandonaron. Actualmente existe un proyecto de acondicionar la zona para que la gente la visite sin peligro.

Belchite quedó en ruinas, pero no fue reconstruida. El nuevo Belchite se construyó a su lado, dejando el viejo como recuerdo de lo que allí pasó, un monumento a la Memoria.

Los viejos monumentos están en ruinas, pero la belleza aún perdura a pesar de las bombas y el abandono sufrido desde la terminación de la guerra civil. Destacamos la Iglesia Parroquial de San Martín (s. XIV), el Convento de San Rafael, la Iglesia y el Convento de San Agustín (s. XVIII), la Torre del Reloj (s. XVI), el Ayuntamiento, la Calle Mayor, etc.)

Allí sigue, para quien quiera visitarlo, con sus muros medio derruidos cubiertos de impactos de obuses y balas. Las iglesias de San Agustín y San Rafael destacan sobre el resto de estructuras, con sus torres de estilo mudéjar agujereadas como un queso de Gruyere. Aun puede verse un proyectil que no explotó impactado en la torre de la iglesia de San Agustín y los lugareños cuentan que había otro más grande en la de San Rafael, pero que fue retirado por seguridad.”

(Información obtenida en la web http://www.olearum.es/det_olivos_monumentales.php?id=30)

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10ª Jornada:
Belchite – Zaragoza

Miércoles, 6 de abril de 2005

Parcial 45 Km; Total 291 Km; A Santiago: 784 Km

Atrapado en el páramo

Duermo razonablemente bien en el modesto hostal de carretera que me ha tocado en suerte y tras la ducha y un buen desayuno me dispongo a emprender la décima etapa cuando son las siete y media.

Cruzo la carretera nacional, y a doscientos metros del acceso a Belchite encuentro la flecha tras unos almacenes que me indica un giro en ángulo recto. Se camina perfectamente por la ancha pista de concentración parcelaria. El cielo está cubierto por una neblina que dificulta la visión. Una ligera brisa fresca, ideal para la marcha, acaricia mi rostro. A pesar de los pesares voy contento, sobre todo porque el cuerpo me va respondiendo.

En principio el camino transcurre entre huertos principalmente de olivos pero conforme pasan los kilómetros, el terreno se va degradando hasta convertirse en un auténtico desierto, la estepa aragonesa.

Voy siguiendo las flechas sin problemas hasta que a unos seis kilómetros y medio, surge la primera duda al no ver señal alguna en un cruce. Son las nueve y cuarto, un poco pronto para llamar a Rafael pero no tengo mas remedio. Me pregunta si veo la fábrica de la cantera, pero la neblina impide la visión a cierta distancia, de todas formas me indica que siga por la pista de la derecha. Es difícil conseguir marcar señales pues el terreno es prácticamente árido con algún campo de cereal pero con ausencia de rocas o alguna piedra donde pintar una flecha. Me dice Rafael que tiene que haber un palo pintado de amarillo en algún sitio. Efectivamente encuentro el palo partido en dos entre la maleza al borde de la bifurcación.

Sigo mi Camino y al poco tiempo diviso a lo lejos la cantera de caliza con la fábrica en primer término. A un kilómetro y medio llego a una carretera asfaltada por donde circulan enormes camiones-bañeras que dan servicio a la “Cantera del Pueyo”. Es curioso observar la gran fábrica en medio de tanta desolación. No se aprecia ser viviente alguno.

Ochocientos metros más adelante llego a la altura de la fábrica desde donde tengo que tomar una pista a la derecha que va alejándome irremediablemente del único vestigio de civilización en el entorno. Poco más de un kilómetro de recta interminable me lleva a la altura del Corral de la Tratera totalmente abandonado y ochocientos metros después paso por delante de la antigua paridera de la Colorcha que actualmente ha dejado de desempeñar su función por falta de “huéspedes”. La pista sigue completamente recta, a mi derecha un desvío que conduce a lo que me parece un pozo pero una flecha sobre una piedra me indica que continúe. Así lo hago y a unos setecientos metros la pista termina difuminándose con un campo de cereal. Al frente un carril de rodadas a través del campo y a mi derecha un camino pero marcas ni una. Allí me siento como atrapado en la estepa en medio de la soledad más absoluta. Son las once menos cuarto y tengo la impresión que han pasado siglos desde mi salida de Belchite.

Llamo de nuevo a Rafael indicándole mi situación. Después de unos intentos de retomar el camino hacia unas lomas frente a mí y no conseguir ver flecha alguna, Rafael toma la decisión más sensata pero entiendo más molesta para él.

            −No te preocupes −me dice− ahora mismo voy para allá. Tardaré unos tres cuartos de hora.

¡¡Cuánto agradecimiento debo guardar para este buen amigo por la paciencia que está demostrando conmigo!!

Me descargo de los bártulos y me siento sobre una de las pocas rocas de alabastro cuarteado que existen en el lugar. Tengo tiempo para pensar en lo duro que se me está haciendo el Camino por estas tierras desoladas del Bajo Aragón de gran parecido con la Comarca de los Monegros. Me doy cuenta que estoy pillado en medio de la nada dejado de la mano de Dios y del Apóstol.

Se me hace larga la espera pero todo llega y sobre el mediodía surge a lo lejos una gran polvareda que va cobrando cuerpo. Debe ser Rafael con su “todo terreno”, estoy seguro. Cuando llega a la altura de la “paridera de la Colorcha” tuerce a la derecha y se para ante lo que me pareció un pozo. Recibo una llamada de móvil. Es él. Ahora ya se explica donde me había equivocado.

−¿Donde estás?

−Aquí al final de la pista recta por la que has venido.

−Ya te veo. Voy para allá.

Poco después nos encontramos.

−Tenías que haber tomado el camino de la derecha frente a la granja abandonada.

−He seguido las flechas y creo que correctamente hasta aquí.

−Sube, hoy te vas a ahorrar unos kilómetros de marcha a pie.

Cuando llegamos al cruce donde me había equivocado, observamos la piedra marcada con la flecha amarilla que alguien había movido dando lugar al equívoco.

Una vez colocada la piedra correctamente, Rafael activa la tracción total del vehículo y sigue por una pista infernal hasta la altura de una loma con unos cortados. Cruza campos abandonados para evitar las irregularidades de la pista, corrige señales movidas, me va informando sobre el terreno, llegando casi sin darnos cuenta a Mediana de Aragón.

−Tenemos preparadas unas estacas mas robustas para indicar el Camino mejor −me comenta Rafael.

−Menos mal que has venido, estoy seguro que me hubiera perdido varias veces.

Después de cruzar la nueva carretera nacional, retomamos la pista que aquella ha cortado.

Rafael continúa aprovechando para comprobar la señalización.

−Mira, este es otro punto conflictivo− me dice apeándose del coche y corrigiendo la dirección de la flecha.

De esta forma seguimos por los vallecillos plantados de cereal que aprovechan al máximo la escasa tierra fértil hasta cruzar por debajo la vía del AVE. Unos metros mas adelante se detiene sobre una loma.

−Aquí también te hubieras perdido −me dice− estos montículos de tierra que ves a la izquierda de la pista, los ha colocado el propietario del vallecillo para ocultar el paso, por lo que al haber hecho desaparecer también las señales, hubieses seguido erróneamente por la pista. Tendré que volver a colocar unas buenas flechas, ya veremos donde. Aquí te dejo. Tienes que seguir por el vallecillo siempre en descenso, el sendero ha sido arado por lo menos lo que se ve. Pinté unas flechas sobre unos barriles de plástico, no sé si las habrán borrado. Pero tu sigue siempre hacia abajo. Tienes unos cinco kilómetros para llegar al Polígono Industrial de El Burgo. Antes encontrarás un cruce. Sigue recto en dirección a las naves. No creo que te pierdas más. ¡¡BUEN CAMINO!!

Gracias a su inestimable ayuda he podido salir airoso de las dificultades que he ido encontrando a lo largo de esta farragosa etapa.

Siguiendo sus instrucciones y a través del vallecillo sembrado voy cubriendo los últimos kilómetros. Una pareja de orondas perdices remonta el vuelo casi a mis pies. Compruebo que las señales sobre los barriles que me había dicho Rafael siguen en su sitio. Para qué las iba a hacer desaparecer el propietario si el pobre peregrino ni se le hubiera ocurrido internarse en su propiedad.

Antes de alcanzar la depresión diviso con tremenda alegría la silueta inconfundible de ese gran río que es el Ebro. Es maravilloso contemplar la vegetación que flanquea su paso. Después de pisar el asfalto junto a las primeras naves del Polígono Industrial y ya sin temor a equivocarme llego a la entrada de El Burgo del Ebro cuando son las dos y cuarto. He enlazado por fin con el Camino del Ebro. Me congratulo por ello; y es que han sido muchas las emociones vividas en cada etapa desde que salí de Castellón.

En una plazoleta con bancos y algo de sombra me tomo un descanso para tomar algo. Aprovechando el ahorro kilométrico, decido continuar hasta Zaragoza pues me considero con fuerzas suficientes. El sol calienta ya lo suyo pero estoy contento de haber podido llegar salvo y sano a la civilización.

Después de una media hora de descanso reemprendo la marcha por la calle interior de El Burgo entre la carretera nacional y el río Ebro siguiendo las flechas amarillas que ahora se prodigan.

Al salir del pueblo mi primer encuentro es con una zona conocida en Aragón por los “galachos” que son antiguos meandros del río abandonados por sucesivas modificaciones del cauce o las crecidas. Mantienen estos “galachos” zonas de aguas claras rodeadas por una exuberante vegetación de ribera donde buscan refugio una importante variedad de especies animales. Los “Galachos” constituyen una Reserva Natural protegida.

En primer lugar paso por el “Galacho de El Burgo de Ebro”. ¡¡Qué diferencia de paisaje!!, es todo un placer para los sentidos y un poco más allá el de la Cartuja. Enfrente, en la margen opuesta del río destaca el mas extenso y mejor conservado “galacho” de la zona, el de la Alfranca de Pastriz.

Pasados los “galachos”, llego a una zona de cortados que enlazan a un nivel inferior con la Cartuja Baja, donde llego sudando por los cuatro costados, el sol está apretando más de la cuenta; son las cinco de la tarde.

Dentro del patio de la Cartuja, me desprendo de las botas y calcetines y me cambio de camiseta. Sentado en un banco junto a un bar, doy buena cuenta de dos reconfortantes cervezas.

La Cartuja Baja es como un barrio de Zaragoza. A partir de ahí comienza la lucha interminable con el asfalto. Creo que ha llegado el momento de dejar de andar. El autobús urbano de la línea 25 parte de ahí y pasa por delante de la puerta de la casa de mi hija Loli. Es muy fuerte la tentación y al final caigo en ella.

A las seis menos cuarto llego al punto de destino. Mientras doy los primeros pasos hacia su casa, oigo una voz muy familiar tras de mí:

Papá, papá.

Nos abrazamos con cariño paternal. Un encuentro entrañable. Mi nieto Alex me recibe también sobre un triciclo y se queda un tanto confuso al verme vestido con semejantes trazas.

Por fin estoy en Zaragoza antes de lo esperado después de 285 km. He cumplido aproximadamente la quinta parte del Camino.

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11ª Jornada:
Zaragoza – Torres de Berrellén

Viernes, 8 de abril de 2005

Parcial 17 Km; Total 308 Km; A Santiago: 767 Km

El Camino del Ebro (1)

Durante el día entero de ayer y las dos noches que he permanecido en Zaragoza, he tenido tiempo suficiente para descansar y poder disfrutar de la presencia de mi hija, mi yerno y mi nieto Alex con un tiempo ideal para el paseo reposado. Mi paso por Zaragoza fue refrendado con un enorme sello que el Sacristán de la Virgen de la Basílica del Pilar estampó en mi credencial de peregrino.

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Llegó la hora de la despedida, las obligaciones mandan. Hoy la etapa no es muy larga lo que me ha permitido recrearme en la cama algo más de lo normal para un peregrino de a pie. Son las nueve y media de la mañana del viernes 8 de abril.

El tiempo ha experimentado un cambio radical. El cielo está totalmente entoldado y unas gotas de fina y helada lluvia comienzan a mojar las calles y golpean en mi rostro impelidas por el fuerte viento del cierzo que ha hecho acto de presencia, lo que obliga a los viandantes a ir bien protegidos. No pensaba que hiciera tanto frío, ¡¡menudo cambio meteorológico!! Toca ponerse los guantes de lana y la bufanda tubular camino de la calle de Conde Aranda en busca de la Plaza de Europa. Allí tomo la calle Pablo Gargallo que me adentra en el Barrio de la Química que atravieso por completo llegando a las afueras de Zaragoza.

Veo la primera flecha señalando un Camino que pasa junto a un parque con altos chopos junto a la margen derecha del río Ebro. Ahora el cierzo se hace mas patente y lo peor es que lo llevo de cara dificultando la marcha. Después de cruzar como puedo un nudo de carreteras, llego a las “Piscinas Sindicales”, recinto que debo rodear introduciéndome de lleno en la fértil vega de la ribera del Ebro donde el agua no es un problema lo que permite a los agricultores regar incluso “a manta” −es su derecho–aseguran convencidos.

Si no fuera por el viento de cara, el trayecto hasta Monzalbarba hubiera sido un auténtico paseo, pero no fue así. Llego a dicha población a las once y media, buscando el socaire y el sol en la plaza de la Iglesia para tomarme un receso.

Tres kilómetros más adelante hago mi paso por Utebo y cuatro después por Sobradiel. El viento racheado, lejos de amainar, arrecia por momentos lo que hace que una etapa que tendría que haber sido cómoda se me esté atravesando.

A las dos y media llego por fin a la plaza del Ayuntamiento de Torres de Berrellén. Pregunto a un paisano que se dispone a subir a un “todo terreno” y bingo, es el secretario del Ayuntamiento que le falta tiempo para proporcionarme el número de teléfono del Concejal de Deportes que es el que se encarga de albergar a los peregrinos en el Pabellón Deportivo y me indica donde está su casa. −Dentro de unos cinco meses no tendréis problemas de alojamiento –se desvive en informarme− mira el albergue que estamos construyendo frente al Ayuntamiento. Dispondrá de 12 plazas para peregrinos. Una buena noticia para el mundo peregrino.

Después de agradecer su atención y dada la hora que se me ha hecho, me dirijo al Bar Vanesa siguiendo también sus indicaciones donde llego muy justo para comer.

Concluída la comida, me acerco a la casa del Concejal donde me atiende su mujer. −Mi marido no debe tardar mucho –me dice con amabilidad- pero yo le acompañaré hasta el Pabellón y le dejaré las llaves, no hay problema.

Una vez en el Pabellón, me indica el pabellón que el Ayuntamiento tiene habilitado para los peregrinos, un anexo a la cancha donde se imparten clases de diversas modalidades deportivas, un lugar, por otra parte, con colchonetas esparcidas en completo desorden.

Me quedo solo en medio de la fría soledad del pabellón. Me acomodo como Dios me da a entender, una rápida ducha y a tumbarme cobijado en el saco de dormir sobre la gruesa colchoneta que he elegido sin prisas.

Sobre las cinco recibo la llamada del Concejal. Me informa de las actividades que tendrán lugar en el Pabellón y quedamos en la plaza del Ayuntamiento.

Guardo mis cosas en una taquilla y me dirijo al encuentro del Concejal que se interesa por mi estado. −Estoy de maravilla –le contesto− muchas gracias por todas las atenciones recibidas. Me acompaña a la Biblioteca Municipal donde me estampan el sello en la credencial y me informa que en el bar sirven bocadillos. −Si necesita algo, no dude en llamarme –me dice despidiéndose y deseándome “buen viaje”. Da gusto encontrarse con tan buena gente.

Con el frío y viento que hace, no es cuestión de andar deambulando por la calle, así que me refugio en el Pabellón donde me entretengo observando a unas jóvenes muchachitas que practican unas sesiones de patinaje artístico. En el habitáculo que me han asignado, me parece que están dando clases de kárate.

Siguiendo las recomendaciones del Concejal, me tomo un bocadillo en el bar junto a la Biblioteca y acto seguido a descansar definitivamente al Pabellón. La tarde va tocando a su fin y el mejor sitio donde estar es en el Pabellón.

Me acoplo como puedo y con el sonido del viento bufando sobre la estructura metálica del Pabellón que parece crujir bajo sus efectos, voy a procurar conciliar el sueño, no estoy seguro de poder lograrlo.

Buenas noches y hasta mañana.

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12ª Jornada:
Torres de Berrellén – Luceni

Sábado, 9 de abril de 2005

Parcial 20 Km; Total 328 Km; A Santiago: 747 Km

El Camino de Ebro (2)

El Pabellón desangelado

Segunda noche del Camino de imaginaria. Las ráfagas de viento golpeando la estructura metálica del Pabellón y el frío han sido los culpables de que durmiese muy poco. Cada vez que me levantaba por necesidad y como un sonámbulo salía a la cancha para llegar a los aseos alumbrado con el tenue haz luminoso de una pequeña linterna, me entraba un miedo atroz. La soledad, el silbido del viento, el crujir metálico de la estructura y la profunda oscuridad creaban el escenario idóneo para ese sentimiento de terror. No tardaba mucho en volver al habitáculo y refugiarme vestido en el saco esperando con ansiedad la hora del alba para levantarme definitivamente y salir de esta boca de lobo. Solo faltaría que se me viniera encima el Pabellón −especulaba mientras intentaba conciliar un sueño que nunca lograba. Noche eterna para mí. Pero todo llega y el alba no podía ser una excepción.

A las ocho me encuentro por fin desayunando en el único bar abierto del pueblo: el Bar Avenida. Hace un frío glacial y el cierzo a más. ¡¡Qué bien!!

Los doce kilómetros que me separan de Cabañas del Ebro se me hacen interminables, no hay manera de avanzar. A veces la fuerza del viento me para en seco. Mi única obsesión en esos momentos es: avanzar, avanzar, avanzar… Estoy convencido de que es peor el viento que la lluvia para andar y este que está soplando hoy es de los que se las trae.

En Cabañas del Ebro me cuelo como una bala en un bar y al calorcillo de la chimenea me tomo unos huevos fritos con jamón que me den fuerzas para continuar. Ni que decir tiene que me saben a gloria bendita. Un café bien caliente completa el almuerzo.

Salgo abrigado hasta las cejas para conseguir hacer otro tramo de la etapa. Son cinco kilómetros los que me separan de la siguiente localidad: Alcalá de Ebro (1). Un kilómetro y medio antes de llegar al pueblo, paso por una gran finca con restaurante, lagos, arroyos, fuentes, carpas y grandes superficies verdes que haciendo honor al lugar se llama “Insula Barataria”. Hay movimiento en el acceso a la finca, coches de lujo no cesan de llegar al aparcamiento con gente encopetada, dado el día de la semana es posible que se vaya a celebrar alguna boda. ¡¡Menudo día les ha tocado en suerte!!

Son las doce y media cuando hago mi entrada en Alcalá de Ebro. A la salida del pueblo, junto a una cerrada revuelta del río, me topo con la escultura cubierta de cardenillo de un Sancho Panza vestido con atuendo de campesino baturro en posición meditabunda con una leyenda sobre una placa:

“Hoy día a tantos de tal mes

y de tal año, tomó la posesión

desta ínsula el señor Don Sancho Panza,

que muchos años la goce.”

Cervantes

Entiendo que el bueno de Sancho esté reflexionando sobre la gran responsabilidad adquirida al aceptar la gobernación de la “ínsula”:

“Mirad amigo Sancho, respondió el Duque, lo que puedo dar os doy, que es una Ínsula hecha y derecha, redonda y bien proporcionada y sobremanera fértil y abundosa, donde si vos os sabéis dar maña, podréis con las riquezas de la tierra granjear las del cielo”.

Y más adelante dice Cervantes por boca de D. Quijote “Digo, pues, que con todo su acompañamiento llegó Sancho a un lugar de hasta mil vecinos, que era de los mejores que el duque tenía. Diéronle a entender que se llamaba “la ínsula Barataria”, o ya porque el lugar se llamaba “Baratario” o ya por el barato con que se le había dado el gobierno. Al llegar a las puertas de la villa, que era cercada , salió el regimiento del pueblo a recibirle, tocaron las campanas y todos los vecinos dieron muestras de general alegría y con mucha pompa le llevaron a la iglesia mayor a dar gracias a Dios, y luego con algunas ridículas ceremonias le entregaron las llaves del pueblo y le admitieron por perpetuo gobernador de la ínsula Barataria”.

El entorno es bucólico y fascinante: a la derecha de la estatua de Sancho Panza se extiende una chopera plateada y erguida, que invita a perderse por ella. Una simple mirada a las torres de la iglesia de la Santísima Trinidad nos recuerda que aquí se hizo gobernador el inmortal y sabio Sancho Panza, pero que ahora quien domina la situación son las cigüeñas, que se asoman al sucio espejo del Ebro. Otra pareja de cigüeñas reposan en un nido construido sobre una torreta en medio del recodo del río.

Después de tomar una foto de recuerdo emprendo los tres kilómetros restantes hasta Luceni que me llevan, luchando con el viento, casi una hora de pesada marcha sobre una ancha pista de tierra.

A la una y media me hallo en la Plaza Mayor de Luceni intentando localizar la Pensión Venus. No se ve un alma a quien preguntar. Menos mal que logro descubrir el cartel en una calle a la izquierda de la plaza. Sin más premura, me dirijo directamente a la Pensión donde la dueña muy cordial me asigna una de las habitaciones y me sella la credencial.

Después de una buena ducha me voy directamente a la cama. El almuerzo de Cabañas ha sido suficiente.

A las cinco recibo la llamada de Ales, un amigo del mundo jacobeo vecino de Zaragoza, que se interesa por mi situación: −Dentro de una hora estoy ahí con Yago −me comunica.

Nada mas llegar, entran en el bar que está pegado a la Pensión donde les estoy esperando. Alrededor de una mesa charlamos sobre mi situación, el tiempo infernal que hace, la pena de no haber sido posible vernos en Zaragoza. −Por unas cosas u por otras −les digo− no ha sido posible un encuentro con los amigos zaragozanos como hubiera sido mi deseo. −Vamos a dar una vuelta en el coche −me contesta Ales− no está la tarde para andar por la calle.

Ales me lleva hasta la salida del pueblo de Gallur para sondear el camino que debo seguir mañana, todo él por carretera. El tiempo va empeorando, es cuestión de regresar. Damos una vuelta por Luceni, Ales me quiere enseñar la Iglesia pero está cerrada. En fin, nos entretenemos como podemos y llegada la hora nos despedimos. Ha sido una visita tan grata como inesperada.

Directamente entro al bar a esperar la hora de la cena. Hoy sí que voy a dormir bien para recuperar el sueño perdido ayer en el inolvidable Pabellón Deportivo de Torres de Berrellén.

Buenas noches y hasta mañana.

NOTAS:

“Alcalá de Ebro, comenzó a denominarse así, hacia el año 1563. Es donde Cervantes, sitúa en su imaginación la “INSULA BARATARIA”, de la segunda parte, de su inmortal obra “D. Quijote de la Mancha” y algunos detalles son tan exactos, que sin duda, los debió conocer en la estancia con los Duques, hacia 1595 o 1602, en que se supone que escribió esta parte de la novela en el propio palacio de éstos, en Pedrola”. (Wikipedia).

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13ª Jornada:
Luceni – Mallén

Domingo, 10 de abril de 2005

Parcial 20 Km; Total 348 Km; A Santiago: 727 Km

El Camino del Ebro (3)

Hoy sí que he dormido como un bendito, la extraña noche del Pabellón Deportivo en Torres de Berrellén me ha pasado factura pero gracias a Dios me encuentro totalmente recuperado.

A las ocho me encuentro en el Bar Venus tomando el desayuno. A ser posible, conviene salir a caminar con el estómago contento.

El tiempo para no variar, mucho viento y frío. Los diez kilómetros de asfalto hasta llegar a Gallur, explorados el día de ayer con Ales y Yago, transcurren sin novedad digna de reseñar salvo la incomodidad del cierzo, siempre de cara, que se está convirtiendo en una constante en mi periplo por el Ebro.

La entrada a Gallur comienza con un descenso hasta la Plaza Mayor para a continuación subir hasta la iglesia, salir del pueblo por el barrio antiguo, desembocando en un descampado desde donde se divisa una extensa franja de fértil vega entre el Canal Imperial de Aragón en primer término y el río Ebro.

Ya por una pista desciendo hasta tomar otra paralela al Canal por su margen derecha en el sentido de mi marcha. Nada digno que resaltar salvo la compañía continua del Canal hasta llegar a la altura de un almacén de piensos nueve kilómetros más adelante. Cien metros más allá se cruza el Canal por un puentecillo. Me detengo un momento para contemplar la corriente de agua que fluye y que me salpica por la acción del fuerte viento. A ojo de buen cubero, el Canal debe tener unos veinte metros de anchura en ese lugar.

Quinientos metros después de cruzar el puentecillo, se salva la vía férrea por un paso inferior y poco más de un kilómetro más allá se hace lo propio con la carretera nacional después de pasar por unos almacenes a la izquierda y el Mesón “El Recental” a la derecha, un restaurante de carretera que por ser domingo está cerrado. Ales me informó de él como buen sitio para comer.

A la una menos cuarto hago mi entrada en la última localidad de la provincia de Zaragoza: Mallén, cuyo municipio está enclavado en la Comarca del “Campo de Borja”, zona vinícola donde se elaboran buenos caldos de denominación de origen.

Me dirijo directamente a la Iglesia que está abierta, acaba de tener lugar la Santa Misa dominical y encuentro al sacristán que está de recogida. Intento entablar conversación pero en balde, las pocas e incoherentes palabras que logro sacarle con sacacorchos, me hacen pensar que no está en su sano juicio y como no iba a lograr nada positivo de él salgo de la Iglesia y pregunto a unas señoras que me informan del Hostal-Restaurante Pinocho.

Por ser domingo, el bar se encuentra a tope de parroquianos en pleno aperitivo. Me hago paso como puedo y espero a que me atiendan. La propietaria, Mª Isabel Aranda (Maribel), lo hace cuando encuentra un hueco y con gran amabilidad me ofrece una de las habitaciones, sencilla pero suficiente para un peregrino deseoso de asearse y descansar.

Después de una buena comida, siesta holgada. A media tarde, zanganeo por la calles casi solitarias del pueblo pero hace frío y comienza a chispear, así que donde mejor se está es en el bar. Allí me siento cómodamente para presenciar, en un ambiente muy concurrido, el interesante partido de fútbol de Liga entre el R. Madrid y el Barça. Y después de la cena, a dormir que mañana será otro día.

Buenas noches y hasta mañana.

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14ª Jornada:
Mallén – Tudela

Lunes, 11 de abril de 2005

Parcial 24 Km; Total 372 Km; A Santiago: 703 Km

El Camino del Ebro (4)

El Bocal Real

Hoy me he descuidado un poco y salgo del “Pinocho” a las ocho y media después de un buen desayuno y de haber pagado una cuenta razonable (12+8+8+1), es decir, 29 euros la pensión completa .

Es la cuarta jornada desde que salí de Zaragoza dando la cara al cierzo y todo sigue igual, así que no queda más remedio que abrigarse bien y continuar aguantando las fuertes rachas de viento.

A unos dos kilómetros, cruzo el límite provincial entrando en la Comunidad Autónoma de Navarra. Poco después marcho por las calles de Cortes de Navarra, localidad que debo atravesar de punta a punta. Al final del pueblo encuentro abierta la Iglesia de San Juan Bautista que está en obras. El cura se interesa por mi Camino y me desea una feliz llegada a Santiago, lo cual le agradezco. Al salir de la población, el viento casi me tira de espaldas. Marcho por una pista paralela a la vía férrea y cuatro kilómetros más adelante llego al Polígono Industrial de Buñuel que debo rodear. Continúo paralelo al ferrocarril y al mediodía estoy entrando por las calles de Ribaforada donde me detengo para descansar y reponer energías con una aceptable tapa de tortilla paisana.

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Nada mas salir de Ribaforada tomo la pista que discurre paralela al Canal Imperial de Aragón. El cielo en dirección a Tudela se está cubriendo de negros nuba-rrones, pero el fuerte viento va deshaciendo las nubes sin mayores consecuencias ¡¡Me-nos mal!! Después de aproxi-madamente una hora, me encuentro cruzando el bello puentecillo de Formigales que salva el Canal Imperial de Aragón en un paraje de ensueño denominado “El Bocal Real” que es donde se localiza el azud del que fue su constructor: Pignatelli, que se surte del río Ebro. Da ganas de permanecer todo el día en este remanso de paz donde parecen confundirse dos épocas de la historia: el Renacimiento y la Ilustración, pero no puede ser, el Camino hay que vivirlo pero sabiendo dosificarlo en su justo término. Son muchos kilómetros los que me separan aún de Santiago.

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A la altura del azud, se sale a una pista que pasa junto al acceso de una gran finca, donde un cartel recuerda a algún despistado que es propiedad privada. Con la mirada puesta en la Casa de las Compuertas, reguladora del caudal del Canal, doy mi despedida al que ha sido mas o menos mi compañero de peregrinación desde que lo crucé antes de llegar a El Burgo de Ebro, unos cien kilómetros a mis espaldas: el Canal Imperial de Aragón (1).

A las doce y media paro a descansar al socaire de una casa situada junto a la vía férrea con un rótulo donde se puede leer “Pache-mamá”. Recibo una llamada de José Joaquín, el que será mi anfitrión en Tudela, interesándose por mi paradero y comunicándome donde me estará esperando.

Una hora larga después y algo molido nos podemos saludar a la entrada de Tudela. Gracias a José Joaquín y un amigo, consigo contactar con el concejal del Ayuntamiento responsable del Albergue Juvenil que nos espera en el mismo Albergue, situado en el Camino Caritat, muy cerca de la Plaza de Toros. Después de tomarme los datos y sellarme la credencial me entrega un juego de sábanas y una toalla y me asigna una litera. En total son 5 euros. El albergue está muy limpio y solo somos dos personas sus inquilinos.

Después de una buena ducha, José Joaquín se brinda a hacer de cicerone.

Primero nos acercamos al centro de Tudela por la Avenida Zaragoza hasta la Plaza de las Tres Culturas y por el Paseo de Pamplona cruzamos las vías del tren por un paso inferior, quiere mostrarme la salida al Camino. Marchamos paralelos a la vía férrea hasta llegar al Puente sobre el río Ebro que dejamos a nuestra derecha, enfilando el Paseo del Cristo. El Camino está marcado junto a la Acequia que ves a la derecha −me dice José Joaquín−pero yo prefiero seguir por el paseo, de hecho −recalca− cuando era Presidente de la Asociación lo marqué por aquí. Todavía quedan marcas pero apenas se distinguen.

Rodeando una colina que domina Tudela, en cuya cúspide sobresale el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, construido sobre los restos que quedan del castillo, llegamos a la recóndita Ermita de Santa Cruz, con un Cristo como única imagen en su interior. Regresamos por el mismo camino y nos introducimos en el casco antiguo pasando por la Ermita de San Pedro, Iglesia de la Magdalena, la Catedral (en restauración), el Ayuntamiento, la Plaza de los Fueros, etc. etc. En fin una visita muy ilustrativa del centro histórico de Tudela y sus arrabales. Para entonar el cuerpo, nos tomamos un té con unas pastas y es que el frío invita a algo caliente y estimulante. Durante la conversación, José Joaquín ensalza las virtudes de la alcachofa de Tudela con unas características que la distinguen de las cultivadas en otras zonas, principalmente, su corazón muy blanco, la ausencia de pelillos y por lo tiernas que son. Por cierto −me comenta− en el Mesón Navarro de Castellón quisieron darme gato por liebre en relación con unas alcachofas que pedí. El dueño me aseguraba erre que erre que eran de Tudela y casi me peleo con él.

A una hora prudencial, nos despedimos. Me dice que quizá mañana me acompañe hasta Alfaro lo cual me congratula pues ya va siendo hora de disfrutar también de la compañía de alguien.

Para cenar me aconseja el Restaurante “La Parrilla” perteneciente al “Hostal” junto a la Plaza de Toros y muy próximo al Albergue. Una vez bien alimentado y ya con la noche encima, emprendo la retirada.

Buenas noches y hasta mañana

NOTAS:
(1) “El Canal Imperial de Aragón”

Un poco de historia:

“A pesar de no disponer de datos concretos, se supone que las primeras agrupaciones organizadas de regantes del Ebro son anteriores a la Reconquista.

El primer documento que hace referencia a conducciones de agua a Zaragoza data del año 1184. En dicho documento, el Rey Alfonso II con-cede a la Orden del Temple la conservación de la Acequia de Celtén (hoy Centén) que puede decirse que fue una avanzadilla del Canal.

Fueron en las Cortes celebradas en Monzón durante el año 1510 en las que el Rey Fernando el Católico autorizó un proyecto de derivación de una acequia de riego y navegación del río Ebro, pero no cobró fuerza hasta 18 años mas tarde durante el reinado de Carlos I. Fue cuando el Consejo Zaragozano encarga un estudio de la presa, siendo seleccionado el presentado por Gil de Morlanes que fijaba la presa en su emplazamiento actual, es decir, en “El Bocal” cerca de la población de Fontellas.

En el año 1529 comenzaron las obras que quedaron paralizadas en Garrapinillos, sin alcanzar Zaragoza.

Después de dos siglos de vanos esfuerzos por relanzar el proyecto, fue en el año 1772 cuando el Consejo de Castilla designa a D. Ramón de Pignatelli como Protector del Canal Imperial. Fue Pignatelli quien lo llevó hasta pasada Zaragoza pero falleció sin lograr llevar a cabo su gran sueño de prolongarlo hasta el mar. En Zaragoza se puede visitar una fuente, man-dada construir por Pignatelli en el año 1786 en conmemoración de la llega-da de las aguas del Canal a Zaragoza llamada la “Fuente de los Incrédulos” con una inscripción que dice: “D.O.M. INCREDULORUM CONVICTIONI ET VIATORUM CÓMODO” (Para convencimiento de incrédulos y comodidad de caminantes). Poca fe debió haber en la época de que el proyecto llegase a buen término pero gracias a la tenacidad de Pignatelli logró un merecido triunfo donde otros habían fracasado con anterioridad.

En el año 1873 se crea en Zaragoza la Junta del Canal Imperial a la que se confía la gestión de las obras de conclusión y mantenimiento y finalmente en el año 1985 la Confederación Hidrográfica del Ebro se hace cargo definitivamente del Canal, fundándose un año después la Comunidad General de Usuarios del Canal Imperial de Aragón.

Un poco de geografía.-

El Canal Imperial de Aragón a lo largo de sus 108 km, discurre por la margen derecha del río Ebro, desde el paraje de “El Bocal” cerca de la localidad de Fontellas (Navarra), unos 5 km aguas abajo de Tudela, hasta el límite de los municipios de Fuentes de Ebro y El Burgo de Ebro donde se pierde en el Barranco de Zaragoza.

Toma sus aguas por derivación del río Ebro mediante la elevación que produce el azud de Pignatelli cuya construcción fue finalizada el año 1790.

La Casa de las Compuertas que parece mas bien un castillo encantado, es la que se encarga de regular el caudal del Canal que en su origen su-ministra unos 30 m3/seg de agua.

El paraje de “El Bocal” de gran belleza paisajística, destaca por su tupida arboleda donde podemos visitar el Palacio de Carlos V y sus jardines; la presa de Carlos V que dio origen a la Acequia Imperial, precursora del Canal, que llegaba hasta Garrapinillos, unos kilómetros antes de Zaragoza; el frondoso Soto de Belver junto a la presa; un roble milenario de 33 metros de altura; la Colonia formada por una calle de casas de aire romántico, alineadas y paralelas al Canal; y un increíble laberinto de setos para perderse.

El Canal Imperial era vía navegable en sus inicios y comunicaba El Bocal con Zaragoza mediante embarcaciones de la época en recorrido de ida y vuelta todas las semanas, con pasajeros y mercancías.

Tras abandonar El Bocal bajo el Puente de Formigales a espaldas de la Colonia, después de franquear las localidades de Ribaforada y Buñuel, pasa a la Comunidad Autónoma de Aragón entre las poblaciones de Cortes en Navarra y Novillas en Zaragoza. En Gallur donde casi se tropieza con el río, podemos contemplar una original pasarela de acero inaugurada el año 1996 muy próxima al puente del Canal. A la altura de la localidad de Grisén, el agua encauzada entre unas murallas que tienen una longitud de casi kilómetro y medio pasa sobre un puente de piedra de sillería formado por cuatro robustos arcos. En las murallas se accede al canal por una escalera de caracol donde se encontraba uno de los embarcaderos. Es otro de los parajes de gran belleza paisajística por los que discurre el Canal con un parque de abundante arboleda y vegetación que se acerca a sus márgenes engalanándole.

Antes de Zaragoza pasa entre la localidad de Garrapinillos y el Aeropuerto. Entra en Zaragoza por el Barrio de Casablanca donde todavía se puede ver el antiguo molino de la Casa Blanca que da nombre al barrio.

Salva el río Huerva por un acueducto conocido por el Ojo del Canal. A la altura del Barrio de Torrero nos encontramos con el Puente de América en cuyas inmediaciones se localizaba el puerto principal, llamado de Miraflores.

Tras el monte de Torrero salva el Barranco de la Muerte mediante una obra de mampostería construida por el mismo Pignatelli.

Después discurre junto las Almenaras de San Antonio de Padua y mas adelante la de San Bernardo para llegar a las esclusas de Valdegurriana. A partir de este punto el Canal se estrecha bastante terminando en el Barranco de Zaragoza justo en los límites municipales de El Burgo de Ebro y Fuentes de Ebro.

Por último decir que el número de tomas del Canal ronda las 300 y que el agua es aprovechada para abastecer de agua potable a la ciudad de Zaragoza además de regar la vega del Ebro donde abundan los cultivos de cereal, alfalfa y hortalizas y alguna plantación aislada de frutales.”

(Información extraída de Wikipedia)

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15ª Jornada:
Tudela – Alfaro

Martes, 12 de abril de 2005

Parcial 24 Km; Total 396 Km; A Santiago: 679 Km

El Camino del Ebro (5)

El paraíso de las cigüeñas

Esta noche también he dormido como un bendito. A las siete y media me levanto y tras el aseo habitual me dirijo hacia el Bar del Hostal que se encuentra muy cerca, en la calle Carlos III el Noble pegadito a la Plaza de Toros. Antes he depositado las llaves del Albergue en el buzón de la entrada.

Quinto día de cierzo, no conocía nada igual. Tras rodear la Plaza de Toros entro al bar donde hago un buen desayuno. A las ocho y media me encuentro dispuesto a reanudar el Camino.

Tomo la Avenida Zaragoza en dirección norte (con la referencia del Sagrado Corazón en lo alto de la colina) todo seguido dejando a mi derecha el Paseo de Invierno hasta llegar a la Plaza de las Tres Culturas. Giro a la derecha por el Paseo de Pamplona cruzando la vía férrea bajo un puente y tomando a la izquierda. El río Ebro lo llevo de la mano a mi derecha. Dejo el puente que cruza el río en dirección a Pamplona y un poco mas adelante el Paseo del Cristo, siguiendo las flechas amarillas mas recientes, es decir, por una pista de tierra que discurre junto a la Acequia Molinar, hasta llegar a las compuertas. He recorrido desde el albergue casi tres kilómetros. José Joaquín no ha hecho acto de presencia, lo habrá pensado mejor, así que tendré que seguir sin acompañante. Ya va uno acostumbrándose a la idea de caminar solo con tu sombra.

Por una gran verja de hierro salgo a la carretera. A mi derecha una represa del río que suministra el agua a la Acequia Molinar. Debo seguir por el arcén de la carretera hasta la altura de unos almacenes de abonos donde parte una pista a la derecha en dirección oblicua hacia el río. Han sido casi dos kilómetros de carretera.

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Por una pista pegada a los almacenes de abonos, me voy aproximando de soslayo al río Ebro cuya ribera alcanzo después de dos kilómetros. ¡¡Qué gran río!! Voy paseando por la ribera ensimismado llenándome de naturaleza. Una llamada al móvil me devuelve a la realidad. Es Ales interesándose por mi situación. Un poco más adelante me detengo en un claro. El paisaje desde la ribera es maravilloso, no tengo mas remedio que constatar mi paso por allí con una foto. He recorrido por la ribera casi tres kilómetros. Ahora la pista forma un ángulo recto alejándose del río en dirección a la vía férrea, que cruzo por un puente tras haber recorrido cerca de dos kilómetros.

Una hora más de camino junto a la vía férrea y atravieso la Autopista de Navarra bajo un puente. Se me está haciendo larga la llegada a Castejón, distanciada casi veinte kilómetros del Albergue de Tudela. El viento no termina de amainar y eso el cuerpo lo nota, pero al fin entro en el pueblo cuando son la una menos cuarto. Ha llegado el momento de un descanso que aprovecho para comer en el Restaurante “El Hostal” a la salida de Castejón muy próximo a la Estación de Ferrocarril. Aunque a esa hora no hay muchos comensales, no tarda en llenarse el comedor lo cual me produce buena impresión. Y la verdad es que la calidad-precio es excelente.

A las dos y cuarto reanudo la marcha, solo me quedan poco más de cuatro kilómetros para concluir la etapa. Cambio de Comunidad, el paso por Navarra ha sido muy breve.

Después de una hora de pesada marcha sobre el asfalto, llego por fin a Alfaro primera localidad de la Comunidad Autónoma de La Rioja.

Cuando entro en la amplia Plaza de España, unos sonidos estridentes como de castañuelas parecen darme la bienvenida. Miro hacia lo alto de la fachada de la Iglesia-Colegiata de San Miguel de donde provienen los sones y me quedo estupefacto al contemplar la cantidad de cigüeñas que han hecho suyas las cornisas, pináculos, oquedades, repisas y ventanas de la Colegiata para disponer sus nidos y que en estos momentos se encuentran en pleno crotoreo masivo. Es un espectáculo nunca visto.

Debido a la hora, todo está cerrado y se ve poca gente por las calles. Me acerco a la Oficina de Turismo que está en la misma plaza bajo unos soportales. No abren hasta las cinco.

Para hacer tiempo me acerco a una cafetería de los contornos donde me entretengo viendo la televisión mientras me tomo un café. Cuando me canso, me siento en un banco de la plaza a esperar observando embelesado el ir y venir de las cigüeñas.

A las cinco en punto una funcionaria abre la Oficina. Con mucha amabilidad me da la bienvenida, me hace preguntas del Camino, se sorprende cuando le digo que he salido de Castellón, me toma los datos, sella la credencial y me proporciona la llave del albergue de Peregrinos. −Pase por la Policía Local que se encuentra al lado del albergue para comunicarles su presencia y si necesita algo no dude en pedirles ayuda y que llegue sin novedad a Santiago −me expresa la atenta funcionaria.

Siguiendo sus instrucciones, me presento en la Policía Local que me indican donde se encuentra el Albergue en un pequeño adosado. La puerta de entrada se hace de rogar para abrirla. ¡¡Cuánto tiempo hará que no pasa un peregrino por aquí!! La luz tampoco va, tienen que llamar a un electricista para activar la corriente. Se observa mucho desorden y suciedad. El interior es frío y desangelado. En fin, a pesar de todo, por lo menos tengo un techo y una litera donde pasar la noche. Es de agradecer. Por el Libro de Visitas reparo que el 21 de enero fue la fecha que estuvo el último peregrino, ya hace casi tres meses.

Una vez aseado como puedo (el agua está fría como el hielo), me dispongo para dar una vuelta por el pueblo. Lo primero que hago es acercarme a la Colegiata para visitarla. Goza la Iglesia del honor de ser la única en España construida (siglos XVI-XVII) totalmente de ladrillo aplantillado. Con una gran fachada abierta por tres portadas entre dos torres de 4 cuerpos casi gemelas. En su interior pueden visitarse hasta 15 Capillas con sus respectivos retablos entre los que son dignos de mención por su originalidad y grandeza el Retablo Mayor dedicado a San Miguel, el Retablo Central de la Virgen del Rosario, el de la Capilla de San Ildefonso con una imagen de La Dolorosa espectacular y la Capilla de San José con un Cristo gótico del siglo XIII. Asimismo, destaca el Coro de los Canónigos tallado completamente en madera de nogal. Un gran número de imágenes y pinturas dan vida al conjunto.

Después de tan instructiva visita me dedico a deambular por el pueblo. Al atardecer, es curioso contemplar bajo la luz crepuscular, como una multitud de cigüeñas se esfuerza por conquistar un espacio en el cielo con su vuelo acompasado y ceremonioso en un espectáculo extraordinario e inolvidable, y es que según me han contado, la colonia de cigüeñas en esta zona supera los 400 ejemplares. No en vano, Alfaro es conocida como “el paraíso de las cigüeñas”.

Cuando llega la hora me acerco al Bar “Los Tilos” para cenar algo y después paso a paso a descansar al Albergue.

Buenas noches y hasta mañana

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16ª Jornada:
Alfaro – Calahorra

Miércoles, 13 de abril de 2005

Parcial 24 Km; Total 420 Km; A Santiago: 655 Km

El Camino del Ebro (6)

La ciudad de la verdura

Los primeros albores del día me despiertan. Son las siete cuando “tocan diana”. Las dos mantas que me tapaban han sido casi insuficientes para el frío y la humedad que hacía.

A las siete y veinte ya marcho por la Avenida del Burgo Viejo para dirigirme a la cafetería del Hotel Palacios (frente a la Plaza de Toros) donde, siguiendo la costumbre, hago un buen desayuno .

A las ocho me encuentro junto a la Plaza de Toros donde veo la primera flecha de la etapa. Menos mal que por lo menos el viento ha calmado bastante, ya era hora, aunque el frío continúa. Cruzo el río Alhama por un puentecillo y tras unos dos kilómetros y pico de arcén por la carretera paso por delante de la Ermita del Pilar. Un poco más allá dejo la carretera por una pista asfaltada a la derecha que atraviesa la vía férrea. Hacia el norte diviso la población de Milagro bañada por los metros finales del río Aragón poco antes de desembocar en el Ebro. Entre huertos de frutales y hortalizas y disfrutando del día soleado llego a la población de Rincón de Soto después de unos doce kilómetros desde el Albergue. Son las diez y veinte, buena hora para almorzar en el bar Avenida.

Después de cargar baterías y tras unos momentos de confusión al no encontrar señales de flechas y tras preguntar por el Camino Viejo de Calahorra que comienza después de una gran avenida, consigo recuperar la señalización.

Una vez en el Camino de Calahorra, me detengo a hablar con unos labradores que están en plena faena. Mire −me dicen− por allí viene un buen correcaminos del pueblo. Se trata del Sr. Jesús que con sus 86 años todavía le sobran fuerzas para recorrer unos diez kilómetros de ida y vuelta por este camino.

Jesús se convierte en mi acompañante. Desde el tramo de Catí a la Ermita de la Vallibana que conté con la presencia de Miguel Angel, he ido siempre solo y desde entonces llevo casi 400 km de eternos soliloquios. Después de tanto tiempo no os podéis imaginar lo que se agradece un poco de compañía y si es como la de Jesús, mejor que mejor pues no para de darme conversación. Me va dando explicaciones de todo lo que vamos encontrando al paso. Mire −me dice− ve aquel pueblo que llevamos al través? Es Aldeanueva del Ebro, un pueblo como muchos otros a lo largo y ancho de la geografía española que llaman “de las tres mentiras” porque ni es aldea, ni nueva, ni por supuesto pasa el Ebro por ella. Es el pueblo mas rico de España −puntualiza− su gran riqueza se la debe principalmente a la elaboración de vinos y ¡¡menudas tierras tienen para cultivar sus cepas!! Y muy buen vino, por cierto, de eso pueden estar orgullosos-.

No para de darme pelos y señales de las cosas mas insignificantes. Mal año para las capotas (alcachofas) −sigue exponiéndome− ha hecho mucho frío y las ha quemado. Esos árboles que tenemos a nuestra izquierda son frutales que ya están en flor. Estos más próximos son peras de la variedad “blanquilla” y aquellos otros “conferencia”. Se cultiva mucho la alfalfa, algunos olivos y también existe algo de ganadería. Precisamente en esta finca de la derecha habían toros y vacas, ahora no veo ninguna. Ah, sí allí al fondo están a la sombra de unas encinas-….

Han pasado casi cinco kilómetros desde que nos encontramos. Una hora de camino que se me ha pasado como un suspiro. Me dice que va a regresar, ya está bien por hoy. ¡¡Vaya 86 años bien llevados!! Le agradezco mucho su compañía. −La compañía no se paga− concluye despidiéndose mientras vuelve sobre sus pasos y me deja de nuevo en la mas absoluta soledad.

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Una hora mas tarde paso junto a la gran finca del Tío Simón. Ya tengo a Calahorra a tiro de piedra sobre las laderas de un cerro. Solo me quedan dos kilómetros para llegar que se me hacen larguísimos y más aun por el asfalto que hace que mis pies sufran. A la altura del Santuario del Carmen me topo con un símbolo jacobeo del Camino del Ebro, el Crucifijo o Humilladero del siglo XVI levantado en memoria de los peregrinos. Cruzo el río Cidacos por un largo puente que me deja junto a la esbelta Catedral de Santa María que me sorprende por estar construida en la parte baja de la población. Ahora toca una fuerte subida para adentrarte en el centro. Podría haberme alojado en el Albergue de Peregrinos del Convento de San Francisco de cuyas instalaciones tengo excelentes referencias, pero estoy comprometido con Mª Pilar Urrutia y a su encuentro me dirijo. Mi primera impresión de Calahorra es que se trata de una gran ciudad.

En la Plaza del Ayuntamiento, pregunto por la Plaza del Raso que es donde he quedado con Mª Pilar. A las dos y cuarto estoy en esta céntrica plaza junto a su Albergue particular esperando su llegada que se produce casi de inmediato. Después de los saludos de rigor, me adjudica una de las habitaciones quedan-do para vernos por la tarde. Me produce una sensación inmejorable. Resulta que es un albergue propiedad de Mª Pilar que ofrece y administra de forma totalmente altruista.

Plaza del Raso

Una buena ducha me deja nuevo. Salgo a tomarme un tentempié y acto seguido a descansar un poco, sobre todo los pies que noto algo resentidos por la dureza del asfalto del último tramo de la etapa.

A las seis salgo a visitar la ciudad. En primer lugar echo un vistazo a la Plaza del Raso, punto neurálgico de la antigua aljama que contó con la comunidad judía mas importante de La Rioja que se regía de forma totalmente autónoma. Aún se conserva en el Museo de la Catedral de Santa María el que era su libro de rezos: La Thora. En uno de sus lados se sitúa la neoclásica Iglesia de Santiago que aunque está abierta se encuentra en plena restauración. No obstante, puedo contemplar el maravilloso Retablo Mayor dedicado al Apóstol cuya imagen preside bajo la caracterización de matamoros.

Por una de las calles adyacentes a la plaza me encamino hacia la Plaza del Ayuntamiento presidida por la escultura central del Emperador Quintiliano hijo de la ciudad y considerado uno de los mas importantes retóricos y pedagogos de su tiempo. Fue proclamado emperador del Imperio Romano tras la muerte de Nerón.

A la derecha comienza el Paseo del Mercadal encabezado por un formidable rollo jurisdiccional, conocido popularmente por La Moza. El Paseo es bonito y espacioso, digno de una gran ciudad. En esta zona era donde se asentaba el circo de la romana Calagurris. El Paseo desemboca en unos jardines donde está ubicado el Parador Nacional y un gran mirador desde donde se divisa la fértil vega del Cidacos y del Ebro en cuyas tierras se cultiva una gran variedad de hortalizas que son la base de la rica gastronomía calagurritana y que hace que Calahorra sea conocida por la ciudad de la verdura.

Fuente Ayuntamiento

Con paso tranquilo voy regresando a la Plaza del Raso y hago tiempo sentado en una terraza junto a la Iglesia de Santiago. Hace una tarde espléndida con una temperatura ideal (18º marca un termómetro), definitivamente el viento ha desaparecido. Recibo la llamada de mi buen amigo Antonio desde Logroño informándome que en Alcanadre no existen servicios para el peregrino. Que me ponga en contacto con el Ayuntamiento o la Guardia Civil que algún sitio me habilitarán en las piscinas. Mañana Dios dirá.

Poco después encuentro a Mª Pilar con la que mantengo una conversación entretenida. Es una gran conocedora del ambiente peregrino, lástima que tenga sus más y sus menos con los gestores del moderno Albergue de Peregrinos. Es un hecho constatado que en los lugares donde coexisten dos o mas Albergues, las relaciones entre ellos sean difíciles. Le pregunto a Mª Pilar por la Catedral de Santa María y el motivo por el que está construida en la parte baja de la ciudad. Resulta que se construyó en el lugar donde fueron martirizados los santos patrones de la ciudad: San Emeterio y San Celedonio, soldados ambos de las legiones romanas. Le comento la información de Antonio sobre Alcanadre. Yo de ti −me indica− continuaría hasta Arrúbal, por lo menos tienes un hostal en la carretera si no encuentras nada en el pueblo y luego se te hará menos pesada la llegada a Logroño. Posiblemente le haga caso, depende de mi estado físico y de lo que me encuentre en Alcanadre.

Es una pena no disponer de tiempo para visitar otros lugares y monumentos interesantes, de los que me habla Mª Pilar, entre otros, la Catedral de Santa María, el Santuario del Carmen de estilo barroco, el Palacio Episcopal, el convento de las Carmelitas donde se puede admirar el magnífico Cristo de la Columna, la Iglesia de San Francisco (cerrada al culto) que forma parte de un edificio conventual situado en la antigua acrópolis y la de San Andrés con su fastuosa portada gótica y un admirable cuadro de la Inmaculada Concepción de Ribera. Lo tendré en cuenta para una próxima ocasión.

La tarde languidece y aunque me pese, no tengo mas remedio que despedirme de Mª Pilar agradeciéndole sus múltiples atenciones. −Puedes ir a cenar al Centro Comercial ARCCO −me recomienda− se come bien y además es barato.

Me acerco al Centro Comercial donde doy una vuelta por los establecimientos aprovechando para comprar unas naranjas para la etapa de mañana y por último y siguiendo los expertos consejos de Mª Pilar, hago una cena ligera en uno de sus restaurantes.

Vuelta al Albergue y a descansar que la de mañana tiene visos de que será una larga jornada.

Buenas noches y hasta mañana.

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17ª Jornada:
Calahorra-Arrúbal

Jueves, 14 de abril de 2005

Parcial 32 Km; Total 452 Km; A Santiago: 623 Km

El Camino del Ebro (7)

El Canal de Lodosa

He pasado una noche tranquila y reparadora. Cuando me despierto a eso de las siete, no tengo mas remedio que dar gracias a Dios y al Apóstol por lo bien que se están portando conmigo. A pesar de los kilómetros recorridos, me encuentro en plena forma. Hay mucho bullicio y actividad en la Plaza del Raso. Son los mercaderes que se hallan en plena faena instalando sus paradas para montar el tradicional Mercado del Raso tal como lo vienen haciendo todos los jueves desde la Edad Media. Por lo tanto no tengo dificultad en encontrar un bar donde hacer un saludable desayuno.

Aunque la salida está señalizada por la calle Santiago (al costado de la Iglesia homónima) para enfilar el Carretil en dirección NW, Mª Pilar me recomendó un atajo. Por la calle de Toriles (una bocacalle de la Plaza del Raso), calles Pastores, Dr. Chavarría y Los Tilos, dirijo mis pasos hacia el final del Paseo de Mercadal. Allí confluyo con el Camino señalizado, continuando por la calle Ruiz y Mena (Escuela Oficial de Idomas) y calle San Millán hasta desembocar en el tramo urbano de la Carretera de Murillo hasta salir de Calahorra por la Residencia de la Tercera Edad.

Ya en los extramuros, cruzo la carretera de circunvalación por una rotonda y poco después la vía del tren. Me encuentro en la carretera de Murillo, que a unos docientos metros y pico, abandono para tomar a mi izquierda el llamado Camino Viejo de Alcanadre que sigue la traza de la calzada romana que discurre cruzando fértiles campos de hortalizas y frutales, la vía férrea (a mi izquierda) y el Canal de Lodosa (a mi derecha) forman sus flancos. En una de las huertas encuentro a un agricultor con el que cambio impresiones huertanas y del Camino que me espera por delante. Está algo complicado −me dice− pues una torrentera ha cortado la pista, no sé si se perderá. Se ofrece a llevarme en su coche hasta pasar la complicación. Se lo agradezco pero continuo a pié. Si tengo algún problema −le contesto− ya sé que pasará por mi lado.

La pista es extraordinaria y se anda muy bien. Cuando mas distraído estaba, un coche para a mi costado. Es el agricultor que me insta a que suba que si no me perderé. Ante tanta insistencia no tengo mas remedio que hacerle caso. En el corto recorrido me va dando pelos y señales de cualquier cosa. −Mire donde está cortada la pista −me dice señalando al frente. De todas formas le indico que el desvío está bien señalizado con flechas amarillas, por lo que hubiera sido casi imposible perderme. Cruzamos el Canal de Lodosa y poco después la vía férrea dejándome en una pista junto a la Autopista Zaragoza-Logroño. Estoy a unos siete kilómetros de la Residencia de la 3ª Edad de Calahorra. Me doy cuenta que el Canal de Lodosa (1) lleva tanta agua como el Imperial de Aragón. Me encuentro en un paraje donde confluyen la Autopista, el ferrocarril, el Canal y el río Ebro que en ese punto forma un recodo. Al otro lado de la autopista el monte baldío. Con mi agradecimiento y buenos deseos me despido del agricultor. Es importante en este punto no cruzar la autopista sino seguir por la pista que va paralela a ella en dirección a Logroño.

Llevando de mi mano izquierda la autopista, a poco más de dos kilómetros la cruzo por un paso inferior, hasta desembocar poco después en la carretera de Pradejón. Aquí tengo unos instantes de duda al no percibir la flecha continuadora del Camino que después de mirar y remirar encuentro a mano derecha cruzando la carretera.

Es hora de hacer un receso, hay que ir pensando en encontrar un sitio donde reposar y tomar algo lo cual hago unos metros más adelante. Hace un día magnífico con una brisilla fresca que anima a caminar. Unos agricultores se afanan en un viñedo. El zumbido de los coches que circulan por la autopista me llega por detrás. En diez minutos ya me encuentro de nuevo caminando con la autopista a mi derecha. A tres kilómeetros y medio de la carretera de Pradejón cruzo de nuevo la autopista por un puente y tres kilómetros más de pista entre montes muy secos me aproximan a Alcanadre. A la entrada un coche se detiene a mi lado. Se trata de un peregrino de San Sebastián que posee una casa junto a la Iglesia del pueblo. Lo noto contento de poder a hablar conmigo, los peregrinos no se prodigan por estas tierras. −En el pueblo no hay ningún sitio donde quedarse −me informa− si tienes algún problema, estaré de vuelta dentro de una hora, puedes ducharte en mi casa. Eso sí que es hospitalidad natural. −Lo tendré en cuenta− le contesto− muchas gracias.

Una vez en el pueblo me dirijo al Ayuntamiento siguiendo las indicaciones del amigo Antonio. El secretario está enterado de mi llegada. Si lo deseas −me explica− puedes quedarte en las piscinas, aunque no sé como estarán, el alguacil te abrirá la puerta y enseñará. Después de sellar la credencial, una vecina me acompaña al bar Ideal junto al cuartel de la Guardia Civil, donde me presenta al dueño a quien comunico que volveré para comer cuando me asee un poco.

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Estoy deseando darme una ducha, así que me dirijo a las piscinas que se encuentran a unos trescientos metros del Cuartel de la G.C.. La reja se encuentra abierta, unos jardineros, parecen extranjeros, están concluyendo la media jornada de mañana repasando el hermoso césped que rodea la piscina. Mientras espero al alguacil, me desprendo de los bártulos y ropa que chorrea de sudor, no hay temor a enfriarme pues hace un sol espléndido. Al poco rato aparece el alguacil. Efectivamente, los vestuarios están hechos una calamidad y es que desde el mes de septiembre no ha a parecido nadie por allí. Descarto la opción de quedarme a dormir. El alguacil me informa que si hubiese llegado una semana después podría haber estrenado el albergue que piensan abrir en las dependencias de la inoperante casa del Jefe de Estación. El lunes −me dice− van a traer las literas.

Como me encuentro fuerte decido continuar hasta Arrúbal que según me informó Mª Pilar contaba por lo menos con un hostal de carretera. El alguacil me abre la llave de paso del agua a las duchas de la piscina y con el buen día que hace, no tengo reparos en darme una buena ducha al aire libre, aunque el agua esté algo fría. Me recomienda que vaya a Arrúbal por una pista que discurre por el lado derecho de la vía férrea, más o menos me indica el recorrido por el que se atajan casi cuatro kilómetros y además el paisaje es más agradecido. −Vd. no pierda nunca las vías −me reitera− quizá tenga que recorrer un kilómetro por encima de ellas al encontrarse un tramo de pista embozada por las zarzas y maleza, pero enseguida enlazará con una nueva pista y ya hasta Arrúbal. Le agradezco la información y decido hacerle caso, ello me dará opción a explorar itinerarios alternativos. Mientras tanto al Bar Ideal a comer.

Terminada la comida casera y de vuelta a las piscinas para recoger los bártulos, reanudo la marcha atravesando el pueblo hasta llegar a la Estación de FFCC. que como era de esperar, se encuentra totalmente desamparada, hace años que no efectúa su parada tren alguno. Observo la casa del Jefe de Estación, buen lugar para un futuro Albergue de Peregrinos tal como me lo adelantó el alguacil. Me encamino por una pista en buen estado paralela al ferrocarril (Castejón-Bilbao) entre productivos huertos que se aprovechan de la cercanía del río Ebro.

A unos tres kilómetros llego a una bifurcación. Uno de los ramales cruza las vías y me da la impresión que vuelve hacia atrás. El otro continua por la derecha y aparenta encontrarse en perfecto estado. Decido seguir haciendo camino por la pista junto a las vías que según el alguacil nunca debo perder de vista ya que pasan por el mismo Arrúbal.

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Pero lamentablemente el estado de la pista se va deteriorando por momen-tos cerrándose al final en zarzas que hace imposible el paso. No hay más remedio que echarse a la vía férrea y caminar de mala manera sobre el balasto. Algo tenía que pasar, iba la tarde demasiado bien.

Comienzan a mi izquierda los cortados de los que me habló el alguacil y las vías que poco a poco se van encajonando entre ellos y el río. Aunque el paisaje es hermoso, me voy arrepintiendo de no haber seguido el Camino Oficial. Ya veremos como termina la jornada. Lo único que faltaba era que se me destrozaran las botas con tanto pedrusco o lo que es peor, se me torciera un tobillo. Mas vale no pensar en ello pero los nervios se van apoderando de mí pues el tiempo pasa, el cielo se está cubriendo de oscuros nubarrones y por si fuera poco no consigo divisar pista alguna que me saque de este atolladero. ¡¡ULTREIA!!, hay que seguir adelante, aunque sea por las vías llegaré a Arrúbal.

Cuando más me estaba lamentando de mi mala suerte, en uno de los senos que forma el río diviso una hermosa pista que muy bien podría tratarse de la continuación del Camino. Me apresuro y la tomo con alegría. Pero enseguida me doy cuenta que no puede ser la buena pues la vía férrea que se va convirtiendo en una obsesión para mí, se va alejando de mi vista.

Campo a través por los huertos retorno a las vías y a sufrir, no queda mas remedio. Me voy haciendo a la idea de que va a ser el camino que me ha tocado en suerte hasta Arrúbal. En las paredes de los altos cortados que llevo a mi izquierda reparo en los alimoches y otras rapaces que desde sus nidos en cornisas y hendiduras parecen observarme con ojos ávidos esperando un desfallecimiento por mi parte y es que los kilómetros recorridos y el balasto sobre el que debo caminar van haciendo mella en mis piernas. Un paso mal dado sería fatal.

En mis peores momentos y con la moral por los suelos, el amigo Santi por fin me echa una mano, no es su estilo dejar abandonado a ningún peregrino a su suerte. Al llegar a otro de los senos del río diviso al otro lado de las vías una flecha amarilla pintada sobre un murete. ¡¡No puede ser verdad!! ¡¡Debe ser un espejismo!!. Pero no lo era, era realmente una flecha que para mí se trataba de la mas hermosa de todas las encontradas hasta el momento y que marcaba el Camino que por casualidad confluía con el ferrocarril en ese lugar. ¡¡ULTREIA!! ¡¡ESTOY SALVADO!! grito con rabia a las rapaces de los cortados que se espantan temerosas ante tanta fortaleza. Casi de un salto cruzo las vías y pongo mis pies sobre una hermosa pista con la señalización jacobea reglamentaria. Parece como si el Apóstol me la hubiera puesto en bandeja. −Muchas gracias amigo “Santi”, se acabaron los pesares, te prometo no dejar nunca más a tan buenas compañeras.

Entretanto, el cielo continúa cerrándose cada vez más por el oeste en tormentosas nubes, es decir, hacia donde me dirijo y no tardará mucho en comenzar a llover. Pero esto ya es pecata minuta. Lo mas importante es que ahora tengo la seguridad de ir por el buen Camino.

Al poco rato, la pista cruza las vías y continua por su derecha, ahora sí, libre completamente de zarzas.

Advierto un gran caserío con una finca que se extiende por todo el seno del río. Debe tratarse de San Martín de Berberana que se encuentra a poco más de dos kilómetros de Arrúbal.

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La pista transita ahora entre las vías y el río envuelta en una densa vegetación pero sin obstruir el paso. A mi izquierda siguen los cortados y las rapaces planeando por las cercanías. Pensando en si conseguiría llegar a Arrúbal sin mojarme, advierto un todo terreno parado en medio del camino y con la puerta del conductor abierta de par en par que me da la sensación de pertenecer a la Benemérita. Instintivamente, un estremecimiento recorre mi cuerpo de arriba abajo. En mi mente se encadenan rápidamente sucesos recientes de atentados, bombas, patrullas, detenciones y similares. ¿Que ocurrirá? Voy acercándome con precaución sin observar ser viviente por las inmediaciones, todo aparenta calma absoluta, lo que acrecienta mi estado de inquietud.

Al llegar a la altura del jeep, aparece de súbito un guardia civil que a trompicones se dirije hacia mí desde las vías. Mi corazón parece desbocarse. En un acto reflejo y sin esperar a que el guardia civil llegue a mi lado, le largo santo y seña y toda la retahíla peregrina que se me ocurre. −Me ha asustado −me dice− no acostumbra a pasar nadie por estos parajes. −El que estoy con un susto de muerte soy yo −le contesto−. Como comienza a chispear, me descargo la mochila y me agacho para hacerme con el chubasquero. −No es necesario −se apresura a decirme pensando seguramente que iba a enseñarle la documentación. Esta vez ambos sonreímos. Con la situación mas relajada le cuento por encima mis circunstancias. En cuanto a ellos (se trata de una pareja) del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) y se encuentran allí de servicio en este espacio protegido controlando la colonia de rapaces que han hecho de los cortados su hábitat. Muy amables se ofrecen a llevarme hasta Arrúbal pero declino el ofrecimiento. −Ya estoy cerca de allí− les contesto.

Con el chubasquero puesto, reanudo la marcha más tranquilo sabiendo que me ampara una buena retaguardia.

Recibo una llamada de Antonio desde Logroño interesándose por mi estado. Le informo de mi intención de quedarme en Arrúbal y de mi percance con la guardia civil. ¿Por qué será? −me deja caer− lo cual me da que pensar. A todo esto se detiene a mi lado el jeep de la pareja que se ofrecen de nuevo a llevarme. Ya tengo el pueblo a la vista así que no merece la pena.

Cuando entro por las calles del pueblo comienza a diluviar. En este aspecto he tenido suerte porque se estaba viendo venir desde hace rato. A pesar de la lluvia, parece que el final de la etapa va resultando mejor que lo que esperaba.

Entro en el primer bar que encuentro a mano. Allí coincido de nuevo con la pareja tomándose unos cafés. Nos saludamos y preguntamos a la camarera por algún sitio para pernoctar en el pueblo. −No hay nada −nos contesta− solamente un hostal en la carretera. Los guardias se ofrecen de nuevo a llevarme hasta el hostal. No es cuestión de resistirse más, no está el tiempo para bromas y para andar preguntando aquí y allá. La etapa ha sobrepasado mis intenciones y el cuerpo está deseando darse un respiro.

El hostal de la carretera está al completo, no hay posibilidad de alojamiento y otro que se encuentra un poco mas lejos en dirección a Logroño más de lo mismo. ¡¡Será posible!! ¡¡Y con la que está cayendo!! Parece ser que las contratas que trabajan en el Polígono Industrial del Sequeiro lo tienen todo acaparado. −Lo único que podemos hacer por usted es acercarle hasta Logroño, está solo a doce kilómetros −me dice uno de los guardias. Como no encuentro ninguna alternativa válida y sigue lloviendo sin parar acepto la invitación.

Cuando me dejan en las afueras de Logroño, llamo a Antonio que no termina de creerse que haya llegado hasta allí. Le expongo mas o menos la situación y me contesta que me acerque hacia el centro por la Av. de la Paz que me saldrá al encuentro.

Mientras me dirijo al centro bajo un incesante chirimiri, no paro de pensar en la cantidad de vivencias acontecidas en esta larga etapa. Por si fuera poco, unos muchachos que van en bicicleta me saludan con fuerza desde el carril de enfrente: “BUEN CAMINO, PEREGRINO”. Verdaderamente estoy en el Camino, no me he perdido. ¡¡Cuántas ganas tenía de oír esas mágicas palabras expresadas con tanta naturalidad y sin complejos!!

Cuando llega Antonio nos fundimos en un fuerte abrazo. No esperábamos vernos tan pronto. Me lleva al Hostal Sebastián donde tomo cobijo. −Mañana dormirás mejor, ya lo verás− me anticipa Antonio que se había encargado de reservarme una habitación, no sé donde.

Después de asearme nos acercamos, como no, a la calle Laurel y aledaños donde entre charla y charla damos buena cuenta de unos sabrosos pinchos, creo que el estómago se lo tiene bien merecido.

Quedamos en que Antonio me trasladará mañana a Agoncillo para completar los últimos kilómetros a pié hasta Logroño.

Antes de dormirme, pienso de la forma que he logrado superar con éxito las dificultades de esta jornada en la que podía haberme sucedido de todo. No tengo más remedio que congratularme del buen estado de forma y sobretodo de moral  en que me encuentro después de 450 km recorridos en solitario.

El eco del ¡¡BUEN CAMINO!! de esta tarde todavía resuena en mis oidos. Se acabó la soledad. Estoy en el Camino Francés.

Buenas noches y hasta mañana.

NOTAS:

El Canal de Lodosa.

10 Alcanadre Calahorra 2015-500

“Al igual que otras zonas próximas al río Ebro, parte del actual Canal de Lodosa se regaba ya desde tiempos inmemoriales.

La primera concesión data de 1.861 pero al ser considerada irrealizable caducó a los 20 años.

A pesar de ello, la idea del canal se mantuvo viva y en 1.903 la Dirección General de Obras Hidráulicas incluye el estudio del Canal de Lodosa en el Plan General de Canales y Pantanos.

En 1.906 D. Saturnino Bellido y otros miembros de la Junta Gestora nombrada por los pueblos afectados por el “futuro” canal solicitan la agilización de los estudios, con el ofrecimiento de contribuir económicamente a ello. Como resultado de esta gestión, en 1.907 el proyecto fue redactado por D. Cornelio Arellano, aprobado por R.O en 1.910 y se iniciaron las obras el 30 de mayo de 1.915 con la denominación de Canal de Victoria-Alfonso.

A partir de la creación en 1.926 de la Confederación Sindical Hidrográfica del Ebro, ésta pasa a hacerse cargo de las obras así como de la explotación y administración del canal. En 1.935 el Canal de Lodosa es ya una realidad.

El Canal de Lodosa toma sus aguas del Ebro en el azud o presa de los Mártires de Lodosa (entre Alcanadre y Lodosa) discurriendo a lo largo de sus 127 km de forma mas o menos paralela al propio río. Su capacidad de conducción en origen que era de 22 m3/s ha pasado a 29 m3/s.

Los regadíos del Canal de Lodosa

La superficie regada por el Canal de Lodosa es aproximadamente 29.000 ha, distribuidas en tres Comunidades Autónomas: Navarra (60%), La Rioja (30%) y Aragón (10%).

Los regadíos de Lodosa presentan una gran variedad. En Lodosa es posible encontrar horticultura intensiva y extensiva, invernaderos y cultivos bajo plástico, algunas zonas con vid y frutales, y en menor medida cultivos herbáceos extensivos. Entre los cultivos más tradicionales o arraigados están: el pimiento (de “piquillo”), el espárrago, la alcachofa y el tomate, pero también se cultivan: judía verde, guisante, haba, zanahoria, patata, borraja, acelga, espinaca, y así hasta una lista interminable. Es sin lugar a dudas una de las zonas hortícolas más importante del Valle del Ebro.”

(Información extraída de Wikipedia)

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18ª Jornada:
Agoncillo-Logroño

Viernes, 15 de abril de 2005

Parcial 14 Km; Total 466 Km; A Santiago: 609 Km

El Camino del Ebro (8)

El Camino Francés

Hoy no tengo ninguna prisa en levantarme, Antonio me recogerá a las diez para llevarme a Agoncillo. Aunque el Camino a pie lo dejé en Arrúbal, no creo que al amigo “Santi” le sepa mal que escamotee esos escasos tres kilómetros que separan ambas localidades y menos aún después de la enrevesada jornada de ayer.

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Después de un buen desayuno, salgo de peregrino al encuentro de Antonio. Miro al cielo. Su aspecto ha mejorado bastante. Solo unas nubes dispersas aunque creo que tendré suerte y no lloverá. Corre una brisita fresca y luce el sol, buena mañana para caminar.

Antonio aparece con puntualidad inglesa y me traslada a Agoncillo. En la plaza tiene lugar el mercadillo semanal por lo que se observa mucho ambiente. Después de hacerme una foto frente al castillo nos despedimos hasta la hora de comer en Logroño.

Son las diez y media cuando comienzo a caminar hacia la salida del pueblo por la Ermita de Nª Sra. de los Dolores. Entre huertas y casas de campo, el camino confluye irremisiblemente dos kilómetros más adelante con la carretera después de atravesar por un paso inferior la vía férrea. Así que me toca chupar mucho arcén y soportar el intenso tráfico de vehículos. El Aeropuerto de Agoncillo, que dejo a mi derecha, se ha tragado definitivamente el Camino Viejo de Logroño a Calahorra. ¡¡Una lástima!!

Después de nueve kilómetros de asfalto y tráfico intenso y dos horas y cuarto de marcha entro en la nacional antigua por una zona industrial que sale de la autovía a la derecha. Un cartel anuncia el desvío a Varea. Faltan tres kilómetros para llegar al centro de la ciudad. Poco después, llego al Mesón Pepa donde hago un descanso que aprovecho para tomar algo.

Consciente de estar cerca de Logroño, incremento el ritmo de marcha. Cruzo por un puente el río Somero, luego la circunvalación por un paso de peatones elevado y ya por zona urbana hasta la moderna Plaza del Centenario.

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Recorro por completo la Avenida de la Paz, torciendo a la izquierda por la calle Portales hasta dar de lleno con la Plaza del Mercado donde se alza majestuosa la Concatedral de Sta. Mª de la Redonda que muestra con orgullo su magnífica y peculiar portada. Son las dos menos cuarto. Sigue luciendo el sol y una ligera brisa del norte. En el seto central de la plaza, donde se levanta un hermoso árbol, aguardo la llegada del amigo Antonio.

Durante la espera me encuentro con otros peregrinos, todos guiris, alguno de ellos me pregunta por el Albergue. Se acabó definitivamente el protagonismo del Camino.

Después de un rato, aparece Antonio que me lleva a uno de los restaurantes más castizos de Logroño, el Moderno. Por las mesas y las sillas se intuye que el local sería moderno en su época. Las paredes están llenas de fotografías en las que se reproducen vistas y escenas de antaño. La comida inmejorable, garbanzos guisados y bacalao a la riojana.

Después de la fotografía de rigor, Antonio me acompaña al albergue sorpresa que me tenía reservado y de verdad que fue una gran sorpresa para mí, no me lo podía ni imaginar, se trataba de la Residencia de la Guadia Civil.

Después de la siestecilla, nos acercamos al Albergue de peregrinos para sellar la credencial. Luego a callejear. Pasamos junto a la Iglesia de San Bartolomé, cerca del albergue. Charlando animadamente, vamos haciendo tiempo para la hora del tapeo por la calle Laurel.

Ya en plena faena de pinchos, que si la tortilla, que si el champiñón, las setas, el choricillo, etc. etc. nos encontramos en uno de los bares a una peregrina conocida personal de Antonio y mía por los foros de internet. ¡¡Otra sorpresa!!

Se trata de Sofía que no se puede creer vernos ahí y nos saluda efusivamente principalmente a Antonio. Resulta que salió de Barcelona un día después que lo hice yo de Castellón, es decir, que por casualidad marchamos al unísono. En su periplo por el Camino, cuenta que ha tenido que hacer largas etapas y en varias ocasiones incluso perdió la señalización. Celebramos el encuentro con unas cervezas y después de charlar durante un buen rato nos despedimos deseándonos “Buen Camino” Posiblemente tenga la oportunidad de encontrarme con ella de nuevo en el largo Camino que resta, no será difícil.

La noche se va echando encima. Ya va siendo hora de regresar y descansar. Cuando Antonio se despide de mí en el mismo “albergue” me dice con una sonrisa: –Nunca te sentirás mas protegido-. −Lo puedes asegurar− le contesto devolviéndole una sonrisa de complicidad. Y quedamos para desayunar mañana juntos.

Buenas noches y hasta mañana.

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19ª Jornada:
Logroño-Azofra

Sábado, 16 de abril de 2005

Parcial 36 Km; Total 502 Km; A Santiago: 573 Km

¡¡Adiós a la soledad!!

He dormido mejor que en un hotel de cinco estrellas y me encuentro totalmente recuperado para emprender la que va a ser la primera jornada por el Camino Francés. Por la ventana observo que está lloviendo. El cielo totalmente encapotado y gris vaticina un día desapacible.

Me vienen a la memoria las sabias palabras del Padre José María “el cura de Grañón”, uno de los grandes valedores jacobeos. “Durante el Camino, −nos explicaba José María en el coro de la Iglesia al grupo de peregrinos que pernoctábamos en el Albergue de Grañón− nuestro ser se va educando tal como lo hace a lo largo de la vida adquiriendo conocimientos y experiencia. En una primera fase, se hace preciso educar al cuerpo para adaptar el físico a la dureza de las etapas. Una vez conseguido, se hace inevitable cultivar el alma para fortalecer la mente. Por último, plenamente adaptados cuerpo y alma al Camino, ya nada nos va a impedir alcanzar nuestro objetivo, es cuando llega el turno del espíritu. Son las tres grandes etapas del Camino; la del cuerpo,la del alma y la del espíritu”. Sabias reflexiones. En Logroño puedo dar por concluída con éxito la primera fase, de lo cual me congratulo. Ahora ha llegado el turno del alma, espero que el Apóstol siga confiando en mí.

Según lo convenido, en la cafetería me está aguardando Antonio para desayunar. Como no me va a hacer ya falta, le dejo la cantimplora, cuantas menos cosas lleves encima mejor. A partir de ahora con un botellín de medio litro de agua es mas que suficiente.

Ya en la calle, Antonio me ayuda a ponerme el chubasquero pues llueve con persistencia. Intuyo que se queda con ganas de venirse conmigo pero las obligaciones mandan. Nos despedimos con un fuerte abrazo, no sé como podré devolverle tantas atenciones.

Son las ocho y cuarto cuando me alejo del lugar tomando la salida de Logroño hacia el Parque de la Grajera. ¡¡Vaya día!! Por el aspecto del cielo, preveo que el viento, el frío y la lluvia van a ser los protagonistas de la jornada. Pero que le vamos a hacer, el peregrino debe estar a todas, a las verdes y las maduras. De todas formas, gracias a la “braga” y los guantes que desempeñan su papel.

Paso junto al estanque de La Grajera y emprendo la subida del alto homónimo. En el collado contemplo de nuevo la multitud de cruces primitivas hechas con los deshechos de madera procedentes de la serrería aneja que los peregrinos han ido colocando a su paso sobre la alambrada que separa el Camino de la Autovía y que en mi primer Camino tanto llamó mi atención. Se desciende y cruza la N-120 que será mi compañera de viaje hasta Burgos. Poco después paso junto a las ruinas de lo que fue en su día Hospital de Peregrinos de San Juan de Acre, entrando en Navarrete por la nobiliaria Calle Mayor cuando el reloj del campanario de la Iglesia de Santa María de la Asunción está dando las once. Buena hora para hacer un receso.

Me tomo un refrigerio en un bar frente la Iglesia. Al comentar con el dueño mi objetivo de rendir etapa en Grañón, me pide que le de recuerdos de su parte al cura, dice que son viejos conocidos.

Debo continuar sin mas demora si quiero llegar a buena hora a Nájera donde me han llegado noticias de que han abierto un nuevo albergue junto al río.

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La lluvia cae ahora a intervalos. Con el agua que ha caído me temo que los caminos van a estar embarrados y por la carretera es muy peligroso ir por el intenso tráfico que soporta y la escasa luz del día. De momento veo a pocos peregrinos.

Paso de nuevo ante la portada principal del cementerio, trasladada desde el hospital de San Juan de Acre y me tomo unos instantes para rezar ante el monumento a una peregrina belga fallecida por accidente en este lugar.

Enseguida comienza una pista de tierra que de momento no acumula mucho barro. Parece como si hubieran compactado sobre la pista gravilla fina. Cuando estoy cerca de la carretera de acceso a Ventosa, el Camino se corta de repente por una profunda torrentera formada por la corriente de agua de las recientes lluvias lo que hace imposible el paso. Intento rodear de diferentes formas incluso atravesando fincas embarradas pero por mucho que lo intento lo único que consigo es llenarme de barro hasta las rodillas. Imposible dar con una salida a esta engorrosa situación. Unos paisanos desde una casa cercana, me dicen que siga el linde de la finca donde estoy, que encontraré un lugar de paso y que no tengo más remedio que salir a la carretera,. Muy a mi pesar, debo hacerles caso. y como Dios y el Apóstol me dan a entender, alcanzo la carretera por la que a regañadientes tengo que arriesgarme a caminar.

Entre los chaparrones intermitentes y el tráfico se me hace eterna la subida al Alto de San Antón que al fin culmino. Ya en bajada y tras unas curvas, reencuentro las señales del Camino. Nájera la tengo ya a la vista pero aún quedan siete kilómetros. Un grupo de peregrinos acaban de cruzar la N-120 y yo lo hago poco después reencontrando el Camino después de bajar por unas improvisadas escaleras.

Después de un buen rato luchando con el barro y las charcas paso a los peregrinos que resultan ser dos mujeres con tres menores, todos ellos extranjeros, que dan la impresión de no marchar muy a gusto.

Tras cruzar un arroyo por una pasarela de madera, llego a la pared donde está escrita la poesía en memoria del peregrino atribuida a Eugenio Garibay, en su versión original y su traducción al alemán. Hago un pausa para leer con serenidad y reflexión tan hermosos versos lo que me proporciona nuevos bríos.

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Un kilómetro después me encuentro cruzando la inseparable N-120 y haciendo mi entrada por las primeras casas de Nájera.

Dos kilómetros más adelante, cruzo el río Najerilla y bajando unas escaleras por su ribera izquierda, a unos quinientos metros acierto a dar con el nuevo albergue cuando son las tres y cuarto.

Unos cuantos peregrinos, todos ellos guiris, se encuentran junto a la entrada del albergue con caras de pocos amigos esperando su apertura. Opto por quitarme de en medio. No me gusta el cariz que seguramente tomará la cosa. A pesar de los kilómetros, las inclemencias meteorológicas y el barro me encuentro con fuerzas para seguir hasta Azofra, total son seis kilómetros más.

Reanudo la marcha después de comer y descansar un rato. Cuando paso junto al conjunto histórico del Monasterio de Sta. Mª la Real que atesora entre sus muros el Panteón Real de los reyes y reinas del antiguo Reino de Navarra, alcanzo a un joven peregrino barcelonés que también se dirige a Azofra, lugar desde donde piensa reanudar su Camino interrumpido por razones personales. Así que con su compañía y conversación, la hora y poco más de camino entre campos de viñedos se pasa sin apenas sentirlo.

Atravesamos el pueblo de Azofra y nos dirigimos al nuevo Albergue Municipal. Moderno y funcional albergue de dos plantas con habitaciones dobles que se encuentra a la mitad de ocupación. La planta segunda está completamente vacía, así que no tengo problema en hacerme con una habitación para mí solo. El antiguo albergue junto a la iglesia en el que en mi primer Camino, tan mala noche dí con mis ronquidos a mis compañeros de habitación, ha sido clausurado.

Después de la cena en el Bar Sevilla, me retiro a descansar. Llevo muchos kilómetros recorridos y las piernas los acusan. Además hace bastante frío que hace no ser muy aconsejable callejear.

Me acuesto pensando en que a partir de ahora voy a tener la oportunidad de marchar en compañía de alguien. ¡¡Adiós a la soledad!!

Mañana será otro día.

Buenas noches y hasta mañana.

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20ª Jornada:
Azofra-Belorado

Domingo, 17 de abril de 2005

Parcial 38 Km; Total 540 Km; A Santiago: 535 Km

El ecuador de mi Camino

Parece que el tiempo ha ido a mejor pero a primeras horas de la mañana sigue haciendo fresco. Me enfundo como va siendo habitual el polar, “braga” y guantes, ¡¡qué buen servicio me están prestando!! y me acerco al Bar Sevilla para desayunar. El bar está lleno de peregrinos guiris que se afanan por consumir sus especiales desayunos. Indudablemente, no voy a caminar solo.

Son las nueve menos cuarto cuando paso por la Fuente de los Romeros siguiendo mi Camino. He descansado muy bien y esto el cuerpo lo agradece.

La lluvia caída ha producido su efecto negativo en las pistas que se encuentran bastante embarradas. Pronto rebaso el famoso rollo jurisdiccional hoy convertido en crucero hasta cruzar la comarcal que nos llevaría a San Millán de la Cogolla donde radican los famosos monasterios de Yuso y Suso, cuna de la lengua castellana y adonde los peregrinos medievales solían desviarse. Lentamente voy ascenciendo entre verdes trigales beneficiados por el agua, hasta alcanzar las lomas de la Degollada. Compruebo con pesar que lo que antes era un maravilloso encinar, la civilización moderna y la especulación ha convertido en un campo de golf apoderándose de las encinas y tragándose la pista por donde iba el Camino de toda la vida. Ahora hay que efectuar un rodeo a la urbanización de chalets construida sobre terrenos recalificados al amparo del campo de golf y que nos obliga a llegar a las puertas de Ciriñuela para luego retornar hasta Cirueña y poder tomar la pista que sale a la izquierda de la carretera. Un rodeo inútil que espero se corrija cuando finalicen las obras.

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Al tomar la pista solo me quedan seis kilómetros para llegar a Santo Domingo. Tras unas ondulaciones iniciales del terreno, la pista emprende en linea recta un largo y suave descenso.

Al pasar por el lugar donde me falló una rodilla durante mi primer Camino que me obligó a abandonar, me vienen los recuerdos de tan fatídico día que coincidió precisamente con el día después del salvaje atentado terrorista a las Torres Gemelas. No se me olvidará mientras viva.

Son la doce menos cuarto cuando hago mi entrada en Santo Domingo de la Calzada. En este lugar, la vida de eremita del polifacético Santo no fue óbice para que prestase tanta ayuda y beneficios al Camino y los peregrinos.

Es hora de hacer un receso y tomar algo sólido, el estómago lo está pidiendo. Así que me dirijo al Bar Dados donde me tomo una tapa de su afamada tortilla y otra de champiñones y setas a la plancha que me dejan el cuerpo dispuesto para reanudar el Camino.

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A lo largo de la Calle Mayor, salgo de Santo Domingo por el puente construido por el Santo que franquea el río Oja. El cielo se está nublando por momentos y comienza a lloviznar. Después de unos cinco kilómetros de andadero que transcurre pegado a la carretera, me voy alejando de ella por una loma donde debería estar la Cruz de los Valientes. Digo debería porque lo que vieron mis ojos fue simplemente el sitio. La gran cruz de madera brilla por su ausencia. Quiero pensar que posiblemente esté en dique seco. En su lugar han formado en el suelo una cruz con piedras de granito. Hago una foto para dejar constancia.

Una vez desciendo la loma, llego a un río donde junto al puentecillo han colocado un gran panel identificando al Camino ampliado con dibujos de los monumentos representativos más próximos.

Por Grañón paso de largo. Me encuentro con fortaleza suficiente para tirar adelante hasta Belorado.

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En el límite provincial, la Junta de Castilla y León ha emplazado un gran cartel con la ruta y pueblos por donde transita el Camino dentro de esa Comunidad Autónoma. Los espacios se abren y el verde del incipiente cereal se pierde en la lejanía. Me percato de un peregrino extranjero que se encuentra recostado en medio de un trigal, no sé si se ha enterado de mi presencia. Me da la impresión que está medio dormido. Después de tomar unas fotos sigo mi Camino.

Al llegar a Redecilla, hago un descanso junto a la fuente frente al albergue e iglesia y aprovecho para cambiarme de calcetines y airear un poco los piés que poco a poco van acusando los kilómetros.

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Me restan 12 km de etapa. Declino el paso por Viloria, cuna de Santo Domingo, lo que me obliga a marchar durante un pequeño tramo por el arcén de la peligrosa carretera. Asumo el riesgo en beneficio del ahorro kilométrico. De todas formas, ya entré en el pueblo en mis anteriores Caminos.

Paso a paso voy acercándome a Belorado atravesando las pequeñas localidades casi abandonadas de Castildelgado y Villamayor. Me encuentro en el ecuador del Camino de Castellón. Los cinco últimos kilómetros se me hacen eternos y finalmente a las siete estoy entrando en Belorado. Llego muy cansado deseando darme una buena ducha y descansar.

Me dirijo al albergue “Cuatro Cantones” donde tengo que esperar un rato a que llegue el hospitalero-propietario que me asigna una habitación para mí solo. Al final he tenido suerte.

Después de una buena ducha que me deja nuevo, salgo en busca del Restaurante “Picias” de tan buenos recuerdos, pero está cerrado por obras. ¡¡Qué pena!! Mientras tanto recibo una llamada del amigo Juan Luis, compañero durante parte de mi primer y segundo Camino que me anuncia que estará en Burgos para recibirme. Aprovecho también para dar señales de vida a mi familia.

Al final entro en el Restaurante “Boulevard” de la Plaza Mayor donde hago una buena cena rodeado de muchos peregrinos, la mayoría de ellos guiris.

Ya con la noche cerrada, me retiro al Albergue. No es cuestión de seguir martirizando los pies. Creo que tienen derecho a un merecido descanso después de esta larga etapa que me ha llevado más de diez horas.

Buenas noches y hasta mañana.

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21ª Jornada:
Belorado-Agés

Lunes, 18 de abril de 200

Parcial 27,5 Km; Total 567,5 Km; A Santiago: 507,5 Km

Albergue inesperado

Muy pronto comienza la despertá de los peregrinos. Como estoy solo en la habitación, nadie me molesta, así que me hago el remolón esperando que el patio se despeje.

Mientras tomo el desayuno en el mismo Albergue, observo movimientos extraños de peregrinos que intuyo tiene algo que ver con coches de apoyo y es que no termino de concienciarme que estoy en el Camino Francés donde confluye un variopinto peregrinaje. Al ir a recoger el bordón que tuve que dejar a la entrada del Albergue, me doy cuenta que no está, deben haberlo confundido por otro parecido. El que me han dejado lleva unos recuerdos que pronto echará en falta su propietario al que espero encontrarle para efectuar el cambio.

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Entre Belorado y Villafranca coincido con bastantes peregrinos y “turigrinos”, término que usamos los peregrinos para denominar a los que hacen el Camino con fines turísticos. No me equivoco, en Espinosa del Camino hay una furgoneta de apoyo donde una pareja de francesas que pernoctaron en el Albergue espera termo en mano a sus compañeros para reconfortarles con alguna infusión.

En Villafranca entro para almorzar en “Casa del Pájaro” que está atestada de clientela. Como de costumbre me pido el clásico bocadillo de tortilla. Un grupo de peregrinos riojanos y madrileños me saludan desde un rincón, también estuvieron en el Albergue de Belorado y vienen con coche de apoyo, debe ser la moda.

Subiendo por los Montes de Oca hacia el Alto de la Pedraja encuentro mucho barro y además hace bastante frío pero no hay problema, voy bien pertrechado.

En el alto, de nuevo la furgoneta de los franceses. ¡Vaya ayuda la suya! Un poco mas allá hacen cambio de conductor el grupo riojano-madrileño y un poco mas adelante, en medio del cortafuegos, un personaje muy extraño junto a un coche, que además de presentarse como montañero, se hace pasar por sponsor de no se qué Asociación caritativa, ofrece café o té templado, mas bien aguachirle, a cambio de la voluntad. En fin, me doy cuenta que el Camino se encuentra muy concurrido pero lo que se dice de verdaderos peregrinos más bien poco.

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Sigo por el cortafuegos sorteando como puedo los grandes charcos de agua y barro y como de costumbre se me hace eterna la llegada a San Juan de Ortega que al fin aparece en un claro.

En San Juan de Ortega aprovecho para descansar y comer, quiero continuar hasta Agés donde dicen que han abierto un nuevo Albergue que está muy bien.

En el camino hacia Agés, recibo la llamada de mi amigo burgalés Juan Luis, compañero de fatigas de mis anteriores Caminos. Me dice que en Agés le espere, me llevará a su casita de Pineda de la Sierra donde podré pasar la noche. Muchas gracias –amigo Juan Luis− acepto con la condición de que mañana me devuelvas al lugar donde me tomes. −Eso está hecho− me contesta− hasta luego.

En Agés busco un buen socaire que me proteja del viento frío para esperar a Juan Luis, tan buen amigo, como compañero peregrino y hospitalero, que no tarda en llegar.

Conforme ascendemos hacia Pineda bordeando el río Arlanzón y sus embalses observo las verdes praderas que se extienden por las laderas de los montes donde pacen grupos de ovejas churras, dicen que son las mejores para los asados. El tiempo va de mal en peor, las cumbres se van cubriendo con una niebla espesa y comienza a chispear.

Cuando llegamos a Pineda ya está lloviendo y hace un frío que pela. Más bien que agua, lo que cae es aguanieve unido a un viento gélido. Hay que guarecerse donde sea. Después de asearme nos dirigimos al centro y como el tiempo no está para muchos paseos nos refugiamos en un bar donde entonamos los cuerpos con café bien calentito mientras recordamos tiempos pasados.

Para cenar, Juan Luis prepara unas chuletillas de cordero regadas con buen vino que me saben a gloria bendita. Y después de un rato de amena charla donde surgieron recuerdos de los Caminos que hicimos en compañía, me enseña la habitación de este Albergue inesperado donde dormiré bien arropado y con la calefacción a tope.

Buenas noches y hasta mañana.

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22ª Jornada:
Agés-Burgos

Martes, 19 de abril de 2005

Parcial 21 Km; Total 588,5 Km; A Santiago: 486,5 Km

Burgos… viejos amigos

Tomamos un buen desayuno con tazón como los de antes, mientras contemplamos a través de un gran ventanal una bella panorámica de la Sierra de la Demanda al otro lado del Arlanzón.−Allí arriba −me indica Juan Luis− es donde se hallan las pistas de esquí. Y tal como habíamos previsto la noche anterior, Juan Luis me traslada a Agés por la serpenteante carretera, muy peligrosa por la lluvia que cae y que desciende por la margen derecha del Arlanzón . El mal tiempo no nos ha dejado, llovizna y hace bastante frío.

Así que bien abrigado y protegido con el chubasquero me despido de Juan Luis hasta Burgos, dando comienzo a la etapa de hoy.

Los dos kilómetros y medio hasta Atapuerca los hago por la carretera bajo un persistente chirimiri. En Atapuerca dejo el asfalto por una pista totalmente embarrada que por la izquierda se dirige a lo alto de la sierra. Hay que esforzarse un poco, pero los kilómetros que ya llevo encima me proporcionan la suficiente resistencia para no padecer en exceso. Solamente la lluvia y el barro son mis peores enemigos. Llego por fin a la gran cruz de madera con piedras en su base situada en la cumbre. Desde ese punto se debería reconocer Burgos hacia el oeste pero las condiciones meteorológicas no son las más idóneas y me tengo que conformar con adivinarlo.

En ese punto no quiero perder como la primera vez, el camino señalizado y desciendo pegado a la alambrada procurando seguir las flechas o manchas amarillas. Al final llego a una pista y la flecha amarilla me dirige hacia el norte, no hay ninguna duda. Enseguida otra flecha me desvía hacia la izquierda, el oeste, la buena dirección. Me detengo unos instantes pensando donde me había equivocado en mi primer Camino cuando desde la cruz del alto me dirigí hacia las antenas para luego descender pegado a la cantera. Observo la cantera que la tengo un poco desviada hacia el norte. Ahora lo veo todo claro. Tenía que haber tirado hacia la izquierda una vez en la pista por esa otra alternativa.

Seguro de mí mismo y ya por mejores pistas alcanzo el poblado de Villalbal. Allí comienza el asfalto pero como esta mojado por la lluvia se anda bien. Paso por Cardeñuela, dos kilómetros más adelante Orbaneja y tres más Villafría donde después de salvar la vía férrea por un puente empalmo con la carretera N-1 donde un intenso tráfico me da la bienvenida.

Son las doce y veinticinco, buena hora para tomar un aperitivo. En el bar me encuentro con el grupo riojano-madrileño haciendo cábalas sobre su coche de apoyo al que esperan.

Una vez en Burgos, encuentro a Juan Luis y juntos nos dirigimos al Albergue del Parral, donde él hace de hospitalero con asiduidad. Me presenta a Manolo, el hospitalero de turno que muy atento me asigna litera. No hay problema para elegir catre.

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Después de asearme cruzamos el parque y en Hospital del Rey nos dirigimos al Asador “Los Trillos” donde le había prometido un asado, que como de costumbre saboreamos con gusto pues está exquisito. Al asado le acompaña una jarrita de vino clarete y una ensalada. Justo lo necesario para quedar satisfecho.

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Después de una buena siesta, nos acercamos al centro donde hemos quedado con nuestras buenas amigas y peregrinas burgalesas Visi, Irene y Angelines. En el Bar Pineda (antes Espolón) compartimos una agradable velada poniéndonos al día de nuestras respectivas vidas.

Ya con la noche encima, volvemos al Albergue donde me despido de Juan Luis que esta vez no me puede acompañar pues no se encuentra en las mejores condiciones. −Otra vez será −me dice resignado− me das una envidia…, enfin BUEN CAMINO. −Gracias por todo, amigo Juan Luis, que te mejores y hasta la próxima.

Me acuesto pensando por donde parará la peregrina Sophia que partió de Barcelona al mismo tiempo que yo y nos encontramos en Logroño. Debería haber coincidido con ella pues aunque hace etapas largas, yo también las he hecho. Enfin, ya aparecerá en cualquier momento.

Buenas noches y hasta mañana.

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23ª Jornada:
Burgos-Hontanas

Miércoles, 20 de abril de 2005

Parcial 29 Km; Total 617,5 Km; A Santiago: 457,5 Km

“Platero y yo”

Me levanto sin prisas. Son las ocho y media cuando salgo del Albergue después de despedirme del hospitalero Manolo al que agradezco sus atenciones. Muy amable en todo momento con los peregrinos.

Atravieso el arbolado del Parral por su avenida central saliendo por la puerta enrejada a la altura del Hospital del Rey, hoy convertido en campus universitario. Mucha historia que contar entre sus muros (1).

Después de un buen desayuno en la cafetería de la Universidad me dispongo a enfrentarme con la extensa meseta castellana. El cielo está encapotado aunque no llueve, el viento en calma y aunque el ambiente es frío, hace que el caminar sea bastante cómodo.

Dejando Villalbilla atrás, la señalización jacobea te hace dar un rodeo para salvar una nueva autovía. El Camino continúa por una pista que discurre paralela a la carretera. En Tardajos me aprovisiono de una torta de pan, de esas que tan bien saben elaborar los tahoneros burgaleses.

En Rabé de las Calzadas paso por el Albergue para saludar a Mariví pero me dice el compañero que está en la cama ya que no se encuentra bien a causa de las sesión de quimio recibida hace poco . Después de rogarle le transmita mis recuerdos y mi deseo de recuperación, me siento en un banco de la plaza a tomar un “bocado”. ¡¡Qué rica me sabe la torta de pan!! Aún sin relleno está sabrosa.

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Enseguida doy comienzo a la subida al primer páramo. ¡¡Qué hermosa está toda la meseta, verde en su totalidad!! Es un placer para los sentidos. Dos kilómetros más allá paso por delante de la Fuente de Prao Torre pero sigo de largo, hoy me encuentro con fuerzas para andar mucho. Después de descender la cuesta de Matamulos me encuentro de frente con un rebaño de ovejas encabezado por un burro que todos los días sobre esa hora el pastor acostumbra llevar a pacer. Coincido allí con un joven peregrino inglés, Chris y mutuamente nos hacemos fotos junto al burro que dócilmente se deja acariciar y retratar.

En compañía de Chris entro en Hornillos del Camino. Buen sitio y hora para entrar a comer en el único bar que existe en el pueblo. En el comedor coincidimos con otro joven peregrino de Girona, Jordi. Los tres en compañía degustamos el menú del peregrino compuesto por unas riquísimas lentejas estofadas y pollo a la cerveza. Tras un rato de media-siesta reanudamos juntos el Camino.

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A la salida de Hornillos se asciende a otro páramo hasta alcanzar en una hora y cuarto el vallecillo formado por el Arroyo San Bol donde se emplaza un austero refugio. Seguidamente un tercer y último páramo antes de llegar a Hontanas que como siempre se hace interminable. Gracias a que unas antenas situadas lejos pero visibles ligeramente a la derecha del camino son una excelente referencia del lugar donde se localiza el pueblo hacia el que nos dirigimos. Por otra parte, ir conversando ayuda mucho a que los kilómetros se sucedan con mayor rapidez.

Una hora y cuarto más y ya estamos descendiendo del páramo y entrando por la calle Mayor de Hontanas. Pasamos delante del Bar del emblemático Vitorino pero continuamos directamente hacia el Albergue Municipal. Desde la última vez que pasé por allí han abierto dos albergues privados, uno de ellos con bar-restaurante.

El albergue está casi a tope. La cama que me toca en suerte tiene el colchón muy blando. Qué le vamos a hacer, la máxima del peregrino es conformarse con lo que le ofrecen y agradecerlo.

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Después del sistemático aseo personal me dirijo al bar del albergue privado donde encuentro a mis compañeros peregrinos y algunos más, uno procedente de Aranda del Duero, un matrimonio catalán y un muchacho portugués. Entre trago y trago se forma una agradable tertulia. Resulta que Jordi es cocinero. La dueña le pide consejo profesional y Jordi no tiene inconveniente en asesorarla. Mientras tanto, el marido se aprovecha de Chris para que le traduzca al inglés una carta. Da la impresión que los dueños no están muy al corriente del negocio pero no han querido perder la oportunidad de montar un albergue integral aprovechando el flujo de peregrinos que pasa por allí en continuo aumento año tras año. Por otra parte, el matrimonio propietario se desvive por atendernos lo mejor posible e incluso nos invitan a alguna consumición. La mujer es el alma mater del negocio, se la nota emprendedora y además sobrada de amabilidad, presupuesto básico para llevar adelante el negocio, mientras que el marido parece como si fuera a remolque de ella.

Ya que estamos allí, aprovechamos para tomar algo sólido en la barra que nos sirva de cena. Poco a poco voy tomando parte activa de la historia de este Camino y eso me complace.

Sobre las diez, nos retiramos al albergue a descansar. Pienso en el peregrino con el que intercambié bordón en Belorado, aún no he dado con él, es extraño. Seguro que él estará, con mayor motivo, pensando igual que yo. Pienso que ya he sobrepasado seiscientos kilómetros y hay que ver lo bien que me encuentro. ¡¡Qué lejos queda ya Castellón!! Parece como si estuviera viviendo un sueño.

A pesar de la blandura del colchón, no es óbice para caer pronto entre los brazos de Morfeo.

Buenas noches y hasta mañana.

(1) El Hospital del Rey

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“El Hospital del Rey fue fundado por el Rey Alfonso VIII, en 1195: «De sí en Burgos moraba e un hospital façía él, e su muller labraba o monasterio das Olgas», dicen unos versos de las Cantigas.

Desde 1212 hasta el siglo pasado, estaba bajo la jurisdicción de la abadesa de las Huelgas, que puso a su cuidado doce «freires» y siete capellanes.

En época de Alfonso X fue un gran centro de acogida de peregrinos y enfermos pobres: «…que todos los romeros que pasan por el camino françés et de otro lugar, dond quier que vengan, que ningúnd non sea refusado dend, más todos reçebidos, et que ayan y todas las cosas que mester les fueran de comer et de beuer et de albergue…».

A fines del siglo XV contaba con ochenta y siete camas y era uno de los más importantes de todo el Camino Francés.

Cuando algún peregrino moría, se le enterraba en el cementerio situado frente a la puerta llamada de Romeros, presidido por una capilla dedicada a San Amaro, un romero francés que renunció a volver a su país para dedicarse al cuidado de los peregrinos. La capilla y el monumento funerario que acoge en su interior son obra ya del siglo XVII.

Los restos arquitectónicos que se conservan del viejo Hospital Real se han aprovechado para modernas instalaciones universitarias. Son construcciones que van desde el siglo XIII al XVIII. Se articulan en torno al patio de Romeros, cuya puerta de ingreso, fechada en 1526, está presidida por una imagen de Santiago sedente, bajo el busto de Alfonso VIII y, arriba del todo, San Miguel, que alancea al dragón. Lo más antiguo son las puertas de la enfermería y de la iglesia, formalmente en consonancia con las edificaciones del cercano Monasterio de las Huelgas, lo que avala su construcción simultánea. El pórtico es plateresco y lo corona, al este (delante de la iglesia), una imagen de Santiago Matamoros, acompañado de temas jacobeos, como las veneras. También es plateresca la casa de Romeros, de Juan de Vallejo. Más sencilla, pero también del siglo XVI, es la puerta del Compás, detrás del conjunto hospitalario, que se completa con otros pabellones (ahora biblioteca y seminarios universitarios), producto de diversas ampliaciones de los siglos XVII y XVIII.”

(Información obtenida del Centro Virtual Cervantes)

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24ª Jornada:
Hontanas-Boadilla del Camino

Jueves, 21 de abril de 2005

Parcial 29 Km; Total 646,5 Km; A Santiago: 428,5 Km

Tierra de Campos

El día amanece muy gris. ¿Será posible que desde Zaragoza no haya tenido ningún día bueno de verdad? Me dirijo al bar del nuevo Albergue donde me atiende la dueña sirviéndome un buen desayuno castellano preparado con mucho esmero. Pensar que ayer el marido se empeñaba en que se quedase Chris unos días para darle unas lecciones básicas de inglés… Como si no tuviera otra cosa que hacer. A pesar de todo, son muy buena gente.

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A las ocho y media ya me encuentro saliendo de Hontanas. Chris y Jordi ya deben ir bastante adelantados. En lugar de seguir la señalización que te obliga a dar un rodeo, sigo por la carretera que además de no tener apenas tráfico, se puede ir por los lados sin pisar el asfalto bajo la fila de árboles que la flanquean, en una palabra, se camina muy bien por ella. Al final el camino señalizado converge mas adelante con la carretera que ya no se deja hasta llegar a Castrojeriz. Antes he pasado bajo el arco del Convento de San Antón, en su día regido por los monjes “antonianos” que se dedicaban a cuidar de los enfermos que llegaban haciendo el Camino de Santiago, sobre todo de los que presentaban la enfermedad llamada del fuego de San Antón. Las ruinas del antiguo Convento siempre te sobrecogen. ¡Cuánta historia entre sus piedras!

A las diez y cuarto me encuentro en Castrojeriz buscando una tienda para comprar algo de queso y fruta para almorzar. Me decido en la que habitualmente hacen su compra Resti (otro hito del Camino) y hospitaleros. Encuentro al hospitalero de turno, un argentino a quien le pregunto por Resti a quien no quisiera irme sin saludar. −Debe estar en el Refugio –me dice. Hacia allí me dirijo pero está cerrado y no contesta nadie. Aparece el hospitalero que me informa que debe haber ido de “bancos” que hace unos momentos estaba ahí. −Bueno –le digo- si haces el favor le das recuerdos de mi parte. Dile que soy su amigo Mario de Castellón.

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Salgo del pueblo enfilando la fuerte subida al Mostelares. Menos mal que no llueve y que corre una brisa bastante fresca. Así que emprendo la subida con determinación por una pista que se ve muy mejorada llegando al alto sin grandes problemas pero resoplando. Lo peor de esta cuesta son unos repechos al principio de la subida. Menos mal que el tiempo me permite contemplar en toda su extensión el fértil valle de Castrojeriz.

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Sigue un tramo de unos dos kilómetros de loma para a continuación descender por la vertiente opuesta por una pista con pronunciada pendiente. Campos de cereal por doquier llamando la atención su intenso verdor. Unos agricultores sobre tractores parece que están esparciendo abono por los trigales. Son curiosos los fragmentos de espuma que se ven entre el cereal y en la pista adonde el viento los ha llevado. La curiosidad me hace preguntar a una pareja lugareña que llega en sentido contrario. Resulta que son marcas que se hacen para saber hasta donde se ha abonado. Se hace interminable alcanzar la Fuente del Piojo adonde decido pararme a descansar y alimentarme. A pesar de la hora continúa la fría brisa pero gracias al sol se puede aguantar. Me hago un bocadillo con lo que me queda de torta y queso, ¡cómo me ha cundido la torta!, y ¡qué rica que está! De postre una naranja.

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Con el estómago satisfecho, prosigo mi Camino. La pista enlaza con una carretera local que discurre a lo largo del valle del río Pisuerga. Poco después se deja para enfilar por una pista la Ermita de San Nicolás, la que allá por el siglo XIII era un hospital de peregrinos, hoy convertida en Albergue durante los meses más calurosos. Se la ve solitaria en medio de los verdes trigales. Siempre me ha impresionado la ermita por su extrema sobriedad. Enseguida me hallo salvando el río Pisuerga por el Puente Fitero, puente medieval de siete arcos que hacía de peaje a la Tierra de Campos. Estoy en el límite provincial Burgos-Palencia.

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La Tierra de Campos me recibe con un cambio de dirección del viento que da lugar a que el sol comience a hacerse notar. Es la una cuando hago mi entrada en un Hostal-Restaurante de nueva planta situado a la entrada del primer pueblo palentino de la ruta jacobea: Itero de la Vega. Haciendo honor al término le han puesto de nombre “Fitero”. En el amplio comedor hay sitio suficiente para descansar con comodidad. Me pido un plato de tortilla de patatas que me sabe a gloria. Mientras tanto llegan dos peregrinas extranjeras entraditas en años que se sientan a cierta distancia dejando los bordones apoyados en la pared. Me fijo en los bordones porque uno me da la impresión que es el que me cambiaron en Belorado, pero hay tantos parecidos que igual podría tratarse de una ilusión. Por otra parte el que llevo lo he dejado bien a la vista de las peregrinas que no dicen nada. Al poco rato se marchan, indudablemente debo estar confundido.

A las dos y pico reanudo el Camino. Atravesando la localidad de Itero de la Vega me voy adentrando por pistas de concentración parcelaria en la Tierra de Campos en dirección de unas colinas. Primero dejo a mi izquierda la pequeña población de Bodegas y poco después cruzo el Canal del Pisuerga. La pista sigue en suave ascenso hasta llegar al Alto del Paso Largo. Desde allí me quedan tres kilómetros para llegar a Boadilla del Camino. De pronto veo las espaldas de las dos peregrinas francesas que habían estado en el restaurante. Poco a poco voy ganándoles terreno. Ahora sí que me percato que el bordón de una de ellas se asemeja al mío. Al llegar a su altura y después de los saludos de rigor les pregunto si el bordón que llevo es el suyo. Nada más fijarse en él una de ellas grita exaltada: ¡¡SIIIII…!! Después de las explicaciones llevamos a efecto el cambio de bordones que lo hacemos con todo ceremonial, abrazos incluidos que la compañera capta con su máquina fotográfica, siento no tener dicha fotagrafía. Los tres nos hemos llevado una gran alegría pues su bordón lleva colgado un pequeño rosario y una cruz, pequeños recuerdos que daban por perdidos y ahora han recuperado. A todo esto llega en dirección contraria un sujeto muy extraño lleno de medallas y cachivaches y se para a nuestro lado intentando enrollarse. Incluso le pide un beso a una de las peregrinas que lo rechaza ipso facto. No es cuestión de seguir en esa molesta situación. Así que nos lo quitamos de encima como podemos. Un pícaro del Camino.

Andamos un rato en compañía comentando las casualidades que se dan en el Camino, pero yo marcho un poco más deprisa y las dejo a su aire. Muy contentas van a rendir etapa en Frómista. ¡¡BUEN CAMINO peregrinas!!

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A las cuatro estoy entrando en Boadilla del Camino en busca del Albergue privado “En el Camino”. Madre e hijo me hacen un buen recibimiento. Puedo elegir litera y asearme con tranquilidad. Al poco rato van apareciendo peregrinos conocidos, el inglés Chris, el gerundense Jordi, el portugués Pedro, un italiano al que apodan “romano”, una muchachita suiza Catherina que camina con una compañera y en fin otros desconocidos que llenan el albergue en unos momentos.

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La temperatura ambiental ha subido. Se está de maravilla en la terraza rodeado de un hermoso jardín. Por encima del muro asoma la parte alta del rollo jurisdiccional, conocido popularmente como “la picota”, el “rollo” más esbelto y mejor conservado de toda Castilla y detrás de él, la Iglesia Parroquial de Santa María. Enseguida formamos grupo alrededor de una mesa y entre cerveza y cerveza nos contamos nuestras vidas, experiencias y anécdotas de nuestros Caminos respectivos, endulzado todo ello con jocosidades varias. Una auténtica tertulia peregrina. Cuando más sumergidos estábamos en la conversación, la suiza Catherina marcha en busca de algo, volviendo con un pequeño estuchito que contiene unos polvos de color tabaco. −Vamos a jugar al “juego de la amistad”− nos dice en inglés. Nos quedamos embobados sin saber a que atenernos. Si los polvos hubieran sido blancos nos hubiera dado por pensar en otra cosa. −No temáis, es muy sencillo y nada peligroso−. Dicho esto comienza a echarnos sobre la mano derecha, uno a uno, una pequeña porción de polvito. Cuando llega a la altura de Chris éste rehúsa, parece que no se fía. Una vez todos con su ración, incluído ella, nos pide que aspiremos. Confiamos en ella y así lo hacemos. La verdad es que parece totalmente inocuo. Hecho esto nos pide que enlacemos nuestras manos de una forma peculiar. –En este momento –sentencia− queda sellada nuestra amistad para siempre. No tenemos más remedio que aplaudir la originalidad del acto.

Cuando mas abstraídos estamos, el hijo de la propietaria nos reclama para cenar. Me toca compartir mesa con dos matrimonios franceses jubilados que al iguel que yo han salido desde su casa. Uno de ellos el 29 de marzo de Burdeos y el otro el 2 marzo de Nimes. No soy yo solo el que sale de su casa. Los demás, rodean a la suiza en otra mesa y parecen querer rifársela. ¡¡Juventud divino tesoro!!

Concluida la cena continuamos la tertulia en la terraza al aire libre. Da pena irse a la cama pues hace una noche espléndida. Pero todo tiene un final y lamentablemente llega la hora de retirarse.

Ya en la cama, pienso en la emocionante jornada que he tenido la suerte de vivir. Desde la casual recuperación de mi bordón después de varios días, hasta el ambiente de camaradería demostrado en el Albergue. El Camino va cuajando en mi interior.

Buenas noches y hasta mañana.

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25ª Jornada:
Boadilla del Camino-Carrión de los Condes

Viernes, 22 de abril de 2005

Parcial 25 Km; Total 671,5 Km; A Santiago: 403,5 Km

Santa María la Blanca

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Desayuno en el mismo Albergue. Desde Zaragoza, es el primer día verdaderamente bueno. El cielo sin una nube hace presagiar una jornada espléndida. El portugués Pedro me hace una foto en el cuidado jardín del Albergue. Después de despedirme de los atentos hospitaleros doy inicio a la vigésimo quinta jornada. Tengo la impresión que hoy va a se un  encanto caminar.

Como si tal cosa, en hora y poco más me presento en Frómista que está a seis kilómetros. Antes he recorrido un bello tramo por el camino de sirga del Canal de Castilla (1) hasta alcanzar las esclusas, el lugar donde confluyen los Caminos de la fe y la razón, según reza una placa. Allí coincido con Jordi y Pedro que marchan en compañía. No me resisto a visitar la Iglesia de San Martín del más puro estilo románico. Es sobrecogedora la contemplación del solitario crucifijo del ábside.

Reanudo el camino en solitario por un andadero paralelo a la carretera. En menos de una hora estoy atravesando la localidad de Población de Campos. Aquí todos los pueblos suelen tener el apellido de la comarca. Distingo la espalda de Chris que entra en un bar. Para mí es pronto aún para almorzar.

Una hora más me lleva a Revenga de Campos. Allí hago la parada en un bar de carretera. Al poco rato entra el italiano “Romano” que no se encuentra muy bien, −debe ser la gripe –me dice. La dueña le ofrece un fármaco para intentar aliviarle. Yo doy cuenta del resto de queso que había comprado en Castrojeriz, ayudado con una cerveza. Noto en un pié la señal inequívoca de una incipiente ampolla ¡¡Vaya por Dios!! La primera del Camino. Me descalzo, aireo los pies y me cambio de calcetines. Mientras tanto entra Chris. Aquí cada uno va a su aire que es la mejor forma de caminar.

Al poco rato de salir de Revenga me alcanzan Jordi y Pedro. Después de acompañarme un rato me dejan, ellos llevan una marcha más rápida. Quedamos en vernos en Villalcázar de Sirga que se encuentra a seis kilómetros.

Desde bastante lejos ya se puede divisar la silueta de la Iglesia Parroquial de Villalcázar de Sirga. Más o menos en una hora me desvío para entrar en Villalcázar, es hora de comer y descansar. Pierdo unos minutos para contemplar la maravillosa y original portada del grandioso templo dedicado a Santa María la Blanca en el que aún pervive el recuerdo de los Templarios así como las hermosas Cántigas en su honor de Alfonso X el Sabio. Destaca en su interior el Retablo de la escuela de Berruguete, el de Santiago, Cristóbal de Herrera y unos Sarcófagos del siglo XIII, joyas del arte funerario medieval.

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Acto seguido me acerco al “Mesón”. En él me encuentro con Jordi que ya le había oído que andaba con ganas de comer un buen asado. Yo me conformo con el Menú del Peregrino que encuentro apetecible. Durante la comida charlamos de la familia, ocupaciones y noticias de carácter general. En cuestiones políticas disentimos. El opina desde una perspectiva propia de su edad, en cambio yo lo hago desde la madurez. Es natural que surjan opiniones discordantes, pero en todo momento aceptamos la opinión del otro con respeto mutuo. Hemos comido de maravilla rodeado de un ambiente de connotaciones templarias.

A partir de aquí caminamos en compañía. Pedro se debe haber “despistado”. Caminamos por el andadero sin prisas ya solo nos quedan seis kilómetros para llegar a Carrión de los Condes. De todas formas, después de la comilona, no apetece andar muy deprisa.

A las 17:00 horas hacemos la entrada en el pueblo. Jordi va directamente al Albergue Municipal, a mi me apetece hoy dormir en mayor intimidad así que me hospedo en el Hostal Santiago. Al final me ha salido la primera ampolla del Camino y es que éstas aparecen en el momento más imprevisto. La pincho esperando que mañana se me haya secado.

Después de una cena ligera en el restaurante “La Corte”, me retiro a descansar. Mañana espero poder llegar a Sahagún, y la etapa será larga.

Buenas noches y hasta mañana

  • El Canal de Castilla

Los antecedentes de esta gran obra hidráulica se remontan a los siglos XVI y XVII.

El canal de Castilla, el proyecto más importante de ingeniería civil de la España Ilustrada, tenía por objetivo principal servir como vía de comunicación y transporte que solucionase el problema de aislamiento que sufría la meseta castellana, debido a un relieve complicado y una deficiente red viaria, que hacía casi imposible el transporte de los productos agrarios de la región.

Las obras del canal comenzaron el 16 de julio de 1753 en Calahorra de Ribas, bajo la dirección de Antonio de Ulloa y el ingeniero jefe Carlos Lemaur, en el tramo conocido como Ramal de Campos. Al año de haberse iniciado se paralizan, habiéndose construido hasta entonces 25 km, desde Calahorra de Ribas. Más tarde, en 1759, las obras se reanudan, pero esta vez se inician en el estrecho de Nogales, cerca de Alar del Rey, y así comenzó la construcción del Ramal del Norte, finalizando las obras de este ramal en agosto de 1791, cuando las aguas del Norte se unen con las del Ramal de Campos en el lugar de Calahorra de Ribas.

El 14 de diciembre de 1849 comienza la explotación del Canal de Castilla por la Compañía del Canal de Castilla y un periodo de 70 años, revertirá de nuevo al Estado, que lo administra desde entonces, dependiendo de la Confederación Hidrográfica del Duero. Aunque la navegación comenzó a finales del siglo XVIII, la época de mayor esplendor tuvo lugar entre los años 1850–1860.

La navegación comercial de granos por medio de unas 350 barcazas fue el principal recurso hasta 1860 en que se inaugura la línea ferroviaria Venta de Baños–Alar del Rey. El ferrocarril Valladolid–Medina de Rioseco supone, por último, el colapso del tráfico de mercancías. El aprovechamiento de la fuerza motriz en las esclusas —molinos harineros, batanes, etc.— y la utilización de agua para riego agrícola —23.000 hectáreas— serán las principales utilizaciones desde la segunda mitad del siglo XIX.

Actualmente el principal uso económico directo es el regadío, habiéndose abandonado la navegación en 1959.

(Información extraída de Wikipedia)

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26ª Jornada:
Carrión de los Condes-Sahagún

Sábado, 23 de abril de 2005

Parcial 39 Km; Total 710,5 Km; A Santiago: 364,5 Km

El día de San Jorge

Hoy es Día Grande. En primer lugar es el Día de la Comunidad de Castilla y León. Por otra parte son Fiestas en Aragón y Barcelona (Sant Jordi). A las siete menos cuarto ya estoy listo, dispuesto a emprender una larga etapa. Son casi cuarenta kilómetros a los que me enfrento. No debería tener problemas pues me veo totalmente en forma y con la moral muy alta, pero eso nunca se sabe hasta que concluye la etapa.

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A las siete y cuarto, estoy saliendo del Hostal Santiago en busca de algún bar donde poder desayunar. El cielo completamente despejado y el ambiente bastante frío. Como de costumbre hay que abrigarse bien con la “braga” y guantes.

Me encamino hacia la calle Mayor por un callejón estrecho lateral a la Iglesia de Santiago. Difícil lo voy a tener para encontrar un bar abierto. Por el centro está todavía todo cerrado. Cruzo el puente de piedra sobre el río Carrión y hecho un vistazo al patio del Monasterio de San Zoilo por si percibiera algún movimiento de personal, pero ni un alma en pié. Me parece que hoy le voy a tener que dar a las pastillas energéticas.

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Siguen mis pasos junto a la hermosa chopera de ribera cruzando la N-120 y tomando la local a Villatilla. La gasolinera también está cerrada, era la última oportunidad de tomar algo. Definitivamente hoy no voy a poder desayunar caliente. Hago los cinco kilómetros de asfalto hasta la Abadía de Benevivere rodeada de un espeso arbolado, dando comienzo a los cerca de trece kilómetros de “longaniza” sobre el trazado de una auténtica calzada romana, la de Aquitania. De momento me tomo una pastilla energética que me proporcione suficientes fuerzas para enfrentarme a uno de los tramos más desolados del Camino Francés.

Buen recorrido para hurgar en tu interior y sacar conclusiones de tí mismo. El horizonte se pierde en la lejanía, ni un árbol, ni una casa, nada de nada. Solo mi sombra por delante como fiel compañera.

A la mitad del recorrido, me alcanza el inglés Chris. ¡¡Qué muchacho más agradable!! Juntos vamos ganando kilómetros. Se agradece la compañía. Por fin divisamos la torre del cementerio ligeramente desviada a la derecha. Ya solo nos resta una hora para llegar a Calzadilla de la Cueza.

A las once estamos entrando en el Mesón del pueblo donde me pido una recién cocinada tortilla de patatas con un buen vaso de vino. Llegan Jordi, Catherina, Pedro y otros conocidos compartiendo almuerzo alrededor de la mesa. Jordi viene un poco tocado con problemas de ampollas. Le digo que posiblemente se deba a la marcha que se impone.

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A las doce menos cuarto reanudo el Camino en solitario. La tortilla me ha infundido nuevos bríos. Voy como una moto. Poco antes de llegar a Lédigos me alcanzan Chris y Jordi que siguen su marcha más rápida que la mía aunque llegamos a Terradillos de los Templarios a las dos, casi al mismo tiempo. Buena hora para comer los tres en compañía al calorcillo de la chimenea. Chris se decide el primero para reemprender el Camino. Poco después lo hago yo a las tres y cuarto. Jordi se está planteando quedarse en el albergue.

Poco a poco el cielo se va encapotando y el frío se va apoderando de la tarde. Hago una corta parada en Moratinos que aprovecho para llamar a casa. Negros nubarrones que no presagian nada bueno van cubriendo el cielo y al salir de San Nicolás del Real Camino comienza a llover, era de esperar. Enfundado en el chubasquero traspaso el límite provincial señalizado con un mojón junto a un puente que hay que rodear. Ya tengo a la vista Sahagún pero todavía me queda una hora larga para llegar que transcurre bajo un persistente aguacero. A la llegada, eludo el frío Albergue que casi me hizo arrojar la toalla durante mi primer Camino, marchando directamente al Hostal San Fernando (frente al Albergue) donde pido habitación. A pesar de los kilómetros, el frío y la lluvia me encuentro bastante bien, solo necesito una buena ducha para quedarme en la gloria. Aprovecho para curarme la primera ampolla del Camino, los kilómetros y la humedad habrán tenido la culpa. Hago la colada y a estirar un poco las piernas sobre la cama.

Acto seguido me acerco al Albergue para sellar la credencial y respirar el ambiente peregrino. Allí encuentro al portugués Pedro que me informa de que finalmente Jordi, algo tocado, ha optado por quedarse en Terradillos. Poco después aparece Chris con bolsa de comida; por fin va a poder cocinar a su estilo. Me quedo un rato conversando con ellos.

Como la tarde no está para bromas y después de cenar en el restaurante del Hostal, me retiro al calorcillo de la habitación. Mañana será otro día.

Buenas noches y hasta mañana.

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27ª Jornada:
Sahagún – Reliegos

Domingo, 24 de abril de 2005

Parcial 32 Km; Total 742,5 Km; A Santiago: 332,5 Km

Tarde borrascosa

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Duermo como un bendito. El descanso ha sido suficiente para terminar de secar mi ampolla. Hoy sí que hago un buen desayuno en el bar del Hostal. Cuando salgo al exterior me doy cuenta de que el frío no termina de abandonarme. A mayor abundancia, unos feos nubarrones hacia el oeste no hacen presagiar nada bueno. Como va siendo habitual hay que enfundarse la “braga” y los guantes. Por las calles casi solitarias del casco antiguo y después de atravesar la Plaza de Santiago me voy aproximando al Arco de San Benito. Solo me tropiezo con algunos jóvenes que por su aspecto no pueden negar que han pasado la noche de juerga. Salgo de Sahagún por el milenario Puente del Canto sobre el río Cea. A la derecha contemplo una hermosa chopera denominada “de las Lanzas”, donde según cuenta la historia se produjo una batalla entre Carlomagno y el rey moro Aigolando. 40.000 caballeros cristianos murieron en la lid, y según la leyenda, sus lanzas clavadas en el prado florecieron, dando nacimiento a los chopos. Como curiosidad, en la citada batalla murieron el padre de Roldán y el caballo de Carlomagno.

En casi una hora de camino llego a la altura de Calzada del Coto junto a la autovía. En este punto se puede optar por dos itinerarios. El que sigue al frente por un andadero y el que cruzando la autovía y atravesando el pueblo discurre por la Vía Trajana, calzada romana que unía Calzada del Coto con Mansilla de las Mulas pasando por Calzadilla de los Hermanillos.

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Me decido por el primer itinerario que por un cómodo andadero me deja en Bercianos en una hora, después de pasar por la ermita de la Virgen de los Perales. Allí me tomo un respiro y aprovecho para tomarme un té en el bar del hostal. Dos horas más de plácido caminar por terreno completamente llano hasta la localidad de El Burgo Ranero, son las doce y media. Me dirijo al Bar “El Peregrino” frente al Albergue. Los dueños son viejos conocidos. Con la reforma, el local parece más amplio. La barra está al completo de clientela. El propietario muy atento me hace pasar a una sala contigua que ha habilitado como de descanso de peregrinos y me invita a una tapa de callos con una cerveza que me saben a gloria.

Al poco tiempo aparece el inglés Chris que me acompaña en la comida. Me comenta que ha coincidido con la peregrina Sofía de Barcelona que viene por detrás. A las tres, después de haber reposado un poco la comida, reanudo el Camino en solitario. Chris se va a quedar un rato más.

Al poco tiempo de salir tengo que enfundarme el chubasquero porque comienza a llover. Por momentos, el cielo se va cubriendo de negros nubarrones que dan un aspecto tenebroso al extenso páramo que debo atravesar. Unos peregrinos de pacotilla me alcanzan. Poco después aparece un “Audi” que marcha a una velocidad impropia dando a entender que es un coche de apoyo. Efectivamente se detiene cuando llega a la altura de los caminantes y después de intercambiar unas palabras se adelanta a ellos. Comienzan las culebrinas entre las nubes y a escucharse los truenos. Parece que me estoy metiendo en la boca del lobo. Observo como los seudoperegrinos lo piensan mejor y se introducen en el coche de apoyo que de inmediato gira ciento ochenta grados retornando al El Burgo. Curiosa forma de entender el peregrinaje.

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Así que de nuevo en la soledad más absoluta, bajo un cielo negro vomitando rayos y centellas que imponen e infunden pavor al más atrevido de los mortales. Cae un fuerte chaparrón que afortunadamente no dura mucho, dando paso a algunos rayos solares que se asoman tímidamente entre las nubes. Parece que la tormenta se va desplazando hacia el sur. Estamos salvados.

Ese trayecto entre El Burgo Ranero y Reliegos siempre se me atraganta. Un poco retirado a mi izquierda aparece en el horizonte el pueblo de Villarmarcos, poco después paso junto un pequeño aeródromo y más adelante el cruce de la carretera que se dirige al pueblo por la izquierda y un camino de tierra por la derecha que lleva al antiguo apeadero del tren por donde pasa el itinerario alternativo.

Dos kilómetros mas allá llego a la confluencia con la vía férrea. Observo como han desviado el Camino para evitar el peligroso paso de nivel sin barreras. Ahora se atraviesa las vías por un paso inferior. Ha sido una reforma digna de elogio.

El pie izquierdo comienza a molestarme. ¡¡Vaya por Dios!! Esperemos que el dolor no vaya a más. Estoy deseando llegar.

            A las seis menos cinco hago mi entrada en Reliegos dirigiéndome directamente al Albergue. Casi pisándome los talones aparece Chris. Hago el número dieciocho de los registrados en el Albergue el día de hoy.

            Después de una buena ducha me dirijo al bar donde formo tertulia con el portugués Pedro, Chris y dos peregrinos italianos de Brescia. Como es domingo el bar está a rebosar de parroquianos. Poco a poco voy contactando con nuevos peregrinos haciendo que mi Camino vaya adquiriendo vida propia.

            Al caer la noche, un viento frío vuelve a hacer acto de presencia, así que al concluir la cena lo mejor es retirarse a descansar.

            Buenas noches y hasta mañana.

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28ª Jornada:
Reliegos-León

Lunes, 25 de abril de 2005

Parcial 25 Km; Total 767,5 Km; A Santiago: 307,5 Km

León peregrino

Salgo del Albergue a las ocho y media con pocas esperanzas de encontrar algo abierto, los lunes suelen tardar los bares en abrir y más aun en un pequeño pueblo como Reliegos. Luce un sol espléndido pero una molesta brisa fría aconseja abrigarse, lo que va siendo una constante de mi Camino. Recorro por el andadero los seis kilómetros de paramera que separa Reliegos de Mansilla de las Mulas, localidad que llevo siempre a la vista de frente.

Accedo a Mansilla por la Puerta de Santiago cuyo arco pasó hace tiempo a mejor vida. Entro en la primera pastelería-cafetería que encuentro abierta donde me despacho, junto a otros peregrinos, con un copioso desayuno. Ya tengo suficientes calorías para afrontar los diecinueve kilómetros que restan para llegar a León.

Después de cruzar el puente medieval sobre el río Esla se cambia el asfalto por un andadero cuyo trazado discurre paralelo a la carretera. Cuatro kilómetros más adelante, al llegar a la pedanía de Villamoros de Mansilla hay que volver al asfalto, recuperando el andadero al salir del caserío.

Sigue el viento frío pero el sol me acompaña en todo momento. De todas formas hay que seguir abrigado. Casi dos kilómetros después se llega al complejo hostelero de Casablanca e inmediatamente se cruza el puente de Villarente que salva las revueltas aguas del río Porma. Es de observar que han añadido al puente un pasillo de hierro para viandantes evitando un evidente peligro.

Pasado el puente se entra en la población de Villarente y dos kilómetros más adelante se abandona el asfalto por una pista de tierra que va alejándose de la carretera.

La pista en continuo ascenso pasa por el pueblo de Arcahueja en cuya plaza me paro un rato a descansar y tomar algo.

En menos de un kilómetro alcanzo Valdelafuente saliendo de nuevo a la peligrosa carretera que hay que cruzar sin más remedio hasta llegar por el arcén al Alto del Portillo desde donde se ve por primera vez León. Una magnífica panorámica de la ciudad, con las agujas de la esbelta catedral sobresaliendo de los tejados.

Por la carretera antigua y en continuo descenso llego al barrio de Puente Castro, cruzando seguidamente la pasarela sobre el río Torío para entrar en la ciudad propiamente dicha.

A la una y veinte, me presento en el Albergue Municipal asignándome una litera de una amplia habitación. Después de asearme con comodidad en las magnificas instalaciones que dispone, me acerco al Bar Nalón cercano al albergue, donde doy buena cuenta de una fabada y una ración de pollo al ajillo (excelente relación calidad/precio: 7€). Después de abastecerme de unas “chucherías” para el almuerzo de mañana en un hipermercado cercano”, me retiro al albergue donde disfruto de una buena siesta hasta las cinco y media. Las modernas instalaciones del Albergue, me facilitan enviar desde un ordenador mensajes a familiares y amigos.

Salgo del Albergue a dar una vuelta por el centro de la ciudad. El viento ha calmado y ahora hace calor. ¡¡Menudo cambio!! Visito la Catedral, la Basílica de San Isidoro, San Marcos…. Desde la plaza de la Catedral telefoneo a mi esposa y mis hijas Loli y Esther que entran en la cámara web y pueden verme. Seguidamente entro en una cafetería a descansar mientras escribo unas postales tomando un café. Hay mucho bullicio por el centro de León. Se pasea a gusto por sus calles. Cuando llega la hora, me acerco al Barrio Húmedo y me tomo un buen bocadillo. Ya con la noche cerrada, me retiro al albergue a descansar. Comparten la habitación conmigo nuevos peregrinos incorporados al Camino.

Buenas noches y hasta mañana.

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29ª Jornada:
León-San Martín del Camino

Martes, 26 de abril de 2005

Parcial 24 Km; Total 791,5 Km; A Santiago: 283,5 Km

El páramo leonés

Duermo de un tirón. ¡¡Qué albergue más estupendo!! Aunque la próxima vez que pase por León, prometo pernoctar en las Carbajalas, un albergue con más solera y situado en pleno centro. Los peregrinos italianos de Brescia han dormido en la misma habitación. Se levantan los primeros. Yo lo hago a las siete y cuarto. Me acerco a un bar de la Avenida Fernández Ladreda muy próximo al Albergue, donde desayuno a gusto. Presiento un día soleado. Los casi ocho kilómetros de horripilante autovía hasta la Virgen del Camino transcurren sin pena ni gloria. En la vaguada que hay pasada la localidad, encuentro un baturrillo de indicaciones que lo único que producen es poner al peregrino en un brete. Siguiendo la máxima de “más vale malo conocido que bueno por conocer”, me inclino por el camino habitual. Un poco más adelante ya me puedo desprender del polar. Gracias a Dios el tiempo me permite ir en camiseta. La primera vez desde Zaragoza y es que el calor del sol comienza a hacerse notar. A pesar de la aridez del páramo, camino a gusto, pletórico de fuerzas y concentrado en mis pensamientos. Casi sin darme cuenta, me pasan dos seudoperegrinos con unas mochilas de pacotilla más frescos que una lechuga.

Paso por la carretera Valverde de la Virgen y San Miguel del Camino donde llaman la atención los nidos de cigüeñas que han encontrado su acomodo en los huecos de la espadaña de la iglesia.

A partir de San Miguel del Camino se deja la carretera y se toma un camino que se pierde en la distancia a través del páramo. Son ocho kilómetros de absoluta soledad que a veces se atragantan. Recibo una llamada de mi hija Esther que se encarga de reservarme un billete de avión para regresar a casa desde Santiago que calculo será para el día 9 de mayo. Aprovecho la inmensa soledad para contactar con mi esposa y dar señales de vida. En mitad del páramo nuevas indicaciones de albergues, algunas tachadas y retachadas. Es una vergüenza. Pasada la gasolinera, a la entrada de Villadangos del Páramo están construyendo un complejo industrial. Hago mi entrada en la localidad pasado mediodía casi sin enterarme, dirigiéndome directamente al Bar “Libertad” donde me tomo un aperitivo mientras espero la hora de la comida.

Elijo ente los platos del socorrido menú del peregrino, guisado de patatas con costillejas y trucha a la Navarra. Muy acertado.

A las dos reanudo el Camino recorriendo con extrema placidez los tres kilómetros que restan hasta San Martín del Camino y a las tres llego al Albergue. Allí se encuentran ya unas burgalesas (madre, tía y dos hijas) y un vasco mayor, tomando el sol en el jardín. Una de las jóvenes incluso se ha desprendido de ropa y toma el sol como si estuviera en la playa, lo cual alegra la vista. Me dicen que tome posesión de la litera yo mismo, pues la hospitalera tardará en llegar.

Después de ducharme y hacer la colada me acomodo en una silla del jardín donde se está verdaderamente bien.

Al poco rato aparece el portugués Pedro con una nueva incorporación, se trata de un “Brad Pitt” del Camino, un dandy gaditano de nombre Igor. Enseguida se le adivinan sus intenciones respecto a una de las jóvenes, aunque me da la impresión que va a tener que currárselo con más dificultad de la que espera porque ellas aparentan estar muy resabiadas.

Llega la hospitalera Rosario a la que reconozco del Albergue de Villadangos. Hace dos meses que gestiona el Albergue de San Martín que el Ayuntamiento ha ofrecido en contrata. Me chismorrea que el propietario del otro albergue de la localidad es un “pirata” porque no cuenta con los permisos pertinentes.

Transcurre la soleada tarde en amena tertulia, solo interrumpida por la aparición a media tarde de unos peregrinos franceses que llegan reventados después de muchos kilómetros perdidos en mitad de la nada. Resulta que siguiendo una de las indicaciones de la confusa señalización a la salida de la Virgen del Camino, se han perdido y gracias a su intuición han conseguido llegar hasta aquí, rematando la etapa como quien dice campo a través. Estoy seguro que no serán los últimos a los que les ocurra.

Acercándonos a las postrimerías de la jornada la temperatura experimenta un descenso notable. Llega la hora de aproximarse al centro para cenar alguna cosa. Elijo el Bar “El Cubano” donde soy el único comensal. Cena ligera aceptable.

A las diez, ya me encuentro encamado protegido con una manta. No acabo de conciliar el sueño cuando se queda el albergue a oscuras, parece ser que el automático se ha desactivado. Hay que llamar a la hospitalera para volver a la normalidad. El albergue parece mantenerse de la mano de Dios.

Buenas noches y hasta mañana.

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30ª Jornada:
San Martín del Camino-Astorga

Miércoles, 27 de abril de 2005

Parcial 24 Km; Total 815,5 Km; A Santiago: 259,5 Km

Un mes de Camino

A las siete menos cuarto me incorporo. Soy el segundo en hacerlo. No tenemos agua. Menos mal que la cisterna del w.c. está llena. De nuevo llamada a la hospitalera. ¡¡Vaya con el Albergue!! Deberá mejorar para mantenerse en activo. No hay mas remedio que comenzar la jornada sin lavarme y sin desayunar.

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Después de unos seis kilómetros de andadero paralelo a la carretera, se deja por una pista que se dirige a Hospital. A las nueve me encuentro atravesando el famoso puente sobre el río Orbigo enclavado en la antigua calzada romana que iba desde León (Legio Séptima Gemina) hasta Astorga y que salva el río en una zona de verdes praderas y abundante arbolado que alegra mi semblante después de tanta aridez padecida por esos páramos. Cruzo este largo puente de trescientos metros, de traza y construcción irregular y formado por 21 arcos ojivales y de medio punto.

            Aparte de por su calidad arquitectónica con algún vestigio de construcción romana pero siendo su parte principal de origen gótico, la fama de este puente se debe a las justas concertadas por el caballero leonés Don Suero de Quiñones que preso de amor por cierta dama y respaldado por nueve mantenedores prometió no moverse del lugar hasta que no rompiera trescientas lanzas; todo aquel que osara conseguir un passo honroso por el puente debería aceptar el envite. Las justas duraron todo un mes al cabo del cual Don Suero decidió poner fin a su bravuconería, peregrinando a Santiago en el Año Jubilar de 1434, donde el caballero leonés ofreció al apóstol el brazalete de oro de su amada. Dos monolitos situados en el puente, conmemoran esta historia del Passo honroso con los nombres de los diez caballeros vencedores.

            Entro en un bar nada más cruzar el puente, donde en principio me aseo antes de hacer un buen desayuno.

            Atravieso la población de Hospital de Orbigo. Hace un día espléndido. Sobra el polar. Segundo día en camiseta. Es una gozada.

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            A la salida de Hospital, me decido por el Camino corto que hacia la izquierda confluye con un andadero que discurre a la derecha de la N-120. Al llegar al cruce con el acceso a Estebáñez de la Calzada, hay que cruzar la carretera continuando por una antigua vía que sigue paralela a ella. Y a unos cuatro kilómetros, justo donde existe una antigua curva mejorada por el nuevo trazado, se cruza ésta, saliendo por una pista a la salida de la curva y que en cinco minutos te deja ante el Crucero de Santo Toribio donde el espacio se abre. Magnífico mirador hacia las altas cumbres nevadas de los Montes de León. Es buen momento para descansar un rato, tomar fotografías y disfrutar del maravilloso panorama que desde esta terraza natural te permite contemplar como emergen entre el conjunto urbano de Astorga las agujas de la catedral y en primer término la localidad de San Justo de la Vera.

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Después de unos quinientos metros de fuerte descenso, la pista te deja de nuevo en la N-120, a la entrada de la población de San Justo que se debe atravesar por la carretera.

Durante la travesía coincido con un grupo de peregrinos italianos que han dormido en Hospital de Orbigo. Son del norte de Italia, precisamente donde residen tres de mis hermanas, buen motivo para conversar con ellos durante los tres kilómetros que nos separan de Astorga. Un poco antes de cruzar la vía férrea, nos sale al encuentro un muchacho invitándonos a visitar el nuevo albergue. Mala ubicación se han buscado.

            Obviando las flechas, acompaño a los italianos por el centro de Astorga hasta la misma catedral donde me despido de ellos, dirigiéndome directamente al Albergue de Peregrinos de San Javier en la calle Porterías muy cerca de la catedral. El Albergue está ubicado en un viejo caserón muy bien acondicionado. Conmigo llegan dos peregrinas de León que se quejan del peso de sus mochilas, van a tener que desprenderse de algo. Van llegando nuevos peregrinos que completan el albergue. Cuando salgo para comer, aparecen los italianos de los que me había despedido pero solo desean sellar las credenciales, piensan continuar hasta Rabanal del Camino. Marcho con ellos hasta la catedral y les indico la dirección a seguir. ¡¡Otra forma de hacer el Camino!! Andar y andar de sol a sol. Así van como van.

            Me acerco al restaurante Serrano donde cubro el expediente con unos sabrosos platos del menú del peregrino que se merecen una buena siesta.

            El albergue termina por llenarse. Entre los peregrinos están algunos viejos conocidos. Pedro el portugués y el dandy Igor, que van a lo suyo, léase ligar con las chicas. Me dicen que el inglés Chris se ha tomado un día de asueto en León. De Jordi el gerundense no se sabe nada. Aunque voy conociendo a gente, sigo sin terminar de conectar de manera regular. Pero esto no constituye un gran problema para mí. La mayoría de las veces es mejor marchar cada uno a su aire.

            Por la tarde me acerco a la catedral donde asisto a una misa celebrada en inglés. Bella catedral la de Astorga, digna de una detallada visita. Es como la hermana pequeña de la catedral de León pero a mí me produce la sensación de ser más luminosa.

            Acto seguido me entretengo en hacer un recorrido por las calles de la ciudad dirigiéndome al final a la Plaza Mayor donde me acomodo en una de las terrazas y saboreo una fresca cerveza bajo la atenta mirada desde lo alto de la fachada del Ayuntamiento de la pareja de autómatas maragatos Colás y la Colasa que esperan impacientes a que las manecillas del reloj marquen los cuartos, las medias y las horas para repicar la campana. Por otra parte, la plaza está muy concurrida con motivo de una vuelta ciclista que pasa por la localidad.

            Después de disfrutar de una espléndida tarde y de cenar en el mismo restaurante donde comí, me retiro al albergue a descansar. Las leonesas están ya durmiendo y en la cama superior de mi litera, hace lo propio plácidamente un peregrino alemán. Espero no darle una mala noche.

            Antes de dormirme caigo en la cuenta que ya llevo un mes desde que salí de mi casa, aunque en mi subconsciente me parezca ayer. ¡¡ Con qué rapidez pasan los días!!, o mejor dicho, ¿no seremos nosotros los que pasamos por los días? Sin embargo está claro que son muchos los kilómetros ya recorridos y también numerosas las emociones vividas.

            Y lentamente voy cayendo entre los brazos de Morfeo.

            Buenas noches y hasta mañana.

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31ª Jornada:
Astorga-Rabanal del Camino

Jueves, 28 de abril de 2005

Parcial 22 Km; Total 837,5 Km; A Santiago: 237,5 Km

La encina solitaria

            A las siete y media bajo al comedor del albergue donde desayuno por 3 € (me parece algo caro para lo que te dan). Atravieso Astorga siguiendo las flechas y dejando la localidad por la carretera de Castrillo de Polvazares, famoso pueblo por la cantidad de restaurantes que ofrecen el cocido maragato.

            Después de pasar por la Ermita del Ecce Homo, como de costumbre cerrada a cal y canto, y cruzar por un puente la A-6, comienza un andadero que han mejorado bastante. En una hora estoy atravesando la localidad de Murias de Rechivaldo formada por casas típicas maragatas. Gaspar el de Rabanal ha convertido una de estas casas en el Albergue de Peregrinos “Las Aguedas” que según oídas lo tiene muy bien acondicionado.

            El Camino va ascendiendo con suavidad. Como el calor va haciéndose notar, llega la hora de desprenderse del polar. Y de nuevo en camiseta. A mi derecha observo en la distancia la estirada localidad de Castrillo de Polvazares en cuya calle principal se concentran los restaurantes casi puerta con puerta. Dos horas después llego a Santa Catalina de Somoza, donde hago un receso en una placita a la salida del pueblo.

            Se camina con comodidad por el andadero. A medio camino entre Santa Catalina y el Ganso casi me topo con una encina solitaria que sirvió de portada a mi amigo Vicente para su Librito-Guía del Camino Francés. Es menester sacar una foto para mostrársela y dar fe de que existe. En una ocasión me dijo que hay quien pensaba que se trataba de un montaje fotográfico.

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Una hora después llego a la pequeña localidad de El Ganso. El típico mesón-bar “Cowboy” está cerrado, posiblemente debido a la fecha en la que nos encontramos.

A la salida del pueblo, un crucero de hierro da inicio al andadero que discurre entre la carretera y un hermoso pinar donde paro a descansar un poco y aprovecho para tomar algo. En el tiempo de parada pasan varios peregrinos que según nos acercamos a Santiago van en constante aumento. Entre los peregrinos pasa una japonesita que llama la atención por su curiosa mochila polivalente. Cuando el terreno lo permite la mochila se convierte en un carrito como los de la compra y en caso contrario se lleva como si fuera un escapulario. ¡Lo que no inventen los japoneses….!

            Reanudo el Camino que ahora desciende hasta el cauce de un río, desde donde parte una carretera que se dirige a Rabanal Viejo. Yo sigo al frente hacia el puente sobre el arroyo.

            A partir del puente, comienza a la derecha una senda abierta recientemente que en subida serpentea por un frondoso robledal. Hay que prestar mucha atención a los numerosos restos de troncos y raíces que sobresalen de la tierra con grave riesgo de tropiezo para el peregrino.

            Esta senda vuelve a salir a la carretera que hay que seguir hasta Rabanal después de pasar por el espectacular carballo del peregrino que tengo ganas de verlo con hojas algún día.

            Llego a Rabanal dirigiéndome directamente al Albergue del Pilar donde me recibe el amable y vivaracho José hijo de Esperanza, la matriarca de la familia que con su hija Isabel, más conocida en el ambiente peregrino por Pilar y que atiende la restauración, mantienen en óptimas condiciones el albergue.

            Como hago el número tres de los peregrinos registrados, puedo elegir litera sin problemas y ducharme con tranquilidad. Acto seguido hago la colada quedándome tranquilo.

            Decido comer en el mismo albergue. Pido a Pilar una tortilla de patatas cocinada por su madre Esperanza más una ensalada y como hace un día estupendo me acomodo en una de las mesas de un cobertizo del patio-jardín donde doy buena cuenta de ella, la encuentro riquísima. El cuerpo me pide una siesta así que no hay que contrariarle.

            En el ínterin van llegando nuevos peregrinos, entre ellos uno muy peculiar, Emilio un “pied noir” residente en las cercanías de París ciudad desde donde ha partido a pié. Desde el 21 de enero lleva fuera de casa. ¡¡Ya está bien!! Viene siguiendo la ruta París-Arlés, Lourdes, Somport. Lleva sujeta al bordón una pluma de buitre que encontró cuando pasaba por la Foz de Lumbier. De baja estatura, poco pelo y tez morena se convierte enseguida en el punto de atención de todos los presentes. Habla por los codos y sus ocurrencias hacen mucha gracia a Teresa, una simpática rubia brasileña que viene desde Lourdes con una amiga que ha caído enferma y se encuentra con fiebre en la cama. José el hospitalero no para de meterse con Emilio a quien termina por apodarle “Emilio el Moro” lo que no acaba de gustarle mucho al interesado. Pero aguanta las bromas con espíritu fajador. Emilio es de los que se levantan a las cinco para comenzar a caminar con la oscuridad. Se acuesta vestido para no molestar a los demás peregrinos a esa temprana hora. Hay gustos para todo. También llegan las dos jóvenes leonesas.

            A las siete me acerco a la iglesia para asistir a la misa celebrada por el único monje benedictino que queda en la Congregación, lo que ha ocasionado la supresión del canto de vísperas. En la Iglesia todos son extranjeros menos tres vecinos del pueblo, las leonesas y un servidor. Hace frío en el interior de la iglesia por eso se agradece el polar.

            Al terminar la misa ya hace también frío en el exterior. No está la tarde para muchos paseos así que me dirijo directamente al mesón de Gaspar donde pido una sopa castellana bien calientita.

            Hoy habrá que acostarse pronto que mañana será una etapa larga y dura y habrá que madrugar algo más.

            Buenas noches y hasta mañana.

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32ª Jornada:
Rabanal del Camino-Ponferrada

Viernes, 29 de abril de 2005

Parcial 35 Km; Total 872,5 Km; A Santiago: 202,5 Km

Ponferrada templaria

            A las seis y media arriba. Hago un buen desayuno con tostadas de pan de pueblo y aceite servidas por Pilar y abandono el albergue a las siete y veinte después de despedirme de la atenta familia hospitalera.

            Enseguida inicio la subida por carretera a la Cruz de Ferro. A un kilómetro y medio tomo a la izquierda una senda que remonta la ladera entre matorrales y plantas aromáticas, enlazando con la carretera un poco antes de Foncebadón.

            En Foncebadón las calles están todas levantadas. Van a instalar el alcantarillado. Desde el albergue de peregrinos de la antigua iglesia el hospitalero me saluda. Está alimentando al perro. Me comenta que han pasado la noche dieciocho peregrinos, entre ellos Pedro el portugués. Desea que la gente que tiene propiedades en el pueblo, en estos momentos casi abandonado, se decida a restaurarlas lo que le daría nueva vida.

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            Tras pasar como puedo por charcas y arroyuelos llego a la emblemática Cruz de Ferro cuando son las nueve. Me encuentro con las jóvenes leonesas y nos hacemos mutuamente unas fotos. ¡¡Cuántos recuerdos alrededor de la cruz!! Clavada entre una pirámide de piedras traídas por los peregrinos. Seguro que Emilio el de Orán ya habrá dejado sus viejas botas y sus encargos.

Si salió del Albergue a las cinco y media, sería aún noche cerrada cuando llegó. Posiblemente hasta tuvo la suerte de contemplar el amanecer desde este privilegiado lugar. Eso sí que debe ser todo un espectáculo.

Continúo mi Camino. Manjarín me saluda como siempre con repiques de campana. Tomás se encuentra cuidando la pequeña huerta y las ocas. ¡¡Qué gran hombre Tomás!! Los inviernos por estos parajes deben ser muy duros. Hay que echarle mucho valor para vivir en el humilde chamizo que hace de refugio durante todo el año. Me comenta que ayer pasaron ciento treinta peregrinos. No está nada mal. Pero tiene que llover –me manifiesta con insistencia−hay poco agua. Me recomienda que siga la senda que sale de la carretera por la izquierda que evita el asfalto. A pesar que Tomás insistía en la escasez, por los caños de las fuentes que encuentro a mi paso mana abundante agua y el suelo rezuma mucha humedad, incluso existen muchos tramos completamente encharcados que dificultan la marcha.

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            La senda confluye con la carretera a la altura de la base militar situada en el mítico Monte Irago, techo del Camino. Cruzando la carretera han habilitado una pista que asciende por la ladera paralela a la carretera. Se anda con mucha comodidad. Desde esa privilegiada altura me detengo para contemplar los amplios valles entrelazados con profundos barrancos que tengo ante mi vista. Las laderas de las montañas poseen un tono cobrizo con ribetes y matices verdosos. Llama la atención un pueblo perdido al fondo de un valle que parece incrustado en la montaña, y a lo lejos las cumbres nevadas de los Montes de León. Un espectáculo maravilloso. Me quedaría aquí durante más rato pero el tiempo acucia y aún quedan bastantes kilómetros para llegar a Ponferrrada.

            Durante el trayecto hasta El Acebo alcanzo a unos turigrinos que me confiesan que van con coche de apoyo. Por su manera de andar y a pesar de la ayuda,lo deben estar llevando bastante mal. La bajada a El Acebo la han suavizado bastante con nuevos senderos en zig-zag, aun así es un descenso molesto y peligroso. Comienza a apretar el calor. Paso de largo hasta Riego de Ambrós que está precioso. Se ven muchas casas restauradas. Sigo hasta una pradería donde emergen vigorosos unos castaños centenarios. A la sombra de uno de ellos me detengo a descansar y tomar algo. Un grupo de chicos y chicas se divierten entre los castaños bailando extrañas danzas. Ahí viene a paso ligero el “dandy” Igor. Me dice que tiene que llegar a Ponferrada antes del cierre de la Oficina de Correos. Lo tiene difícil, aunque siempre puede tomar algún medio de transporte en Molinaseca. De todas formas va muy justo.

            Sigo adelante. La pronunciada bajada hasta Molinaseca es de las más duras del Camino. Se me hace difícil mantener el equilibrio. Gracias al doble apoyo, bordón y bastón, que alivia algo mi peso. Y lo peor es que las piernas deben estar notando el sobreesfuerzo. Ya veremos. Por otra parte los kilómetros van pasando factura. Cuando ya tengo la carretera a la vista, veo por delante a la japonesita de la mochila polivalente que gira a la izquierda por una pista que sale directamente al asfalto. En esta ocasión lo prefiero pues el tramo que queda de senda sigue siendo muy malo. A trancas y barrancas, consigo llegar a Molinaseca cuando son las dos dirigiéndome al Restaurante “Palacios” situado junto al puente. Buen sitio para comer y descansar. Pido el menú. Pasable. Llega un alemán con el que coincidí ayer en Casa Gaspar. Me pregunta lo que puede comer. Hace un Camino muy raro. Debe tener casi agotado su periodo vacacional porque me pregunta por la Estación de Autobuses de Ponferrada para ir hasta O Cebreiro.

A las tres reanudo la marcha. Al pasar por el Albergue de peregrinos saludo al hospitalero Alfredo que casi no se acuerda de mí. Es normal. Pasan tantos peregrinos …. El calor va en aumento. El asfalto de la carretera parece despedir fuego.

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Por fin, llego al Albergue de Ponferrada a las cuatro y cuarto bastante reventado y con la espinilla de la pierna izquierda dolorida. Han llegado bastantes peregrinos, casi todos “guiris”. Entre ellos reconozco a Emilio de Orán, como a él le gusta que le llamen, no como le apodó el hospitalero de Rabanal “el moro”. Está muy contrariado porque le han dicho que el albergue no permite la salida de ningún peregrino antes de las siete y media, hora a la que se abre la puerta. −Son las normas−le intento convencer. Pero él no se queda muy conforme. También está por ahí Pedro el portugués e Igor “el dandy” que al final ha conseguido ligar a una jovencísima extranjera con la que se muestra muy cariñoso. Al cruzar el jardín en busca del tendedero, un mojón situado junto al monolito de tronco tallado instalado no hace mucho tiempo, en el que se puede leer: “Santiago 202,5 Km”. Ya falta menos pero reconozco que todavía tendré que emplearme a fondo.

            Salgo a dar una vuelta por el centro, sentándome en una terraza de la Plaza Mayor donde saboreo una fresquita cerveza. Me encuentro al peregrino alemán que durmió en la cama alta de mi litera en Astorga. Se llama Stéphano. Parece un buen muchacho necesitado de compañía. Después de cruzar unas cuantas frases me dice si puede ir a cenar conmigo, −¡¡Faltaría más!!−le contesto. Encontramos un bar con menú a 6 €. La carta nos parece adecuada y entramos. Durante la cena, me comenta que reside en Fránkfort donde trabaja como contable en una multinacional. Ha salido de Burgos. Conoce bien Königstein, el pueblo donde reside mi tía Martha. ¡¡Qué casualidad!! Otra a las que el Camino nos asombra de vez en cuando.

            Terminada la cena regresamos al Albergue. Encuentro a Germán, un peregrino bilbaíno con el que coincidí en Burgos. Allí se tomó un descanso de un par de días por una tendinitis. Le comento que me duele un poco la pierna izquierda. Me ofrece un calmante en pomada que le prescribieron en Burgos. Dice que a él le fue bastante bien. Por probar no se pierde nada. Ha sido durante bastante tiempo deportista pero está convencido que en el Camino hay que olvidar el espíritu de competición. Lo más importante es mantener un ritmo regular, el que cada cual tenga y no pasarse nunca de kilómetros que al final los excesos suelen salir caros. Habrá que aplicarse la lección algún día.

            Llega la hora de acostarse. Comparten mi habitación tres peregrinos guiris. Ya veremos si consigo dejarles dormir y lo que más me preocupa, si me recupero.

            Buenas noches y hasta mañana.

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33ª Jornada:
Ponferrada-Trabadelo

Sábado, 30 de abril de 2005

Parcial 30,5 Km; Total 903 Km; A Santiago: 172 Km

El Valle del Valcarce

            La noche la he pasado “in albis”. Los compañeros de habitación, todos ellos alemanes, se la han pasado quejándose de mis ronquidos toda la noche. Ni han podido dormir ellos ni lo he conseguido yo y lo peor de todo es que el dolor de la espinilla no acaba de abandonarme. Por otra parte, el albergue lo he notado algo descuidado. Está claro que para mis problemas respiratorios son mejores los albergues con sala-dormitorio común. En ellos pasas más desapercibido. Si fuera posible, la próxima noche dormiré en un hostal.

            Son las siete y cuarto cuando abandono el albergue casi cojeando, pero hay que hacer de tripas corazón, se hace necesario. Afortunadamente, el día parece que va a ser también bueno.

            Hago mi desayuno en un bar frente al albergue y ¡¡ULTREIA peregrino!!

            La travesía de Ponferrada por todo el centro se hace larga y monótona y qué voy a contar de los nueve kilómetros de recta que une Cuatro Vientos, Fuentes Nuevas y Camponaraya. Casi dos horas interminables para llegar al “puente de los peregrinos” que salva la autopista A-6. Menos mal que a la salida de Ponferrada me he quedado en camiseta pues el calor comienza a agobiarme.

            Nada mas cruzar el puente, comienzan los viñedos. Unos agricultores se encuentran en plena faena rociando con herbicida las cepas. Me comentan que este año los brotes se han retrasado algo debido al frío. Marcho por una buena pista pero mis pies están acusando el sobreesfuerzo a que se vieron sometidos en la bajada de El Acebo y Molinaseca. Por otra parte el dolor de la espinilla izquierda se va haciendo más patente, lo cual me preocupa bastante. Quiera Dios que no se trate de una tendinitis.

            A las once menos cuarto llego a Cacabelos. Me compro un bocadillo y unas naranjas que tomo mientras reposo sentado en un banco de la plaza del mercado. Observo mucho movimiento de personal, pero mi cabeza no para de dar vueltas buscando una explicación a mis molestias. Después de tantos kilómetros recorridos y de encontrarme tan cerca de Santiago, sería un gran contratiempo tener que abandonar. Espero que no sea nada grave.

            A la salida de Cacabelos han instalado un gran mercado ambulante con multitud de puestos donde se venden caballos y todo tipo de aparejos relacionados con los mismos. Me llaman la atención la variedad de sillas de montar expuestas.

            Son las once cuando comienzo a enfrentarme a los dos kilómetros y medio de fuerte repecho por duro asfalto hasta alcanzar Pieros. Por si fueran poco las molestias, el calor va minando mi resistencia. Estoy atravesando los peores momentos del Camino.

            El tramo de carretera entre Pieros y el desvío a Villafranca lo encuentro muy mejorado. Menos mal que alguien se ha preocupado porque la verdad es que resultaba muy peligroso. Cuando llego al cruce con la otra alternativa por el Camino Viejo, me alcanzan unos “bicigrinos guiris” que se detienen a mi lado. No saben por donde seguir por más que miran el plano-guía. Les explico que la opción de la derecha es más salvaje y la distancia mayor. Por la carretera la ruta es más directa. Al final se deciden por el Camino Viejo.

            Yo continúo de frente por la carretera. Después de unas curvas, me desvío por la pista que siempre he seguido. Estoy deseando llegar a Villafranca pero aún tengo que afrontar un repecho de “campeonato” que me hace efectuar algún descansillo a la sombra de alguna encina. Llegando al cruce con el Camino Viejo, me encuentro con los “bicigrinos” de antes. Al final hemos tardado lo mismo a pesar de ir ellos en bicicleta.

            Llego a Villafranca muy cansado y con el dolor de la pierna en aumento. Paso de largo por la Plaza Mayor sin fijarme casi en los peregrinos que apuran los refrescos en las terrazas de los bares. Me acerco a la Oficina de Turismo donde me informo del teléfono del Hostal “Nova ruta” de Trabadelo, haciendo la correspondiente reserva. Acto seguido me acerco al Bar “El Padrino” donde recupero fuerzas con una buena comida.

            A las dos reanudo mi camino con tranquilidad extrema, no quisiera que el dolor me perjudique más. El sol cae a plomo por el andadero acondicionado al margen izquierdo de la carretera cuyo tráfico de vehículos se ha visto disminuido por trasladarse a la nueva autovía. Para evitar males mayores, me protejo la nuca y cuello con el pañuelo colocado a modo de “saracof”.

A las tres llego a Pereje donde pido en el bar un vaso de agua que bebo mezclado con un sobre de “Flectomín”. Pienso que algo me hará. Reparo en dos jóvenes peregrinos que se encuentran comiendo, indudablemente se encuentran mas frescos que yo.

Pereje-Rio-500

Después de un cuarto de hora de descanso, reanudo la marcha por el hermoso valle del Valcarce y el calor en constante aumento. El pavimento despide fuego, un hándicap añadido para las plantas de mis pies. Pero mi voluntad por llegar consigue vencer al dolor y a las cuagtro y cuarto llego por fin al Hostal “Nova ruta” de Trabadelo. ¡¡Cuánto trabajo me está costando subir las escaleras!!

            Por fin en la habitación, me doy una generosa ducha, hago la colada y me embadurno la espinilla izquierda y pies con la pomada que me dejó el peregrino bilbaíno. Mientras tiendo la ropa en el balcón anejo, contemplo como bajan las ruidosas aguas del río Valcarce que pasa junto al hostal. Tumbado en la cama voy a intentar descansar mis piernas. Aprovecho la tranquilidad para telefonear a casa. Allí se encuentra también mi hija Lolita que ha ido a pasar el puente del primero de mayo con mi yerno Carlos y mi nieto Alex.

            Toda mi obsesión se centra en la recuperación para poder afrontar en la mejor forma posible la subida del Cebreiro. Así que no hay más remedio que hacer una buena siesta.

            Al atardecer bajo al bar del hostal donde la clientela departe a gusto mientras toma la consumición. Me encuentro a la pareja de peregrinos que estaba comiendo en Pereje. El más joven es de Zaragoza y el otro de Jaca, van haciendo el Camino por tramos, su trabajo no les permite otra opción. Esta vez han salido de León. El de Zaragoza se queja de un pié, parece ser que ha dado un mal paso. Conversamos largo y tendido.

            Cuando llega la hora entramos en el comedor donde cenamos compartiendo mesa. Me comentan que son los únicos peregrinos que se alojan en el albergue de Trabadelo que según ellos deja mucho que desear.

            Terminada la cena me despido y me dirijo directamente a la habitación. Las molestias de la pierna no terminan de irse lo cual me sigue preocupando más de la cuenta. Me acuesto con la esperanza que durante la noche mejore la situación.

            Buenas noches y hasta mañana.

08ValleValcarce-500

34ª Jornada:
Trabadelo-O Cebreiro

Domingo, 1 de mayo de 2005

Parcial 21 Km; Total 924 Km; A Santiago: 151 Km

Ascenso desesperado

            Me despierto a las siete menos cuarto. Enseguida me doy cuenta que el dolor de la pierna no ha desaparecido. Ahora puedo asegurar sin lugar a dudas que se trata de una tendinitis. Ya veremos como se presenta la jornada. Hago un buen desayuno en el bar del hostal que por lo menos me proporcione suficientes fuerzas para comenzar una de las etapas que mas temor causa a los peregrinos, y haciendo de tripas corazón salgo al exterior. Si Dios quiere, esta noche dormiré en Galicia.

            Observo que el tiempo ha experimentado de nuevo un giro de ciento ochenta grados. Miro al cielo, veo unos nubarrones que no hacen presagiar nada bueno y además corre una brisa fresca que molesta bastante. Encomendándome a Dios y al Apóstol emprendo la marcha hacia el andadero protegido de la antigua carretera que sube a Piedrafita. Varios peregrinos caminan cerca de mí. Llego a La Portela donde termina el andadero y el Camino toma la dirección del valle del Valcarce cuyo río acompaña al peregrino en su descenso. Es una preciosidad de valle, en el que abundan hermosos ejemplares de castaños y robles. De momento se va ascendiendo con suavidad. Las nubes siguen dominando el horizonte formando cuerpo y barruntando tormenta.

            Ambasmestas, y después de pasar bajo un imponente viaducto de la nueva autovía, Vega de Valcarce. El dolor en la pierna se acrecienta con la marcha pero hago el propósito de seguir adelante.

09Viaductos-400

Ruitelán y los dos espectaculares viaductos formando curva que salvan el valle homónimo y dos kilómetros más arriba el desvío a Herrerías. Poco a poco me voy adentrando en lo mas salvaje del valle. Paso el puentecillo de piedra enmohecida sobre el río y en las últimas casas de Herrerías encuentro un bar abierto. Buen momento para ganar nuevos bríos antes de iniciar la inminente ascensión.

            En el bar coincido con Carlos, un peregrino que vive en León con el que ayer también coincidí en Trabadelo. Es todo un veterano del Camino. Según me cuenta, son doce los Caminos realizados por él. Mientras nos comemos unos suculentos bocadillos de tortilla hacemos una pasada a nuestras respectivas experiencias. Aparecen los peregrinos aragoneses. El de la lesión en el pie va preocupado, cree que se trata de un esguince. ¡¡Estamos arreglados!!

           07Ruitelan-400

Toca afrontar la subida que comienza con unas rampas muy exigentes. El dolor yendo a más por momentos lo que me obliga a parar repetidas veces. Sufro lo indecible en los fuertes repechos antes de llegar a La Faba con la lengua fuera. Todavía quedan unos dos kilómetros de subida, entre extensas praderías, hasta el poblado de Laguna de Castilla, último pueblo de Castilla-León donde llego como Dios me da a entender. No tengo más remedio que hacer un receso junto a la fuente donde me tomo un respiro mientras saboreo una naranja. Poco después aparecen los aragoneses con paso cansino. Llegan sedientos. Les advierto que en mi primer Camino bebí agua de esa fuente y agarré una gastroenteritis de caballo. Y es que hay mucho ganado pastando cerca. No recomiendo a nadie beber agua de las fuentes naturales en la provincia de León.

Reanudo el Camino que ahora discurre por terreno de falsos llanos. Y el dolor sigue ahí martirizándome cuerpo y alma. Un cuarto de hora después, alcanzo el mojón indicativo del límite autonómico. Por fin estoy en Galicia. Solo faltan 152 km para llegar a Santiago. “Pecata minuta” en comparación con lo que llevo caminado. ¡¡Ultreia peregrino!! Me prometo a mí mismo que el dolor no será capaz de vencer mi mente. Apretando los dientes con rabia continúo adelante por sendas más cómodas. Menos mal que la lluvia me ha respetado. Pero las nubes amenazantes siguen preparándose para la tormenta.

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            A trancas y barrancas consigo llegar a la carretera haciendo la entrada por las empedradas callejuelas de O Cebreiro, un poblado encantador donde todavía siguen en pie típicas pallozas de reminiscencias celtas. Es la una de la tarde.

            Todavía me queda humor para colocarme junto al contenedor de basura verde que se ve por la “webcam” del Albergue para que Loli pueda comprobar que sigo entero. Todavía no le he dicho nada de la probable tendinitis.

            Mientras me acerco al albergue, se detiene a mi lado un taxi con las burgalesas que conocí en San Martín del Camino. Han evitado la subida al Cebreiro. Cada cual hace su Camino según sus preferencias o condiciones.

            Después de una buena ducha y untarme las zonas doloridas con la pomada, me aproximo a uno de los bares-restaurantes para comer. Me cruzo con el alemán Stephano que llega derrengado y en zapatillas. ¡¡Buen chico!! También está pasando lo suyo.−¡¡Bienvenido peregrino!!− le animo- mientras le señalo el albergue.

            En el restaurante ya se encuentran las burgalesas comiendo. Al poco rato aparece Germán el bilbaíno que toma asiento en mi mesa. Durante la comida conversamos de Bilbao. ¡¡Cuánto tiempo sin ir por allí!! Al decirle mi profesión me contesta que conoce a muchos marinos del País Vasco. Ha estado trabajando para la Aseguradora MAPFRE. Buen peregrino que supo vencer a tiempo su padecimiento y ya casi tiene logrado su objetivo.

            De vuelta al albergue me encuentro a Emilio de Orán que ha salido a las cinco de la mañana de Pereje con un argentino. ¡¡Qué forma de madrugar!! Pienso que de noche se debe disfrutar muy poco del Camino.

            Necesito descansar para poder reanudar la marcha mañana. Así que toca una buena siesta. Mientras tanto en el exterior el cielo se ha terminado de entoldar de nubes grises y comienza a llover con fuerza. ¡¡De buena me he librado!! Debe hacer frío porque la calefacción está encendida.

            Recibo la llamada de Juan Calvo, un amigo peregrino que está haciendo el Camino de Levante. Se encuentra en Albacete donde ha llegado casi sin agua después de cuarenta kilómetros de etapa y cuarenta grados de temperatura ambiente. ¡¡Menuda diferencia!!

            Protegido con el chubasquero me acerco al primitivo templo de Santa María la Real, donde dicen que se produjo a principios del siglo XIV el “Milagro del Cebreiro”, para asistir a la misa del peregrino. Una misa muy especial. Le pido al Apóstol que se acuerde de mí y me ayude a soportar el dolor que ya difícilmente me va a dejar. Allí reposan en paz los restos mortales de Elías Valiña Sampedro, el que durante mucho tiempo fue su párroco y que tanto luchó por la recuperación del Camino de Santiago.

            Sigue lloviendo sin parar. Me dirijo a la Venta Celta para cenar algo caliente pues siento mucho frío. Me desespero esperando que me sirvan. Se me hace tarde y llego al Albergue cuando está todo apagado. Procurando hacer el menor ruido posible, me envuelvo en el saco de dormir. Mi inquietud sigue siendo mi pierna izquierda cuya espinilla he notado rojiza y caliente. A ver si puedo descansar.

            Buenas noches y hasta mañana.

AltoSanRoque-500

35ª Jornada:
O Cebreiro-Triacastela-Sarria

Lunes-Martes, 2-3 de mayo de 2005

Parcial 37 Km; Total 961 Km; A Santiago: 114 Km

Remedios, una gran señora

            Hoy tampoco hay prisa en levantarse. Me debo un buen descanso ya que tengo que emplearme a fondo en el pronunciado descenso a Triacastela y ya sabemos que la tendinitis y las bajadas no suelen hacer muy buenas migas, ya veremos como me las arreglo. Desde ahora soy consciente que de sufrir no me va a librar nadie.

            Soy de los últimos en abandonar el albergue. El bueno de Germán se despide de mí, dice que va a marchar en compañía de las burgalesas. Quieren llegar a Sarria. Demasiados kilómetros se me antojan. Al fin y al cabo, cada cual hace su Camino. ¡¡Buen Camino peregrino!!

            En el bar donde desayuno encuentro a Igor el dandy con la más joven de las burgalesas. No sé de donde vendrá porque en el albergue no ha pasado la noche y dinero no parece sobrarle para ir de hostal.

            Me decido por el sendero que sale de la parte trasera del albergue y que dicen atraviesa un bonito bosquecillo. Para tratar de olvidar mi dolor, no hay nada mejor que verse rodeado de un bonito paisaje. Aunque ha dejado de llover, el aspecto del cielo no me gusta nada, presagia agua, viento y frío. Empleo todas las artimañas habidas y por haber para que el dolor no mine mi mente Voy andando con dificultad pero por lo menos ando.

            Una vez pasado el bosquecillo, el sendero confluye con una pista que en fuerte descenso sale a la carretera a la altura de Liñares. Otros peregrinos acompañan mis cortos pasos y enseguida me van dejando atrás. Inicio por carretera la subida al Alto de San Roque. Advierto que me cuesta menos subir que bajar. En el espectacular monumento al peregrino del Alto de San Roque, unos bicigrinos con raros atuendos se encuentran atareados haciéndose fotos. ¡¡Para fotos estoy yo!! Sigo por la carretera. Tal como me encuentro creo que es lo más aconsejable.

            Dejando atrás Hospital de la Condesa, inicio la subida al Alto del Poio. Me alcanza y rebasa el dandy Igor que marcha en solitario a paso ligero. Me llama la atención la chaqueta militar de camuflaje que viste. ¿Habrá servido al ejército o quizás a la Legión? Tiene toda la pinta que así sea. A pesar de las apariencias cada peregrino lleva algo inconfesable en su interior. Llego al desvío del Camino señalizado vía Padornelo por donde se deciden unos peregrinos. Yo sigo adelante por el arcén de la carretera. No me encuentro en condiciones de abordar firmes irregulares ni grandes desniveles.

peregrinos4-320            Con mayor facilidad de la esperada alcanzo el Alto del Poio entrando en el Bar de la Sra. Remedios. Allí la encuentro junto a la acogedora chimenea recibiendo su calor. Es curioso, aquí siempre llego con algún padecimiento. Los dos Caminos anteriores fueron el estómago y esta vez la pierna. Como es costumbre en la casa, recibo todo tipo de atenciones por parte de Remedios. Me descalzo y me echo pomada. Me ofrece un Spidizen que acepto con agradecimiento. Me dice que no tenga prisa en marcharme, que descanse y si quiero quedarme todo el día e incluso la noche no hay ningún problema. ¡¡Qué amabilidad la de la Sra. Remedios!! A pesar de que los años no le perdonan, ¡¡qué manera de desvivirse por los peregrinos!! ¡¡Cuántos habrán recibido sus cuidados!! Es mucho lo que la debemos agradecer.

            En unos minutos, el bar se llena de peregrinos buscando el calor y algo caliente para entonar el cuerpo. Ahí está también el “dandy” Igor “pegándose” unos “lingotazos” de orujo. Llegan en tropel unos portugueses y poco después unos madrileños. Descanso con placer. La Sra. Remedios me aconseja que si deseo continuar lo haga por la carretera. Después de agradecerle fervientemente sus atenciones, llega la hora de la despedida. Muchas gracias por todo y hasta la próxima querida Remedios.

ErmitaBidiedo-350            Hago caso a la Sra. Remedios y continúo por la carretera que no lleva mucho tráfico. De momento mi pierna ha notado el descanso pero solo se trata de un espejismo porque enseguida comienza a dolerme de verdad. El viento viene helado y de un momento a otro es posible que caiga algún chaparrón. Mi forma de caminar debe ser un poema. Paso con mucha dificultad el poblado de Fonfría y llegando a Biduedo estoy para ir en camilla. Es cuando comienzo a pensar en algo porque de la forma que voy no llegaré ni a Triacastela, de la que me separan unos diez kilómetros, ni a ninguna parte. Creo que es bueno reconocer a tiempo tus limitaciones y no esperar que el mal vaya a más. El amor propio hay que dejarlo aparcado en la cuneta para otras ocasiones. Debo ir a que me vea un médico sin falta. Me decido por el auto-stop que nunca he practicado. Espero que el amigo “Santi” me perdone. Son fuerzas mayores mi querido amigo. Sigo caminando lentamente llamando la atención a los coches que pasan que no son muchos. Por fin se detiene una furgoneta con matrícula alemana reconociendo al instante al conductor. Otra de las casualidades del Camino. Se trata del hospitalero alemán que me recibió en el albergue de Ponferrada y que al concluir su quincena, va camino de Santiago de regreso a casa. Le acompaña su señora que al darse cuenta del estado en que me encuentro me ofrece con suma amabilidad el asiento delantero a pesar que el trasero va lleno de bultos. −No hay ningún problema −me dice−encontraré un hueco. Hospitalidad a tope rezuma de sus venas.

            Durante el trayecto hablamos del Camino, de los hospitaleros, de Alemania… Le pido que si me puede dejar en Sarria se lo agradecería, pues allí sé que existe un buen Centro de Salud. Pronto atravesamos Triacastela. Otro año será. Pasamos por los hermosos parajes que rodean el Monasterio de Samos y enseguida llegamos a Sarria dejándome en el mismo Centro de Salud a la entrada de la localidad. No sé como agradecerles sus atenciones. −No se preocupe −me responde el hospitalero −estamos para ayudar, hoy por ti y mañana por mí, cuídese y que no sea nada grave. −¡¡Buen Camino hospitalero!!− le respondo− Y gracias por todo.

            Me acerco al mostrador de recepción del Centro donde una lugareña se encuentra  discutiendo a “grito pelado” con la auxiliar. –Sois ciento y la madre ¿quién me atiende?−.Necesito una aspirina– −No puedo dársela− le contesta la auxiliar con el miedo metido en el cuerpo. −No os paséis de listas, ¿eh?−continúa increpando. Inmediatamente la envían al médico. No parece estar muy bien de la cabeza. A mí también me envían directamente al doctor pero por razones bien diferentes. −Anti-inflamatorio, pomada y sobre todo descanso– me prescribe. −Y acuérdese que en Galicia existe un servicio de ayuda al peregrino llamando al 062. Efectivamente en algún sitio lo había leído pero ni me acordaba. Voy a tomarme por lo menos, un día de asueto a ver si consigo recuperarme.

            Se hace larga la travesía de Sarria hasta llegar a la Estación de FFCC donde a la izquierda se halla el Hotel Roma. Necesito un buen hotel para reposar a conciencia. Son las tres menos cuarto. Después de asearme me dirijo al cercano Restaurante del “Mar del Plata II”, donde hago una buena comida y sin más a la cama.

            Después de una buena siesta todavía me atrevo, aunque despacito, a acercarme al hotel NH Alfonso IX, un sitio tranquilo donde pasar un rato agradable. Me tomo un té y cuando llega la hora la cena.

            Hoy más que nunca conviene retirarse pronto para descansar a tope. A dormir. Mañana será otro día.

            Duermo plácidamente. Hoy martes si que puedo levantarme sin prisas. Tengo el día entero para descansar. Sin embargo no me resisto a andar aunque sea con precaución. Por la calle Mayor encuentro al alemán Stephano. Lleva la cara quemada por el sol y sigue en zapatillas. Se dirige a Barbadelo. Le cuento por encima mi problema. Nos deseamos mutuamente una rápida mejoría de la salud y nos despedimos con el consabido ¡¡Buen Camino!!

            Sigo a rajatabla la medicación prescrita. Vuelvo a comer al Mar del Plata. Me ha gustado. Y después de la siesta al NH. Me da la impresión que el dolor va a menos. ¡Ójalá!

            Y sin más novedades, hasta mañana.

castro-bosque-500

36ª Jornada:
Sarria-Portomarín

Miércoles, 4 de mayo de 2005

Parcial 21 Km; Total 982 Km; A Santiago: 93 Km

El bosque encantado

            Ni que decir tiene que he descansado de maravilla. La noche ha transcurrido sin enterarme. He dormido de un tirón. Me levanto a las seis y media y después de hacer un buen desayuno en la cafetería del hotel me veo reanudando el Camino una hora más tarde. El día de hoy será la prueba de fuego que determinará si al fin he mejorado. Observo que aunque me molesta un poco, de momento la pierna se va portando.

Cruzo el coqueto puente sobre el río Aspero y poco después la vía férrea y tras salvar un arroyuelo por un improvisado puente, me sumerjo en el que yo llamo el bosque encantado. Mientras asciendo por el sendero observo los hermosos ejemplares de carballos chorreando lianas y enredaderas entre las que parecen esconderse las meigas. Verdaderamente encantador.

Morgade-350

A la salida del bosque, me tropiezo con un pequeño grupo heterogéneo de peregrinos que me dan la impresión de haberse formado durante el Camino. Llegando a Barbadelo el dolor vuelve a fastidiarme. ¡¡Vaya por Dios!! Sobre todo en las bajadas es cuando tengo mayor dificultad para andar. Gracias a que el bordón y el bastón se aplican en su trabajo.

Alcanzo el mítico “Km 100” y un poco después el Bar Morgade donde unos cuantos peregrinos almuerzan plácidamente en las mesas exteriores aprovechando el calorcillo que proporciona el sol que luce radiante en el cielo. En otras circunstancias almorzaría unos huevos fritos con chorizo pero tal como voy, prefiero tomarme un té con limón y unas magdalenas. Aunque el paisaje tiene su encanto, es una pena no poder disfrutarlo como se merece, la pierna me sigue obsesionando. Marchan por el Camino bastantes peregrinos pero debido a mi retraso las caras conocidas deben ir por delante.

            Continúo por las corredoiras. Las paisanas se dedican a llevar las vaquiñas a los pastos. En un determinando momento y sin saber cómo, me veo pillado en medio de ellas. Espero que se porten bien. Más adelante otro grupo de vaquiñas se me echan casi encima y ante el peligro de sufrir un atropello, aligero el paso casi olvidándome del dolor.

galicia-400

            Ya voy pensando en la fuerte bajada al embalse de Belesar sobre el río Miño. Veremos si mis piernas resisten. En la distancia consigo ver Portomarin pero aún me queda más de una hora para llegar. Da comienzo un descenso suave que mis piernas acusan. El cielo se va cubriendo poco a poco y hace fresco. Eso puede resultar un alivio. Por fin llega el temible descenso casi en picado. Extremo las precauciones. Marcho todo lo despacio que puedo hasta llegar al nivel del embalse. Por lo menos me he quitado de en medio un grave problema. Cruzo el largo puente sobre el embalse y evitando la escalinata giro a la derecha para entrar al casco urbano con mayor suavidad. Inmediatamente me dirijo al nuevo albergue inaugurado en el 2004. Son las una y media. De momento hay camas de sobra. Elijo una de las bajas. Ducha, aseo y pomada. Muy pronto se llena el albergue.

            Me acerco a “La Posada del Camino” junto a la iglesia-fortaleza donde como a gusto. Mis piernas me están pidiendo una buena siesta y no tengo más remedio que complacerlas. Hay que tratarlas con mimo. Sorprende cómo la mayoría de los que han salido de O Cebreiro e incluso Sarria, tenga ya problemas con sus pies y piernas. Si vinieran desde donde yo vengo….

            Al atardecer el ambiente se vuelve bastante fresco lo que aconseja abrigarse a conciencia. Da poco gusto deambular por la calle. De las caras conocidas solo reconozco a Pedro el portugués que acompaña al grupo del sevillano con el que coincidí en la subida del bosque encantado y la rubia brasileña Teresa que conocí en Rabanal del Camino y que tanta gracia hacía a Emilio de Orán o Emilio el Moro como le apodó José el hospitalero de Rabanal del Camino. Parece que su amiga se encuentra mejor.

            Me apetece algo caliente y en el mismo sitio donde comí me pido un caldo gallego y un poco de queso del lugar, suficiente para mí, e inmediatamente a dormir.

            Buenas noches y hasta mañana.

belesar-450

37ª Jornada:
Portomarín-Palas do Rei

Jueves, 5 de mayo de 2005

Parcial 25 Km; Total 1007 Km; A Santiago: 68 Km

El grupo del sevillano

           Hoy es el turno de los españoles para tocar diana. A las seis comienza el zafarrancho de combate. Parece que el que más y el que menos, tiene prisa por llegar. Las jóvenes que dormían en las camas cercanas, no han aguantado mis ronquidos o mejor dicho al coro de roncadores, que de todo ha habido en la viña del Señor, y han salido al pasillo a dormir sobre unos sillones. El revuelo que se ha formado unido al crujir de las bolsas de plástico obliga a levantarse.

            A las siete, ya estoy desayunando con José Angel el sevillano y su grupo formado por un maestro murciano José Antonio, su paisano Pencho, Vicente el valenciano, y una pareja francesa y a las media hora después, me encuentro descendiendo por la calle principal de Portomarín al encuentro de la carretera. Cruzo el puente sobre uno de los ramales del embalse que han acondicionado para el paso de peregrinos que me lleva a un hermoso bosque. La pista inicia una fuerte subida. Entre carballos, castaños y mucha vegetación formando un túnel sobre el camino, se marcha a gusto a pesar de la severa pendiente. Se disfruta caminando por tan bellos paisajes.

            Al salir al asfalto a la altura de una fábrica de cerámica, comienzan los andaderos que van alternando los márgenes de la carretera. El grupo del sevillano me alcanza y rebasa y en un área de descanso, un kilómetro antes de llegar a Gonzar, nos reagrupamos. Parece que forman un grupo bien avenido al que se ha incorporado Pedro el portugués. Dejo atrás Gonzar y cuatro kilómetros más allá Hospital de la Cruz donde está el albergue de Ventas de Narón. Aunque me duele algo la pierna, es un dolor soportable. Parece ser que el tratamiento va surtiendo efecto.

            Llega una encrucijada de carreteras pero la señalización no da lugar a confusión. Aunque luce el sol, sopla con fuerza un viento helado que te penetra en los huesos. Todo el recorrido discurre en ascenso suave buscando los Altos de Ligonde. Llevo un ritmo bajo debido a que el dolor de la pierna comienza a manifestarse aunque, todo hay que decirlo, se hace soportable. En el poblado de Ventas de Narón dejo atrás al grupo del sevillano que hace un receso para almorzar.

            Poco después los Altos de Ligonde desde donde se contempla un hermoso panorama de valles entrecruzados, el propio Ligonde, el crucero de Lameiro donde unos “guiris” no paran de hacer fotos, Lameiro, Eirexe…. Los kilómetros pasan y comienzan a notarse aunque no tengo más remedio que congratularme por haber podido llegar hasta aquí. Quien lo hubiera pensado cuando me recogió hecho polvo el hospitalero de Ponferrada en la bajada a Triacastela.

            Cinco kilómetros antes de llegar a Palas, entro en el bar “La Calzada” en pleno Camino donde me tomo un descanso. Aprovecho para tomarme medio bocadillo de jamón. La propietaria se queja. Me chismorrea que desde Ventas de Narón, han abierto muchos bares, alguno de ellos sin papeles y la verdad es que no hay negocio para todos. −No es justo –concluye− que los que pagamos los impuestos seamos los perdedores.

AltoRosario-400

         Reanudo la marcha a un paso mas corto. ¡¡Qué helado sopla el viento!! Hay que abrigarse bien con la “braga” y los guantes. Vienen después los Altos del Rosario desde donde en buenas condiciones meteorológicas se puede observar el Monte Sacro cerca de Santiago. Y tras caminar un rato por un andadero paralelo a la carretera llega un desvío a la izquierda hacia el Polideportivo pasado el cual, se desciende hasta Palas do Rei por la Iglesia de San Tirso.

            Son las dos menos cuarto cuando entro en el Bar de Curro a pedir habitación. Estoy deseando quitarme las botas y descansar los pies.

            Después del aseo y la unción de la pierna dolorida con el gel, bajo al bar para comer. De menú, unas ricas lentejas y carne guisada con patatas fritas en abundancia, como a los gallegos les gusta poner. Más que suficiente para reponer energías.

            Me echo una buena siesta. Recibo una llamada de Juan Calvo. Se encuentra en El Toboso, tierra de andanzas de Don Quijote. −Son muy duras las etapas del Camino de Levante –me dice−calor, calor y calor. Y por aquí con la bufanda. ¡¡Qué contraste de Caminos!! Nos deseamos mutuamente “Buen Camino”. Me vuelvo a dar gel en la pierna y me tomo el anti-inflamatorio y a la calle bien abrigado. Me acerco al albergue para sellar la credencial. En el Libro de Registro reparo en el nombre de Stephano que ha sido el primero en llegar. No debe andar muy lejos. Ya en la calle me tropiezo con el grupo del sevillano que se dirigen a una Pulpería. Me voy con ellos y cambio impresiones con Pedro y José Angel. Con el frío que hace no es cuestión de estar deambulando por las calles. Así que me retiro al Bar de Curro donde después de cenar un calentito caldo gallego, subo a la habitación a dormir. Mis pies me lo van a agradecer. Antes de acostarme, telefoneo a la pensión “La Rúa” de Arzúa y Hospederia “Ramos” de Santiago para reservar habitación. Hay que ir preparándose para la llegada.

            Buenas noches y hasta mañana.

Melide-APeroxa-500

38ª Jornada:
Palas do Rei-Arzúa

Viernes, 6 de mayo de 2005

Parcial 30 Km; Total 1037 Km; A Santiago: 38 Km

Los Somoza

            A las seis y media me despierto. Hoy también he descansado a gusto. Me asomo a la ventana. Ni una nube en el cielo y el viento parece que ha calmado. Si todo sigue así, se presenta un buen día. El dolor de la pierna va mejorando. ¡¡Aleluya!!

            Tres cuarto de hora después, ya me encuentro saliendo de Palas en busca de un bar abierto que encuentro a la salida del pueblo ya rebasadas las últimas casas. Por lo menos puedo desayunar caliente.

            Continúo por la carretera y tras una gran curva que envuelve el Carballal se toma un desvío a la izquierda que me introduce por una “corredoira” en un frondoso bosque de carballos con un sotobosque de tupida vegetación, debe tratarse del lugar que tanto miedo produjo en su primer Camino a mi querida amiga Elizabeth residente en California. La verdad es que produce cierto “repelús” el entorno y más aún al caer la tarde, cuando ella cruzó el bosque en solitario. Pasadas unas charcas desde donde llega el desaforado croar de las ranas mezclado con el graznido de algún córvido, se abren de nuevo los espacios dejando traslucir un hermoso cielo azul. Poco después, dejo a mi izquierda un nuevo albergue del Camino, debe ser el de San Xulián, tabla de salvación para Elizabeth.

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          Sigo adelante con el dolor en la pierna que me lleva aburrido, tendré que ir acos-tumbrándome a él. Menos mal que el bello paisaje hace que te olvides a ratos de las molestias. A cuatro kilómetros de Palas do Rei, está el albergue privado de “Puente-caminos” que queda a mi izquierda. “Goteo” constante de peregrinos. Atravieso la aldea de Casanova donde hay un albergue de la Xunta de Galicia y dos kilómetros después llego a la antigua carretera general en el lugar conocido como Coto-Leboreiro, límite provincial Lugo-Coruña. Allí se emplaza la Casa Rural de los Somoza. ¡¡Menuda sorpresa les voy a dar!! En el jardín está Puri que me reconoce al instante y llama a su marido Jesús. Se alegran mucho de verme, no esperaban mi llegada. Les cuento por encima mi Camino mientras me tomo un buen desayuno con tostadas de pan gallego con mantequilla y mermelada. ¡¡Cuánta amabilidad la de este matrimonio!! Frente a mí se hallan desayunando una pareja de Toledo con su hija que al oírme decir que vengo de Castellón a pié, se sobresaltan. Ellos van de turistas por el Camino, haciéndolo a cuentagotas y con vehículo. Han pasado la noche allí y están encantados del lugar y de las atenciones recibidas. Después de un rato de charla y dar las gracias por el suculento desayuno, me despido de ellos con un fuerte abrazo. −¡¡Buen Camino!!− me desean. −Hasta mi próximo Camino –les contesto.

En la travesía de Leboreiro, me llama la atención una flecha en una fachada formada con conchas pintadas de amarillo. Una foto se hace forzosa. Cuando llego al famoso puentecillo medieval a pocos metros de salir de Leboreiro, me desprendo del polar pues el calor comienza a abrumarme. ¡¡Cuántas vueltas da el tiempo en Galicia!!

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Después de atravesar una fea zona industrial, el Camino desemboca en una pista que entre carballos desciende directamente al nivel del río Furelos. Tras cruzar el famoso puente romano se llega a la aldea de Furelos. La iglesia está abierta lo que me decide a entrar para agradecer sobretodo al amigo “Santi” mi mejoría y sellar la credencial. El párroco me muestra orgulloso una curiosa imagen de un Cristo. Su brazo derecho está desprendido de la cruz en actitud caritativa. Un gesto expresivo que según me explica el cura es como si Jesucristo en su agonía intentara ayudar a la Humanidad. Una imagen que da motivos a la reflexión.

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Diez minutos después entro en Melide, sentándome a descansar en un banco de la plaza. La pierna se me está cargando pero debo continuar antes que me enfríe.

Los eucaliptos van haciéndose poco a poco mas patentes en el entorno y también los peregrinos que me pasan o les paso. Pienso que cuando llegue a Castañeda tomaré algo en la tienda-bar pues ya me está entrando hambre. Pero al llegar al sitio donde estaba el cártel anunciando el bar, observo que ha desaparecido. Posiblemente lo hayan cerrado. Hay que seguir adelante.

Después de atravesar la carretera por un paso inferior, viene un fuerte repecho que con el calor que hace se hace “duro de pelar” hasta la altura de un puente que cruza la carretera que se deja a la derecha. Al principio de la bajada por la ladera opuesta decido detenerme bajo unos eucaliptos a descansar y tomar unos frutos secos y la naranja.

OLYMPUS DIGITAL CAMERAContinúa la pista en descenso continuado hasta llegar al valle del Iso donde se localiza el albergue de Ribadiso de Abajo en un paraje paradisíaco. Entro para tomarme un refresco de máquina y aprovecho para sellar la credencial. La verdad es que me quedo con ganas de finalizar la etapa en este albergue rodeado de tanta belleza. Encuentro a viejos conocidos. Teresa, la rubia brasileña que se alegra mucho de verme. Se ha adelantado a su amiga que anda un poco tocada. Me pregunta si la he encontrado en el Camino. La verdad es que si la he visto, no me he dado cuenta. Aunque ahora recuerdo que vi a una mujer sentada en actitud pensativa a un lado del camino. Muy bien podría tratarse de ella pero no estoy seguro. También están allí los componentes del grupo del sevillano con Pedro el portugués que piensan quedarse.

Son las tres y cuarto y a pesar del calor decido continuar, son unos dos kilómetros y medio los que me faltan para llegar a Arzúa y aunque todo el camino discurre en una cuesta respetable intentaré hacerlos poco a poco. Por otra parte la pierna me duele un poco más. No obstante marcho a buen paso e incluso rebaso a un grupo numeroso de alemanes que van con niños. Mientras sea subida, no me importa.

A la entrada de Arzúa está la Pensión “La Rúa” a la que llego bastante justito de fuerzas. Me acomodo en la confortable habitación asignada y después de ducharme y hacer la colada diaria, bajo al bar a tomarme una fresca cerveza de barril que me apetece de verdad.

Tras aliviar la sed, paso a la habitación y me tumbo en la cama manteniendo los pies levantados ligeramente para facilitar la circulación de la sangre. ¡¡Vaya calor que hace!! Ya no me acordaba que existía.

A las seis y media me acerco al Restaurante “Teodora” donde me permito el lujo de cenar dos buenas rodajas de merluza fresca de pincho con ensalada. Y a dormir. Ahora sí que tengo Santiago a tiro de piedra. ¡¡Parece mentira!!

Buenas noches y hasta mañana.

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39ª Jornada:
Arzúa-Monte del Gozo

Sábado, 7 de mayo de 2005

Parcial 34 Km; Total 1071 Km; A Santiago: 4 Km

El Monte del Gozo

            Etapa trascendental la del día de hoy. No se permite ningún fallo. Toca madrugar algo más. Amanece un día espléndido. A las siete y cuarto me encuentro desayunando junto a varios peregrinos, entre ellos el grupo de José Angel que ha madrugado más que yo en Ribadiso. Las piernas aparentan notable mejoría, lo necesito de verdad para la larga etapa que me espera.

            Marcho contento de haber podido llegar hasta aquí, entre frondosos bosques de castaños, carballos y eucaliptos. Da gusto caminar por buenas pistas y con la moral por todo lo alto sabiendo que Santiago lo tienes al alcance de la mano. El Camino va jugando con la carretera al ratón y el gato pero siempre por pistas que agradecen mis sufridas piernas.

            Un poco antes de llegar a Calle, un paisano me recomienda que entre en el segundo bar que encuentre al paso, dan una buena empanada, −acuérdese, el segundo−me reitera con insistencia. Se nota a la legua que se trata de un “gancho”. Pasado un curioso hórreo cruzado al camino encuentro al grupo del sevillano en el chiringuito. Se ve que ellos han hecho caso omiso de los consejos del paisano. Sigo adelante pues aún no tengo apetito.

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              Por buenas pistas llego a Salceda ya en la carretera y de nuevo a caracolear con ella hasta enfilar la cuesta que te lleva hasta el Alto de Santa Irene. Al iniciar la cuesta se pasa ante unas botas colocadas en una hornacina en memoria de un peregrino alemán fallecido en el lugar mientras hacía el Camino. En el bar del cruce sí que paro para descansar y almorzar unos huevos fritos con patatas que espero me infundan nuevos bríos para continuar. Al poco rato llega el grupo de José Angel.

            Una vez rebasado el Alto de Santa Irene me desvío del Camino por la carretera antigua que pasa por el albergue privado de Santa Irene. Quiero conocer a la propietaria que se llama como hija Esther Calvo. Otra casualidad del Camino. Pero me dicen que no se encuentra en esos momentos. Me apetecía saludarla. Otra vez será.

            Sigo mi Camino disfrutando de los últimos bosques. Por ahí andan José Angel en compañía de Pedro. Poco antes de la gasolinera de Arca, se cruza la carretera y el Camino se introduce en otro bosque de eucaliptos pasando por el polideportivo. A la salida del bosque encuentro a José Antonio el murciano con Pencho y Vicente sentados a un lado de la pista.

            A cielo abierto continúo hasta cruzar de nuevo la carretera en Amenal y afrontar el último repecho duro del Camino que conduce al nivel de las pistas del aeropuerto. Aunque hace calor subo con alegría. Ya no siento ni las piernas. ¡¡Qué bien se están portando!! Parece como si fuera flotando en el aire. Aspiro con fuerza el aire aromatizado que desprenden las hojas de los eucaliptos del último bosque del Camino que hay que saborear con avaricia. Consigo llegar al nivel del aeropuerto, oigo el ronroneo de los motores de algún avión. ¡¡Hay que ver lo bien que marcho hoy!! Al llegar a la cabecera de las pistas recibo la llamada de mi hija Merche que me anima e informa que irá con mi yerno Sisco a recogerme a Valencia.

            En el restaurante de San Paio decido hacer una parada. Allí encuentro a Vicente, del grupo del sevillano con otro peregrino que camina en solitario como yo. Me pido un churrasco con ensalada y dejo la mitad. Los nervios los llevo a flor de piel. Poco después aparece el resto del grupo.

            A las cuatro y cuarto continúo la marcha. Voy cantando alegremente esa canción que tanto me gusta:“Gracias a la vida” y que viene a propósito, sintiendo la cercanía de Santiago. Cruzo Lavacoya y afronto con energía las duras rampas de Villamayor que se estiran hasta el cerro donde están las instalaciones de la Televisión Gallega. El resto es coser y cantar. San Marcos, giro a la izquierda y el monumento a Juan Pablo II en lo más alto del Monte del Gozo. Ante mis llorosos ojos la gran urbe de Santiago. Lloro de alegría y no es para menos. “Gracias a la vida que me ha dado tanto…”. Las lágrimas no paran de fluir de mis ojos.

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            A las seis estoy entrando en el macro-albergue que más bien produce la impresión de un campo de concentración. Los dos barracones que están más alejados hacia la parte más alta son los que la Xunta de Galicia tiene habilitados para los peregrinos. ¡¡Qué casualidad!!

            El hospitalero tiene la deferencia de asignarme un dormitorio donde posiblemente esté solo. No espera que lleguen muchos peregrinos.

            Llamadas en primer lugar a Loli que se queda más tranquila y a mis padres que se alegran mucho. A Javier Vicente que me adelanta la enhorabuena por ser el primer peregrino que hace el Camino desde Castellón por su trazado. A José Luis que mañana me espera a la entrada de la ciudad para desayunar y en fin… a otros amigos del mundillo peregrino.

            Después de asearme me acerco al Mesón “El Labrador” en San Marcos junto a la carretera donde me tomo una ración de pulpo que me sabe a gloria bendita, mientras veo por TV el partido entre el Real Madrid y el Santander que termina con el abultado resultado de 5-0, favorable a los merengues.

            Para concluir el día solo queda retirarme al dormitorio nº 510 del barracón 29 del complejo hospitalario de Monte del Gozo, donde duermo plácidamente pensando en la llegada del gran día.

            Buenas noches y hasta mañana.

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40ª Jornada – Epílogo:
Monte del Gozo-Santiago de Compostela

Domingo, 8 de mayo de 2005

Parcial 4 Km; Total 1075 Km; A Santiago: 0 Km

“Peregrino de Castellón desde Castellón”

            No hay prisa en levantarse. Se trata del día solemne de mi largo Camino. A las ocho menos cuarto, emprendo la bajada hacia el centro de la ciudad. Una vez cruzada la vía férrea y autovía, siguen mis pasos por la Avenida de los Concheiros. José Luis me sale al encuentro muy cerca de la Rúa de San Pedro y con un fuerte abrazo me hace la “entrega simbólica” de las llaves de la ciudad. Desayunamos juntos café con churros y acto seguido, atravesamos las murallas por la Puerta do Caminho, dirigiéndonos a su despacho donde deposito la mochila.

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         Continúa el protocolo con la visita a la Casa del Deán donde recibo, creo que una merecida Compostela. Abrazos, agradecimientos y peticiones obligadas al Apóstol y muchos saludos y enhorabuenas a los peregrinos que encuentro a mi paso. Entre ellos Teresa (la rubia brasileña), acompañada de su amiga que parece recuperada, nos abrazamos radiantes de felicidad deseándonos “Buen Camino” en la vida. Por ahí anda también el grupo del sevillano, con José Angel a la cabeza. El maestro murciano  José Antonio y su paisano Pencho, Vicente el valenciano, la pareja francesa y el agregado Pedro el portugués que viene de más lejos. Felicitaciones y enhorabuenas por todos los frentes. Se acabaron los sufrimientos. El dolor de mis piernas queda para siempre aparcado en el Camino. Ahora todo son alegrías.

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Recojo la mochila y me acerco a la pensión donde tomo posesión de la habitación. De nuevo café con José Luis en el añejo Café Azul y paseo por los jardines de la Alameda, −donde hace tiempo, bajo el robledal, se celebraba una famosa Feria de ganado –me cuenta mi anfitrión José Luis. Contemplamos desde este mirador privilegiado del paseo el conjunto histórico de Santiago con su catedral en primer término. De regreso, José Luis centra mi atención en las estatuas de dos santiaguesas que fueron famosas a principios del siglo pasado por sus pintarrajos y desparpajo muy bien personificados por el artista. Me dice José Luis que recuerda haberlas conocido cuando era un niño.

Me despido de José Luis a quien agradezco su cortesía y me acerco a la catedral para asistir a la Misa del Peregrino. Lleno hasta la bandera. Me acoplo estratégicamente en la base de una de las columnas delanteras desde donde podré observar en primera línea la oscilación del botafumeiro. Muchas caras conocidas en los bancos. Hasta logro ver a las burgalesas con el dandy Igor. Mucha emoción mientras el celebrante va nombrando a los peregrinos llegados hoy a Santiago. Cuando escucho “peregrino de Castellón desde Castellón” un escalofrío recorre mi cuerpo de arriba abajo y unas lágrimas de emoción asoman por mis ojos. No es para menos. Se había hecho realidad mi sueño de hacer el Camino a la antigua usanza, es decir, saliendo de mi propia casa. Como colofón a la Santa Misa, se pone en funcionamiento el botafumeiro que tanta expectación causa a los peregrinos, sobretodo a los guiris. Demasiado para el cuerpo.

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Salgo de la catedral por el impresionante Pórtico de la Gloria, la obra cumbre del maestro Mateo. La Plaza del Obradoiro está prácticamente tomada por los peregrinos. Felicitaciones, enhorabuenas y abrazos por doquier. Entre la algarabía fluyen los sones de unas gaitas gallegas. Se te eriza la piel. Es un día grandioso e inolvidable. Se cumple el sueño o las promesas de muchos peregrinos.

            Tras un buen rato de permanecer en la plaza, me acerco a la Pastelería Ankar para encargar unas tartas de Santiago para llevar a la familia. Luego a comer pues el estómago me lo está pidiendo.

            Tras la siesta paseo por las empedradas calles del casco antiguo. De repente, cruzando la Plaza del Toural, alguien me toca en el hombro. Me vuelvo y me llevo una grata sorpresa. Se trata del alemán Stéphano que me ha venido siguiendo los pasos desde Astorga. Excelente persona. Fue el único que aguantó estoicamente mis ronquidos y bien próximo que estaba y nunca oí una queja suya. Le deseo mucha suerte en la vida y que volvamos algún día a encontrarnos.

            Me acerco a la Pastelería Ankar donde me tomo un té con pastas y recojo las tartas. Después de dejarlas en la pensión, vueltas y más vueltas alrededor de la catedral, no hay tiempo para el descanso. Para cenar no me complico la vida, lo hago en una cervecería frente a la pensión.

            Peregrinos y más peregrinos deambulando por las calles y es que hace una noche espléndida. Santiago está en fiestas y hay mucho ambiente en la Feria. Paseo por los jardines de la Alameda para contemplar la Catedral iluminada. Me siento en un banco junto a la escultura del insigne literato gallego “Valle-Inclán” a quien hago compañía durante unos minutos. ¡¡Qué prodigio de ciudad!! Retorno al casco histórico. Desde un bar alguien me llama. ¡¡Vaya!!, la noche va de sorpresas, son los de Toledo que estaban en Casa de los Somoza y que hacen el Camino a su aire. Han pasado el día en A Coruña. Me invitan a sentarme con ellos. Charlamos un buen rato y me despido. Van a cenar.

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           Poco a poco, los peregrinos de verdad van diluyéndose por las calles. La mayoría de ellos habrán tomado el Camino de regreso a la vida real, esta del Camino no deja de ser un sueño hecho realidad, ¡¡pero tan hermoso…!! Saco la credencial y repaso los sellos estampados en ella. ¡¡Qué largo y a la vez qué corto se me ha hecho todo!! Da mucha alegría haber sido capaz de terminar el Camino, pero también, por qué no decirlo, produce cierta sensación de tristeza de que haya finalizado.

            En el Camino he dejado abandonado lo negativo de mí mismo, para quedarme solamente con lo positivo más los buenos recuerdos que me ha proporcionado el que acaba de concluir. Todo vuelve a sus inicios. Solo cabe esperar una oportunidad para emprender de nuevo el Camino desde alguna parte.

            Ya en la cama, pienso en los peregrinos que han compartido conmigo alguna vivencia y que he dejado o me han dejado por el Camino. El bilbaíno Germán, el inglés Chris, el gerundense Jordi, la japonesita del “carrito-mochila”, el matrimonio francés que venía desde Nimes, Emilio de Orán … y todos los que de una u otra forma han contribuido a dar vida al diario de este peregrino solitario.

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“El Camino no se anda, se vive”

ULTREIA et SUS EIA!!

RECUERDOS Y AGRADECIMIENTOS

Fueron muchas las etapas y mucho lo vivido desde mi partida de Castellón. Nunca hubiera sido posible sin la colaboración y ayuda recibida. Desde aquí mis recuerdos y agradecimientos:

En lugar privilegiado, a mi mujer Loli y mis tres hijas Lolita, Esther y Merche que supieron comprender mi larga ausencia y me apoyaron en todo momento con sus muestras de ánimo y cariño. Sin su aprobación, mi Camino no hubiera existido.

A Javier Vicente Queralt, Presidente Fundador de la Asociación de Amigos de la Ruta Jacobea “Ultreia Castellón”. Alma mater del Camino de Castellón, cuyo trazado me puso en bandeja antes de mi partida. Salió a mi encuentro mientras ascendía al Desierto de Las Palmas para desearme “Buen Camino” y darnos un abrazo. Asimismo tuvo la deferencia de acercarse con Pepe Muñoz al Santuario de la Balma para despedirme de la Provincia de Castellón. Una inestimable ayuda a lo largo del Camino.

A Vicente, esposa Tere e hijas, mis anfitriones y hospitaleros de lujo en Serra d’En Garcerán.

A Miguel Angel que me recibió en Catí y fue mi compañero hasta la Ermita de la Vallivana.

A Rafael, Presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Andorra que siempre encontré para sacarme de apuros durante el duro tránsito por el Bajo Aragón.

A José Joaquín que me recibió en Tudela sirviéndome de gran ayuda siendo mi anfitrión durante mi estancia en la ciudad.

A Mª Pilar de Calahorra por su altruista y generosa hospitalidad en su Albergue.

A Antonio que tan bien se portó conmigo en Logroño.

A Juan Luis que me acogió en su casita de Pineda de la Sierra, siendo mi anfitrión durante mi estancia en Burgos.

A la Sra. Remedios del Alto del Poio por sus generosas atenciones y consejos.

Al anónimo hospitalero alemán de Ponferrada que me recogió de la carretera cuando no podía dar un paso más y me dejó en el Centro de Salud de Sarria.

A Puri y a Jesús propietarios de la Casa de los Somoza en Coto-Leboreiro por su recibimiento, atenciones y reconfortante desayuno.

A José Luis que me recibió en Santiago, y fue mi anfitrión de siempre.

A todos los peregrinos y hospitaleros que coincidieron conmigo en el Camino aportando su granito de arena a esta experiencia.

Y en fin, a todos los que con sus ánimos me apoyaron de alguna forma a lo largo del Camino.

A todos ellos, ¡¡MUCHISIMAS GRACIAS!! y ¡¡BUEN CAMINO!!

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