Castellón-La Pobla Tornesa. Etapa 1.
Prepárate para una aventura que no olvidarás. El Camino de Santiago de Castellón te espera, y su primera etapa, desde la Ermita de Sant Jaume hasta La Pobla Tornesa, es una ruta de 23,2 km llena de historia, naturaleza y espiritualidad. Recorre campos de naranjos, cruza paisajes de ensueño y déjate guiar por la señalización jacobea. ¿Estás listo para el desafío?
Castellón-La Pobla Tornesa: El inicio de tu Camino Jacobeo. Etapa 1.
Prepárate para una aventura que no olvidarás. El Camino de Santiago de Castellón te espera, y su primera etapa, desde la Ermita de Sant Jaume hasta La Pobla Tornesa, es una ruta de 23,2 km llena de historia, naturaleza y espiritualidad. Recorre campos de naranjos, cruza paisajes de ensueño y déjate guiar por la señalización jacobea. ¿Estás listo para el desafío?
Mapa y Guía Detallada:
La Etapa 1 del Camino de Castellón al completo.
¿Buscas una aventura que te conecte con la historia y la naturaleza? La primera etapa del Camino de Santiago de Castellón es un viaje que te llevará a través de paisajes de ensueño. Desde la histórica Ermita de Sant Jaume de Fadrell, entre campos de naranjos y monumentos centenarios, te adentrarás en una ruta que culmina en la pintoresca Pobla Tornesa. Sigue las señales, cruza el Desierto de las Palmas y siente la magia de este camino.
Mapa y Guía Detallada:
La Etapa al completo.
¿Buscas una aventura que te conecte con la historia y la naturaleza? La primera etapa del Camino de Santiago de Castellón es un viaje que te llevará a través de paisajes de ensueño. Desde la histórica Ermita de Sant Jaume de Fadrell, entre campos de naranjos y monumentos centenarios, te adentrarás en una ruta que culmina en la pintoresca Pobla Tornesa. Sigue las señales, cruza el Desierto de las Palmas y siente la magia de este camino.
Servicios en la etapa
Albergues y sellos
Tu viaje comienza con un sello y culmina con un merecido descanso. En la primera etapa del Camino de Santiago de Castellón (hasta La Pobla Tornesa), la Asociación Ultreia-Castellón te facilita la logística fundamental.
Tu viaje comienza con un sello y culmina con un merecido descanso. En la primera etapa del Camino de Santiago de Castellón (hasta La Pobla Tornesa), la Asociación Ultreia-Castellón te facilita la logística fundamental.
Servicios en la etapa
Albergues y sellos
Tu viaje comienza con un sello y culmina con un merecido descanso. En la primera etapa del Camino de Santiago de Castellón (hasta La Pobla Tornesa), la Asociación Ultreia-Castellón te facilita la logística fundamental.
Pueblos en el camino
El inicio de su viaje: historia y naturaleza
El primer paso de la Ruta Jacobea de Castellón comienza en la vibrante capital, una ciudad con una rica historia y un profundo arraigo a la tradición jacobea en la Ermita de Sant Jaume de Fadrell. A medida que avanza, el camino se transforma. Dejando atrás el bullicio de la ciudad, se adentrará en paisajes dominados por el la naturaleza. La etapa culmina en La Pobla Tornesa, un pequeño y acogedor pueblo que le recibirá con la tranquilidad que solo el interior castellonense puede ofrecer, preparándole para los desafíos y las recompensas del camino que le esperan.
DIARIO DE UN PEREGRINO EN EL CAMINO DE CASTELLÓN
1a Etapa: Ermita de Sant Jaume de Fadrell – La Pobla Tornesa
Primavera lluviosa
Amanece en Castellón, otoño, con un cielo nublado y una llovizna fina que apenas molesta, cosa muy extraña en estas tierras. La temperatura ronda los quince grados y el aire huele a tierra mojada. El sol ya ha salido y tras desayunar, tomo un taxi hasta la ermita de Sant Jaume de Fadrell, consagrada al Apóstol Santiago, donde inicio mi camino con una mezcla de ilusión y respeto.
Apenas comienzo y ya me encuentro con un cruceiro, símbolo del peregrino, y avanzo por el viejo Caminàs, una carretera agrícola, primitiva vía romana, bordeada de naranjos. El canto de los pájaros me acompaña y la llovizna parece una bendición ligera, más compañera que obstáculo. No tardo en llegar a la ermita de San José, construida en el siglo XVII, y mientras sigo andando contemplo a lo lejos la silueta del Bartolo, que se alza vigilante sobre la comarca.
Tras un buen trecho aparece ante mí la basílica de Santa María de Lledó, patrona de Castellón. La devoción a la Virgen de Lledó hunde sus raíces en la Edad Media, cuando un labrador halló aquí su pequeña imagen. Hoy, la basílica es el corazón espiritual de la ciudad y un lugar que late con siglos de fe.
El camino continúa, cruzo el río Seco de Borriol, la autovía y el tren, y pronto llego a la ermita de San Roc de Canet, levantada en agradecimiento tras las epidemias de peste del siglo XVII. Más adelante me encuentro con varios humilladeros, pequeñas construcciones con imágenes de santos, y uno de ellos está dedicado al Apóstol Santiago, recordándome el sentido último de este viaje.

El desvío hacia la ermita de la Magdalena me tienta y no puedo resistirme. Subo la cuesta hasta la explanada donde se levanta el templo, construido en el siglo XV aprovechando las piedras del Castillo Vell, una fortaleza musulmana que dominó estas tierras entre los siglos XI y XIII. Desde lo alto las vistas son magníficas: montañas, vegas fértiles y, a lo lejos, el mar Mediterráneo brillando bajo un cielo gris.
Vuelvo sobre mis pasos y retomo el Camino bordeando el barranco de la Magdalena. Más adelante, tras pasar por urbanizaciones, el asfalto se convierte en senda y me adentro en un bosque que parece mágico, con su silencio, su verdor y el canto alegre de los pájaros. La subida en zigzag se hace dura, pero cada metro ganado es también una recompensa: el aire fresco de la sierra, la sombra de los pinos y la sensación de estar avanzando hacia dentro de mí mismo tanto como hacia el norte.
Supero el Coll de la Mola, en el Desierto de las Palmas, y alcanzo el nacimiento del barranco del Búlgar. La naturaleza me envuelve en su plenitud: pinos luminosos, horizontes que se pierden y un descenso en zigzag que me conduce poco a poco hacia el final de la etapa. Tras más de seis kilómetros de pistas forestales cruzo bajo la autovía y entro, al fin, en La Pobla Tornesa.
Me recibe un antiguo pozo artesano convertido en rotonda. Camino hacia el ayuntamiento, donde sello mi credencial, y frente a él contemplo la parroquia de San Miguel, erigida en el siglo XVIII, con su nave única y sus capillas disimuladas en los contrafuertes. Allí cierro mi primera jornada, empapado de lluvia y de emociones, con la certeza de que este camino apenas ha comenzado y ya me ha regalado paisajes, historia y una profunda paz interior.
Todo este diario se basa en el diario de Joserra ( J.R. V.) Gracias por hacer nuestro Camino.
1a Etapa: Ermita de Sant Jaume de Fadrell – La Pobla Tornesa
Primavera lluviosa
Amanece en Castellón, otoño, con un cielo nublado y una llovizna fina que apenas molesta, cosa muy extraña en estas tierras. La temperatura ronda los quince grados y el aire huele a tierra mojada. El sol ya ha salido y tras desayunar, tomo un taxi hasta la ermita de Sant Jaume de Fadrell, consagrada al Apóstol Santiago, donde inicio mi camino con una mezcla de ilusión y respeto.
Apenas comienzo y ya me encuentro con un cruceiro, símbolo del peregrino, y avanzo por el viejo Caminàs, una carretera agrícola, primitiva vía romana, bordeada de naranjos. El canto de los pájaros me acompaña y la llovizna parece una bendición ligera, más compañera que obstáculo. No tardo en llegar a la ermita de San José, construida en el siglo XVII, y mientras sigo andando contemplo a lo lejos la silueta del Bartolo, que se alza vigilante sobre la comarca.
Tras un buen trecho aparece ante mí la basílica de Santa María de Lledó, patrona de Castellón. La devoción a la Virgen de Lledó hunde sus raíces en la Edad Media, cuando un labrador halló aquí su pequeña imagen. Hoy, la basílica es el corazón espiritual de la ciudad y un lugar que late con siglos de fe.
El camino continúa, cruzo el río Seco de Borriol, la autovía y el tren, y pronto llego a la ermita de San Roc de Canet, levantada en agradecimiento tras las epidemias de peste del siglo XVII. Más adelante me encuentro con varios humilladeros, pequeñas construcciones con imágenes de santos, y uno de ellos está dedicado al Apóstol Santiago, recordándome el sentido último de este viaje.

El desvío hacia la ermita de la Magdalena me tienta y no puedo resistirme. Subo la cuesta hasta la explanada donde se levanta el templo, construido en el siglo XV aprovechando las piedras del Castillo Vell, una fortaleza musulmana que dominó estas tierras entre los siglos XI y XIII. Desde lo alto las vistas son magníficas: montañas, vegas fértiles y, a lo lejos, el mar Mediterráneo brillando bajo un cielo gris.
Vuelvo sobre mis pasos y retomo el Camino bordeando el barranco de la Magdalena. Más adelante, tras pasar por urbanizaciones, el asfalto se convierte en senda y me adentro en un bosque que parece mágico, con su silencio, su verdor y el canto alegre de los pájaros. La subida en zigzag se hace dura, pero cada metro ganado es también una recompensa: el aire fresco de la sierra, la sombra de los pinos y la sensación de estar avanzando hacia dentro de mí mismo tanto como hacia el norte.
Supero el Coll de la Mola, en el Desierto de las Palmas, y alcanzo el nacimiento del barranco del Búlgar. La naturaleza me envuelve en su plenitud: pinos luminosos, horizontes que se pierden y un descenso en zigzag que me conduce poco a poco hacia el final de la etapa. Tras más de seis kilómetros de pistas forestales cruzo bajo la autovía y entro, al fin, en La Pobla Tornesa.
Me recibe un antiguo pozo artesano convertido en rotonda. Camino hacia el ayuntamiento, donde sello mi credencial, y frente a él contemplo la parroquia de San Miguel, erigida en el siglo XVIII, con su nave única y sus capillas disimuladas en los contrafuertes. Allí cierro mi primera jornada, empapado de lluvia y de emociones, con la certeza de que este camino apenas ha comenzado y ya me ha regalado paisajes, historia y una profunda paz interior.















